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Historia de la educación - anuario

versión On-line ISSN 2313-9277

Hist. educ. anu. vol.16 no.2 Ciudad autonoma de Buenos Aires. dic. 2015

 

ARTÍCULOS

El proyecto de la Colonia Nacional de Vacaciones: historias, memorias y sujetos

 

André Dalben1

(PUC-SP)
andredalben@yahoo.com.br

1 Investigador post-doctoral en Historia en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo; Doctor en Educación por la Universidad Estatal de Campinas, con intercambio en la Universidad de Montpellier III - Paul Valery (Francia); Maestria e graduación en Educación Física por la Universidad Estatal de Campinas.


Resumen

Este trabajo analiza el proyecto de la Colonia Nacional de Vacaciones, presentado al Consejo Nacional de Educación de Argentina en el año 1915. El análisis histórico intenta establecer cuáles fueron los sujetos involucrados en la creación del proyecto y cuáles los embates políticos en que estos participaron. Se trató de una iniciativa bastante innovadora y de grandes proporciones que unía una política de salud preventiva a la educación, pero que, sin embargo, nunca fue implementada. A pesar de que la Colonia Nacional de Vacaciones nunca haya sido construída en Uspallata (Mendoza), como estaba previsto inicialmente en el proyecto, un viaje experimental fue realizado con el apoyo de las Sociedades Populares de Educación. Al investigar la historia de esa inciativa fue posible concluir que las colonias de vacaciones se posicionaron en la intersección entre la salud pública y la educación, priorizando las prácticas corporales al aire libre y el desarrollo de la sociabilidad entre los participantes. Fueron instituciones extraescolares concebidas y defendidas tanto por los movimientos higienistas y eugenistas como por los movimientos alternativos de la educación y de la reforma social.

Palabras clave: Colonias de vacaciones; Vacaciones escolares; Historia de la educación; Historia de la higiene; Historia de la educación física.

Abstract

The paper analyzes the National Vacation Colony project, presented to the National Council of Education of Argentina in 1915. The historical analysis reached to establish the individuals involved in the creation of the project and the political clashes they participated. It was a great new beginning and of grand proportions, which united a policy towards a preventive health to education, but was never implanted. Although the National Vacation Colony was not built in Uspallata (Mendoza), as initially planned in the project, an experimental trip had taken place with the help of the Popular Society of Education. By investigating the history of this initiative, it was possible to conclude that the vacation colonies positioned themselves in the intersection of public health and education, prioritizing the open-air recreation and the development of sociability. They were extracurricular institutions conceived and defended by hygienist and eugenicist movements and also by alternative education and social reform movements.

Keywords: Vacation camps; School holiday; History of education; History of hygiene; History of physical education.


 

Introducción

La historia de la educación viene dedicándose, desde hace un tiempo, al estudio de objetos de investigación que extrapolen las funciones centrales del sistema escolar. Las colonias de vacaciones surgen así, como objetos privilegiados para la renovación pretendida en el área debido a que se configuran como instituciones extraescolares. Diego Armus (2014, 2007), Lucía Lionetti (2014), Adriana Álvarez (2010) y María Silvia Di Liscia (2005) son algunos de los investigadores argentinos que vienen abordando esas instituciones en sus publicaciones. Entre las diversas iniciativas susceptibles de ser investigadas, fue posible rescatar el proyecto de lo que podría haber sido una de las mayores y más innovadoras colonias de vacaciones de Argentina.
Escrito en 1915, el proyecto de la Colonia Nacional de Vacaciones para Niños Débiles y Maestros Desgastados nunca fue implementado de hecho, pero narra un importante capítulo de la historia de la educación argentina. La investigación surgió de dos principales cuestionamientos iniciales: ¿Cómo fue posible que el proyecto de la colonia de vacaciones con todas sus particularidades haya sido concebido en ese momento específico de la historia argentina? y ¿Por qué no fue implantado en la práctica? Se buscó, en consecuencia, rescatar los conocimientos que propiciaron la formulación del proyecto en cuestión, como también, atribuir voz a sus idealizadores y exponer los embates políticos que terminaron por impedir su implementación, pero que facilitaron la realización de un viaje experimental en 1916.

En la inmensidad de los Andes: el proyecto de una colonia de vacaciones


Figura 1
: Proyecto de la Colonia Nacional de Vacaciones para Niños Débiles y Maestros Desgastados a construirse en el valle de Uspallata, Mendoza (TOSI, 1915, p.17).

La imagen que precede este párrafo resume en líneas, formas y colores las expectativas de un profesor argentino que deseaba crear lo que podría llegar a ser la mayor colonia de vacaciones de su país. Realizado en 1915, este croquis llega a nuestros ojos no simplemente por un acto mecánico de resistir al tiempo. Susceptible de perder sus colores, de diluirse, pero también de ser destruido o descartado, ese documento pasó por una selección histórica hasta ser encontrado entre las páginas del libro conservado por la Biblioteca Nacional del Maestro, en Buenos Aires. Su materialidad, que se impone en tiempo presente, acarrea consigo memorias de un pasado que insiste en no ser borrado, olvidado. Evidencia mucho más que un simple hecho que podría haber ocurrido. Pone en relieve el deseo de crear algo nuevo, la ambición de erigir un edificio que podría amparar a cientos de niños y profesores en el período de las vacaciones escolares argentinas. El dibujo establece, asimismo, la intención de convertir a Uspallata en un centro nacional de vacaciones. El proyecto fue concebido gracias a los esfuerzos de Manuel Pacífico Antequeda (1860-1920), responsable por la Dirección General de Escuelas de Mendoza, y del arquitecto Andrés Tosi. Lleva consigo ecos de otras épocas que reverberaban en la imaginación de sus idealizadores. Más que un objeto aislado, el dibujo presenta rasgos de saberes que se encontraban en boga en el momento de su confección, de memorias aún más antiguas y de deseos que traspasan su propia temporalidad (Le Goff, 2005).
Esa imagen tiene el poder de despertar un sin fin de sentidos y sensibilidades en el que la admira. Por lo general, una imagen presenta siempre una acumulación de tiempos alrededor de un asunto en particular, y cada vez que la miramos, el asunto es reanudado a través de uno de sus posibles aspectos. Aunque fijemos una interpretación, ella siempre será transitoria, puesto que, no estamos inmunes al tiempo en el cual vivemos y a los constantes cambios de la sociedad y de la construcción de sus saberes. Otro punto a ser destacado es que, de la misma manera que las investigaciones científicas nunca estarán libres de subjetividad, las miradas hacia una imagen tampoco lo estarán. En ese sentido, las interpretaciones hechas de la imagen a lo largo de ese artículo se establecen como una de las numerosas formas de acceso al pensamiento elaborado por la presente investigación. La naturaleza que compone el fondo del dibujo puede, por momentos, parecernos colosal. Sería posible afirmar que guarda, a su modo, una cierta “poética de las montañas”, tal como lo que propuso Umberto Eco (2004: 282) al analizar las pinturas europeas del siglo XVIII. Es tal la magnitud de la cadena montañosa que puede traspasar los márgenes del dibujo. Traspasa hasta el mismo azul celestial. Ella avanza al punto de ya no ser posible observar la cumbre más alta a la derecha de la imagen. Representa algo inconmensurable, algo que, de cierta forma, escapa a los límites de la comprensión humana y se adentra en el campo de lo sublime. La presencia de la cadena de montañas, no obstante, se contrapone a la fachada del suntuoso edificio que se pretendía erigir para abrigar aquella colonia de vacaciones. Los caminos que delinean los jardines frontales de la edificación guían nuestra mirada hacia el centro de la imagen y nos llevan al encuentro con la obra del arquitecto. La Cordillera de los Andes se presenta, así, como un escenario dispuesto en un segundo plano. Al fundirse con la construcción, son alcanzadas por las torres del edificio, emprendimiento humano por naturaleza. Susceptibles de ser avistadas desde lejos, las altas torres proyectadas nos brindan la seguridad de estar en un lugar intervenido por la mano humana y organizado por la razón. La fascinación por la fuerza de la naturaleza comparte, de esa manera, espacio con la fascinación por el poder humano en cambiarla, en alcanzarla, en convertirla en un paisaje para los viajes a Uspallata.
El dibujo no narra el ímpetu de conquistar los altos picos montañosos, osadía reservada a los alpinistas exploradores de finales de siglo XIX, diversos extranjeros que viajaron a Argentina en expediciones científicas que ambicionaban escalar la mayor cumbre de las Américas, el Aconcagua (Logan: 2011). La imagen es bastante clara: un edificio de suntuosas proporciones sería construido para abrigar a sus visitantes, imponiéndose de forma tan magnánima al igual que las montañas que, después de la construcción de la edificación, se constituirían como su escenario. Localizado en un valle, a los pies de la Cordillera de los Andes, el extenso terreno donado para la construcción de la colonia de vacaciones se ubicaba a menos de cien quilómetros de la capital de la provincia de Mendoza, siendo de fácil acceso por medio de las líneas del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico. Como preveía el nombre atribuido a la colonia de vacaciones, su objetivo sería el de amparar niños físicamente débiles y maestros desgastados por la actividad del magisterio. No obstante, a estos cuerpos debilitados, no les sería posible aventurarse en la Cordillera de los Andes. Es cierto que la presencia de las montañas podría actuar como un factor de enorme relevancia para la imaginación de los que pasarían sus vacaciones en ese lugar. Una aventura en el plano de la fantasía podría fácilmente contribuir con el cuidado de la mente de muchos niños y profesores, principalmente aquellos acostumbrados a la literatura de viaje de la época. Esta aventura sería, sin embargo, bastante controlada. Difícilmente ofrecería grandes riesgos en la vida real, ya que, los viajeros estarían cómodos y protegidos en el edificio de la colonia de vacaciones a ser construido, o bien, en los vagones del tren que interconectaba Uspallata con el resto del país. Ya no se trataba de penetrar, revelar y explotar una región longincua e inhóspita de Argentina. Los jardines frontales de la colonia de vacaciones, que realzan gran parte de la imagen, agregan un elemento de embelesamiento paisajístico al terreno. Representan, ante todo, una naturaleza susceptible de ser domesticada y reducida a la escala humana. Se trataba de rellenar, por medio de una obra del Estado, el vacío que representaba el desierto argentino para, entonces, convertirlo en un campo saludable y moralizante entonado por los médicos higienistas (Rodríguez, 2010). Diferentemente de la representación europea, en la cual el campo se constituía como un espacio y tiempo idílicos en el cual se deseaba volver a la búsqueda de un supuesto paraíso perdido por la civilización urbana, el inmenso desconocido que representaba el desierto argentino requería una intervención humana (cultural, política y económica) para convertirse en una medida higiénica.
Reorganizada, la naturaleza alrededor de la colonia de vacaciones podría entonces asumir un carácter médico. En el memorial descriptivo del proyecto, el arquitecto establece, por ejemplo, que los árboles que rodearían al edificio deberían ser predominantemente pinos, pues “higienizan el aire en sumo grado con su oxígeno" (Tosi, 1915: 25). El jardín frontal y todos los árboles dispuestos alrededor de la construcción tendrían como principal función ofrecer un aire más puro y rico en oxígeno a los visitantes, en definitiva, el ambiente más saludable posible. La afirmación del arquitecto, de una naturaleza capaz de higienizar el aire, estaba vinculada también al olor característico liberado por los pinos, frecuentemente asociados a una sensación de pureza (Corbin, 1987). La propia montaña también asumiría una connotación médica, no solo a causa de su función de anular los vientos y los presumibles miasmas que tanto inquietaban a los médicos de la época. A lo largo de todo el siglo XIX, una serie de terapias naturales que se servían del aire de altitud para la cura de la tuberculosis fueron formuladas en los Alpes europeos, siendo usualmente denominadas como climatoterapias (Villaret, 2005; Baubérot, 2004). La lectura realizada comúnmente por la medicina natural de la época, explicitaba que la montaña proporcionaba un ambiente más saludable por encontrarse distante de la polución que comenzaba a propagarse por los aires citadinos que eran invadidos por el humo de las fábricas. Las explicaciones desarrolladas para esta lectura no tenían fundamentos necesariamente científicos o comprobados en laboratorio (Dagognet, 1998: 154). Estaban basadas mucho más en un proceso cultural de refinamiento de las sensibilidades humanas en relación a la naturaleza y a sus elementos. Al olfato, el ambiente atmosférico de la montaña parecía mucho más fresco, agradable y estimulante que el aire predominante en las ciudades (Corbin, 1987). Pensado de tal forma que pudiera potencializar los supuestos poderes curativos de la naturaleza, el propio proyecto de la colonia de vacaciones también asumía un carácter médico. No se trataba, por lo tanto, de un ambiente donde el cuerpo fuera sometido a intervención clínica, como en los procedimientos quirúrgicos comúnmente adoptados en los hospitales. Se trataba de una institución preventiva que aliaba al trabajo corporal de los ejercicios físicos a una alimentación reglada, a la exposición del cuerpo al sol y al aire con el objetivo de fortalecer sus defensas orgánicas. Era un recurso frecuentemente adoptado para combatir la expansión de la tuberculosis, ya que, era en un momento en que los medicamentos alopáticos contra esa enfermedad todavía se encontraban en desarrollo (Armus, 2007). La idea era alejar, momentáneamente, a los niños de los barrios más pobres, en donde las condiciones de salubridad eran más exiguas, y llevarlos a un ambiente considerado más saludable, en el cual recibirían una atención especial en relación a su salud física y entrarían en contacto con una naturaleza considerada regeneradora.
El proyecto desarrollado por el arquitecto buscó rescatar todo el universo de la medicina natural consolidado en los Alpes europeos, no solo con la incorporación de pinos al paisaje, sino también con una arquitectura específica para la edificación, en la cual se adoptaría el “estilo chalet suizo” (Tosi, 1915: 25). Fueron proyectados también, una piscina, canchas de tenis, un campo de fútbol y un lugar para tiro al blanco, todos ellos al aire libre. A los cuerpos debilitados de los niños se les ofrecía espacios que propiciasen el movimiento, intentado fortalecerlos por medio de la activación de la respiración en un ambiente de altitud. El fortalecimiento orgánico no era concebido como una actividad pasiva, como en gran parte de los sanatorios, pues requería un trabajo activo del cuerpo. La respiración debería vencer la barrera del aire rarefacto de las montañas y las energías de los niños serían renovadas en esos espacios deportivos, aumentando el apetito para las meriendas consumidas diariamente. Más que un simple pasatiempo, el ejercicio físico tendría una función muy precisa: la de estimular el aumento del peso corporal y de las capacidades respiratorias de los niños y profesores atendidos.
La acción de las colonias de vacaciones no se concretaba únicamente en la materialidad orgánica del cuerpo. Se priorizaba también una “terapéutica de las emociones” y el viaje al encuentro de la naturaleza tenía como principio una acción sobre el alma, sobre la psique. Se trataba de una lectura romántica de la naturaleza, que guardaba consigo memorias bastante antiguas de poetas y escritores que habían retratado el campo de forma bucólica y apaciguada (Williams, 2001). La partida de los centros urbanos y el viaje para la montaña incluía la idea de un renacimiento, de una transformación, no simplemente del cuerpo biológico, sino del alma, de las emociones (Corbin, 2001; Rauch, 1988). Al abandonar los miedos que se apropiaban de la mente de aquellos que vivían en las ciudades, en barrios con precarias condiciones de vida, se creía que el viajante podría descubrir el placer pueril de la libertad, el placer de los divertimentos del cuerpo al ponerse en contacto con la naturaleza. Se trataba principalmente de una construcción cultural, de una representación bastante específica de la naturaleza que fue inventada y reinventada en un proceso de larga duración histórica transformándola en un elemento considerado placentero y saludable. Estamos lejos de las representaciones de una naturaleza salvaje y de todo el imaginario al que podría remitirnos. Se trata de una naturaleza construida y recortada por el edificio, moldeada para el confort y seguridad que la construcción de la colonia de vacaciones podría promover. Moldeada también por nuevas sensibilidades en relación a la naturaleza y sus elementos. Moldeada, en síntesis, por nuevos modos de interpretar y organizar el mundo natural (Thomas, 1983).

A los profesores y niños de toda Argentina: un proyecto innovador

Continuemos analizando el dibujo propuesto para la colonia de vacaciones que se pretendía construir. Las nubes, al entrar en escena por detrás de las montañas, nos presentan algo que llega del exterior. Llegadas de lugares distantes, son tan pasajeras como la permanencia de aquellos que ocuparían los ambientes del edificio durante los períodos de interrupción de las actividades escolares. Según el proyecto concebido por Antequeda, la colonia de vacaciones a ser inaugurada sería de carácter nacional, o sea, debería destinarse a todos los alumnos matriculados en el sistema de enseñanza, principalmente a aquellos considerados más débiles físicamente y, consecuentemente, más susceptibles de contraer enfermedades. Si la comparamos con las colonias de vacaciones existentes en aquel momento en los países europeos, la propuesta de Antequeda tenía puntos bastante innovadores: involucraría todo el sistema nacional de enseñanza; sería mantenida por el gobierno; atendería no solo niños, sino también a los profesores como clase trabajadora y tendría un edificio especialmente concebido para funcionar como colonia de vacaciones.
En países como Francia y Alemania, las colonias de vacaciones eran, en su mayoría, organizadas por la sociedad civil, sobre todo por asociaciones filantrópicas. Es cierto que había iniciativas financiadas por el poder público, sin embargo, eran bastante específicas y no pretendían abarcar el sistema escolar del país como un todo (Downs, 2009, 2002). Es importante considerar también, la efeméride de muchas iniciativas puestas en práctica en las primeras décadas del siglo XX, ya que era común que se realizasen una única vez al año, no teniendo continuidad en los años siguientes (Bataille y Levitre, 2010: 22). En Argentina, fueron diversas las sociedades civiles que organizaron colonias de vacaciones. La Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires fue la primera que mantuvo una institución propia entre los años 1893 y 1920 en la ciudad costera de Mar del Plata (Alvarez, 2010: 21). El gobierno argentino haría su primera experiencia en 1895 y enviaría trescientos niños de la Capital Federal para Mar del Plata. El Monitor de la Educación Común, principal periódico del Consejo Nacional de Educación, fue responsable por noticiar el viaje. La iniciativa, no obstante, no tuvo continuidad en los años siguientes, siendo realizada solo en el verano de 1985. El gobierno argentino comenzaría a invertir de modo más sistemático en colonias de vacaciones a partir de 1920, siendo que la gran mayoría atendía niños que vivían en Buenos Aires (Dalben, 2014: 225). En general, las colonias de vacaciones de la primera mitad del siglo XX fueron iniciativas dirigidas especialmente a los niños habitantes de los grandes centros urbanos. Buscaban alejar temporariamente a los niños de las deletéreas condiciones de vida a las que eran sometidos en los barrios más pobres de las ciudades y ofrecerles una estadía que propiciase un mayor contacto con el medio natural, ya sea en las playas o en las montañas. El proyecto presentado en 1915 por Antequeda, sin embargo, tenía pretensiones mayores, pues ansiaba atender a los alumnos provenientes de todas las regiones de Argentina, incluso de pequeñas ciudades y poblados longincuos. Contrariaba, así, uno de los mayores presupuestos médicos de las colonias de vacaciones del período: que el punto de partida de los viajes fueran siempre los mayores centros urbanos (Bataille y Levitre, 2010: 58).
Otro punto innovador de su proyecto explícito en el nombre de la institución que pretendía crear, era el de admitir también a los profesores agobiados a causa de sus actividades profesionales. Es cierto que en el período ya existían iniciativas dirigidas a los trabajadores adultos, siendo dirigidas principalmente por sindicatos o por las propias industrias (Armus, 2014). Estas iniciativas fueron comúnmente clasificadas como colonias de vacaciones familiares, puesto que, se destinaban a las familias de clase operaria. La denominación tenía como objetivo también diferenciarlas de las colonias de vacaciones que actuaban de modo paralelo a la institución escolar y que eran reservadas únicamente a los niños más débiles. En gran parte de las colonias de vacaciones escolares, los profesores acompañaban a sus alumnos en los viajes, pero sin que hubiese espacios exclusivamente pensados para recibirlos. La estructura de la colonia de vacaciones proyectada en Uspallata, no obstante, buscaba integrar los trabajos destinados a ambos públicos. Su proyecto suponía la construcción de dormitorios colectivos para niños y, en otro pabellón, cuartos individuales para hospedar a los maestros debilitados. Separados también quedarían los refectorios, las librerías y los baños dispuestos en pabellones distintos. El objetivo era reunir y acoger, en una misma institución, a una parcela de los niños matriculados en las escuelas públicas argentinas con la concomitante atención a los profesionales de enseñanza como categoría profesional.
La propia concepción de un edificio especialmente elegido para funcionar como colonia de vacaciones era bastante innovadora, ya que dominaba en la época el empleo de propiedades alquiladas o cedidas por sus propietarios o responsables legales. La iniciativa puesta en práctica, por ejemplo, en el verano de 1895 en Mar del Plata, por el Consejo Nacional de Educación, solamente fue posible por medio de una comisión de habitantes responsables por hospedar a una parte de los niños atendidos (Dalben, 2014: 216). En ese primer momento, también era común el empleo de instituciones de enseñanza y pensionados que permanecían cerrados durante las vacaciones escolares, de instituciones médicas, como los sanatorios, además de propiedades particulares, como casas de campo y haciendas (Bataille y Levitre, 2010: 44). La construcción de edificaciones propias para las colonias de vacaciones era, todavía, una excepción a la regla, sobre todo, si consideramos las grandes proporciones que Antequeda y Tosi habían atribuido al proyecto de la Colonia Nacional de Vacaciones.

La Colonia Nacional de Vacaciones: sujetos, saberes y embates políticos

Para comprender los puntos innovadores del proyecto de Antequeda y Tosi es necesario, ante todo, prestar atención al hecho de que en los estudios históricos no se deben abordar los individuos aisladamente, ya que, ellos forman parte de grupos sociales y de un período histórico mayor. Tal como lo analiza Marc Bloch (1998), la historia no debe ocuparse del hombre en su carácter individual y singular, sino de los hombres en el tiempo, o sea, de los seres humanos insertados en una determinada sociedad, en una determinada época. Es importante marcar que, antes de ser individuos, somos también producto de la historia que nos precede y de las interacciones que establecemos con nuestra sociedad. Podemos concebir que, en el proyecto elaborado, así como en las acciones individuales por lo general, más que fruto de una genialidad espontánea, se manifiestan los conocimientos provenientes del medio social y del momento en el cual nos encontramos inmersos. En la época en que fue proyectada la colonia de vacaciones en cuestión, era inusitada la existencia de edificios especialmente construidos para esa finalidad y se encontraba en desarrollo una arquitectura específica para ese tipo de institución infantil (Bataille y Levitre, 2010: 39). El arquitecto que proyectó el edificio de la Colonia Nacional de Vacaciones se sirvió no solo de los conocimientos profesionales que tenía a su disposición en aquel momento, sino también de una imaginación que reflejaba los modelos arquitectónicos que había observado durante toda su vida. Ya sea en edificios que había visto por las ciudades donde vivió, o que había visitado, en las conversaciones y lecturas que había realizado y/o en ilustraciones o fotografías referenciales; o sea, en todo aquello que de cierta manera lo tocara, voluntaria o involuntariamente. Al historiador le es ciertamente inalcanzable una comprensión integral de todos esos elementos. Su oficio se conforma a partir de fragmentos de un pasado que, a su vez, es intermediado por documentos que no son inocuos, sino que presentan las ansias y conocimientos de aquellos que lo construyeron.
El proyecto de la Colonia Nacional de Vacaciones nos revela, no solo la intención de su autor, sino un conjunto de saberes que posibilitó su elaboración. El estilo “chalet suizo”, adoptado en la fachada, por ejemplo, buscaba rescatar una estética consolidada en las comunidades campesinas presentes en los Alpes europeos (Pfrunder, 2012). Se trataba de una relectura, de una apropiación, realizada con el objetivo de construir una memoria para la colonia de vacaciones, vinculándola al universo de la medicina natural desarrollada en las fronteras entre Alemania y Suiza (Villaret, 2005; Baubérot, 2004). El edificio principal incorporaba los preceptos médicos de la lucha contra la tuberculosis, puesta en acción en los sanatorios europeos, habiendo heredado rasgos bastante visibles de la arquitectura hospitalaria, como las amplias ventanas que permitían la renovación constante del aire y claraboyas que favorecían una mayor entrada de la luz solar en su interior (Tavares, 2005; Cremnitzer, 2005). El proyecto no se relacionaba, sin embargo, únicamente con el movimiento médico internacional de combate a la tuberculosis. Estaba vinculado también, con la propia historia argentina, más específicamente con los planes del gobierno de la época para la educación pública de aquel período. El suntuoso edificio proyectado se asemejaba a las escuelas-palacio que caracterizaron uno de los períodos de la arquitectura escolar argentina, más precisamente entre los años de 1880 y 1914 (Brandariz, 1998).
Con construcciones de escalas monumentales, de apariencia sólida y robusta, la arquitectura de ese período tendría como una de sus funciones principales enfatizar el poder del estado argentino al destacarse de las demás construcciones a su alrededor. Esa misma tendencia era perceptible en otras obras públicas, como el Congreso Nacional, el Palacio de Correos, la Biblioteca Nacional, entre otros. En el caso específico de las escuelas, los edificios monumentales ponían en destaque el hecho de tratarse de verdaderos templos del saber, en los cuales estarían inmersos profesores y alumnos. Eran construcciones marcadas por el poder del Estado, responsables por una pedagogía silenciosa, pero bastante visible en su arquitectura, así como en los elementos patrióticos dispuestos en sus paredes (Viñao Frago, 1998). En el caso del proyecto de la colonia de vacaciones, su monumentalidad se completaba con la de las montañas al fondo, proyectándose como una obra del Estado frente a la magnitud de la Cordillera de los Andes. De manera particular se presenta la idea de que el deseo de construcción de una nueva nación se imponía sobre el supuesto vacío del desierto argentino (Rodrigues, 2010). Se funda, así, una simbología bastante específica, abierta a elementos nacionalistas que estarían presentes también en los discursos de Antequeda al referirse a la colonia de vacaciones como una “magna obra, llamada a constituir un verdadero monumento de la cultura argentina, por las proyecciones ideadas para la misma, y por la finalidad que persigue” (Antequeda, 1915: 11). La propia región de Uspallata incitaba que cuestiones patrióticas emergieran en la memoria colectiva, pues, como es destacado por el arquitecto Tosi (1915: 19), fue en esa localidad que se reunió, en 1817, el Ejército de los Andes para cruzar la cordillera y oponerse a la dominación española durante las guerras de independencia. La cuestión del nacionalismo que reverbera en las fuentes consultadas, puede ser analizada también desde de un contexto más amplio. Desde fines del siglo XIX, estaba en curso en Argentina el proceso de creación de una identidad nacional que se contraponía a la profusión cultural proveniente del numeroso desembarque de inmigrantes europeos en el país desde 1880 (Bertoni, 2001; Puiggrós, 1990). Los datos del Tercer Censo Nacional, realizado en 1914, mostraban que un 30% de la población argentina estaba compuesta por extranjeros. Buenos Aires, mayor ciudad de América del Sur en la época, contaba con 1 millón y medio de habitantes. Las demás eran mucho más modestas, siendo que apenas 10 tenían más de 12 mil habitantes (Devoto, 1999: 33). En todos los casos, sin embargo, contaban con una expresiva presencia de inmigrantes europeos. En total, más de 4 millones de inmigrantes, de nacionalidades española, italiana, inglesa, francesa, suiza, polaca y rusa habían desembarcado en tierras argentinas en busca de empleo (Fausto, 1999: 25). En Mendoza, se estableció, por ejemplo, una importante comunidad de inmigrantes franceses e italianos, responsables por el plantío de las vinícolas que alzarían la fama de la región hasta los días actuales. No obstante, para la clase dirigente argentina, si la inmigración era deseable principalmente como mano de obra barata, no lo era para transformar la realidad y crear un nuevo país, sino para integrarse a lo ya existente (Devoto, 1999: 35).
El médico argentino José María Ramos Mejía (1849-1914), al asumir en 1908 la presidencia del Consejo Nacional de Educación, organización nacional responsable por el sistema de enseñanza argentino, lanzó una serie de reformas que serían conocidas en la historia argentina como Educación Patriótica (García Fanlo, 2010: Bertoni, 2001). Diferentes estrategias fueron puestas en práctica en ese momento con el objetivo principal de argentinizar la cultura de los inmigrantes. Muchas de las estrategias asumían una posición coercitiva y homogeneizante, como el cerramiento de escuelas creadas por comunidades inmigrantes, el control estricto de los profesionales de la educación -principalmente de los profesores extranjeros-, y la introducción del español como lengua oficial de todo el sistema de enseñanza, desfavoreciendo a los hijos de inmigrantes que solo hablaban su lengua materna. Ramos Mejía, al obtener el cargo de presidente del Departamento de Higiene en 1895, ya había acusado, por ejemplo, a las comunidades judías de ser portadoras de enfermedades, instigando el antisemitismo (Sebrelli, 2002: 70). Como presidente del Consejo Nacional de Educación, construyó una verdadera pedagogía nacionalista para la educación, basada en libros de enseñanza con narrativas positivistas y heroicas sobre la historia de Argentina. A pesar de esa realidad impuesta por la dirección del Consejo Nacional de Educación, es necesario observar la existencia de profesionales de la enseñanza que mantenían posiciones más moderadas y también contrarias a las reformas instituidas por Ramos Mejía. Entre las corrientes que podemos considerar como alternativas, existían aquellas que buscaban integrar las diferencias culturales en el ambiente escolar respetando su diversidad y heterogeneidad, siendo justamente Antequeda uno de sus grandes defensores1. Edgardo Ossanna y María del Pilar López (2004), al analizar los matices existentes en ese proceso de argentinización, narran algunos de los embates ocurridos entre esas dos vertientes dentro de las estructuras administrativas del sistema de enseñanza argentina. Atribuyen especial atención a la disputa protagonizada por Antequeda en la provincia de Entre Ríos al defender que las diferentes culturas de los inmigrantes podrían ser asimiladas paulatinamente a la identidad argentina que se pretendía construir, siempre que, fuesen ofrecidas condiciones que respetasen sus singularidades.
A partir de la lectura, es posible analizar la Colonia Nacional de Vacaciones como un local propicio para la confluencia de las más diversas culturas presentes en el país, puesto que pretendía atender a niños oriundos de todas las regiones de Argentina. En su interior, podrían convivir durante las vacaciones escolares, alumnos y profesores de diferentes nacionalidades. En oposición a las medidas austeras hasta entonces adoptadas por la dirección del Consejo Nacional de Educación, la Colonia Nacional de Vacaciones podría promover un nuevo modo de integrar las poblaciones inmigrantes a la cultura argentina. Al aproximar a los niños provenientes de las más distantes provincias, bajo el auspicio del gobierno argentino, sería posible concebir un programa de confraternidad en el cual la construcción de una nueva identidad fuese realizada a partir de las diferencias culturales, como fue defendido en aquel momento por Antequeda. De ese modo, las innovaciones propuestas por el proyecto de la
Colonia Nacional de Vacaciones no pueden ser explicadas a través de la mera espontaneidad creativa de su idealizador. Estuvieron vinculadas, sobre todo, a las características bastante peculiares del sistema educativo argentino de aquel período y a la posición que Antequeda ocupaba como sujeto político. A diferencia de lo que también podríamos inicialmente concebir, la colonia de vacaciones propuesta no se definía como una medida circunscrita únicamente a la esfera de la salud pública, pues tomaba posición central en los proyectos educativos llevados a cabo en aquel momento por corrientes alternativas de la educación. En la revista Ideas y Figuras, el proyecto de la colonia de vacaciones era así descrito:

La amplitud nacional de la concepción responde en primer terminó al deseo de extender a todas las escuelas el goce de esas extraordinarias condiciones de ambiente. Pero, tiene también una ventaja que nadie ha considerado todavía y que es de gran interés para la República la vinculación que allá́ se inicie entre maestros y alumnos de las distintas provincias, fomentará un intercambio moral e intelectual que mucho nos hace falta. (Marfieri, 1915: 10).

Como podemos observar, la colonia de vacaciones podría ser un local privilegiado para fomentar la sociabilidad, al mismo tiempo que podría alejarse de las acciones coercitivas y represoras que incidían sobre las escuelas de las comunidades inmigrantes y los profesores extranjeros. Su edificio de proporciones grandiosas aseguraría la presencia y la inversión del Estado-Nación en aquellos que disfrutarían de sus vacaciones en esa colonia, mientras las actividades promovidas podrían consentir, aprobar y estimular la formación de una población que compartiera una misma identidad argentina, pero que respetara sus diferencias culturales. Alain Vulbeau (1993), al comparar las colonias agrícolas y las colonias de vacaciones a partir de una perspectiva foucaultiana, presenta como marco principal de diferenciación la contraposición existente entre el control-represor de las colonias agrícolas y el controlestimulador de las colonias de vacaciones. Según sus análisis, las colonias de vacaciones presentarían un conjunto de actividades basadas principalmente en la recreación que, al ofrecer al cuerpo infantil la sensación del placer, estimularían la formación de una nueva moral. En el caso de la Colonia Nacional de Vacaciones, se deseaba formar, sobre todo, una moral patriótica. A diferencia de las colonias agrícolas, en las cuales el poder era ejercido de modo coercitivo, basado en el trabajo, en la obediencia, en el silencio y en la inmovilidad, con la intención de reformar las conductas de los niños consideradas como moralmente desviantes; en las colonias de vacaciones el poder sería ejercido de modo a estimular el movimiento, la diversión, el afecto, el ruido y la alegría para la construcción de una nueva moral.
En el caso argentino, esas diferencias se vuelven bastante explícitas si analizamos las investigaciones desarrolladas por Diego Armus (2004, 2007) sobre las colonias de vacaciones como instituciones médico-educativas basadas en procedimientos recreativos y aquellas realizadas por María Carolina Zapiola (2015, 2008, 2006) sobre las colonias agrícolas como una opción educativo-punitiva basada en el trabajo agrícola. De manera general, a pesar de la cercanía de los presupuestos, como la formulación de dicotomías entre campo y ciudad, en la cual la calle representaría el ámbito de perversión moral de los niños y la naturaleza su regeneradora, las colonias de vacaciones y las colonias agrícolas se alejaron por inúmeros motivos, principalmente en la manera como el control era ejercido en su interior. En muchos casos, como el analizado por Zapiola (2008), las colonias agrícolas en Argentina no pasaron, en realidad, de un oscuro depósito de niños que se creía que eran delincuentes, sin que cualquier propuesta educativa se consumara en su interior. Es importante notar que, a pesar del discurso nacionalista, no había en el proyecto de la Colonia Nacional de Vacaciones concepciones eugenistas que podrían versar sobre la formación de una nueva raza a partir de procesos excluyentes provenientes de la eugenesia negativa2 . El intento del proyecto recae en la construcción de un sentimiento patriótico a partir de un programa que estimulaba la sociabilidad entre sujetos plurales. Con el objetivo de conseguir los recursos necesarios para iniciar la construcción del edificio, Antequeda envió una serie de correspondencias a las más altas instancias del gobierno argentino. Entre las respuestas recibidas, diversas fueron las que también dirigieron su atención al hecho de que la institución propuesta podría unificar un sentimiento nacionalista entre alumnos y profesores (Dirección, 1915). No obstante, a pesar de los esfuerzos realizados y de las cartas recibidas felicitando la iniciativa, no hubo el apoyo financiero necesario para llevar a cabo el proyecto de la Colonia Nacional de Vacaciones. El edificio planificado nunca salió del papel y en el terreno donado para su construcción en el valle de Uspallata, fue erguida una modesta escuela rural.

Nuevos rumbos: el viaje de vacaciones a Uspallata

En general, la historia de las colonias de vacaciones fue bastante diferente al dibujo que observamos en el inicio de este artículo. La solidez de la imagen parece asegurarnos que, aunque distante, en la inmensidad de los Andes, la colonia de vacaciones siempre estaría a la espera de sus visitantes, lo que nunca ocurrió en realidad. Hechos como ese fueron frecuentes. No siempre los proyectos de colonias de vacaciones presentados se efectivizaban o tenían una continuidad en los años posteriores. El carácter esporádico de esas iniciativas, que eran realizadas durante un período bastante preciso, el de las vacaciones escolares, podría explicar gran parte del fracaso que acometía a muchos de los proyectos puestos en acción, puesto que los recursos financieros y las coyunturas políticas podrían cambiar en los años siguientes. En el caso específico del proyecto de la Colonia Nacional de Vacaciones, que nunca fue iniciado, el fracaso podría estar relacionado también con las dificultades existentes dentro de la propia estructura del sistema nacional de enseñanza.
Como observamos, Antequeda se posicionaba en una corriente alternativa frente a las medidas austeras y homogeneizantes concebidas por el Consejo Nacional de Educación para nacionalizar las poblaciones inmigrantes (Ossanna y López, 2004). Es bastante probable que esa divergencia se haya configurado como un entrabe político para la liberación de los recursos necesarios para la construcción de la colonia de vacaciones. Otra cuestión a ser considerada es el hecho de que el proyecto presentado se alejaba de la estructura de asistencia infantil que el Consejo Nacional de Educación había empezado a crear durante la presidencia de Ramos Mejía. En los años 1910 y 1914, fueron organizadas comisiones especialmente dedicadas a investigar las instituciones de asistencia infantil existentes en aquel momento en países extranjeros, siendo las colonias de vacaciones largamente analizadas. La elección final se realizó, sin embargo, mediante la implementación de escuelas al aire libre en los parques urbanos de Buenos Aires, no por la creación de colonias de vacaciones dispersas por el territorio nacional (Dalben, 2014: 233). El principal mentor intelectual de esas instituciones en Argentina fue el médico Genaro Sisto, responsable por denominarlas como escuelas para niños débiles. Al tener conocimiento del proyecto de Antequeda, Sisto se posicionó a favor de las instituciones que él mismo había ayudado a crear, argumentando que traían mayores beneficios que las colonias de vacaciones, por ejercer un control médico más profundo sobre los niños atendidos (Sisto, 1915: 44). Por medio de las correspondencias recibidas en respuesta al proyecto, es posible observar que los términos “para Niños Débiles y Maestros Desgastados” fueron incluidos posteriormente en el nombre de la colonia de vacaciones, solamente después de que Antequeda recibiera la carta en que Sisto se oponía a su proyecto (Antequeda, 1915: 6). La estrategia adoptada evidencia el intento de afiliar, aunque artificialmente, el proyecto de la Colonia Nacional de Vacaciones a las acciones desarrolladas por el Consejo Nacional de Educación, lo que, no obstante, nunca ocurriría, pues ningún recurso financiero fue concedido para la construcción de su edificio. Como es evidente, los costos para la construcción del edificio de la colonia de vacaciones no representaban solamente un problema de orden económico. El impasse surgido en la liberación de los recursos financieros necesarios para llevar adelante el proyecto se vinculaba también a una cuestión de notoriedad profesional y de doctrina a ser seguida en el área de la salud y la educación.
Antes de ser rechazada la implementación del proyecto, el médico Manuel Dellepiane advirtió las dificultades que Antequeda podría encontrar para conseguir financiación del gobierno. Recomendó, en la ocasión, que se instalase la colonia de vacaciones en un lugar ya frecuentado por la elite argentina, como las Termas de Cacheuta, estancia ubicada cerca de Uspallata. Su propuesta era que el dinero proveniente de los clubes, casinos y hoteles localizados en estancias termales o en la costa argentina auxiliara en el funcionamiento de los establecimientos destinados a los más pobres, como las colonias de vacaciones. En sus palabras:

Si nosotros en el Mar del Plata en lugar de preocuparnos de sostener un Club, que consume enormes cantidades de miles de pesos en suntuosos bailes y banquetes, en lujosísimos salones y muebles, destináramos ese dinero en llevar a la práctica estabelecimientos de caridad o de beneficencia social ¿no cree usted que ya podríamos tener en pleno funcionamiento varios sanatorios o colonias? De igual manera si en Mendoza se tuviera las termas de Cacheuta u otro paraje igualmente frecuentado por los ricos, ¿no cree usted que en breve plazo podría ver cumplidos sus loables propósitos? (Dirección, 1915: 57)

La solución sugerida por Dellepiane para el financiamiento de la colonia de vacaciones tenía relación con los debates de los cuales había participado en aquel mismo año de 1915. En aquella ocasión, la Asociación Argentina de Fútbol solicitó exención de impuestos al gobierno para la compra de un terreno del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico con el objetivo de construir un campo para sus campeonatos en Mar del Plata. Dellepiane fue uno de los únicos contrarios a la solicitud, ya que, en sus palabras, ésta se trataba “de una institución rica, que tiene los medios para costearse los impuestos municipales o para contribuir con sus fondos a pagar estos impuestos” (Dellepiane apud Daskal, s/d: 29). Al no ser favorable a la exención de impuestos, Dellepiane asumía una posición política bastante clara. Defendía que la tributación recibida por el poder público de clubes y hoteles de veraneo fuese transformada en beneficios para la población más pobre por medio de la construcción de sanatorios populares y de colonias de vacaciones. Por detrás de su discurso había una consciencia de que el ambicioso proyecto de Antequeda podría proporcionar a los niños de familias operarias que no tenían recursos para realizar largos viajes, beneficios parecidos a los disfrutados por la elite argentina en sus viajes de veraneo en localidades como Mar del Plata y Termas de Cacheuta. Podemos comprender, así, que la colonia de vacaciones era para Dellepiane un instrumento de reforma social, de equiparación de los beneficios disfrutados por las familias ricas y por las familias operarias en la sociedad argentina de la época.
A pesar de que los esfuerzos de Antequeda no resultaron en la construcción del edificio proyectado para la colonia de vacaciones, nuevos actores entrarían en escena en esa historia, colaborando para que al menos un ensayo práctico fuese realizado en el año siguiente. En 1916, una sencilla escuela rural estaba lista para ser concluida en el terreno donado en Uspallata, cuando la médica Elvira Rawson de Dellepiane (1867- 1954), prima de Antequeda y esposa de Manuel Dellepiane, propuso la realización de un viaje experimental hacia el valle andino. La intención principal era evidenciar la viabilidad de convertir Uspallata en un centro de vacaciones para niños y profesores, pero, por sobre todo comprobar los beneficios que la región podría ofrecer a la salud de los viajeros. Los recursos financieros para tal emprendimiento fueron provistos por la Liga Nacional de Educación, entidad creada en 1913 por asociaciones inmigrantes de orientación político socialista y anarquista, que Rawson de Dellepiane presidía en el año de 1916. Pilar González Bernaldo (2001) nos explicita la relevancia que las asociaciones filantrópicas tuvieron en la propia formación del Estado moderno argentino, pues llenaban importantes baches dejados por las insuficientes políticas del Estado. Actuando como un complemento a las políticas de salud y educación y manteniendo, muchas veces, la primacía en algunos sectores que el Estado no alcanzaba, como el ocio, esas sociedades fueron de gran importancia para que iniciativas como las colonias de vacaciones fuesen puestas en práctica. De acuerdo con Sandra Carli (1991), la Liga Nacional de Educación formaba parte de un movimiento mayor y bastante plural, el de las Sociedades Populares de Educación, que tuvo una gran expresividad en el medio educacional argentino entre las décadas de 1890 y 1930. Según Pablo Pineau

En este período se verifica la existencia de un doble circuito educativo vinculado complementariamente entre sí. Por un lado, el sistema de Instrucción Pública, fuertemente organizado y monopolizado por el Estado, y por el otro, una serie de asociaciones de la Sociedad Civil, la mayoría de las mismas englobadas en el movimiento de Sociedades Populares de Educación, que se presentará en forma más desarticulada. Por otra parte, este período será muy fecundo también en una gran cantidad de nuevos discursos, prácticas y propuestas 'alternativas'. (1998: 7).

Generalmente, las Sociedades Populares de Educación buscaban atender a los excluidos del sistema oficial encabezado por el Consejo Nacional de Educación, tales como adultos analfabetos, mujeres y niños trabajadores, menores abandonados e inmigrantes no integrados a la economía nacional. Ese era, efectivamente, un espacio privilegiado para la actuación de las escuelas de comunidades inmigrantes que buscaban organizar nuevos currículos, respetando las diferencias culturales de los inmigrantes y ofreciendo asistencia a mujeres e infantes carenciados (Pineau, 1998, p.8). Vinculadas a esas asociaciones, se encontraban diferentes corrientes sociopolíticas, como los grupos socialistas y feministas de los cuales formaba parte Elvira Rawson de Dellepiane (Puiggrós, 1990). Como hemos analizado a lo largo del tópico anterior, a pesar de Antequeda haber asumido la presidencia de la Dirección General de Escuelas de Mendoza, él defendía corrientes alternativas de educación, las cuales no se encontraban alineadas a las acciones puestas en práctica en aquel mismo momento por la dirección del Consejo Nacional de Educación. Aunque, eventualmente, pudiera compartir una concepción patriótica de educación, sus estrategias para nacionalizar a la población inmigrante se alejaban notablemente de aquellas de carácter coercitivo implementadas por el Estado argentino. Ante la decisión inminente del gobierno de no apoyar la construcción del edificio de la colonia de vacaciones, el médico Dellepiane llegó a difundir una alteración en la forma en que los impuestos estaban siendo empleados para subvencionar iniciativas direccionadas a la salud, la educación y al ocio de las clases operarias. No encontrando respaldo en las acciones puestas en práctica por el gobierno argentino, el proyecto presentado por Antequeda acabó siendo encabezado justamente por un circuito paralelo al oficial. Fue entonces la Liga Nacional de Educación, presidida por la médica Rawson de Dellepiane, la responsable de realizar un viaje con 60 niñas y algunas profesoras hacia el valle de Uspallata.
El viaje, sin embargo, no alcanzó por completo el éxito esperado por quienes lo idearon. Uno de los principales motivos fueron las precarias instalaciones del edificio de la escuela rural, que ni siquiera había sido concluido, como también los imprevistos que surgieron durante todo el trayecto hasta el valle andino. Los relatos de Rawson de Dellepiane (1916: 15-19) presentan las dificultades por las cuales pasaron los viajeros, como el calor abrasador que los acompañó durante el día y el intenso frío que se instauró al caer la noche, en un exhaustivo viaje de más de 1000 km de distancia hecho por las líneas férreas del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico. La ruta no despreció una parada en el Cerro de la Gloria, donde se encuentra el monumento histórico en homenaje al ejército que luchó en las batallas de independencia, y otra en las Termas Cacheuta, el balneario de aguas cálidas que ya en la década de 1910 contaba con cómodas instalaciones para baños medicinales. El espacio de la escuela que abrigó a los viajeros era insuficiente para que todos durmieran confortablemente, siendo obligados a dividir algunas de las camas y a disponer otras dentro del refectorio, en una situación higiénica bastante distante a aquella que fuera imaginada por el proyecto del suntuoso edificio que se pretendía construir. A pesar del bello escenario que encontraron, con la Cordillera de los Andes de fondo, ornamentada por el blanco de la nieve en uno de sus picos más altos, la incomodidad fue tanta que siete profesoras abandonaron el viaje, siendo que cinco de ellas volvieron a las Termas de Cacheuta poniendo como justificativa el hecho de tratar el reumatismo que las aquejaba. A diferencia de lo que se pretendía, la naturaleza se mostraba bastante agresiva considerando los imprevistos que afectaron a los viajeros. Sin las comodidades y la protección del edificio que se había proyectado inicialmente, lo que podría transformar a la naturaleza en algo más placentero para los viajeros, diversas profesoras abandonaron la excursión y se dirigieron hacia la estancia balnearia vecina, que contaba justamente con una infraestructura de hoteles que ya había modificado el espacio para amenizar las inclemencias de la naturaleza, ofreciendo el bienestar necesario para el deleite y los recursos para convertirlo en un agente médico.
Rawson de Dellepiane (1916: 15-19), no obstante, destacó en sus escritos que durante la estadía en Uspallata, las profesoras realizaron paseos a caballo, pudieron bañarse en el río contiguo, organizaron festejos por la noche con música y danzas y se divirtieron, algunas veces, con un cinematógrafo que llevaron en el viaje. Los niños jugaban todo el día, caminaban alrededor de la colonia de vacaciones y a veces con ayuda de las profesoras, andaban a caballo. En medio de todos los contratiempos que afectaron el ensayo de la colonia de vacaciones, su organizadora priorizó destacar los momentos de recreación proporcionada a los viajeros, así como la recuperación y los quilos que los niños ganaron durante la estadía. Al final, quedó registrado que “La colonia fue un hogar en donde al mismo tiempo que se cuidaba el organismo físico, se cuidaba también el culto a la sociabilidad y todas las virtudes de la familia” (Liga, 1916: 6). Así, es posible analizar que el viaje en cuestión no tuvo como objetivo solamente la mejoría de la salud de sus participantes, sino, principalmente, el hecho de proporcionar un espacio de sociabilidad y alegría, siendo que, en ese aspecto específico, el ensayo había alcanzado un éxito notable. Representó, en última instancia, una forma de educación alternativa que fue puesta en práctica, si bien en carácter experimental, solo con el apoyo de la Sociedad Popular de Educación. La iniciativa, sin embargo, no fue mantenida en los años posteriores. Más que una admiración desmedida del triunfo, los acontecimientos descritos por las fuentes nos narran una experiencia que nadó a contracorriente de la historia oficial argentina.

Consideraciones finales

A partir de los indicios destacados a lo largo de este trabajo y de sus respectivos análisis, se hace posible cuestionar si el discurso higienista no sería un pretexto para que nuevos espacios educativos y de sociabilidad fuesen creados al aire libre para las poblaciones más pobres, teniendo a las colonias de vacaciones como uno de sus grandes ejemplos. Como sabemos, el movimiento higienista presentó inúmeros matices y no se articuló únicamente con el campo conservador. Podríamos cuestionar también si a los discursos de higiene no se vinculaba un deseo por los divertimentos al aire libre y por la naturaleza. Para responder a tales indagaciones finales, se hace necesario analizar desde cerca las ambigüedades presentes en el discurso médico sobre la vida al aire libre, que muchas veces tropezó con una tentación eugenésica de crear una nueva raza. Es necesario intentar establecer las fronteras de ese discurso, entre los ideales de proporcionar a los niños la alegría y la libertad de las vacaciones escolares transcurridas en una localidad distinta, y los deseos de convertir esos mismos cuerpos infantiles debilitados en eficaces y productivos para el Estado-Nación. ¿Hasta dónde iría el discurso médico sobre la vida al aire libre que estimulaba la recreación y los placeres corporales en medio de la naturaleza y el discurso que incitaba la formación de una nueva raza por procedimientos excluyentes y selectivos? Es en ese impasse que muchas veces las colonias de vacaciones se posicionaban.
Pablo Scharagrodsky (2006: 228), por ejemplo, analizó las colonias de vacaciones argentinas como medidas paliativas de salud pública, dado que no promovían cambios más profundos en las estructuras sociales y económicas vigentes en el país, permaneciendo la miseria como una realidad arraigada en el medio urbano y la división entre ricos y pobres inalterada. Advierte, así, el hecho de que las colonias de vacaciones no actuaran directamente en las causas de la pobreza. Ciertamente, las colonias de vacaciones siempre procuraban conciliar lo inconciliable. Al mismo tiempo que luchaban contra la explotación responsable por la muerte de inúmeros niños trabajadores, al sacarlos de las ciudades en el período de las vacaciones escolares y llevarlos al encuentro de la naturaleza, también buscaban intensificar las ganancias de las industrias, al promover la mejoría de la salud de los niños físicamente débiles para que posteriormente fuesen aprovechados como mano-de-obra barata. En general, ese impasse empezaría a alterarse con la promulgación de medidas legales que prohibieran el trabajo infantil, con el inicio de los debates internacionales sobre los derechos de los niños y, principalmente, con medidas sociales realmente eficaces en la promoción de la distribución de riquezas y en el combate a la pobreza.
En contrapartida, no podemos despreciar el hecho de que las colonias de vacaciones también fueron un instrumento de reforma social, aunque reflejaran todas las contradicciones de su época, pues intentaron ofrecer a los niños más pobres beneficios parecidos a aquellos disfrutados por las familias de la elite argentina en sus viajes de veraneo. Fueron, en algunos casos, pensadas como una forma de direccionar los impuestos pagados por los establecimientos comerciales más prósperos para la población más carente, siendo convertidos en asistencia médica y medida recreativa. No podemos descartar tampoco que las colonias de vacaciones fueron un importante recurso educativo extraescolar, puesto que realizaban un trabajo diferenciado y diverso al de los modelos escolares más tradicionales, basándose sobre todo en la sociabilidad entre los niños atendidos (Dalben, 2014). Diego Armus (2014), por ejemplo, considera exagerado analizar las colonias de vacaciones como sofisticadas estrategias de modelación de los cuerpos y almas de los niños, exactamente porque esas instituciones presentaban un conjunto de valores asociados a la libertad y a la responsabilidad individual; a la sociabilidad y a la vida en comunidad. Al estimular el ejercicio más o menos libre de la imaginación en el aprendizaje y el contacto constante con la naturaleza, esos proyectos educativos podrían fomentar lazos fraternales y acciones solidarias, alejándose, por lo tanto, de un plano refinado de condicionamiento y control. En el caso específico analizado en ese trabajo, a diferencia de las intenciones disciplinarias y austeras puestas en práctica por el Consejo Nacional de Educación en la década de 1910, el ensayo de la colonia de vacaciones promovido por Antequeda y Rawson acabaría por afiliarse a una concepción alternativa de educación que aceptaba las diferencias culturales y que buscaba ponerlas en sociabilidad, en una reivindicación emancipadora que no era característica de los movimientos eugenésicos.

Notas

1 Es necesario advertir que el patriotismo, o mismo el nacionalismo conservador, presentó diversos matices en Argentina. Sobre el tema consultar Rock (1986), Segovia (1993), Álvarez (1995), Nasciembene (1997), Funes (2006), etc.

2 La eugenesia negativa era una vertiente que predicaba procedimientos invasivos y austeros, como la esterilización, el aborto y el control de los matrimonios. De acuerdo con Stepan (1991), en América del Sur prevaleció la vertiente de la eugenesia preventiva, que determinaba que la mejoría de la población, o de la raza, utilizando un término de la época, estaba directamente relacionada a cuestiones ambientales y sociales, no necesariamente hereditarias. En ese sentido, prácticas como saneamiento público, educación higiénica y ejercicios físicos recibieron, de manera general, mayor aprecio entre la mayoría de los intelectuales sur-americanos

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Recibido: 13 de julio de 2015.
Aceptado: 16 de febrero de 2016.

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