IN MEMORIAM

Roque Dabat

Hace muchos años Roque comenzaba cada clase encendiendo un cigarrillo negro. Se quitaba el reloj de la muñeca y lo depositaba en un ángulo del escritorio, como en un pequeño atril, con gran parsimonia, con lentitud actoral.

Su presencia en el aula era el anuncio de un viaje. Roque sabía contar. Con un texto en la mano, el relato nos arrastraba hasta la edad media, la fundación de ciudades, las pujas de la Reforma y la Contrarreforma, las disputas por imponer formas de transmisión, valores o instituciones.

Roque gozaba y transmitía el gozo por el acontecimiento. Sabía de qué se trataban las estructuras, las largas duraciones, pero trazaba narraciones fascinantes sobre las calamidades que debió sufrir Abelardo como maestro, y no podía resistir la tentación de contar sus amores con Eloísa.

Transmitía en sus clases también la pasión por enseñar. Sus clases eran evidencia viva de que enseñar, contar, narrar, transmitir, son actividades que se pueden disfrutar.

A muchos de sus alumnos les infundió una curiosidad sin antecedentes por los acontecimientos de la historia de la educación. A muchos les propuso la inquietud de probar eso de enseñar con ganas. A muchos nos dejó la sensación de que para transmitir no importa tanto el método como la voluntad.

Roque terminaba cada clase muy sobre la hora. A veces se pasaba. No sé si miraba su reloj pero sus clases tenían un nudo dramático que se resolvía en los últimos minutos.

A muchos de nosotros Roque nos dejó con las ganas de seguir siendo sus alumnos, de volver a escuchar sus clases. Muchos de nosotros hubiéramos querido dar una clase igual que él.

Gracias Roque por el disfrute que nos transmitiste. Gracias por el camino que nos invitaste a transitar.

Martín Legarralde
(UNLP)