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Historia de la educación - anuario

versão On-line ISSN 2313-9277

Hist. educ. anu. vol.18 no.1 Ciudad autonoma de Buenos Aires. jun. 2017

 

Artículos

La educación entre la familia, el Estado y la Iglesia. Criterio y Combate, la Argentina plural y la nación católica (1955-1957)

 

Sebastían Pattin1

1 Licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, maestrado en Historia Social por la Universidad Nacional de Lujan y doctorando en el Exzellenzcluster «Religión und Politik» - Westfálische Wilhelms - Universitát Münster. Contacto: spattin@hotmail.com.


Resumen

La educación constituyó, y todavía constituye, un campo de controversias que, además de iluminar la religión, sociedad y Estado, exhibe los distintos proyectos político-religiosos presentes en el catolicismo argentino. En el siguiente artículo, por lo tanto, comparamos las posiciones entre Criterio y Combate en torno a la naturaleza de la religión en la educación estatal pública durante el golpe militar autodenominado Revolución Libertadora (1955-1957). La discusión ad intra en las filas católicas contuvo in nuce las estrategias discursivas y los conceptos utilizados en el conflicto conocido como laica o libre en 1958 bajo la presidencia del radical intransigente Arturo Frondizi (1958-1962). El objetivo no sólo es comprender la diferencia entre sus presupuestos antropológicos, sino también las diversas modalidades de interpretar la relación entre las categorías de familia, Iglesia y Estado.

Palabras clave
Catolicismo, revista Criterio, revista Combate, nación católica, religión y educación.

Abstract

Education constituted, and still constitutes, a field of disputes, which illuminates not only the relationship between religión, society and State, but also the presence of a political and a religious diversity within the Argentine Catholicism. In the foüowing paper, therefore, a comparison between Criterio and Combate -two Catholic journals- regarding the nature of religión in state education during the military coup self-named Revolución Libertadora (1955-1957) is presented. The ad intra discussion in the Argentine Catholicism held in nuce the discursive strategies and concepts used in the conflict known as laica o libre in 1958 under the administraron of the radical intransigent Arturo Frondizi (1958-1962). The aim is not only to understand the difference between their anthropological assumptions, but the various forms of comprehend the relationship between the categories offamily, Church and State.

Keywords
Catholicism, Criterio magazine, Combate magazine, Catholic nation, religión and education.


 

A modo de introducción

Basado en una consolidada historiografía sobre revistas y diarios, el siguiente artículo se estructura sobre la comparación de dos publicaciones católicas: Criterio y Combate2. En tanto representaban distintas sensibilidades político-religiosas, la primera abierta a la modernidad y la segunda marcadamente intransigente, nos permiten aprehender la diversidad de los proyectos católicos para articular religión, sociedad y Estado en Argentina3. Creemos que, la discusión en torno a la religión en la educación estatal pública en las filas católicas entre 1955 y 1957, contuvo in nuce las estrategias discursivas y los conceptos utilizados en el conflicto conocido como laica o libre en 1958 bajo la presidencia del radical intransigente Arturo Frondizi (1958-1962). En otros términos, la posición asumida por la Iglesia católica y gran parte de su feligresía a favor de la libertad de enseñanza es resultado también de una disputa conceptual ad intra previa. Ahora bien, ¿cuál era el estatus de la religión católica en el sistema educativo argentino?

El campo educativo se caracterizó por el fuerte predominio del ideal de Estado liberal que, enraizado en la tradición republicana humanista europea, se cristalizó en la aprobación de la Ley n.° 1420 de Educación Común en 18844.

Este espíritu de época se plasmó, entre 1881 y 1888, en leyes tendientes a laicizar al Estado atendiendo la creación del registro civil, la secularización de los cementerios y la aprobación del matrimonio civil, entre otras5. La ley de Educación Común ofreció una estructura para la administración nacional de la educación inicial obligatoria, laica y gratuita, fundada en supuestos enciclopedistas y euro céntricos, entendiendo que las creencias religiosas debían remitirse al dominio privado. No obstante ello, la discusión sobre la identidad nacional en torno al Centenario en 1910 del país marcó un punto de inflexión atizando la necesidad de una educación nacional de raigambre patriótica para la formación del ciudadano-soldado modelo6. Al himno, a la bandera, al escudo nacional y a la Historia Nacional se sumaron la lengua castellana y la religión católica como instancias de amalgama de una sociedad en creciente diversificación7.

Argentina como una nación católica entendiendo el catolicismo como reserva de su nacionalidad12. La Revolución militar de 1943, acusando al presidente depuesto Ramón Castillo y a la clase política por su conservadurismo, por las prácticas electorales fraudulentas y la corrupción, selló a través del decreto n.° 18.411, luego refrendado por el Congreso en 1947 durante el gobierno de Juan D. Perón, la implantación de la materia religiosa en las escuelas públicas13.

Si bien la Iglesia y una buena parte del catolicismo habían apoyado al peronismo como vía legítima para edificar la ansiada nación católica, o cuanto menos un régimen esencialmente cristiano, las tensiones no tardaron en emerger14. No obstante, la Iglesia no expresó un rechazo in toto a una experiencia política que hacía uso de sus representaciones sobre la sociedad y el Estado, es decir, en lo concreto el peronismo tendió puentes de diálogo a través de sus políticas públicas con la jerarquía eclesiástica. El sostenimiento de la educación religiosa15, el apoyo económico, la política exterior afín a la Iglesia, el anticomunismo y la proyección de un orden corporativo cristiano permitieron y aseguraron las relaciones cordiales16.

Igualmente la materia religiosa trastabilló con la utilización de la escuela con fines políticos realizada por el peronismo despertando en el catolicismo duras resistencias17. Las tensiones entre el poder político y el poder religioso se vieron acompañadas por una creciente polarización política que aceleró la vorágine de los acontecimientos. La prohibición de las manifestaciones públicas, la promoción del divorcio vincular, la equivalencia jurídica entre hijos legítimos y extramatrimoniales, la nueva ley de profilaxis, el levantamiento de exenciones impositivas a la Iglesia y el proyecto nunca materializado de separación entre Iglesia y Estado mediante una reforma de la Constitución en 1954 deterioró rápidamente la relación de Perón con la Iglesia. Según algunas interpretaciones la ruptura entre Perón y el universo católico fue resultado de la creación en la clandestinidad del Partido Demócrata Cristiano en 1954. La intención de algunos católicos de competir en la arena política irritó a las autoridades nacionales que vieron en ese gesto la intención oculta de la jerarquía eclesiástica de competir por el mismo electorado (Somoza, 2006; Ghio, 2007; Melón Pirro, 2009). Así también la procesión del Corpus Christi del 11 de junio de 1955 precipitó -junto con la quema de la curia y del palacio arzobispal, de la Catedral Metropolitana, del convento de Santo Domingo y de la Basílica de La Merced, entre otros (Arnaudo, 2005)- los acontecimientos que desembocaron en el golpe militar del 16 de septiembre autodenominado Revolución Libertadora. Los ataques directos a las autoridades de la Iglesia tuvieron una profunda repercusión al interior de las FF AA donde muchos oficiales nacionalistas, católicos practicantes, que puestos ante una opción de conciencia, abandonaron su lealtad al Presidente, o incluso pasaron directamente a la oposición y a las redes conspirativas18. En este in crescendo la supresión de la enseñanza religiosa constituyó un elemento central19.

En la crisis sucesiva al golpe de 1955 no sólo la Iglesia se afirmó crecientemente como una institución central del orden político, sino que también reforzó la adhesión de los gobernantes de turno a su corpus doctrinario, elemento discriminante de su legitimación, por lo menos a los ojos de los soberanos detrás del trono, es decir, de las FF AA20. Si bien Eduardo Lonardi, el primer presidente defacto de la Revolución extranjero -en particular con el norteamericano- y la decisión política de permitir el ingreso de la California Standard OH para la explotación de petróleo fueron entendidos como traiciones a los intereses argentinos por una extensa cantidad de intelectuales nacionalistas que habían apoyado al peronismo. La coalición peronista se desgajaba al tiempo que el antiperonismo encontraba nuevas causas para religarse en contra del gobierno. Cfr. Torre, Juan Carlos (1989). "Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo". En Desarrollo Económico, volumen 28, pp. 525-548, p. 547.

Libertadora, había restablecido las jornadas festivas católicas al calendario oficial, la exención impositiva a las instituciones católicas y la administración del Colegio del Salvador y del Colegio de la Inmaculada Concepción a la Iglesia, el debate educativo no se hallaba suturado21. Luego de un golpe palaciego, Pedro Eugenio Aramburu22. El nuevo elenco se propuso desmontar el aparato totalitario del peronismo, reeducar a la ciudadanía y restaurar la verdadera democracia republicana. Si bien era identificado como liberal, la supresión de la ley de divorcio, la creación de numerosas comisiones de investigación y reparación de los edificios dañados en la escalada de los últimos meses y el acuerdo con la Santa Sede sobre la creación del obispado para el Vicariato Castrense en 1957, sellaron el tono de las relaciones con la Iglesia católica. Sin embargo, el carácter de la educación -es decir, si debía ser católica, en qué grado y de qué manera- fue tempranamente uno de los temas que sacudió el milieu católico.

Estela (2005). Los vencedores vencidos. El antiperonismo y la 'revolución libertadora'. Buenos Aires: Biblos.

Criterio, entre la tradición y la renovación

Si bien Gustavo Franceschi, director de Criterio23 había abandonado el discurso de trinchera propio del catolicismo integral, con la cuestión educativa resurgió la verba militante24.

Franceschi se refugió, paradójicamente, en una filosofía aparentemente liberal donde la autonomía frente al Estado -ese mismo Estado que había intentado catolizar años atrás- constituía un hito fundamental para el desarrollo del catolicismo argentino25. Al calor del recuerdo del fascismo italiano que había permitido la educación religiosa en las escuelas, pero en el marco de una «educación de inspiración anticristiana», señaló que la familia no daba origen sólo al cuerpo del niño sino a su ser integral. Por lo tanto, a ella correspondía su cuidado general, físico y espiritual. En esta interpretación, la Ley n.° 1420 de Educación Común había sido un acto de tiranía y el laicismo que, lejos de haber pacificado al país, había engendrado una división profunda que se prolongaría en el futuro, no siendo extinguida más que por la plena «libertad de enseñanza»26. Franceschi reconoció que, una escuela sin Dios, era «una escuela naturalmente ineficaz». Por ello, el país se encontraba frente a «un dilema moral impostergable», pero en contradicción lógica con la «libertad de enseñanza», «o bien vivía guiado bajo la ley moral o se condenaba a la propia muerte»27. Es indudable la profunda paradoja que se despliega cuando atiza el destino trágico de una sociedad sin religión en las escuelas al mismo tiempo que exhorta por un sistema educativo independiente. Es decir, la argumentación exhibía una renuncia implícita al Estado y a la «nación católica28, pero implicaba también un modelo de aislamiento o separación donde el catolicismo consolidaba un milieu católico. La discontinuidad se comprende en un umbral entre dos épocas, la nación católica y la Argentina plural. Mientras que, la primera, implicaba un sueño de unanimidad religiosa, una educación y un Estado católico, la segunda, reconocía una sociedad culturalmente plural, pero exhortaba la creación de un entramado institucional exclusivo para la feligresía católica.

La revista hizo lugar a la declaración de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina sobre La libertad de enseñanza donde planteó la disyuntiva entre el monopolio del Estado y la libertad atendiendo las tendencias totalitarias naturales del Estado moderno29. A la luz del fascismo italiano, la posición oficial de la jerarquía católica consistió, en línea con el concepto de subsidiariedad de la Doctrina Social de la Iglesia, en defender la libertad de enseñanza. Es necesario recordar que la carta encíclica Libertas Praestantissimum (1888) de León XIII condenó, en un marco más amplio donde abordaba el problema del liberalismo, la «libertad de enseñanza». Ella tenía un límite preciso constituido por la verdad sobrenatural, pero igualmente en distintos países se avanzó con escuelas católicas a partir de la segunda mitad de siglo XIX. Luego del Concilio Vaticano II (1962-1965), Pablo VI dio a conocer una declaración titulada Gravissimum Educationis (1965) donde recordaba el derecho de la Iglesia para establecer y dirigir libremente escuelas. Entre 1888 y 1965, el Vaticano reconoció con marchas y contramarchas el peligroso avance del fascismo italiano en el control político de las escuelas, pero así también las experiencias del catolicismo francés, alemán y holandés, entre otros, donde por ejemplo convivían escuelas católicas y protestantes. El catolicismo argentino se abría a una nueva estrategia educativa donde se creaban sus propias instituciones aisladas o resguardadas del Estado30. Sin embargo, este debía sostener económicamente la educación, pero no podía determinar su contenido que sería producto de una decisión de la comunidad educativa en su conjunto. Asimismo, Criterio reprodujo también la intervención radiofónica del cardenal primado Antonio Caggiano donde exhortaba a las huestes católicas a sostener y a defender la postura del catolicismo en favor de la libertad de enseñanza31. La estrategia discursiva implicó, por un lado, una defensa de un modelo de aislamiento o separación y una concepción de incompatibilidad entre enseñanza cristiana y enseñanza laica, pero, por el otro, un nuevo modelo de relación entre la Iglesia y el Estado. El viejo armazón conceptual del mito de nación católica, donde el sueño de unanimidad se constituía como elemento discriminante del catolicismo, dio lugar al reconocimiento del pluralismo y la diferencia como ejes arguméntales de la educación católica. Si bien los católicos habían considerado a Argentina como una nación católica, el Estado había sido decididamente esquivo a ser adjetivado de la misma manera. En este nuevo escenario, se filtró el reconocimiento de la incapacidad del catolicismo de catolizar el Estado in toto, pero no la renuncia a él como una arena de pequeñas batallas.

En Criterio las reflexiones en torno a la educación fueron lideradas por Carlos Olivera Lahore quien partió de dos diagnósticos32. El primero, el crecimiento de los cristianos nominales, quienes se reconocían superficialmente como católicos, en relación a los laicos involucrados de manera activa en las instituciones religiosas como la Acción Católica Argentina. En otros términos, la pérdida de militantes que consideraban su afiliación religiosa como elemento fundante de su identidad, es decir, la Iglesia ya no contaba con las masas militantes de antaño y era, por ende, una institución débil. Ello se debía, en parte, a que Argentina no había contado nunca con una educación verdaderamente católica. Aunque la religión en las escuelas había sido instaurada a partir del golpe de 1943, no se había configurado como centro neurálgico de la educación restringiéndose simplemente a una materia escolar entre tantas otras33. En este nuevo escenario, la materia religiosa debía impregnar el resto de las actividades de los estudiantes, pero en escuelas independientes del Estado.34 Olivera Lahore, en un crispado tono militante, llegó a afirmar:

En una palabra: todo en la organización del Colegio y en la actividad de su personal debe concentrarse en torno de UNA finalidad primordial: convertir al Colegio en una verdadera escuela de militantes y dirigentes que multipliquen nuestra acción35.

Por otro lado, el segundo diagnóstico, la necesidad de una fuerte reeducación moral. Olivera Lahore distinguió entre la escuela como producto de una inversión del Estado -en tanto edificio y recursos económicos- y la escuela como un conjunto de contenidos intelectuales y espirituales. El periodista sostuvo así que una filosofía oficial o una simple mirada oficial como el laicismo militante constituirían una contradictio in terminis con la democracia recientemente conseguida. La escuela de tradición republicana, que simbólicamente igualaba a los alumnos, atentaba contra la democracia por que imponía un pensamiento único contrario, por cierto, a la Iglesia. Por lo tanto, la reeducación moral, tendiente a la desperonización de la sociedad, retenía como supuesto la pluralidad ética, pero contenía también la exhortación a recomponer el ejército católico. En Criterio la neutralidad del colegio oficial constituía un vehículo del agnosticismo y, por lo tanto, la capacidad de creación de un ejército católico ya no implicaba el avance sobre el colegio público estatal, sino que se proyectaba sobre instituciones creadas por la misma comunidad. Así el peronismo fue asociado a la educación estatal, al centralismo y a la «férrea sujeción burocrática»36. La «escuela de iniciativa privada», como denominaba a la escuela católica, era, en contraste, afín a los ideales democráticos. El periodista de Criterio indicó que:

Es la escuela, pues verdaderamente democrática, surgida espontáneamente desde abajo, desde el mismo pueblo que transmite sus poderes al gobierno del Estado. Tan superior es esta escuela, arraigada directamente en la rica realidad social, a la escuela oficial, manejada desde arriba, que allí donde la democracia se consolida en verdadera convivencia armónica, como en Holanda, el Estado tiende a ir entregando las propias escuelas oficiales a la gerencia responsable de comités locales formados por las familias de los alumnos, transformándolas prácticamente en escuelas privadas37.

Olivera Lahore sostuvo, en definitiva, que la escuela de iniciativa privada tendía a transformarse, por ser una expresión democrática, en escuela privada. Así el autor realizó una ligazón entre democracia y Estado, una sociedad democrática necesitaba un Estado subsidiario. Atendiendo el horizonte propio de la democracia afín a la nueva cristiandad Jacques Maritain, la política pública fue considerada como garante de continuidad de la unidad espiritual de la familia. Por ello, debía garantizar la pluralidad educativa -y confesional- reconociendo y sosteniendo económicamente los esfuerzos privados de la sociedad civil. Reconociendo discursivamente la pluralidad religiosa, el sistema estatal público debía administrar escuelas neutras y confesionales en donde podrían encontrarse «católicas, pero también protestantes e israelitas» de acuerdo a las preferencias de las familias38. Olivera Lahore propuso, en definitiva, un Estado subsidiario de la totalidad de confesiones existentes en Argentina. El valor supremo constituía la conservación de la «unidad espiritual de la familia». El sistema educativo imaginado en Criterio debía construirse atendiendo los niveles iniciales, medios y universitarios generando una cadena de enseñanza para que los católicos no se perdieran en las instituciones seculares39. Así el conflicto en torno a la libertad de enseñanza en las filas católicas en tiempos de la Revolución Libertadora contuvo in nuce los conceptos y representaciones que eclosionaron en un marco más amplio en el enfrentamiento llamado laica o libre en 1958. La libertad de enseñanza no sólo fue un giro estratégico para asegurar la independencia en el campo de la enseñanza, sino que también se reveló como un cambio más profundo en las formas de reproducción social del catolicismo. Por ello, la Iglesia concentró en los años por venir sus esfuerzos en las universidades católicas como mecanismo selectivo y creativo de una élite dirigente40. El golpe militar fue comprendido como una posibilidad privilegiada para restaurar la religión en la pedagogía inicial, pero autónoma del Estado. Criterio iniciaba, aun con sus particularidades, la marcha hacia la renovación propuesta en los años por venir en el Concilio Vaticano II (1962-1965).

Así también en Criterio, Octavio Derisi41 apuntó al Estado solamente como garante de la educación, pero no así proveedor. El derecho de educación constituía una prerrogativa natural de la familia y de la Iglesia. Por ello, si el Estado se edificaba como garante y proveedor debía respetar, en línea de mínima, la voluntad de la familia en torno a la educación espiritual.

En tanto

... si los padres tienen derecho a dar la enseñanza y educación total a sus hijos -libertad de enseñanza- a fortíorí lo tienen para solo una parte, bien que principal, que es la educación religiosa, y más todavía en su aspecto de instrucción. Y si el Estado usurpa los derechos de la familia y de la Iglesia, erigiendo y organizando las escuelas, con la usurpación del derecho de la familia, los padres católicos tienen el derecho de exigir que, al menos, se dé a sus hijos la instrucción religiosa que ellos quieren42.

Según Derisi el intento por establecer una enseñanza laica conllevó la instauración de un totalitarismo como el peronismo. Valga notar: el argumento por el cual se establece una continuidad entre el movimiento laicista de fines de siglo XIX y el peronismo también fue utilizado por Combate quien, por cierto, denunciaba lazos masónicos entre ambas experiencias históricas. Aunque Derisi indicase que la Ley n.° 1420 no determinaba una educación laica, sino más bien una instrucción religiosa en calidad de optativa o en tanto prerrogativa parental, no fue motivo de controversia dentro de

Criterio ya que el objetivo último de Derisi era contribuir a la creación de un universo educativo propio.

Combate, entre la obsesión y el aislamiento

La preocupación principal de Combate^3, diario creado por el reconocido filósofo integrista Jordán Bruno Genta44, era el conjunto de católicos que apoyaban la libertad de enseñanza omitiendo reconocer la posición de las propias autoridades. Así sostuvo que:

... la educación no es obra exclusiva de la familia, error en que se obstinan los defensores de la enseñanza libre. Ellos han olvidado imprudentemente que a la Iglesia corresponde en primer lugar la educación de las almas y que tan condenable es el laicismo que convierte al Estado en único y supremo educador, como este pretendido sistema que hace de la voluntad de los padres la ley suprema. Tanto uno como otro excluyen a la Iglesia que es en definitiva la verdadera Maestra de los hombres45.

En un férreo sostenimiento de las características sociológicas fundamentales del catolicismo integral, ni libertad de enseñanza ni estatismo laicista. Mientras que, en Criterio, en materia de educación religiosa, el derecho esencial era primero de la familia, luego de la Iglesia y, en último lugar, del Estado; en Combate primero estaba la Iglesia, luego el Estado y en tercer lugar la familia. En un gesto platónico, el niño recién nacido una vez bautizado pertenecía a la polis, en este caso «a Dios y al Cuerpo Místico de la Iglesia», antes que a su propia familia y, por lo tanto, debía recibir educación cristiana aún contra su voluntad. El Estado de la nación católica se configuraba como defensor de este derecho y por eso sí se preciaba de ser católico su deber era procurar la educación cristiana. La única bandera que los católicos, por cierto, los buenos católicos apegados a la tradición, podían sostener, era el retorno de la educación religiosa en las escuelas del Estado o, en otros términos, lo religioso como eje estructurante de la experiencia existencial y de la nacionalidad. Combate quedó, así, en la vereda opuesta de la propia jerarquía y gran parte de la comunidad católica. Combate reiteró, durante toda la Revolución Libertadora mientras la educación continuó implicando una cuestión socialmente problematizada, que la libertad de enseñanza se presentaba como una traición a Cristo y a la Patria. Por ello, la única forma legítima era:

El retorno de cristo a las aulas. He aquí, en definitiva, la gloriosa bandera que debemos sostener los católicos, en este momento de negación extrema. Cualquier otra solución no sólo es falsa, sino que importa traicionar a Cristo, sumarse a sus eternos e irreconciliables enemigos y contribuir con ellos a la total destrucción de la Patria46.

En un guiño a la tradición gelasiana47, el Estado (potestas) no podía ser neutral en material religiosa y no podía prescindir de su subordinación moral a la Iglesia (auctoritas). La educación estatal pública tenía que desarrollarse en armonía con la doctrina católica. Ello, en definitiva, implicaba una teología política donde la soberanía del Estado y su legitimidad se originaban en Dios48. Combate presuponía la armonía natural entre el Estado y la Iglesia, es decir, el primero no era un producto positivo de un contrato entre individuos ni tampoco resultado de la dominación entre unos y otros, sino una derivación natural de la condición humana que perseguía el bien común. La enseñanza libre significaba no sólo perder un conflicto político y religioso, sino también capitular ante una forma de comprender la naturaleza de lo político mismo. O se comprendía como un proceso conflictivo atravesado por intereses y en constante redefinición o bien constituía una obra orgánica armónica derivada de la autoridad divina. Así también el triunfo del laicismo en el sistema escolar público contenía también la derrota de una forma de comprender la esencia del buen católico. Recuperando una alocución de Pío XII a los alcaldes demócratas cristianos en Italia, Combate advirtió:

Tomen nota los hombres que nos gobiernan, nuestros hombres de mando y nuestra clase dirigente, que a pesar de proclamarse católicos y antitotalitarios, quieren confinar a la Iglesia de Cristo al recinto del Templo, negándole su derecho a intervenir en el ordenamiento jurídico y moral de la sociedad49.

Por un lado, el buen católico era integral e intransigente, es decir, vivía su catolicismo en todas las esferas de su existencia y no transigía con los valores de la modernidad, pero, por el otro, la Iglesia tenía no solo el derecho, sino la obligación, de intervenir en el Estado y en sus políticas públicas otorgándoles un guía moral. Al contrario, en Criterio el buen católico reconocía la existencia de otredades religiosas, pero exhortaba al Estado a apoyar económicamente sus iniciativas educativas. Al grito quiroguiano de Religión o Muerte, Combate exigió, en un gesto desacompasado y aislado incluso de la propia jerarquía, el restablecimiento de la educación religiosa en las escuelas y la sumisión del Estado a la Iglesia50. Por ello, en torno a los llamados católicos reformistas, el periódico gentista consideró:

No entienden que ser católicos nos obliga a actuar como católicos en todas las actividades de la convivencia humana, y que el hombre católico no es hombre y además católico, como sí lo católico fuese algo separado de su cualidad de hombre, o de político o de

El argumento continuó acentuando el deber del buen católico. Así quien no defendiera los intereses de la Iglesia corría el riesgo de convertirse en colaborador inconsciente de sus enemigos. En Combate la laicización de la enseñanza constituía la antesala de la bolchevización de la sociedad argentina. En una cadena de asociaciones, Combate consideraba que la libertad de enseñanza se afiliaba a Reforma del 1852, fuente privilegiada de anarquía, pérdida de autoridad y, en última instancia, destrucción del orden. La Reforma del 18, donde graduados, estudiantes y profesores se comprometían en el cogobierno de las facultades, subvertía el orden natural fundado, bajo una mirada tanto platónica como aristotélica, en el conocimiento. Mientras que los profesores, poseedores del saber, debían mandar, los estudiantes carentes de cualquier conocimiento debían, por naturaleza, obedecer53. Ello implicaba una serie supuestos antropológicos y sociológicos al construir una experiencia existencial jerárquica sobre cimientos religiosos, orgánicos y armónicos.

Combate compartió la mirada de Derisi en tanto comprendió que la Ley n.° 1420 expresaba el espíritu laicista aunque no prohibiese in toto la enseñanza religiosa. Ahora bien, el problema era la segunda Revolución Libertadora, refiriéndose a Aramburu, que no sólo había traicionado el ideal septembrino, sino que también había sido infiel al golpe de Estado de 1943 y al Congreso que había refrendado el decreto militar en 194754. Combate, cuestionando a Aramburu porque no había derogado las leyes que permitían el divorcio y prohibían la enseñanza religiosa en las escuelas, definió precisamente su horizonte de pensamiento y acción.55 Así la llamada segunda Revolución Libertadora, como hiciera el peronismo también, quiso sepultar la verdadera esencia argentina negando la misma existencia fundacional de la Iglesia católica. Ello implicó lógicamente una lectura de la historia del país en tanto la segunda Revolución Libertadora negaba que Argentina fuese católica desde la Revolución de Mayo, pasando por las figuras de Belgrano y de San Martín hasta Rosas y los caudillos. Los dos decretos de Rosas de 1831 y 1844, donde exigió que los maestros fueran católicos apostólicos romanos, permitió a Combate recrear una narrativa histórica y su pertenencia a dicho linaje. En el cual, por cierto, omitieron la expulsión de Rosas de la Orden Jesuíta en 1843 del territorio. Igualmente la hipótesis detrás supone que, a partir de 1852, año de la Batalla de Caseros, «la Argentina oficial se ha ido superponiendo cada vez más a la Argentina real; pero no pudo cubrirla jamás del todo, ni ahogarla, ni impedir que se manifestara en su verdadera Fe católica y en su nacionalismo invencible»56.

La escuela laica, «origen de la creciente descristianización de la sociedad argentina», constituyó el intento de fuerzas masónicas y judías de descatolizar una sociedad por origen y naturaleza católica57. Si bien la Ley n.° 1420 quebró la transmisión de la religión en el linaje familiar, había despojado a la Iglesia de su derecho fundamental de definir la naturaleza de la educación en Argentina. Por ello, apuntó que, más allá del conocimiento técnico o enciclopedista que recibían los estudiantes en la escuela, era

... más importante saber si existe Dios, si hay un Redentor, si hay una ley divina, si el alma es inmortal, si debemos temer o esperar algo de la otra vida; porque saber eso es lo que puede hacerme feliz en esa otra vida que es mucho más larga que ésta58.

A este punto, para Combate la doctrina peronista era tan nociva como la doctrina democrático liberal poniendo en peligro a las futuras generaciones forjadas en el dogmatismo laico no aprendiendo a respetar a Dios y a la Patria59.

Mientras Criterio reconoció tensiones entre el Estado, la Iglesia y la familia, que, en los hechos, dan cuenta de la necesidad de nuevas formas de concebir la relación entre religión, política y sociedad, Combate determinó a pura fuerza argumental una necesaria armonía. En tanto, la Iglesia, la familia y el Estado habían sido creados por Dios debían llevar a cabo su tarea en la más perfecta armonía60. Criterio no se refugió en una postura intransigente, sino que quedó presa en un umbral donde habiendo abandonado viejas posturas no encontraba su nuevo lugar en el catolicismo y en la sociedad argentina, o sea, entre la nación católica y la Argentina plural61. Combate insistió, en un violento contraste, que la enseñanza libre tenía sentido sólo en naciones donde había varias religiones más o menos equivalentes en número, pero no en Argentina donde sólo había una religión, la católica62.

A modo de conclusión

Los proyectos presentes en Criterio y en Combate para resolver la cuestión educativa mostraron distintas articulaciones entre religión, sociedad y Estado. Por un lado, Criterio sostuvo, en lugar de cristianizar el sistema educativo público o catolizar el Estado, como tradicionalmente había propuesto la Iglesia, la creación de instituciones propias independientes del aparato estatal. Si bien la Revolución Libertadora fue considerada como una posibilidad de restauración de la religión en el ámbito educativo, las experiencias del peronismo en Argentina, pero del fascismo italiano también, habían demostrado el peligro de una conducción autónoma a la propia jerarquía eclesiástica y contrario a la prevalencia del derecho de las familias. Por ello, la restauración de la educación religiosa debía realizarse pues contemplando la autonomía de la Iglesia del Estado. Combate, por otro lado, encontró en la Revolución Libertadora un proceso liberal y masón que no representaba la posibilidad de restaurar al catolicismo en las escuelas públicas. No obstante ello, si el Estado quería ajustarse la doctrina de la Iglesia debía, en un guiño a la teología política gelasiana, reimplantarse la enseñanza religiosa en las escuelas estatales públicas. Así el derecho de la Iglesia prevalecía por sobre la familia y el Estado. O bien se creaba un sistema educativo paralelo aceptando una Argentina plural o se catolizaba el sistema público estatal aferrándose al mito de nación católica, esa fue, en definitiva, la disyuntiva entre los católicos. En efecto, la batalla se definió por quienes en 1958 al grito de libre en las calles argentinas apoyaron la creación de universidades católicas.

Recibido: 22 de noviembre de 2016. Aprobado: 12 de julio de 2017.

 

2 Los trabajos de Silvia Saytta (1988, 2005), Ana Julia Ramírez (1999), Alexandra Pita (2004, 2015), Alejandro Lafourcade (2004), Elena Piñeiro (2007), Miranda Lida (2012), Elena Scirica (2012), María Valeria Galván (2012) y Esteban Campos (2015), abrieron progresivamente el horizonte interpretativo del campo historiográfico argentino al analizar publicaciones ya no como fuentes complementarias, entre otros tantos recursos heurísticos posibles y disponibles, sino como objetos de estudio en sí. En un orden metodológico, dichos autores contribuyeron vivamente al debate historiográfico sobre el carácter y la utilidad de las publicaciones periódicas contemporáneas en el análisis de los procesos políticos, sociales y culturales. Así es de especial interés el artículo de Fernández y Moscatelli (2008) sobre la educación en la revista Criterio entre 1955 y 1958. En relación a la comparación como una herramienta heurística la Ciencia Política ha contribuido con notables producciones como Lijphart (1971), Sartori (1984), Castiglione (1997) yMorlino (1999).

3  Es necesario notar que el objetivo de la comparación propuesta es contribuir al camino iniciado por Zanca (2006) complejizando el abordaje del catolicismo. Es decir, aprehender la diversidad de sus sensibilidades más allá de matrices interpretativas que refuerzan la continuidad y la homogeneidad cultural, social y política del catolicismo. Cfr. Zanca, José (2006). Los intelectuales católicos y el fin de la cristiandad (1955-1966). Buenos Aires: FCE.

4  El impacto de la norma nacional fue más bien moderado en tanto las escuelas efectivamente incluidas se redujeron a un número bastante restringido en la capital y los territorios nacionales (Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego). A partir de la Ley n.° 4874 en 1905, «Sobre escuelas nacionales en las provincias», conocida como Ley Láinez por su autor Manuel Láinez, se creó un doble sistema entre escuelas provinciales y nacionales. Ello terminó creando un complejo orden donde la Iglesia también desplegó sus escuelas propias y ofreció, de acuerdo a la provincia, educación religiosa fuera del horario formal de clases en los establecimientos estatales. Cfr. Schoo, Susana (2014). "Los colegios nacionales en el período fundacional del sistema educativo argentino: incidencias y variaciones locales (1863-1888)". En Historia de la Educación - Anuario SAHE, volumen 15, número 2, pp. 37-68. En efecto, aunque la Ley n.° 1420 no regulase la laicidad de la educación, sí produjo el debate más extendido y comprometido en torno a la enseñanza religiosa. Cfr. Ayuso, María Luz, (2015), "La ley 1.420: 131 años otorgando sentidos a la educación común". En Historia de la Educación: Anuario SAHE, volumen 16, número 1, pp. 3-7.

5 En Argentina la relación jurídica entre la Iglesia y el Estado se rigió desde la independencia bajo el arreglo del Patronato regio hasta la firma del concordato negociado durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962), pero firmado en 1966 entre la Santa Sede y el gobierno de jacto de la Revolución Argentina. Al mismo tiempo, la Constitución de 1853 sostuvo, más allá del pluralismo de jacto y de iure, el culto "Católico, Apostólico y Romano", indicando también que el presidente debía profesar el catolicismo. Cfr. Pinto, Julio y Mallimaci, Fortunato (comp.) (2013). ha influencia de las religiones en el Estado y la nación argentina. Buenos Aires: EUDEBA.

6  La gran ola inmigratoria -portadora de una diversidad idiomática y prácticas culturales disonantes para el medio local- y la explosión demográfica en los centros urbanos alimentaron los intentos de esbozar una definición de la esencia de la nacionalidad argentina impulsando, a su vez, una homogenización de la población. Cfr. Bertoni, Lilia Ana (2001). Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas: la construcción de la nacionalidad argentina ajines del siglo XIX. Buenos Aires: FCE. Mientras que, en el primer censo nacional de 1869, se registraron 1.905.973 personas, en el segundo de 1895, 4.044.911 y, en el tercero de 1914, 8.042.244. Entre 1869 y 1914 la población residente en Argentina creció más de un 400% siendo inmigrantes el 42%. Cfr. Amato, Enrique (1964). La Iglesia en Argentina. Madrid: Estudios Socio-religiosos Latino-americanos, FERES,         [ Links ] pp. 37-40.

7  Miranda Lida detalla como característica de época un proceso de integración y nacionalización del catolicismo. La propia élite liberal que había propiciado las leyes laicas en las últimas décadas del 1800, se lanzó a la búsqueda de elementos, sean materiales o simbólicos, tendientes al reforzamiento de la cohesión social. Al respecto, Fortunato Mallimaci (2015) sostiene que, el impulso laico de la élite dirigente se enmarca en un «laicismo de siglo XX a una «auténtica apoteosis del catolicismo», pero con un verdadero espíritu de revancha. Por un lado, en 1935 la Santa Sede elevó a Buenos Aires a la categoría de sede cardenalicia y promovió al obispo Santiago Copello (1880-1967) a primer cardenal hispanoamericano en 1935. Por el otro, el neotomismo se asentó como doctrina oficial entendiendo a la Iglesia como societas perfecta, custodia de los cimientos sobrenaturales del orden civil, y a la sociedad como una construcción armónica libre del Estado moderno, pero restaurando el lazo social quebrado por el individualismo filosófico y por el capitalismo. Cfr. Di Stefano, Roberto y Zanatta, Loris (2000). Historia de la Iglesia Argentina: desde la conquista hasta fines del siglo XX. Buenos Aires: Sudamericana, pp. 420-427.

12   El mito de la nación católica es una matriz interpretativa elaborada por Loris Zanatta para comprender el catolicismo que, en vísperas del Centenario, sostuvo un discurso rabiosamente militante que, al mismo tiempo que defendía los valores religiosos, combatía al liberalismo y a las ideologías de izquierda, identificando al catolicismo con los valores inmutables de Argentina. Cfr. Zanatta, Loris (1996). Del estado liberal a la Nación Católica. Buenos Aires: UNQUI.

13   Gustavo Martínez Zuviría, quien fuera Ministro de Justicia e Instrucción Pública y miembro de la Acción Católica Argentina, elaboró el decreto de restablecimiento de la educación religiosa dando preeminencia en el nombramiento a profesores nacionalistas y católicos, interviniendo las universidades nacionales -designando en la Universidad del Litoral como interventor a Jordán Bruno Genta- y declarando la ilegalidad de la organización estudiantil la Federación Universitaria Argentina. Las décadas de 1930 y 1940 representan el momento donde la Iglesia dejó de lado el modus vivendi con el viejo régimen liberal en favor de un proyecto que proponía un reemplazo radical del sistema político. El proyecto militar estableció que «el sistema educativo debía ser refundado sobre una matriz confesional, autoritaria y tradicionalista». El coup d'etat se convirtió en los años por venir en una suerte de «ideal interrumpido». Cfr. Buchbinder, Pablo (2005). Historia de las universidades argentinas. Buenos Aires: Sudamericana, p. 145.

14 El desarrollo de la política social de Perón en la Secretaria de Trabajo y Previsión, donde la legislación laboral se configuró como un vector preponderante de su gestión, adquirió en ocasiones una verba demasiado clasista que incomodaba a las jerarquías de la Iglesia quienes tradicionalmente cultivaban un discurso consensual. Así también las tareas de la Secretaria, y fundamentalmente el rol que desplegó años más tarde la Fundación Eva Perón, se expandieron invadiendo espacios de asistencialismo social tradicionalmente de la Iglesia estimulando importantes resistencias entre en el cuerpo religioso y el elenco político. En el mismo sentido, la sacralización de María Eva Duarte, la esposa de Perón conocida popularmente como Evita, a partir de la recurrente asociación con la Virgen María provocó que las huestes más tradicionales atizaran la idea del peronismo como un movimiento esencialmente herético. Es necesario mencionar la excepción de los católicos llamados antifascistas o democráticos reunidos en torno a la revista Orden Cristiano quienes se opusieron al peronismo desde su nacimiento. Cfr. Zanca, José (2013). Cristianos antifascistas. Conflictos en la cultura católica argentina. Buenos Aires: Siglo XXI.

15   La enseñanza religiosa, generó turbulencias en el propio peronismo atendiendo que los diputados laboristas, quienes poseían una fuerte tradición anticlerical, se negaron a concurrir a la sesión parlamentaria donde finalmente se ratificó el decreto del golpe militar de 1943. Cfr. Di Stefano, Roberto (2010). Ovejas negras. Historia de los anticlericales argentinos. Buenos Aires: Sudamericana.

16    Consultar Zanatta (1999). A pesar de una amplia gama de coincidencias, los conflictos se plantearon en torno al modelo de sociedad que el peronismo fue progresivamente desplegando. Susana Bianchi (2001) sugirió que el corsi e ricorsi nació de la puja por el establecimiento de la tutela sobre las instituciones de la sociedad civil que producen y reproducen la ideología dominante, la familia, las instituciones educativas, las organizaciones intermedias, los sindicatos y la beneficencia. Consultar Ciria (1983), Bianchi (1992) y Plotkin (1993). La utilización del catolicismo, entramado discursivo con una legitimidad social propia, terminó en el medio plazo dando vida a un cristianismo peronista, un cristianismo de sustitución, que pujó por reemplazar las representaciones de buen y mal catolicismo. Al decir de Lila Caimari (2007) el peronismo fue el movimiento más católico y más hereje de la historia Argentina.

17 Fiorucci indicó que, el Segundo Plan Quinquenal en 1952, «declaraba la doctrina peronista como Doctrina Nacional, estipulaba la voluntad expresa de modificar los programas y en especial textos escolares para incluir en ellos los postulados del nuevo ideario político». A partir de 1952 la escuela fue considerada como un instrumento para la difusión del ideario peronista. Fiorucci, Flavia (2012). "El campo escolar bajo el peronismo (1946-1955)". En Revista Historia de la Educación Latinoamericana, volumen 14, número 18, pp. 139-154, esp. p. 143.

18 Cfr. Mazzei, Daniel (2003). "La revancha de los gorilas. Ejército y peronismo entre 1955 y 1958". En Camarero, Hernán et al. De la Revolución Libertadora al Menemismo. Buenos Aires: Imago Mundi, pp. 55-71. No obstante, es necesario incorporar otras variables que van más allá de la relación entre lo que genéricamente llamaríamos política y religión. Los resquemores dentro de las FF AA por la cooptación ideológica en el cuerpo profesional que se tradujo en introducir la doctrina peronista en la formación intelectual de la oficialidad. Los mecanismos de ascenso y promoción se vieron atravesados y condicionados por la afiliación política e ideológica mellando la profesionalidad y la legitimidad de la cadena de mando. Así también la creciente relevancia política de las centrales de trabajadores generó un estado de efervescencia en una institución que ciertamente se resistía a la raíz más plebeya del peronismo. El giro en las relaciones con el capital

19    Si bien sería incorrecto pensar en una única reacción por parte de la constelación católica, ya que autoridades como Santiago Copello o Antonio Caggiano continuaron en los momentos más espinosos apostando por una negociación palaciega, la fuerte embestida generó enérgicas resistencias y funcionó rápidamente como factor aglutinante para los nuevos miembros de la creciente coalición antiperonista. No obstante, Virgilio Filippo y Hernán Benítez -sacerdotes ambos- fueron dos destacados referentes religiosos que devinieron acérrimos defensores del peronismo. Touris, Claudia (2007). "Tensiones en el campo católico. La cuestión del peronismo después de 1955". En Anuario del IEHS, número 22, pp. 324-344.

20    Cfr. Di Stefano, Roberto y Zanatta, Loris (2000). Historia de la Iglesia Argentina: desde la conquista hasta fines del siglo XX. Buenos Aires: Sudamericana, p. 479.

21 El 23 de septiembre asumió el general Lonardi la presidencia de jacto quien emprendió, bajo el afamado lema de ni vencedores ni vencidos, una política de reconciliación nacional. El congreso fue disuelto, las provincias intervenidas y la Corte Suprema de Justicia, por primera vez en la historia argentina, depuesta en su totalidad. Igualmente la coalición antiperonista lejos estuvo de constituir un frente compacto y homogéneo. Las tradicionales lecturas historiográficas establecen, a grandes rasgos, dos grandes líneas ideológicas en su interior. Por un lado, una nacionalcatólica representada por Lonardi y, por otro lado, una liberal que se reflejaba en los generales Aramburu e Isaac Rojas. Interpretaciones más recientes establecen clasificaciones a partir de los programas y de las respuestas propuestas para lidiar con la cuestión peronista. Spinelli propone tres posiciones dentro del antiperonismo a saber: el tolerante, el radicalizado y el optimista. El primero esbozó una respuesta tendiente a la integración de los peronistas evitando reproducir en el sistema político el antagonismo entre peronismo y antiperonismo. El segundo, atizando la asociación entre el peronismo y fascismo, propugnó por la depuración de los elementos peronistas en el Estado y en la sociedad. El tercero, consideró que el peronismo era un fenómeno que eventualmente desaparecería de la cultura política argentina en la medida que Perón. Aunque el antiperonismo compartiese un sustrato común, los diagnósticos de situación, las medidas para desperonizar el Estado y la sociedad, y las alternativas para la construcción del nuevo gobierno resultaron claves para los disensos que prontamente florecieron. Cfr. Cavarozzi, Marcelo (1992). Autoritarismo y democracia (1955-1983). Buenos Aires: Centro Editor de América Latina (CEAL). Ver también Spinelli, María 22 La efímera experiencia lonardista no colmó las expectativas de otros actores de la coalición antiperonista que demostraron ser determinantes en los equilibrios político-militares. La reconciliación nacional que implicaba una política tolerante con el peronismo, a través de concesiones y acuerdos con el movimiento obrero, resultó irritante para los antiperonistas más radicalizados. Aramburu se abrió a dirigentes políticos antiperonistas que, a través de la institución ad hoc Junta Consultiva Nacional, asistieron en la configuración de políticas públicas y los nombramientos en la administración pública. El nuevo elenco gubernamental impulsó un feroz proceso de desperonización fundado originariamente en la asociación política, social y cultural entre peronismo y fascismo.

23    Criterio fue fundada en 1928 por una nueva generación de jóvenes perteneciente al renacimiento católico de principios de siglo XX. En 1932, Franceschi, un reconocido polemista e intelectual, asumió la dirección por designación del arzobispado de Buenos Aires. Franceschi cultivó una apertura a teólogos y pensadores católicos que, como Karl Rahner, Hans Küng o Henri de Lubac, fueron condenados por Pío XII en Humani Generis (1950). La fuerte impronta del catolicismo francés y alemán con sus propuestas tendientes a la apertura y al diálogo convivían con el catolicismo más cerrado de corte hispanista y romano. Franceschi y Criterio encarnaron el umbral entre un catolicismo que promovió y actuó bajo el halo de la nación católica, del Syllabus errorum y de la carta encíclica Rerum Novarum, y otro que comenzó a incorporar a la modernidad como una esfera con la cual dialogar (consultar Zanca, 2006; Touris, 2012; Lida, 2015; Pattin, 2016 y 2016a).

24   Gustavo Jan Franceschi (1881-1957) ingresó en 1904 al seminario y, luego de su ordenación, fue asignado como cura párroco de la Basílica Nuestra Señora de la Piedad en el barrio de San Nicolás y como capellán en la Prisión de Encausados. En sus años de juventud participó en las iniciativas asociacionistas de los Círculos de Obreros Católicos y de la Liga Democrática Cristiana del polémico sacerdote Federico Grote bajo la Rerum Novarum y la Doctrina Social de la Iglesia. Además, dirigió el periódico Justicia Social y fue secretario general de la Liga Social Argentina en 1907. La formación intelectual de Franceschi bebió, además del tomismo, de intelectuales tan diversos como Gilbert K. Chesterton, Jacques Maritain y Gabriel Marcel. Franceschi participó junto con Carlos Ibarguren, Gustavo Martínez Zuviría, Juan Pablo Echagüe, Enrique Bachs y Manuel Gálvez, entre otros, como miembro fundador de la Academia Nacional de Letras en 1931.

25    Cfr. Franceschi, G., "Convivencia", Disertación radial, Radio del Estado, 16 de noviembre de 1955 reproducida en Criterio, 22 de diciembre de 1955, p. 945. Vale detallar, ya durante el peronismo el catolicismo había lanzado criticas de un creciente estatismo que, en definitiva, se entrometía en los tradicionales espacios ocupados por la Iglesia.

26   Cfr. Franceschi, G., "Enseñanza libre", en Criterio, 9 de febrero de 1956, p. 84.

27 Cfr. Franceschi, G., "Las dos corrupciones", en Criterio, 10 de mayo de 1956, p. 325.

28    Cfr. Zanca, José (2006). Los intelectuales católicos y el fin de la cristiandad (1955-1966). Buenos Aires: FCE, p. 107.

29    Cfr. "La libertad de enseñanza", declaración de la "Comisión Permanente" del Episcopado Argentino, Documentos, Criterio, 25 de septiembre de 1958, p. 702.

30 Mientras que, en Chile, la «libertad de enseñanza» se aprobó en 1872 bajo la presidencia de Federico Errázuriz Zañartu (1871-1876), en Brasil se aprobó en 1854 complementando el Acto Adicional (1834) y la Constitución (1834).

31    Cfr. "La palabra de los obispos", Comentarios, en Criterio, 26 de febrero de 1959, p. 138.

32   Carlos Olivera Lahore (1924), nacido en Buenos Aires, se graduó en Letras y en Historia en la Universidad Sorbona en París en 1948. Luego se dedicó a la enseñanza en instituciones secundarias y a reflexionar sobre el sistema educativo en distintos medios periodísticos destacándose su participación en Criterio. En 1955 fundó en Buenos Aires la Asociación por la Libertad de Enseñanza, integrada en la Unión Internacional por la Libertad de Enseñanza, y posteriormente en 1964 el Instituto Superior de Conducción Educativa para capacitar a directores de escuelas, supervisores y administradores. En 1955 y 1956 Olivera Lahore se configuró como un promotor de la Libertad de Enseñanza dando cursos sobre «Problemas inmediatos de la campaña por la Libertad de Enseñanza» y sobre «Libertad de Enseñanza como exigencia de la democracia argentina». Cfr. "Información", Vida cultural, en Criterio, 11 de octubre de 1956, p. 755.

33 Cfr. Olivera, C, "Los colegios católicos en la hora actual", en Criterio, 24 de noviembre de 1955, p. 848.

34   Así también Olivera Lahore exhortó a las autoridades escolares a que coordinasen y profesionalicen el cuerpo docente, y particularmente que estableciesen una guía moral e involucrasen -en un registro que, por momentos, rozaba el organicismo- a la familia en la estructura escolar.

35   Cfr. Olivera, C, "Los términos del debate sobre enseñanza", en Criterio, 22 de marzo de 1956, p. 203.

36   Cfr. Olivera, C, "La gran miseria del profesorado secundario", en Criterio, 14 de Marzo de 1957, p. 138.

37   Cfr. Olivera, C, "Los términos del debate sobre enseñanza", en Criterio, 22 de marzo de 1956, p. 203.

38   Cfr. Olivera, C, "Organización escolar y derecho a las convicciones", en Criterio, 8 de agosto de 1957, p. 533.

39   Cfr. Olivera, C, "Etapas concretas hacia la libertad de enseñanza", en Criterio, 28 de junio de 1956, p. 453.

40    Cfr. Bianchi, Susana (1992). "La Iglesia Católica y peronismo: La cuestión de la enseñanza religiosa (1946-1955)". En Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe (EIAL), volumen 3, número 2, pp. 89-103.

41    Octavio Derisi (1907-2002), ordenado sacerdote en 1930, fue profesor en los Cursos de Cultura Católica, fundador de la revista filosófica Sapientia y, posteriormente, el rector de la Universidad Católica de Buenos Aires (1958-1980).

42 Cfr. Derisi, N., "Enseñanza libre y enseñanza religiosa", en Criterio, 12 de abril de 1956, p. 247.

43   Al calor de los primeros meses de la Revolución Libertadora en 1955, Genta fundó Combate que puede comprenderse como una suerte de boletín interno de interpretación de coyuntura de los Cursos de Filosofía dictados en su casa. En ese sentido, el periódico es el resultado de múltiples contextos como el peronismo, la partidocracia, el desarrollismo, la infiltración comunista y la hipótesis de una guerra ideológica en territorio argentino. En el transcurso de los años sesenta, Combate se transformó en el periódico oficial de la Legión Nacionalista Contrarrevolucionaria, una organización ideológica paramilitar formada por civiles, militares retirados y en actividad. La Legión utilizaba el decálogo gentista cristalizado en Combate para enseñar a jóvenes cadetes y estudiantes. Cfr. Ranalletti, Mario (2010). "Aux origines du terrorisme d'État en Argentine: Les influences fran<;aises dans la formation des militaires argentins (1955-1976)". En Vingtiéme Siécle. Revue d'histoire, número 105, L'Amérique latine des régimes militaires, enero-marzo, pp. 45-56.

44   Jordán Bruno Genta (1909-1974), fundador y padre espiritual de la revista Combate, fue un filósofo nacionalista y católico. En el comienzo de la década de 1940 al tiempo que ejerció la docencia en el Instituto de Sociología Argentina, colaboró activamente en las reuniones preparatorias del golpe de 1943 junto con el Grupo de Oficiales Unidos. Aunque se desempeñase como funcionario en el área educativa del golpe de 1943, el peronismo significó un largo camino de exilio al margen de los centros educativos universitarios y cualquier reconocimiento público. A lo largo de la década de 1960, desarrolló Guerra contrarrevolucionaria, una producción que, a pedido de la Aeronáutica Militar, pretendía establecerse como doctrina para las FF AA en el nuevo escenario. Allí el filósofo integrista abordó desde la doctrina católica, occidental y argentina, pasando por la familia cristiana y la propiedad privada hasta la misión específica de las FF AA. La argumentación, fundada en la soberanía divina, sostuvo que la cristiandad argentina, amenazada por la reforma protestante, el liberalismo y el comunismo, contenía en las FF AA su valla de defensa. En 1974, Genta fue asesinado en la puerta de su domicilio por el Ejército Revolucionario del Pueblo.

45 Cfr. "¿Enseñanza libre o masónica?", en Combate, 21 de noviembre de 1957, p. 4.

46   Ídem.

47   El papa Gelasio I (492-496) estableció que, a la par que dividir poder terrenal y poder espiritual, la Iglesia se reservaba la auctoritas, es decir, se erigía como autoridad en virtud de su legitimidad espiritual, incluso por sobre la potestas del Estado.

48   Cfr. "Iglesia, Estado y Libertad", en Combate, 26 de enero de 1956, tapa.

49    Cfr. "La Iglesia y la política", en Combate, 16 de agosto de 1956, p. 2.

50   Cfr. "Religión o muerte", en Combate, 15 de marzo de 1956, p. 4.

51    Cfr. "Católicos reformistas", en Combate, 5 de enero de 1956, p. 3.

52   La Reforma fue un movimiento universitario conformado por estudiantes, graduados y profesores surgido en la Universidad Nacional de Córdoba que buscaron aggiornar e incluso democratizar la estructura universitaria. Los bríos reformistas eventualmente se diseminaron por Argentina y por toda Latinoamérica atendiendo el gobierno tripartito y la autonomía del poder político, así como también la posibilidad de cursar libremente, la derogación de la obligatoriedad de asistir a clases y la apertura a profesores que no proviniesen de la élite argentina. Buchbinder señaló que «los cambios que propicio la Reforma en la Universidad consolidaron el lugar de la institución como instancia para la promoción social de las capas medias. Por otra parte, estos mismos sectores consolidaron su posición preeminente en los cuerpos directivos y profesorales de las instituciones». Cfr. Buchbinder (2005), p. 137.

53    Incluso llegaron a identificar el cogobierno universitario con el soviet. Consultar "¿A dónde vamos?", en Combate, 3 de abril de 1956, tapa.

54   Cfr. "Una patraña que debemos destruir", en Combate, 4 de abril de 1957, p. 3.

55   Aramburu solamente suspendió las leyes derivando en el próximo gobierno constitucional la decisión definitiva en dichas materias. Cfr. "Informe del corresponsal en la Provincia de Buenos Aires," en Combate, 15 de diciembre de 1955, p. 4.

56   Cfr. "Educación Masónica", en Combate, 21 de junio de 1956, tapa.

57   ídem.

58    Cfr. "A un partidario de la enseñanza laica", en Combate, 5 de abril de 1956, p. 3.

59    Cfr. "Como entonces", en Combate, 1 de marzo de 1956, p. 4.

60   Cfr. "¿Enseñanza libre o masónica?", en Combate, 21 de noviembre de 1957, p. 4.

61    Ello viene a ratificar la interpretación en la cual si bien hacia 1930 el «mito de nación católica» constituyó como el discurso hegemónico dentro del catolicismo local, progresivamente perdería su centralidad. Aunque válida, conviviría con una serie de aproximaciones que privilegian otro tipo de claves hermenéuticas. Lida, Miranda (2015). Historia del catolicismo en Argentina. Buenos Aires: Siglo XXI.

62   Cfr. "Banderas desteñidas. ¿Por qué a los políticos católicos no les gusta la enseñanza religiosa?". En Combate, 15 de agosto de 1957, p. 2.

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