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Pampa (Santa Fe)

versión On-line ISSN 2314-0208

Pampa  no.7 supl.1 Santa Fe dic. 2011

 

ARTÍCULOS

Reflexiones sobre el modelo familiar de agricultura pampeana

 

Marcos Urcola

CONICET – Instituto de Investigación, Facultad de Humanidades y Artes, UNR
E-mail: murcola@hotmail.com

Fecha de recepción: 20 | 09 | 2010
Fecha de aceptación: 18 | 05 | 2011


RESUMEN

El presente artículo se enmarca dentro del proyecto de investigación socio– antropológico sobre Transformaciones en la agricultura familiar. Dicho estudio se propone analizar el impacto del desarrollo tecnológico sobre el pequeño y mediano productor agrícola de tipo familiar en la región pampeana. En este artículo proponemos un repaso sobre distintos estudios que han abordado la temática, y destacamos los criterios metodológicos y analíticos adoptados para la clasificación, medición e interpretación de la presencia de explotaciones agropecuarias de tipo familiar en la región pampeana argentina. Finalmente, destacaremos algunos elementos conceptuales comunes en los distintos estudios citados y propondremos algunas hipótesis y líneas exploratorias que guiarán nuestro estudio de campo actualmente en curso.

Palabras clave: Sociología rural; Agricultura familiar; Agro–pampeano.

SUMMARY

This article is included on the social and anthropological research project on Transformations in family agriculture. The aim of this study is to analyze the impact of technological development on family agriculture in the Pampa region. In this article we review different studies that have addressed this issue focusing on the methodological and analytical criteria applied to sort, measure or interpret the presence of family agriculture exploitation on the Pampa region in Argentina. Finally, we will point out some conceptual elements that these studies have in common and we will set forth certain hypothesis and exploration lines regarding the family agriculture that will guide the ongoing field investigation.

Key words: Rural sociology; Family agriculture; Pampa agricultura.


 

1. Introducción

El presente artículo se enmarca dentro del proyecto de investigación socio– antropológico sobre Transformaciones en la agricultura familiar: las nuevas tecnologías y sus implicancias en las relaciones familiares y productivas en el sur de la provincia de Santa Fe.1 Dicho estudio pretende aportar algunos conocimientos teóricos y empíricos sobre las profundas transformaciones del sector rural argentino, donde los cambios tecnológicos tienen un impacto significativo en la vida cotidiana y productiva como nunca antes en la historia. Las tecnologías productivas ahorradoras de tiempo y complejidad del trabajo han contribuido a una transformación silenciosa pero importante en las expectativas, condiciones y posibilidades laborales de los productores y en las relaciones familiares y productivas de las explotaciones agropecuarias y las comunidades rurales. La zona sur de la provincia de Santa Fe (norte de la región pampeana) corresponde a la denominada “zona núcleo de la producción de soja”, donde las explotaciones familiares tienen un peso histórico muy fuerte en la actividad agrícola.2 Estas explotaciones combinan la utilización de mano de obra familiar con diversas formas de acceso a la tierra (propietarios, arrendatarios o una combinación de ambas formas) y al capital (en maquinarias específicas e infraestructura o diferentes formas de crédito).
Las explotaciones agropecuarias de tipo familiar no sólo pueden caracterizarse por estos elementos morfológicos, como el tamaño de la explotación, la forma de acceso a la tierra, el tipo de mano de obra utilizada y el nivel de acumulación y participación en el mercado, sino también por una “forma de ser” y estilo de vida específico de sus integrantes que los identifican y tipifican como actores centrales del agro pampeano argentino. Bajo la denominación de “chacarero”3 o colono se designó mayoritariamente a los grupos poblacionales que se instalaron en la región pampeana, a partir de la ola migratoria de ultramar de fines del siglo XIX y principios del XX (fundamentalmente italianos y españoles), como productores agrícolas y/o pecuarios. Los mismos se caracterizaban por habitar en las explotaciones o chacras donde producían (como propietarios o arrendatarios), utilizando mano de obra familiar para la realización de las tareas productivas y las de autoconsumo (la dirección de la explotación estaba a cargo del padre de familia, quien trabajaba junto a sus hijos varones en las tareas productivas, mientras que las tareas destinadas al autoconsumo eran realizadas por la esposa e hijas mujeres). En este sentido, dichas explotaciones hacían del grupo familiar y la actividad agropecuaria una misma unidad doméstica y productiva que se constituía en el principal factor para su prosperidad económica y reproducción social. El modelo de la explotación familiar les permitió a los productores superar momentos de crisis (con estrategias de repliegue que minimizan los gastos de producción y consumo) y aprovechar situaciones de prosperidad (maximizando los esfuerzos y capacidades laborales del grupo familiar).
Mientras que el trabajo de los miembros del grupo familiar permitió al productor incrementar su capacidad de ahorro, la incorporación de tecnologías posibilitó potenciar la mano de obra de dicho grupo y aumentar su capacidad acumulativa. Casi desde un principio el productor familiar fue identificado como un “innovador” que se abría a la incorporación de nuevas tecnologías logrando adaptarlas a su modelo productivo–familiar. El proceso de modernización agrario que se inicia en los ’604 y se acelera en los ’905 instauró nuevas exigencias y condiciones para la producción y reproducción de las explotaciones y la vida social rural pampeana (especialmente para las familias de los productores) que generó nuevas formas estructurantes de las conductas y relaciones sociales. La profundización del desarrollo tecnológico centrado principalmente en las tecnologías de insumos y capital intensivo implicó una simplificación de la actividad agrícola (en detrimento de la ganadera) que, al favorecer la economía de escala, permitió la competitividad y fácil apropiación de las mismas por parte de la mediana y gran empresa agropecuaria, pero tendió a desplazar al pequeño productor de tipo familiar. Estas innovaciones tecnológicas permitieron la intensificación de la producción de los cultivos junto con el ahorro de mano de obra no sólo asalariada, sino también de los propios integrantes del grupo familiar. Esto dio lugar a nuevas estrategias familiares de producción agrícola y vida rural–urbana.
Por estos motivos, la agricultura familiar se ha constituido en una de las formas de producción rural pampeana que ha merecido la atención práctica y teórica de una cantidad de autores que la destacan tanto por su importancia social como económica en la región. La preponderancia otorgada a la agricultura familiar como actor central hizo de la misma un objeto de estudio privilegiado a través del cual se pretendían explicar las particularidades de la realidad agraria pampeana argentina y sus procesos de transformación. De este modo, se encontraba en el productor agrícola pampeano un actor cuyas características lo diferenciaban de las realidades campesinas del resto del continente latinoamericano y lo asemejaba (aunque también con diferencias) al farmer americano. El esfuerzo por describir y caracterizar las particularidades productivas y sociales, o de establecer modelos o tipificaciones que permitieran su medición y clasificación para establecer su verdadera presencia e incidencia en la economía y vida rural pampeana, guiaron las producciones académicas y científicas de autores de diversos ámbitos institucionales y orígenes disciplinares (economistas, ingenieros agrónomos, sociólogos, antropólogos, etc.). Es nuestra intensión reflexionar sobre las condiciones de persistencia y cambio de este modelo socioeconómico en el contexto agrario actual y respecto de qué medida se modifican los estilos de vida familiares y perfiles productivos tradicionales (o “chacareros”) del productor agropecuario pampeano. En este artículo proponemos un repaso sobre los distintos estudios que han abordado la temática, destacando los criterios metodológicos y analíticos adoptados para la clasificación, medición o interpretación de la presencia de explotaciones agropecuarias de tipo familiar en la región pampeana argentina. Finalmente, destacaremos algunos elementos conceptuales comunes en los distintos estudios citados y propondremos algunas hipótesis y líneas exploratorias que guiarán nuestro estudio de campo.6

2. Criterios para la clasificación y medición del la agricultura familiar

Encontramos una multiplicidad de estudios que se concentran en la construcción de tipologías de explotaciones agropecuarias (EAP) como recurso metodológico que permitió identificar y clasificar los diversos agentes productivos que integraron el agro pampeano, entre ellos a las EAP de tipo familiar. Las tipologías propuestas ponen en juego diferentes dimensiones que constituyen conceptualmente a cada tipo de explotación, intentando describir y caracterizar la diversidad y heterogeneidad de condiciones ecológicas y circunstancias socio–históricas (Peón, 1992) en que se realiza la combinación entre: trabajo humano y tecnología, superficie operada, forma de tenencia y uso de la tierra, organización social del proceso productivo, nivel de capitalización y racionalidad económica. El orden taxonómico que resulta de la combinación o énfasis puesto en cada una de estas variables ha permitido explicar el movimiento social y económico agrario, y ofrecen diferentes modelos que esquematizaron los atributos de los sujetos sociales en estudio. Por ello, tal cual lo señalan Llovet (1992) y Peón (1992), también encontramos varios casos donde los autores tienden a hacer de las tipologías “modelos teóricos” asimilables a la noción de tipo ideal propuesta por Weber (1996).7 Tal como advierten estos autores, las tipologías y los tipos ideales tienen muchas semejanzas en tanto recursos metodológicos. Según Peón, “las tipologías teóricas más elaboradas deberían considerarse como tipos ideales más o menos complejos e incluso como combinaciones de ellos. Pero cuando las tipologías no exceden su función taxonómica y quedan limitadas a sus alcances heurísticos, se hace imposible concederles categoría de tipo ideal” (Peón, 1992:13).
La clasificación de unidades o establecimientos agropecuarios ha sido uno de los recursos metodológicos en torno a los que han girado las discusiones académicas para la medición estadística y morfológica de la estructura social rural pampeana en diferentes épocas. También la construcción de tipos ideales que permitieran la comprensión de fenómenos y actores sociales para la elaboración de hipótesis y teorías explicativas de las condiciones de cambio y persistencia de los procesos sociohistóricos. Nuestra investigación se aproxima más a esta última opción metodológica, puesto que el interés está puesto en la posibilidad de elaborar hipótesis
que expliquen y se interroguen sobre las condiciones de persistencia y cambio de la agricultura familiar como actor “típico” y característico del agro pampeano argentino desde principios del siglo XX hasta la actualidad. En el trabajo elaborado recientemente por G. De Martinelli (2009), bien se nos advierte sobre el hecho de que el uso de tipologías de EAP ha derivado en la “cosificación” de las mismas, es decir, en tomar al tipo social como cosa real o como sujeto inerte e invariable, haciendo un uso acrítico y desmedido de las categorías y sin tener en cuenta el grado de representatividad que poseen las mismas en relación con el sujeto social que pretenden describir. Las dimensiones seleccionadas por los diferentes autores suelen establecer divergencias de importancia entre las tipologías que, utilizadas acríticamente o ingenuamente, pueden dar lugar a la formación de hipótesis y generalizaciones que difieran en gran medida de los casos empíricos particulares de cada región específica. La categoría analítica de “explotación familiar” estuvo siempre vinculada a la dimensión referida a la presencia de trabajo familiar en las EAP, pero también, al cruzar esta dimensión con otras variables como el tipo de bien producido, forma de tenencia de la tierra, tamaño de la explotación o nivel de capitalización, tendió a asociarse a las mismas con categorías como las de “productor agrícola”, “pequeño o mediano productor de mercancías”, “productor arrendatario o propietario” o “pequeño productor capitalizado”.
La preocupación por ofrecer modelos clasificatorios que reflejen o permitan reflejar lo más exactamente posible la heterogénea cantidad de actores que integran el agro pampeano, está presente en muchos trabajos académicos que fundamentan desde diversas posiciones las dimensiones propuestas para medir las unidades productivas agropecuarias de la región. Así, tenemos trabajos como los de I. Llovet (1992) cuya finalidad es recopilar y recomendar formas de clasificación de la información censal sobre establecimientos, explotaciones o unidades productivas agropecuarias; el trabajo de F. Solá (1991) que pretende establecer criterios para la clasificación de empresas agropecuarias; el desarrollado por M. De Basco (1993) que ofrece un esquema conceptual y metodológico para el estudio de tipos de establecimientos agropecuarios con énfasis en el minifundio; el de M. Tort, S. Bearzotti y G. Neiman (1991) que propone un análisis detallado de la problemática del trabajo familiar vinculado a la producción agropecuaria, distinguiendo los elementos conceptuales que caracterizan a la “agricultura familiar” y las tipologías y definiciones elaboradas para su medición censal; los estudios de E. Obstchatko que pretenden actualizar la información sobre el peso económico específico de los pequeños productores familiares en el sector agrario nacional; y finalmente, el ya citado trabajo de M. De Martinelli (2009) que intenta aplicar los modelos (tipos sociales) propuestos por diversos autores sobre los datos censales (CNA 1998 y 2002) para observar las variaciones en los resultados e inferencias empíricas y teóricas que pueden hacerse según se aplique una u otra tipología de EAP.

3. Criterios de clasificación de EAP familiares

La forma de organización del trabajo y el tipo de mano de obra utilizada son las variables mayormente utilizadas como indicadores de la presencia de unidades productivas de tipo familiar. La existencia de trabajo familiar o no familiar–asalariado y el tipo de labores y división del trabajo que se dan los miembros de la organización productiva (tareas administrativas y de dirección, participación directa en las labores productivas) determinan la inclusión o no de cada establecimiento dentro del rubro de EAP de tipo familiar. Las diversas formas de participación y utilización de la mano de obra familiar en las explotaciones agrícolas de acuerdo con las necesidades productivas y sociales de cada momento histórico, han obligado a establecer varios criterios que permitieran flexibilizar las formas de medir la presencia familiar en las diferentes fases del proceso productivo agrícola. La mayor potencia y velocidad de las maquinarias o la posibilidad de acceder a ellas a través de contratistas de labores (siembre, cosecha, fumigación, etc.) han modificado las rutinas de trabajo en la EAP y la necesidad de una permanencia constante de gran parte de los integrantes del grupo familiar, al mismo tiempo que han modificado también la rutina de aquellos productores que ofrecen servicios como contratistas, expandiendo el trabajo agrícola familiar por fuera de su explotación.
De este modo, F. Solá (1991) toma el modelo elaborado por A. Martínez y S. Cloquell (1983) para establecer cuatro tipos de organización laboral como criterio de clasificación de las EAP.
“Estos modelos serían los siguientes:
• Organización familiar: tareas físicas y administrativas ejecutadas por miembros de la familia hasta un porcentaje mayor o igual al 80 %.
• Organización familiar contractual: tareas físicas delegadas a contratistas de producción. Sobre el total del trabajo físico un 80 % o más se halla a cargo del contratista. Tareas administrativas realizadas por el propietario o miembro de la familia.
• Organización familiar empresarial: tareas físicas realizadas por personal asalariado en una proporción mayor o igual al 80 %. Tareas administrativas realizadas en su totalidad por el productor o miembro de la familia.
• Organización empresarial: tareas físicas y administrativas realizadas por personal asalariado en una proporción mayor o igual a 80 %” (Solá, 1991:460).

El grupo de Sociología Rural de la Secretaría de Agricultura y Ganadería (en Llovet, 1992) también establece subtipos de explotaciones familiares de acuerdo con el tipo de trabajo, relación contractual de los mismos y con la presencia o no de trabajo extrapredial. En la variable forma de trabajo pueden observarse subtipos de trabajo familiar: puro, semiasalariado o combinado:
“• familia pura es aquella que no contrata mano de obra ajena y donde tampoco la mano de obra familiar realiza trabajo remunerado fuera de la propia explotación.
• familia semiasalariada, allí donde las explotaciones pueden tener un exceso de mano de obra por una dotación muy desbalanceada —insuficiente— de los otros recursos.
• familiar combinada con ajeno en relación de dependencia o de servicios de contratistas, cuando el trabajo familiar resulta insuficiente ante la dotación de tierra y/o capital y necsita ser completado con trabajo ajeno dependiente” (Llovet, 1992:209).

El Comité Interamericano de Desarrollo Agropecuario (CIDA) (en Llovet, 1992) toma como criterio clasificatorio de las unidades productivas su capacidad individual de absorber empleo y la relación de tenencia de la tierra establecida por cada uno de ellos. Elabora un concepto de tamaño basado en la extensión de tierra necesaria para proveer empleo remunerativo a una familia típica de agricultores. De acuerdo con esta conceptualización, se definen cuatro tipos de tamaños en relación con el empleo de mano de obra familiar y/o extrafamiliar que necesita para ser trabajada. Estos son:
“a. Tamaño subfamiliar, cuyas tierras eran insuficientes para satisfacer las necesidades mínimas de una familia y para permitir la utilización de su trabajo productivamente durante todo el año (menos de dos trabajadores).
b. El tamaño familiar disponía de suficiente tierra para mantener una familia a un nivel satisfactorio de vida mediante el trabajo de sus miembros y la aplicación de la técnica predominante en el área (dos o cuatro trabajadores).
c. El tamaño multifamiliar mediano disponía de las tierras necesarias para emplear un número mayor de trabajadores que el que aportan los miembros de una familia, pero no tantos como para requerir una organización jerárquica a base de la designación de una administrador, mayoral, etc. (cuatro a doce trabajadores).
d. El tamaño multifamiliar grande es el que disponía de tierras suficientes para dar ocupación permanente a una fuerza de trabajadores mucho mayor que los miembros de la familia de su conductor y dentro de cuya unidad sí se requiere la división del trabajo y la organización jerárquica (más de doce trabajadores)” (Llovet, 1992:198).

Como puede observarse, en esta última definición cobra peso la variable tamaño o extensión de la unidad productiva. Utilizando datos del CNA (2002), el estudio realizado por E. Obschatko et al. (2006) pretendió dimensionar el peso económico de los pequeños productores (PP) en el sector, estableciendo una tipología que permitiera, a su vez, determinar su número, superficie ocupada, participación en el volumen y en el valor de la producción y el empleo. La autora definió a las explotaciones agropecuarias de “pequeños productores” como “aquellas en las que el productor o socio trabaja directamente en la explotación y no emplea trabajadores no familiares remunerados permanentes”. Con esta definición, se entiende que la expresión de “pequeño productor” es equivalente a la de “productor familiar”. Para medir, a su vez, la diversidad de casos que engloba esta definición, se establecieron tres tipos de PP utilizando como criterio el nivel de capitalización:8 el tipo 1 abarca a los más capitalizados; el tipo 2 a aquellos que viven principalmente de sus explotaciones pero no logran evolucionar; y el tipo 3 agrupa a los de menores recursos productivos que no pueden vivir exclusivamente de su explotación (Obschatko et al., 2006:14).
En un estudio más reciente, E. Obschatko (2009) se amplía el universo de estudio de los pequeños productores: “aquellas EAP en las que, además de contar con el trabajo directo del productor y su familia, contratan hasta dos personas no familiares remuneradas en forma permanente”. El fin que persigue esta nueva definición es el de contribuir a la caracterización de la agricultura familiar, tal como ha sido definida al crearse en 2007 el Registro Nacional de la Agricultura Familiar (RNAF). Este concepto es más amplio que el de “EAP Familiar” adoptado en el estudio anterior, ya que parte del concepto de “núcleo agricultor familiar” que incluye otras familias vinculadas a la agricultura o al ámbito rural, pero que no necesariamente son explotaciones agropecuarias.9
Con esta definición se agrega una nueva variante a la tipología de EAP Familiares del estudio anterior, y se suma una categoría de productor que es similar al más capitalizado de la tipología anterior, pero que contrata uno o dos trabajadores no familiares permanentes y remunerados.10 Se agrega de este modo un estrato de EAP que, manteniendo las características de la EAP Familiar, introduce la relación salarial permanente. Como bien se señaló anteriormente, la presencia de mano de obra familiar y la acumulación sistemática de capital diferencian al agricultor pampeano del campesino y del empresario agrícola (que no utiliza trabajo doméstico), y determinan al modelo de explotación familiar pampeana como un orden sociocultural específico. Los actores o tipos sociales agrarios se caracterizaron conceptualmente por establecer la relación existente en las EAP entre la disponibilidad y magnitud de las dotaciones de recursos y la forma de organización social del trabajo (tipo de mano de obra y relación que implica).
En los últimos tiempos, la variable que indica la presencia o incorporación de nuevas tecnologías de la producción ha cobrado gran importancia para la comprensión de los procesos de cambio y mayor heterogeinización de los diferentes actores del agro pampeano. La capacidad acumulativa del productor agrícola de tipo familiar es la que le permite ampliar el proceso productivo, aumentar la capacidad del trabajo mediante la incorporación de nuevas tecnologías y, así, mantener o mejorar su calidad de vida. En el trabajo de Solá (1991) ya se plantea la brecha existente entre unidades productivas que incorporan nuevas tecnologías y las que no, complejizando y redefiniendo el modelo de agricultura familiar con respecto de la heterogeneidad de casos empíricos que se pretendía incluir dentro de esta categoría analítica y clasificatoria. G. De Martinelli (2009:95) también señala el hecho de que, si bien se ha considerado a la tecnología como un factor importante en los procesos de diferenciación social, la incorporación de la misma como indicador no ha sido muy extendida. Sin embargo, advierte cómo la presencia del contratista de labores impone un nuevo “escenario tecnológico”, ya que la generalidad de los productores puede incorporar tecnología y conocimiento de punta al proceso productivo sin tener que adquirir el bien de capital, generando de este modo nuevas relaciones de trabajo y lógicas económicas de inversión para el desarrollo del proceso productivo. En este sentido, en sus estudios más recientes, S. Cloquell (2007) incorpora la dimensión de la disponibilidad o no de nuevas maquinarias de siembre directa (SD), observando los casos donde hay una sobrecapacidad de siembra en relación con las hectáreas trabajadas (sobre todo en los pequeños estratos de productores con extensiones de menos de 200 has.) que indicaría la expansión del contratismo en la región. La relación entre tamaño de la EAP, forma de acceso a la tierra (alquiler o propiedad) y disponibilidad de maquinaria (en especial de SD) le permite desarrollar con mayor precisión los rasgos que definen y estructuran diferencias entre tipos de productores familiares. La construcción de tipologías de unidades productivas ha conformado parte importante de la consolidación del modelo de agricultura familiar como categoría clasificatoria y descriptiva a la vez que, muchas veces, ha hecho ceder ante la tentación de explorar sus combinaciones abstractas en desmedro de la materialidad del fenómeno social estudiado con un adecuado equilibrio entre la esquematización propuesta y la realidad empírica de referencia (Llovet, 1992).
En este sentido, J. Balsa (2009) indica muy bien las diferencias y semejanzas históricas entre la noción de productor mercantil simple (PMS) y productor familiar. El PMS es “un productor que produce con su propio trabajo (eventualmente también con el de su familia) y con sus propios medios de producción, bienes que esencialmente realiza en forma de mercancías (más allá de que pueda autoconsumir una parte)” (Balsa, 2009:62). Si bien es cierto que el concepto de PMS no implica al de productor familiar, ambos se han articulado históricamente en el agro pampeano y recién en las últimas décadas ha comenzado a cobrar relevancia la forma no familiar e individual de desarrollo de la producción. Esto, gracias a la elevada mecanización en explotaciones pequeñas y medianas, donde el productor puede llevar adelante todas o la mayoría de las tareas por sí sólo o, a lo sumo, con alguna ayuda eventual. Así, observamos cómo dos conceptos que se asociaban y comprendían se van distanciando a partir del cambio generado por las nuevas posibilidades de trabajo y producción que ofrece el campo tecnológico. Esto provoca nuevas definiciones entre las variables teóricas y empíricas que integran la agricultura familiar, como son las relaciones entre extensión de la tierra trabajada, cantidad de mano de obra necesaria para trabajar la misma, nivel de capitalización y gastos fijos para el desarrollo de la actividad, grado de mercantilización de los bienes producidos, los consumos y los insumos y el tipo de racionalidad y modo de vida que implican las variaciones de cada uno de estos factores para la EAP y la vida familiar del productor.

4. Estudios cualitativos de la agricultura familiar

Nuestro interés indagatorio se aproximó más a un estudio de campo cualitativo, cuyo objeto es poder inferir y comprender el cambio y la actualidad de la agricultura familiar a partir de sucesivas aproximaciones al terreno empírico de estudio, donde a través de la reflexión teórica y la contrastación práctica que brinda el contacto directo con los actores sociales en cuestión, posibilitó elaborar algunas respuestas e hipótesis sobre las condiciones de persistencia y cambio de la agricultura familiar pampeana en el contexto actual de ruralidad globalizada. No nos interesa la construcción de tipologías ni la redefinición de las ya existentes, pero sí la posibilidad de elaborar conceptos cuya finalidad analítica y metodológica es la de tomar aquellos rasgos que tipifican al fenómeno estudiado, intentando comprender cuál es la racionalidad propia que determina las condiciones de existencia de un fenómeno social en un momento histórico determinado, para poder contrastar con la realidad empírica e indicar la dinámica que hace a la actualidad de las relaciones sociales entre los actores involucrados en contextos sociales particulares.
Si bien el trabajo de campo antropológico no establece la necesaria elaboración de tipologías para la aproximación indagatoria a un fenómeno social, sí precisa elaborar (en un proceso de reflexión continua entre teoría y práctica) esquemas conceptuales que ofrezcan la posibilidad de lectura y relectura crítica de la realidad cotidiana que pretende conocer. Por eso, al mismo tiempo que se indaga y sumerge en la cotidianidad de la realidad estudiada, va construyendo algunas variables o conceptos operativos que
posibilitan establecer los puentes de conexión entre el marco teórico conceptual y los indicadores empíricos de las relaciones sociales, culturales y económicas sobre las que el investigador establece su recorte analítico. En este sentido, tomaremos como referencia tres estudios que privilegiaron este enfoque en diferentes momentos históricos. Los mismos han elaborado interpretaciones y descripciones de la realidad social y productiva de las unidades agrícolas de tipo familiar a partir de trabajos de campo en regiones específicas, seleccionadas por sus características ecológicas y sociales. En estos estudios se escoge el enfoque cualitativo, la entrevista en profundidad, la historia de vida, el análisis del contexto de la interacción y el encuentro “cara a cara” con los sujetos implicados en la situación relacional estudiada, como fuentes de información privilegiada para acceder al conocimiento de la realidad social. Se antepone la conceptualización teórica y el análisis interpretativo por encima de la cuantificación y tipificación taxonómica de los actores involucrados.
Los mismos son: la investigación de E. Archatti y K. Stölen (1975) sobre los colonos en una localidad del norte de la provincia de Santa Fe, el trabajo de H. Mascali (1992) sobre le mercado de alquiler de tierras y ciclo doméstico en explotaciones familiares en una localidad del sur de la provincia de Santa Fe, y el estudio de más reciente data de S. Cloquell (2007) que pretende dar respuesta a interrogantes acerca de las transformaciones producidas en la estructura social rural del sur de la región santafesina a partir de los cambios observados en la cultura familiar y económica del pequeño productor agrícola. Como puede observarse, los tres estudios se realizan en la provincia de Santa Fe y dos de ellos, al igual que nosotros, en la región sur de la misma. Partir de los análisis y descripciones que otros han elaborado sobre el mismo campo indagatorio es condición necesaria e indispensable de toda investigación social. Es nuestra intención poder observar y rescatar de estos trabajos cuáles fueron sus conceptos teóricos y operativos fundamentales y cuáles sus hipótesis, conclusiones e interrogantes.
En su estudio de campo antropológico, E. Archetti y K. Stölen (1975) pretenden descubrir algunos de los múltiples aspectos de la realidad económica, social y política de la localidad de Santa Cecilia (norte de Santa Fe), centrándose en la descripción de los colonos como actores característicos de la región. Con la intención de superar una larga tradición etnográfica puramente descriptiva, pretenden combinar diferentes niveles de análisis (teóricos y empíricos) pero partiendo siempre de problemas teóricos claramente definidos. Operativamente, definen que sus unidades de análisis son las explotaciones o chacras en tanto unidades económicas de producción, privilegian el control y manejo de la explotación por encima de la continuidad territorial de las mismas (Archetti, Stölen, 1975:32) y al colono como “alguien que vive en la colonia, es propietario de la tierra y participa directamente del proceso productivo en alguna de sus etapas” (Archetti, Stölen, 1975:22). En este sentido, lo definen a partir de características ocupacionales y económicas y no sólo residenciales. Desde el punto de vista de la producción, sostienen que las relaciones sociales de producción que existen entre los colonos y los trabajadores rurales se definen a partir de la relación que unos y otros tienen con la tierra y la maquinaria agrícola, utilizan el concepto de “ecosistema” como el complejo formado por naturaleza, medios de producción y trabajo humano, y el de “nicho ecológico” restringido a las aptitudes de los suelos y a la combinación con factores climáticos en la zona estudiada (Archetti, Stölen, 1975:25). Desde el punto de vista del acceso a la tierra, sostienen que las variaciones en los porcentajes de los arrendamientos dependen de factores extraeconómicos, fundamentalmente de parentesco (tema luego retomado por H. Mascali). Su hipótesis vincula transformación tecnológica con acumulación y esto se traduce en movimientos de compra y venta, luego de la tractorización y modernización de las chacras. Todas las EAP están tractorizadas y se indica que la principal inversión del productor es el tractor (Archetti, Stölen, 1975:66).
Aquí podemos observar cómo a partir de estos procesos modernizadores del agro, los tres autores incluyen la variable tecnológica como motora de los procesos de cambio que reconfiguran la estructura social rural, tanto en términos cuantitativos como cualitativos. En este estudio, se intenta mostrar que la expansión de las propiedades y tierra trabajada puede tener barreras estructurales que provienen tanto del mercado de tierras como de la ideología de los colonos. Se pretende demostrar que el desarrollo de una suerte de capitalismo agrario con predominio de las relaciones de producción basadas en el trabajo asalariado, se enfrenta con la “conciencia del productor” y su racionalidad como uno de los obstáculos principales (Archetti, Stölen, 1975:48). Advierten que la explotación del colono es doméstica porque se utiliza fuerza de trabajo generada internamente y en la misma coexisten las actividades mercantiles con las de subsistencia. Por familia entienden al “sistema de relaciones sociales basadas en el parentesco que regula el conjunto de derechos y obligaciones sobre la propiedad” (Archetti, Stölen, 1975:50), y por grupo doméstico al “sistema de relaciones sociales que, basadas en el principio de residencia común, regula y garantiza el proceso productivo” (Archetti, Stölen, 1975:51).
Sugieren el concepto de “explotación doméstica”, puesto que el grupo doméstico constituye la unidad básica de organización social de la colonia estudiada y caracteriza más adecuadamente las relaciones sociales del lugar. Observan cómo sólo algunos de los miembros del grupo familiar se quedan trabajando en la explotación y son ellos los que tienen mayores chances de heredar la misma. De este modo, la familia se desprende de algunos de sus miembros y actúa como fuente de reclutamiento de la unidad doméstica y productiva. Una parte del grupo de hijos no propietarios (fundamentalmente varones) intercambia trabajo por herencia con otro grupo de padres o jefes propietarios. En estas relaciones no existe un proceso capitalista, ya que no hay un mercado de trabajo como tal; la apropiación de fuerza de trabajo reconoce como limitación un mundo finito de relaciones extraeconómicas. Estas variables extraeconómicas, que distinguen al productor agrícola de la región del empresario capitalista y del campesino, se sintetizan en la descripción del colono y su “vocación”, resaltando los rasgos (como tipos ideales) que caracterizan a las personas que habitan la colonia de Santa Cecilia. Afirman que “Santa Cecilia puede ser definida como una comunidad de personas que persiguen una misma vocación” (Archetti, Stölen, 1975:106) y que las particularidades de esta vocación del colono son: que utiliza trabajo fundamentalmente doméstico, tiene la posesión de los medios de producción y de la tierra, y cubre una gran variedad de ocupaciones con su trabajo (como tractorista, albañil, herrero, mecánico, carpintero, administrador, capataz, agrónomo, etc.). Los roles de productor (organizador y trabajador directo) y propietario de la tierra que, a su vez, utiliza fuerza de trabajo de terceros (familiar y/o extra–familiar) son indisociables del colono como sujeto específico del agro pampeano.
De este modo, afirman que en el proceso de herencia de la tierra el colono también transmite y hereda su vocación, es decir, que dejará su explotación sólo en manos de alguien que haya pasado por el proceso de socialización que implica conocer los secretos de la chacra y la actividad agrícola. Establecen el supuesto de que los colonos no se niegan al cambio, sino que tratan de adaptarse a él, guardando el modelo de organización del trabajo doméstico, es decir, de su chacra doméstica (Archetti, Stölen, 1975:221). Observan cómo el progreso tecnológico no entra en contradicción con su forma de organización social, sino que la refuerza, ya que el ideal del colono es poder bastarse a sí mismo, ser autónomo y no depender del ritmo de trabajo de terceros. Si bien estas expulsan mano de obra (tanto asalariada como familiar), le permiten sostener o aumentar el nivel de acumulación y perpetuar el modelo agrícola de explotación a través de la herencia de la tierra en manos de alguno o algunos de los miembros del grupo familiar en quienes deposita su confianza para sucederlo como colono. En el estudio realizado por H. Mascali (1992) en una localidad del departamento Caseros, en el sur de la provincia de Santa Fe, se propone investigar la relación entre tipos de sujetos sociales productivos en la región y el mercado de alquiler de tierras (MAT). Siendo el productor familiar uno de los actores sociales y productivos típicos de la región, quiere analizar la relación existente entre la reproducción del modelo social y productivo y el MAT. Así, encuentra en la figura del contratista, el nexo que articula al colono con este MAT. Indaga sobre el contratista típico del sur de la provincia de Santa Fe, es decir, sobre el “productor propietario que a la vez toma tierras” (Mascali, 1992:60), bajo el supuesto de que “a mayores recursos de fuerza de trabajo familiar corresponde mayor superficie en explotación” (Mascali, 1992:44).
Esta estrategia permite preservar el modelo familiar de las explotaciones que ocupa a la mayoría de sus integrantes mediante la toma de tierras de terceros para ampliar la producción y sostener las unidades domésticas y el proceso de acumulación. El modelo contratista–colono propuesto se consolida a partir del hecho de que “todos los productores que salen a tomar tierras son de tipo familiar” (Mascali, 1992:51). Por ello, el ciclo doméstico es el núcleo en torno al cual se articula a los colonos con le MAT. Partiendo de la regla de que “no existen colonos que trabajen con peones teniendo hijos en edad productiva” (Mascali, 1992: 59), sostiene la correspondencia que observa entre número de grupos domésticos por unidad y superficie bajo explotación. En las unidades donde hay escasez de fuerza de trabajo familiar se observa una estrategia diferente de articulación con el MAT, que es la de ceder el campo a un contratista (Mascali, 1992:45). Realiza su estudio mediante un trabajo de campo en el que aplica como técnica primordial la entrevista a colonos e informantes calificados de la región, desarrollando sucesivas aproximaciones teóricas y empíricas al fenómeno social estudiado. Describe tres variables operativas centrales para la definición de su unidad de análisis: el productor familiar contratista.
En primer lugar, entre los propietarios de tierras, distingue quiénes son productores y quiénes no (puesto que esto genera el MAT). Luego, establece el tipo de mano de obra que utilizan los productores (puesto que esto determina si es un productor familiar o que contrata personal asalariado). Finalmente, distingue a productores familiares por su carácter de contratistas o no. Define al colono como categoría operativa, y lo identifica con el productor familiar. El colono “es un productor que sólo en la explotación o con trabajo familiar y/o asalariado es ejecutor directo del trabajo” (Mascali, 1992:58). En su análisis el eje pasa por el hecho de la permanencia del productor como ejecutor del trabajo en forma directa y personal y/o del aporte personal de alguien de su confianza (hijo, yerno) para el desarrollo del proceso productivo bajo su supervisión directa y paralela a la propia ejecución del trabajo. La no delegación de tareas a terceros y el no retiro de la ejecución de dichas tareas por parte del productor y los miembros de su familia indican una expansión horizontal de la explotación que no supone un salto cualitativo hacia formas empresariales, sino que reproducen el modelo de relaciones preexistentes y el proceso de acumulación de capital. Por grupo doméstico comprende “a los recursos de fuerza de trabajo constituidos por el aporte masculino de la familia, y puede estar constituido por el solo aporte del titular —si por ejemplo sus hijos son aún pequeños—, o por éste y sus hijos si ingresan a la edad productiva” (Mascali, 1992:70).
Al igual que los autores anteriores, indica como las innovaciones tecnológicas que ampliaron los niveles de mecanización de las tareas agrícolas han permitido el ahorro de mano de obra y el refuerzo del carácter familiar de las explotaciones con el modelo agrícola de doble cultivo trigo–soja, donde las tareas de preparación, siembra y cosecha tienden a confundirse en un mismo conjunto integrado de operaciones que necesita de menos operarios y mayor potencia de tracción para trabajar más campo en igual o menor tiempo. Pero, a su vez, indica algunos cambios sustanciales en el modo de vida familiar, tales como el traslado de la residencia a zonas urbanas y la merma en el desarrollo de actividades para la subsistencia y consumo interno del grupo familiar (cría de cerdos, pollos, cultivo de vegetales). Según el autor, el boom del precio de la soja produjo el siguiente cálculo por parte de los productores: si se siembra el terreno dedicado a los animales y los vegetales, esto les asegurará un retorno equivalente o mayor al gasto que representaba adquirir esos productos en el mercado y se ahorran el trabajo (Mascali, 1992:57). Así, indica cómo este cálculo racional en torno a la producción de soja condicionó entre los productores la opción del ocio por sobre la ocupación permanente.
Producto de este cambio en el modo de vida, se tiende a eliminar el trabajo de mujeres y niños en forma sistemática y prolongar el período de escolarización de estos últimos hasta el término de la escuela secundaria e ingreso en la actividad productiva de la explotación. Observa cómo toda fuerza de trabajo familiar tiende a ser retenida e incluida cuando está en edad productiva, siendo nula la expulsión por vía de trabajo extrarural o por prolongación de los estudios en la universidad. A su vez, un colono sólo se retira cuando es reemplazado por miembros de su familia, cumpliendose así la última fase del desarrollo del ciclo doméstico (expansión, fisión y reemplazo). Finalmente, establece la diferencia entre su estudio y el realizado por E. Archetti y K. Stölen, y señala las divergencias entre las estrategias productivas de los colonos de una y otra región de la provincia.

“Vemos que los colonos rechazan la expulsión de la fuerza de trabajo familiar como estrategia para sostener el proceso de acumulación de capital al modo que hacen los colonos del norte de Santa Fe que aspiran a una vejez sin problemas. Aquí está el nudo de la cuestión: ni los colonos vistos por Archetti ni los que hemos observado aquí aspiran a una vejez con problemas. En nuestro caso se elabora una estrategia opuesta basada en la anexión de tierras con el objeto de expandir horizontalmente el proceso productivo y preservar el proceso de acumulación de capital” (Mascali, 1992:74).

Por estos motivos, culmina su análisis afirmando que a pesar de los cambios significativos experimentados en términos productivos y del modo de vida, resulta difícil afirmar que nos encontramos frente a un proceso de “desfarmerización” entre los productores familiares mientras continúe vigente el ciclo doméstico como referente estructural válido y determinante de sus comportamientos. En el estudio sobre familias rurales realizado por S. Cloquell y su equipo (2007), se pretende describir y buscar respuestas a los múltiples cambios referentes a aspectos económicos y políticos, estilos de vida y hábitat, valores tradicionales de ruralidad y posición en la estructura social que han modificado el escenario de la producción agrícola familiar. La investigación se lleva a cabo a través de la aplicación de una combinación de técnicas cuantitativas y cualitativas. Se realizó una muestra de población por medio de encuestas a productores al frente de la explotación en los departamentos Belgrano, Caseros, Constitución, General López y San Jerónimo del sur de la provincia de Santa Fe, donde la actividad agrícola de tipo familiar es abundante, notoria y significativa socialmente. Este registro documental y estadístico posibilitó describir y estimar los tipos de explotaciones familiares existentes y sus características en las condiciones cambiantes de la región agrícola pampeana. Luego construyó una muestra intencional sobre las encuestas para la realización de entrevistas en profundidad que permitieron registrar historias de vida con el objeto de obtener información de aspectos cualitativos representativos de distintos tipos de explotaciones. De este modo, la autora y su equipo se plantearon identificar las estrategias de persistencia y continuidad de la producción agrícola familiar, frente a un contexto social y productivo de capitalización agraria. Pretenden analizar la forma familiar de producción en el capitalismo de base agraria, señalando su presencia y ausencia; es decir, dar cuenta de los procesos sociales que atravesaron “aquellas familias que se fueron, que no pudieron continuar y que, sin embargo, siguen articuladas a la agricultura, no ya como productores, sino como propietarios de tierra. Paradojas marcadas en este pasaje desde arrendatarios que producían sin ser propietarios de tierra a propietarios de tierra que no pueden continuar en la producción” (Cloquell, 207:181).
En el área de la región pampeana seleccionada para el estudio, se observa el crecimiento de la actividad agrícola con el cultivo de soja como principal bien de producción y comercialización que, a su vez, impone un modelo tecnológico intensivo en capital (desde la segunda mitad del siglo pasado) e implica la expansión de la superficie operada por explotación, marcando una clara diferenciación entre los productores agrícolas que pueden acceder a él o no. La relación entre superficie total operada y acceso al nuevo modelo de innovación tecnológico en maquinaria (equipo de SD fundamentalmente) son las dos variables centrales que posibilitan observar las condiciones de persistencia y continuidad de las explotaciones en el modelo de producción de soja o de retiro de la actividad productiva (como minirentistas o realizando otras actividades agrarias o extraagrarias). Teniendo en cuenta estas dos variables, presenta una tipología que divide a las explotaciones familiares en dos grupos: las explotaciones familiares con producción a escala y las explotaciones familiares sin producción a escala (Cloquell, 2007:75).
Sostienen que el productor familiar propietario y arrendatario a la vez, llamado en la región “contratista de producción”, es el representante de la explotación familiar con producción a escala y el viabilizador de la penetración del capital en la etapa actual. Lo definen como “un agente social que conserva relaciones de producción familiares; es propietario, en su mayor parte, de tierras; incorpora capital tanto fijo como variable, en el marco de la innovación tecnológica; obtiene sus ingresos con la producción realizada en el campo en forma predominante” (Cloquell, 2007:76).
Los productores familiares que no poseen equipo de SD y que encuentran límites para el pago de una renta que les habilite a expandir la producción son representativos de las explotaciones sin producción a escala. La relación entre superficie alquilada y capital fijo disponible permite inferir sobre las causas de disminución de explotaciones en los estratos más pequeños y de la aparición de una franja de propietarios como pequeños rentistas excluidos del proceso productivo. Al igual que los estudios anteriores observan las transformaciones cualitativas que se producen en las relaciones familiares con el cambio de residencia desde las chacras hacia los pueblos, la mayor escolarización de los hijos de los productores, las modificaciones en el rol de la mujer con la eliminación de las actividades de subsistencia y la asimilación del grupo familiar a un estilo de vida semejante al del mundo urbano. Estas nuevas formas de vida junto con las mejoras en las condiciones de trabajo permitieron a los miembros de las familias realizar elecciones alternativas de vida respecto de actividades laborales y educativas. Dado que con el nuevo modelo tecnológico no se necesita del trabajo del grupo familiar en forma constante durante todo el año, sino en determinados momentos puntuales, señalan que la familia se constituye como una “red social de sustento”. De hecho, también indican una tendencia a contratar cada vez más personal asalariado permanente (generalmente una persona) para que ayude al productor que coordina y supervisa todas las tareas.

“La red familiar opera simbólicamente cuando los productores familiares ‘planifican’ la forma de comenzar y cómo comenzar un proceso productivo; culturalmente, en la medida que puede responder al mandato del jefe de familia que emite un saber y controla el trabajo; y económicamente, en el sentido de aporte de trabajo sin constitución de un fondo de salario; es un capital social en términos de Bourdieu y constituye a la posibilidad de captación de un mayor ingreso y, por ende, al mantenimiento de la familia en la producción. La familia, en primer lugar, dialoga dentro de ella misma acerca de sus posibilidades. En esa intención valora los alcances de la realización del proceso de producción, las expectativas de ingresos, la capacidad de endeudamiento y de trabajo de los miembros” (Cloquell, 2007:25).

 

La división entre unidad doméstica y unidad de producción permite observar una integración diferente en lo que llaman “familia rural moderna” en torno a la producción y su estilo de vida. Finalmente, sostienen que el modelo capitalista de cultivo de soja ha reducido la posibilidad de diversificación productiva y heterogeneidad social en la región.

5. Reflexiones finales

Estos estudios con sus diferentes conceptualizaciones teóricas y operativas nos indican algunos de los elementos históricos que han caracterizado a este actor central del agro pampeano argentino y nos sugiere aquellos nuevos factores que podrían explicar los cambios que ha sufrido en la actualidad. En los últimos tres trabajos hemos observado cómo se ha incorporado la variable tecnológica en tanto eje central y motor de muchos cambios cuantitativos y cualitativos desde mediados de los ’70 hasta la actualidad y cómo la misma se ha ido incorporando y combinando con las otras variables productivas y sociales, provocando diferentes resultados y significaciones en las distintas regiones y momentos históricos. A parir de los estudios y tipologías citadas nos interesaba señalar cuáles eran los rasgos que han caracterizado al productor familiar agrícola para tomar como punto de referencia y comparación en nuestras indagaciones de campo. El aporte de mano de obra de los miembros de la familia del productor (y del mismo producto en cuestión) parece ser el rasgo central que hace a la distinción de una explotación como familiar o no, y la que permite reconocer la diferencia conceptual y operativa respecto del productor de mercancías simple (PMS) señalado por J. Balsa (2009).
Si bien un productor familiar es un PMS, no todo PMS es un productor familiar. Según J. Balsa, la composición de la mano de obra define esta cuestión en los diferentes grados de involucramiento del grupo familiar con la actividad productiva:

“En un extremo tendríamos a la familia entera, e incluso ampliada, organizada como equipo de trabajo y haciéndose cargo de una gran variedad de tareas; la diversificación permitiría dar un uso productivo a toda la fuerza de trabajo familiar. En el otro extremo, encontraríamos al productor solo, que se hace cargo de todas las labores agrícolas gracias a un alto nivel de mecanización y a la especialización en uno o dos cultivos (caso que ya no constituiría una unidad familiar)” (Balsa, 2009:63).

La propiedad de la tierra y de los medios de producción junto con la capacidad sistemática de acumulación que se generaba a partir del control del proceso productivo que esto implica y del ahorro de mano de obra asalariada y de bienes de autoconsumo en el ceno de la vida doméstica, caracterizaron al típico productor agrícola familiar de la región pampeana. Estas formas productivas y de acumulación sustentaban y consolidaban a la vez estilos de vida altamente austeros, basados en la amalgama que se producía entre unidad doméstica y unidad productiva. La producción para el autoconsumo, la residencia rural y las formas de herencia de la tierra y la vocación productiva, fueron elementos centrales de este modelo socio–productivo y también los indicadores de los cambios que fueron sufriendo los mismos a partir de la eliminación o modificación de cada uno de ellos.
El complejo equilibrio económico y social sobre el que se construyó y reprodujo la agricultura familiar a partir de la combinación de estos factores ofrece la oportunidad de observar la diversidad de estrategias socioproductivas que los diferentes grupos familiares fueron elaborando con el correr de los años, asimilando los cambios e intentando conservar a la vez su patrimonio económico, cultural y simbólico, en tanto actores específicos y tradicionales del campo argentino. Creemos al igual que C. Gras (2009:19), que el nuevo modelo agrario pone en cuestión no sólo la persistencia de la producción de tipo familiar, sino también su relativa estabilidad como uno de sus rasgos constitutivos. En efecto, el productor de tipo familiar debió su persistencia histórica a la capacidad de asimilación respecto de las transformaciones tecnológicas, económicas y sociales que el contexto agrario nacional e internacional proponía. Su flexibilidad y adaptabilidad a los cambios socioproductivos conformaron uno de sus rasgos distintivos y explican su persistencia histórica. En la actualidad, los cambios tecnológicos, productivos y económicos han configurado un modelo de ruralidad que pone en tensión esa relativa estabilidad y capacidad asimilativa y adaptativa del modelo de agricultura familiar pampeano. El equilibrio del proceso acumulativo que se sostenía en base a la propiedad de la tierra y el trabajo familiar, perpetuados ambos a través de la herencia, comienza a presentar indicios de su mutación con la disminución del compromiso de los miembros del grupo familiar como mano de obra y el corrimiento de éstos hacia tareas administrativas o gerenciales; también la ocupación de los mismos en actividades extraagrarias y con la tendencia a tercerizar la mayoría de las labores de la explotación. Si bien es cierto que la tercerización de labores agrícolas posibilitó el acceso a nuevas tecnologías y la continuidad de muchos pequeños agricultores pampeanos, también es cierto que generó procesos de abandono del perfil familiar que poseían los mismos. Siendo la forma de organización social del trabajo la que determina a una explotación como familiar, no podríamos incluir como productores familiares a quienes contratan todas o a la mayoría de las labores agrícolas en su explotación (Ascuy Ameghino, 2010). El retiro del productor y su familia del trabajo directo en la explotación, con la reorientación de sus funciones hacia tareas vinculadas exclusivamente con la dirección de la producción, nos indicaría, entonces, el abandono de ese perfil familiar que caracterizaba a las explotaciones de la región.11
El contexto socioproductivo pampeano favorece el menor compromiso del grupo familiar en torno a la actividad agrícola en la explotación, cuestión que indicaría un cambio respecto de la historia familiar develada por los productores de la región. La mayor división del trabajo agrícola que se observa en la misma (contratistas, técnicos agrónomos, contadores, personal asalariado, etc.) y de modo accesible al productor, rompe las barreras que hacían de cada unidad productiva familiar una unidad autosuficiente (o casi autosuficiente) cerrada sobre sí misma y fomenta la interacción e interdependencia de cada vez más actores involucrados en el proceso productivo, comercial y administrativo del sector. Esta mayor división del trabajo tiende a disminuir la función integradora que cumplía la familia en torno a la actividad productiva en la explotación con diferentes estrategias derivadas de esta situación. Esto no quiere decir que desaparezca la familia como tal de la escena rural, sino que deja de tener el mismo rol o peso material y simbólico en torno a la actividad agrícola. Pensamos que el desarrollo técnico–productivo en torno a la actividad agrícola, el crecimiento económico y de escala que el mismo produce y las posibilidades técnicas que brindan los medios de comunicación y transporte, han favorecido la superación de las limitaciones técnicas, económicas, sociales y espaciales que establecían la necesaria participación y compromiso de los integrantes del grupo familiar en torno a la explotación agrícola.
Estas nuevas posibilidades técnicas de trabajo, traslado, comunicación y acceso a la información generan nuevas formas relacionales, expectativas y compromisos con la actividad productiva y la vida doméstica entre los miembros de las familias de los productores agrícolas pampeanos. Hay que destacar, entonces, que las posibilidades de continuidad de muchas pequeñas y medianas explotaciones agropecuarias fueron posibles a costa de la transformación y pérdida de sus características familiares. Cuestión que debe estar presente a la hora de su medición empírica (sobre todo respecto de la tentación de equiparar en forma automática a la pequeña explotación con la explotación de tipo familiar). Coincidimos con Gras (2009:20) cuando plantea que se ha producido un desplazamiento de la agricultura familiar como forma histórica con un perfil socio–productivo específico, observado esto en el retiro de la actividad productiva de muchos agricultores de los estratos inferiores (por pérdida de sus campos o transformados en minirentistas), los cambios en las formas de organizar el proceso productivo (relación familia– explotación) y los nuevos perfiles identitarios de los productores.
Estos indicadores de los procesos de cambio y desplazamiento material y simbólico de la agricultura familiar nos invitan a analizar la centralidad que ha cobrado la variable tecnológica en tanto capital fijo (que desplaza trabajo humano, simplifica las tareas, aumenta la escala de producción, eleva los gastos e inversiones de capital variable y genera nuevas relaciones sociales) en relación con el trabajo de los miembros del grupo familiar y la tierra en propiedad o en arriendo; y también cómo operan estos cambios tecnológicos en el plano simbólico o subjetivo en tanto reconfigura racionalidades productivas, modos de vida, relaciones familiares y extra–familiares, formas de transmisión de los conocimientos y del vínculo de las personas con la naturaleza como medio de vida y patrimonio económico–cultural. En este mismo sentido, Azcuy Ameghino (2010) sostiene que hay que diferenciar dos niveles de existencia y manifestación de la producción agrícola pampeana de base familiar: como fenómeno socioeconómico y como fenómeno cultural–ideológico–político. Las nuevas tecnologías modifican la materialidad y subjetividad de la actividad productiva agrícola, pero también la composición e integración de la familia rural pampeana con nuevos roles, relaciones y mandatos generacionales entre padres e hijos (en la toma de decisiones productivas y comerciales, la transmisión de los conocimientos y la predestinación vocacional exclusivamente agraria). El corrimiento de muchos miembros del grupo familiar de la actividad agrícola también se da en este sentido.
Las redes productivas que se construyen en torno al agro en las diversas localidades de la región pampeana permiten la no dependencia exclusiva de la variable fuerza de trabajo familiar disponible. El acceso a mayores niveles educativos de los hijos de los productores como consecuencia de la menor necesidad de mano de obra en forma permanente para el sostenimiento diario de la explotación, el crecimiento económico y el aumento del tiempo libre son indicadores claros del nuevo perfil socio–productivo de las familias agrícolas de la región. El casi nulo papel de la mujer en la actividad agropecuaria actual y el desplazamiento de muchos varones del núcleo familiar hacia tareas gerenciales o administrativas develan un corrimiento del lugar tradicional que ocupaba la familiar rural pampeana en torno al proceso productivo, y las aspiraciones educativas y de consumo son indicadores de los cambios que pretendemos señalar.12
El nuevo modelo pone en cuestión algunas de las bases fundamentales del estilo de vida característico del productor agrícola de la región, como la relación física con el lote trabajado, el conocimiento específico heredado y transmitido generacionalmente sobre el mismo, el uso de mano de obra familiar, el esfuerzo físico necesario para las labores y la unidad entre proyecto familiar y productivo.
Creemos que el proceso de descomposición y eliminación de pequeñas unidades productivas familiares que se viene observando principalmente desde los ’70 fue socavando la base material real sobre la que se edificaron las costumbres y tradiciones de este actor central del agro pampeano, cuyas especificidades socio–culturales y económicas pretendieron describir E. Archetti y K. Stölen (1975). El solo compromiso de muchos productores agrícolas actuales con las tareas de gestión, dirección y administración no justificaría que se los siga denominando bajo la categoría de agricultores familiares en el mismo sentido que lo hacían estos autores. Por ello, parece pertinente reflexionar sobre la persistencia de la identidad y tradición político–cultural “chacarera” en el marco de los cambios que han sufrido dichas unidades de producción agrícolas, con la adopción de nuevas tecnologías, lógicas productivas, formas de comunicación y acceso a la información y el conocimiento y estilos de vida urbanos y rurales a la vez.
En este sentido, las preguntas que se desprenden de estos planteos y que direccionan nuestras tareas indagatorias son: ¿qué consecuencias produjeron las innovaciones tecnológicas sobre la “agricultura familiar” como forma de producción y red social de sustento del sector agrícola en la región pampeana argentina?; ¿hasta dónde puede flexibilizarse dicho modelo socio–productivo sin perder sus características constitutivas? Y ¿cuáles son las posibilidades de resistencia de la “agricultura familiar” pampeana frente al avance de un modelo agropecuario cada vez más capitalista? Esto es, con mayor especialización productiva, mayor mecanización y tecnificación de cada una de sus labores, mayor división del trabajo o de las tareas en manos de diversos agentes productivos extra–familiares (contratistas de labores, asesores técnicos, etc.), mayor división entre propiedad de la tierra y dirección de las unidades productivas y mayor división entre economía doméstica y emprendimiento productivo. El cambio en los estilos de vida y las prácticas productivas agropecuarias relacionadas con los nuevos procesos de acumulación de capital e innovación tecnológica en la actividad rural, obligan a preguntarnos por los tipos de sujetos sociales que emergen como referentes de la producción agraria actual, los tipos de unidades productivas prósperas y en extinción y las formas que adquiere la vida social rural.

Notas

1 Proyecto de Investigación Posdoctoral, CONICET – Instituto de Investigación, Facultad de Humanidades y Artes, UNR.

2 Según el CNA 2002, los tres estratos de EAP por superficie o rango de tamaño que más establecimientos aportan al total de la provincia de Santa Fe son los de 200 a 500, seguido por los de 100 a 200 y luego por los de 50 a 100. De este modo, el 61 % de los establecimientos de la Provincia de Santa Fe se encuentran en el rango entre 50 y 500 hectáreas de tamaño. En el departamento Caseros (lugar seleccionado para nuestro estudio), dicho rango de tamaño asciende al 64 % y de los tres estratos de EAP que aportan más establecimientos al total, se observa en primer lugar al de 50 a 100 hectáreas, luego al de 100 a 200 y finalmente al de 200 a 500 (CNA 2002). Esta inversión en el orden de EAP por tamaño, indica la fuerte presencia de pequeñas unidades productivas en la región seleccionada para el estudio, cuestión importante para el desarrollo de nuestra temática debido a la estrecha relación empírica y teórica entre agricultura familiar y pequeño productor agrícola en la región pampeana.

3 En su estudio sobre la construcción de los chacareros como clase social y de la elaboración teórica de la categoría analítica que los explica e interpreta, W. Ansaldi (1991:3) señala como diferentes autores han intentado conceptualizar al chacarero en tanto: campesino, campesino de tipo capitalista, capa capitalista de origen campesino, productor familiar capitalizado, farmer, prefarmer, productor directo expoliado por la clase terrateniente, pequeño productor capitalista, pequeño productor mercantil, pequeña burguesía rural propietaria, pequeña y mediana burguesía agraria, burguesía agraria federada, burguesía agraria frustrada. Ante tal disparidad para conceptualizar al chacarero, el autor prefiere transformar la categoría histórica en categoría analítica y llamar chacarero al chacarero, esto es, un sujeto social con características específicas que lo definen como tal y que presenta similitudes y/o diferencias con otros sujetos sociales del capitalismo rural, históricamente desarrollados en otras sociedades.

4 En los ’60 la energía del sector agropecuario se recupera a través de un importante avance en la “tractorización” y en la masiva difusión de implementos agrícolas (pesticidas, herbicidas, insecticidas, fertilizantes, semillas genéticamente mejoradas, etc.) y maquinarias, entre las que se destaca la cosechadora de maíz que produjo un gran impacto en el desplazamiento de mano de obra rural. El proceso de mecanización de la cosecha elimina operaciones como la recolección manual, el embolso, el transporte y la estiba de bolsa, profundizando el proceso de expulsión de mano de obra en el sector, que ya venía de décadas anteriores, y generando una gran reducción en los costos de producción y el tiempo de realización de las tareas (Barsky et al., 1988).

5 El desarrollo tecnológico que se da a partir de 1990 se basa en la difusión de la siembra directa como técnica de cultivo, la incorporación de maquinaria de mayor tamaño y complejidad, el aumento en el uso de fertilizantes, herbicidas y otros agroquímicos, la introducción de biotecnologías relacionadas con el uso de semillas transgénicas (soja RR, resistente al glifosato) y la inclusión de tecnologías de la gestión empresaria. La articulación entre semilla transgénica y herbicida con el sistema de SD se constituyeron en el “paquete tecnológico” que permitió a los productores reducir la mano de obra necesaria, los insumos (solo se usa el glifosato) y el combustible, ya que dicho sistema posibilita realizar tres operaciones al mismo tiempo: preparar la tierra, controlar agentes patógenos y sembrar con una sola vuelta de tractor (Gras, Hernández, 2009:18–19).

6 En estos momentos, el área delimitada para el trabajo de campo es la localidad de Bigand, perteneciente al Distrito de Caseros al sur de la provincia de Santa Fe.

7 El tipo ideal se elabora como recurso metodológico que permite una tipificación conceptual del fenómeno o sujeto social en estudio y se construye con elementos provenientes de la realidad pero que no la describen, sino que sirven como herramientas teóricas para la contrastación empírica.

8 El nivel de capitalización fue definido para cada región del país tomando en cuenta las actividades productivas predominantes entre los PP y considerando los siguientes indicadores: existencia ganadera, posesión y edad del tractor, superficie efectivamente regada en cultivo a campo, tenencia de invernáculos y superficie implantada con frutales.

9 “Se considera Núcleo Agricultor Familiar a una persona o grupo de personas, parientes o no, que habitan bajo un mismo techo en un régimen de tipo familiar; es decir, comparten sus gastos en alimentación u otros esenciales para vivir y que aportan o no fuerza de trabajo para el desarrollo de alguna actividad del ámbito rural. Para el caso de las poblaciones indígenas el concepto equivale al de comunidad” (RNAF, Anexo III, Resolución 255 de la SAGPyA, 23 de octubre de 2007).

10 Los tipos A, B y C son iguales a las tres tipologías ya mencionadas (A es el tipo 3, B es el tipo 2 y C es el tipo 1). El tipo D representa la nueva categoría de PP familiar que contrata hasta dos trabajadores no familiares.

11 Ascuy Ameghino (2010:2) define como chacareros a “todos aquellos productores directos, agricultores y/o ganaderos, en cuyas explotaciones la fuerza de trabajo predominante es la mano de obra personal y/o familiar”. La organización familiar del trabajo y la participación directa de sus integrantes en el trabajo son los parámetros definitorios que determinan el carácter familiar de una explotación.

12 A todos estos cambios en los modos de vida de los productores pampeanos, Balsa (2003) los sintetiza en la idea de “aburguesamiento”. Este proceso tiene que ver con la adopción por parte de los productores y sus familias de una cultura burguesa del ahorro y del trabajo, sesgada también por fuertes elementos rentísticos, donde el principal recurso pasa a ser la propiedad de la tierra. La idea del proceso de “aburguesamiento” chacarero como concepto que permite explicar los cambios en las prácticas socioculturales y productivas del agricultor medio pampeano, remite a tres aspectos que hacen a las nuevas condiciones objetivas y subjetivas de este actor social: una que se relaciones con el origen etimológico de la palabra, en tanto el productor se radica en el “burgo” con los cambios en la sociabilidad y las pautas de consumo que esto implica; otra remite al cambio en el rol laboral del productor que pasa de trabajador a gerenciador; y, finalmente, el cambio subjetivo (en términos de identidad y expectativas de vida) que implica el pasaje de la idea del sacrificio, el esfuerzo y el trabajo a la del disfrute de la posición social obtenida (Balsa, 2003:412).

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