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Propuesta educativa

versión On-line ISSN 1995-7785

Propuesta educativa (Online)  no.44 Ciudad Autonoma de Buenos Aires nov. 2015

 

RESEÑAS DE LIBROS

Lo que la escuela debería enseñar. Por una revolución de la política escolar en Francia
GAUTHIER, Roger-François, Ce que l’école devrait enseigner. Pour une révolution de la politique scolaire en France, Paris, Ed. Dunod, 2014, 139 páginas.

 

Julia Pérez Zorrilla*

Lic. en Ciencia Política, Universidad de la República (UDELAR - Uruguay). Mg. en Derechos Humanos y Democratización, Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y Mg. en Ciencias Sociales con Orientación en Educación, FLACSO - Argentina. Candidata a Doctora en Ciencia Política (UNSAM). E-mail: jperezz@flacso.org.ar

 

Desde hace varias décadas los problemas de la escuela media han estado en el centro del debate de las políticas educativas en la región y en el mundo occidental moderno. Sistemas educativos de países desarrollados no han sido ajenos a estos cuestionamientos y también han tenido que enfrentar desafíos como la masificación del nivel, la globalización o las nuevas demandas de la llamada sociedad del conocimiento. Es el caso de Francia, donde en los últimos años se han realizado diversas reformas que, si bien han permitido el aumento de la escolarización, no han logrado revertir el fracaso escolar, la reproducción de las desigualdades sociales o la segregación de algunos centros educativos.
En este contexto se enmarca el libro"Ce que l’école devrait enseigner. Pour une révolution de la politique scolaire en France1. A través de una mirada académica y política, Roger- François Gauthier critica lo que a su entender constituye la principal función del sistema educativo francés actual, seleccionar y clasificar socialmente a los estudiantes, y aboga por una escuela que coloque los contenidos educativos en el centro de la escena y se preocupe efectivamente por los aprendizajes de los estudiantes. De este modo, cuestiona el lugar paralelamente sagrado y marginal que ocupan los programas de estudio en el debate educativo de su país, así como el carácter indiscutido y aparentemente"natural" de los saberes escolares. Desde la convicción de que el cambio educativo es posible, nos introduce a lo largo de nueve capítulos en una rica argumentación centrada en la importancia de establecer los contenidos y los sentidos de la escuela francesa. En ese marco, a lo largo de la obra se recorren diversas temáticas como el curriculum, los saberes escolares, la finalidad de la escuela, las evaluaciones, la libertad de elección de los estudiantes, la construcción de los programas escolares, el rol docente y el futuro de la política educativa.
En un comienzo, el autor nos presenta el caso francés, donde los programas escolares se encuentran sumamente fragmentados entre los niveles educativos y entre las disciplinas, y nunca son discutidos en profundidad a lo largo de las sucesivas reformas educativas. A modo de respuesta, promueve la construcción de un curriculum nacional que integre dichos programas y abarque todos los aspectos de la experiencia escolar, incluyendo la formación docente y los exámenes, resaltando la necesidad de reconocer y fortalecer el papel de los educadores a la hora de poner en práctica los currículos en los centros educativos. En una segunda instancia, Gauthier se centra en la importancia de establecer cuáles deberían ser los saberes que transmita la escuela. Procurando superar la tentación enciclopédica y la utilitarista, el autor apela a la promoción de la libertad de pensamiento y a la transmisión de saberes responsables frente a los alumnos reales, a sus necesidades personales, profesionales y sociales, a la sociedad en su conjunto y a la propia humanidad. En consonancia con ello, defiende la necesidad de definir un sentido que oriente el rumbo y la finalidad de la escuela. Sugiere entonces colocar en el centro a la cultura común, un término, a diferencia de otros, aceptado por el cuerpo docente francés, definido como una asociación entre los saberes y la acción, en un espacio de intercambios cívicos como la escuela. Pero no refiere a la cultura para remitir exclusivamente a una herencia del pasado, sino que habla de una cultura pensada para la escuela, que permita el acceso a los saberes de nuestra época y contribuya a integrar a todos los estudiantes.
A partir del cuarto capítulo, la obra se centra en cómo efectivamente llevar a cabo esta transformación educativa. El autor critica allí a la manera en que se evalúa a los estudiantes, que se ven presionados, desalentados y estigmatizados por"la máquina de evaluar". Propone a cambio la realización de evaluaciones más ricas y estimulantes, multidisciplinarias, colectivas, abocadas al aprendizaje. Seguidamente, promueve la necesidad de otorgarles a los alumnos la libertad de elegir en función a sus gustos, sus proyectos profesionales y académicos. Contradiciendo la tradición francesa, Gauthier defiende la importancia de que puedan construir sus propios menús educativos y sugiere eliminar las orientaciones predeterminadas verticalmente que ofrece actualmente el Estado francés. Orientaciones que a su vez se encuentran fuertemente jerarquizadas y redundan en que aún hoy un bachillerato general goce de un status superior al de un bachillerato tecnológico. En un sexto apartado, discute en profundidad el lugar de las disciplinas escolares. Sin pretender sacralizarlas ni demonizarlas, propone refundarlas. Cuestiona la yuxtaposición de materias aisladas y apela justamente a que las disciplinas se reconozcan y vinculen entre ellas, que redefinan su relación con la realidad y con los estudiantes y que, sobre todo, se encuentren al servicio de un proyecto general de formación para cada nivel educativo. En consonancia con ello, plantea la necesidad de transformar las identidades del cuerpo docente, para que respondan a responsabilidades curriculares y no disciplinares, para que sean primero educadores y luego especialistas en un área de conocimiento o en un nivel educativo. Solo así se podrá reducir la brecha que aleja a los maestros de la educación primaria con los profesores de la secundaria. En vistas de alcanzar dicha meta, considera indispensable fortalecer la formación común de los docentes, para fomentar el diálogo interdisciplinario y ponerlos al servicio de un currículum compartido. De este modo serán expertos, antes que nada, en educar, en poner en práctica este currículo y en evaluar su implementación, más que en la especialidad de la materia que dictan.
En el último capítulo Gauthier es sumamente crítico con el sistema educativo del que forma parte como Inspector General. Asevera que algunas certezas históricas, como la división natural entre estudiantes"científicos" y estudiantes"literarios", ciertas creencias, como que la repetición del año lectivo ayuda a aprender, o la vigencia de tradiciones corporativas, como la limitación del rol docente a la enseñanza de su disciplina, han contribuido para alcanzar el estado crítico que presenta la escuela francesa. Una escuela que no solamente no ha sabido adaptarse a un nuevo público de estudiantes, sino que tampoco se ha puesto al día con los saberes actuales en un contexto globalizado. Nos presenta así un panorama dividido en el debate educativo francés. Por un lado, se encuentran los tecnócratas, funcionarios públicos abocados exclusivamente a los asuntos administrativos y financieros, que miden resultados y calculan la eficiencia del sistema, pero eluden la cuestión central, lo que los alumnos deberían aprender. Por el otro, se presenta un cuerpo docente fragmentado, perteneciente a culturas diversas, la escolar y la liceal, donde los profesores se apegan a la disciplina que imparten, y al cargo jerárquico que ocupan. Este segundo grupo, concentrado en defender la disciplina propia y la cantidad de horas dictadas tampoco se cuestiona sobre qué enseñar, cómo educar y cómo aprender. El autor, tomando una clara posición desde un lugar comprometido, engagé, propone establecer un debate transparente, ordenado, donde se discuta lo que a su entender constituye el núcleo del problema que atraviesa al sistema educativo francés y se establezcan ciertos principios que definan lo que debería enseñar la escuela y guíen el rumbo de la política educativa.
El Consejo Superior de Programas establecido desde el año 2013 en Francia, del que forma parte, a su entender, podría constituir una instancia propicia para generar este debate. Por último, convoca la presencia de dos actores relativamente ausentes en el debate curricular francés, los docentes, que deberían recibir una formación que los haga verdaderos especialistas del currículum, y los académicos, productores de conocimiento en materia educativa, que también son ignorados a la hora de pensar las reformas educativas. La lectura de este libro es sumamente enriquecedora dada la vigencia del debate que plantea y la manera en que el mismo interpela nuestros propios sistemas educativos. En este sentido, lejos de haber logrado la universalización de la educación media, la escuela argentina tampoco ha sabido adaptarse a los nuevos desafíos sociales y culturales de la sociedad contemporánea.
Pero además, esta obra resulta particularmente atractiva al colocar en el corazón del debate la importancia de los contenidos y los aprendizajes. Sin pretender importar recetas ni encerrarse en su propia realidad, Gauthier procura responder a sus preguntas conciliando los aportes de la educación comparada con la historia y la tradición de su propio sistema educativo. Nos invita así a preguntarnos también por las características medulares de nuestra escuela. Además de incluir a todos los adolescentes, además de promover una educación de igual calidad para todos, ¿Qué tiene que enseñar la escuela? ¿Cuáles son los saberes que debe transmitir? ¿Cuál es su sentido? ¿Cuál es su finalidad? Sin dudas las respuestas no son evidentes.

Notas

1 Lo que la escuela debería enseñar. Por una revolución de la política escolar en Francia.

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