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Historia de la educación - anuario

versión On-line ISSN 2313-9277

Hist. educ. anu. vol.13 no.2 Ciudad autonoma de Buenos Aires. jul./dic. 2012

 

CIERRE

Un maestro, una historia de lucha, una lección de vida1

 

Cinthia Wanschelbaum

Debe haber sido por el mes de agosto del 2011. Un grupo de amigas decidió ir a descansar a Villa Gesell. Se fueron a la playa en el fin de semana más frío del año. Volviendo en el micro, Agus me llamó. Además de contarme sus incursiones en el whisky para combatir las bajas temperaturas, me comentó que pasó esos días al abrigo de la lectura de un libro. Un maestro, era su título. Guillermo Saccomanno, residente de aquella costeña ciudad, su autor. Orlando "Nano" Balbo, su protagonista. No aguantó llegar a Capital para recomendarme su lectura. "Cin, lo tenés que leer. Cuando termine te lo paso", dijo con voz mas que emocionada.

Con semejante recomendación y emoción que me transmitió, no pude esperar a que finalizara su lectura y salí a buscarlo por las librerías porteñas. No fue fácil. El libro a poco tiempo de haberse publicado ya estaba agotado. Fui a mi librería amiga del barrio y pregunté si lo tenían. Lo buscaron unos cuantos minutos y lo trajeron a mis manos. "Un maestro", escrito en grande; "Una historia de lucha, una lección de vida", como subtítulo; y como imagen de cubierta una foto de alumnos de la comunidad mapuche de Huncal, provincia de Neuquén, sacada por el propio protagonista del libro.

Creo que esa misma noche empecé con su lectura, pero no por muchos días porque fue de esos libros que no se pueden parar de leer, que hacen que sea tarde en la madrugada y uno siga recorriendo sus páginas, y que al mismo tiempo uno lee lento para que no se termine tan rápido. Durante su lectura, "Un maestro" me acompañó en toda actividad cotidiana que realizaba. Parafraseando los títulos de los cinco capítulos de los cuales se compone el libro, con su lectura aprendí, me formé, enseñé, esperé y viajé. También me emocioné, lloré, reí, me sorprendí. De una página a otra pasaba por diversas y variadas sensaciones, hasta las más opuestas.

Días o semanas mas tarde del llamado de Agustina, fue también Andrea -con quien trabajamos como docentes en la Universidad de Luján-, la que me sugirió la lectura del libro. La recomendación vino acompañada con la propuesta de invitar al Nano a contar su historia de lucha, su lección de vida en una de nuestras clases. La propuesta se convirtió en realidad y un martes de octubre del 2011 lo pasamos a buscar por un hotel sindical en el barrio de San Telmo. Por correo nos había advertido que por su sordera, producto de la tortura recibida durante su detención durante la dictadura, se le dificultaba mucho trasladarse en Capital. Por eso también, nos dijo que cuando da una charla (cosa que se encontraba haciendo frecuentemente por esa época), les pide a los alumnos que redacten las preguntas o los aportes que quieran hacerle. Como acostumbra a hacerlo en el libro, al comentario personal le agregó una reflexión pedagógica. Llegamos y el aula estaba colmada. Jóvenes estudiantes con sus mates, grabadores y cámaras de fotos esperando al invitado. Algunos de ellos, sentados junto a sus padres ex detenidos-desaparecidos. El Nano agarró el micrófono y habló. Como él mismo dice y que se puede leer en la contratapa del libro, que lo hayan dejado sordo, no quiere decir que se calle. Y contó. Contó lo que Saccomanno con bella pluma escribió.

Pero ahí no terminó la velada y menos aún los aprendizajes que acarrean el escucharlo. Primero fue en la cena que quiso compartir con todos los docentes de la cátedra donde continuó contando sus historias. Esas que te dejan boquiabiertos y que generan gracia por momentos, tristeza en otros. Después fue en el regreso en auto. Una horita de viaje en la que el habló. Yo manejaba y se le dificultaba leerme los labios, así que la solución fue que hablara y hablara, y yo agradecida. Con su humildad me contó que para él el libro era bueno por cómo lo había escrito Saccomanno que, vale decir, lo estructura maravillosamente generando en el lector un viaje por sensaciones encontradas que hace de la lectura del libro una necesidad impostergable. Me comentó también que las desgrabaciones de lo que le contó a su amigo escritor tenían como mil páginas, pero que al entramarlo literariamente quedaron reducidas a las 259 que posee. De hecho, Saccomanno cuenta en el libro que durante una semana fueron repasando la historia del Nano que ocupó cerca de veinte casettes y anotaciones en varias libretas. Y así, entre entretelones, me fue relatando lo que semanas antes había leído en el libro, agregando algún comentario sobre sus actividades actuales y su admiración hacia amigos-colegas que tenemos en común.

Entre las cosas que dijo esa noche fue que la historia no es lineal. Y vaya que no! El círculo que había comenzado con el llamado telefónico durante el frío del invierno, se cerró (transitoriamente, por supuesto) con cálidas sonrisas que el Nano nos regaló. Será que esta pequeña historia de encuentros se inspira en las casualidades que originaron la historia que se cuenta y que da comienzo al libro. Saccomanno quien había compartido la colimba con el Nano, creyó que su amigo estaba desaparecido, que lo habían asesinado durante la dictadura, hasta que en el año 2008 recibió saludos de parte de él, advirtiendo casi treinta años después que Orlando, el Nano Balbo, estaba vivo.

La historia de vida del Nano que Saccomanno cuenta en el libro después de haberle puesto un mail y de haberse reencontrado, abarca desde su infancia hasta el día jueves 24 de marzo de 2011, momento en el que se cumplieron 35 años del golpe cívico-militar. Cada capítulo del libro refiere a los distintos momentos en la vida del Nano. Su infancia, su educación, los comienzos de su militancia, su formación como docente, su paso por la colimba, su secuestro y desaparición, su exilio en Italia y su vuelta a Argentina para trabajar con una comunidad mapuche, son algunos de los tópicos y momentos que componen el texto. El libro es una historia de encuentros, desencuentros, enseñanzas, aprendizajes, tristezas, alegrías, amistades, militancia, desapariciones, exilios, muertes y sueños. Como dice Saccomanno, "de lo que habían soñado ser".

El Nano, así apodado por una de sus hermanas, se crió junto a un padre campesino que lo llevaba de caza como excusa para hacer campaña electoral entre los paisanos y que había aprendido a leer con una novela que le había prestado un peón anarquista. El libro era "La madre" de Gorki. Vivió su infancia en el campo y no concurrió a la escuela rural cercana a su casa, sino que sus padres decidieron mandarlo a la escuela del pueblo. La decisión de los padres de mandarlos a esa escuela y no a la rural fue porque el padre se oponía a mandarlos a una escuela, la rural, que "había sido creada para educar peones". Pero ir a la escuela del pueblo fue para el Nano "renegar del origen". Cuenta que en la escuela del pueblo a él y a su hermana Yata los maltrataban porque eran los "paisanitos", y relata que tanto en la primaria como en la secundaria la forma de protegerse de esa humillación fue destacarse como alumno. Una vez concluidos sus estudios primarios, la duda de seguir estudiando la secundaria o irse a trabajar al campo, se resolvió hacia la primera opción y el Nano obtuvo el título de Maestro Normal nacional. Frente a los interrogantes sobre su futuro estaba convencido que no iba a trabajar nunca en el campo, pero no sabía qué hacer con su herencia. Vivía en una contradicción que lo desagarraba.

Su radicalización política se fue produciendo a la par que avanzaba la dictadura de Onganía, cuando se incorporó a trabajar como maestro en unos centros juveniles de capacitación creados por la Federación Agraria. Pero toda esta experiencia se vio interrumpida por el "corte fuerte" que representó en su vida la colimba. La colimba fue el momento y lugar donde gracias a su título de maestro, conocería al autor del libro, o sea, a Guillermo Saccomanno y a su "maestro" (político) Diego Frondizi, al mismo tiempo que a siniestros personajes que en ese momento eran tenientes del ejército y que posteriormente durante el terrorismo de Estado comenzado en el año 1976 serían represores en Neuquén.

El Nano fue maestro y enseñó en la escuela primaria para adultos del cuartel. Pero su paso por esa escuela fue para él más que un momento de enseñanzas, una instancia de significativos aprendizajes (además de un lugar de protección). Allí fue su primer encuentro con alumnos adultos de la comunidad mapuche con quienes años mas tarde volvería a trabajar; y fue también ámbito de discusión y formación política. Fue donde, en el marco de prácticas aberrantes, empezó a identificarse con la clase trabajadora y donde se acercó a un grupo de militantes con los cuales realizaban asambleas clandestinas dentro del cuartel. Ahí, en situación de colimba bajo un régimen carcelario, empezó "a ver que había un camino por recorrer" y a pensar la función del docente desde un criterio político a partir de observar, entre otras cosas, la relación pedagógica que su compañero Diego establecía con los alumnos, quien se había puesto a dar clases con el Nano porque le atraía la tarea.

Los "Aprendizajes" dieron lugar a la "Formación". Concluida la colimba, a la par que rindió el examen para estudiar ingeniería porque allí había una beca -aunque le interesaba estudiar otra cosa, cómo funcionaba la sociedad-, resolvió anotarse para trabajar como docente en educación para adultos. La ingeniería duró poco y el pase a Agrarias significó, además de un cambio en sus estudios, comenzar a colaborar con entusiasmo en la construcción de una "alternativa independiente de la clase trabajadora" en el marco de la CGT de los Argentinos, Confederación de la cual fuera parte un admirado Agustín Tosco, y espacio político donde comenzó a tener contacto con monseñor Jaime De Nevares, quien mas adelante sería una persona clave en su supervivencia.

Durante esos años, estamos en 1973, como estudiante y militante del Peronismo de Base profundizó su formación y militancia política, hasta que producto de diferencias en los enfoques de construcción fuera expulsado de la organización. No obstante, al asumir Cámpora la presidencia le ofrecieron ser coordinador provincial de la Campaña de Reactivación Educativa de Adultos para la Reconstrucción (CREAR) en la provincia de Neuquén, trabajo que se transformaría clave en su vida pedagógica. Los momentos de la CREAR fueron cuando se acercó a la "reveladora" lectura de la "Pedagogía del Oprimido" de Paulo Freire. Destaca que de Freire aprendió la importancia de la pregunta, la necesidad de un pensamiento teórico transformador y acerca de que "vestirse de pobre, era una posición típicamente pequeño burguesa". El Nano tenía y tiene bien claro, de la mano de Freire y de Gramsci también, que "el ser trabajador no lo define ni la cuna ni el patrón. Que la clase es una opción". Son estos dos políticos y pedagogos, Gramsci y Freire, los fantasmas rojos que recorren sus palabras a lo largo de todo el libro, que lo ayudan a entender e interpretar lo que le va sucediendo en su vida, y que lo inspiran para actuar en una dirección distinta de la que va conociendo y sufriendo. Ambos están ahí atrás de él, apuntalándolo y ofreciéndole herramientas para construir su praxis.

Fue durante los años de trabajo en la CREAR que también empezó a sentir el terror. Quienes pocos años después serían sus represores, como Taquini y Guglielminetti, ya andaban por las calles vigilándolo e interrogándolo. El testimonio del Nano se suma a todos aquellos que dan cuenta que la persecución, la represión y la desaparición no comenzaron el 24 de marzo de 1976 con el golpe de Estado cívico-militar. La triple A ya era fuerte y constante en su accionar previo al golpe. Muchos de los milicos que conoció en la colimba, continuaron siendo protagonistas de la historia antes, durante y después del terrorismo de Estado2.

Diferencias políticas hicieron que renunciara a la CREAR. Eso implicó que el Nano una vez más se traslade a otra ciudad y a otro trabajo. Esta vez la ciudad fue Cipolletti y el trabajo fue en una "escuela marginal" de la cual eran alumnos los hijos de los peones golondrina. Las páginas en las que se detalla esa experiencia se suman a anteriores y posteriores hojas donde continuamente ejerce alguna reflexión teórica sobre su práctica pedagógica. Es que el modo en el que está escrito el libro, que responde a la estructura del relato del Nano, pone el centro en su praxis. Porque es en la práctica y a partir de ella que el Nano desarrolla su pensamiento (pensamiento que también es acción). Los problemas político-pedagógicos que expresa no los presenta como problemas escolásticos o teóricos, sino como producto de su práctica, de su experiencia. Constantemente el Nano va de la teoría a la práctica y viceversa, y expone como en esa praxis se fue conformando como el hombre que fue y es.

En 1976 el 24 de marzo cayó miércoles. Fue el día que secuestraron y desaparecieron al Nano. El operativo de su secuestro lo dirigió una persona ya conocida por él: Guglielminetti. El terrorismo de Estado comenzó a imponer su proyecto con la muerte y secuestro de varios maestros. A la par que al Nano lo secuestraban en Neuquén, a Francisco Isauro Arancibia lo asesinaban ese día en Tucumán, robándole, además de su vida, un par de zapatos nuevos3.

El secuestro y la tortura ejercida sobre el Nano que se describe detalladamente en el libro y que fuera la sufrida por los 30.000 detenidos-desaparecidos, tuvo como objetivo eliminar a quiénes no se resignaban a vivir en un país caracterizado por relaciones de explotación que tan bien describe el Nano de la mano de su padre. Con el ejemplo de la Revolución cubana de 1959 y con el impulso del Cordobazo en 1969, cientos de miles, entre ellos el Nano, fueron y quisieron ser parte de la construcción de un proyecto emancipador. La revolución por aquellos años no era un sueño eterno.

En las páginas que se destinan a contar su detención, además de relatar los vejámenes sufridos, también es objeto de su narración cuestiones referidas a la educación. Recuerda que entre las estrategias de supervivencia y resistencia en cautiverio crearon junto a otros compañeros militantes detenidos lo que llamaron "La Universidad de la Memoria". Con la creación de esa universidad, se propusieron hacer una historia de la humanidad desde la memoria colectiva. Para ello, al igual que Gramsci en las mazmorras italianas, inventaron una jerga para debatir, de modo que los celadores no se den cuenta de lo que hablaban. Como parte de estos relatos, también destaca las formas de solidaridad entre compañeros de distintas fuerzas políticas. Cuenta que, por ejemplo, a él nunca lo dejaban solo porque estaba sordo y eso podía representar un riesgo para su seguridad. O también rememora cómo después de una semana sin comer por estar castigado los compañeros le regalaron su comida, un huevo, que durante la misa a la que estaban obligados a ir lo pasaron de mano en mano hasta que llegara a las suyas.

Afortunadamente los días de su detención tuvieron fin. El estar a disposición del Poder Ejecutivo le permitió solicitar la opción para salir del país. Como sus abuelos eran italianos, sus padres tramitaron la ciudadanía y un año después logró salir de la cárcel (el último lugar de su detención fue Caseros) y exiliarse a Italia. Con su sordera y sin hablar italiano superó que lo quisieran regresar a Argentina a su llegada al aeropuerto de Roma, y fue en búsqueda del contacto que le había facilitado monseñor De Nevares, el cardenal Pironio. Lluvia, llanto y escalofrío mediante, el Nano no encontró al cardenal, pero si un convento de monjas que sería el lugar donde viviría por un tiempo, mientras comenzara a trabajar en una imprenta del Vaticano.

Recuperado el régimen constitucional, el Nano volvió del exilio. En su carta de dimisión al Vaticano escribió que renunciaba al trabajo para sumarse "a la ardua tarea que quedará de restañar las heridas que provocó una dictadura fascista". Al regresar del exilio pasó un tiempo con su familia para ver qué hacer de su vida. Viajó con un primo por el país porque quería escuchar a la gente y preguntar qué visión tenía después de todo lo que había pasado. Luego de ocho años de exilio se sentía muy solo e incomprendido. Él seguía siendo clasista y muchos en su alrededor habían cambiado. Una vez más será De Nevares quién modifique su vida. El cura le recomendó ir a ver a Noemí Labrune quien junto a Amanda Toubes habían sido responsables del proyecto de educación de adultos conocido como "Isla Maciel"4. Noemí le ofreció ser maestro de adultos en la comunidad mapuche Millain Currical ubicada en Eñem Lafquen (Huncal). El Nano aceptó y allí comenzó otro capítulo de su historia, el de la "Enseñanza". Una experiencia que, en sus palabras, lo dio "vuelta como un guante". Huncal fue para él un "autoexilio para sacarme del exilio".

Sin ningún tipo de valoración romántica sobre la experiencia como él mismo lo advierte, sin un ápice de demagogia e hipocresía, en el capítulo "Enseñanza" narra lo que realizó en Huncal. El registro oral de su experiencia constituye una importante producción teórica. Lo que pareciera a simple vista la narración de una de las etapas de su vida, contiene los fundamentos de su trabajo en educación de adultos.

Primero, ir al terreno y conocer la gente. La primera acción que llevó a cabo fue ir a conocer y charlar con los "paisanos" para ver por qué les parecía importante la educación para adultos y cuáles eran sus expectativas. No pensó solamente qué hacer a partir de sus conocimientos sobre los mapuches sino que indagó en sus demandas, tomó como punto de partida su realidad social, y llenó de "gestos" su accionar -como por ejemplo dormir en la cooperativa en una bolsa de dormir para de ese modo diferenciarse de lo que habían hecho docentes anteriores cuyas experiencias habían terminado en fracaso-.

También, mientras expone su trabajo concreto en y con la comunidad, nos enseña acerca de su enfoque metodológico. Enfoque que fuera adaptado a la demanda de sus estudiantes. El Nano explica que empezó con los métodos participativos y se topó con una resistencia que lo frustró. La resolución de esa tensión fue arrancar por lo que ya conocían, el "maestro ciruela", y volver al origen del fracaso que les había generado una situación traumática. De esa manera, los convenció de los beneficios de una metodología grupal y participativa. Al respecto de lo metodológico, también nos alecciona con relación a los tiempos de funcionamiento de la escuela. Mientras fue maestro en Huncal, se vinculó el período escolar a la necesidad de la producción de los pobladores. Se organizó el calendario en función de las necesidades de las familias.

La selección de contenidos es otro de los tópicos que contiene su descripción. La propuesta curricular que elaboró contemplaba los contenidos mínimos que exigía la Dirección de Adultos para entregar las certificaciones, pero sobre todo respondía a los conflictos detectados en la comunidad. Se trataban de saberes que pudieran ser llevados a la práctica y ayudaran a resolver esos nudos. La realidad de los alumnos fue el punto de partida y de llegada del proceso pedagógico. Tal es así que uno de los contenidos enseñados fue los números romanos que el Nano no tenía pensado enseñar pero que fuera demandado por la comunidad para que, comprendería unos días después del pedido, los paisanos pudieran leer la hora de sus relojes

Fue desde y con estos fundamentos que en definitiva el Nano les enseñó, como dijera Waico el líder de la comunidad, a que "si el otro no se saca la gorra, yo no tengo por qué sacármela". Su trabajo reveló que el fracaso no había sido de los alumnos sino de la escuela, y que los paisanos eran capaces y no lo sabían. Se relacionó con la comunidad de tal forma que los estudiantes sintieran que "los conocimientos son como el oxigeno". Mientras estuvo el Nano (tan "solo" once meses) se entregaron los primeros siete certificados de escolaridad primaria completa en la historia de la comunidad de Eñem Lafquen. Producto de la trama de relaciones que allí armó, la matrícula en la escuela creció un 400%. Esta experiencia resignificó la escuela y la comunidad la tomó como propia. De estar cerrada con candado, la escuela pasó a estar sin llave. Todas estas enseñanzas y aprendizajes le significaron al Nano ser el primer winka (no mapuche) padrino de mapuche. Después de la Conquista que fue un exterminio, los mapuches tuvieron que rearmar sus vidas. Después del exterminio que significó el terrorismo de Estado, el Nano rearmó su vida junto a los mapuches.

A partir de lo que el Nano aprendió en Huncal, nos enseña que la principal limitación que tenemos los docentes es que no podemos ponernos en los zapatos de los alumnos. Nos alerta acerca de que debemos constantemente construir las condiciones para que el alumno pueda preguntar, de modo de reflexionar sobre qué necesidad de saber tiene y de por qué preguntó lo que preguntó. Nos convoca a ponernos en el lugar de los alumnos y aprender de ellos. Es, nos dice, "esencial comprender y asimilar esa dialéctica: el aprendizaje debe ser un desaprendizaje. Es decir, un cuestionamiento a mi saber". Nos enseña que "lo que importa de la educación es la posibilidad que puede ofrecerle a los chicos de los sectores populares aquellos saberes que necesita. Pero teniendo en cuenta que el proceso educativo debe tomar como punto de partida tanto como de llegada la realidad del chico para que pueda aportar a su crecimiento". Recuperando palabras del hermoso libro "Cartas a una profesora", nos educa sobre la necesidad de que los niños de los sectores populares tengan las mismas palabras del patrón para expresarse de modo que no los puedan dominar. Nos habla sobre la necesidad de una capacidad argumentativa, de la pasión en la enseñanza y de la búsqueda del asombro del alumno para que los aprendizajes repercutan en su historia personal. Argumento, pasión y asombro. Tres condimentos presentes y constantes a lo largo del libro.

Al igual que el habla de su padre cuando caminaban juntos, el habla del Nano en el libro es una escuela. La historia que cuenta y cómo lo hace no lo ubica en el lugar de un militante heroico y/o victimizado, sino como un maestro portador de un proyecto político y moral, de un conjunto de ideas políticas y pedagógicas, pedagógicas y políticas, por las cuales luchó y puso en juego su vida. El Nano nos enseña con su historia cómo la liberación de los oprimidos es incompatible con las relaciones de clase que dominan nuestras tierras. Al igual que lo hacían con él sus alumnos mapuches, nos cuenta su memoria íntima. Utilizando sus reflexiones podemos decir que su memoria es una biblioteca que nos ayuda a conservar presente la historia y que nos transmite la necesaria e inclaudicable continuidad de la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia.

El libro termina con un final "que es (era!) espera". La espera que el Nano llevaba hasta el momento de la primera edición para declarar en el juicio oral y público contra veinticuatro genocidas, entre ellos Raúl Guglielminetti (que encabezara el operativo de su secuestro y fuera su torturador). El juicio se postergó durante mucho tiempo y comenzó finalmente en marzo del 2012 después de mucho esperar. Espera que Saccomanno describiera como angustia, esperanza, paciencia y fortaleza. Y que siempre significara continuidad en el trabajo militante del maestro. Luego de la experiencia en Huncal con los Mapuches, el Nano trabajó en la Universidad Nacional de Comahue en el área de formación docente, fue Secretario General de ATEN (Asociación de Trabajadores de la Educación del Neuquén), y luego se integró a la CTA (Central de Trabajadores de Argentina) provincial para desarrollar un programa de formación e investigación. Desde esas trincheras, supo discutir la Ley Federal de Educación sancionada en el año 1993, vio como la policía provincial neuquina fusiló en la ruta al maestro Carlos Fuentealba en el año 2007, y vivió y vive la impunidad de la que el ex gobernador de la Neuquén, Jorge Sobich, disfruta.

Como refiere Saccomanno, la intención era terminar el libro con la intervención del Nano declarando en el juicio por delitos de lesa humanidad. Pero no pudo ser. Como le escribió Orlando a Guillermo al momento de la publicación del libro, el juicio fue "pateado para adelante". Sin embargo, hoy cuando escribimos este artículo podemos contar que el juicio oral y público por la causa "La escuelita" ya comenzó, y que en una segunda edición del libro que se está pensando publicar, el final será otro. Se incluirá una crónica detallada que Saccomanno escribiera al acompañar al Nano en el juicio5. "Con su declaración dio una clase, una clase de justicia", expresó Saccomanno al respecto de lo disertado durante cuatro horas por el Nano. Cada cosa que dijo fue pedagogía. Es que, como se dice en el libro, al contar el Nano enseña.

Notas

1 Escrito en el mes de octubre de 2012. Revisado y corregido por Orlando "Nano" Balbo.

2 Por ejemplo, Guglielminetti fue secretario del rector de la Universidad de Comahue en 1973 y guardaespaldas de Alfonsín en 1983.

3 Para conocer más sobre esta historia: Rosenzvaig, E. (1993) La oruga sobre el pizarrón. Francisco Isauro Arancibia, Maestro. Buenos Aires: Ediciones del Pensamiento Nacional.

4 Experiencia de educación popular de adultos realizada desde el Departamento de Extensión Universitaria de la Universidad de Buenos Aires entre los años 1955 y 1966.

5 Parte de esa crónica puede leerse en http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-7903- 2012-04-29.html