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Historia de la educación - anuario

versión On-line ISSN 2313-9277

Hist. educ. anu. vol.16 no.2 Ciudad autonoma de Buenos Aires. dic. 2015

 

DOSSIER

Los niños y el “Perito” Moreno.
“Ciudadanía del mañana”, scoutismo y asistencia social

 

Andrés Bisso1

(IDIHCS-CONICET-UNLP)
andresbisso@yahoo.com.ar

1 Andrés Bisso es Profesor y Licenciado en Historia por la UNLP. Doctor por la Universidad Pablo de Olavide, Andalucía, España. Investigador Adjunto de Conicet. Autor de los libros Acción Argentina, El antifascismo argentino y Sociabilidad, Política y Movilización. Ha publicado en revistas nacionales como Prismas, Entrepasados, Clío & Asociados, Ciclos, entre otras de la especialidad y en publicaciones extranjeras de Costa Rica, Colombia, México, Corea e Israel.


Resumen

El presente artículo analiza la actuación del “Perito” Moreno en el Consejo Nacional de la Educación y en la fugaz dirección de la publicación El Monitor de la Educación Común, a la luz de sus intereses relacionados con la educación moral, el scoutismo y el asistencialismo social en la coyuntura política signada por la aplicación de la Ley Sáenz Peña y el desarrollo de la Primera Guerra Mundial. Para estudiar dicha tarea, se toma en cuenta el rol del actor indagado, tanto en su condición de notable, como de político y funcionario estatal, a fin de ubicar sobre el campo concreto de su acción pedagógica, los dilemas que se le presentaban a la relación sociedad-estado en esos años de principios de siglo. El texto pone el acento en el rasgo transicional que el período estudiado supone en relación con la construcción y entrelazamiento de los conceptos de nacionalidad y ciudadanía en el marco de los primeros resquebrajamientos de la hegemonía del pensamiento liberal en nuestro país.

Palabras clave: Moreno; Scoutismo; Ciudadanía.

Resumo

A proposta deste artigo é refletir sobre a atuação do Francisco P. Moreno no Consejo Nacional de Educación e sobre a fugaz gerencia que exerceu na revista El Monitor de la Educación Común, tendo em conta a importância para com as praticas relativas à educação moral, ao escotismo e à assistência social. Aqui vamos a analisar Moreno como membro da notabilidade, político e funcionário público como base no seu trabalho no campo de educação com o fim de compreender os dilemas políticos e sociais da sociedade argentina de pré-guerra e Primeira Guerra Mundial. Neste artigo ressaltamos a natureza transitória do período –de início da crise da hegemonia liberalpara alguns conceitos como nacionalidade e cidadania.


 

Introducción

El 22 de enero de 1913 Francisco Josué Pascasio Moreno era elegido, durante la presidencia de Roque Sáenz Peña, como vocal vicepresidente del Consejo Nacional de Educación (CNE), comenzando así la escalada jerárquica que posteriormente lo llevaría a la fugaz y controvertida presidencia interina de dicho organismo. Moreno ingresaría a la vicepresidencia en el marco del complejo recambio que dejaría renuncias ilustres en el CNE como las de Paul Groussac y Ezequiel Ramos Mejía, y que ha sido explicado tanto a partir de las renovadas tensiones entre el liberalismo y el clericalismo en el ámbito educativo, como en el marco de restructuraciones al interior del organismo (Carli, 1991: 38 y Rebolledo Fica, 2014: 129-132). Poco más de un año después, en mayo de 1914, ahora bajo la presidencia de José Figueroa Alcorta, el Ministerio de Instrucción Pública ejercido por Tomás Cullen intervendría el CNE al considerar que sus vocales (sin contar, además, con el apoyo del presidente del organismo, Pedro Arata) se habían extralimitado al intentar la exoneración de docentes miembros de una comisión de maestros que había reclamado contra lo que consideraba “actos irregulares” por parte del mencionado Consejo. En esa disputa, en la que no faltará la acusación por “anarquistas” sobre algunos de los maestros disconformes, el Ministerio se pronunciaría en contra de la exoneración y, finalmente, ante la resistencia de los vocales del CNE a aceptar la medida, decidiría el relevamiento de la totalidad de los mismos, compuesta por Francisco Moreno, Carlos Dimet, Matías Sánchez Sorondo y Lucio Vicente López (Marengo, 1991: 151-2).
Como puede advertirse, la mencionada actuación del Perito en el CNE le costeó profundas enemistades, reconocidas incluso por sus panegiristas, aunque explicadas - en ese caso- en razón de la “enconada resistencia, [producida] por afectar intereses ajenos e ir a las canonjías de cierta oligarquía burocrática” (Ygobone, 1954: 695). De la misma manera que a Ramos Mejía, a Moreno se lo criticaría por su “accionar impetuoso” y “su concentración de poder” (García, 2014: 89). Moreno no dudaba de la trascendencia que tenía su misión y había aceptado participar como directivo del CNE, convencido de que “la escuela es uno de los principales órganos del Estado” (Moreno, F., 1914ª: 153). Lo hacía, asimismo, en una etapa en que estaba particularmente interesado en cuestiones de educación moral como política de estado integral, en tanto consideraba que “el niño es nuestro gran capital nacional” (Citado en Ygobone, 1954: 551). En efecto, incluso no tendría empacho –luego de ser el centro en ausencia de una controvertida discusión reglamentaria en el Congreso Nacional que duraría tres sesiones y que tendría por objeto su nueva función en el Ejecutivo1- en presentar su renuncia al cargo de Diputado por la ciudad de Buenos Aires, con el fin de no obstaculizar la tarea futura. No sin fundamentos, el diputado Luis Agote comentaría el exceso de “amor propio” que significaba en Moreno presentar la renuncia a la diputación, cuando de lo que se trataba era de solicitar permiso a la Cámara para desempeñar ambas actividades a la vez2.
Sin embargo, y como forma de demostrar la relativa poca importancia que le daba a su condición parlamentaria, Moreno explicitaba que –antes que mantener ese puesto legislativo al que renunciaba-, prefería:

continuar dedicando el tiempo que me resta de vida a contribuir a hacer de los niños de hoy, tanto menesterosos como pudientes, madres y ciudadanos que sirvan eficientemente a la constitución definitiva de la Nación Argentina, siendo innegable que la fuerza y la grandeza de su mañana dependerá de la buena escuela de hoy (DSCDN, 12/3/1913: 817).

Al referir a todas las capas sociales (“menesterosos como pudientes”) en las coordenadas de la construcción de ciudadanía, Moreno continuaba la tradición de la generación del Ochenta (Lionetti, 2005). Sin embargo, al incluir la novedad de la eficiencia para todos los estratos sociales en la construcción activa de esa nación, parecía ubicarse en concordancia con aquellos sectores renovadores que consideraban que “la formación moral se planteaba para todo el cuerpo social como condición de progreso, desarrollo y civilidad, ubicándose como eje de la práctica política” (Rebolledo Fica, 2013: 322), aunque –claro, nada inocuamente- separando por género, las “futuras madres”, de los “futuros ciudadanos”3. En todo caso, por fuera de la interpretación de esas palabras y más allá de las veleidades puntuales expresadas en su decisión de renuncia inapelable a la diputación, creemos que la necesidad de establecer la prioridad en el rol ejecutivo asumido y en la planificación de la “futura ciudadanía”, también suponía la concepción del lugar que Moreno quería resaltar, a través de esa decisión. En este período de actuación de Moreno se puede encontrar, asimismo, el desafío por articular y armonizar –en el marco de la naciente democracia ampliada- la figura de funcionario y legislador público, con la de notable, “destacado vecino” e incluso de “emblema nacional”, a la que el Perito se había acostumbrado ya en vida4, y que hacía que alguno de sus colegas lo definiera, por esos años, como “una verdadera gloria nacional, cuyo nombre ha pasado las fronteras de nuestro país” (DSCDN, 12/13/1913: 817).
En ese sentido, el presente trabajo intenta analizar la gestión educativa de Moreno desde una perspectiva interaccional, que detecte la influencia que tuvieron las iniciativas previas y simultáneas en la “formación del carácter infantil” emprendidas por el Perito, en relación con las estrategias de delimitación y expansión de los objetivos asignados a la educación. Sostenemos, en ese sentido, que por diversas vías, Moreno procuró valorizar - junto con su enfoque atento a la educación moral, cívica y patriótica- la promoción de saberes prácticos, excluidos en general de los modelos educativos previos (Lionetti, 2005: 1226), situándolos por sobre los conocimientos racionalistas; toda vez estuvo constantemente atento al rol de la iniciativa estatal en el fomento del espíritu asociacionista en educación, práctica que en estos años comenzaba a gozar de una notable fortaleza (Carli, 1991). Para demostrar estas aseveraciones hemos recurrido reiteradamente a la producción publicada por El Monitor de la Educación Común (EMEC), periódico oficial del CNE, al que Moreno dirigiría en su breve período de poder, y al que –en consonancia con su estímulo a la formación moral y práctica- atiborraría de textos sobre scoutismo, a menudo de larga extensión como puede verse, entre otros, en la publicación de las “Observaciones prácticas a los instructores de scouts” escritas por un secretario de distrito de Londres (Cheesman, 1913). A este reservorio nodal, le hemos incorporado otras fuentes de especial interés como la correspondencia del Perito, disponible en el Archivo General de la Nación, sus memorias –publicadas por su hijo- y diversos materiales que sirvieran a la argumentación que aquí desarrollamos.

“Ciudadanía del mañana”, scoutismo y asistencialismo social en el marco de una prédica pedagógico patriótica.

Inscripto en un sentido de misión patriótica que le era confortable, y que estaba ampliamente legitimado en esos años, Moreno uniría el interés por la educación de los niños en tanto “ciudadanos del futuro” con la necesidad social de atender por igual a “menesterosos” y “pudientes”. Más allá de que este discurso democratizador no era del todo novedoso en educación5, el Perito Moreno pondría el acento en la ayuda material que el Estado debía incluir para que esas nivelaciones simbólicas fueran efectivas en el plano concreto, para todos aquellos que se encontraran marginados de la posibilidad de acceder a la escuela normal. En esta estrategia confluía su actividad como consejero escolar con su condición de notable benefactor, tanto en relación con las prácticas de educación formal e informal, como con aquellas iniciativas paraescolares que promovía, en especial el scoutismo. De eso había dado una muestra el suelto de Caras y caretas, dedicado a los scout boys de Moreno, cuando mostrando la acción de los jóvenes exploradores, recalcaba en su artículo 4° la obligación del scout de “ser cortés con todos, sin distinción de clases sociales”, la que iba acompañada de dos imágenes con los siguientes epígrafes: “Buen ejemplo dan los muchachos llevando alimentos a los pobres” y “A la puerta de un hogar de pobres, ofreciendo alimentos” (S/A, 1912).
En ese contexto, puede entenderse también su artículo “Escuela para la ‘Cenicienta’” (Moreno, 1914c: 251-2) donde presenta la idea de establecer maestras ambulantes para todas aquellas niñas que encargadas del cuidado de los hermanos y recluidas en el trabajo hogareño, quedaban impedidas de recibir instrucción. Junto a esta pulsión asistencialista, Moreno expresaría asimismo, en su informe como presidente de la Comisión de Didáctica, que en función de ser la escuela la principal sostenedora del “Culto de la Patria”, la orientación de la misma debía basarse en las palabras de Esteban Echeverría en 1846, acerca de formar “buenos ciudadanos para tener patria” (Moreno, 1914ª: 156), y en ese objetivo, el aporte dado por la educación moral no podía ser minusvalorado. Moreno, al mencionar a Echeverría, continuaría señalando que al leer el “Manual de Enseñanza Moral” del que éste era autor (y sobre el que se recordaba “que, sin embargo, no es recomendado por las autoridades escolares del día a los niños y hombres que instruyen” (Moreno, 1914ª: 156) se tenía la impresión de que había sido copiado posteriormente por el “Código del hoy universal ‘Boy Scout’, institución que ha de imponer la paz en la tierra” (Ibíd.). Además de la poco nigromántica perceptividad de Moreno acerca de la imposición de la paz, justo meses antes de la explosión de la Primera Guerra Mundial y de la crítica a las autoridades escolares, siendo él, una de ellas; lo que puede sorprender en este texto de marzo de 1914 es la conexión transhistórica que se establecía entre Echeverría (muerto en 1851) y el movimiento scout (fundado en 1907). Es dable imaginar que el mismo Perito se pensaba, a través del nexo de la educación moral, y ya en esos años en su perfil sexagenario, como la bisagra entre el pasado echeverriano y el futuro ideario scout, que él y su hermano habían motorizado con especial énfasis desde 19126.
En efecto, en esa etapa de transición entre las propuestas de formación del carácter en los niños del liberalismo decimonónico y las posteriores soluciones para la juventud y la infancia surgidas al calor de la primera posguerra mundial, la integración de los términos de ciudadanía y patriotismo parecía estar consolidada7 y ser –al menos desde la perspectiva de autores como Moreno- tan concordante que haría irrelevante su distinción. Si podemos pensar que, a principios de siglo pasado, hubo en términos analíticos, “dos distintas concepciones de la nación –la eminentemente política o contractualista y la cultural esencialista- [que] coexistieron conflictivamente” (Bertoni, 2007: 311), las posturas puntuales de cada uno de los intelectuales de la época permitían la enunciación de líneas en las que las ambigüedades y lo no especificado podían disolver la separación tajante entre esos dos conceptos. En ese rescate, la mención al autor de El Matadero se volvía pertinente en el ideario moreniano, si como se ha señalado:

Echeverría no entiende la ciudadanía como una cuestión de derechos y garantías delimitadoras del espacio privado del individuo autónomo e independiente, a la manera de Constant, sino que la concibe como una construcción política, un deber social de los más capaces quienes, por ello, están obligados moralmente a hacerse cargo de la cosa pública y a ejercer una función pedagógica sobre la sociedad (Betria, 2011: 43).

Por otro lado, la mención que Moreno hace de Echeverría puede pensarse también como una estrategia fundacional por argentinizar al scoutismo ante su origen británico8, mismo origen que el del Perito, nieto de Josué Thwaites Gibson, invasor inglés en 1806 (Boman, 1921: 325). Esa operación se consolidaba por el camino inverso, con la traducción de textos de Baden Powell, el fundador londinense de los scouts9. Aunque luego este padrinazgo internacional pudo verse afectado en ciertos seguidores del scoutismo a partir de un decurso cada vez más autoctonista que haría luego peligrar más adelante la filiación con el sir británico10; en esa instancia inicial de promoción resultó especialmente necesario, a ojos del Perito, que “el héroe de Mafeking” fuera traducido no sólo en términos estrictos, sino también de ser apropiado en términos nacionales11. Tanto es así, que ante la imprecación final de Baden Powell, con un “¡Despierta Inglaterra!”, Moreno no podrá menos que tentarse en escribir esta reveladora nota final a la traducción:

Nosotros podríamos decir también: ¡Despierta Argentina!, pues mucho de lo que el general Baden Powell dice en este artículo se puede aplicar a los y a las holgazanes de nuestro país, a los ‘hijos de papá’ ya por demás numerosos, lo que debe preocupar a los que sentimos que el indeferentismo (sic) por el porvenir cunde en la misma proporción que crece el cosmopolitismo (Baden Powell, 1913:40).

Cabe señalar que frente a esta mención al cosmopolitismo, el número de abril de 1913 compilado por Moreno, tenía además del texto del británico Baden Powell, la introducción de dos notas de origen norteamericano, e imbuidas también por la promoción de instituciones para-escolares de origen extranjero: “Las jóvenes americanas de la hoguera del campamento”, que mencionaba al Camp-fire Girls of America (Davis, 1913) y una nota sobre los scouts de Francia, tan promocionados en nuestro país como los británicos y norteamericanos12, acerca de los cuales se subrayaba su aporte en términos de “estímulos al patriotismo” y de “reacción general (…) al orgullo nacional” (S/A, 1913). Junto a la figura de Baden Powell, Moreno como director del EMEC rescatará -como lo había hecho en la Cámara de Diputados- la figura de otro masterscout, nada menos que en el ex presidente norteamericano Theodoro Roosevelt13, de quien publicará su artículo -un año antes aparecido en The Outlook- “El tribunal de justicia para niños” (Roosevelt, 1913a). Entre ambas personalidades surgiría una correspondencia y amistad a partir de una excursión a los lagos del sur realizada ese año, a la que Roosevelt pidió especialmente ser acompañado por Moreno14. Compilados con los mencionados artículos, la revista ofrecía en ese número y el posterior, los detalles de una amplia batería patria, que comprendía las conmemoraciones por los centenarios de las batallas de San Lorenzo y Salta, y de la creación del Himno Nacional. Con motivo de esta última, se transcribían las palabras de Moreno recordando su experiencia en Jujuy, en la que había podido ver en los niños “harapientos, pobrísimos, entumecidos” que cantaban la canción patria, el empeño de “ese sencillo maestro de primeras letras que había inculcado el amor por una patria, que no comprendían pero que sentían” (Moreno, 1913: 115) Es curioso que en la misma alocución Morena filiara a estos niños como “verdaderos” descendientes de Güemes ¿Es que también creería que el caudillo salteño tampoco “comprendía” la patria, pero la “sentía”? De cualquier manera, en todos estos sentidos, en la visión de Moreno, como hemos mencionado, lo que unía a Echeverría con los scouts (además de a “Jaurez” -sica quien ligaba con el concepto de “patria”15), era la necesidad de establecer una educación moral, en la que se superara lo “meramente intelectual”, y desde la que se permitiera formar “aptitudes prácticas” que contribuyeran a obtener “ciudadanos fuertes, enérgicos, honestos y patriotas que aspiren a ser eficientes en la comunidad” (Moreno, 1914ª: 155). Esta aseveración (ligada a temáticas sobre las que muy célebres pensadores como Durkheim -en sus cursos en la Sorbona- venían reflexionando en paralelo) era replicada a través de otros textos aparecidos en el EMEC por esos años, que no dudaban en señalar que “la escuela, habrá hecho mejor por la niñez proporcionándole buenas costumbres morales que extendiendo sus conocimientos” (Carrillo, 1914: 71).
Sin tener en cuenta esta conjunción en la educación moral, quizás podría sorprender que Moreno citara en Echeverría y en Jaurès -quien en su visita a la ciudad de La Plata había homenajeado a Florentino Ameghino16, con motivo de su deceso- a dos figuras icónicas del universo de los socialistas argentinos17. Lo que también lleva a pensar la ambivalencia misma que planteaban las ideas de educación práctica18 y moral, sobre un amplio espectro ideológico. Y aunque, finalmente, en el caso de los socialistas, se conduciría a una mirada negativa de iniciativas de pedagogía práctica y moral como el scoutismo propugnado por Moreno (explicada sobre todo por el lugar que ocupaba en los grupos scout, la prédica militarista y patriótica)19, lo cierto es que dichas iniciativas formativas no dejaban de despertar interés en el ámbito socialista20, siendo incluso algunas de ellas - como la de la Young Men’s Christian Association (YMCA)- aceptadas, a pesar de su origen religioso21.
Aunque Moreno era considerado el responsable de la disolución de una entidad defendida por los socialistas, como era el Museo Escolar Sarmiento (García, 2014), y los socialistas finalmente decidieran declararse “scouts sin scoutismo”, considerando posteriormente dicha institución como un lugar que sólo podía llegar a “apestar a unos pocos hijos de radicales ricos” (S/A, 1918a); lo cierto es que ciertas discusiones comunes atravesaban la vida de ambos actores de la vida política en relación con el lugar que debía ocupar el civismo en la infancia, y en ese espacio -en el que intervenían las iniciativas morenianas- se confundían preceptos valorativos, ideológicos, patrióticos, morales y políticos, que lejos estaban de definir una esfera transparente de discusión programática.

El Estado y sus notables frente al experimento democratizador. El recorrido de Francisco Moreno en la gestión estatal y en la organización infantil.

De la misma manera en que se discute para el caso francés, un inmediato “fin de los notables” a partir de la constitución de la Tercera República22, podemos cuestionar - también para la Argentina- la imagen de un quiebre radical y preciso entre formas notabiliarias y mecanismos republicanos de legitimación y representatividad social a partir de la instauración de la Ley Sáenz Peña. El régimen oligárquico no se “desvanece” de la noche a la mañana, y el proceso de democratización y plebeyización estatal no se efectuaría de inmediato a la aplicación del voto universal masculino (De Privitellio, 2011). En el marco referido, el niño, concebido como “ciudadano del futuro”, va a estar presente en el armado de dispositivos institucionales, que ampliarán más allá de la escuela, los ámbitos de la actuación del Estado y su vinculación con notables o dirigentes políticos (Carli, 1991). En dicho sentido, la tensión entre la acción notabiliaria y la función estatal, va a estar muy presente en Francisco Moreno. Podemos verlo en su nota al CNE acerca de la alimentación a niños “menesterosos” en las que se mencionan sus propias acciones personales, a modo de justificación de la tarea propuesta, como cuando señaló que ya hacía diez años había iniciado “particularmente un ensayo, dando de comer a unos cien niños en el barrio en que vive, ensayo que tuvo tanto éxito que llegó a modificar sensiblemente las costumbres de los niños y aún de sus padres” (Moreno, 1914b:163). En esa lógica, la acción individual parece estar sometida tanto a las presiones del funcionariado como a las dificultades de la actividad social aislada, ya que el mismo Moreno, quien había formado en el ámbito del Patronato de la Infancia, las “Escuelas Patrias” u “Obra de la Patria”, encargadas de dar “algún alimento a sus educandos”, confesará que se desligó de la Comisión de dicha institución23

para desarrollar con más libertad sus actividades, tendientes a proporcionar la enseñanza más práctica en la escuela y la que en el hogar proporciona seguro bienestar al trabajador, factor principal de la fuerza y riqueza de la nación (Moreno, 1914b: 164)

Además, dicha obra, sin embargo, no evitaba demostrarle que el alimento “no es todo lo que requiere esa niñez para salir de su miserable estado” (Moreno, 1914b: 163). Así, si bien la alimentación era indispensable (y la volvería a incluir como servicio en la Escuela n° 12 del Consejo V del cual era presidente), era la educación “práctica” la que terminaría redimiendo a esos niños “menesterosos” y los sacaría de la miseria. La multiplicidad de estrategias de notables como Moreno, muestran aquello que señalaba Donna Guy (1994), cuando aludía a “las extremas dificultades que enfrentaron los representantes de los gobiernos local y nacional para otorgar cuidado y educación a los niños huérfanos y a los abandonados”. No otra cosa señalaba en 1912 el diputado Vicente Gallo al generalizar: “no conoce, por desgracia, nuestro país los actos de munificencia privada que, honrando a quienes lo realizan, enaltecen a las sociedades en que se producen, destinados a fundar, sostener y desenvolver las instituciones de la cultura pública” (DSCDN, 1/7/1912: 446).
Esta tensión concurrente entre las intrincadas redes del Estado y las débiles acciones de la iniciativa privada facilitarán en la perspectiva de Moreno, un profundo tinte de decepción a su retórica de hacedor, ya que encontraría a ambas esferas como limitantes de lo que consideraba su propia capacidad individual. Sin embargo, algunas acciones como la asociación llamada “Padres y maestros”, para crear talleres artesanales para los niños mayores de 14 años, muestran la capacidad del mismo Moreno, para desarrollar iniciativas transversales entre Estado, notables y Sociedad (Ygobone, 1954: 381-383). Es la misma sensación la que nos invade en relación a la decepción de Moreno frente a su iniciativa scout, que terminará con su renuncia a la presidencia en 1915, siendo suplantado por el General Ricchieri, a quien acusará por su “ignorancia de lo que es scoutismo” y por “sus debilidades incomprensibles” (Cit. en Podlubne et. al., 2011: 232), y que hará que -aunque siga recibiendo invitaciones por otro presidente posterior de la Asociación Nacional del Scoutismo Argentino para reintegrarse a la Comisión Directiva (Carta de la ANSA del 21/7/1917, FM)- se mantenga alejado de la asociación a la que tanta dedicación había empeñado, y que además sería reconocida e institucionalizada, recibiendo el monopolio del scoutismo por parte del Ejecutivo yrigoyenista pocos meses después (Bisso, 2015a).
En su último año de vida, Moreno se unió a la Liga Patriótica Argentina (LPA) en condición de vocal. Esta asociación, definida como un producto de la “radicalización de la derecha moderada durante la crisis de posguerra” (McGee Deutsch, 2005: 140), sería la que lograría luego protagonizar su sepelio, bajo la influencia de su segundo presidente, y especial admirador del Perito, Manuel Carlés (ver Podgorny, 2008: 182). Así, consideramos que la LPA fue una nueva apuesta por el intento de organizar a los notables en relación con la cuestión social, tomando un rumbo que Moreno no alcanzaría a ver.
Creemos que el interés del Perito en participar en ella pudo estar a tono con sus decepciones previas acerca de la inorganicidad de las reuniones de notables y la perspectiva renovada (que en un contexto diferente) tomaba esta iniciativa. En ese sentido, el liderazgo de Carlés significó una “bisagra en el desenvolvimiento del nacionalismo, resultado de su lugar transicional entre la etapa dominada por intelectuales emblemáticos pero aislados y la regida por un nivel más sólido de organización y de movilización política” (Tato, 2007: 351). Con toda la experiencia que sus detractores le han asignado a ese apoyo inicial24; la muerte de Moreno nos dejó sin saber cuál hubiera sido su posicionamiento frente a la evolución de dicha experiencia en los años veinte, con su viraje fuertemente católico con respecto de la educación y su condena explícita de la ley Sáenz Peña (Tato, 2007).

Conclusión

En un libro ya consagrado, Carl Schorske (2011: 134) señalaba para el caso europeo que “los liberales efectivamente desataron la energía política contenida de las masas, pero esa fuerza se dirigió contra ellos mismos”. En las primeras décadas del siglo XX, aunque con antecedentes previos, la idea de movilización infantil bajo la concepción de “ciudadanía del mañana” se fortaleció de una manera destacable, en un proceso que produjo la posterior politización de los grupos infanto-juveniles, y que en la década del treinta del siglo pasado le hacía decir al socialista francés León Blum:

Vivimos en un tiempo en que todo el mundo se arroga el derecho de hablar en nombre de la juventud, donde todo el mundo, al mismo tiempo, quiere apoderarse, de la juventud, disputársela, arrebatarla. Todos los partidos tienen ahora sus reclutadores [démarcheurs]. Parece ser que el éxito definitivo de un partido, una idea o una formación social, depende del asentimiento, del concurso de la juventud (Citado en: Guignard- Perrein, 1982).

Sin embargo, ese proceso que ya podía advertirse en los años veinte, tanto en los sectores de derecha como en los de izquierda25, no resultaba tan visible y claro en el período del que nos ocupamos26, en el que la matriz pedagógica de la ciudadanía futura todavía se pensaba mayoritariamente escindida de la militancia políticoideológica (siempre con la excepción insoslayable de los anarquistas, para quienes los niños se ubicaban “en un lugar de paridad frente a los adultos y frente al Estado” (Carli, 2002: 177), tal como lo había demostrado la “marcha de las escobas”, protagonizada por niños y mujeres, durante la huelga de inquilinos de 1907 (Yujnovsky, 2004) y como lo argumentaban en el ámbito pedagógico de la época, los escritos de Julio Barcos (Carli, 2002: 177-185). Encuadrada en las tensiones del liberalismo nacionalista, la figura del Perito Moreno resulta interesante para repensar desde las prácticas, la tajante dicotomía señalada analíticamente entre la ciudadanía “moral” y la “contractual”. A pesar de la existencia previa de bloques ideológicos e identitarios políticos ya fuertemente marcados y definidos, también resultaba posible, en el horizonte reformista de la década del diez del siglo pasado, una idea más difusa de movilización cívica y democrática a través de un liderazgo notabiliario que era dable de ser expresada y pensada, por sus sostenedores, como transición “armónica” hacia la extensión de derechos. Un ejemplo de lo que decimos, puede darse a través de una referencia específica, como es el beneplácito del Perito Moreno por apadrinar una escuela mixta en uno de los barrios fabriles de Barracas. En dicho establecimiento se realizaban elecciones infantiles mensuales con el fin de designar, por parte de los mismos alumnos y alumnas, al abanderado o abanderada, en relación con la idea ya circulante de “gobierno propio” infantil -teorizada principalmente por Valentín Vergara (Carli, 2002: 133-6) y activada con énfasis por los socialistas (Ríos y Talak, 1999: 158). Frente a lo que cabría presuponer en relación con el texto de renuncia a la diputación por parte del Perito (en el que distinguía “futuras madres”, de “futuros ciudadanos”); en este caso las niñas no sólo eran vistas como futuras ciudadanas sino que ejercían como sufragantes efectivas, más no fuera que para elegir su primus (o prima) inter pares. La elección se hacía, según lo relatara la escritora y docente Ada Elflein, colaboradora de Moreno, de la siguiente manera:

las maestras presencian el acto sin intervenir en él. Cada grado nombra los electores y el colegio electoral designa de su seno al abanderado por medio del voto secreto y mayoría absoluta (…) Nos dijo la directora que es notable el criterio de los chicos en la elección del abanderado; no se dejan sofisticar ni impresionar ni aprovechan la ocasión para ejercer venganzas o favoritismos como podría imaginarse. Muy rara es la vez que el nombramiento no recaiga realmente en el alumno más meritorio (Citado en Ygobone, 1954: 583-4).

Más allá de la veracidad estricta de esta práctica, en los términos en que se expresaba, nos parece importante en cuanto a legitimación democrática y en tanto sanción positiva de la posibilidad sufragante para niños y niñas de sectores obreros, entrando en contradicción con lo que podría prescribir una visión jerarquizada y excluyente de la nacionalidad. En ese sentido, teniendo en cuenta que el escolanovismo representa “una articulación ecléctica de saberes y fuentes dominada por el retorno al niño como principio articulador de la pedagogía” (Carli, 2002: 223), dispersado en diversas posiciones pedagógicas por una multiplicidad de factores (de los que no cabe excluir los “distintos grados de vinculación en procesos políticos y sociales” (Ibíd.), consideramos que la aceptación -al menos- del “gobierno propio” infantil, la visión paidocentrista que supone la educación scout, y la importancia dada a los saberes prácticos y morales, ubicarían al Perito Moreno dentro de esta corriente, más no sea de manera heteróclita y a pesar de lo que una definición sumaria de su ubicación ideológica pudiera suponer; lo que no evitaba malentendidos o inesperadas convergencias con otros sectores que comulgaban con algunas de esas ideas (quizás la participación tan activa y duradera de José J. Berrutti -considerado “un demócrataradicalizado” (Rodríguez, 1991)- en el directorio scout, sea uno de las más interesantes a desarrollar de estos cruces).
Por lo dicho, creemos que en esa etapa transicional era posible, para el Perito y para otros actores argentinos, creer firmemente en la conjunción que expresaban las palabras de Baden Powell publicadas en el EMEC, cuando sostenía que: “La educación de los niños con el objetivo primordial de hacer buenos ciudadanos, es indudablemente la forma más noble de trabajar por la patria, sin reclamar inútiles y excesivos sacrificios” (Ingram, 1913: 198). Esos inútiles y excesivos sacrificios que podían evitarse, podrían estar en ligazón con una perspectiva diferente a la de los nacionalismos estrictamente militaristas, y acercarse más bien a la idea de “una patria más dulce y suave, que no viene rodeada de banderas y música de clarines” según señalaba Juan Agustín García en relación con los centros tradicionalistas (Cattaruzza, 2007: 27). Lo cierto es que si en el discurso de Moreno la referencia reverencial a los milicos27 estuvo siempre muy presente, también existieron usos infantiles del scoutismo que él fomentó, que podrían ser considerados más dulces, como su presencia y apropiación por parte de los mismos niños en dibujos28 o disfraces29, tal como podemos ver en la revista Caras y Caretas. Estas dos patrias no terminaban -desde sus vidas paralelas- de dejar por sentado los límites por los cuales podían enfrentarse o coaligarse, llegado el caso. Uno podría dudar de la ambivalencia si se recostara únicamente en ciertas referencias; como aquellas en las que el Perito comenzaba su rol de editor, publicando un antiguo texto de un veterano de guerra infantil (es decir, de alguien que había combatido en los batallones infantiles a las órdenes de San Martín (Díaz, 1913)30, o pensando en la ulterioridad práctica que podían tener los conocimientos de los scouts, entre los que se incluía la práctica de tiro31. Sin embargo, el panorama se enriquece y complejiza, cuando nos referimos a otras prácticas que el Perito también consideraba ligadas a la construcción de la identidad nacional, como aquella que refería Clemente Onelli al recordar la forma en que Moreno enseñaba a los niños asilados en su quinta familiar, a alimentar a los pajaritos, en vez de matarlos usando una honda elástica (Ygobone, 1954: 574) o al conocer las excursiones en las que él mismo guiaba a los docentes por diversos lugares del país (como el Cerro Pelado) a fin de conocer los portentos naturales de la patria, y en las que, entre otros, participarían -frente a lo que una visión posterior de polarización ideológica podría presuponer- una de las referentes del feminismo de la época, Julieta Lanteri, y el dirigente socialista platense - y editor de las obras completas de Ameghino- Alfredo Torcelli (Ygobone, 1954: 556- 566).
Creemos, así, que la múltiple liminaridad en la que al Perito Moreno le estaba dado actuar, más allá de su posicionamiento ideológico personal, permitía la puesta en suspenso de la discusión de las consecuencias “finales” de una prédica de civismo patriótico en esos años de preguerra y Primera Guerra Mundial en la Argentina. En ese espacio, todavía no -y nunca del todo- capitalizado por el nacionalismo de derecha, era posible abjurar del cosmopolitismo, sin dejar de solicitar -como lo hacía Moreno para el caso del Servicio Científico Nacional que procuraba crear- que el alistamiento de personal dentro de los organismos del Estado “desde que servirá antes que nada a la colectividad argentina, como tal, tiene que ser amplio, liberal” (DSCDN, 25/9/1912: 748). Desde esa visión, la construcción de una “ciudadanía del mañana” era pensada por Moreno en relación con la posibilidad que Argentina fuera “en el futuro, en Sudamérica, la nación más parecida a los Estados Unidos del Norte” (DSCDN, 25/9/1912: 980), lo que terminaría ligándolo con un discurso de preservación de los recursos naturales que podría llamar la atención por su actualidad: “Nuestro destino es crecer. Y las generaciones actuales, al explotar sus recursos naturales del suelo, el agua, no deben esquilmarlos ni agotarlos” (Ibíd., 25/9/1912: 979). Esa valoración práctica de la construcción de ciudadanía en términos de grandeza nacional permitió que la figura de Moreno fuera sometida a una variada tarea de reapropiación desde su misma muerte, pulsando en especial las notas del autoctonismo naturalista, y convirtiéndolo en “arquetipo de argentinidad” (Ygobone, 1954).
Primero, su funeral movilizó las huestes de la Liga Patriótica; luego, una ley del justismo, en 1934, promovería la construcción de un monumento en su honor; más tarde, se produjo el traslado de sus restos en 1944 al Nahuel Huapi y, finalmente, se llevaría a cabo su canonización definitiva por parte del peronismo, en 1952, con motivo del centenario de su nacimiento. Este fenómeno de consensuada procerización de la figura se mantendría casi incólume a lo largo del siglo pasado, y sería revisado sólo muy recientemente, pero de manera medular, a la luz de los fortísimos cuestionamientos de sectores indigenistas y de derechos humanos en relación con la actitud del científico durante sus expediciones y actuación al frente del Museo de La Plata, acusándolo de despojo de los cementerios indígenas y de privación de la libertad de varios miembros de las comunidades nativas (Badenes, 2006). Por fuera de estas disputas, este texto ha procurado centrarse en los últimos años de vida del Perito, haciendo foco específico en sus iniciativas pedagógicas y develando las complejidades ideológicas e indeterminaciones históricas en torno a las que, tanto a Moreno como a varios de sus contemporáneos, les fue dado actuar en ese marco de sentido.

Notas

1 La polémica comenzó con la información provista por la Comisión de Negocios Constitucionales en relación con que Moreno había aceptado el mencionado cargo del Poder Ejecutivo, sin haber solicitado permiso previamente a la Cámara, tal como lo establecía el artículo 64 de la Constitución. Esto derivó en un intercambio de opiniones, en el que el diputado Escobar pediría en la sesión del 10 de marzo de 1913, “salvando todos los respetos y la consideración que merece la autoridad del doctor Moreno”, que se lo declarase “cesante en su mandato”. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación (De ahora en más, DSCDN), Noviembre de 1912- Marzo 1913, tomo III, p. 789-790. Frente a esta opinión, finalmente la mayoría del cuerpo votaría por la opción de informar de la incompatibilidad al diputado Moreno, sin hacer lugar a la medida “violenta” y “radical” (según la conceptuaban los diputados del Barco y Santillán) que suponía la cesación. A los dos días, el “Perito” presentaría su renuncia, aceptada dos días después ante la ratificación del interesado de la misma, a pesar de los esfuerzos previos hechos por el diputado Carlés a fin de que se recomendara su no aceptación, para evitar “la pérdida de un compañero que honraría a cualquier parlamento del mundo”. DSCDN, 12/13/1913, p. 817.

2 DSCDN, 12/3/1913, p. 819. Es interesante porque es Agote (otro interesado por los temas de minoridad) quien condena más constantemente las “veleidades” de Moreno en relación con este tema. Así, señala: “[A Moreno] se le recuerda que necesita solicitar ese permiso de la Cámara, y entonces, en vez de pedirlo, nos hace el reproche de que a un ciudadano que ha prestado servicios al país durante cuarenta años, que ha salvado el territorio, etc., cosa que todos le reconocemos, pero que es mejor que recordemos nosotros y no él…” (p. 823) y “¡Es que el señor diputado Moreno no puede pedir la luna!” (p. 824).

3 Estas palabras se daban en un contexto sobre el que se ha definido que “las primeras políticas del Estado que interpelaron a las mujeres fueron en tanto éstas eran madres y no individuos y ciudadanas” (Nari, 2004, p. 253) Sobre la compleja relación entre “maternidad” y “ciudadanía” en la Argentina de principios de siglo XX, ver Becerra (2011).

4 Era tan fuerte esta “canonización” patria en vida del “Perito”, que él mismo sería capaz de ofrecer que se cambiara la denominación de dos calles en Godoy Cruz y Mendoza, bautizadas con su nombre, por el de Martínez de Rosas, en quien deseaba homenajear a los granaderos a caballo. Carta a Lucio Funes del 24 de noviembre de 1916. Fondo Moreno (De ahora en más, FM), carpeta 6. Archivo General de la Nación.

5 Esto estaba en línea con una corriente ya precedente que valoraba la educación en tanto uniformadora social frente a las pedidos de diferenciación promovidos desde afuera, tal como lo señalaba Domingo Mantovani en 1898: “cuando la madre vanidosa nos ruega que no pongamos a su hijo MONAMENTE vestido al lado de otro que viene descalzo a la escuela; cuando algún padre imprudentemente nos pida que busquemos un puesto especial para su hijo, a fin de aislarlo de la PLEBE, cuando algún superior nos aconseja separar los niños DECENTES de los hijos del TRABAJADOR, levantemos nuestro espíritu hacia los ideales de la democracia (…) y dejemos que los contactos se produzcan espontáneamente, que se repita el abrazo del pobre con el rico, que un mismo amor encienda los corazones y los una fraternalmente” (Mantovani,1898, p. 357). Mayúsculas en el original). En ese sentido, Moreno será también un continuador de Mantovani, quien había incorporado el comedor y la “Copa de leche” en su escuela-proyecto (Marengo, 1991, p. 132).

6 Un interesante racconto de la relación del “Perito” con el scoutismo, con uso de las fuentes del archivo Moreno de San Carlos de Bariloche, puede verse en: Podlubne et al (2011). Ver también: Ygobone (“Fundación de los ‘boy scouts’”, 1954, p. 617-623).

7 Podemos ver que ya en 1887, un Plan de estudios publicado en EMEC señalaba que “la educación es (…) esencialmente nacional y tiende a formar buenos e inteligentes ciudadanos” (Citado en: Bertoni, 2007, p. 47).

8 Y que luego llegaría a la propuesta formal, en la década del treinta, por parte del único miembro del directorio que permanecía en su puesto desde la fundación de la ANSA, el Dr. Frank Soler, “que la palabra inglesa correspondiente [scout] debe castellanizarse fonéticamente”, como “Escautismo” (Soler, 1937).

9 Como podemos ver en el largo artículo traducido de Baden Powell (1913). En este artículo se presentan los aspectos más antimodernistas del pensamiento del militar. También Moreno incluiría el texto del mismo autor, titulado “Posibilidades educativas del scoutismo” (1914).

10 Distinción que iría amplificándose y que luego sería reivindicada en forma de demérito por sus asesores, como Seijó, quien le escribiría en carta a Moreno: “Me he traducido casi por completo a Baden Powell, pero encuentro en él tantas cosas que no se avienen a nuestro ambiente (…) lo encuentro tan inglés, que termino por ser o creerme más que Baden Powell. Además quiero ver si la obra puede hacerse netamente argentina (…)” (Citado en: Podlubne et al, 2011, p. 232). Una pulsión similar puede verse en la carta firmada por “Emma”, publicada en el EMEC y titulada “El sentimiento de la nacionalidad argentina” en la que una mujer reprendía a otra por educar a sus hijos en Inglaterra según las costumbres de esos países, diciéndole: “Debe ser encantador oír a Carlos y Enriquito cuando dicen ‘mother, god, home’, pero a ti debieran parecerte más encantadoras sus boquitas rosadas si se plegaran para decir: ‘mamita, somos argentinos, ¿verdad? ¡Qué linda es la bandera argentina!’…” (“Emma”, 1913, p. 49).

11 Lo mismo sucedía con los scout boys uruguayos, que adoptarían el nombre de “Vanguardias de la Patria”. Ver Caras y Caretas, de ahora en más CyC (21/12/1912, p. 103).

12 Como puede verse a partir del texto aparecido sobre ellos en la Revista de Educación (par bonaerense del EMEC), firmado por Hazard (1912) y traducido por Alfredo J. Torcelli: “La singular actualidad que tiene para nosotros el artículo de Pablo Hazard, dadas las iniciativas que han surgido en la Capital Federal, La Plata y otras ciudades de la república, con comienzo de realización en la primera, es la razón por lo cual lo publicamos” (p. 49). Esto ratifica el impacto de la iniciativa moreniana en ámbitos extraporteños. Fuera del ámbito oficial, también puede verse el interés por los scouts franceses, sobre todo a partir del desarrollo de la Primera Guerra Mundial, en su condición de reserva, en la revista PBT del 19 de diciembre de 1914. Sobre el impacto del scoutismo en la educación bonaerense, ver Scharagrodsky (2006, especialmente p. 145-150).

13 Roosevelt fue vicepresidente honorario de los scouts estadounidenses, y enviaría un mensaje a los Boy Scouts de toda América, precisamente en el momento previo a su viaje a Sudamérica, y que sería publicado en Boys’ Life, la publicación oficial de la asociación norteamericana. Su nota llama la atención –aunque no deja de estar a tono con la idea de tenderfoot de Baden Powell- por los rudos conceptos que el amigo del “Perito” tenía acerca de cómo formar el carácter de los niños: “De nada sirve un niño afeminado (mollycoddles), tímido, o marica (sissy). Quiero ver a un niño capaz de sostenerse por sí mismo y avergonzarse de haber flaqueado” (Roosevelt, 1913b, p. 13. Mi traducción). Es justicia señalar que a pesar de sus notas patrióticas y viriles, no hemos nunca a llegar encontrar un tipo similar de frase directamente pronunciada por el “Perito”.

14 Sobre la expedición realizada y la empatía surgida entre ambos personajes (Ygobone, 1954, p. 605- 614). Asimismo, podemos ver la carta enviada por la asociación y firmada por Moreno, en la cual se solicita a Roosevelt, aceptase una medalla de oro, de manera de demostrar un mensaje fraternal hacia los scouts norteamericanos por parte de la Asociación Nacional del Scoutismo Argentino (ANSA: 1913).

15 Moreno (1914a, p. 156) dirá: “el concepto de la patria tan aplaudido de Jaurez (sic) parece copiado de Echeverría”. Como sabemos, Jean Jaurès había tenido un particular impacto en su visita a la Argentina en 1911 y quizás Moreno se refiriera a la indicación del autor acerca de la idea de patria como mediadora entre el individuo y lo universal que aparece en su conferencia “Nacionalidad, democracia y clase obrera”. Probablemente Moreno, además, leyó o sintió comentar ideas de él, como las aparecidas en “L’ instruction morale à l'école”, conferencia publicada en La Dépêchedel 3 de junio de 1892 o alguna otra similar, en que el socialista francés señalaba que “la enseñanza de la moral debe ser la primera preocupación de nuestros maestros (…) Muy a menudo ellos desdeñan la enseñanza moral por la educación cívica (…) y olvidan que (ella) no puede tener sentido ni valor sino es a partir de la enseñanza moral porque las constituciones que aseguran a todos los ciudadanos la libertad política y que realizan o preparan la igualdad social tienen en esencia el respeto de la persona humana, de la dignidad humana” (Jaurès, 1892).

16 El destino de Moreno se ligó con el de Ameghino en varias maneras. Inicialmente, a partir de una disputa en el seno del Museo de La Plata acerca del destino de unos fósiles patagónicos, que terminó con la exoneración del hermano de Ameghino, Carlos, a instancias de Moreno, y con la posterior renuncia en 1888 de Florentino (Fernicola, 2011). Luego, Moreno sería en su calidad de diputado, el encargado de presentar el proyecto de adquisición de las colecciones del mencionado científico, por parte del Estado (DSCDN, 23/8/1911, p. 162-164). En una sesión posterior donde se aprobaría la propuesta, sería el diputado Manuel B. Gonnet, el encargado de establecer los paralelos entre ambos personajes, al señalar que el “Perito” era también: “un sabio, un erudito, un apasionado” (DSCDN, 11/9/1912, p. 676).

17 Sobre la visita de Jaurès a Argentina, ver Vianna, 2009 y Herrera, 2009. Para el caso de Echeverría, ver cómo ya en el Almanaque Socialista de 1908, se destaca a este escritor como un exponente “prehistórico” del socialismo. Mención en: Seras, 2014, p. 46.

18 Según cita Becerra (2007, p. 23), en el caso de los socialistas, “la educación práctica se refería a un modo de aprender que se producía en el mismo trabajo, en el hacer cotidiano, vinculado a aquella deseada identidad socialista, y distinto al modo de aprender abstracto, propio de las escuelas fiscales, que no les serviría a los obreros”.

19 Y que en ocasiones era refrendada fuertemente por Moreno en alguna de sus intervenciones, como la siguiente: “Cuando los boy scouts de Huinca Renancó aprendan qué fue ese lugar (…) si un día la patria les reclama sacrificios y su sangre, soñarán en los campamentos con los enérgicos milicos que murieran en las pampas por ella” (Moreno, 1915, p. 536-7). Es curioso que, aunque antilimitarista, el socialista Giménez no dudaría en invocar una virilidad similar para los pacíficos niños socialistas, diciendo: “si algún día, que felizmente no ha de llegar para nosotros, cual nueva Bélgica, algún enemigo exterior invadiera nuestro suelo, (esos jóvenes) sabrán cumplir con su deber” (Giménez, 1918, p. 10).

20 Giménez valoraba especialmente la actividad de los niños (como los de los Recreos infantiles socialistas dirigidos por Victoria Gucovsky) en “excursiones, visitas de confraternidad, los paseos dominicales al campo, en contacto con la naturaleza”. Estas acciones aparecen, en efecto, como muy similares a las prácticas scouts, tal como reconoce Giménez, haciéndole decir sin embargo: “Serán los jóvenes socialistas nuestros boy scouts sin escoutismo que en las luchas tranquilas de la paz serán siempre hombres buenos” (Giménez, 1918, p. 11).

21 Prevenido por un anticlericalismo naturalizado, Giménez dirá a los socialistas que lo acompañaban en la visita, que “aunque a algunos les sorprendiera el título que lleva [el de Asociación cristiana] (…) en realidad es una organización religiosa en el sentido más noble y elevado de la palabra, tomando la palabra cristiana como símbolo y guía moral hacia el perfeccionamiento material, intelectual y moral del pueblo (…) simbolizando una palabra que no estaba escrita pero estaba en todos: Tolerancia” (Citado en: S/A, 1918b) Lo curioso es que, como sabemos, el scoutismo argentino surgió con el necesario empuje de la YMCA, siendo Rusell D. Christian, miembro de esa asociación, el Comisionado Nacional de la ANSA.

22 Según señala Briquet (2012, p. 5. Mi traducción): “una fracción sustancial de las antiguas notabiliariedades mantuvo su preeminencia política en el marco republicano, acomodándose a las nuevas formas de competencia política inducidas por el sufragio universal”.

23 El distanciamiento con el Patronato como institución ya se había producido en 1911, según se ve en la nota en la que se acepta la renuncia de Moreno, donde el presidente Luis Ortiz Basualdo lamenta tener que poner fin a su concurso “tan ilustrado y tan perseverante” (Carta del 11 de agosto de 1911, FM).

24 Y que encuentra en Osvaldo Bayer (2014) uno de sus más persistentes cultores, como cuando sostiene que Moreno “culmina su vida fundando nada menos que la Liga Patriótica Argentina, que fue una organización absolutamente fascista creada para luchar contra los obreros, contra los dirigentes obreros que pedían las ocho horas de trabajo”.

25 Para el caso de la derecha, podemos mencionar la participación de los scouts de la ANSA en los actos de la LPA(Bisso, 2015b) En relación a la izquierda, como se señala para Europa, “el dinamismo de los movimientos de juventud y la fuerza movilizadora que entrañaban sus formas externas suscitaron igualmente recuperaciones o imitaciones por parte de las formaciones políticas de izquierda. De este modo, el movimiento de los Pioneros, lanzado por el Partido Comunista Francés en 1925, copiaba abiertamente del escultismo, el uniforme, la promesa y la ley, al igual que algunas actividades que adaptó a sus propios objetivos políticos” (Baubérot, 2007, p. 29-30).

26 Cuando incluso un socialista (Giménez, 1918, p. 10) advertía: “No es tarea de ellos, jóvenes de 10 años, aun no llegados a la edad donde se obtienen los derechos cívicos, ‘estar jugando a los socialistas’, perdiendo el tiempo en trascendentalismos impropios de la edad”.

27 Moreno decía: “¿Cuándo tendremos el libro anecdótico que describa al “milico”, desde aquel recordado por el pincel de Blanes, soldado improvisado, que perdida una pierna por una bala de cañón durante la primera invasión inglesa, corta con su cuchillo el guiñapo que aún la adhiere al cuerpo, ata al muñón su raída camisa y se arrastra con el arma para no perder su sitio en la fila diezmada, hasta aquel ‘destinado’ que, en la lucha fratricida del Parque, cae con la boca, la lengua y la nariz destrozadas por la metralla, y que al levantarle y preguntarle lo que siente, garabatea: ‘Nada, póngale una corona de flores por mi cuenta a mi capitán’, el que yacía muerto a su lado” (Citado en Moreno, E. V., 2009, p. 19).

28 Como lo hacía el niño J. Álvarez, con su “boy scout de protocolo”. CyC, 18 de octubre de 1913, p. 23.

29 Según se muestra en una foto a la niña Celia Alier Costa disfrazada para Carnaval de boy scout, y no de guía o scout girl. CyC, 21 de marzo de 1914, p. 105. El interés por los scouts también puede verse en la revista PBT, por ejemplo en la foto de la organización rosarina publicada en el número del 19 de septiembre de 1914.

30 Pensemos que la remake de los batallones infantiles en clave escolar la realizará Pizzurno, unos años después de la fecha en que se señala el recuerdo de Díaz. Ver Bertoni (2007, p. 89-120).

31 A esta práctica, Moreno la incluía dentro de un amplio set de conocimientos prácticos y morales, ya que el scout “recibirá instrucción sobre moral, estudios de la naturaleza, heroísmo, caballerosidad, patriotismo, y por vía práctica, enseñanza de primeros auxilios, salvamento de vida, natación, arte de rastrear, práctica de campamento, de llano, de bosque y de montaña, comunicaciones por medio de señales, tiro al blanco, construcción de puentes, levantamiento e interpretación de mapas, práctica de cocina, higiene y nociones fundamentales de los principales oficios” (Citado en Ygobone, 1954, p. 620).

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Recibido: 4 de marzo de 2015.
Aceptado: 22 de julio de 2015.

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