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Historia de la educación - anuario

versão On-line ISSN 2313-9277

Hist. educ. anu. vol.11  Ciudad autonoma de Buenos Aires. jan. 2010

 

CIERRE

Algunos pensamientos acerca del libro: La Trama Común. Memorias sobre la Carrera de Ciencias de la Educación.
Coordinado por: Nicolás Arata, María Luz Ayuso, Jesica Baez, Gabriela Díaz Villa. Buenos Aires: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires, 2009.

Por Silvia Braslavsky

 

Con gran emoción y agradecimiento escribo algunos pensamientos inducidos por la  lectura de este libro, dedicado a mi madre, Berta Braslavsky.

Como todos saben, no estudié Ciencias de la Educación, sino que me dediqué a las Ciencias Exactas. Pero la vida familiar con Berta, y también el contacto con Cecilia, me mantuvieron por lo menos cercana a las Ciencias de la Educación, además de mi propia formación inicial como maestra en el Normal 4, en un momento muy especial de ese colegio (del año 1954 a 1958).
La lectura de la entrevista a Berta, en primer lugar, revivió en mí muchos acontecimientos familiares, políticos y sociales. Es una entrevista que evoca etapas muy centrales en nuestras vidas, acontecimientos que siempre estuvieron presentes en los relatos familiares y que determinaron muy fundamentalmente las posiciones de Berta, como sus vivencias en Entre Ríos, su paso por el Normal 7, sus estudios de Física en el Instituto Nacional del Profesorado "Joaquín V. González" en las épocas en que el mundo moderno experimentaba una gran fascinación por la Física, su expulsión del Profesorado por razones políticas, en 1935, y por fin su entrada a la recientemente creada Carrera de Profesorado en Pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras en 1936.1 La notable rigurosidad analítica de Berta tal vez se deba en parte a su paso por los estudios de Física que ella recordaba siempre con mucho cariño y orgullo. Su gran gusto por las matemáticas lo recuerdo en relación con su enorme ayuda con mis tareas de matemáticas de mi escuela secundaria.
Al final de la carrera de Ciencias de la Educación Berta realizó una tesina que trata de "La influencia de la Enciclopedia Francesa en la Revolución de Mayo". Según sus relatos, pensaba en esa tesina mientras me llevaba a mí en cochecito a pasear por el parque. Como ella menciona en la entrevista, la tesina nunca se publicó. Años después, en 1957, en el Normal 4, un excelente y muy querido profesor de Historia, Pisano, nos hizo discutir las ideas de los hispanizantes y los enciclopedistas, dividiendo para ello a la clase en dos grupos. Mi grupo debía adoptar y representar las ideas enciclopedistas, para lo cual yo estudié detenidamente esa tesina de Berta. Esta forma de enseñar y aprender fue muy apoyada por la entonces Directora del Colegio, María Hortensia Palisa Mujica de Lacau, que en ese entonces había implementado en el Normal 4 una excelente experiencia de escuela nueva (con autogestión, sin celadoras, con gabinete psicopedagógico, se nos permitía llevar pantalones en invierno, etc.) con escolares y profesores seleccionados en dos divisiones especiales y de la cual tuve la suerte de participar.
La creación de, y vivencias en, el Instituto Argentino de Reeducación (IAR), del que Berta habla en la entrevista, tuvo una gran importancia en mi vida y en la de Cecilia y de Claudia Gil, la gran amiga de Cecilia. Allí convivimos normalmente con los niños deficientes, diferentes, durante largos años; allí aprendimos a respetar las diferencias, a valorar las cualidades individuales.
Todas las tardes, después de ir a la escuela primaria, yo iba al IAR, que estaba ubicado en Mariano Acosta 171, a 50 m de nuestra casa, y allí participaba de los talleres de manualidades pintando, martillando y atornillando, iba a las clases de gimnasia rítmica que daba una excelente profesora de música, exilada de la España Republicana e iba a la huerta para los chicos que llevaba un jardinero portugués. Los fines de semana llevábamos al circo o al zoológico o a algún parque a los chicos que quedaban porque los familiares no los retiraban. Cecilia y Claudia, además de ir durante su infancia, en la adolescencia también trabajaron allí con los chicos.
En 1948, a su vuelta de su viaje a Europa, Berta trajo nuevos tests, por ejemplo la hoja de M. Prudhommeau (de madurez para el aprendizaje de la lectura) y los cubos de Kohs. Uno de los niños del IAR, sordo y muy inteligente, de nombre Jucho, y yo fuimos los conejitos de prueba de los tests y los dos nos divertimos muchísimo con 2estas pruebas que recuerdo con cariño.
Berta no hablaba mucho acerca del Instituto en los últimos años, tal vez porque el final de la historia del Instituto en 1984 fue emocionalmente doloroso, ya que los pocos niños que quedaban internados se distribuyeron en los Institutos de discípulas de Berta, el edificio se vendió y el dinero obtenido sólo fue suficiente para pagar las indemnizaciones a las niñeras, cocineras y mucamas que cesaron su actividad. Pero el cierre del IAR fue una decisión de principios (ver comentario más abajo).
Quisiera recordar acá una anécdota. Mamá (Berta) viajó a Europa en mayo del año 2005, a visitar a Cecilia, ya muy enferma, internada en una Clínica de Ginebra de la cual ya no salió. Todos los días de la última semana de vida de Cecilia íbamos a visitarla a la Clínica, pasando el día las tres juntas. Hablábamos de cosas muy diversas de nuestras vidas. Un día Cecilia le dijo a Berta, nuestra madre: 'Deberías escribir un libro con el título "Mis dos hijas científicas se educaron con niños deficientes".' Con ese comentario, sumamente apropiado, comenzó una larga conversación acerca del IAR. Mamá estaba muy asombrada de que tanto Cecilia como yo recordáramos con tanto aprecio y cariño nuestras vivencias en el IAR, distantes en el tiempo y muy similares en intensidad y apreciación. El Instituto significó un aporte pedagógico fundamental en el panorama del manejo de los niños con capacidades y necesidades diferentes. Seguramente así lo aprecian los pedagogos de hoy. Hasta la creación del Instituto en el año 1944 a esos niños se los ocultaba, se los disciplinaba, pero no se los educaba. Contrariamente, el IAR no era una institución correccional, se educaba, los niños no estaban presos o simplemente depositados. Y esa fue la gran lucha de Berta, la aceptación de las diferencias, la recuperación de las habilidades y posibilidades de cada uno, la posibilidad de ofrecerles a todos, a través de la educación, una perspectiva de vida digna con sus deficiencias. En sus últimos años la emocionaba mucho ver personas, en particular con síndrome de Down actuando en alguna película, o portando un portafolio en un medio de transporte público.
La experiencia de los años en el Instituto le abrió las puertas en las Universidades, primero con una cátedra paralela de Didáctica Asistencial en la Universidad de Buenos Aires en 1957 durante el rectorado de Risieri Frondizi, y luego con una cátedra de Profesora Titular en la Universidad Nacional de La Plata, en la cátedra de Pedagogía Diferenciada creada para Berta. La Universidad de La Plata fue su ámbito de expansión académico. Adoró ese claustro de profesores y sus alumnos, se sintió muy realizada, aun teniendo que viajar tres veces por semana; tomaba el ómnibus a La Plata en el Once, cerca de nuestro departamento en la calle Alberti. Hablaba con gran respeto de sus colegas profesores, como Ricardo Nassif y otros.
La decisión de Berta de cerrar irreversiblemente el Instituto en 1983-84 estuvo vinculada con el cambio de paradigma de los años '80 ya que se planteó muy fuertemente la integración de todos los niños en las escuelas comunes, generales. Su gran amistad con Gunnar Dybwad, desde 1967 Director del Centro Starr sobre retardo mental de la escuela Heller de graduados de la Universidad de Brandeis y su esposa Rosemary, promotores de la desinstitucionalización de los niños débiles mentales, la ayudaron a tomar esa decisión.
Es interesante recordar el origen de la maravillosa amistad que tuvo Berta con Gunnar Dybwad y Rosemary (su esposa)3. Gunnar Dybwad dirigió la Comisión que asesoró al Presidente de Estados Unidos John F. Kennedy en cuestiones de debilidad mental. La hermana de John F. Kennedy era deficiente y en su momento estuvo internada en una institución en Suecia pues no había en Estados Unidos instituciones apropiadas. Gunnar Dybwad, en su calidad de Presidente de la Comisión mentada buscó expertos en América del Sur y visitó Argentina en 1963. Conoció a Berta y la invitó a integrarse a la Comisión, para lo cual organizó una reunión en Estados Unidos y la invitó a Berta a concurrir. Llegó una invitación del Departamento de Estado y a Berta le dieron la visa, a pesar de que ella contestó afirmativamente a la pregunta de si era miembro del Partido Comunista. Berta viajó a Nueva York en 1965 para esa reunión. A su regreso la llamaron del consulado de Estados Unidos y le retiraron la visa. La guerra fría en acción!!!
La relación con Gunnar y Rosemary se mantuvo muchos años, hasta la muerte de Rosemary y muchos años después de Gunnar. Rosemary compiló las direcciones de todas las Asociaciones de padres de niños débiles mentales (International Directory of Mental Retardation Resources), en épocas en que no había Internet ni Google, y más de una vez Berta la consultó acerca de esas asociaciones. Berta y yo (y mis hijas pequeñas entonces) los visitamos en Brandeis en 1971, en ocasión de una visita de Berta a mi casa en Pennsylvania. En el consulado de EEUU le habían dado en ese entonces visa a mamá para visitarme a mí en State College, Pennsylvania, y a los Dybwad en Boston. En 1976, estando yo exilada en Edmonton (Canadá) y en ocasión de la visita de Berta (que estuvo tres meses con nosotras) Gunnar pasó por nuestra casa. Hablamos de la política argentina, del golpe militar y de nuestro incierto futuro.
En el verano del hemisferio norte de 1976, como mencioné antes, Berta pasó tres meses con nosotras (mis hijas y yo) en Edmonton. Eso ocurrió después de una enorme y riesgosa operación de vesícula y estómago, realizada en Buenos Aires, con las hijas exiladas, sin teléfonos que funcionaran, sin Internet, etc. Cecilia y su entonces esposo, Daniel Cano, estaban ya en Leipzig. En Julio de 1976 nos fuimos de viaje desde Edmonton (al Norte de las Montañas Rocosas) en un auto pequeño con carpa y bolsas de dormir, hacia Vancouver, bajando por los parques nacionales en las montañas en Canadá. Íbamos Paula (de 7 años), Carolina (de 6), mamá y yo. Dormíamos en carpa, en el suelo, sin colchoncitos, mamá por primera vez en su vida durmiendo en el suelo. Ella lavaba los platos, yo cocinaba,  conducía y hachaba leña. Las nenas armaban la carpa y ayudaban a cocinar. Viajamos como 10 días y en Victoria Island (enfrente de Vancouver) íbamos a visitar a un colega de mamá, el inglés John Downing, que compilaba el libro "Comparative Reading" (Collier-Macmillan, 1973) en el cual mamá escribió el capítulo acerca de la enseñanza de la lectura en castellano. Lo pasamos fantástico, vimos osos, caminamos, etc. Un día antes de llegar a ver a John Downing y su esposa Marianne preguntó Berta en su tono muy suave: "¿podemos dormir un día en un hotel para bañarnos antes de llegar?". Claro que estuvimos en un hotel (motel con pileta) y nos bañamos y visitamos a los muy cálidos amigos Downing en su sensacional casa en Cordoba Bay. Marianne era alemana y no me recomendaba ir a Alemania a trabajar, pero no atendí sus razones y fui a Alemania en Setiembre de 1976. No nos arrepentimos.
Los viajes de Berta en 1947, 1954 y luego en toda la década del '70, en esta última etapa en particular a "Las Américas" (Guatemala, México, Nicaragua, Cuba, Venezuela, Costa Rica, Chile) como asesora de UNESCO o enviada por la Organización Mundial de la Salud y su influencia en su carrera científica representan un capítulo muy especial. La referencia que Berta hace de ellos me hizo pensar y recordar muchos episodios ligados a esos viajes. Recuerdo, por ejemplo, las cartas-cuento que me enviaba desde el barco en 1947 y el viaje que hicimos mi padre y yo a Montevideo a esperar el barco en el que regresaba. Al regreso de cada viaje, se reunía la familia y Berta contaba sus experiencias, siempre conteniendo alguna anécdota vinculada a sus olvidos de profesora distraída, tal como la pérdida de algún tren o el olvido de una cartera o el haber salido del hotel en París y no saber qué hotel era o dónde estaba (no cuenta esos episodios en la entrevista), que nos hacían reír desprejuiciadamente y que demostraban la capacidad que tenía Berta de reírse de sí misma.
También contaba Berta, a la vuelta de sus viajes, de sus aprendizajes en relación a los niños con discapacidades o en relación a las concepciones equivocadas a la hora de evaluar capacidades. Contaba, por ejemplo, acerca de tests no adecuados para evaluar la inteligencia en niños de capas sociales desaventajadas o acerca de extendidos prejuicios en relación a las capacidades de aprender de esos niños. Alguno de esos viajes precisamente estaba relacionado con la incorrecta evaluación de los niños, como cuando se clasificó como deficientes a un altísimo porcentaje de niños en Tierra del Fuego. Berta se trasladó hasta allí con un equipo de maestras y recorrieron con avionetas sitios muy alejados para concluir que no eran niños deficientes sino culturalmente alejados de los centros urbanos y de los conglomerados intelectuales donde se desarrollan los tests. Alguno de sus viajes a Centro-América estuvo inducido por la misma conclusión local acerca del número de niños deficientes que, como corolario, iba a definir la construcción de miles de escuelas de educación especial. La visita de Berta cambió la conclusión y no se construyeron esas escuelas.
Berta también viajó mucho a visitarnos en nuestras diversas estaciones, reforzando así la vida familiar. A mí me visitó en Chile, Estados Unidos, Canadá, Río Cuarto, Alemania, a Cecilia en Leipzig (entonces la República Democrática Alemana, DDR).Tenemos recuerdos de su constante trabajo en cada uno de esos lugares, elaborando documentos en casa o visitando bibliotecas, escuelas especiales, profesores, colegas, etc. Era sumamente disciplinada, podía concentrarse muy profundamente en su trabajo en cualquier lugar y, como todos saben, se aggiornaba permanentemente, adaptándose a las máquinas eléctricas de escribir primero y a las sucesivas computadoras luego.
Durante la lectura de las otras entrevistas me emocionaron mucho las frecuentes menciones a Berta y también a Cecilia a quien extraño muy mucho. No quisiera evaluar o recordar siquiera en este escrito la tarea profesional de Cecilia. Sus colegas y discípulos han dicho mucho de ella y su actividad. Sólo recordar que sus últimos trabajos, aun desde la clínica en Ginebra, se referían a su obsesión por lograr una "Educación de calidad para todos", poniendo acento en la calidad. También a Cecilia la obsesionaba la "Educación para la felicidad", no la felicidad contemplativa o hedonística, sino una felicidad de producir, de aportar, de lograr algo superador. Este fue, sin duda, algo que recibimos de Berta. Berta se sentía internamente obligada a permanente entregar su saber, su experiencia, sus conceptos, y este impulso, primario en ella, definió su persona y nos marcó a nosotras.
En los últimos años, a través de su experiencia en las escuelas primarias de las zonas menos favorecidas socialmente de la Ciudad de Buenos Aires, mamá pudo ensamblar su gran preocupación y sensibilidad social, su necesidad de aportar al mejoramiento social, con sus habilidades técnicas y científicas. Ella habla en la entrevista con justificado orgullo de esa experiencia. Durante esta experiencia volvió a trabajar con maestras de aula, concurrió a las aulas, estuvo en contacto hasta sus últimos días con maestras y maestros jóvenes y con niños. Esto la hacía sentir auténticamente feliz. Esta experiencia, a la vez, la hizo expresar críticas a la Carrera de Ciencias de la Educación, ya que ella percibía una seria desvinculación entre los estudios y la práctica escolar. Berta expresa esa crítica en su entrevista. Leyendo las otras entrevistas, pude constatar que esa crítica es expresada por varios de los entrevistados.

Sabemos que la conservación de la memoria, tan importante (diría fundamental) para afrontar el futuro, ha sido muy difícil en Argentina. Los torbellinos políticos han sido muchos y muy dolorosos. Se ha hablado mucho de cómo Berta sufrió las persecuciones, las exclusiones, aun las amenazas, pero nunca quedó en ella una actitud de revancha, o de odio, o de enojo siquiera. Siempre enmarcó las dificultades que se le interponían en la situación política general. En los últimos años de su vida recibió, sin embargo, muchos reconocimientos, en especial de los más jóvenes, y eso se refleja en las cariñosas y muy respetuosas palabras con que se recuerda a Berta (y a Cecilia) en las entrevistas del libro. Tal vez esto refleje un muy saludable cambio en las actitudes entre los argentinos.
Felicito al equipo que asumió la tarea de realizar estas entrevistas y les deseo muchos éxitos futuros en esta línea de acción. A mí y a nuestra familia, este libro nos produce una fuerte emoción y agradecemos muy profundamente el esfuerzo y la dedicación puesta en su producción.

Silvia E. Braslavsky
Diciembre 2009 y Mayo 2011
E-mail: braslavskys@mpi-muelheim.mpg.de

Notas

1 Palabras leídas con motivo de la presentación del libro. 15 de diciembre de 2009, CABA, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

2 Berta dice erróneamente en la entrevista que estuvo en la Escuela Normal de 1936 a 1942. Esas fechas se refieren a sus estudios en la Facultad. De la Escuela Normal egresó en el año 1932 y en el Profesorado de Física estuvo de 1933 a 1936.

3 http://www.brandeis.edu/lemberg/SGHL/Subpages/Collections/gunnar_and_rosemary_dybwad.htm

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