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Propuesta educativa

versión On-line ISSN 1995-7785

Propuesta educativa (Online)  no.41 Ciudad Autonoma de Buenos Aires jun. 2014

 

ENTREVISTA

La investigación sobre los procesos de formación de las elites. Diálogos entre Argentina, Chile y Brasil.
Entrevista a Angélica Thumala*, Roy Hora** y Ana María Almeida***

 

Realizada por Sebastián Fuentes, Victoria Gessaghi y Florencia Luci1

1 Sebastián Fuentes. Lic. en Filosofía, Universidad de Salvador; Mg. en Ciencias Sociales con mención en Educación, FLACSO Argentina. Doctorando en Antropología Social, IDAES-UNSAM. Becario Doctoral del CONICET, con sede en FLACSO Argentina. Investigador y docente UNTREF. E-mail: sebasfuentes@hotmail.com
Victoria Gessaghi. Lic. en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires; Mg. en Ciencias Sociales con mención en Educación, FLACSO Argentina; Dra. en Antropología Social, Unievrsidad de Buenos Aires. Investigadora CONICET/UBA-FLACSO. E-mail: victoriagessaghi@hotmail.com
Florencia Luci. Lic. en Sociología, Universidad de Buenos Aires; Mg. en Ciencias Sociales con mención en Sociología, Universidad de Buenos Aires; Dra. en Sociología, L'École de Hautes Études en Sciences Sociales de Paris. Investigadora CONICET/IIGG-UBA. E-mail: florencialuci@conicet.gov.ar

* Dra. en Sociología de la Universidad de Cambridge, Inglaterra; Mg. en Filosofía y Teoría Social de la Universidad de Warwick, Inglaterra y Socióloga de la Universidad Católica de Chile. Prof. del Instituto de Sociología de la Universidad Católica de Chile. E-mail: mthumala@gmail.com
*** Historiador. Se doctoró en la Universidad de Oxford. Es investigador del CONICET y Profesor en la Univerisdad Nacional de Quilmes. Obtuvo el Premio Bernardo Houssay en Ciencias Sociales y Humanidades. E-mail: rhora@udesa.edu.ar
*** Dra. en Educación y Mg. en Sociología. Ha sido profesora invitada e hizo posdoctorado en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de Paris y de la Universidad de Stanford, EE.UU. Es profesora de la Universidad de Campinas (UNICAMP) y Co-coordinadora del grupo FOCUS (Grupo de investigación sobre institución escolar y organizaciones familiares) de la misma Universidad. E-mail: ana.maria.f.almeida@gmail.com

En el marco de la II Reunión internacional sobre Formación de las Elites, realizada en octubre del año pasado por el Núcleo de Estudios sobre Elites y Desigualdades Educativas (NEEDS)2, los investigadores conversaron sobre la producción acedémica en cada país en torno de las características de las elites, sus modos de reclutamiento y la contribución de la escuela a la reproducción de las desigualdades sociales. También analizaron las transformaciones que atravesaron a dichos grupos en cada contexto nacional y ensayaron algunas claves para la comparación regional.

 

Nos gustaría, en primer lugar, si pueden trazar un panorama del estado de la investigación sobre las elites en sus respectivos países -Chile, Brasil y Argentina- y en sus respectivas disciplinas.

Angélica Thumala (AT): Hoy en día [en Chile] existe investigación desde la ciencia política, la historia y la sociología que ha estudiado a los políticos y a los empresarios, y lo que se ha buscado es identificar principalmente cuatro cosas: los fundamentos de su constitución como elite, cuál es el origen social de los miembros de ambas elites, los grados de renovación o de estabilidad y el asunto de la legitimidad, es decir, qué tipo de discursos producen para legitimar su accionar. Hay una convergencia en los abordajes hacia la literatura francesa: en el caso de la legitimación, hay un uso transversal de Bolstanski y Thèvenot, de la sociología de las controversias de Callon, además, por supuesto, de todas las tradiciones en la historia, en la sociología, pero es interesante observar esa tendencia común de la teoría. Con respecto a los métodos, hay una ausencia total de estadística. Tal vez por la formación profesional de la gente que está haciendo estos trabajos. Aunque los cientistas políticos y algunos sociólogos tradicionalmente se han dedicado a hacer análisis cuantitativo, pero afectados principalmente a estudios de trayectoria de carreras políticas en base a documentos y datos secundarios de entrevistas en profundidad, en el análisis de redes, de observar las interconexiones entre miembros de directorios y análisis históricos o de trayectoria histórica de las elites. Y lo que aparece recurrentemente en términos de los resultados es la importancia de la figura del experto, en particular del tecnócrata con formación en economía y un doctorado en economía fuera de Chile. Hay una discusión sobre las consecuencias políticas que tiene la influencia del tecnócrata porque es una persona que no es elegida, no compite en eleccciones, sino que tiene una influencia política en atención a su condición de experto, a manejar un conocimiento que es escaso. Esto me parece muy interesante porque también es algo transversal. Hay muchos trabajos en cuanto a la influencia que tienen estos expertos y, personalmente, encuentro que es un asunto que llama a incorporar la variable relacional dentro de las elites. Ninguno de los trabajos recientes se ocupa de cómo se constituye la elite en relación con otros. Son trabajos que estudian los factores de constitución y de justificación al interior de la elite, entre sí o para sí mismo, pero no en relación con trabajadores, empleados, ciudadanos, etc. Es necesario corregir esta ausencia visible, importante. Sobre todo en el contexto del predominio del experto porque uno podría decir que una democracia que funciona requiere que todos puedan participar en ese espacio público, aunque no tengan esas credenciales que son tan exclusivas -de doctorado en economía, la universidad- .Una sociología que tiene un impacto reflexivo en la sociedad puede hacer más visible el rol de los no expertos, de los legos; cuál es la posición entre los legos y el sistema político o qué rol pueden cumplir personas que no son escuchadas, que no tienen conocimientos técnicos. Lo que ha pasado en Chile últimamente es que la discusión sobre la solución de los problemas sociales se ha ido desplazando desde el ámbito propiamente político, de los acuerdos y las negociaciones entre actores políticos, a propuestas supuestamente técnicas y neutras que no tienen un peso político, pero que sí lo tienen. Entonces se está dando un estudio sobre las elites que es interdisciplinario o, más bien, variado. No es que haya colaboración entre las disciplinas, sino que hay varias disciplinas que abordan el estudio de las elites.

Ana María Almeida (AMA): El análisis de los grupos dominantes atrae fuertemente en el Brasil, pero no está ampliamente representado y durante buena parte del período de consolidación de la universidad era un objeto muy negado -incluso políticamente negado- por la mayor parte de los practicantes de sociología y de los miembros de las ciencias políticas. Recientemente adquirió cierta fuerza. Pasó a ser tomado en un mayor número por los estudiantes de posgrado. El problema es la dificultad para constituir una masa crítica en torno de la cuestión, porque era negada: se decía que los jóvenes no tenían mucho interés en estudiarla y era visto como de derecha. A pesar de eso, se constituyeron algunas líneas que hasta ahora son muy activas, hay algunos nombres, algunas instituciones. Entonces, hay una ciencia política que es hecha desde la Universidad de San Pablo (USP), que usa mucha bibliografía norteamericana. La USP tiene también sociología de los intelectuales, hay un movimiento fuerte en el campo. En Río de Janeiro, en términos intitucionales, tiene producción de UFRJ, tambien tiene orientación más norteamericana y una sociología de los intelectuales que está ligada a un accionar nacional que es hecho también por los antropólogos. En Brasil hay una diversidad bastante grande, y una acumulación progresiva. En Río de Janeiro también está la Fundación Getulio Vargas, que produjo el diccionario histórico-geográfico, la producción de ciencia política, hay grupos trabajando con intelectuales, artistas, movimientos de artistas. Hay grupos trabajando con las elites políticas de varias maneras. Hay grupos trabajando con empresarios, tambien de diversas maneras. Mirando en términos de linajes intelectuales, creo hay una competencia entre una ciencia política más norteamericana y una sociología más francesa, y ahí es muy interesante ver algunos de esos movimientos actuales. La impresión que yo tengo sobre este proceso es que se está tornando un objeto más legítimo. Progresivamente hay un grupo más diversificado que trabaja y un grupo que dialoga entre sí, que conversa entre sí. En el campo de la educación, que es donde yo tengo mayor contribución, lo que se ve es un tratamiento muy limitado del tema, un número muy limitado de investigadores y una constitución del problema de investigación muy dirigida hacia la operación de los sistemas de enseñanza. Es una cuestión que tiene poca conexión con la investigación propiamente dicha sobre los grupos dominantes, me parece que tiene poco diálogo. Otra cosa, que encuentro curiosa, es la manera progresiva, más fina, más sofisticada de mirar la dimensión internacional. La circulación internacional como un problema constitutivo de esta investigación creo que ha alimentando las explicaciones más potentes. Inclusive se piensa la constitución de América Latina como un área. Brasil tiene mucha historia, de pensarse como un caso, como una excepción. Hoy se percibe un intento interesante, una constitución del estudio de las elites también pensando en Brasil como parte de esa área que es América Latina.

Roy Hora (RH): Yo quisiera señalar un conjunto de similitudes en cuanto a la trayectoria más general de los estudios sobre las elites, que seguramente tienen mucho que ver con el hecho de que hay una agenda internacional y esa agenda internacional tiene alguna incidencia en la definición de los objetos de la investigación. A mí me parece que en la Argentina, en particular en los estudios históricos, hay dos momentos. Uno es hasta los años setenta, donde, en líneas generales, este no es un problema interesante. Es un problema sospechoso, en el sentido de que quienes se ocupan de esta mirada son pasibles de ser considerados demasiado empáticos hacia esos actores y es probable que algo de eso haya en cuanto a quienes se ocuparon. Por ejemplo, hay un libro muy famoso de Jose Luis de Imaz que se llama Los que mandan, donde él que es sociólogo del mundo católico, que en este momento se está profesionalizando, dice: el problema de la Argentina es que ha perdido sus elites tradicionales. Cuando uno mira en general, en el siglo veinte, este es un objeto sospechoso y poco significativo en la propia representación que se hacen los investigadores. También hay cierto interés respecto del periodo anterior porque se supone que la Argentina tuvo sí una elite muy poderosa, que a veces se denomina la generación del ochenta o de manera similar. Entonces cuando uno mira los estudios de historia, en general, el núcleo central es el siglo diecinueve. El siglo veinte, generalmente, se cuenta como una historia más democrática. Son otros los actores que están en el centro del escenario: las clases medias, los sindicatos, y [los estudios sobre elites] tiene menos interés. Ahora bien, cuando uno mira la manera en que los historiadores, pero también sociólogos, se aproximan al problema, me parece que el dato más relevante ahí es el hecho de que la elite es fundamentalmente pensada como un dato; no es objeto de interrogación. No se preguntan cómo se construye ese actor.
Los relatos sobre las transformaciones que experimenta la sociedad argentina en el siglo diecinueve -que fueron muy importantes- parten en muchos casos de la premisa de que esto fue construido desde arriba. La elite es vista como un actor que es exterior a ese proceso. Creo que eso es lo que hoy se ha renovado en esencia. Es decir, ha habido, en los últimos veinte años, un renacimiento del interés por las elites en el sentido muy amplio que comprende a investigadores que están en muy distintas disciplinas; y ese renacimiento del interés también tiene que ver con elementos que son externos a la agenda de investigación. La Argentina se ha vuelto una sociedad más desigual entonces tenemos un interés mucho más grande en saber cómo funciona nuestro país en ese contexto, qué es lo que está sucediendo allí. En particular, este renacimiento del interés se construye a partir de la premisa de que las elites argentinas tienen que ser colocadas en el marco de los enormes procesos de transformación que experimentó este país en los últimos dos siglos. Acá, comparando con Brasil y Chile, creo que saltan a la luz algunas diferencias. Aquello que se veía como un grupo muy consolidado, muy poderoso, una oligarguía terrateniente y una oligarquía dominante del sistema político, hoy se mira como un actor que se construyó o que fue producto de procesos de transformación -que son muy difíciles de remontar- del periodo colonial y, en algunos casos, de la primera mitad del siglo diecinueve. Me parece que los trabajos más interesantes son aquellos que se interrogan por los procesos que dieron lugar a la formación de elites nuevas, que en muchos casos presentaron una visión de sí mismas a partir de la construcción de un linaje y de antecedentes muy remotos. Las investigaciones más originales son aquellas que parten de la premisa de cómo se construyó un grupo de referencia para el resto de la sociedad. En una sociedad en la que, por ejemplo, en Buenos Aires entre 1860 y 1920 más de la mitad de los varones -casi tres cuartos del total de los varones en edad activa- eran extranjeros. Tenemos una sociedad completamente renovada, sin un legado patricio o colonial que contribuyera a construir las posiciones de poder y prestigio de los que están arriba.
Los estudios que se plantean la construcción de las elites como un problema son más capaces de mirar a los actores con mucha más frescura. Pueden mirar especificidades regionales, colocarlas en un contexto más amplio, mirar campos específicos que tienen su propia lógica: la cultura, la educación, la política, etc. Mi impresión es que si uno tuviera que decir qué es lo que falta en esa agenda, es el hecho de que esas elites tienen que legitimar sus pretenciones de eminencia en relación con otros actores. En líneas generales, está menos presente en los trabajos la pregunta por cómo son vistos los sectores que ocupan las cumbres de distintos campos -económicos, cultural, políticos- por aquellos que están más abajo. Cómo se construyeron esas posiciones de poder no solo a partir de la premisa de que esto fue una construcción, sino en relación con aquellos actores con los cuales ejercen esa hegemonía.

¿Es posible trazar una caracterización de las elites en la Argentina, su especificidad, para luego ver cómo se caracterizan en Chile y en Brasil?

RH: Yo creo que uno de los rasgos más notables de la Argentina como sociedad es precisamente el enorme dinamismo que tiene desde la segunda mitad del siglo diecinueve y este es un problema para las elites, pero al mismo tiempo abre un conjunto muy grande de oportunidades para aquellos que están en condiciones de construir algún tipo de saber, de autoridad, de poder. Cuando uno mira el mundo de los grandes empresarios, uno de los rasgos más notables es que muy pocos pueden rastrear sus orígenes una generación atrás. Muchas de las grandes familias argentinas no tienen 50 años de permanencia en la cumbre y creo que este es un rasgo más general que uno podría pensar también para mirar, por ejemplo, las elites en el campo cultural. La Argentina abrió por lo menos hasta los años treinta o cuarenta -y ahí viene la cuestión de las clases medias- muchas oportunidades para que actores ambiciosos, talentosos, con una enorme capacidad como para presentarse como dueños de un saber, hicieran carreras fenomenales. El ejemplo que rápidamente viene a la mente es el de Paul Groussac, árbitro de la alta cultura, de la alta literatura argentina. Este señor vino de Francia sin haber completado el colegio secundario y fue una figura importantísima. Durante más de 30 años director de la Biblioteca Nacional, su palabra era capaz de arruinar una trayectoria literaria en ascenso. Yo creo que en el mundo de la cultura, cuando uno mira el universo de las clases propietarias -y la alta sociedad que en parte está articulado con ese actor- la cultura no desempeña un papel muy signficativo. Es un elemento de distinción, tiene a veces funciones ornamentales, pero no encontramos ahí vocaciones muy volcadas sobre este terreno. Cuando uno mira la elite política, se observan, con algunas diferencias, fenómenos similares. Hoy sabemos más sobre este punto porque hemos aprendido mucho más sobre el carácter, sobre la complejidad de la política argentina, uno de cuyos rasgos más importantes es la dimensión federal y el hecho de que -si bien es el centro del país- Buenos Aires es el único lugar de residencia de sus elites. A diferencia de Brasil, acá no hay distintas elites regionales, por lo menos hay una que tiene claramente una envergadura muy superior. La elite económica y la elite social son fundamentalmente criaturas porteñas, de residencia porteña. La política es muy compleja y se hace en el conjunto del territorio y, en general, los líderes políticos más exitosos desarrollan carreras nacionales que culminan en Buenos Aires, pero que no necesariamente se alimentan de recursos de Buenos Aires. Uno observa en la política, hace mucho tiempo atrás, desde que se formó un Estado Nacional, la presencia de provincianos como actores fundamentales de las cumbres del Estado que van a empezar a entroncarse con las elites porteñas. Esto claramente le da una complejidad al actor que no se observa en sociedades donde existe una mayor unidad tanto de orígenes sociales como en términos de procesos de socialización en distintos sectores de la elite.

AT: Me interesó esto que dijiste, que en la Argentina hay un periodo en que no se estudiaba las elites porque era visto, en el fondo, como apoyo a la cuestión de dominio porque, al menos para el caso chileno, por lo menos desde el siglo XIX, ha habido una crítica sistemática a la elite como conductora de un país en el que hay pobreza, que hay desigualdad. Entonces hay una crítica desde el interior de la elite, de miembros de la elite, de ovejas negras, digamos, que escriben sobre la tendencia al despilfarro y al ocio, la decadencia moral, la tendencia frentista, la poca disciplina política. Luego, durante los sesenta, todo el discurso desarrollista de la CEPAL que busca los motivos del subdesarrollo y asigna a la elite un rol central en términos de que no invierte en el agro, que tienen una mentalidad cortoplacista, que les gusta el proteccionismo estatal, que en el fondo es un estado rentista. Entonces te quería preguntar qué pasa ahí en ese periodo, especialmente en ese periodo cepaliano de las teorías del desarrollo porque yo tenía entendido que había algún tipo de análisis del rol de la elite como agente de cambio acá en Argentina, de las elites políticas y empresariales.

RH: Una cosa que señalaría ahí es que un rasgo de la retórica política argentina y de la percepción que los argentinos tenemos de nuestra sociedad es el hecho de que éste es un país en donde hay elites poderosas y de que a la vez siempre hubo un discurso antioligárquico fundamental en nuestra cultura política. Yo tomaría la existencia de ese discurso antioligárquico no como un síntoma de la existencia de una elite muy poderosa, sino precisamente de las aspiraciones democráticas de nuestra sociedad. Desde, por lo menos, comienzos del siglo XX hay una crítica permanente, sistemática incluso, de las formaciones políticas conservadoras a las clases propietarias que, en parte, se formulan en un lenguaje que por ahí uno encuentra en otros lugares -ociosas, rentistas-, y que va cambiando en sus tonalidades según inspiraciones ideológicas diversas. Hay momentos que adopta, entre los treinta y los cuarenta, una inspiración más nacionalista. En los años cincuenta y sesenta, esa retórica puede adoptar inflexiones desarrollistas. La retórica de la burguesía terrateniente, la oligarquía que impide que la Argentina se desarrolle, está presente. Esa retórica es muy importante en el peronismo. Ahora, el escenario que construye esa retórica de una elite extremadamente poderosa es un mito que ya en la década del veinte había perdido relevancia. En parte por la renovación política: la Argentina tiene un sistema democrático que desde muy temprano golpea a las elites. Hay un trabajo muy importante de Leandro Losada que muestra que entre los años diez y veinte, el momento oligárquico de la Argentina pasó. Pasó en términos de la alta sociedad como un universo de referente social. Ese grupo también perdió cierta preeminencia económica y, por supuesto, perdió relevancia política. Esos tiempos tienen, cada uno, su propia especificidad: hay momentos de avance y de retroceso de esa historia. Pero si uno tiene que escribir la historia de la Argentina política en el siglo XX, los actores que tienen que estar más en el centro del escenario son fuerzas que no se reúnen en el Jockey Club. Es una historia que se puede contar hablando de militares -que en la Argentina significa, sobre todo, reclutamiento de clase media-, clases medias, sindicatos y partidos que son predominantemente partidos cuyo electorado es un electorado popular y de clase media. En ese sentido hay diferencias importantes con Chile. Sobre todo en el hecho de que uno no encuentra dinastías políticas que vengan del siglo XIX. Probablemente con Brasil también. No hay Errázuris. No hay figuras con grandes nombres oligárquicos que ocupen un lugar en la política democrática ya desde los años veinte. No tenemos Anchorena, no tenemos Unzué. No tenemos ninguno de esos nombres emblema de ese breve y esplendoroso antiguo régimen, cuyo esplendor fue consecuencia de la enorme riqueza de esa gente.

AT: Es importante remarcar [la diferencia] entre elite y clases sociales porque precisamente la vía, por ejemplo, de participar en el ejército -ser un oficial del ejército- te permite ser parte de la elite, pero eso no quiere decir que todas las elites son la clase alta oligárquica, terrateniente. Ustedes tienen, como tú dices, la importancia de los actores medios y más bajos del orden social. Nosotros tenemos elites que más o menos coinciden con la clase alta. Esa coincidencia en la Argentina no corre tanto como en el caso chileno, yo creo que en Brasil es un poco más movil también.

AMA: En Brasil, una característica fundamental de la conformación de las elites en la actualidad es la existencia de procesos de diversificación. Creo que tal vez la característica importante del momento más reciente sea la diversidad. Entonces, en el Brasil, a mi modo de ver, si trabajas con [el concepto de] campos de poder se entiende más claramente. Progresivamente se va construyendo el espacio de grupos que son específicos: el espacio de los intelectuales, por ejemplo, que tienen una lucha, que es una lucha que se constituye en torno a la universidad, con su modo de definición de qué es un grupo dominante, la elite, la lucha por los principios de clasificación. Las características sociales de esos grupos se van diferenciando. Es decir, no es el mismo grupo que se va a constituir como elite económica. Hoy, progresivamente, el espacio se ha diferenciado y se tiene, entonces, una autonomización mayor del espacio. No puedes hablar más de elite. La propia noción de elite es un poco complicada, yo concuerdo completamente con ustedes. Cuando uno se embarca usando ese término, en una discusión a partir de la elite, uno tiene que separar la elite del resto. El movimiento es ese. Nuestros países tienen un nivel de complejidad de las relaciones sociales, una multitud de espacios que tienen su propia autonomía, reglas y, lo que es importante aquí, una organización institucional que permite que suceda esa autonomía. Entonces en cada universidad -que es lo que yo estudio más- a partir de un movimiento que sucedió durante el régimen militar, se manifiesta un empoderamiento de la institución universitaria en términos de garantía de la carrera, los salarios, la manera como se va constituyendo la posibilidad de que las personas consigan profesionalizarse allí y no depender más de tener un mecenas. Un sujeto constituye una carrera intelectual, como en el momento anterior precisabas tener el apadrinamiento de alguien o venir de una familia rica. Esto ya no se ve más. Puedes ser un gran intelectual y venir de una familia de estratos medios o, eventualmente -a veces ocurre- de grupos populares, como el caso de Florestan Fernandez que es un sociólogo muy importante. El caso de Fernando Henrique [Cardoso] es un caso ejemplar: un intelectual que migra a la arena política propiamente. Eso se va tornando cada vez más difícil porque para ser hoy un intelectual respetado en Brasil tienes que dedicarte en cuerpo y alma a ese trabajo, no se tiene tiempo. Y para el político es lo mismo, la carrera está cada vez más profesionalizada. Hay una autonomización en ese sentido. Entonces me parece que, en medio de la discusión de cuál es el motor del cambio está el problema de la amplia competencia entre elites. Brasil va detrás de un discursito de motor de cambio: tendrás dentro de las elites, en algunos momentos, dueños de tierra diciendo que el problema son los empresarios. Los bandos industriales diciendo: que el problema, señores, son los dueños de tierra. También los grupos medios diciendo que el problema son las elites pero también la clase trabajadora -ignorante, no civilizada, etc.-, los grupos populares en ascenso. Me parece que la complejidad del proceso es tal que Brasil está lejos de poder atribuir un papel a las elites a largo plazo. Tal vez a corto plazo sí, en algunos momentos específicos.

Probablemente sí en Chile, donde había coincidencia entre la elite y la clase alta.

AT: Hay en términos de definición, obviamente, una elite de origen militar, elite en el sentido de que hay una fuente de poder que no está determinada por la riqueza, sino en este caso por la posicion en el ejército. Pero el resto de las elites -yo diría, incluso, las elites culturales- coinciden [con la clase alta]. También en Chile ha habido renovación, por lo menos a nivel de los empresarios. Porque parece que Chile fuera un país donde no hay ningún tipo de movilidad social y donde predominan esas familias oligárquicas desde siempre. Pero algo ha habido de renovación. Claro, en un primer momento una familia de immigrantes que llegan a finales de siglo XX no son miembros de la elite. Pero se unen a la elite a través del éxito económico a través de empresas financieras, de la industria minera o del comercio, después en la creación de la banca, y se van renovando. Pero hoy en día, si sacamos una foto estática, hay una coincidencia entre la elite empresarial y la clase alta o, por lo menos, hay una aspiración. Porque la elite tiene un componente material, pero también un componente simbólico. Uno podría decir que hay empresarios a quienes les ha ido muy bien, pero que no logran penetrar en el núcleo duro de lo que se considera la elite de Santiago. La clase alta de Santiago -y ésta es equivalente- tiene códigos sumamente rígidos de pertenencia, en términos de la manera como se habla, de la religión que se practica, de la ropa que se usa, del gasto, de donde se mide, a qué colegio van los niños y eso es sumamente notorio y es excluyente. Ahora, eventualmente se entra. Pero hay un caso, que yo menciono en mi libro de familias, el caso del Club de Golf de Leones, donde hasta el día de hoy no entran ni judíos ni árabes. Los judíos y los árabes han gastado fortunas considerables y aún así, no. Pueden a través de lazos matrimoniales formarse nuevas configuraciones de clase, pero hay una parte de la elite chilena que, si bien se ha renovado, al mismo tiempo tiende a naturalizar el nuevo estado, a decir: ah no, los verdaderos miembros de la elite somos fulanito, sultanito y menganito. A lo mejor en cincuenta años lo harán. Los judíos van a estar en la misma. Entiendo que se formó un club de golf para miembros de la comunidad judía, no sé cuánto excluyen ellos. Pero yo creo, no hay ninguna duda, que nuestra sociedad es muchísimo más homogénea que Argentina y Brasil, de eso no hay dudas, con mucho menos recambio, mucha menos diversidad en términos de los orígenes, de las posturas, a nivel ideal, de las ideas y, en el fondo, de lo que está disponible.

Acerca de las escuelas, uno podría pensar la contribución o los usos del sistema educativo, de las credenciales educativas, como aspectos claves o no para la formación de las elites. ¿Cómo tematizan ustedes esto? ¿Cómo piensan en sus respectivos países la relación entre la formación de las elites y el rol que juega el trayecto por el sistema educativo, es decir, los usos que hacen las elites del sistema educativo?

AMA: En Brasil, cada vez más, es un tanto chocante, porque Brasil tiene una distribución educativa muy mala. La universalización de la escuela primaria en Brasil tuvo lugar en los años ochenta. Hasta los años ochenta, una parte enorme del pueblo estaba fuera de la escuela primaria. Hoy tenemos un 19% de una cohorte completando la educación superior. Está muy concentrado. Tradicionalmente la regresividad de la distribución educacional ha sido una explicación para la desigualdad brasilera. Paradojalmente, las credenciales escolares son los principales indicadores del valor de una persona en Brasil. Entonces, cualquier trayectoria que te permite llegar a una posición de clase media hoy está cerrada para quien no tiene diploma superior. Estamos en un momento de gran crecimiento económico y de falta de mano de obra y las personas que hacen el secundario consiguen tener una renta que les permita vivir como el brasilero piensa que es la vida de una persona de clase media: es decir, colocar un hijo en una escuela privada, tener un coche, un plan de salud privado y una casa propia. Este es un retrato de la clase media. Para tener eso tienes que tener diploma de estudio superior. Entonces es una sociedad en la cual el "retorno", dicen los economistas del capital humano, el retorno de la inversión en educación es el más alto del mundo. Dicho esto, a partir de acompañar trabajos de mis compañeros sobre estos grupos, entiendo que el diploma es una condición cada vez más necesaria en todos esos espacios de elite. En el campo intelectual, en el científico, pero también en la elite empresarial porque se ha asitido a la profesionalización de las empresas de los grandes grupos familiares. Muchas grandes empresas que surgieron como empresas familiares están cada vez más profesionalizadas y han entrado en la bolsa. Es un momento de gran profesionalización a través del diploma. Lo que hace para esas familias más complicado pasar el control del negocio a sus hijos.
Entonces, lo que se percibe desde el punto de vista de quien se ocupa de estudiar la relación entre educación y producción de desigualdad en Brasil, como es mi caso, se va tornando un tanto chocante. Persiste muy fuertemente esta representación del diploma como algo que te da la legitimidad para ocupar una posición dominante. Porque como en Brasil tenemos un cierre de la entrada en el ciclo universitario, el primer diploma está muy positivamente correlacionado con la posición anterior. Como nosotros tenemos un sistema de enseñanza completamente segmentado, privado y público -el privado en niveles primario y secundario otorga el diploma más prestigioso-, hay una asociación muy fuerte entre situación de la familia, el lugar de los demás y la condición social. Es el diploma, es la escuela o el uso que las familias del grupo dominante consiguen hacer de la escuela, lo que produce esos enclaves. Uno de los desarrollos más interesantes de la sociedad brasilera de los últimos diez años es la modificación de la enseñanza superior, es su redefinición. Hay una diversificación. Pero las estructuras son muy fuertes. El sistema de enseñanza público no consigue, salvo en sectores muy pequeñitos, aparecer como una vía de movilidad social. Entonces las familias realmente dependen de lo privado y eso depende de su situación económica.

AT: En chile es igual. El retorno de la educación, en términos de ingreso, es altísimo. Pero ahora tenemos la cuestión de la calidad de la educación, al ser universal. Tú tienes, como en el caso de Brasil, que la educación pública es muy mala y la educación privada muy buena. Por lo tanto, la movilidad social por la vía educativa es regular.

AMA: Al final, en Brasil el diploma termina siendo una vía de conversión: el hijo del empresario se transforma en un intelectual o el hijo de profesor va a actuar con grandes altos ejecutivos. Es una cosa que asusta porque es una cuestión de trayectorias, no de movilidad. La educación no alcanza para llegar en Brasil.

RH: El panorama que ustedes pintan es un panorama global. Si mal no recuerdo hay un trabajo de Daniel Filmus donde muestra que el mejor predictor del nivel de ingreso es el nivel educativo. Hace unos años de esto. Parece que eso no ha cambiado y no sería sorprendente que fuese así. En este sentido, la desigualdad tiene una tendencia a reproducirse. Es muy difícil de afectar, precisamente, por la segmentación de la oferta educativa y de las posibilidades de acceso a una educación de calidad de manera democrática. Y eso, probablemente, hoy sigue siendo el gran productor de desigualdades. Señalando otras cosas, y para volver a la discusión sobre las elites, yo comparto lo que se señalaba respecto a la complejidad del escenario contemporáneo en cuanto que hay elites. Hay que hablar de elites en plural y esas elites corresponden a campos específicos. Mirando el caso argentino, en el campo político cualquier identificación de un actor político con las clases propietarias y con el alto mundo es, más que una ventaja, un handicap, un impedimento. No hay muchos que puedan invocar esas credenciales y seguramente que en un contexto competitivo no tendrían la posibilidad de ir demasiado lejos. Creo que ahí hay un elemento muy democrático. Y también en la dimensión social. Esa elite que en Chile todavía ves como un grupo de referencia, acá hace mucho años que no lo es. En un punto uno puede decir, la fortaleza de una elite, sobre todo de una elite social, tiene que ver con el hecho de que sea capaz de convertirse en un grupo de referencia y tiene que ser relativamente permeable, de modo de saber incorporar talento que surge de algún lugar y socializarlo en la cultura de las elites. Pero su reproducción en el tiempo depende, en gran medida, de que logre -sobre todo si no tiene privilegios legales estatutarios- sumar a su grupo a aquellos talentos que surgen de otros lugares de la sociedad y hacerlos propios. Entonces, desde el punto de vista del prestigio social, la clase alta argentina hace mucho que viene para atrás, aunque siempre conservó prestigio residual. Es como la manifestación más sofisticada del buen vivir, pero no tiene significación para la mayoría. Sí existen lugares donde claramente se construye una clase alta desde el punto de vista del ingreso y del capital. Yo he trabajado en una universidad privada de elite y ahí claramente uno ve que esos chicos son los que en el futuro van a ser, probablemente, los que gobiernen los timones de la economía argentina. Ahí probablemente haya circuitos bien consolidados, bien aceitados, de reproducción de los segmentos más poderosos del empresariado, pero en otros campos, en el campo de la cultura, claramente provenir de una familia tradicional es más un handicap que otra cosa.

Notas

2 El NEEDS está radicado en el Programa de Educación, Conocimiento y Sociedad de FLACSO Argentina y esta íntegrado por los/las investigadores/as Emilia Di Piero, Sebastián Fuentes, Victoria Gessaghi, Florencia Luci, Alicia Villa y Sandra Ziegler.

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