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Revista argentina de cirugía

versión impresa ISSN 2250-639Xversión On-line ISSN 2250-639X

Rev. argent. cir. vol.107 no.3 Cap. Fed. set. 2015

 

Editorial

In memoriam: Dr. Enrique M. Beveraggi

 

Eduardo de Santibañes

Prof. Enrique Marcelo Beveraggi, mi maestro

Enrique Marcelo Beveraggi fue un ser humano excepcional y su pérdida nos ha dejado un gran vacío y dolor. Su personalidad arrolladora y su capacidad para atender las necesidades del prójimo pesan más que esa desagradable ausencia y nos hacen revivir solo lindos recuerdos e increíbles vivencias compartidas con él. Tuve el privilegio de ser su discípulo y esa sustancial ventaja me permitió ser espectador durante 40 años de sus experiencias, enseñanzas y, sobre todo, gozar de su inmenso cariño, sensibilidad, inteligencia y generosidad.

Imaginen el alma de un postulante sediento de todo, ¡pero fundamentalmente de una oportunidad!... Quedé seducido por su personalidad, su proyecto resumido en cinco minutos, y gracias a él elegí la residencia de cirugía general del Hospital Italiano.

Nunca más se cortó ese vínculo con mi maestro, ese entendimiento fácil, a veces solo con gestos o miradas, esa admiración por alguien que vale la pena admirar.

Este pequeño relato muestra una de las virtudes de mi maestro: su carisma, su capacidad de mot-var, de transferir su sueño en forma simple, clara, sin rodeos y siempre con la verdad por delante.

Para alguien no relacionado con la medicina, Enrique Beveraggi es desconocido. Como Académico se han valorado sus logros al distinguirlo por su trayectoria cientifica y sus valores éticos como par, lo que me exime de enumerarlos.

En el Hospital Italiano, porque su presencia está tallada en el espíritu, en la visión y en cada rincón de los pasillos.

En los más jóvenes, porque su nombre es tan grande que no puede pasar inadvertido para quienes se acercan a la cirugía.

Podría hablarles semanas, meses, de Beve-raggi, pero solo quisiera rescatar para los jóvenes el ejemplo de un hombre admirable, un maestro genuino que disfrutaba del éxito de sus discípulos. Que estmu-laba la independencia de criterio y aceptaba el disenso aprendiendo constantemente de él.

A pesar de que estmulaba la independencia de criterio, la palabra pelea para Beveraggi no exista. El diálogo abierto y el respeto por el pensamiento del prójimo eran prioritarios en su modo de actuar y pensar. Yo agregaría que le gustaba estmular el disenso y, del intercambio de opiniones, él sopesaba la mejor opción. Siempre priorizaba el bien común a los intereses personales o sectoriales. Cuando le tocó dirigir la Asociación Argentina de Cirugía, dio un gran impulso a la participación de las nuevas generaciones por medio del estmulo siempre basado en el diálogo campechano y frontal. Era amigo de todos los líderes del interior y ellos le profesaban un cariño y admiración inmensos. Pero "Beve" conocía además a cada uno de los médicos de las distintas ciudades y pueblos. No solo eso, sino incluso podía relatar alguna anécdota con tal o cual colega.

Cuando fue presidente del Congreso Argent-no de Cirugía, yo integré junto a otros jóvenes la comisión que lo ayudaba en su organización. ¡Cuánto aprendimos todos de su alegre manera de persuadir, de la energía transmitida para contagiar optmismo y de su tremenda capacidad para escuchar! Todos nos sentamos incluidos en sus ideas y proyectos e imitábamos su comportamiento, el cual era digno de imitar.

Si tuviera que elegir tres virtudes que conformaban esta personalidad fascinante les diría: la humildad, la generosidad y la honestidad.

Constantemente desde el año 1975 fui testgo fel de ellas y, como todo discípulo, muchas veces traté de hallar fallas en mi maestro en la búsqueda inconsciente de afanzar mi personalidad.

Imaginen las presiones a las que puede haber sido sometido un esposo, padre de 4 hijos, Jefe del Departamento de Docencia e Investgación, Jefe del Servicio de Cirugía, Director del HI, Director del Plan de Salud, Rector de la Escuela de Medicina, Presidente de la Asociación Argentina de Cirugía y de la Academia Ar-gentina de Cirugía, Ministro de Salud Pública y abuelo múltiple, entre otras.

He sido testgo de ocasiones en las que el hombre puede claudicar, yo hubiera claudicado; pero no fui testgo de una claudicación de Beveraggi. Siempre pensé que, si la Argentina tuviera muchos hombres como él, seguramente sería distinta.

Mi padre me repeta con frecuencia esta frase del genial Julio Verne: "Todo lo que un hombre puede imaginar, otros hombres podrán hacerlo realidad" y yo a esto agregaría: "Lo dificil es imaginar".

Y esta característica distinguía a mi maestro de muchos de nosotros: él tenía la capacidad de imaginar lo impensable y posteriormente hacerlo realidad.

Mientras me entrenaba en Pitisburgh en 1981 pensaba: "Esto nunca lo vamos a poder hacer en la Ar-gentina, es como mandar un cohete a la luna; no contamos con estos recursos ni humanos ni materiales".

Pero Beveraggi me visitaba en Pitisburgh y me cuidaba, estmulaba y motivaba como los verdaderos maestros.

En uno de esos viajes junto con Fernando Bo-nadeo, me dijo: "Ahora tenés que volver. Vamos a trabajar y lo vamos a hacer en la Argentina". Él tuvo la capacidad de imaginar.

Mientras realizábamos los primeros trasplantes, Beveraggi caminaba por el quirófano y cada hora me preguntaba cómo marchaba todo. Valoren ustedes lo que significaba ese respaldo. Sin duda, él tenía los mismos temores que teníamos todos por realizar una tarea de pioneros, pero nunca lo dejaba trasuntar y así nos infundía una enorme seguridad. Si él estaba, todo iría bien.

Como comúnmente se dice, sin pretender abarcar la vastedad de implicaciones del concepto "la educación argentina vive aún del empuje que le dio Sarmiento", podría decirse que el Hospital Italiano exhibe aún el empuje del proyecto médico de Beveraggi, que básicamente se resumía en médicos de tempo completo que amen lo que hacen, que investguen hasta los límites de la especialización en busca de la excelencia y que lo difundan en un proyecto docente riguroso.

Pero como era un soñador con los pies en la terra, imaginó las condiciones para que el proyecto fuera sustentable en un país permanentemente cambiante. Así no solo apoyó la creación del Plan de Salud sino la introducción de la especialidad Medicina Familiar y la del Insttuto Universitario, del que finalmente fue su primer Rector. Con ello anticipó dos líneas de trabajo que las Academias de Medicina y Ciencias del mundo fomentan de modo creciente: el imprescindible enfoque social que deben tener los centros de excelencia en una sociedad cuyas inequidades son determinantes evidentes de salud y el creciente reconocimiento de la labor de excelencia de muchas de nuestras colegas mujeres, en pie de igualdad por sus capacidades.

No voy a mencionar en particular ninguno de los logros académicos que obtuvo mi maestro, pero sí les puedo asegurar que accedió a todos. Tan importante como lo anterior era la gran tarea médica y la devoción solidaria que constantemente lo acompañaron en su relación con los pacientes. Siempre dispuesto a ayudar con palabras de aliento, mezcladas con bromas o anécdotas cuando la circunstancia lo ameritaba.

Esta historia, si se quiere novelada en la relación maestro/discípulo, pretende enfatzar las ventajas de tener un mentor, un guía, un padre adoptivo. Con el agregado de que a las verdades de nuestro padre biológico seguramente les daremos menos crédito que a las de nuestro maestro.

A los jóvenes les aconsejo que, si aún no te-nen un mentor, se esfuercen en conseguirlo, en buscarlo. Él no les golpeará la puerta y les dirá: "Quiero que seas mi discípulo". No, eso es muy improbable en los

tempos que vivimos. Pero no se den por vencidos, y demuéstrenle una y otra vez que les apasiona lo que él ama y así la chance será mayor.

Por últmo, quisiera transferirles una refexión, un simple enunciado que me transfriera mi maestro y que los ayudará a separar lo esencial de lo superfuo, lo eterno de lo temporal, y que es fundamental para mantenerse centrado, equilibrado, balanceado. Ese equilibrio mágico y sabio que alinea a los astros, se relaciona con los afectos. Los afectos, creo yo, son la base fundamental de una vida plena de satisfacciones y de alegrías.

Beveraggi vivió rodeado de afectos; su esposa Margarita, sus 4 hijos -María, Enrique, Bibiana y Paula-, sus 22 nietos y 2 bisnietos, y los innumerables amigos. Ellos siempre consttuyeron ese centro esencial directamente relacionado con su equilibrio emocional.

He querido contarles la historia de un gran hombre, no por el solo hecho de relatarla y convocar la atención como en una película fascinante, sino para transmitrles el ejemplo de la pasión y decirles que la mejor enseñanza sería lograr que no se conformen con haberla escuchado, sino que se comprometan con el protagonismo de los verdaderos soñadores como él.

Eduardo de Santibañes

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