Pocas veces la vida nos ofrece el privilegio de conocer de cerca a alguien excepcional.
Y la pérdida de esa persona excepcional nos despierta de inmediato la insoportable tristeza de no haber aprovechado más su invalorable proximidad.
Tal fue mi sentimiento al enterarme, el 19 de marzo, del fallecimiento a los 62 años de Raúl Alfredo Borracci.
Nos conocimos durante la residencia de Cirugía en el Hospital de Clínicas José de San Martín, cuando compartimos, a principios de los 80, esa etapa liminar en nuestra formación y que resulta siempre una huella indeleble para los cirujanos.
Su carácter sereno y afable, pero a la vez se guro y decidido, lo distinguió siempre y le valió la con sideración de todos quienes lo conocieron. Estudioso y trabajador incansable, poseía también el don del análi sis inteligente y apropiado.
Su exitoso desempeño en la cirugía cardíaca como Jefe de Clínica de la División Cirugía Cardíaca del Hospital de Clínicas y Jefe de Cirugía Cardíaca del Hospital Alemán le ganó el respeto de los colegas y la admiración de sus discípulos, de quienes fue un generoso mentor.
Fue además un estudioso de la estadística y la metodología de la investigación, así como de la edu cación médica.
Fue Doctor en Medicina, docente de universi dades estatales y privadas, publicó más de 160 traba jos, varios de ellos citados en PubMed, y fue coautor de 7 libros sobre cirugía cardíaca y educación médica. Obtuvo varios premios y fue revisor de revistas argen tinas y extranjeras.
Su destacada capacidad lo llevó a ser director de 1la Revista Argentina de Cardiología y ser un destaca do miembro del Comité Editorial de la Revista Argenti na de Cirugía. Precisamente era en muchas de nuestras reuniones del Comité cuando esperábamos siempre su opinión prudente y certera sobre las distintas alternativas editoriales que nos tocaba enfrentar y decidir.
Además de sus logros científicos y académi cos, aquellos que pudimos tratarlo disfrutamos de su estilo amable, respetuoso, sus rasgos de fino humor y sus opiniones sinceras y honestas sobre nuestra realidad.
Sin duda, a quienes lo conocimos cercana mente nos resultará muy arduo sobrellevar su tempra na pérdida.
Por último, sobre Raúl pienso que aplicaría lo dicho por Cicerón: “Hay dos clases de hombres: los que nacen, se reproducen y mueren, y otros que nacen, producen y nunca mueren”.