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Propuesta educativa

versión On-line ISSN 1995-7785

Propuesta educativa (Online)  no.43 Ciudad Autonoma de Buenos Aires jun. 2015

 

RESEÑAS DE LIBROS

Thomas Piketty: heréticas de la nueva Economía Política europea
PIKETTY, Thomas, El Capital en el Siglo XXI, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2014, 664 páginas

 

Hernán Mariano Amar*

Mg. en Ciencias Sociales con Mención en Educación y Especialista en Políticas Educativas, FLACSO Argentina; Postítulo Profesor en Ciencias Sociales, ISPSA; Lic. en Ciencias de la Comunicación, Universidad de Buenos Aires; Doctorando en Ciencias Sociales - cohorte 2014-2016, FLACSO Argentina. Coordinador de proyectos en la Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil y Docente de la UNTREF. E-mail: hernanamar@hotmail.com

El ambicioso trabajo de investigación realizado aquí por Piketty y su equipo sobre las tendencias y desigualdades del capitalismo en los últimos tres siglos, fundamentalmente en los países desarrollados (Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Italia, Japón, Canadá, Australia), motivó y/o reforzó encendidas discusiones políticoacadémicas en el vasto campo de las Ciencias Sociales en Argentina. La hipótesis principal del libro, aquella que enuncia que

"cuando la tasa de rendimiento del capital supera de modo constante la tasa de crecimiento de la producción y el ingreso -lo que sucedía hasta el siglo XIX y amenaza con volverse la norma en el siglo XXI-, el capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles, arbitrarias, que cuestionan de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras sociedades democráticas" (pg. 15),

irrumpió en escena para confirmar, con el respaldo de cuantiosa información empírica, que el capital del siglo XXI retomó con énfasis las lógicas de funcionamiento que conducen hacia la perpetuación y ampliación de las desigualdades sociales. Un proceso que, según el economista político francés, revirtió la curva descendente de las asimetrías a partir de mediados de la década del setenta y principios de los años ochenta del siglo pasado mediante la implementación de las políticas públicas dispuestas por el "nuevo liberalismo". Según Piketty, el capitalismo del siglo XXI, fundamentalmente en los países desarrollados de Europa, contiene una tendencia de largo plazo caracterizada por una baja tasa de crecimiento (demográfico y económico), una relación reconstituida entre el ingreso y el patrimonio per cápita de casi seis veces y una tasa promedio de rendimiento del capital que oscila entre el 4% y el 5% anual. Para el autor, esta situación estructural (similar a la evidenciada por el capital en el siglo XIX) genera la composición y proyección de sociedades capitalistas cada vez más desiguales, en las que el peso relativo de la herencia (la riqueza condensada en el pasado) se constituye nuevamente en un mecanismo preponderante de la reproducción de las jerarquías de la estructura social, en detrimento entonces de la vía regida por los ingresos remunerados por el trabajo y el posterior ahorro (la riqueza generada en el presente):

"[Esta desigualdad] significa, de cierta manera, que el pasado tiende a devorar el porvenir: las riquezas resultantes del pasado progresan mecánicamente más rápido, sin trabajar, que las del trabajo y a partir de las cuales es posible ahorrar" (pp. 415-416)

A los efectos, Piketty demuestra que en la posguerra, en los denominados "30 años gloriosos" del Estado de Bienestar, los jóvenes crecían en sociedades y economías en reconstrucción en las que el peso de la herencia se desdibujaba frente a los ingresos y el ahorro obtenidos a partir de la remuneración del empleo. Ingresos y ahorros que, para el autor, se correspondían con la productividad marginal individual que dependía, a su vez, del nivel y la formación educativos. La herencia parecía camino a desaparecer como mecanismo preponderante de reproducción de las estructuras sociales. Inversamente, para el economista galo, a partir de la década del ochenta del siglo pasado, las nuevas generaciones asumieron como disposición del sentido común la importancia condicionante (objetiva) de las herencias en sus trayectorias sociales, laborales y educativas:

"En los años cincuenta y sesenta, las sucesiones y donaciones ya no representaban más que el equivalente de unos cuantos puntos del ingreso nacional anual, de tal manera que era legítimo imaginar que la herencia prácticamente había desaparecido y que el capital (.) en lo sucesivo sería una sustancia que se acumularía por sí misma, gracias al ahorro y el esfuerzo. Varias generaciones crecieron con esta realidad. (.)
Las generaciones más jóvenes,
en particular las nacidas en los años setenta y ochenta, ya conocieron -en cierta medida- la nueva importancia que tendrá la herencia en su vida y la de sus familiares y amigos. Por ejemplo, la presencia o no de donaciones significativas determinará en gran medida quién de ellos será propietario, a qué edad, con qué cónyuge se casará, dónde y qué superficie poseerá, o en todo caso lo determinará con mucha más fuerza que la generación de sus padres. Su vida, su carrera profesional, sus elecciones familiares y personales se verán mucho más influidas por la herencia -o por su ausencia- que las de los baby boomers" (pg. 418).

Nos vamos acercando, entonces, a cuestiones centrales sobre los sistemas educativos nacionales derivadas de las hipótesis e ideas principales de la investigación: ¿pueden explicarse, por ejemplo, las desigualdades en los ingresos por el trabajo en las sociedades capitalistas desarrolladas del siglo XXI recurriendo, en última instancia, a la correspondencia lineal entre el salario, la tasa de productividad marginal y el nivel educativo/titulación/ certificación de los individuos? En términos sociológicos clásicos y neoclásicos: ¿qué función/es social/ es cumple/n la educación institucionalizada respecto a la estructura social en las sociedades capitalistas del siglo XXI? ¿Y qué mecanismos institucionales debiera implementar un renovado Estado Social para que los sistemas educativos particulares contribuyeran a la disminución de las desigualdades entre los grupos y/o clases sociales?
Piketty esboza algunas posibles explicaciones.

Las relaciones entre Economía, Educación, Conocimiento y Sociedad en el capitalismo del siglo XXI

Si bien Piketty reconoce que los supuestos generales de la teoría fundada en la persecución de una carrera entre la educación y la tecnología permite explicar, en líneas generales, la desigualdad en los ingresos del trabajo entre grupos y/o clases sociales recurriendo a la correspondencia lineal entre el salario, la productividad marginal y el nivel educativo (a mayor formación/ titulación/certificación, mayor productividad marginal y, por ende, mayor remuneración salarial), esta construcción teórica encuentra sus límites para abordar el crecimiento de la desigualdad salarial en las últimas cuatro décadas, por ejemplo, en los Estados Unidos. No hay duda prosigue el autor, y así lo demuestran las experiencias norteamericana y francesa, que a largo plazo una mayor inversión en formación educativa termina por incrementar la productividad marginal de la fuerza de trabajo, la economía y el salario fundamentalmente de los sectores medios y populares, disminuyendo la desigualdad en los ingresos del trabajo; sin embargo, la linealidad entre estos factores encuentra sus límites para explicar las series históricas e internacionales, y sobre todo, la desigualdad salarial abrupta determinada por el segmento de mayor remuneración.
Lo que la teoría de la productividad marginal olvida, siguiendo la argumentación de Piketty, es un elemento sustancial a la hora de explicar la desigualdad en los ingresos dados por el trabajo: la fuerza relativa del sistema de instituciones y sus normas sociales. Son estas instituciones y sus reglas, construidas en un período histórico determinado, las que establecen en última instancia el límite de los salarios dentro de un parámetro estatuido por el estado del sistema educativo (y sus cualificaciones otorgadas) y las innovaciones tecnológicas. Por eso, para el intelectual francés la desigualdad social es un tema que atañe en su abordaje a todas las Ciencias Sociales, y no sólo a la Economía Política. Analicemos, entonces, el caso de los Estados Unidos. Según Piketty, el aumento de la desigualdad salarial de las últimas cuatro décadas en la potencia hegemónica mundial se debió al 1% de las remuneraciones más elevadas, y fundamentalmente, al 0,1%. Este incremento, con la consiguiente ampliación de la desigualdad salarial entre los grupos y/o clases sociales, no puede explicarse en última instancia por una mayor cualificación educativa y su correspondiente impacto en la productividad marginal individual. Es una realidad específica y concreta, que no se observa de manera tan pronunciada, por ejemplo, en otros países desarrollados como Francia. Tampoco en las naciones emergentes. Podría decirse, prosigue el autor, que es una cuestión anglosajona. Las remuneraciones salariales del 1% (y específicamente del 0,1%), sostiene Piketty, son determinadas por los miembros superiores de las empresas, es decir, por esos mismos ejecutivos. Y, como bien sostiene el economista político francés, este grupo tiende a autoevaluarse en términos de una productividad marginal individual y su correspondiente remuneración salarial de manera "muy optimista".
Ahora bien: en este sentido, las instituciones y las normas sociales juegan un rol importante, dado que estos "superejecutivos" no pueden determinar un nivel salarial ilimitado, sino aquel "tolerado" por una sociedad en un período histórico determinado. Convengamos que la sociedad norteamericana, a diferencia de la francesa, con su ideal de progreso y de "hombre que se hace a sí mismo" es más permeable a las desigualdades drásticas ("dramáticas") en términos salariales, dado que las diferencias en el ingreso por el trabajo encuentran socialmente una justificación "legítima" en las explicaciones fundadas en la posesión de "dones", "talentos" o "cualidades" individuales (lo que Bourdieu y Passeron en La reproducción denominaban "ideología carismática"). Estos "superejecutivos", concluye Piketty, poseen además una fuerza relativa de influencia y presión sobre los partidos y grupos políticos del "nuevo liberalismo" para conservar sus privilegios (por ejemplo, mantener a raya la posibilidad de un incremento en la presión impositiva sobre los grupos y/o clases privilegiadas por parte de los Estados nacionales, provinciales y/o municipales).

La educación institucionalizada (de nivel superior) en un Estado Social renovado y dinámico

Piketty concluye que el Estado Social no debe ser desmantelado, sino renovado, dinamizado. Así como los Estados de Bienestar de posguerra innovaron con la creación extendida de los gravámenes progresivos a los ingresos por el trabajo, le corresponde al nuevo Estado Social (fundamentalmente en un contexto regional) construir los nuevos sistemas impositivos sobre el capital en el siglo XXI.
Por otro lado, y de manera simultánea, los Estados Sociales renovados deben aumentar la inversión a largo plazo en la ampliación y calidad de sus sistemas educativos nacionales, fundamentalmente en lo que concierne al acceso, la permanencia y el egreso masivos de los estudiantes de diversos grupos y/o clases sociales (y, sobre todo, de los de menores recursos materiales y simbólicos) de la educación superior. De esta manera, y siempre teniendo en cuenta la coexistencia con otras reformas y mecanismos sociales de (re)distribución del ingreso, se podrán construir sociedades democráticas con justica social. Eso sí, advierte Piketty, esa (re)distribución de la riqueza no estará exenta de conflictos políticos y sociales.

Recibida el 8 de marzo de 2015

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