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Propuesta educativa

versão On-line ISSN 1995-7785

Propuesta educativa (Online)  no.50 Ciudad Autonoma de Buenos Aires nov. 2018

 

RESEÑA DE LIBRO

De la pedagogía de la diferencia: la potencia de un lenguaje ético y narrativo para la educación
Skliar, Carlos Pedagogías de las diferencias, Buenos Aires, Noveduc, 2017, 214 pp.

 

Julieta Echeverría*

Lic. en Psicología, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina. Docente regular de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Doctoranda en Ciencias Sociales, FLACSO Argentina. E-mail: echeverriajulieta@gmail.com

Pedagogías de las diferencias es un libro que porta una mirada ética y política de la educación. La educación entendida en sentido general que incluye, pero no se restringe a, las formas institucionalizadas como la escuela. El autor aborda temáticas específicas en torno a la idea de educación, de las cuales algunas nos resultan conocidas como el leer o el escribir y otras salen a nuestro encuentro a sorprendernos como la idea de alteridad o infancia, tal y como se las desanda en estas páginas. Cada uno de estos capítulos hace que el lector vaya aproximándose desde distintos ángulos a una cuestión que siempre nos resulta de una u otra manera inasible.
En un subtítulo y en las palabras de apertura, el autor advierte que en las páginas a leer se encontrarán notas, fragmentos e incertidumbres. Notas de ideas que parecen hilos de pensamiento y que se sostienen en la incertidumbre de estar pensando. En una época en que lo fragmentario prevalece como ruptura y discontinuidad que tiende a dificultar la posibilidad de construir tramas, los fragmentos que se presentan en este libro adquieren otra forma y se articulan en una composición. Una composición que nos invita a replantearnos no solo la idea sino también la práctica de la educación. El autor entrama desde una política de la diferencia, que se hace presente en el contenido y en la forma que adquiere el libro.
La originalidad del modo de estructuración del libro abre al lector a un estilo de escritura poco usual y con un uso de lenguaje que provoca al pensamiento sobre la educación desde lo cotidiano. Es un libro que se aventura en utilizar un lenguaje accesible a cualquiera, que no pierde la riqueza de las conceptualizaciones, sino que se desafía a hacerlas accesibles a todos y a cada uno; a todo aquel que quiera dedicar tiempo a pensar la educación desde la filosofía, la literatura, las experiencias que todos llevamos del terreno educativo. Juega con el lenguaje haciendo más cercano al público en general conceptos e ideas complejas, que no pierden en ningún momento su precisión y rigurosidad. Legos y expertos pueden disfrutar y quedarse pensando entre estas notas y fragmentos, en esta trama que nos interpela desde sus múltiples aristas.
El texto tiene siete capítulos; cada capítulo está dedicado a un concepto y cada concepto va evocando un conjunto de ideas que invitan a desnaturalizar cómo pensamos y vivenciamos la educación. Invita también a ensayar otro lenguaje para enunciarla. Porque si partimos de que cada lenguaje porta una lógica particular, entonces el lenguaje técnico o el jurídico o el ético, un lenguaje narrativo o poético, serán distintos y nos habilitarán a pensar y a transitar de maneras diferentes la educación. Un aspecto destacable del libro probablemente sea este, que plasma con coherencia aquello que enuncia en su forma de escritura, en su lenguaje, en su forma de enunciación. En este sentido, interpela tanto el contenido como la forma de comunicarlo, de compartirlo con los lectores.
La cuestión de ensayar otro lenguaje para la educación es un lugar central de la argumentación del autor, cómo el lenguaje de la educación se ve generalmente signado por las reglas y la ley, por el utilitarismo y el consumo, por una razón evaluadora y principios de normalización. Skliar comparte sus interrogantes sobre por qué no enunciar la educación de otra manera, en otro tono, con otro lenguaje; un lenguaje que exprese el deseo de enseñar y de aprender, que pronuncie los gestos, las voces, los rostros y las experiencias; un lenguaje que albergue la posibilidad de un tiempo liberado de la utilidad, que redescubra la invención; un tiempo que se aparte de la normalización para alojar la alteridad. Plantea el autor, entonces, la potencia de un lenguaje del educar que sea narrativo. Aquí vuelve sobre la idea de que la educación es una forma conversación sobre el mundo en el que vivimos y qué haremos en él. Conversación que alberga la alteridad, en tanto que el gesto de educar implica poder contar y también escuchar nuestras historias y verdades, siempre diferentes las unas de las otras. Un lenguaje ético, que se distancia del técnico, del disciplinar y del jurídico. Y ético como de reconocimiento del otro; de cuidado por oposición del descuido y de hospitalidad por oposición al desarraigo.
El primer capítulo comienza con el concepto de Educar. Lo separa de la acción de evaluar y lo liga a la conversación con desconocidos, a la conversación educativa con desconocidos. Lo liga también a la responsabilidad de enseñar como dejar signos que luego cada cual descifrará a su tiempo y a su modo. Lo enlaza entonces a esa libertad en el aprendizaje y a una cierta libertad del tiempo o en el tiempo; al tiempo libre o tiempo liberado de una productividad propia del mundo del trabajo; un tiempo otro para la educación. La época actual, los desafíos de lo nuevo y lo viejo son temas en los cuales se detiene a notar. La nota dedicada al sabor y el saber merece de una lectura particularmente atenta por su exquisitez. En tema de las temporalidades, el segundo capítulo aborda las Infancias. Infancia no tanto como niñez sino como tiempo, como forma que adquiere el tiempo; como detención, como invención, como atención; y las vicisitudes que atraviesa la infancia en la época actual. Una nota particular es la de la patologización, que se entrama con la cuestión de la normalidad, la anormalidad, la diferencia. Nos convoca a pensar cómo miramos al otro, qué decimos de él o ella, cómo entramos en relación. Nos mueve a la reflexión sobre como obturamos o habilitamos a los más jóvenes, cómo nos disponemos a estar juntos en el proceso educativo.
El tercer capítulo se centra en las Diferencias. Diferencias presentes en ese estar juntos cuando enseñamos y aprendemos. Encuentros no exentos de fricciones y conflictos, en esa relación en la cual la contingencia, la fragilidad y la imprevisibilidad son parte inherente. Se plantean también las distinciones entre diferencia y diversidad, lo que cada una implica para pensar la normalidad y la anormalidad, para revisar nuestra mirada, nuestra manera de mirar. La invitación ";a pensar nuestra relación con aquello que difiere de lo que creemos ser nosotros mismos" nos aproxima a un lenguaje de la educación otro, distinto del jurídico o del técnico, uno ético. Un lenguaje de la educación que es de la singularidad y de la multiplicidad, de la igualdad y de la escucha de cada una de las voces presentes. En la lectura, en la acción de leer, siempre hay una voz en juego (sino más) que nos habilita a habitar otros caminos. El autor comparte en el cuarto capítulo su inquietud ante las formas que adopta la enseñanza de la lectura y en qué medida inaugura el carácter inventivo del gesto de leer o lo torna una práctica normativa y coercitiva. Desanda la relación de la lectura con el tiempo, con la alteridad, con la utilidad y la inutilidad, con los distintos momentos de la vida, con la poesía, con la íntima relación que guarda con el educar como gesto de dar.
Y si como plantea el autor, ";escribir es un primer eco de la lectura", la inquietud por las formas en que trasmitimos y compartimos la lectura con las generaciones más jóvenes, se extiende a la escritura. El quinto capítulo está dedicado al Escribir; su relación con el lenguaje, con aquello que la anima y sus efectos, y su vínculo indisociable con la educación. El escribir y su lazo con las temporalidades, lo novedoso y las nuevas tecnologías, lo contemporáneo y el gesto de educar más allá de lo actual. En relación a esto, una nota particularmente provocativa es la que contrasta con riqueza y precisión el lenguaje de la información y sus vínculos con la velocidad, con el lenguaje literario y como éste habilita al lector a habitar un tiempo de pausa, distinto del de la vorágine de la actualidad, de otra intensidad y profundidad. El sexto capítulo aborda el Aprender. Comienza por relacionarlo con la fragilidad y con un lenguaje que permite albergarla, darle el lugar. También con los cuerpos, que tan olvidados han sido por gran parte de las pedagogías. Pone en tensión el deseo de enseñar y la razón evaluadora. Esto es, darnos cuenta las distancias entre la práctica de evaluar y el deseo de enseñar, el deseo de que los otros aprendan; allí donde la relación entre ambas -enseñar y aprender- no es -y tal vez no sea deseable que sea- directa y lineal. Continúa luego por los lazos entre el aprendizaje y el narrar, la vida, las distancias, la soledad, los gestos habilitantes de aprendizajes y aquellos que los obturan, lo que la poesía tiene para aportar al estar aprendiendo (y probablemente al estar enseñando también).
El último capítulo se centra en la Alteridad, en donde la enlaza con la conversación, las formas singulares de existencia, el cuidado y el reconocimiento, la normalidad y la anormalidad, las tensiones entre la información y la experiencia, los gestos mínimos y la hospitalidad. El gesto de educar como dar paso, habilitar, hacer lugar a la alteridad. Pensar la tarea del educador en sus escenarios cotidianos en torno a estas cuestiones es el desafío al que mueven estas notas. El libro cierra con un corolario final en el cual se presenta una conversación por correspondencia del autor con Fernando Bárcena sobre el pensar y el sentir las pedagogías de las diferencias. Retoman el hábito epistolar, con su particular lenguaje narrativo y disposición conversacional, para intercambiar ideas, sentires, fragmentos literarios, conceptos de filósofos y cuestiones que les interpelan como educadores en una época que no ofrece demasiadas pausas para pensar la educación como una relación central en el encuentro entre generaciones.
La original estética del libro, desde su índice hasta su epílogo epistolar, acompaña lo original y lo coherente de sus planteos, de su lenguaje, de su temporalidad. Las notas que comprenden cada capítulo permiten al lector detenerse para pensar la educación de una manera poco convencional, desde un lenguaje narrativo, filosófico, ético. A su vez, los capítulos se articulan entre sí entramando las notas, esos fragmentos, en una composición que puede conmover e interpelar a cualquier lector deseoso de verse movilizado a pensar los procesos educativos desde una mirada que sostenga el valor del encuentro y de la conversación, de la alteridad y de la infancia, del reconocimiento y la hospitalidad; una mirada que sostenga una política de la diferencia.

Recibido: noviembre de 2018
Aceptado: noviembre de 2018

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