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Historia de la educación - anuario

versión On-line ISSN 2313-9277

Hist. educ. anu. vol.17 no.2 Ciudad autonoma de Buenos Aires. dic. 2016

 

DOSSIER: MUJERES EN LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Isabel Luzuriaga (1924-2015), testimonios de un itinerario de exilios transatlánticos: marcas en la educación y en el psicoanálisis

 

Ana Estela Diamant1

1 Doctora en Ciencias Sociales, Profesora Titular de la Cátedra de Didáctica General del Profesorado en Psicología de la Facultad de Psicología de la UBA y Coordinadora de la Sala de Investigadores de la Biblioteca Nacional de Maestros del Ministerio de Educación. Miembro de la Asociación de Historia Oral de la República Argentina y de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación. Es investigadora en temas de didáctica y de historia reciente de la enseñanza. Dirige becarios y tesistas. Integra comisiones evaluadoras, jurados de concursos y tesis, comités científicos y académicos. Es autora de libros, capítulos y artículos con referato en temas de su especialidad. Contacto: [anadiama@gmail.com].

Recibido: 21 de septiembre de 2016
Aceptado: 7 de diciembre de 2016

Contad vuestras angustias del destierro.
María Teresa León, 1977.


A partir del estudio de sus testimonios pueden atravesarse los territorios y las experiencias de dos exilios, las adscripciones institucionales y las diversas producciones que determinaron tanto su vida personal como su vida académica y profesional.
Considerar estos testimonios permite reflexionar sobre su impacto subjetivo y a la vez que dilucidar cuestiones de orden colectivo. Así, el recorrido de vida puede entenderse como un proceso y un producto cultural complejo de creación de significados que entretejen representaciones, interpretaciones, pasados recuperados, presentes narrados, legados y oportunidades.
Isabel Luzuriaga ubica su primer exilio a los diez años y evoca un mandato familiar y político sobre el que volverá una y otra vez a lo largo de los relatos que, a su vez, ofrecen valiosa información sobre sus estudios, conformación familiar e incluso elecciones profesionales.
En 1978 tuvo lugar un nuevo exilio impulsado por la dictadura argentina que la lleva de regreso a una España que le es en todo hostil. Es entonces cuando decide allanar el camino de un nuevo derrotero que encuentra basamento en convicciones, militancia y una destacada actuación profesional que sirvió como sostén, protección e impulso para nuevas acciones y producciones en el campo del psicoanálisis.

Palabras claves Testimonios, exilios, familia, psicoanálisis, educación.

Abstract

Isabel Luzuriaga, a prominent child psychoanalyst, is trained in France and England under Melanie Klein's influence and is also trained in Argentina in the company of Arminda Aberasturi. She develops her teaching career from her Depth Psychology and Child Psychoanalysis desk at the beginning ofthe University Of Buenos Aires's School Of Psychology. Her career path has been admired by her students and trainees of the 60s. Her work La inteligencia contra sí misma: el niño que no aprende (1972) remains as a milestone in literature on psychology and pedagogy.
The statements provided by those interviewed take us to lands and experiences she had gone due to three exiles, her registration to different institutions and her works performed along her personal and academic Ufe. To study her production; a complex cultural one which creates meanings, puts representations and interpretations together and which is full of compiled backgrounds, told presents experiences, legacies and opportunities; allows us to consider the subjective impact on herselfas well as to understand collective issues.
Isabel wasfirst exile to England at the age of ten carrying out a family and political mándate, which will be mentioned many times when talking about her Ufe story. Said mándate is followed by the one that brings her to Argentina, the place where she will carry out her studies, start her family and make professional decisions. Finally, in 1978, due to the Argentine military dictatorship, a new exile takes her back to the hostile Spain. There she got on her new direction; her convictions, the militancy, and her professional performance where crucial elements to follow the way and also provided her protection and ímpetus to carry out new actions and productions in the psychoanalysis field.

Keywords Testimony, exile, family, psychoanalysis, education.


 

Breve introducción vital y metodológica

Este texto lleva por propósito ilustrar —a partir de la narrativa recogida en una entrevista— la figura de Isabel Luzuriaga, española de origen y argentina por elección, de linaje republicano primero y reafirmado más adelante, psicoanalista luego de una temprana experiencia iniciática como psicoanalizada, académica por mérito propio y estimulada por su entorno social y exiliada en la infancia por la militancia política y pedagógica de sus padres y en la madurez por persecución a sus hijos.

Los textos narrados transmiten, asimismo, ritos de pasaje y dejan ver marcas de identidad vinculadas con las distintas formas de ser, de pensar y de actuar que habilitan episodios y cronologías que conforman legados de sentido, visiones de mundo e interpretaciones que estructuran imaginarios individuales y compartidos.

No es accidental que elija presentarse como hija de «[...] librepensadores [...] en esa mezcla entre hombre de pueblo, que era la familia de mi padre, y aristocracia, que era la de mi madre»3 recordando que inicia su historia de destierros con un primer exilio a los diez años, con un mandato potente, sobre el que volverá una y otra vez, cuando recuerda que

[...] subimos al tren, todo el mundo llorando, menos mi madre, que dijo: bueno, ya está. Adelante. Y mi padre dijo [...] trata de enseñar lo que puedes de España, qué es España, qué es la República [...] que somos gente republicana [...] qué es la guerra española y entonces, ya estás haciendo algo por España.

Así pasaron fronteras —«corriendo porque les van a meter en la cárcel [...] de país en país, de provincia en provincia, porque son rojos»— y, entretanto, estudios, conformación de familia y elecciones profesionales.

A sus padres, Lorenzo Luzuriaga y María Luisa Navarro, les atribuye la responsabilidad de una formación que surca todos los aspectos de su vida y son, en efecto, maestros reconocidos por sus aportes a la escuela republicana primero y rioplatense después. Les reconoce además que ambos promovieron «una libertad enorme para sus hijos», relacionada en su caso con su elección profesional ligada a la pedagogía iniciada en Tucumán y con en el deseo temprano de aproximarse al psicoanálisis, como bien deja ver en el siguiente fragmento: «[cuando] me enteré de qué se trataba y le dije a papá yo quiero psico analizarme [...] y luego dijo si sientes que lo necesitas, sí, claro». Por otro lado, en el caso de su hermano también pueden observarse muestras de la libertad que sus padres supieron administrar al permitir al casi adolescente Jorge no partir con su familia y quedarse en el frente republicano.

Luego vendrá la consolidación académica, la conformación de su propia familia, otras militancias y en 1978, ya madura, un nuevo tránsito no deseado, obligado en este caso por la dictadura argentina, que la reubica en una España que le es hostil, al decir de su hija, «[...] porque mi madre tenía la imagen de la España Republicana. Había vivido [en Argentina] rodeada de gente intelectual en un ambiente que no tenía nada que ver con el que se encontró al llegar aquí».

Perspectiva transatlántica

«La cuestión es que el primer exilio fue por España, el segundo por Hitler en Inglaterra [...]. Y después, pues bueno, llegamos a Buenos Aires. En Buenos Aires ya se hablaba español o lo que ellos llaman español».

Presentar a Isabel es hacerlo desde el entrecruzamiento de múltiples exilios e insilios los territoriales, ideológicos, académicos y familiares.

Española de origen (1924) y argentina por un derrotero político promovido por el exilio que a su vez resultó de la militancia comunista y republicana de sus padres (1936), luego argentina por elección de permanencia pero retornada a España por un nuevo exilio (1978), esta vez como resultado de las persecuciones a sus hijos y a sus ideas por parte de la dictadura cívico militar instaurada de la Argentina (1976), la vida de Isabel Luzuriaga es sin duda extravagante.

Educada inicialmente en la escuela republicana, de la que sus padres fueron gestores, estuvo atravesada por la experiencia de la vida en un internado inglés. Más tarde fue marcada por los estudios secundarios y universitarios en Tucumán y Buenos Aires que la formarían como psicoanalista. El impulso del desarrollo que alcanzó en el área y la expansión profesional de la disciplina la llevó a ser nombrada didacta en la Asociación Psicoanalítica Argentina en 1978, a poco de partir, mientras desplegaba sus tareas docentes y clínicas.

Enseñanza y psicoanálisis se tejieron para ella en una urdimbre que encuentra su primer anclaje material en La inteligencia contra sí misma. El niño que no aprende (1972), obra en la cual somete a discusión los enfoques tradicionales para luego repensar las dificultades del aprendizaje que son planteadas desde la interpelación a lo que se concibe como perturbaciones en las capacidades intelectuales4 (interés teórico que proviene de su experiencia en la práctica psicoanalítica con niños).

En el fecundo encuentro que significó cruzar los campos de las prácticas y reflexiones teóricas es que despliega el concepto de contrainteligencia, noción que supera los límites de la infancia y es aplicable también al trabajo analítico con adultos. En este y otros aportes bien pueden reconocerse la influencia y profundo esfuerzo interpretativo que Luzuriaga hizo de la lecturas de autores como Melanie Klein, Sigmund Freud, Donald Winnicott y Wilfred Bion, entre otros, abordadas muy tempranamente y apreciadas por quienes fueron estudiantes de psicología en tiempos de la creación de la carrera en la Universidad de Buenos Aires (1957), época en la que se desempeñó como profesora (primera en su especialidad) de psicoanálisis de niños. Por otra parte, también logró desempeñarse con profesionales psicólogos y médicos que eligieron supervisar con ella sus casos y, finalmente, en la última etapa de su actividad profesional, en España, formó parte de un amplio grupo de psicoanalistas argentinos que llegaron, perseguidos política y académicamente entre 1975 y 1980, fundamentalmente a Madrid y a Barcelona, en coincidencia con la declinación vital de Franco y de su política.

El relato como trama de historia personal

La infancia mía fue buena [...] hasta que derribaron la casa los bestias, los fachas [...] lo que han hecho con La Castellana, todos los palacetes bonitos [...]. La infancia mía con ellos [los padres] fue muy buena, yo voy a decir la verdad. Yo por supuesto creo que la mujer debe trabajar si quiere, y debe no trabajar si no quiere. Debe desarrollarse internamente y no solamente haciendo tortillas, el hombre también tiene que hacer tortillas.

Rescatar el texto oral mientras fluye y se hace marca en quien narra y en quien escucha constituye un punto de inflexión entre lenguajes, discursos, memorias5 y batallas entre memorias que señalan el doble hueco de la narrativa producido pues el testimonio no es transmisible en el momento en que ocurre el hecho por vacío dialógico y por imposibilidad de escucha6, peripecias a las que se suman las perspectivas de vida evocadas y los análisis del pasado, además de la correspondiente prospectiva entre presente y futuro.

De esta manera es posible construir y reconstruir historias —en este caso de vida y de producción— que reponen (incluyendo y excluyendo) presencias y ausencias, datos descriptivos o explicativos, valores y actitudes.

Encontrarse con la memoria de eventos acaecidos pero desde la perspectiva del protagonista, con alusiones que ponen en evidencia algo de lo que se habla muy poco o concebido como poco probable y asociado al dolor, al trauma, a las pérdidas, a las separaciones y aún a las reparaciones decididamente amplía, en términos de saber7 y en términos didácticos, el aprendizaje que genera un campo de interpelaciones y sorpresas, tanto respecto de su abordaje como de las reflexiones a las que invita y las representaciones que crea8.

En estas oportunidades cuando la memoria individual se asume como referente social y a su vez, por efecto de la transmisión, aporta a la construcción del acervo histórico-cultural de una comunidad con recuerdos propios y heredados que estimulan la interacción entre el presente y el pasado, aunque la experiencia puntual pueda suponerse incomunicable9.

Al contar, el narrador —protagonista o testigo— actualiza sus saberes y emociones, los reelabora, revalora e incorpora nuevas categorías para reconsiderar el pasado en el presente en un esfuerzo que, más allá de lo cognitivo y afectivo, aporta para que aquello, lo que fue vivido, se haga comprensible en tiempos y espacios diferentes de los espacios y tiempos en que se generó, incorporando además la posibilidad reparatoria desde un otro modo de volver a aquel lugar, a aquel hecho, a aquel momento, un otro modo mediado por todo lo que sucedió desde entonces hasta la oportunidad de testimoniar, recuperando novedades que se urden entre lo cotidiano y lo persistente.

El hecho de haber estado allí, luego contarlo, ser escuchado y escucharse, no sólo deja huellas sino que incorpora entidades analíticas, a veces claras y explícitas, a veces encubiertas pero activas, en las que, de alguna manera, el presente se ve reflejado, complejizado. Aquello que sucedió puede ser revisitado y por lo tanto revisado a partir del testimonio de las vivencias10.

Se trata de una oportunidad de producción de nueva información —aunque sobre un hecho viejo— aún para el narrador, que a veces ratifica, otras rectifica, pero en todos los casos genera una nueva historia a partir de otra que se guardó, que aconteció, doblemente presente —por cómo se recuerda y cómo se actualiza en el relato— y que bajo esta nueva forma se incorpora al registro individual y también del colectivo que permite sondear patologías y rupturas en momentos excepcionales de crisis e ingresar a un campo de versiones sorprendentes en relación con la producción de contenidos, los tiempos del acontecimiento y del relato, creando así mundos alternativos que echan nueva luz sobre el mundo real11 así como sobre la posibilidad de discutir los alcances de cada uno de los formatos como textos pedagógicos12.

Recuperar testimonios de protagonistas, pero también de testigos de situaciones de impacto histórico y social, es, en algunas oportunidades, encontrarse y en otras reencontrarse con la novedad, con las incertidumbres, con los desgarramientos, con los desafíos y con los debates por los logros o las derrotas enfrentadas.

En la mayoría de los casos los testimonios construyen tramas —con independencia de las realidades— que a veces revisten bajo apariencias heroicas ciertos hechos comunes, otras reposicionan a quienes ya no están y otras estetizan con excesos de sensibilidad y solidaridad.

Se trata de un discurso idiosincrático —aunque tenga puntos en común con otros— de un testigo que llevó a cabo una travesía que es para sí mismo incomparable, para muchos desconocida, pero para todos una oportunidad de interpelación a la subjetividad.

La entrevista realizada a Isabel Luzuriaga en su domicilio de Madrid en julio de 2010, a los 85 años, precisamente el día que había tomado la decisión de dejar las actividades profesionales que aún desarrollaba, fue la oportunidad para recorrer su infancia, la impronta que en ella dejaron las figuras de sus padres, sus elecciones y posibilidades de formación, su desarrollo profesional, la conformación de una familia y, de alguna manera, ser testigos del balance y despedida de su trayectoria. Fue un recorrido por escenas y escenarios que por momentos calaban profundo en la trayectoria vital, familiar, académica y militante y, en ocasiones, casi sesgaban propuestas ficcionales. Pero ni las escenas ni los escenarios serán atravesados por perspectivas de juicio: ambos constituyen material de interpretación comprehensiva.

Tengo ochenta y cinco años y trabajo desde los dieciséis, de modo que ya está bien. Me ha encantado trabajar, pero quiero hacer nada ¿Cómo es eso de hacer nada? [...] no es no hacer nada, es hacer nada. Es decir, activamente nada, por ejemplo estar aquí y porque estáis vosotros.

Decir, responder, son actos de socialización, de reparación y democratizadores del pasado. Descentran una historia distribuyendo protagonismos a diversos partícipes que con lógicas diferentes interpelan e interpretan tiempos, lugares, hechos, conflictos, reivindicando posicionamientos identitarios como una forma de aprendizaje de los contextos sociales, políticos y culturales en los que los sujetos viven13.

Por otra parte, se revive con el testimonio que se vincula con la búsqueda de respuestas a preguntas como

¿Por qué en plena guerra a un señor republicano le van a echar, le van a decir que se vaya? [...] yo tengo todavía un cachito de bandera republicana, que era la que mi madre tenía doblada en su cartera, y tengo, tenía más cosas republicanas. Pero ¿por qué? [...] el ochenta por ciento de la gente era analfabeta, y eran los que le ponían a mi padre rojo, porque venía de un hogar donde no era analfabeto. Era gente modesta de Valdepeñas [...] él no quería que eso pasara, de modo que persona de servicio que entraba en casa, persona que salía con una carrera.

La narración concebida bajo el formato de la historia oral y surgida de una entrevista con un propósito explícito es a la vez un recurso metodológico y lo que resulta de ella permite, además de provocar, salvaguardar y preservar información fortaleciendo la dialéctica entre la historia y las lógicas de interpretación no sólo para entender el pasado y el presente, sino también para la prospección de algunos problemas prácticos, por ejemplo, entre la educación y la política, o entre lo que cada sociedad considera valioso y su régimen sobre la verdad14.

De los tiempos en que su familia fue perseguida en España, Isabel recupera un diálogo entre su padre y un conciudadano republicano y destaca el impulso y la legitimidad que le dio a su futura actividad —ya en el exilio— cuando le dijo «Lorenzo, si puedes trabajar por España, puedes decir qué es esto, qué es la locura [...], de modo que trabaja por España desde fuera».

La reposición de datos fundantes y constitutivos de la identidad autoriza un constructo resultante de una negociación interna, productiva y generacional. Explica y tranquiliza, justifica ante sí y ante otros, asegura condiciones de continuidad —en el relato y en la vida— atenúa la asunción del dolor, todo lo cual podemos ver, por ejemplo, en el caso de Isabel, en el hecho de admitir que

En Francia no se podía hacer mucho, entonces fuimos a Inglaterra [...] la primera vez que uno iba en barco. Yo sabía bien francés por el colegio, pero inglés no. Mi padre sabía inglés leído [... ] y yo me quedé con mi padre y mi madre unos días [...] una niña de once años que a ver dónde la podían ubicar [...] y me tocó una escuela en las afueras de Londres, un sitio muy bonito, una escuela tudor preciosa [...] era tan bonita como Puerta de Hierro y niños que iban a sus casas y niños que dormían allí, y llamaron a mi madre porque explicaron que éramos refugiados.

Testimoniar es una modalidad abierta de generación de conocimiento, un proceso acumulativo que resulta de la pregunta apropiada, la escucha atenta y reflexiva y las informaciones que van siendo recogidas acerca de lo dicho y lo no dicho pero se trata también de información vinculada con gestos y silencios. Incluye, por otro lado, el cuestionamiento de los datos y el particular derrotero que implica cada instancia de recolección —entrevista—, sobre todo teniendo en cuenta que no siempre se puede calcular o planificar todo lo que va a ser contado, ni cómo va a ser contado. Tampoco todo lo que va a ser preguntado.

Isabel construye a su familia de origen y su escolaridad

El padre

[...] era un señor muy bueno que quería que todos los niños supieran leer y escribir [...]. Tenía que renunciar a la nacionalidad española y hacerse argentino [para poder ser designado decano] y mi padre dijo: no. ¿Pero por qué? No, en el momento en que mi país está bajo una dictadura, no lo abandonó, de modo que yo no me hago decano, ¡que no me importal Así que le hicieron vicedecano [...]. Si España estuviera resplandeciente o en lucha sí, pero en este momento no, ¿dejar a España porque está mal? [...] Y le decían ¡qué patriota es usted! [A lo que respondía] Esto no es patriotismo, esto es sentido común ¿Cómo voy yo a dejar a mi país en plena guerra?

La madre, por su lado

[... ] era guapísima y buenísima y simpatiquísima. Una mujer tremendamente valiosa. Mi padre decía es que las mujeres sois mejores que los hombres porque las mujeres valéis para todo: hacéis una tortilla de patatas y escribís un libro. Mi padre era muy feminista por la mujer que tenía [...], era muy bonita, muy guapa, muy inteligente [...], era belleza de adentro para afuera, no era el show del título [...], era hija de un marino de guerra de alta graduación [...] tocando en lo aristocrático porque había por ahí marquesas y cosas de las cuales mi familia se reía a carcajadas porque eran unos cursis y usaban los títulos y entonces a ellos les daba mucha gracia.

El hallazgo —también autohallazgo— surge de la evocación resignificada de la experiencia (más potente cuando es traumática) y del modo como quien narra se vincula con ella — la experiencia— y su procesamiento ulterior. Es una oportunidad a partir de la cual se hacen inteligibles relaciones tanto visibles como inconscientes en el encuentro cotidiano entre un relato de relatos y su encarnación en el medio social, todo lo cual representa una ocasión válida para darle sentido a las cosas15. Así, el registro del momento en que la entrevistada expresa

[...] mi madre y mi padre llamaron a las familias de todo el servicio y las trajo y las metió en casa. Entonces la casa estaba repleta de gente [...]. Eso significaba lo que significaba para cualquiera: tiene la casa llena de rojos. Y mi padre dice: Bueno ¿y qué? Porque hay uno que te ha delatado [...] porque cómo es posible que tengas esta casa [...] y que estés manteniendo a tanta gente. Entonces mi padre dice: Bueno, pues comiendo un poquito menos todos los días [...] yo estoy protegiendo a gente que mañana les pegan un tiro en cuanto crucen el Puente de los Franceses.

Esa relación entre relato, significatividad y entorno se transforma en refugio del yo16, espacio de saber cierto lo vivido, de reconocimiento del sujeto como tal en la escena narrada y en el contenido argumental en el presente y en sus cambios, operando sobre las secuelas de los dramas individuales y colectivos. En suma, tributa a una historia individual y cultural con interés en lo cotidiano, atento tanto a historias centrales como marginales, trascendentes o efímeras, como el registro de su ingreso a la escolaridad, cuando recuerda que

[...] me dijo mamá que habían llamado de un colegio, y yo toda contenta ¡qué bien! ¿Y tiene uniforme? [...] y fuimos en las afueras a un sitio muy bonito, todo campo, y una casa tudor muy bonita, cancha de tenis, muy alegre el sitio y con mucho espacio. Bueno, mi madre hablaba perfectamente francés, y la directora del colegio también, y mi madre llevó un ramo de tulipanes, y lo primero que dijo la directora del colegio, que era toda una señorona dijo, Solamente a un español se le ocurre la generosidad de traerme flores [...], y la directora habló conmigo en el francés que pudimos las dos, y yo le dije ¿Y llevan uniformes?, y dice y yo me quedé... como en las películas.

En el ejercicio interactivo de la entrevista el entrevistador procura profundizar aquellos aspectos que considera significativos tratando de no impedir que el relator hable de lo que considera importante, pero, también está atento a no perder aquellos contenidos que escapan al control consciente del narrador y matizan con detalles impensados el hilo discursivo, como puede verse en el siguiente extracto:

[... ] la primera aventura en el tren fue que estaba todo alfombrado, [...] nos sirvieron un carrito con pastelitos si queríamos comer. Yo soy muy golosa y además tenía hambre, entonces yo los miré y miré a mamá y dije: mamá y una señora inglesa que estaba al lado dijo [...] no money. Se dio cuenta de que éramos refugiados españoles y nos llevaron un carrito lleno de pasteles [...]. Sabía perfectamente bien que no sabía a quién se lo estaba dando, pero que estaba corriendo de la guerra.

El entrevistado, a partir del estímulo de la pregunta o de la situación, hace su recorrido por distintas personas, ideas o producciones con la intención de situar y explicar determinados registros en determinados contextos pero desde otro lugar, distante del original, con valoraciones que pueden ir cambiando con el tiempo y con el ejercicio de escucharse. Un ejemplo de lo antedicho viene dado por las alusiones de la entrevistada al ingreso de la escuela en Inglaterra:

una boina con las iniciales del colegio. Y dijeron, vamos a llevarte a una habitación donde solamente estáis dos para que así aprendas mejor [...]; había habitaciones donde había cuatro. Esta era de dos, muy cerca de donde estaba la ama de llaves, por si acaso necesitaba yo algo [...]; y ellos preparándose también para la guerra. Nos dieron ya máscaras antigás, por si acaso [...]; era también la intuición de que yo con una niña sola, estaría más tranquila. Es que lo tenían todo, sin ningún aspaviento, y yo helio, helio, speak english? Esa frase me la conocía ya de memoria. Nos empezamos a hablar por señas. Lo primero que aprendí fue thank you, que es lo que siempre hay que decir y el please. Después se bañaba uno, un día sí y un día no y yo estaba acostumbrada a bañarme todas las noches [...]; no había pijama, claro no tenía nada, lo puesto. Entonces buscaron entre la ropa que había quedado de niñas que ya se habían ido, me consiguieron un camisón, que yo nunca había tenido, me buscaron mantas [...] y todo, y me llevaron [...]. Detallitos, por eso yo me sentía protegida, protegida por todas partes.

Quienes testimonian así como quienes buscan el relato también lo hacen con el propósito y la ilusión de la novedad y, al mismo tiempo, con el propósito de mantener vivas ciertas tradiciones que conllevan cuotas de intriga y nostalgia, como en el relato siguiente:

[...] en muy pocos días me dieron un pequeño premio de geometría. Tiene importancia porque yo para las matemáticas soy espantosa, así como para las humanidades he sido siempre muy buena [...]. Me presentaron en inglés, oí from Spain, y les hablaron un poco de la guerra, yo no entendía pero sabía. Me miraron todos [...]. En la clase de lectura cada niña tenía el mismo libro, la directora o la que dirigía leía en voz alta y nosotras la seguíamos en voz baja, y entonces era genial, porque yo estaba oyendo inglés y leyendo inglés.

Aquello que sucedió puede ser revisitado, por tanto revisado, se trata de una oportunidad de producción de nueva información que a veces ratifica, otras rectifica, pero en todos los casos se actualiza como una nueva traza de una vieja historia, que queda doblemente presente —por cómo se recuerda que fue y cómo se actualiza en el relato en tanto presencia del pasado en el mundo actual.

Isabel repone la experiencia del exilio

Lorenzo, no te puedo proteger, vete mañana mismo de España. Y mi padre: ¿Yo? Pero si estoy haciendo todo por...; y le dice: sí, pero no puedo manejar a la gente que se ha unido a la guerra [...] de modo que hay una mezcla aquí donde lo que tendría que unirnos y nos une es pensamiento de izquierda de que todo el mundo vaya al colegio, que todo el mundo sepa leer y escribir; y mi padre dijo pero si eso es lo que yo también quiero y dice sí, pero ha habido una denuncia contra ti y dice ¿de quién?, de un jardinero, y era el jardinero que iba a mi casa a regar.

Con los agregados de las adaptaciones que actores y testigos adjudican a los hechos recuperados se construye la identidad en su vinculación con el contexto, se trata de una complejidad múltiple que se elabora y se fortalece en el reconocimiento de los escenarios de actuación y se articula entre lo individual y lo social desbordando la vida privada hacia valores y modelos colectivos17 muchas veces a partir de autopreguntarse, como en el caso de «¿Por qué mi padre se tenía que ir de España? Entonces, claro, uno decía: porque es rojo [...], porque era liberal completamente socialista [...], socialista de alma, porque es de dentro, no es de fuera, no es un carné».

En el relato hay irrupción de imágenes con sujetos reconocibles y objetos alusivos, desplazamientos con límites espaciales y temporales que hacen a la vez de la entrevista una experimentación memorial con una fuerte impronta en la voz de la primera persona, sobre todo en una dimensión sociohistórica, delineando una intimidad pública18 como en el siguiente caso: La estación estaba así de gente, de las misiones pedagógicas, de la Universidad [...], iban a despedir a mis padres. [...] como estábamos en una de las estaciones, no sé en cual, mi madre sentada en un banco de esos de madera así, todos los estudiantes de la Universidad y de secundaria [...] me metió [en un bolsillo] esas alhajitas que todavía las tengo, por si acaso tienes que empeñarlas y las monedas españolas en el otro. Subimos al tren, llorando la gente en el andén, gente universitaria, gente que había estudiado con ellos, gente que sabía las ideas, pero gente que sabía el caos, el caos terrible que en ese momento había, de la guerra que era espantoso [...], menos mi madre, que dijo bueno, ya saldremos adelante. Mi padre tenía por lo menos a Azaña que le había dicho mira, ya que vas por ahí, trata de ir a Inglaterra y trata de enseñar, lo que puedes hacer por España [...] es que si te quedas aquí mañana te meto en un féretro, entonces vino papá y en cinco minutos mi madre me puso el abrigo encima con las alhajitas.

La secuela de los dramas individuales y colectivos causada por la magnitud de lo vivido conlleva un efecto traumático que, en ocasiones, opera escondido en el silencio hasta que surge la oportunidad de ponerlo en palabras. Muchas 192 huellas ocultas de la historia reciente se han alimentado por .„ no dicho, lo no contado, lo no hablado, tanto en lo individual como en lo colectivo y resurgen en el discurso de la memoria y del texto. Precisamente esto puede ejemplificarse con el siguiente testimonio:

[... ] llegamos a mitad de la estación [... ] en España todavía y paró el tren, y cuando paró el tren todo el mundo dijo ¿qué va a pasar? En el tren había una amiga mía [...] y yo fui a verla. Sofía, a ver tu muñeca y entonces me quedé jugando con ella y al minuto viene su madre y dice Sofía, querida que no puedes cambiar de asiento porque te van a estropear tu muñeca y era que como no sabíamos quién era quien [...] pues teníamos miedo hasta de nuestros amigos [...]. En una de esas estaciones, paró el tren y había un grupo de milicianos en la estación, y otra vez era el pánico, porque había cuatro milicianos llorando y yo decía ¿pero porque tienen miedo si son milicianos? Porque hay mucho lío ahora hija [le responden] y [le dicen] mira: tengo este dinero español que me sobra, sal ahí y dáselo a uno de ellos. Porque este dinero ya afuera no nos sirve [...]. Entonces me bajo del tren, me voy al andén donde estaban cuatro aguerridos milicianos y les dije: dice mí papá que os dé este dinero español, porque ya no nos va a servir afuera, y entonces uno de ellos dice y quién es tu papá; dije se llama Lorenzo Luzuriaga, es ese señor que está ahí sentado y ¿por qué te ha mandado a ti? No sé, me ha mandado a mí, pero me ha dicho que a nosotros en Francia no nos va a servir y que a vosotros aquí sí; y era bastante dinero [...], se podía comer varios días. Entonces se lo di, me miraron así con cara de duda [...] y lo guardaron y seguimos hasta Francia.

La cárcel, la clandestinidad o la solidaridad con los perseguidos fueron parte de las circunstancias cotidianas de miles y miles de exiliados y refugiados. En condiciones de riesgo personal o colectivo hubo apoyos —y también traiciones— que reforzaron las formas de resistencia, todo lo cual queda mostrado en un relato como el siguiente

Nos iban a llevar a la cárcel otra vez. Tú no te puedes imaginar a la familia Luzuriaga sin verlos corriendo porque les van a meter en la cárcel ¿La familia Luzuriaga? De país en país, de provincia en provincia, hombre porque son rojos, hombre, tu fíjate que ideas tienen sobre educación, hombre [...]; de modo que yo diría que el leit motiv de la familia Luzuriaga es exilio, lucha, hambre, salir corriendo de un momento para otro nuevo exilio: la salida nuestra de España, la primera vez, yo ya tenía diez años. Bajé al jardín [...] con un vestido de percal, y me dice mi madre: ponte este abrigo, mamá tengo calor, ponte este abrigo, y toma, mete esto en tu bolsillo, no se lo enseñes a nadie, ¿eh?, y era un puñado de alhajas [...] y me las metieron a mí, porque una niña, ¿quién la va a registrar?

Recuperar testimonios de militantes es alternar entre la novedad y la incertidumbre, los desgarramientos y los desafíos, haciendo de un itinerario un instante único que tanto puede dar forma de heroicidad a hechos comunes como estetizar excesos de violencia material o simbólica.

En todos los casos es el discurso de un testigo único que atravesó en soledad —aunque se trate de una acción compartida— una experiencia considerada incomparable.

Isabel, la Argentina y el psicoanálisis

Era de una liberalidad, libertad enorme para sus hijos. Nunca me dijo haz esto, haz esto, haz esto, yo podía haber elegido cuando tuve que elegir carrera, pedagogía, psicología, medicina, lo que quisiera. Ni una sola palabra. Resulta que supe del psicoanálisis. Yo lo

necesitaba, claro, me enteré de qué se trataba y le dije a papá: papá, yo quiero psicoanalizarme y, claro, pedagogía y psicoanálisis... y dijo ¿tu?, pero si tú estás bien, y luego dijo si sientes que lo necesitas pues claro.

La mayoría de los republicanos que llegaron a la Argentina, lo hicieron con familias constituidas y conformaron, en la primera generación, un grupo endogámico. Quienes llegaron solteros y solteras se casaron con miembros de la comunidad exiliada.19 Isabel cumplió, al hacerlo con Manuel Lamana, con quien tuvo dos hijos. Indudablemente, en la base de estas conductas estaba la preservación de fronteras culturales, ideológicas, la preservación de la territorialidad familiar que resguardarán los orígenes y la historia.

Con anterioridad a la migración republicana, por persecución ideológica y política, se habían establecido ya lazos e intercambios que, en el caso de los intelectuales, favorecieron su inserción académica y profesional. La ICE —Institución Cultural Española—, además de promover becas para que egresados de la Universidad de Buenos Aires se contactaran con profesionales españoles, trajo a la Argentina figuras de renombre como el lingüista Ramón Menéndez Pidal (1914), el matemático Julio Rey Pastor (1917), el fisiólogo Augusto Pi y Suñer (1919) y el pedagogo Lorenzo Luzuriaga (1928). El impacto de estos Argentina entre 1914 y 1936. Cuando la Guerra Civil estalló el desarrollo cultural del país y los lazos preexistentes hicieron que la Argentina apareciera en el horizonte como un lugar deseable hacia el cual emigrar. Muchos intelectuales españoles, en especial aquellos que habían tenido contactos previos, terminaron exiliándose en la Argentina.

Para el conjunto de los intelectuales Buenos Aires era el destino deseado aunque, por diversas razones, debieron probar suerte en otras ciudades. Tal suerte corrió la familia Luzuriaga, a su turno en Tucumán:

[...] para ubicarse mi padre que le conocía todo el mundo, y tenían sus libros, y tenían todo eso, pero claro, era siempre un profesorado muy inferior a lo que él estaba acostumbrado y lo hacía, ganaba poco pero ganaba, pero de pronto un amigo le dijo ¿Quieres ser decano de la universidad de Tucumán? La Universidad de Tucumán era muy buena, ¿de quién estaba lleno? de refugiados [risas]. Estaban dos italianos [...] por ser judíos, estaba un francés [...].

En suma, la familia llega a Tucumán en 1944 (todos menos Jorge, uno de los hijos, que quedó como voluntario en Francia). Una vez allí, Lorenzo, su padre, ocupó las cátedras de Pedagogía, Psicología de la infancia e Historia de la educación, contando con el apoyo del grupo de profesores ya establecidos:

Mi madre también dijo si queríamos ir a Tucumán que era una provincia, la más rica del norte de Argentina. Ahora, cuando mi madre llegó y vio aquello, dijo: esto es peor que era Cádiz cuando yo era niña; es una de las provincias más ricas, pero no había hospital para pobres, a los hospitales había que llevar sus propias medicinas, bueno, en fin, no había cosas que ya en España había hace mucho tiempo y, ¿qué hizo mi madre?, ponerse a trabajar, a enseñar lo que es la escuela nueva.

Allí Isabel comenzó su carrera docente primero, estudiando en la Escuela Vocacional Sarmiento, y como psicoanalista más tarde, ya en Buenos Aires. Sobre esta etapa de su vida, recuerda

[...] la escuela vocacional ya te da una idea que es: haga usted lo que quiera dentro de la educación nueva. Por ejemplo [...], la libertad que había para estudiar. Allí en la escuela Sarmiento había dos posibilidades, se llegaba a cierto grado y se elegía entre ser maestra profesora o ser bachiller de ciencias. Entonces, por ejemplo, mi padre ahí no influyó absolutamente para nada. Él me dijo una vez yo creo que tú tiras más para humanidades, pero haz lo que quieras [...]. Mi padre fue profesor mío, claro, en la Universidad, todos nos mirábamos y nos reíamos. Lo comparo con mi madre. Mi madre tenía mucho encanto para dar clase, había conservado su feminidad y su inteligencia perfectamente.

Finalmente, su arribo al psicoanálisis llega por fuera de la universidad:

[...] ingresabas en pedagogía porque entonces no había psicología en la facultad, hasta hace muy poco no ha habido, entonces lo más parecido a la psicología era la pedagogía y de ahí empezamos [...]. ¿Cuándo me hice yo psicoanalista? El día que me di cuenta que los mayores pueden ser menos inteligentes que los niños, ¿y qué me hice? psicoanalista de niños.

Por otro lado, cuando se contacta con las ideas kleinianas niños y había empezado con autoras que tomaban al niño en el momento de nacer y ya el cambio de piel y eso, producía el primer enajenamiento del niño cuando es pasado de una persona a otra y ahí el sentido confusional de muchos niños cuando son llevados a una guardería: a una mano, a otra mano [...]. Cuando murió mi madre, en el cuarenta y ocho, después de dos años espantosos, [...] me fui a Inglaterra. Yo estaba exhausta porque le dediqué dos años y pico a cuidarla cuando estaba igual que yo ahora [...], yo la idolatraba. Entonces mi padre para que yo descansara, dice un viajecito por Europa y me mandó a París y en París yo fui a la Sorbonne, pero ahí no había nada que me llenara, era todo muy intelectual. Era psicología intelectual y libresca. Yo ahora lo sé, pero antes no sabía qué era, yo estaba buscando psicoanálisis, claro, pero no me daba cuenta. Entonces me fui a Inglaterra y caí en manos de adlerianos [...], pura psicología, pero nada que ver con el inconsciente y todo eso, entonces yo me di cuenta que tampoco era aquello [...], me di cuenta enseguida que aquello era aprender pero no psicoanalizarse, es muy importante la diferencia. Y después fui a Londres a buscar, a buscarme la vida. Y ahí empecé yo a decir: Isabelita, tómatelo en serio, y entonces pues empecé a analizarme, volví a Madrid con Álvarez de Toledo que era buena, era psicoanalista [...], después ya seminarios y ver unas cosas y otras y después ya leer los libros de la escuela inglesa, ir a seminarios ingleses y me gustaba lo inglés por lo empírico: no expliques ¡o que le pasa, vívelo.

Isabel, en síntesis

Vívelo dice Isabel. Y se lo plantea como una constante en su particular itinerario circular que tuvo lugar entre su primer exilio (1934) y el último (1978), mediando casi cincuenta años, habiendo partido —expulsada— de España siendo una niña, hija de intelectuales reconocidos y republicanos confesos y regresando allí —nuevamente expulsada, ahora desde la Argentina— siendo una mujer militante, académica, madre y psicoanalista de niños.

Revisar con ella las marcas de tamaña experiencia vital — que es también familiar y social— en la que se reiteran un conjunto de categorías intergeneracionales en clave histórica, ideológica y de género —por posicionamiento político, por cercanía de elección profesional, por referencias y comparaciones entre la testimoniante, sus padres y otros contemporáneos— fue una oportunidad única para interpelar no sólo los trayectos personales de los involucrados en la historia de Isabel Luzuriaga, sino también las resignificaciones de ideas y actos que operaron como mandatos y legados en términos de energía potencial y también en término de estímulo dispuesto para reposicionar figuras parentales así como marcas de las decisiones personales, impactos de herencias y legados, modalidades de enfrentamiento y reelaboración de la vida y la adversidad de la mano de sus propias intimaciones.

Se pregunta a sí misma, como psicoanalista y como pasadora de un legado, en el marco de la entrevista, ¿qué ha cambiado? Y se responde que «[...] no es tan obvio, que hay que buscarlo» —desde el lugar y la marca de sus padres, de los destierros, de la crianza de los hijos, de los compromisos y las acciones militantes— y seguramente encontrarlo en la posición que retoma, femenina, feminista, docente y combativa de la madre, en la producción y en la dificultad simultánea de admirar y no tolerar la mirada del padre aunque sienta que él la observó siempre con benevolencia y complicidad, en lo que le pasa con la pedagogía de autor de madre, padre, suya y en la interpelación a la entrevistadora: ¿por qué te ríes?, como una nueva forma de interpretar tragedia, dolor y recuperación.

 

12 Diamant, Ana y Cazas, Fernando (2010). "Re-lecturas sobre las narraciones de trayectorias de docentes universitarios en la UBA del S. XX". En Memorias XVI Jornadas Argentinas de Historia de la Educación. Entre Ríos: Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER, p. 2.

13 Rivas Flores, José Ignacio (2009). "Narración, conocimiento y realidad. Un cambio de argumento en la investigación educativa". En Rivas Flores, José Ignacio y Herrera Pastor, David; Voz y educación. La narrativa como enfoque de interpretación de la realidad. Barcelona: Octaedro, p. 21.

14 Depaepe, Marc (2006). Vieja y nueva historia de la educación. Ensayos críticos. Barcelona: Octaedro, p. 10.

15    Bruner, Jerome Seymour. Ob. cit, p. 21.

16    Viñao, Antonio (2004). "Relatos e relacoes autobiográficas de profesores e Mestres". En Menezes, Maria Cristina (org.). Educacao, memoria, historia. Possibilidades, leituras. Sao Paulo: Mercado de Letras/UNICAMP, p. 333.

17    Arfuch, Leonor (2002). El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica,         [ Links ] p. 71.

18    Arfuch, Leonor (2013). Memoria y autobiografía. Exploraciones en los límites. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica,         [ Links ] p. 77.

19 Schwarzstein, Dora (2001). Entre Franco y Perón. Memoria e identidad del exilio republicano español en Argentina. Barcelona: Crítica, p. 151.

Referencias bibliográficas

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  2. Arfuch, Leonor (2013). Memoria y autobiografía. Exploraciones en los límites. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
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