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Historia de la educación - anuario

versión On-line ISSN 2313-9277

Hist. educ. anu. vol.16 no.1 Ciudad autonoma de Buenos Aires. jun. 2015

 

ARTÍCULOS

Universidad, comunidad y región: posperonismo y política cultural universitaria en el interior argentino (Bahía Blanca, 1956 – 1968)

 

Juliana López Pascual1

Universidad Nacional del Sur
CONICET
juliana.lopezpascual@uns.edu.ar

1 Licenciada en Historia, Doctora en Historia Argentina en la Universidad Nacional del Sur, Becaria posdoctoral (CONICET). Miembro del Centro de Estudios Regionales "Prof. Félix Weinberg".


Resumen

El presente artículo procura reconstruir las políticas y las prácticas de extensión cultural llevadas a cabo por la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca) en el período transcurrido entre su creación en 1956 y la intervención general a los establecimientos de educación superior instaurada diez años después, a los efectos de brindar nuevos elementos al debate en torno al impacto de la "Revolución Libertadora" en el desarrollo del campo cultural, intelectual y de la educación superior. En este sentido, y a partir de la particularidad del caso, el texto busca aportar elementos a la reflexión historiográfica en torno a las articulaciones entre lo político, los contenidos culturales, la relación con la sociedad y el desarrollo de las instituciones estatales en un espacio de provincia que procuraba insertarse en el concierto de la formación universitaria nacional. Al respecto, sostenemos que la observación del fenómeno en escalas reducidas relativiza la caracterización homogénea del período al brindar matices y variaciones en los sujetos, sus actitudes, sus intenciones y sus logros a la vez que avanza en la recomposición de las circulaciones y los tránsitos de los individuos, las ideas y los proyectos que moldearon las formas de la cultura en Argentina a mediados del siglo XX.

Palabras clave: Historia cultural; Universidad; Política cultural; Bahía Blanca; Intelectuales; Posperonismo.

Abstract

This article attempts to reconstruct the cultural outreach policies and practices conducted by the Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca) in the period between its creation in 1956 and the general intervention of universities instituted ten years later, for the purpose of bringing new elements to the debate on the impact of the "Revolución Libertadora" in the development of cultural, intellectual and education fields. In this sense, based on the particular case, the text seeks to provide elements to the historiographical consideration on the links between politics, cultural content, the relationship with society and the development of state institutions in a region that sought to be inserted in the world of national universities. In this regard, we argue that the observation of the phenomenon on smaller scales relativizes homogeneous characterization of the period by providing nuances and variations in subjects, attitudes, intentions and achievements while advancing in the recomposition of the circulations and transits of individuals, ideas and projects that shaped the cultural forms in the argentinian mid-twentieth century.

Keywords: Cultural history; University; Cultural policies; Bahía Blanca; Intellectuals; Posperonism.


 

Introducción

Pocos momentos en la historia de la producción cultural en la Argentina han sido investidos de un sentido fundacional similar al que el relato de la "Revolución Libertadora" le asignó a su accionar en la dimensión educativa e intelectual. La coyuntura histórica anudó, desde entonces, hechos concretos –como la organización definitiva de la estructura científica estatal nacional con la emergencia del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, entre otros– con la consolidación de un discurso legitimador que no sólo caracterizó a los actores del proceso como portadores del "progreso", la ciencia normalizada y la "modernidad" sino que, también, ayudó a terminar de cristalizar la representación retrospectiva de los años previos como aquella de la némesis peronista, autoritaria, retrógrada y perimida (Terán, 1986 y 1993; Neiburg, 1998, Sigal, 2002, Suasnábar, 2004 y Buchbinder, 2005). En efecto, la segunda mitad de la década de 1950 y la primera de la siguiente constituyeron un momento de suma fertilidad para el desarrollo institucionalizado de una serie de proyectos culturales y educativos que sentaron las bases de la transformación interna de universidades como la de Buenos Aires, en la que se produjo una reestructuración que supuso la renovación de su planta docente, la creación de espacios de investigación y difusión académica, y la aparición de formatos novedosos en lo que a la educación superior refería (Sarlo, 2001:63). En este sentido, y a partir de la especificidad del fenómeno en el centro universitario capitalino, la historiografía ha configurado una periodización en torno al problema que sigue, en buena medida, a los vaivenes sufridos por las derivas del sistema político; así, la interrupción constitucional de 1966 también se ha convertido en una marca temporal sólida en virtud de la represión militar sufrida por estudiantes y profesores y de la ejecución de la ley de intervención universitaria promulgada por el gobierno de facto. Si en septiembre de 1955 se habrían abierto las puertas a la modernización cultural argentina, el inicio del onganiato habría clausurado esta "refundación".
Más allá de las posibilidades de relativizar estas fronteras heurísticas a partir del relevamiento de los casos regionales –perspectiva teórica2 en la que este artículo pretende alinearse– lo cierto es que la inestabilidad general causada por el derrocamiento de Juan Domingo Perón abrió un escenario que fue más o menos productivo tanto para aquellos que habían participado de la asonada militar o de la movilización civil opositora como para los grupos y los individuos que resultaron favorecidos de manera indirecta por la inversión relativa del poder institucional. En el ámbito de las actividades culturales, este proceso coyuntural se solapó con otros elementos que provenían del mismo campo específico, en algunos casos en dimensiones transnacionales, y que conllevaban en sí mismos las preguntas en torno a la cultura, la educación, las ideas, la sociedad y la política. De un lado, el ya por entonces viejo problema de la modernización y la novedad3 asumió características diversas ligadas a las innovaciones tecnológicas pero también, y en un sentido cualitativamente distinto, a la irrupción y visibilidad de los contenidos de la cultura popular. Por otra parte, aunque en estrecha relación con este punto, el contexto ideológico de la denominada Guerra Fría diseñó e impuso unos horizontes y ciertos límites ideológicos a las discusiones en torno a la definición de la cultura y el rol de los intelectuales y educadores en el crecimiento de las naciones latinoamericanas (Calandra y Franco, 2012). Las más o menos nutridas alianzas de pensadores antifascistas/antiperonistas que funcionaron como base social de este proceso conllevaban en sí mismas el germen de su propio cisma no sólo por su convergencia negativa sino porque, lo que en 1956 se presentaban como diferencias sensibles en torno a las políticas exteriores de Estados Unidos en el resto del continente, entre otros aspectos, luego de 1959 se volvieron puntos de división que marcaron distancias crecientes e irreconciliables.
En Bahía Blanca, ciudad portuaria ubicada al sudoeste de la provincia de Buenos Aires, el fenómeno institucional global que significó la "Revolución Libertadora" dio el espaldarazo material a la organización de una serie de entidades específicas novedosas, que encontraron su lugar en distintos ámbitos de la estructura educativa nacional y provincial, así como también afectó de manera notoria a las preexistentes. Durante la década que medió entre 1955 y 1965 se conformaron las principales entidades estatales de instrucción e interpretación artísticas locales, además de la oficializada Escuela de Artes Visuales: el Ballet del Sur (1956), el Conservatorio de Música y Arte Escénico (1957) (Caubet, 2013), la Orquesta Estable de Bahía Blanca (1959) y la Escuela de Teatro (1960) 4. Este proceso incluyó, aunque de manera diferencial, la aparición de la Universidad Nacional del Sur (UNS) en 1956; creada como la octava universidad nacional argentina y la primera en ser establecida en una localidad que no constituía el centro administrativo de un Estado provincial, la novel casa de altos estudios buscó erigirse como el agente de mayor prestigio y el centro de referencia cultural de la ciudad y su zona de influencia. A partir de entonces, y de forma creciente, se registraron una serie de transformaciones en el mundo intelectual, educativo y cultural de Bahía Blanca que se relacionaron, entre otras cosas, con el establecimiento de nuevas políticas de difusión del conocimiento y con prácticas de articulación con la región aledaña. Intentando echar luz sobre este proceso, en este artículo se analizará la gestión de Gregorio Scheines al frente de la Dirección de Extensión Cultural (DEC) de la flamante Universidad a partir de los registros de la propia dependencia, las notas aparecidas en la prensa y el corpus de las publicaciones de las que fue responsable, con el objetivo de observar las relaciones entre la mencionada Dirección, los docentes del Instituto de Humanidades y otras figuras representativas de las entidades locales y, a la vez, dar cuenta de las formas en las que algunas personalidades reconocidas en el ámbito educativo, como Ricardo M. Ortiz, Ezequiel Martínez Estrada y –en menor medida– Eduardo Mallea, fueron ubicadas en espacios preferenciales en virtud de sus capitales simbólicos, disciplinares, ideológicos y políticos.
En última instancia, este desarrollo empírico procurará dar respuesta no sólo a una serie de interrogantes que ubican al objeto en la dimensión regional del problema de la cultura –como aquellos que se preguntan en torno a las prácticas implementadas por la UNS para lograr su articulación con su contexto o a las estrategias utilizadas para construir y reforzar su imagen frente a entidades más antiguas– sino también a los que surgen de su observación en la convergencia de problemas específicos de las instituciones educativas e intelectuales en el cruce con lo político (Rosanvallon, 2003) y las demandas sociales5. Así, se intentará aportar a los debates historiográficos en torno a las definiciones de cultura que subyacieron al diseño de las actividades culturales y de investigación a mediados de los años '50 y a las líneas ideológicas en las que encontraron filiación, prestando atención a la inserción de estas discusiones en aquellas que atravesaban al mundo intelectual y universitario, en general, en torno al problema de la "modernización" y el "progreso" y a las formas en las que ellas ayudaron a moldear los contenidos culturales luego de 1955.

Investigación, extensión y política cultural para una "Universidad nueva"

Resulta innegable que la interrupción del gobierno de Juan Domingo Perón en septiembre de 1955 tuvo veloces e importantes consecuencias en el mundo cultural de Bahía Blanca; en ese mismo mes el ya existente Instituto Tecnológico del Sur6 fue intervenido por el Comando Naval de Bahía Blanca a la vez que el Ministro de educación de la "Revolución Libertadora" delegó el estudio de su reestructuración institucional a un grupo conformado por Vicente Fatone, Benjamín Villegas Basavilbaso, Eduardo Braun Menéndez, Ezequiel Martínez Estrada y Manuel Villada Achával (Orbe, 2007). Simultáneamente, la movilización popular local que durante dos décadas había sostenido el interés en la creación de una casa de altos estudios adoptó la forma de una "comisión pro-Universidad del Sur"7. En enero de 1956 estos itinerarios concluyeron con la creación de la Universidad Nacional del Sur; su organización institucional fue encomendada a Pedro González Prieto, Berta Gaztañaga de Lejarraga, José María Arango, Marcelo Galar, Américo Malla, Alfredo Viglizzo, Rolando V. García y Enrique Silberstein. Por otra parte, y a lo largo de los siguientes cinco años, el Ballet del Sur, el Conservatorio de Música y Arte Escénico, la Orquesta Estable de Bahía Blanca y la Escuela de Teatro se sumaron a la Escuela de Artes Visuales, iniciando así el proceso de institucionalización de la enseñanza de las artes homologada por el Estado provincial, a partir de la creación de la Dirección de Enseñanza Artística ubicada en La Plata en 19588.
Como ya hemos visto, los debates en torno a la creación de una entidad universitaria habían atravesado y dividido al mundo cultural de Bahía Blanca en la primera mitad del siglo XX, a la vez que, desde mediados de la década de 1940, se habían visto acicateados por la pugna entre los seguidores del gobierno peronista y sus opositores. La concreción definitiva del proyecto en 1956 supuso, entre otras cosas, el fortalecimiento e inserción de los sectores intelectuales socialistas y liberales nucleados en torno a la filial del Colegio Libre de Estudios Superiores, quienes compartían su oposición a Juan Domingo Perón y sus seguidores, a la vez que anudó la institucionalización de los intereses académicos locales a las decisiones de la "Revolución Libertadora" en materia educativa. La nueva casa de altos estudios, entonces, surgió y se consolidó atravesada por una fuerte impronta política que la precedía y la excedía: el derrocamiento de Perón, la proscripción de sus seguidores, y la lectura de este conflicto político en términos binarios: peronismo o democracia. En efecto, el filósofo Vicente Fatone, al momento de asumir el cargo de primer rector interino, enfatizó en el rol de las universidades en la construcción de una sociedad democrática, por contraposición a lo dictatorial o anárquico, en la que predominara el diálogo múltiple y el respecto a la dignidad del prójimo (Orbe, 2006: 83).
De alguna manera, esta condición de origen significó que el proceso de su construcción 9 y la conformación de sus prácticas se produjeran en la arena extremadamente inestable de los años comprendidos entre 1956 y los inicios de la década de 1960, en la que un aporte no menor provino de la disolución de la coalición antiperonista vencedora de 1955 (Cavarozzi, 2002 y Spinelli, 2005). En este sentido, mientras en otras casas de altos estudios se buscó producir una "modernización", que implicó estrategias orientadas a desarmar y erradicar el impacto que en ellas habían tenido las sucesivas gestiones ligadas al peronismo (Neiburg, 1998), la UNS comenzó a dar sus pasos iniciales desde una base en la que personalidades e ideas asociadas al justicialismo estuvieron relativamente excluidas, a la vez que las fracturas internas del bloque antiperonista y la renovación generacional de la intelectualidad comenzaron a introducir nuevos tópicos de debate y definieron sensibilidades ideológicas matizadas que, con celeridad, se acercarían a los postulados de la izquierda más radicalizada. El Departamento de Humanidades, que desde 1956 incluyó las carreras de licenciatura y profesorado en Historia, Letras y Filosofía y un Instituto de Investigación, fue una de las primeras divisiones orgánicas que vieron la luz dentro de la reciente estructura académica. A falta de la masa docente necesaria para el desarrollo de las tareas pedagógicas y de investigación propuestas10, el área se configuró como el espacio receptor de una gran cantidad de personalidades e intelectuales provenientes de otros centros universitarios cuyo común denominador fue el sostenimiento de cierta trayectoria intelectual ligada a la filosofía humanista (Agesta, 2008) y su previa vinculación a los gestores culturales asociados a la filial local del Colegio Libre de Estudios Superiores (CLES) (Autor, 2011c y 2013a). Durante estos primeros años, el plantel docente del nuevo Departamento se nutrió con la llegada de profesores como Héctor Ciocchini, Ezequiel Martínez Estrada (quien residía en la ciudad desde 1949), Hernán Zucchi –que sucedió a Fatone en el rectorado en 1957–, Jaime Rest, Félix Weinberg y los españoles Antonio Camarero Benito, Nicolás Sánchez Albornoz y Rafael Olivar-Bertrand, que se sumaron a algunas figuras bahienses como Gregorio Scheines, Berta Gaztañaga de Lejarraga, Elva María Pino de Arata y Dorotea Macedo de Steffens, entre otros. Desde su creación, la novel Universidad, su Departamento de Humanidades y la Dirección de Extensión Cultural (DEC) fueron espacios y elementos catalizadores de la transformación cualitativa de los debates intelectuales, a la vez que modificaron definitivamente las estrategias implementadas hasta entonces por los agentes del campo (Bourdieu, 1983) cultural bahiense.
Heredera del Departamento de Extensión Universitaria del ITS11, la DEC inició sus funciones en 195612 bajo la dirección del abogado y escritor Gregorio Scheines13, sosteniendo el objetivo de "responder a las necesidades populares del medio local, urbano y regional mediante las conferencias y cursillos en ciudades y pueblos" del sur de la provincia de Buenos Aires, La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut y Santa Cruz, "irradiando la cultura hacia capas sociales alejadas de los centros universitarios" (Universidad Nacional del Sur, 1966: 89). De las fuentes se desprende que su agenda de trabajo hallaba sustento, en parte, en los parámetros que la Reforma de 1918 había definido como "misión social" de la universidad; el propio Gabriel del Mazo (1943) había establecido, en un texto que los gestores de la UNS consideraban fundamental, que la creación de la anhelada casa de altos estudios constituía un hito en el desarrollo de la "conciencia nacional", entendida como la producción de un conocimiento que "exclaustrara" la institución a través del estudio y el análisis de los problemas específicos de su medio regional y del aporte de soluciones comprometidas éticamente con las disputas sociales. La pervivencia de los ideales románticos en torno a la nación le impulsaban a organizar la misión última de la universidad local en torno a la difusa noción de "argentinizar el sur" y, simultáneamente, de colaborar en la resolución de lo que se entendía como la "centralización de la cultura" en el espacio metropolitano (del Mazo, 1943:13). Por otra parte, el accionar de la DEC se hacía eco de lo que hoy se comprende como un proceso de apertura y democratización de la educación superior en escala continental (Tünnermann Bernstein, 2003); si el Primer Congreso de Universidades Latinoamericanas, acaecido en Guatemala en 1949, había consensuado que la universidad latinoamericana se definía intrínsecamente por su interés en la acción social y la extensión cultural, la Primera Conferencia Latinoamericana de Extensión Universitaria y Difusión Cultural, organizada en 1957 por la Unión de Universidades de América Latina, recuperaba y sostenía la concepción de la "misión y función orientadora" de la institución como la "proyección" de la misma sobre su entorno para la "elevación espiritual, moral, intelectual y técnica del pueblo" (Tünnermann Bernstein, 2003: 70).
Estas consignas, que en breve iban a ser cuestionadas e impugnadas por su impronta "paternalista", unidireccional y "asistencialista" (Tünnermann Bernstein, 2003), eran las que daban base teórica a las políticas y las prácticas que se desarrollaron en la DEC desde sus comienzos. La realización periódica de coloquios y disertaciones significó la presentación de investigadores frente a un público general, a la vez que estimuló la movilidad de estudiosos residentes en otras partes del país convocándolos para disertar en la ciudad. Entre mayo y septiembre de 1956 se realizaron 22 conferencias sobre "temas científicos, técnicos, artísticos y de cultura general"; entre julio y septiembre del mismo año tuvieron lugar 5 cursillos sobre tópicos similares14. Simultáneamente, y como lo había hecho el CLES, la Dirección dio espacio de funcionamiento a una "Cátedra Brasil", en la que también se llevaron a cabo eventos abiertos al público15, y al Seminario de Sociología Rural de la Llanura –organizado por Ezequiel Martínez Estrada y con un total de 50 inscriptos–, realizó mesas redondas y debates sobre temas propuestos por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur16. Durante ese mismo año gestionó la concesión del Teatro Municipal a distintas entidades locales, culturales, gremiales y de beneficencia y organizó sus propios eventos –entre los que se destacó, por su novedad, la presentación de la Orquesta Sinfónica Nacional– a la vez que promovió la continuidad del Coro Universitario, organizó 38 funciones cinematográficas, repartidas entre programas de carácter técnico y de índole educativa, y mantuvo espacios radiales en LU3 Radio Splendid y en LU7 Radio General San Martín con programas semanales tales como "Más al Sur" y "Diálogos Rurales/Estrado Universitario", respectivamente. En el primero de ellos, además, se realizaron presentaciones de teatro breve leído a cargo de un grupo de estudiantes apoyado por la misma Dirección (Exp. E-UNS N° 1754/56, 1956: 19)17.
En 1961, entre los 200 actos auspiciados por la gestión de Scheines se destacó el curso elemental para la formación de bibliotecarios al que fueron invitados – atendiendo a sus gastos de alojamiento y viáticos– los responsables de todas las bibliotecas populares del sur de la provincia de Buenos Aires y de Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz, La Pampa y Tierra del Fuego. Durante el mes que duró su estancia en la ciudad, los 27 concurrentes recibieron cursos dictados por Nicolás Matijevic y Germán García, directores de la Biblioteca Central y de la Biblioteca Popular de la Asociación Bernardino Rivadavia (ABR)18, respectivamente, recorrieron talleres de encuadernación, imprentas locales, la redacción del diario La Nueva Provincia y una fábrica de papel en la localidad de Torquinst. La voluntad de "llenar vacíos del arte y la cultura y extender el conocimiento a diversos sectores de población" orientó también un ciclo de 23 charlas sobre temas rurales y otro de similares proporciones que funcionó como homenaje a Domingo Faustino Sarmiento con motivo de cumplirse el 150° aniversario de su nacimiento. Otros eventos fueron organizados mediante la articulación con las instituciones culturales de la ciudad entre las que se encontraron las nóveles Escuela de Teatro provincial y la Orquesta Estable de Bahía Blanca, así como también la mencionada ABR, el Museo Municipal de Bellas Artes y la Asociación Bahiense de Cultura Inglesa (Universidad Nacional del Sur, 1961: 2-5).
El avance en el proceso de estructuración institucional de la UNS significó, a partir de 1966, la creación de una Dirección de Extensión Científica y Técnica que, trabajando en paralelo a la DEC, absorbió parte de sus funciones posibilitando que ésta última intensificara "su labor propiamente cultural y artística". De esa manera, la dependencia planificó la creación de una Escuela de Teatro y un Teatro Universitario –contemplando la formación de directores, actores, escenógrafos e iluminadores mediante cursos dictados por profesores de la universidad– la organización de una orquesta de cámara, la constitución de un cuerpo de ballet, y la organización de una sección técnico-artística de realización cinematográfica cuya función consistiría en filmar películas científicas, artísticas, educacionales y de promoción institucional. Para ello, Scheines consideraba indispensable una etapa previa de formación de especialistas y la conformación de los equipos necesarios, a la vez que programaba el establecimiento de vínculos con las empresas televisivas locales para la utilización de su infraestructura de procesamiento de imágenes (Exp. EC-UNS N° 4336/66, 1966: 1). En otro sentido, la DEC también cumplió las tareas de prensa interna de la universidad, recopilando y difundiendo la información considerada relevante. Como ya lo había hecho una década antes en el seno del CLES (Autor, 2011c), en abril de 1956 el mismo Gregorio Scheines se dirigió a los Comisionados Municipales de la región solicitando datos acerca de los directores de escuelas, curas párrocos, comisarios, presidentes de cooperativas, bibliotecas y entidades culturales, directores de periódicos y diarios y presidentes de comités y centros políticos (Exp. E-UNS N° 1754/56, 1956: 17). De acuerdo a lo manifestado, estas referencias estaban destinadas a ser utilizadas por el Seminario de Sociología Rural de la Llanura. Paralelamente, escribió a los egresados universitarios residentes en los alrededores de la ciudad a los fines de "establecer un vínculo permanente, de orden personal, íntimo, entre la Universidad y los universitarios que viven y trabajan en los medios rurales, pueblos y ciudades", para lo cual les requirió noticias acerca de la vida cultural del lugar, los medios materiales y humanos de los que el mismo contaba, sus problemas y necesidades y las posibles soluciones que la UNS podría aportar a ellos, así como también les solicitó listados de personas o instituciones que realizaran tareas profesionales, científicas, artísticas o de investigación (Exp. E-UNS 1754/56, 1956: 16). De acuerdo a lo expresado por Scheines a Hernán Zucchi, estas acciones respondían a su convicción de que los bahienses conocían la región sureña en términos más "declamatorios" que reales debido a cierta posición de "orgullo y comodidad"; en su opinión, ello debía ser solucionado si se pretendía un verdadero impacto de la universidad en la región (Exp. EC-UNS 2776/57, 1957: 1).
En virtud de este objetivo, entonces, la información recopilada fue organizada en un registro de sociedades y entidades culturales y educacionales de la zona sureña que sirviera para la apropiada planificación de las tareas de la DEC. Con el mismo fin se invitó a profesores, egresados y estudiantes a "proponer ideas para la expansión de la UNS en toda la Patagonia", ante lo que la Liga de Estudiantes Humanistas del Sur (Orbe, 2007) respondió manifestando una postura distinta a la de Scheines en lo referente a la extensión. Para estos grupos estudiantiles, la cultura debía elevar al pueblo, "no rebajando la Universidad y su nivel cultural" ya que el "Cultivo del espíritu" no podía ser masificado. (Exp. UNS N°2622/57, 1957: 1. Mayúsculas en la fuente). A pesar de estas disidencias, el "plan de extensión cultural a la zona" ideado por Scheines incluyó lo que él y la docente Zulema Cornídez19 dieron en llamar "misiones culturales" (Exp. EC-UNS 2776/57, 1957: 2): las mismas consistirían en el traslado de equipos de profesores y estudiantes por el término de 10 a 15 días, en período estival, a diferentes localidades entre las que se encontraban Comodoro Rivadavia, Bariloche, Trelew, Neuquén y General Roca, permaneciendo en cada una por un lapso de 2 o 3 jornadas. Durante ese tiempo, se planificaba que los profesores disertaran en cooperativas, bibliotecas o salones públicos y ante reuniones de agricultores y fruticultores, maestros, profesores y estudiantes, sobre temas económicos, industriales, técnicos, literarios y artísticos. Los estudiantes, mientras tanto, ofrecerían charlas de orientación vocacional en establecimientos secundarios, dando cuenta así de las posibilidades profesionales que la UNS ponía a su disposición. De manera complementaria, el proyecto contemplaba la realización de muestras de pintura, conciertos fonoeléctricos, acompañados de conferencias sobre ellos, y la actuación especial de un quinteto perteneciente al Coro Universitario preparado al efecto. Para la concreción de estas actividades se requeriría la colaboración económica de las provincias destinatarias de las mismas, así como la disponibilidad de vehículos de transporte cuyos gastos de funcionamiento correrían a cargo de la casa de altos estudios. De esta forma, la tarea de extensión cultural que se realizaba en Bahía Blanca podría "irradiarse al sur".
Desconocemos si este proyecto se puso en marcha de manera efectiva y, si lo fue, cuáles fueron los destinos geográficos de su alcance. Sin embargo, su reconstrucción resulta significativa en tanto permite dar cuenta de las vías específicas por medio de las cuales se diseñó la política cultural de la universidad en la región que consideraba como parte de su área de influencia20. Si el trabajo universitario ya no consistía en elaborar "datos de cultura en un plano sideral o de pura especulación intelectual", la institución debía salir de los gabinetes y laboratorios y encontrarse con las necesidades populares, buscando "la salud moral, física e intelectual del pueblo" y reforzando la democracia mediante la "elevación de los más calificados" para el mejoramiento de la sociedad (Universidad Nacional del Sur, 1961: 8-9). Asimismo, y a la luz de las diferentes concepciones sostenidas en torno a cómo debía articularse el rol pedagógico de la UNS fuera de la ciudad y cuáles eran las relaciones legítimas entre la producción cultural, el conocimiento y la sociedad, la virtual puesta en marcha de estas "misiones" dejaba ver que, a pesar de la divergencia, la circulación de los saberes y los contenidos siguió siendo considerada a través de un esquema unidireccional en el que el centro residía en Bahía Blanca y desde allí, en un sentido descendente y asimétrico (Díaz, 2006), los mismos transitaban hacia la periferia. La Dirección de Extensión Cultural funcionó, también, como elemento promotor de la UNS en las localidades cercanas, no sólo a través de los cursillos y conferencias, sino también convocando a los estudiantes secundarios de la zona de influencia para que se desplazaran a Bahía Blanca y se inscribieran en la flamante casa de estudios. Para hacer esto posible, a su vez, la misma Dirección coordinaba 5 residencias para estudiantes en las que eran recibidos, en total, 140 alumnos a los que se proveía de alojamiento, desayuno y merienda. La necesidad de contar con mayores recursos para el financiamiento de los estudiantes llevó al rectorado de Ricardo Ortiz a tramitar ayudas económicas de los gobiernos provinciales de La Pampa, Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Parafraseando la expresión popular, Ortiz afirmaba que "es la montaña la que tiene que venir a Bahía Blanca": la universidad debía fomentar el acceso a los estudios a aquellos jóvenes que habitaran en la región patagónica, proveyendo los recursos materiales que les fueran indispensables, "a fin de que no solamente sean los hijos de los estancieros ricos los que puedan concurrir" (Ortiz, 1959) A pesar de las negativas de los gobernadores provinciales –en virtud de que esas erogaciones significarían "el empobrecimiento de las provincias y una ventaja hacia Bahía Blanca" (Ortiz, 1959)– para 1964, y a través del área de Difusión, Becas e Intercambio que dirigía Alberto Obiol, la DEC había organizado un sistema de gestión presupuestaria21 mediante la cual otorgaba, anualmente, 25 becas de dedicación exclusiva al estudio a alumnos provenientes de establecimientos de enseñanza media del sur del país. Las mismas consistían en la percepción mensual de $ 6.000 m/n y derecho a alojamiento en los pensionados de la Universidad, y debían ser renovadas al inicio de cada ciclo lectivo (Exp. EC-UNS N° 0734, 1966a: 3). Los estudiantes de la zona de influencia y los de las escuelas locales, a la vez, eran premiados con 5 becas al "mejor egresado con título de bachiller", fundamentadas en la medición del rendimiento de los postulantes. Por un período de 10 meses, sus beneficiarios recibían un valor monetario que osciló entre los $ 4.000 m/n y $ 7.000m/n (Exp. EC-UNS N° 0913, 1966b: 23).
Finalmente, y además de la impresión de un Boletín Informativo, circulares y formularios destinados al uso interno de la universidad y a la difusión de las actividades por la oficina de prensa, la DEC sostuvo un trabajo de edición de libros, al menos, hasta 1968. El catálogo de autores se compuso, de manera preferencial, por docentes e investigadores de la UNS y la selección de textos se nutría de las conferencias que muchos de ellos brindaban en el marco de las actividades de la misma dependencia de extensión. La conversión de aquello que había sido presentado de manera oral y, por lo tanto, efímera en un objeto capaz de circular y ser leído en otros espacios y con posterioridad al evento se fundamentaba, probablemente, en las ideas que Scheines sostenía acerca del poder de los libros como difusores de la cultura, y de su circulación como elementos fundamentales en la transformación social y en el fortalecimiento del sistema democrático (Universidad Nacional del Sur, 1961: 8-9). En una ciudad en la que la producción editorial no constituía un rubro de gran desarrollo (Autor, 2012), la emisión periódica de estos pequeños breviarios significó la introducción de nuevas formas de intervenir en el campo. Teniendo en cuenta el potencial cultural, político y social que Scheines le asignaba a la actividad de escritura, edición y difusión de libros, es comprensible el esfuerzo que fue invertido en su continuidad.
La práctica se asemejó ampliamente no sólo a las que –casi en simultáneo– comenzó a desarrollar Boris Spivacow en la Editorial de la Universidad de Buenos Aires (EUDEBA)22 (Buchbinder, 2005) sino, también, a la que llevaba a cabo el CLES desde los años '40, incluso en sus aspectos formales: por tratarse de disertaciones, los libros eran de pequeño formato, editados en rústica y, suponemos, en pequeñas tiradas.23 La publicación de las obras se organizó en diferentes series, atendiendo cada una de ellas a una temática principal: "La Brújula" –su colección más nutrida– fue dedicada a los temas científicos, "Las Raíces" incluía contenidos históricos, antropológicos, filosóficos o folclóricos, mientras "El Viento" fue consagrada a estudios sobre literatura. En 1963, la serie "Homenajes" publicó textos que rendían tributo a la labor de algunas personalidades, o simplemente reproducían alguno de sus trabajos. A lo largo de la década se editaron 49 obras: hasta 1963 el promedio de edición anual osciló entre 6 y 7 libros, sin embargo, en la segunda mitad del decenio la producción disminuyó a menos de 3 libros por año. En 1958, entre las obras seleccionadas para su reproducción y difusión 24 se encontraron la conferencia que el ingeniero Ricardo M. Ortiz (1892-1961) había brindado en noviembre de 1956 bajo los auspicios de la DEC, titulada Reflexiones sobre la economía de la zona de Bahía Blanca en relación con su puerto, y el discurso pronunciado por Ezequiel Martínez Estrada (1895-1964) con motivo del homenaje que la misma dependencia le ofreciera en ocasión de cumplirse el vigésimo quinto aniversario de la edición de su Radiografía de la Pampa. En ambos casos, las palabras de los oradores fueron recuperadas como parte de una estrategia de legitimación simbólica del trabajo de la Dirección, no sólo en el mundo cultural local, sino también en el espacio geográfico mayor en el que la misma buscaba impactar. En septiembre de ese mismo año, y luego de la gestión interventora de Fatone, Zucchi y Roberto Arata, la novel casa de altos estudios designó como su primer rector estatutario al ingeniero Ortiz, dando inicio de esta forma a una etapa breve pero altamente significativa en su desarrollo institucional. Miembro disidente del CLES capitalino (Ciria, 1990: 94) y reconocido tanto por sus estudios sobre la infraestructura económica argentina como por su cercanía a la ideología comunista (Nallim, 2012)25, sus conexiones con el grupo del Colegio Libre bahiense se habían hecho evidentes desde inicios de la década anterior, momento en el que había dado a conocer su análisis respecto a la condición portuaria de la ciudad. En efecto, el ingeniero había formado parte de los invitados a participar en los primeros eventos del Colegio y el texto completo de su conferencia había sido el primero en ser editado por la filial local. En él, refirió a la extensión cultural como la forma en la que el mundo académico se asociaba a los grandes interrogantes del país; en este mismo sentido, puso de manifiesto las formas en las que entendía la relación entre el sistema social y el económico y la cultura, y el rol que la universidad cumplía en ella y resaltó la novedad que constituía, en el mundo académico, que esta preocupación fuera atendida por la dirigencia universitaria, mientras en otras instituciones se reducía a un interés del alumnado (Ortiz, 1958: 3). En su esquema de interpretación se distinguían un "afuera" y un "adentro" de la entidad que debían comunicarse de manera apropiada; a diferencia de las universidades que no habían adoptado la Reforma, la nueva se comprometía a atender a los problemas "nacionales" desde una posición de legítima intérprete de las necesidades sociales, teniendo en cuenta la relación de determinación directa que "la estructura social y la técnica de la clase dirigente" ejercían sobre las expresiones de la cultura. (Ortiz, 1958: 4)
La lectura de Ortiz dejaba ver cierta adopción de la matriz de comprensión materialista en las formas de entender la producción intelectual, en general, y en la explicación del proceso local. En coherencia con las consignas de la izquierda que le era contemporánea, los fundamentos de su pensamiento eran cercanos a las nociones de determinación propias del marxismo que hoy entendemos como ortodoxo26. En el caso de Bahía Blanca, el devenir económico mundial había constituido un elemento insoslayable en el itinerario tórpido que había precedido a la concreción de la UNS: a su entender, la presencia de la colectividad y los capitales británicos27 en la sociedad bahiense había significado la preponderancia de los intereses colonialistas por sobre las preocupaciones y las necesidades locales, entre las cuales se encontraba la de consolidar la centralidad de la ciudad en el desarrollo cultural regional y nacional (Ortiz, 1958: 8). Las preocupaciones de Ortiz por este desenvolvimiento y su posición antiimperialista respecto a las relaciones entre Argentina –y América Latina en general– y las potencias internacionales constituyeron tópicos compartidos con otros investigadores y formaciones, como fue el caso de la corriente que se conoce como Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo (Feld, 2011)28. En este sentido, el ingeniero recuperaba algunos de los supuestos ideológicos de la Reforma Universitaria pero, también, los complejizaba a partir de las nociones en torno a la dependencia latinoamericana que darían sus frutos sobre todo en las dos décadas siguientes, y los articulaba a sus propuestas de vinculación con las regiones que la posguerra había dejado al este del muro de Berlín. En 1956 viajó a la Unión Soviética integrando una delegación que, invitada por la Sociedad para las Relaciones Culturales con el Extranjero en Moscú, había sido enviada a ese país por el Instituto de Relaciones Culturales Argentina –URSS (IRCAU). A su retorno, y con motivo de la celebración del 40° aniversario de la fundación del Estado soviético organizada por el IRCAU, Ortiz realizó una serie de conferencias en las que destacó que, con el objetivo de promover las relaciones culturales con el mundo soviético y, en última instancia, estimular el salto cualitativo en el desarrollo de la infraestructura nacional, era fundamental que se establecieran intercambios materiales con la URSS (Ortiz, 1957).
Al momento de asumir sus funciones al frente del rectorado de la UNS Ortiz subrayó su identidad como militante reformista y presentó su elección, y el trabajo de la Federación Universitaria del Sur, como parte de los triunfos del movimiento estudiantil iniciado en 1918 (Orbe, 2007b). En este sentido, el nuevo rector afirmó que la UNS debía convertirse en el eje cultural de la región sureña de la que el núcleo urbano de Bahía Blanca constituía su centro productor y emisor. La dinámica de la circulación de los saberes y el conocimiento, que formaban parte del proceso de extensión universitaria, debía guiarse hacia el objetivo concreto de "contribuir a la creación de la nación" mediante la orientación y armonización de las exigencias locales entre las que se encontraban, por ejemplo, el asesoramiento a los organismos de gobierno y los sectores privados 29 . En ello, cabía a la universidad un rol indispensable por ser el espacio en el cual los aspectos materiales y las ideas podían ser articulados correctamente, esto es: sin recurrir a las "discrepancias" y "violencias" del proceso político y respetando la relación de determinación que, según Ortiz, el proceso económico imprimía sobre el cultural. A su vez, la legitimidad de esta función tutelar de la institución universitaria fue refrendada por la imagen del investigador científico profesional, a quien Ortiz ubicó como su protagonista principal en virtud de su trascendencia social y de su labor sacrificada y desinteresada (Ortiz, 1958b: 8-9). En el centro de esta construcción acerca del trabajo cultural se encontraban, entonces, la figura del intelectual abnegado y la relevancia de su quehacer al servicio del bien común, desmontando la contradicción moderna entre la evolución científica y el bienestar humano (Ortiz, 1958b: 12). Los problemas regionales del progreso industrial, la articulación de la estructura de transportes, el aprovechamiento de los recursos naturales, así como el desarrollo del sistema democrático y el fortalecimiento de la posición nacional frente a los desafíos que presentaban las avanzadas imperialistas, sólo podían "ser resueltos mediante una inteligente, desinteresada y tenaz labor de investigación" (Ortiz, 1958b: 11) en la que las disciplinas humanísticas debían, entre otras cosas, sentar la pauta ética.

Universidad, intelectuales y sociedad en un espacio provinciano

Desde 1949, por su parte, Ezequiel Martínez Estrada residía en Bahía Blanca. A partir de su arribo, la prensa había destacado el honor que significaba para la ciudad que "uno de los más altos valores intelectuales de América", tras obtener "la consagración literaria en el país", adquiriera la "ciudadanía bahiense" (Aquí nosotros, 1949: 6). A poco de su llegada había fundado el Instituto de Estudios Históricos y Sociales, con el auspicio del CLES, en el que Gregorio Scheines ejercía la coordinación general. En marzo de 1956, en el contexto de la estructuración orgánica de la UNS y de su convocatoria a docentes, Vicente Fatone designó a Martínez Estrada como profesor extraordinario, en virtud de constituir una "figura ejemplar del magisterio cultural y cívico"30. Esta imagen del escritor no era específica de Fatone ni de los bahienses; como bien ha señalado David Viñas (1996:196), esa época fue la del apogeo del autor de La cabeza de Goliath ya que representaba nítidamente no sólo el centro de la escena intelectual sino un referente ineludible de las devociones y los rechazos. La convocatoria de la que la UNS lo hizo destinatario se fundamentaba, entonces, no sólo en su legitimidad al interior del campo intelectual sino en que su nombre estaba asociado a los sectores que hasta 1955 habían sido opositores al gobierno de Juan Domingo Perón, como el Colegio Libre de Estudios Superiores y el grupo que se congregaba en torno a la revista Sur.
Sin embargo, hacia 1956, la aceleración de los hechos históricos había trastocado esa situación y el propio Martínez Estrada lanzó la manzana de la discordia, desde Bahía Blanca, con la edición de ¿Qué es esto?: catilinaria. En el prólogo a su primera edición, editada tan sólo tres meses después de la "Revolución Libertadora", el autor fue claro respecto a las alianzas opositoras: no todos los antiperonistas eran iguales ni compartían las formas de comprender la realidad nacional. La oposición política había unido y superpuesto elementos heterogéneos que, pasado el clímax de la disputa, dejaban de comulgar en sus postulados ideológicos básicos. (Martínez Estrada, 1956: 35). Se hizo evidente, de esa forma, el quiebre interno del consenso de los intelectuales antiperonistas que, durante todo ese año, tuvo como protagonistas principales al mismo M. Estrada, a Jorge Luis Borges y a Ernesto Sábato (Sigal, 2002; Fiorucci, 2011 y Vázquez, 2011). Los escritos provocadores y desafiantes de M. Estrada no se detuvieron en esta polémica sino que, simultáneamente, sentenció que el debate "laica o libre" (Sigal, 2002 y Orbe, 2007) era un asunto "muerto, sepultado, podrido y pulverizado" y que la Reforma Universitaria era un "tema añejo"31. En pocos años, su interés político se deslizaría desde esta crítica a la intelectualidad liberal más tradicional hacia una curiosidad, y posterior defensa y apoyo al proceso revolucionario cubano; en el ámbito del campo literario su actitud se tradujo en una aspiración al exilio que, finalmente, concretó en 1959, luego de alejarse de Bahía Blanca en el transcurso de 1956 (Lamoso, 2011; Fernández Stacco, 2009: 181).
Con motivo de cumplirse el vigésimo quinto aniversario de la edición de Radiografía de la Pampa, en 1958 la Dirección de Extensión Cultural de la UNS organizó un homenaje a la figura del autor, al que también fueron invitados Leónidas Barletta, Roger Pla y Pedro G. Orgambide. Usufructuando la inusual presencia de estos escritores en la localidad, al día siguiente se organizó una mesa redonda cuyo título fue "La novela argentina, su estado actual, sus frustraciones y aciertos, sus conexiones con la novelística universal, su sentido rebelde y sus vinculaciones con el país". Las palabras que Martínez Estrada pronunció durante el acto honorífico fueron reproducidas, pocos meses después, en una de las ediciones de la DEC. En ellas, el homenajeado se presentó a sí mismo y a las personalidades que lo acompañaban, como "escritores desvinculados de la vida universitaria" (Martínez Estrada, 1959:6), especie de outsiders del mundo intelectual. Él, sin embargo, contaba con la capacidad de conectar a "los jóvenes desconcertados"32 –a quienes hizo destinatarios de su prédica– con las figuras que consideraba señeras de la inteligencia nacional: Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo, Esteban Echeverría, Domingo F. Sarmiento y Juan Bautista Alberdi. Coincidentemente, el diagnóstico en torno a la confusión juvenil había sido uno de los tópicos por los que había rondado la alocución de Atilio Dell'Oro Maini durante la inauguración de la UNS; para él, el rol de la Universidad se concentraba en eliminar el drama, la incertidumbre, la anarquía y la contradicción que habitaban en esas conciencias. (Dell'Oro Maini, 1956). La concordancia, sin embargo, no fue más lejos. Su ubicación como elemento necesario en la educación y en la futura acción política de las nuevas generaciones, en virtud de sus conocimientos y su experiencia, autorizaba a Martínez Estrada a asumir un tono de reprimenda y, simultáneamente, a explicitar cómo debía entenderse el trabajo revolucionario. Exhortando a los interlocutores a abandonar lo que él entendía como un estado de servidumbre y extrañamiento falsamente revolucionarios, los alentaba a pensar la filosofía marxista con sensatez, "sin comunismo doctrinario" ni demagogia (Martínez Estrada, 1959: 9- 11).
De esta forma, entonces, el autor de La cabeza de Goliath introducía en su amonestación una de las cuestiones que no sólo daban cuenta del desplazamiento de sus alineamientos políticos e ideológicos sino que, en pocos años, se volverían centrales en los debates del mundo intelectual y transformarían, a la vez, las formas de intelección y de explicación del fenómeno peronista. Como se ha visto (Autor, 2013c), los contenidos discursivos y propositivos asumidos por una parte de la generación estudiantil se sostendrían, en buena medida, por las lecturas realizadas del cuerpo doctrinario del marxismo en torno al sentido de la revolución. A pesar de la ausencia física de su interlocutor ideal durante la conferencia33, el giro operado en el pensamiento de Estrada y su compromiso con el proceso cubano lo convertirían, en breve, en una figura por demás interesante para los grupos juveniles bahienses que leían en el movimiento castrista la cristalización de las luchas antiimperialistas y el inicio de las esperadas transformaciones sociales en Latinoamérica. La voluntad de homenaje a la figura del escritor explicitada por la institución universitaria y las palabras de los oradores invitados (Orbe, 2004) resaltaron –a pesar del carácter marginal que él mismo se atribuía– el signo de autoridad que se le asignó a su persona y la justicia del reconocimiento al valor intelectual del "más importante de los ensayistas argentinos del siglo XX" (Borello, 1967). En principio, el mismo acto se alineó –en parte– en la propuesta de relectura que el mismo Estrada estaba realizando de su obra a la luz del arraigamiento de nuevos tópicos antiimperialistas provocados, entre otras cosas, por la difusión y el impacto de la obra de Franz Fanon (González, 2007). Desde otra posición y con diferentes objetivos, Jaime Rest también releía a Martínez Estrada. Mientras desempeñaba funciones de docencia en el Departamento de Humanidades34, Rest fue convocado por la DEC en 1960 con motivo de los actos de homenaje a la Revolución de Mayo y en su conferencia Cuatro hipótesis de la Argentina volvió sobre el texto de Radiografía..., al que puso en diálogo con la obra sarmientina y las propuestas de Eduardo Mallea y Julio Mafud (Rest, 1960). Interesado en explicar las formas en las que la realidad política había sido definida, el crítico articuló las propuestas que desde la historia y la sociología actualizadas (Neiburg y Plotkin, 2004) estaban realizando José Luis Romero y Gino Germani para dar cuenta así de las razones que habían rodeado, en la década del '30, la producción de obras como Historia de una pasión argentina (1936) y la misma Radiografía... Unidas ambas en la caracterización pesimista y desesperanzada de lo nacional, su recepción no había seguido itinerarios similares. Mientras que la vigencia de la última entre los jóvenes era explicada en función de su visión fatalista y "profética" de la sociedad argentina previa a 1930 –lo que convertía al autor en una suerte de pionero en la prédica por la transformación de la misma entendida en términos de "modernización"– la obra de Mallea había visto su apogeo en los años '30, luego de lo cual había comenzado a "depreciarse" hasta ser duramente criticada, a su entender, sin justicia por parte de la misma generación "parricida" que celebraba a Estrada (Rest, 1960).
Los textos de Mallea, junto a los de Roberto J. Payró, volvieron a ser recuperados en una conferencia de Celia N. Priegue (1962) dado que ambos tematizaban a Bahía Blanca. El primero, oriundo de Bahía Blanca pero alejado de ella desde 1916, había ficcionalizado historias en un escenario bahiense caracterizado por su chatura y su inmovilidad; la imagen no distaba mucho de las formas que Payró le había atribuido al Pago Chico (1908). Ello y la propia obra de Mallea, a su vez, eran parte de las preocupaciones literarias de Gregorio Scheines, como él mismo lo había expuesto un año antes en el ensayo "Indagación espiritual de Bahía Blanca", incluido en Novelas rebeldes de América (Scheines, 1960) a la que la misma Priegue hizo referencia, al retomar tanto el diagnóstico de Martínez Estrada como las imágenes bahienses de los textos mencionados.

Hoy vivimos una quietud satisfecha, sin sobresaltos y sin proyecciones. La paz de la tierra alambrada y sin indios; la seguridad de la ciudad edificada, de calles de empedrado, con policía en las esquinas; la organización de los suministros; la fácil distracción en el baile, el cine, el café, nos dan la ilusión de una vida lograda. Y para no malograrla, nos hemos hecho cautelosos y prudentes. (…) Los que dirigen nuestros establecimientos de cultura hablan de costosos edificios como de métodos fundamentales para la enseñanza; tampoco nosotros reclamamos planes de cultura, sino edificios con calefacción... (Scheines, 1960: 121-122)

El texto, que había sido publicado originalmente en 1951 en Cursos y conferencias, fue reproducido en 1960 en la recopilación de ensayos que compitió en el "Primer Concurso Bienal de la Literatura Social Latinoamericana". Si bien el premio fue otorgado a El desarraigo argentino, de Julio Mafud, el jurado había señalado los "relevantes méritos" de la obra de Scheines, "novel en el camino de la ensayística", y había recomendado su publicación (Scheines, 1960). A inicios de los años '50 la crítica se dirigía, específicamente, a las formas en las que el Instituto Tecnológico del Sur estaba llevando a cabo su estructuración institucional y a la inversión económica que la gestión peronista en la provincia proyectaba realizar en la edificación de su sede35; la reedición en 1960 y su recuperación en la conferencia de Priegue dotaron al texto de nuevos sentidos. Mientras la figura de Mallea ya era central, no sólo por su participación en los cenáculos intelectuales "vencedores" del peronismo, sino por su consagración como novelista preocupado por la realidad nacional –lo que posibilitaba su diálogo con aquellos que trabajaban el género del ensayo moderno– desde Bahía Blanca su obra se leía en otros términos y con otras preguntas.

(...) Bahía Blanca espera un renacer de sus fuerzas ocultas. Hay fervores y ansias y comprensiones vitales. Una ebullición caótica se advierte y puede ser el comienzo de una gestación. Del hervor de la disconformidad que alientan grupos de hombres surgirá la substancia compacta de un nuevo vivir (...) Grupos pequeños de hombres y mujeres, hombres y mujeres aislados, sueñan con ojos abiertos en una nueva realidad. Son jóvenes estudiantes que advierten que la enseñanza oficial es sólo otorgamiento de títulos y aprendizaje de oficios para la vida material, y que deja su espíritu con hambrientos huecos (...) no se conforman; son mujeres y hombres reunidos en grupos que buscan en la historia, la literatura, el arte, en ávido estirarse hacia sí mismos, caminos interiores. (Priegue, 1962: 21).

Lejos de limitarse a disquisiciones literarias, consideramos que estos discursos y su posterior edición y difusión se inscribieron en la serie de estrategias y luchas de representación que se originaron en el seno del grupo de docentes humanistas asociados a la nueva UNS. Mientras Rest leía a Mallea ciñéndose a la lógica propia del campo literario (Crespi, 2012) y lo explicaba en función de sus relaciones históricas contextuales, Priegue y Scheines rastreaban en sus textos elementos que pudiesen aportar a la legitimación de Bahía Blanca en el concierto del campo intelectual y educativo ampliado y reformulado posperonista. En este sentido, entonces, se reconstruyó la imagen de la localidad que Mallea había dibujado y cuestionado en Todo verdor perecerá (Sarlo, 1988:230): Bahía Blanca era una sociedad materialista y con pocas condiciones para el desarrollo cultural. Se recurrió a la figura del escritor porque era su propia existencia, en tanto hijo de la ciudad, lo que refutaba la imagen pesimista de la misma como espacio sin "ambiente cultural". A pesar de la reticencia del mismo autor a visitarla y sus negativas a aceptar los homenajes que los bahienses querían prodigarle (La Nueva Provincia, 2010), su obra y su escritura servían de espacio en el que observar y comprobar –a juicio de Scheines y Priegue– no sólo la centralidad de Bahía Blanca en la cultura y la educación sureñas, específicamente a partir de la creación de la universidad, sino también la ubicación de la misma en el mapa de la literatura argentina consagrada (Burgos, 1996). Se trataba, en definitiva, de la confirmación del esperanzado pronóstico de Scheines: no sólo las "fuerzas ocultas" de 1951 habían logrado manifestarse y concretar el "nuevo vivir" en la gestación de la UNS sino que el mismo intérprete de la desolación, encargado luego de 1956 de dirigir las formas en las que la cultura universitaria circulaba hacia el "afuera", era señalado positivamente en el mundo de la literatura nacional, casi a la par de uno de los miembros más destacadas de la generación "parricida"36.
La utilización de las figuras de Ricardo Ortiz y Ezequiel Martínez Estrada se encaminó en un doble sentido: en primer lugar, se pretendió establecer las diferencias necesarias dentro del mundo intelectual que, antes de 1955, había parecido un bloque homogéneo. Marcada por la impronta de la "Revolución Libertadora" desde su misma creación, hemos visto que la UNS no pasó por un proceso de "desperonización", como sí lo hicieron otras instituciones educativas; su plantel docente se organizó, en mayor o menor medida, a partir de la integración de quienes se habían mantenido alejados de las columnas justicialistas (Orbe, 2006). Sin embargo, a raíz de las claras divergencias que saltaron a la luz luego del derrocamiento de septiembre de 1955, la Dirección de Extensión Cultural trabajó en pos de construir una representación de la Universidad y de su trabajo que, sin adherir a "la demagogia" del depuesto Coronel, tampoco quedara embanderada en las filas más acendradamente "gorilas". En este sentido, entonces, el pensamiento de Ortiz y el de Martínez Estrada, y su propia inserción dentro de la estructura institucional, funcionaron como gestos concretos de preferencia por la disidencia crítica. Por otra parte, y sobre todo en el caso de éste último, la recurrencia a figuras legitimadas dentro del campo intelectual constituyó una estrategia de validación de la nueva institución universitaria como portadora de los saberes específicos sobre el espacio pampeano y sureño, y la ratificación del trabajo de sus investigadores en un plano de superioridad frente al "afuera". A la vez, la manifestación de Martínez Estrada respecto al desplazamiento de la Capital Federal a Bahía Blanca no hizo sino acrecentar los beneficios que la intelectualidad bahiense observaba en su personalidad, a pesar de que la propuesta de Estrada decía más de su voluntad de "desmantelar" el centro porteño que de sus consideraciones positivas sobre Bahía Blanca 37 . En este mismo sentido, ante la difundida y remachada concepción de la localidad como "fenicia" (Ribas, 2008), mercantil y desértica, la recuperación y operacionalización de la figura de Mallea buscaba desmontar esta representación y ubicar a la ciudad, no sólo entre las contenidos tematizados por la literatura argentina, sino como el espacio social que había podido producir un escritor como Mallea y que Martínez Estrada prefería como centro administrativo de la nación.
Como se ha dicho (López Pascual, 2013c), los sucesos revolucionarios cubanos y la influencia de las pautas de política exterior establecidas por los Estados Unidos para América Latina (Calandra y Franco, 2012) desplazaron los horizontes de lo ideológicamente "aceptable", o "esperable", en distintos sentidos. Uno de ellos radicó en torno a las definiciones de cultura y extensión que, en la clave de lectura del anticomunismo, se volvió un problema de "politización" y distorsión de los objetivos universitarios. De esa forma, la cercanía a los intelectuales de izquierda que la Dirección de Extensión Cultural había mantenido desde la creación de la UNS, y que en el caso de Scheines se remontaba al menos a una década antes, comenzó a dividir las opiniones de los actores: mientras una parte de los estudiantes la aplaudía, un sector de la dirigencia universitaria y política la cuestionaba seriamente. En el contexto de los debates universitarios que derivaron en la renuncia de Ricardo Ortiz a su cargo de rector en 1959, se produjo una discusión entre la Universidad y el Concejo Deliberante local en el que se endilgó a la institución educativa el propiciar que se hubieran dictado "cursos intensivos de comunismo de verano", refiriendo de esa forma al programa de conferencias que la DEC había organizado durante el período estival38. En este mismo sentido, en mayo de 1965, la DEC auspició la visita y la conferencia de Héctor P. Agosti, reconocido intelectual y miembro del Comité Central del Partido Comunista. Para La Nueva Provincia, por ese entonces el principal diario local, este era un patrocinio "sorprendente" e "inconcebible" que invitaba al editorialista a reflexionar sobre otros sucesos concatenados que, a su entender, correspondían a "un bien cerebrado [sic] plan de penetración" de la ideología "disolvente", "demagógica" y "rencorosa" del comunismo (La Nueva Provincia, 1965:2).
El diario de Enrique Julio, que se volvería tristemente célebre en las siguientes décadas por su participación en la persecución ideológica a los movimientos de izquierda y a las organizaciones sindicales y estudiantiles (Zapata, 2009), consideraba estar en la obligación de recordar a sus lectores y a la dirigencia de la misma universidad cuáles debían ser los contenidos legítimos de la cultura y las maneras apropiadas de tramitar su divulgación. En lugar de convertirse en "trampolín para difundir a alto nivel ideologías extremistas" o instrumento de "la disolución, la confusión y la mentira sistematizada", la entidad debía ser "escuela de disciplina y de orden": "Si su autonomía institucional sirve para permitir que se haga reiteradamente lo contrario, habrá derecho a pensar que ha llegado el momento de rever un "status" que perjudica a la comunidad y al país" (La Nueva Provincia, 1965:2). Desde su óptica, la Universidad debía resguardar su lugar de sin prestarse a la difusión de políticas "disolutorias" o "antiargentinas"; de lo contrario, sus prerrogativas de autonomía respecto a los métodos y los saberes a enseñar, investigar y divulgar necesitaban ser revisadas y sometidas a evaluación en virtud del posible perjuicio que implicaban para el país. Prefigurando los acontecimientos que no tardaron demasiado en llegar, el periódico proponía la intervención de la casa de altos estudios, ante lo que la UNS reafirmó su lugar de legítimo árbitro del conocimiento académico y los criterios empleados en la apreciación y selección de los temas a tratar. Ante ello, el Consejo Universitario de la UNS reiteró "la actitud mantenida con firmeza de regirse por el más severo sentido de la cultura" dando cabida en sus aulas "a las expresiones del pensamiento con la amplitud que exige el concepto de la Universidad, sin exclusiones que no sean las que derivan de la falta de calidad y jerarquía científica y sin ceder a otro interés que el de la cultura misma" (Fernández Stacco, 2009: 273).
A pesar de estas afirmaciones, y de la voluntad de sostenimiento de las reglas del campo intelectual y educativo, la UNS sufrió la intervención universitaria a partir de 1966 (Orbe, 2007; Odonnell, 1996) y sus estatutos fueron reformados en 1968. En este sentido, y en paralelo al movimiento operado en torno a los ejes ideológicos y a su valoración en el diálogo con las decisiones políticas, la dinámica general de su funcionamiento en lo atinente a sus relaciones con el resto del campo cultural local se vio afectada por lo que, de manera general, César Tcach (2003) ha caracterizado como el desplazamiento del antiperonismo a la antipolítica. Hacia 1968 la actividad de edición de libros y la articulación con las actividades programadas por las instituciones artísticas disminuyó sensiblemente, a la vez que ellas mismas sufrieron sus propias transformaciones internas. El surgimiento de nuevas formaciones intelectuales, como la Junta de Estudios Históricos de Bahía Blanca (1966)39, posibilitó otras vías de articulación de la Universidad con el mundo cultural local en las que no encontraron lugar ni la DEC ni el propio Scheines. Este giro en los sentidos asignados al accionar cultural y educativo no afectó solamente a la novel casa de estudios; el mismo Colegio Libre, que contaba con una trayectoria de más de 25 años en la ciudad, también sería objeto de pesquisas policiales desde 1966, como constó en las actas de la ABR luego de una reunión entre su bibliotecario, el comisario de la policía federal y otros oficiales de la fuerza de seguridad en la que se le requirió informaciones sobre "una reunión de docentes universitarios a realizarse en la Biblioteca" (ABR, 1966: 298). El encuentro al que la policía refería se trataba, en efecto, de una actividad organizada por la Dirección de Extensión Cultural de la UNS; las averiguaciones en torno al Colegio se derivaban de la aparición de una nota periodística en la que se evaluaba la situación de la casa de altos estudios y que, al decir de la fuerza policíaca, constituía una declaración de tipo política redactada en el espacio de la biblioteca por miembros del CLES. En 1968 y ante los comentarios surgidos en la prensa en torno a una conferencia del radical Antonio Tróccoli, la Comisión Directiva de la misma le solicitó que, con anterioridad a su desarrollo les fuera entregado un manifiesto sobre los temas a exponer con el objetivo de verificar que el espacio de la ABR no sería utilizado con fines de "propaganda política"40. La negativa del Colegio a "hacer una declaración formal y escrita ni de viva voz que pudiera significar inhibiciones ni censura previa para la palabra de sus oradores" (ABR, 1968: 364), amparándose en el derecho a la libertad de expresión, generó conflictos internos dentro de la misma biblioteca dada la cercanía de ambas instituciones: la secretaría del CLES estaba a cargo del bibliotecario Germán García, mientras la docente del Departamento de Humanidades Berta Gaztañaga de Lejarraga, que cumplía las funciones de vocal en la Dirección de la ABR, renunció a su cargo raíz de las discrepancias originadas (ABR, 1968b: 366). En este último caso, la impugnación no radicaba en la cercanía a las ideas de la izquierda sino, en términos generales, a las características potencialmente políticas de las actividades y, de manera específica, en la afiliación de Tróccoli a la Unión Cívica Radical del Pueblo, desplazada del poder por la "Revolución Argentina" en 1966 (Odonnell, 1996; de Riz, 2000). Ante la proscripción de los partidos y la prohibición de realizar acciones políticas por parte del gobierno militar, la ABR esgrimió razones de tipo estatutario para cuestionar la planificación cultural del Colegio, lo que redundó en la cancelación de las conferencias por parte de éste último por considerar esos argumentos improcedentes. El problema –siempre complejo y en proceso de redefinición– en torno a la noción de cultura, sus contenidos legítimos y sus relaciones con lo político se volvió así aún más intrincado toda vez que parecieron borrarse, en forma progresiva y acelerada, las diferencias entre las actividades docentes e intelectuales, la sociabilidad cultural, el proselitismo y las prácticas partidarias.

***

El desarrollo empírico aquí realizado aporta nuevos matices al estudio del impacto de la "Libertadora" en la política cultural y educativa haciendo foco, especialmente, en las formas en las que las preocupaciones por la modernización y el progreso fueron tramitadas mediante la creación de nuevas instituciones y la transformación de las ya existentes. La convergencia de este interés específico del mundo intelectual con el peso adquirido por los grupos opositores al gobierno peronista a partir de septiembre de 1955 condujo, en algunos casos, a la proyección de propuestas "desperonizadoras" cuyo impacto en el interior del país se registró de manera desigual, lo que invita a problematizar la posibilidad de establecer cronologías rígidas u homogéneas. En Bahía Blanca, en efecto, la situación se planteó de una forma diferente a la que se ha visto para otros centros universitarios. Si la creación de la Universidad Nacional del Sur fue uno de los resultados directos del triunfo antiperonista, el problema del justicialismo y sus seguidores, tal como se presentó en instituciones más tradicionales, quedó fuera de la ecuación prácticamente desde sus inicios. Esto no significó, sin embargo, que la estructuración de la nueva entidad educativa se diera en un terreno terso y sin obstáculos toda vez que la misma nacía al calor, también, de la rápida diversificación y el aflojamiento de los lazos específicos del antiperonismo y de la instalación y la apropiación de los debates intelectuales que, desde la segunda mitad del siglo XX, atravesaron y modificaron inevitablemente los parámetros occidentales en torno a la cultura, al rol de los intelectuales y a las relaciones entre éstos y las sociedades. La gestión de Gregorio Scheines al frente de la Dirección de Extensión Cultural de la UNS, en efecto, no sólo sirve de objeto empírico específico en el que observar estos problemas historiográficos sino que, simultáneamente, funcionó como espacio de experimentación en el diseño y puesta en práctica de un proyecto de articulación entre la investigación académica moderna, los conocimientos resultantes de ella y la región sureña en la que la nueva institución educativa buscaba generar efecto. A pesar del prestigio local con el que la entidad había emergido dentro del mundo cultural de Bahía Blanca en virtud de la prolongada movilización ciudadana que la había gestado y de su carácter de legítima concesionaria y administradora de los saberes científicos e intelectuales, la Universidad debió situarse en el contexto nacional de las otras casas de altos estudios. El hecho de ser la primera en ser creada en una ciudad que no era una capital provincial derivó, no sólo en la necesidad de validar su emplazamiento en una localidad con características distintas, sino también la obligación de convocar exitosamente a los futuros estudiantes que residían en la región aledaña, lo que significaba "competir" con las tradicionales universidades de Buenos Aires, La Plata y en menor medida, Córdoba41.
Quienes habían dado vida a la filial bahiense del Colegio Libre de Estudios Superiores durante los quince años previos jugaron un rol importante en la organización estructural de la flamante UNS sirviendo de nexos para la convocatoria a los docentes para los departamentos de Humanidades y Economía o, como en el caso de Ortiz, para ocupar el rectorado. El diseño del proyecto de extensión cultural también se nutrió de estos lazos sociales; sin embargo, frente a la disgregación de lo que hasta mediados de la década de 1950 había sido identificado como el bloque de intelectuales liberales, la dependencia dirigida por Scheines optó por alinearse a las figuras que, sin dejar de ser críticas del gobierno peronista, también mantuvieron distancia del gobierno militar instalado después de su derrocamiento. El lugar asignado a Ricardo M. Ortiz y Ezequiel Martínez Estrada resultó, de esta forma, mucho más que una simple asignación de cargos institucionales: sus figuras fueron elegidas y destacadas por su adscripción política crítica y, también, por la legitimidad que habían adquirido al interior de la intelectualidad argentina. En virtud de ella, su presencia en la ciudad y su participación en el proyecto educativo de la UNS le conferían validez tanto a Bahía Blanca como a su ámbito cultural. Finalmente, la voluntad de modernización y los contenidos de la misma, así como las preocupaciones por el rol que debían jugar los intelectuales en la "cultura de masas" y su posición frente a lo "popular" fueron variando de signo y valoración conforme la ideología binaria derivada de la "Guerra Fría" se afianzaba como producto de la política exterior norteamericana, particularmente a partir de la coyuntura cubana, y como resultado del giro "restaurador" que el golpe militar de 1966 imprimió en las discusiones culturales. La creciente desacreditación de las posiciones de izquierda y, específicamente, de la adscripción al comunismo por parte de algunos sectores sociales impactó entre los actores asociados al mundo intelectual local al mismo tiempo que la movilización estudiantil se apropiaba de los postulados "revolucionarios" y generaba a partir de ellos nuevos sentidos en torno al peronismo. La prohibición de la política, a la vez, volvió aún más complejo el desarrollo de actividades culturales que pudiesen, de alguna forma, propiciar el debate ideológico o la discusión partidaria; como consecuencia de ello, el espacio público que los intelectuales concebían idóneo para su trabajo fue reduciéndose mientras se transformaban las representaciones acerca de su rol social y se proponían o adoptaban prácticas que oscilarían entre la radicalización y el autosilenciamiento.

Notas

2 Para un relevamiento historiográfico sobre los estudios culturales en escalas regionales puede consultarse Agesta (2014).

3 Como ha planteado Víctor Goldgel (2013), desde el siglo XIX "lo nuevo" y la "modernidad" se habían constituido en criterios de valoración positiva y de asignación de sentido que habrían delineado, de esa forma, parámetros de consumo, de producción literaria y de comunicación.

4 Todas las instituciones educativas quedaron insertas en la estructura general de la Dirección de Enseñanza Artística del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires. Por razones de extensión, la reconstrucción y el análisis de ellas quedará fuera de este trabajo.

5 Tanto desde la perspectiva histórica como a partir de las inquietudes de las Ciencias de la Educación, el problema de la articulación entre universidades y sociedad, entendido bajo nociones tales como extensión, transferencia, vinculación, etc., ha sido profusamente abordado como uno de los ejes fundamentales del accionar universitario en América Latina, así como también en tanto constituyó una de los planteos centrales del movimiento de la Reforma. Al respecto puede consultarse Tünnerman Bernheim (2003), entre muchos otros.

6 Creado en 1947 como entidad de educación superior asociada a la Universidad Nacional de La Plata, por injerencia de los grupos forjistas en el gobierno provincial, el Instituto Tecnológico del Sur constituyó un antecedente profundo de la organización de la Universidad Nacional del Sur. (Autor, 2011a)

7 Integrada por Francisco Urretabizcaya, Pablo Lejarraga, Luis Valente, Edmundo Cabrera, Alfredo Primo, Juan Cittá, Manuel Álvarez Fourcade.

8 Cabe señalar, aunque el tema no se abordará aquí por razones de extensión, que este desarrollo de las instituciones provinciales transformó la condición de los egresados de estas entidades y, a la vez, alteró las formas de acceso y composición de los elencos artísticos al establecer el horizonte de la formación sistemática profesional como variable sine qua non para el ingreso a ellos. Algunos de estos puntos fueron trabajados en Autor, (2014a).

9 Para un análisis específico del proceso de institucionalización de la UNS a partir de 1956, véase Orbe (2006 y 2007).

10 La presencia de Héctor Ciocchini al frente del Instituto de Humanidades significó el diseño de un ambicioso plan de investigación y articulación centros universitarios extranjeros. Al respecto, véase Agesta (2008).

11 La dependencia debió incorporar entre sus obligaciones aquellas que había contraído su predecesora, como por ejemplo, la gestión y mantenimiento del Teatro Municipal de Bahía Blanca. (Autor, 2014b)

12 Cabe señalar que ese mismo año comenzó a funcionar el Departamento de Extensión Universitaria de la Universidad de Buenos Aires, cuyo accionar ha sido entendido como una de las variables de la "modernización" posperonista (Brusilovsky, 1998; Suasnábar, 2004, Diamant y Urrutia, 2013).

13 Gregorio Scheines (1911-2001) cumplió un importante rol en la filial local del Colegio Libre de Estudios Superiores a la vez que sostuvo una prolongada labor como animador cultural en Bahía Blanca. Quién es quién en Argentina (1958: 704)

14 Para las primeras fueron invitados: Carlos R. Pereyra, Alejandro Solari, Manuel González Puebla, J. Agustín Mahieu, Rolando García, Aldo L. Persano, Jesús Flores Aguirre, Alfredo Galleti, Juan Sábato, Lucía Piossek de Zucchi, Roberto Espina, Delia Etcheverry, Luis A. Santaló, Luis Franco, William Vernon Jackson, Ángel Luis Sartori y Jorge Thenon. Los cursillos fueron dirigidos por Francisco Giuliani, Augusto Cortázar, Hugh Byron Carnes, Juan Carlos Ghiano y Gino Germani. (Exp. E-UNS N° 1754/56, 1956: 1-3 y 18).

15 En su primer año de actividades, la Cátedra Brasil convocó a Rosa Nahuys de Ipola, Joaquín Almeida Serra, Adriano Pinto y Paulo Versiani Cunha, Cónsul de Brasil en Bahía Blanca.

16 El Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur fue creado en 1956, asociado al Departamento de Economía. En él se insertaron una serie de investigadores europeos emigrados a causa del régimen soviético, entre los que se encontraban: Florín Manoliú, Oreste Popescu, Lascar Saveanu y Uros Bacic. Al respecto, véase Programa Raíces (2009).

17 En 1958 se determinó el traspaso de esta emisora a la UNS; si bien la cesión se hizo efectiva, los bienes permanecieron en manos del Estado, que continuó dirigiendo su funcionamiento. En 1961 y en 1964 se hicieron los reclamos correspondientes, sin suerte. Finalmente, LU7 cerró sus puertas en 1978. (La Nueva Provincia, 2006: 14).

18 Fundada en 1982 por Felipe Caronti, la Asociación Bernadino Rivadavia sostiene hasta el presente una nutrida Biblioteca Popular a la vez que organiza actividades culturales y presta sus salas y su pequeño teatro para la realización de diversas exposiciones y actos de interés general. Sobre su rol en el período que concierne a este artículo, puede consultarse Autor, (2014a).

19 Docente y miembro de la comisión directiva del CLES, Zulema Cornídez también cumplía funciones de Asesora Pedagógica de la Escuela Normal.

20 La concepción de Bahía Blanca como "capital natural" de la región patagónica remonta sus orígenes en el despertar del siglo XX; desde entonces, y sobre todo a partir de las gestiones del artista e ingeniero Domingo Pronsato a mediados de la centuria, se ha convertido en una representación de poderosa fuerza operativa en la planificación política, económica, social y cultural de la ciudad. (Autor, 2014c).

21 De acuerdo a los documentos, la partida presupuestaria asignada a la DEC para el cumplimiento de su plan de actos culturales era de $ 520.000 m/n (Exp. EC-UNS N° 1449/66, 1966:2). Para 1968, el monto disponible ascendió a $1.500.000 m/n, el que debía ser distribuido entre las actividades de la Dirección de Extensión Cultural y la de Extensión Científica y Técnica, ambas dependientes de la Secretaría de Extensión Universitaria (Exp. UNS-EU N° 0367/68, 1968: 1 y Universidad Nacional del Sur, 1966: 93).

22 A pesar de que no constituye el objeto de esta comunicación, cabe señalar que resultaría de sumo interés realizar un estudio comparativo en el que se incluyan ambas experiencias que, más allá de las evidentes diferencias cuantitativas, guardaron varias similitudes en su desarrollo. Sobre la experiencia de Spivacow y EUDEBA véase Maunás (1995).

23 El Colegio había optado desde sus inicios por un diseño sumamente despojado y austero: la calidad del papel y la alternancia de diferentes tipografías daban cuenta de los pocos recursos disponibles para la realización, a la vez que denotaban un mayor interés por los contenidos escritos que por la dimensión estética de la edición. La política editorial de la Dirección de Extensión sostuvo esa impronta frugal en los aspectos materiales de sus libros; sin embargo, es posible ver que la preocupación estética comenzó a ser tenida en cuenta. Las portadas de los ejemplares mantuvieron una presentación homogénea y seriada que se basó, fundamentalmente, en los principios compositivos racionales postulados por el neoplasticismo europeo durante la década de 1910 y retomados en Argentina hacia fines de los años '40 por Tomás Maldonado y el grupo de Arte Concreto-Invención (Siracusano, 1999). En las primeras ediciones, el diseño del interior de las obras también fue orientado por las pautas visuales más actualizadas: el descentramiento del texto con respecto a la hoja y la inversión de la proporción tradicional entre el tamaño de la tipografía de los párrafos y la de la numeración de las páginas –así como su ubicación en el espacio– daban, en conjunto, una apariencia sobria, racional, austera y moderna que, como hemos visto (Autor, 2011b), se presentaba como la forma visual progresista. Más tarde, y luego de trasladar el trabajo de impresión desde los talleres locales Martínez Rodríguez a los de la Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe, el diseño interior adquirió características más tradicionales y la estética neoplástica solamente fue conservada en las portadas.

24 Entre las publicaciones de ese año también se encontraron: Rosa Chacel, Poesía de la circunstancia: cómo y por qué de la novela; Enrique Gaviola, Libertad, educación y Nación y Emma Nozzi, Carmen de Patagones y su proceso de nacionalización.

25 En 1946 había sido candidato de la fórmula conjunta que habían conformado el Partido Comunista y el Partido Demócrata Progresista. (Ortiz, 1946).

26 Para un análisis sobre la noción marxista de determinación de la cultura, véase Williams (1980).

27 La radicación en Bahía Blanca de personas y capitales de origen británico se remonta a las últimas décadas del siglo XIX, momento en el que la ciudad experimentó un crecimiento cualitativo y cuantitativo único a raíz de la instalación del tendido ferroviario que la articuló, de esa manera, con la estructura agroexportadora nacional. (Ribas, 2008).

28 La Escuela Latinoamericana de Pensamiento en Ciencia, Tecnología y Desarrollo fue una corriente de análisis y política científico-tecnológica que vio sus primeras luces durante los años 50 y encontró su desarrollo más sólido durante las décadas de 1960 y 1970. En Argentina, su principal representante fue el físico Jorge A. Sabato (Galante y Lugones, 2005). Si bien las fuentes no parecen dar pistas de que Bahía Blanca o la UNS se encontraran en las rutas de circulación de quienes se enrolaron en la ELAPCTyD, consideramos que este análisis se vería sin dudas enriquecido por el examen comparativo de esas y otras representaciones en torno a la ciencia, su relación con el entorno social y las responsabilidades de la educación superior respecto de lo que se entendía como la emancipación política.

29 "(...) la extensión universitaria, al divulgar ideas y hechos actuales, en medios no llegados aún a ellos, al extender el ámbito de las aulas, despierta inquietudes y contribuye a elevar los niveles de pensamiento. Pero existe aún un tercer aspecto de su fecunda acción social, y éste es el que puede realizarse mediante el asesoramiento a los distintos organismos de gobierno, es decir, de las instituciones que manejan los intereses colectivos, sin que deba suponerse excluida la empresa privada. Existen, en efecto, múltiples problemas que hacen al desenvolvimiento de actividades cuya técnica proviene de alguna especialidad universitaria y cuyo ordenamiento puede ser planeado o corregido por la Universidad, la que realiza así una eficiente y concreta labor de extensión. " Respuesta de Ricardo M. Ortiz al cuestionario realizado por la Stacco (2009: Cd-Rom).

30 "Considerando: que es deber de la Universidad honrar a quienes han dedicado su vida al esclarecimiento de los problemas nacionales y han ejercido, mediante una obra cumplida con tesón, con inteligencia y con fervor, al alto magisterio cultural y cívico; que para cumplir con eficacia su misión la Universidad necesita urgentemente la colaboración de quienes han ejercido y ejercen ese magisterio, encomendándoles la función que mejor corresponda en cada caso; que el señor don Ezequiel Martínez Estrada constituye, por su fecunda labor y por su permanente incitación al cultivo de los valores espirituales, un ejemplo de ese mismo magisterio (...)" (AAVV, 1982: 240).

31 "Me entristece ver a la juventud, a los estudiantes, apasionarse por asuntos que si ellos no los removieran, estarían muertos. (…) El problema de la enseñanza laica o religiosa no es un problema. (…) Nosotros matamos [esos problemas] con la ley 1420, en 1883 (…). A otra cosa: la Reforma Universitaria. Es un tema añejo, no me atrevería a decir académico. ¡Estamos en 1956 a pocos días de la liberación de Norteamérica y de la India, no por los predicadores políticos, sino por los respectivos pueblos, que han dicho ya "Basta" y que van a terminar, con o sin sangre, con los enemigos de Dios y del género humano!". Ezequiel Martínez Estrada, "Mirar hacia adelante", reproducido en Ciria y Sanguinetti, (1968: 161-162).

32 "No ignoro que estáis desconcertados y que buscáis una luz orientadora en la noche cerrada que a todos nos ciega. (...) Estáis desorientados porque hace muchos años que han muerto los conductores, y sus señales al porvenir han sido casi totalmente olvidadas (...)" Martínez Estrada (1959: 7-8).

33 De acuerdo a lo expresado en la prensa local, los estudiantes y grupos juveniles a los que Martínez Estrada buscaba aleccionar durante su discurso brillaron por su ausencia entre el público. (Orbe, 2004)

34 Oriundo de Buenos Aires y formado en la UBA, Jaime Rest (1927-1979) se desempeño como docente de la carrera de Letras entre 1959 y 1975, momento en que fue dejado cesante por la gestión interventora de D. Remus Tetu. (Crespi, 2012).

35 En mayo de 1951 se difundió el proyecto para la construcción del edificio del Instituto Tecnológico del Sur, para el cual fue designado el arquitecto Manuel Mayer Méndez.

36 Jaime Rest (1960: 48) había alineado a Mafud en lo que Emir Rodríguez Monegal llamaba escritores parricidas; en esta categoría incluía a buena parte de quienes desde 1955 se nucleaban en torno a la revista Contorno.

37 De acuerdo a la reconstrucción de Fernando Alfón (2005: 19), a inicios de 1956 Martínez Estrada escribió a Eugenio Aramburu, en ese momento en ejercicio del poder ejecutivo, en la que planteaba la posibilidad de trasladar la Capital Federal a Bahía Blanca: "Tengo que hablarle como ciudadano y me dirijo a V. E. no con espíritu localista sino con amplio espíritu nacional. Sintetizando al principio lo que he de decir en seguida, puedo afirmar que el mayor bien que puede hacérsele a Buenos Aires, no sólo a la República, es desmantelarla", reproducido de Cuadrante del pampero, Buenos Aires, Deucalión, 1956, pp. 95-101.

38 En él se presentaron figuras como Jorge Bogliano, Sergio Bagú, Luis V. Sommi, Samuel Gorban, Livio Gratón, Eduardo H. del Busto, Virgilio C. Foglia, Félix Cernuschi, Gastón Breyer, Carlos Astrada, Jorge Thénon, Delia Etcheverry, Ilse de Brugger, Juan Prieto y el mismo Ortiz (Fernández Stacco, 2009: 227-228).

39 Creada el 22 de septiembre de 1966 con auspicio del Comisionado Municipal Luis María Esandi, la Juntano tuvo una formación netamente académica. Aunque desde sus inicios contó con la presencia de José Luis Molinari (miembro de la Academia Nacional de la Historia), y algunos docentes/graduados de la Universidad Nacional del Sur (Roberto Etchepareborda, Antonio Austral, Bruno Passarelli, Guillermo Godio, Hernán Silva y Rosario Goenága), la mayoría de sus miembros no eran historiadores ni se dedicaban a la enseñanza de la disciplina. La composición fue heterogénea: miembros del Museo Histórico Municipal (Félix Fortunato Fieg), oficiales de las Fuerzas Armadas (Cnel. Isaías García Enciso), miembros del clero (Pascual Paesa), periodistas (Américo De Luca, Modesto Castañón – también archivero del diario La Nueva Provincia-) y personalidades asociadas al quehacer cultural bahiense (Domingo Pronsato, Arturo Otaño Sahores y Alberto Fantini). Desde 1967, la organización dispuso de fondos contemplados en el presupuesto municipal y editó su Revista, contando con ayuda financiera de las autoridades de la comuna (Autor, 2015).

40 Entre los meses de agosto y octubre el Colegio planificaba llevar a cabo las siguientes disertaciones: "Análisis de la actual política económica argentina" (Alberto Tróccoli), "Sarmiento" (José Campobassi), "Derechos humanos" (Jorge R. Vanossi), "A los cincuenta años de la Reforma" (Pablo Lejarraga), "Cambios sociales" (José Luis Romero) y "50 años de política argentina" (Roberto Etchepareborda, Alberto Ciria y Alfredo Galletti). (ABR, 1968: 363)

41 Estas prácticas de desplazamiento geográfico por razones de estudio se habían vuelto tradicionales para la élite bahiense desde fines del siglo XIX. Al respecto, cfr. María de las Nieves Agesta (2013).

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Recibido el 15 de septiembre de 2014.
Aceptado el 1 de julio de 2015.

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