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Pampa (Santa Fe)

versión On-line ISSN 2314-0208

Pampa  no.7 Santa Fe nov. 2011

 

ARTÍCULOS

Movilidad del capital y del trabajo: territorialización “multiforme” en regiones extrapampeanas1

 

Mónica Bendini

Socióloga. Licenciada y Doctora UBA, UB. Investigadora y directora del Grupo de Estudios Sociales Agrarios. Departamento de Ciencias Políticas y Sociales. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Comahue.
E-mail: mibendini@yahoo.com.ar

1 El texto reúne materiales de proyectos GESA: UNCo 072, FADECS ANPCyT 38146 y MASAL–FADECS– IASTATE. Una versión preliminar se presentó al VIII Congreso de ALASRU en Recife, 2010. En el título se recupera la característica con que Pedro Tsaloumagkos (2005) denota el proceso de territorialización. La autora agradece los comentarios de Norma Steimbreger y de María Aparecida de Moraes Silva.

Fecha de recepción: 28 | 12 | 2010
Fecha de aceptación: 11 | 03 | 2011


RESUMEN

Repensando el territorio desde la modernización y la subalternización se indaga acerca de las formas de expansión del capital en regiones extrapampeanas. Para ello, se analiza el carácter que asume la movilidad territorial del capital y del trabajo en regiones agropecuarias del noroeste y de la Patagonia. Por un lado, en dos regiones agrícolas de exportación cuyo rasgo distintivo es la acelerada expansión empresarial concentrada y a escala, una en cultivos intensivos con fuerte demanda de mano de obra estacional y la otra, en cultivo anual extensivo altamente mecanizada con escasa demanda de trabajadores; por otro lado, en una región de ganadería extensiva y base campesina. Se vinculan los efectos de la penetración del gran capital al carácter contradictorio de la modernización, como forma interpretativa distinta de la noción de modernización incompleta, a la tendencia unívoca de la globalización. En este sentido, se reflexiona sobre la heterogeneidad de los procesos de territorialización, las transformaciones y persistencias en el espacio social y la marginación que acompaña la subalternización.

Palabras clave: Modernización; Expansión; Movilidad; Territorialización; Regiones agropecuarias; Subalternización.

SUMMARY

Rethinking the territory since the modernisation and subalternisation processes, different ways of capital expansion is researched in the countryside. It is analyzed the character that the territorial mobility of capital and work assumes in northern and Patagonian agro regions of Argentina. On one side, two agro export regions are characterized by the accelerated, concentrated, and big scale entrepreneurial expansion: one of them with intensive cultures and strong demand of seasonable workers and the other one, in extensive annual cultures highly mechanized with little demand of workers. On the other side, a region of extensive herd breeding with peasantry features. The effect of capital penetration is associated to the contradictory characteristic of the modernization process. It is a different interpretative approach to the notion of incomplete modernization, to the unique trend of the globalization. Thinking over heterogeneity in the processes of territorialization, changes and persistence in the social space, as well as marginalization accompanying subalternization, are outlined in the final remarks.

Key words: Modernization; Expansion; Mobility; Territorialization; Agro regions; Subalternization.


 

1. Introducción

La intensificación y la movilidad del capital y del trabajo caracterizan el proceso de mundialización en el campo; producen transformaciones territoriales, productivas e institucionales, pero también generan cambios en las relaciones sociales y en los estilos de vida de las comunidades rurales. Más específicamente, la apropiación diferencial de los recursos, la incorporación de extensas zonas al mercado de tierras, la modernización concentrada y excluyente, no sin persistencias y resistencias, constituyen tendencias actuales que se expresan localmente en territorialidades diversas. Es decir, hay tendencias globales, no globalizadas en el funcionamiento de los territorios y especificidades que los sujetos sociales plasman en cada situación, en los distintos espacios. Ocurre así porque las condiciones para la expansión y acumulación del capital y las relaciones global local se moldean a través de fuerzas diversas y contradictorias (Murmis y Bendini, 2003). Entender la vida en el campo es comprender, también, las particularidades del modo de vida y las referencias identitarias que generan procesos sociales que facilitan o inhiben la integración social (Gómez da Silva, Cavalcanti y Wanderley, 2009).
Una característica común de la producción y del trabajo, en esta fase del desarrollo del capitalismo en el agro, es que los dos establecen una nueva relación con el espacio con ciertas semejanzas. El espacio es una cadena de lugares interconectados, multiforme: para los productores y empresarios el territorio no es sólo el lugar en donde se produce sino también en donde se accede, donde se vende la producción, donde se diversifica; para los trabajadores no es sólo el lugar de residencia base sino el lugar a donde se migra para trabajar, donde se transita (Kay, 2005). Los trabajadores se apropian del territorio a través de los desplazamientos, localizaciones, saberes, redes, estrategias de acceso y de uso, entre otros. Analizaremos la movilidad territorial del capital y del trabajo, sus lógicas, sus contradicciones, en tres contextos del campo argentino diferenciados por el carácter de la expansión del capital y la movilidad del trabajo asalariado y familiar. Para comprender esos procesos en tales realidades, se indaga acerca de la presión y los efectos de la modernización, las transformaciones en el espacio social, las relaciones de poder dominantes, es decir, las territorialidades que se configuran para luego comparar rasgos comunes y diferencias y señalar algunas tendencias en torno a la penetración del capital. En el relevamiento empírico de los tres casos, se analizaron datos secundarios censales/estadísticos y documentales y datos primarios relevados mediante técnicas sociales de recolección de datos con distinto grado de estructuración. Las técnicas utilizadas en cada caso fueron: 1) entrevistas, encuestas y grupo focales a actores sociales institucionales gubernamentales, de la sociedad civil y del aparato técnico–científico;2 2) entrevistas semiestructuradas y encuestas con observación no estructurada en lugares de destino a trabajadores golondrinas,3 historias de vida a familias en lugares de origen,4 trayectorias empresariales;5 3) entrevistas, observación no estructurada, encuestas por muestreo a hogares por vivienda, y grupos focales a productores, técnicos y decisores gubernamentales.6 En el análisis cuantitativo y cualitativo se triangularon fuentes de datos y los resultados empíricos generan reflexiones comparativas, las que a su vez abren cuestiones e interrogantes para la búsqueda de nuevas respuestas.

2. Expansión del capital y transformaciones territoriales

Los estudios sociológicos del mundo agrario y rural presentan imágenes y tendencias acerca de los procesos de modernización y reestructuración social; también nos entregan visiones más específicas acerca del funcionamiento y de las lógicas de la penetración del gran capital, ofreciendo un panorama de las variantes de ese funcionamiento. Más precisamente, en distintas regiones los aportes dan cuenta de las lógicas de apropiación y de control que actúan en distintos productos o en distintas localizaciones, de las formas predominantes de territorialidad. Se trata de encontrar no sólo las líneas generales del capitalismo agrario y de identificar sus particularidades (Fold y Pritchard, 2005) en cada caso “la superación de los lugares comunes en la visión del proceso del desarrollo del capitalismo dependerá, en gran medida, de la capacidad de considerar las formas propias que adopta en cada situación particular” (Pachano, 1980:465), sino además de mostrar las contradicciones inherentes que las vincula.
Los estudios evidencian cambios en otros niveles de la ruralidad. La modernización está ligada a la hipermovilidad del capital, pero trae también cambios en otros ámbitos, por ejemplo, los que afectan al hábitat rural en su conjunto. La penetración del capital trae consigo transformaciones territoriales que van más allá de las unidades y de las organizaciones y generan núcleos que redefinen el espacio rural y los horizontes de sentido de quienes viven en ellos. Nos encontramos, sin embargo, con algunos elementos que condicionan esa acción y sus efectos; nos referimos al Estado, por un lado, y, por el otro, a las acciones y movimientos de resistencia, surgen nuevas formas de organización, de liderazgo (Murmis y Bendini, 2003). Al analizar la presión de la modernización en el territorio (Csurgó, Kovach y Kuserová, 2008), se cuestionan imágenes naturalizadas de la modernización unívoca en los espacios productivos, se plantean paradojas del gran capital, como también se abren interrogantes sobre el alcance incluyente del desarrollo territorial.
En primer lugar, y a pesar de las tendencias dominantes, las investigaciones empíricas dan cuenta de formas modernas y no modernas en la agricultura; una interpretación posible es que en el campo la tendencia a homogeneizar no puede expresarse totalmente (Vitar, 2008). Ello se podría visualizar como modernización “incompleta”; sin embargo, entendemos es parte de su propia expansión a través de senderos diversos de acumulación. Al respecto, Albadalejo y Bustos Cara (2008) dan cuenta de un proceso de modernización agropecuaria discontinuo y plural que se configura contradictorio con persistencia en el territorio de sujetos no totalmente capitalizados, de formas menos capitalizadas. Estas formas plurales muestran cómo el capitalismo, en su zigzagueante penetración en el agro, encuentra diferentes mecanismos que le permiten encauzar su desarrollo. Respecto de la movilidad del trabajo, Ciarallo (2007) detecta en trabajadores migrantes que algunos mantienen al mismo tiempo y en diferentes espacios rasgos contradictorios por no evolucionar de acuerdo con la lógica de la modernidad. Por otra parte, contribuciones y orientaciones recientes de las políticas presentan nuevos desafíos al incorporar el territorio a la definición de desarrollo. Sin embargo, al considerar la habilidad desigual de las distintas clases para manejar el capital social y cultural en sus intereses económicos y culturales y en el acceso al poder político, surgen interrogantes acerca de los consensos para la superación de las desigualdades sociales dentro y entre territorios. Por último, el gran capital es agente dinamizador de la modernización pero, por otro lado, es agente de desplazamiento y de subordinación. Este carácter contradictorio que da cuenta de la paradoja de la modernización se expresa en las territorialidades que los sujetos sociales configuran desde las relaciones de poder.

3. El territorio como espacio social

Relacionado con estas tendencias y planteos, uno de los elementos teóricos que ha tomado preeminencia en los análisis recientes de la ruralidad es el de territorio. La noción de territorio se ubica en la tensión entre constitución de territorio (definido, continente y demarcado como un sistema de proximidades, distancias y escalas), y construcción del mismo, de acuerdo con la capacidad de los actores sociales de establecer relaciones de producción y de intercambio (Abramovay, 1992). En ese sentido, el espacio no es sólo resultado de los procesos de producción sino también condición para su producción (Santos, 1990).
Las formas de apropiación y los usos del territorio se definen y redefinen en el espacio social que, a su vez, expresa las identidades colectivas (de Souza Mendonca Menezes y de Almeida, 2005). Una de las formas de dominio, que caracteriza al campo en la actualidad, es el control territorial por parte del gran capital. Pero el capital encuentra condicionantes a su expansión en las relaciones intersectoriales que continuamente se definen y redefinen, se negocian con los trabajadores, el resto de la sociedad civil y el Estado (Flora y Bendini, 2003). El territorio es la manifestación espacial de esas relaciones de poder que pueden hacer surgir nuevos territorios —territorialización— o reconstruir los viejos —reterritorialización— según Raffestin en Schneider y Tartaruga (2005). La territorialización supone una apropiación del espacio por parte de los distintos actores sociales; es la red de relaciones sociales que cubre o envuelve un territorio dándole forma y contenido social; donde se entretejen relaciones sociales vinculadas al acceso a los recursos y al poder político. La reterritorialización de lo rural se manifiesta en distintos procesos de reestructuración y resignificación socioeconómica y simbólica de las diversas regiones o territorios rurales concretos. Es decir, el territorio opera como un espacio social, escenario en el que tienen lugar las acciones y relaciones de los configuradores y configurados del territorio (Entrena Duran, 2010; Riella, 2009).
La territorialidad se define como la estrategia espacial de sujetos o grupos sociales para el acceso a los recursos a través de la delimitación y el control de áreas específicas denominadas territorios. No es necesario que los individuos que controlan el territorio estén dentro del mismo; incluye la perspectiva de los controlados y de los que ejercen el control. La territorialidad está “incrustada” en las relaciones sociales de poder y es construida desde el contexto temporo–espacial (Robert Sack en Haesbaert, 2004; Steimbreger, 2009). En síntesis, se transita desde la definición de territorio por constitución hasta la definición por construcción —reafirmando el carácter social del espacio donde se establecen relaciones de producción, de intercambio, de trabajo, y se entretejen relaciones de dominación y subordinación—; al territo
rio como motor del desarrollo, donde pasa a ser utilizado como una variable para considerar cuando se pretende intervenir, tal como destaca Sabourin en Schneider y Peyré Tartaruga (2005). Desde la noción de campo de fuerzas, este carácter ha sido cuestionado por sobreestimarse su potencial para dinamizar procesos de desarrollo, al expresarse en ese campo cabales intereses de clase; hay pactos no consensos y la superación de asimetrías aparece contradictoria. En ese sentido, Piñeiro (2008) reflexiona sobre la necesidad de construir un proceso de acumulación de fuerzas por parte de los sectores subalternos del campo que puedan llevar a modificar las relaciones de fuerza y que se opongan al modelo predominante, que lleva a una agricultura sin agricultores. Ese proceso implica además para Rodriguez Bilella y Tapella (2008) superar visiones dicotómicas entre los acercamientos analíticos y operativos. Desarrollos empíricos más recientes introducen otras categorías analíticas, tales como jerarquización de territorios (Lara, 2008) vinculada directamente a la movilidad del capital y del trabajo con consecuencias en la integración regional y social. Se reproducen las áreas marginales como reservorio de mano de obra y las áreas dinámicas como demandadoras de trabajo flotante (Castel, 1996).
Un término empírico asociado es el de territorio migratorio (Lara, 2010) en tanto espacio apropiado por los trabajadores migrantes desde sus prácticas laborales y cotidianas, desde su historia familiar, comunitaria; es el espacio apropiado, en forma física o simbólica que abarca los lugares que transitan los migrantes y los saberes referidos al desplazamiento, la residencia, el enganche; en definitiva, para saber moverse, circular, quedarse. Otro término empírico es el de territorio reivindicado, como resignificación étnica del territorio ocupado, en áreas de pueblos originarios, de tierras con uso extensivo o extractivo y grandes superficies de tierras fiscales. Allí, el territorio está frecuentemente asociado al espacio continuo, no delimitado, abierto, de la “naturaleza”. Radovich y Balazote en (Delgado, 2009:4) lo nominan territorio comunitario, “un espacio de la naturaleza que se encuentra bajo influencia cultural y el control político del un pueblo”. El mismo nombre del pueblo mapuche en la Patagonia expresa la autoidentificación cultural como gente de la tierra; el territorio es un derecho natural, irrenunciable para su concepción filosófica y religiosa.

4. Movilidad territorial del capital y del trabajo

En este apartado vincularemos los procesos de modernización y territorialización con espacios productivos concretos desde el supuesto que el desarrollo del capitalismo en el campo latinoamericano no sigue una lógica lineal, sino que detenta carácter contradictorio en el que coexisten formas modernas con persistencia de formas menos capitalizadas y no modernas. Estos espacios se pueden diferenciar de acuerdo con la forma que adopta la penetración del capital:
• expansión territorial del capital por revalorización del territorio, reterritorialización donde la entrada del gran capital expulsa a productores/trabajadores, instaurando líneas de producción diferente;
• expansión del capital por control territorial, vía modalidades diversas de agricultura contractual; el gran capital ejerce el control de la línea de producción o de la cadena aunque no necesariamente llegue a subsumir plenamente todas las actividades, pudiendo tomar a cargo también parte de la producción;
• en ocasiones la expansión territorial no se hace con el objetivo de controlar la producción sino asociada a una apropiación concentrada de los recursos de tipo más especulativo.

Esta diversidad en la expansión del capital tiene consecuencias significativas en el trabajo, tanto en el mercado de trabajo, en la organización del trabajo como en la movilidad territorial de los trabajadores. La estructura familiar y la organización doméstica se ven afectadas; también se modifica el hábitat rural al complejizarse los espacios de vida y de trabajo. Por otro lado, la inserción de pequeños productores en cadenas controladas por grandes empresas puede llevar a una disminución en el número de unidades, o mediante la agricultura de contrato (Tsakoumagkos, 2006) tender a un mayor control de la producción, sin desplazamientos pero con mayor subordinación. Las acciones y los efectos de estas formas de expansión del capital en la organización social del trabajo y en otros niveles de ruralidad, se muestran en distintos desarrollos empíricos. Tal el caso del nordeste de Brasil donde Gómez da Silva, Cavalcanti y Wanderley (2009) definen el mundo rural como fuerza social para el desarrollo y lo analizan en áreas de dinamismo económico y agricultura irrigada; áreas de economías fragilizadas y de precaria inserción en los mercados —agricultura familiar— y la población de pueblos rurales y pequeños municipios como de integración campo–ciudad.
Resulta similar la diferenciación que se plantea en este trabajo acerca de regiones extrapampeanas del agro argentino, de acuerdo con la modalidad pero también con los impactos de la expansión del capital: 1) agrícola empresarial mecanizada; 2) agrícola empresarial con importante presencia de trabajadores extrarregionales; 3) ganadera extensiva de base campesina, pluriactividad y desplazamientos. Contienen un hilo comprensivo común que es la presión de la modernización y la expansión del capital en la configuración de territorialidades. Predomina la acción y la movilidad territorial del gran capital en los casos agrícolas empresariales, sin desconocer la persistencia de otras formas menos capitalizadas (cuenca Itiyuro Tartagal en el noroeste de Argentina y Valle Medio del río Negro en la Patagonia); y la movilidad territorial del trabajo en el caso de ganadería extensiva con base campesina en la organización social del trabajo sin desconocer su articulación al mercado y las transformaciones de la unidad doméstica de producción (Línea Sur rionegrina, en la Patagonia).

5. Contextos de la investigación empírica

I. Región agrícola exportadora de cultivo anual extensivo altamente mecanizada con escasa demanda de mano de obra
Una forma de expansión territorial tiene lugar cuando la entrada del gran capital desplaza a productores locales, instalando usos y líneas de producción diferentes. Tal es el caso de la subcuenca Itiyuro y minicuenca Tartagal, en el departamento San Martín de la provincia de Salta (80.793 habitantes7). Su población es una de las más pobres del país, cuadriplica el nivel nacional de desempleo y la mortalidad infantil es mayor que la del resto del país en un cincuenta por ciento.8 Abarca seis municipios, y Tartagal es el municipio cabecera. Es una región de alta diversidad biológica, especialmente en la zona de yunga, y donde el proceso de agriculturización en los últimos años ha sido muy intenso. A partir de la década del 80, se produce una expansión de la frontera agrícola hacia los Departamentos salteños del este, principalmente en Anta y San Martín. Extensas superficies de monte ya degradado por la extracción maderera y la explotación petrolífera son deforestadas para ser incorporadas a la producción agrícola. Gran parte del incremento del área sembrada en la Provincia se asocia a la deforestación,9 siendo notable, a su vez, el aumento de la producción de soja.10 Más de la mitad de los cultivos de soja en el departamento San Martín fueron sembrados sobre áreas que estaban ocupadas por vegetación natural; el resto fue sembrado en tierras que, ya en ese entonces, tenían uso agrícola. El avance sobre ámbitos anteriormente ajenos a la agricultura, representa una amenaza para la biodiversidad y el bienestar material (Azcuy Ameghino y Ortega, 2010) —fumigaciones en poblaciones que quedan encerradas o rodeadas por el monocultivo, cambios en la dieta alimentaria, indigencia— y amenaza cultural a sus valores y mitos por cambio de ocupaciones y de hábitat en las poblaciones asentadas en la zona.


Mapa 1.
Región 1: subcuencas de Tartagal Itiyuro.

Fuente: INTA y GESA.

La actividad agrícola extensiva de soja, además de generar escasa demanda de trabajadores, desplaza campesinos en situación precaria de tenencia, muchos de ellos indígenas que quedan sin su espacio de vida y de trabajo, sin el “sustento del monte” para sus actividades extractivas, para su reproducción social (Naharro, s/f). Se incrementa la movilidad territorial del campo a la ciudad de trabajadores rurales familiares y asalariados —campesinos e indígenas del monte— y se producen cabales desplazamientos, exclusiones, a manera de “éxodo rural”, con desafiliación social parafraseando a Castel (1997).
Por otro lado, se intensifica la movilidad del capital, la penetración de capitales nacionales extrarregionales, mayoritariamente de la pampa húmeda. Expansión territorial concentrada y excluyente que configura un escenario particular de “campos sin gente, sin trabajadores” (Reboratti, 2005) por la escasa demanda de trabajadores, por la expulsión que se transforma en población migrante, flotante (Castel, 1997). El caso de Tartagal da cuenta de una situación de despojo y extrema pobreza que afecta a ocupantes históricos de tierras fiscales y privadas, a pueblos originarios y a aparceros precarios, etc., derivada de la revalorización productiva y económica de amplias áreas marginales extrapampeanas, además de una situación de agresión al medio ambiente. Parte de la cuenca de Tartagal pertenece a la región geográfica del Chaco salteño, región que ha sido aceleradamente transformada en tierra agrícola, principalmente con cultivos de soja. A esto se suma que, cerca del sesenta por ciento de sus selvas pedemontanas, ubicadas en áreas planas, se ha trasformado en tierra de cultivos, con caña de azúcar, citrus y soja. Innumerables conflictos se generan ante esta situación, donde empresas y propietarios individuales, muchos de ellos con títulos de dudosa legitimidad, intentan incorporar esas tierras “libres” de ocupantes a las nuevas actividades productivas (Slutzky, 2006).

Puede considerarse Tartagal un caso paradigmático de expansión territorial con expulsión y marginación, de fuertes conflictos ambientales y fundiarios, de grandes contrastes y desigualdad social, y de mayorías subalternas con dificultad para organizarse y acceder al poder político más allá de prácticas asistenciales clientelares.

• expansión territorial del gran capital con expulsión y marginación

II. Región agrícola intensiva de exportación empresarial a escala con presencia importante de trabajadores migrantes estacionales
En las últimas décadas, la expansión empresarial hacia nuevas zonas para la producción de fruta fresca a escala tiene lugar, entre otras, en el norte de la Patagonia, más precisamente en el Valle Medio del río Negro. Si bien la región tiene más de un siglo de trayectoria agrícola, se la identifica como “nuevo polo agrícola” por la magnitud del cambio de escala y por la tecnología de punta de las grandes empresas red que se instalan. El Valle Medio está localizado a 250 km del puerto más cercano en el Mar Argentino y a 100 km de una zona frutícola tradicional. El área abarca siete localidades con un total de 32.308 habitantes. La mayor parte de las unidades agrarias bajo riego están cultivadas con frutas y hortalizas.


Mapa 2.
Región 2: Valle Medio del río Negro.

Fuente: GESA.

Con matriz productiva inicial de pequeña y mediana producción, es a partir de mediados de los ’70 cuando se profundiza la integración agroindustrial y comienza una crisis prolongada para los productores no integrados (venta/ arriendo/ remate por abandono, endeudamiento). En los años 80 pero más aún en los ’90 irrumpen grandes empresas en la zona que generan un proceso creciente de modernización concentrada. Sin embargo, los pequeños y medianos productores persisten con mayor subalternización en la cadena vía contractualización (Steimbreger y Alvaro, 2008). En esa expansión territorial del capital no hay cambios en la línea principal de producción —fruta fresca—, aunque se producen algunas diversificaciones, ni tampoco grandes exclusiones. Podría decirse entonces que permite retener a los trabajadores en su conjunto (asalariados y familiares). Si bien en los últimos años aumentó el trabajo estacional registrado, aún persiste la precarización en las condiciones y ambientes de trabajo y aumenta la subalternización de los trabajadores familiares y chacareros en tanto productores primarios en proceso de descapitalización. Los rasgos actuales más destacados son: posicionamiento hegemónico de empresas integradas descentralizadas (Fold y Pritchard, 2005), subordinación de pequeños y medianos productores, importantes volúmenes de mano de obra estacional —aproximadamente 20.000 trabajadores en temporada 2010/2011—,11 consolidación de flujos migratorios;12 asentamiento de trabajadores extrarregionales (Radonich, 2010), revitalización de pueblos rurales por crecimiento migratorio (migrantes asentados, sedentarizados), algunas localidades (Lamarque y Chimpay) duplicaron su población en el último período intercensal.
Al igual que en otras regiones de exportación, se consolidan empresas agroalimentarias articuladas al mercado global y al capital trasnacional y se configuran mercados laborales flexibles (Cavalcanti y Da Mota, 2003, Friedland, 2002). El gran capital articula vasos comunicantes en su movilidad territorial construyendo redes de abastecimiento, localizaciones múltiples, diversificación de actividades y productos (Steimbreger, 2009). Esa movilidad del capital transnacional o local transnacionalizado genera, a su vez, intensa movilidad territorial de trabajadores, principalmente extrarregional, como consecuencia de la fuerte demanda de mano de obra estacional para cosecha y/o poda, lo que conforma verdaderos territorios migratorios;13 es decir, la construcción ampliada de espacios de vida de los trabajadores golondrinas y de los asentados (saber quedarse, saber partir, saber moverse). Debido a estos desplazamientos, también en temporada llega a duplicarse en algunas localidades la población local.
La subordinación de los trabajadores familiares a los eslabones claves de la cadena —distribución y comercialización— se incrementa por la expansión territorial de las grandes empresas, que compran tierra y organizan verdaderos emprendimientos restando márgenes de negociación en los contratos a los productores independientes, y a los trabajadores en las negociaciones salariales por empresa. Más de un centenar de establecimientos agrícolas y agroindustriales fueron vendidos en los últimos años a capitales europeos, chinos y algunos de origen nacional provenientes de la pampa húmeda. Se está produciendo un nuevo “corrimiento de la frontera productiva” como consecuencia del desplazamiento de ganadería por soja en la región pampeana. La tendencia es la diversificación productiva y la explotación mixta, ganadería con agricultura (Río Negro, 2007; Bendini y Steimbreger, 2007). Una nueva territorialidad del capital abre interrogantes acerca de la reproducción social de los trabajadores.

• expansión y control territorial con inclusión subordinada y territorios migratorios.

III. Región ganadera extensiva de base campesina con cambios en los espacios de vida y de trabajo
La Línea Sur,14 es una región que ha estado aislada y marginada hasta años recientes; abarca seis departamentos de la provincia de Río Negro en el noroeste de la Patagonia.


Mapa 3.
Región 3: Línea Sur rionegrina.

Fuente: GESA.

Es una extensa zona de meseta patagónica y de precordillera destinada a la producción ganadera extensiva (ovina y en menor grado caprina) con orientación a la producción de lana; está escasamente poblada (15.060 habitantes15) donde la organización social del trabajo es predominantemente familiar, de base campesina (fiscaleros —ocupantes de tierras fiscales— y puesteros de estancias —apareceros precarios—). Ambos pertenecen a un subconjunto de campesinos o productores con rasgos campesinos: los de los crianceros sedentarios de la Patagonia que ocupan campos áridos de monte y estepa.
Coexistiendo con las explotaciones de los crianceros se encuentran las explotaciones ganaderas estancias, organizadas en puestos a manera del control del proceso de trabajo —peculiar forma de organización del trabajo, aparcería precaria—. En los últimos años, hay signos de cambio de esta situación fundiaria y de mayor vulnerabilidad social en estas zonas de ocupación precaria como en otras del país, al iniciarse la privatización de tierras fiscales mediante programas de titularización. En este caso perdura una situación de inestabilidad en torno al control real de la tierra; al mismo tiempo se incorporan vastas zonas al mercado de tierras no sin resistencia por parte de organizaciones indígenas y de movimientos locales de protesta. En algunas zonas de la Línea, hay litigios de tierra por campos recuperados/tomados que fueron cedidos por endeudamiento o abandono en épocas de crisis. Son significados como “territorios en recuperación” por el accionar de las organizaciones; hay, a su vez, un marco jurídico protectorio, por parte del Estado, de los pueblos originarios. De la misma forma que para los “sitiantes” de Santo Antônio da Alegria en una región cañera de San Pablo (de Moraes Silva y de Moraes, 2010); el fuerte valor emocional que tiene la tierra y su contenido identitario constituye un componente clave en la resistencia de los crianceros; en su persistencia, para conservar su condición social de productores, para resistir al desplazamiento o abandono de la tierra. La tierra es “una figura de valor, un símbolo socialmente aprendido, transmitido por varias generaciones” (de Moraes Silva y de Moraes, 2008:6–7). Su consideración junto a la forma que asume la expansión del capital en el caso de la Línea Sur contribuyen a interpretar el carácter épico de los crianceros que persisten a pesar de las limitaciones estructurales que tienen, las caídas cíclicas del precio internacional de la lana, las recurrentes sequías, el endeudamiento y la tendencia a la concentración territorial.
En los últimos años se incrementan las ocupaciones extraprediales y la movilidad territorial de los crianceros que dan lugar a una nueva división sexual y espacial del trabajo familiar de fiscaleros y puesteros. Situación que da cuenta de movilidades diversas y del alejamiento de la ocupación única y de cambios en la residencia, ya que muchas veces permanece el jefe de hogar y alguno de sus hijos en el puesto y el resto de la familia se traslada al pueblo pero con movilidad constante entre puesto y pueblo. En la ampliación del espacio de vida y de trabajo de la familia de estos crianceros hay un aumento significativo de la pluriactividad agraria y no agraria, por combinación de ocupaciones y de fuentes de ingresos. Hay cambios en el funcionamiento de la residencia base y se constituyen dobles residencias en un entramado complejo de movimientos entre el campo y el pueblo o entre pueblo y campo.
De este modo intentan lograr la satisfacción de sus necesidades básicas y/o ampliadas —principalmente educación y salud— compatibles con los escasos recursos y la fuerza de familiar disponible. Se reorganizan las tareas domésticas y productivas, hay transformación de la unidad de producción, que ya no es unidad de residencia única. Esta complejidad de movimientos y de actividades estaría dando cuenta del desarrollo de formas adaptativas de resistencia al proceso general de expansión del capital. Es decir, las nuevas ocupaciones e inserciones pueden contrarrestar o favorecer procesos de descampesinización y de descomposición social (Cucullu y Murmis, 1980), pero ciertamente traen aparejado rasgos nuevos en la organización social del trabajo, en el hábitat rural, cambios en los espacios de vida y de trabajo. Como se señaló estos cambios son inducidos principalmente por ampliación de las necesidades; también por expansión concentrada del gran capital nacional y extranjero —compra o desplazamiento por endeudamiento—. En este caso, la expansión territorial parecería no hacerse con el objetivo de controlar ni de sustituir la producción de la zona, sino que estaría más asociada a la apropiación y disponibilidad de recursos y/o ampliación de la producción, con persistencia de aparcería precaria —puestos como forma de control de la propiedad y del trabajo en las estancias.

• expansión territorial concentrada, movilidades rurales con redefinición de unidades y ocupaciones como formas adaptativas.

6. Expansión del capital y territorialidad heterogénea

Los casos de estudio conforman territorios con distinta organización social de la agricultura, donde los procesos de territorialización sustituyen o desplazan actividades, ocupaciones y/o sujetos agrarios; se producen cambios en el acceso y uso de los recursos, en las formas de inserción y de subalternización. Siguiendo a Tsakoumagkos (2005), los casos dan cuenta no sólo de un incremento de la dinámica territorial —demandas de titulación, endeudamientos, desplazamientos, cesiones—, sino también de profundas transformaciones resultantes de la territorialización de conglomerados agroindustriales en tradicionales y nuevas zonas productivas.
Los procesos de expansión territorial del capital pueden dar lugar a la sustitución de líneas de producción (tabaco, caña, por soja en Tartagal) o a la ampliación de líneas tradicionales modernizando las actividades, con inclusión subalterna de trabajadores familiares y asalariados (Valle Medio), o con desplazamiento o mayor vulnerabilidad de campesinos en una gama amplia de situación precaria (Tartagal y, en menor medida, Línea Sur). Los procesos de valorización revalorización del territorio modifican el escenario productivo y el espacio social por los efectos que traen aparejados en la movilidad territorial del trabajo y en las relaciones productivas y laborales. Una forma típica de realizar las expansiones territoriales es la ampliación y ocupación de fronteras agrarias; dos de los casos lo ejemplifican (Valle Medio y Tartagal), el tercero (Línea Sur) se constituyó con ese carácter a principios del siglo XX. Resalta el caso de Tartagal ya que representa la situación más paradigmática del accionar del gran capital, modernizador y a la vez agente de expulsión.
Acerca del control territorial, en el caso de Valle Medio el proceso de territorialización retiene mano de obra, aunque con creciente subalternización vía modalidades diversas de contractualización (Steimbreger y Álvaro, 2010). Una situación distinta de control territorial se da cuando se instauran líneas de producción diferentes, donde el gran capital expulsa y desplaza. Es decir, el territorio puede contener o retener (agricultura de contrato o por estrategias adaptativas, pluriactividad, y políticas públicas orientadas a los pequeños productores en Línea Sur), como también excluir, en el caso de Tartagal. En relación con la expulsión, en la Línea Sur como en otras áreas contiguas de ganadería trashumante en la Patagonia, a fines del siglo pasado no sólo se estaba cristalizando una situación de pobreza sino que aparecían signos de una amenazante exclusión (Murmis, 1994). Sin embargo, el cambio en las estrategias adaptativas y organizativas (movilidades territoriales, movimientos de protesta, alianzas) y en el rol del Estado han posibilitado su persistencia, aunque vulnerable. Es en Tartagal donde se agudiza la situación, no sin resistencias, en un contexto de negociaciones y pactos desde un Estado fragmentado con parte del sector económico dominante.
Los casos de zonas agrícolas de exportación, Valle Medio y Tartagal, ilustran el proceso de valorización de nuevos espacios para la agricultura empresarial, muestran la penetración territorial del gran capital que, como vasos comunicantes, articula espacios, suscita nuevas configuraciones, nuevos actores (Lara, 2008); subordina y desplaza, aparece una nueva cotidianeidad y nuevos escenarios de conflicto, de negociación. En el caso de Tartagal, la valorización del capital no parece garantizar la reproducción social del trabajo ni la sustentabilidad ambiental, con situaciones de extrema pobreza y de agresión al ambiente. Una situación diferente se presenta en las regiones exportadoras de cultivos intensivos sin mecanización para las tareas de mayor demanda de mano de obra, tal como el Valle Medio. Los requerimientos exceden a la oferta local y además los empresarios prefieren los trabajadores migrantes por ser más “calificados” y más dóciles”, pero también porque su dispersión y breve estancia temporal les impiden organizarse cabalmente. Se conjuga con las estrategias de los trabajadores que, en búsqueda de su reproducción social, se desplazan conformando territorios migratorios con apropiación de saberes y espacios, y acumulación de prácticas. Ambas zonas agrícolas se diferencian en relación con el origen del gran capital, de carácter nacional extra local en el cultivo de soja en Tartagal y mayoritariamente transnacional o local transnacionalizado en el segmento de la distribución y/o comercialización en el caso de fruta fresca en Valle Medio.
En la Línea Sur se producen cambios en la organización social del trabajo y en los espacios de vida de las familias campesinas, en el hábitat rural y horizontes de sentido. Esos cambios están condicionados por procesos contradictorios de expansión territorial y apropiación de tipo especulativo y de recuperación de tierras que fueron cedidas o abandonadas por endeudamiento. Podemos decir que el capital se encuentra con algunos límites para su expansión: acciones de resistencia de las organizaciones y presencia del Estado —asistencia técnica, mediación en litigios de tierra, infraestructura social y productiva— que condiciona su acción y sus efectos. Una consecuencia directa de la presión de la modernización y la expansión territorial es la reestructuración del campo de fuerzas: desde el control del gran capital con desplazamiento de sujetos agrarios históricos (el caso de Tartagal y en menor medida el de Línea Sur) hasta acciones directas y distintas formas de resistencia por parte de sectores subalternos: movimientos locales de protesta (cortes de ruta por trabajadores agrícolas migrantes estacionales en Valle Medio), nuevas dirigencias en procesos de recuperación de tierras (crianceros campesinos e indígenas en la Línea Sur), asociaciones y movimientos de resistencia (Foro salteño por la tierra, Mesa campesina en Tartagal, Consejo Asesor Indígena en Línea Sur, entre otros). Así, surgen nuevas formas de organización, distintos liderazgos y alianzas.
Retomamos acá la noción de territorio como campo de fuerzas sociales y vemos, por un lado, que el capital avanza revalorizando o valorizando territorios, y, por otro, se encuentra con resistencias de los sectores subalternos y con condicionamientos variables del Estado. La jerarquización de espacios económicos provoca disparidades regionales y va acompañada de movilidades espaciales y de procesos de diferenciación y descomposición social (Cucullu y Murmis, 1980). Las disparidades se acentúan entre las zonas de agricultura de exportación y aquellas regiones no plenamente insertas en la economía globalizada, aunque en ambas persisten la marginación y formas no modernas de la producción y del trabajo que como señalamos, son parte de la propia expansión del capital. A su vez, la jerarquización de espacios sienta las bases para la movilidad territorial del trabajo y del capital, y también consolida diferencias de clase y étnicas.
Dentro de este contexto de modernización paradojal y territorialidad heterogénea se observan cambios en otros niveles de ruralidad: en el hábitat rural, como los casos de Línea Sur y de Valle Medio; núcleos de vida rural que se fortalecen (Riella, 2010), como el caso de la Línea Sur; en el tejido social y en el medio ambiente, tal el caso de Tartagal.

7. A modo de reflexión

Los desarrollos empíricos muestran que la penetración del capital trae consigo formas heterogéneas de territorialidad que van más allá de las transformaciones productivas e institucionales; y generan desde revitalización de pueblos rurales hasta formas adaptativas y de resistencia a la exclusión social, desde situaciones ocupacionales más plurales a movilidades más complejas. La movilidad del capital se materializa, entre otras formas, por procesos de reterritorialización, de control territorial, de expansión concentrada con persistencia de formas menos capitalizadas. Se expresa en la movilidad territorial del trabajo: cambios en las formas de actividad, en las ocupaciones y/o en la residencia de los trabajadores familiares y asalariados, transformaciones de la unidad doméstica de producción, conformación de territorios migratorios. Los escenarios empíricos conducen a repensar el territorio (Friedmann, 2000) y a entender los cambios, las rupturas y adaptaciones desde y entre actores, según sus posiciones en la estructura de poder. Desde esas posiciones, cuando no encontradas y contradictorias, los sujetos sociales contribuyen a conservar o a transformar esa estructura del espacio social (Bourdieu, 1997; Entrena, 2010). Continuidades y transformaciones con lógicas consecuencias en las formas de subalternización.
Al analizar las profundas transformaciones resultantes de la penetración del capital en la ruralidad, Tsakoumagkos (2005) señala la territorialización multiforme del capital agrario y agroindustrial. Los desarrollos empíricos muestran ese carácter multiforme y además contradictorio del gran capital: como agente dinamizador, por un lado y de desplazamiento o marginación por otro. Podríamos decir que los procesos de expansión del capital y de modernización configuran el contexto fundamental de las transformaciones territoriales y de las modalidades de inserción–heterogeneidad social. Esta complejidad de la movilidad territorial del capital y del trabajo sólo puede ser comprendida desde una visión no dicotómica que integre la heterogeneidad en la penetración del capital. A su vez, las distintas territorialidades que las relaciones de poder configuran responden a la lógica de la división internacional del trabajo como proceso constante de inclusión y exclusión, y de la jerarquización de espacios regionales. Es una manera distinta de entender la modernización y la globalización, de cuestionar su tendencia unívoca (Santos, 2000). Es una forma interpretativa crítica desde las contradicciones y paradojas de la modernización, desde la diversidad de senderos de acumulación en la expansión. En este sentido, hay formas sociales no totalmente capitalizadas que persisten en forma subordinada o que resisten mediante estrategias adaptativas; por otro lado, vemos que otras formas que no convienen al capital son
desarticuladas al territorializarse, produciendo desplazamientos y/o descampesinización. Como señala de Moraes da Silva (2008) a propósito del acceso selectivo a los recursos (incluyendo el agua y fuentes de biodiversidad), la investigación empírica evidencia que el capital se territorializa y ejerce control integrando formas modernas y no modernas en su desarrollo.
A pesar de la actual expansión económica del sector agropecuario, el uso y apropiación del suelo siguen siendo elementos estructurantes de control y subordinación, de desigualdades sociales en los territorios (Riella, 2009), de asimetrías de las clases para manejar el capital social y cultural en sus intereses económicos, y en el acceso al poder político (Bourdieu, 1997). En este contexto, las modalidades específicas que asume la movilidad territorial del capital y del trabajo dependen del campo de fuerzas en cada situación, de la dinámica social y del papel del Estado. Tres ideas fuerzas (Vessuri, 2007) se desprenden de los desarrollos empíricos:
1) las disparidades regionales favorecen y a la vez son producto de la movilidad del trabajo y de la expansión del capital; se acentúan entre las zonas de agricultura de exportación y aquellas regiones ganaderas de secano no plenamente insertas en la economía globalizada; sin embargo, la subalternización acompañada de marginación persiste en ambas y no se elimina con la modernización;
2)
la reproducción ampliada del capital conlleva una reproducción ampliada de la subalternización; cuanto más se expande el capital, más se amplían sus demandas y se extiende la subordinación;
3)
hay heterogeneidad en la expansión del capital —senderos diversos de acumulación— y en la movilidad territorial de los trabajadores —asalariados y familiares—; sin embargo, las distintas modalidades se integran al proceso de expansión de la agricultura en su conjunto.

En síntesis, en una fase de reprimarización de la economía a nivel nacional, los desarrollos empíricos estarían dando cuenta de un proceso social de territorialización multiforme que se configura bajo condiciones contradictorias de modernización plural y de subalternización ampliada.

Notas

2 Se realizaron 33 entrevistas y 4 grupos focales en 2009–2010. GESA–IOWA State University Versión digitalizada.

3 En la temporada 2001/2002 se aplicó una encuesta a 61 migrantes estacionales en 7 empresas del Valle Medio rionegrino (muestreo por escalón múltiple intencional y por cuota). En la temporada 2007/2008, se realizaron 30 entrevistas con bajo nivel de estructuración en las localidades de mayor crecimiento migratorio. En la temporada 2006/2007 se aplicaron encuestas a 250 trabajadores golondrinas en El Chañar, y 35 entrevistas en profundidad en la temporada 2007–2008.

4 En la provincia de Santiago del Estero, en las localidades de Termas de Río Hondo, Colonia Tinco, Paraje Mansupa, Paraje Acos, Pozo de Guascho. En la provincia de Tucumán. en las localidades de León Rouges, Asentamiento Mercedes, Amberes, Villa Quinteros, Aguilares, Acheral, Famaillá, Santa Lucía, Barrio el Cruce y la Reducción. Relevamientos GESA 2008–2011.

5 Trayectorias de grandes empresas integradas locales transnacionalizadas y transnacionales. Relevamientos GESA 2005–2008 y Steimbreger, Norma, 2010.

6 Relevamientos de trabajo de campo realizados por el departamento de Geografía y el Grupo de Estudios Sociales Agrarios a crianceros en Línea Sur rionegrina en 1996–97, 2006, 2009 y 2010.

7 Según Censo Nacional de Población 2001.

8 www.pagina12.com.ar, 2006.

9 Las 187.000 ha en producción agrícola entre 1988 y 2002 explicarían gran parte de las hectáreas de superficie deforestada en el mismo período (194.000 ha) pero la gran expansión agrícola se produce entre 2002 y 2006 período que se deforestan 414.934 ha.

10 De 61.500 toneladas en la campaña 1988/89 pasa a superar el millón en 2005/2006; y llegando a 1,3 millones en 2088/09. El salto más importante se inicia en el año 2002 debido a las condiciones favorables en los mercados internacionales y un tipo de cambio que beneficia al sector exportador.

11 Estimación de acuerdo con el registro de transportes en el marco del convenio entre provincias de Tucumán y Río Negro por Ley del Gobierno de Tucumán, de transportistas privados, de empresas tercerizadas en lugares de origen y por registro de empresas y chacras en lugares de destino. Relevamientos GESA 2010–2011.

12 Se consolidan flujos predominantemente del norte del país, de Tucumán el 70 % de los migrantes estacionales tiene los valles de la cuenca del río Negro como destino, pero hay flujos importantes de Santiago del Estero, Jujuy, Salta, Bolivia, y actualmente de Corrientes y Chaco.

13 Ver apartado anterior de este mismo texto.

14 Su nombre proviene de la traza de la línea de ferrocarril construida, por capital británico, entre 1910 y 1934, desde el mar a la cordillera en línea paralela a la latitud.

15 Censo Nacional de Población 2001.

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