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Pampa (Santa Fe)

On-line version ISSN 2314-0208

Pampa  no.8 Santa Fe Dec. 2012

 

ARTÍCULOS

Territorios en disputa: la producción familiar en el este uruguayo

 

Emilio Fernández Rondoni y Matías Carámbula Pareja

Centro Universitario de la Región Este, Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Agronomía y Núcleo de Estudios Sociales Agrarios (NESA), Universidad de la República, Uruguay.
E–mail: efernandez@curerocha.edu.uy
E–mail: mcarambula@fagro.edu.uy

Fecha de recepción: 23 | 03 | 2011
Fecha de aceptación final: 31 | 07 | 2012


RESUMEN

En este artículo se analizan algunas de las características de la agricultura familiar uruguaya enmarcadas en el proceso contemporáneo de disputa por la apropiación física y simbólica del territorio. La investigación utilizó como caso de análisis a productores familiares de la región este del Uruguay, específicamente del departamento de Rocha. Es ésta una zona de tradicional desarrollo agropecuario, conformada a lo largo del siglo XX sobre la base de una estructura social de producción familiar coexistente con algunos grandes capitales de explotación ganadera extensiva y arrocera. En las últimas décadas, a los influjos de los procesos de globalización y de profundización de las estructuras capitalistas en el agro uruguayo, se ha expandido hacia este territorio una serie de actividades económicas, como el turismo, la forestación y la agricultura extensiva, que han modificado los equilibrios preexistentes con importantes tensiones sociales y económicas que reconfiguran totalmente el espacio y la sociedad.

Palabras clave: Producción familiar; Construcción de territorios.

SUMMARY

Disputed territories: family production in Eastern Uruguay

This article discusses some of the characteristics of family farming in Uruguay framed contemporary process of dispute for the physical and symbolic appropriation of the territory. The research used as case analysis to family farmers in the region east of Uruguay, specifically the department of Rocha. This is a traditional area of agricultural development, gathered throughout the twentieth century based on a social structure of family farming coexisting with some great capitals of extensive livestock farming and rice. In recent decades, the influences of the processes of globalization and the deepening of capitalist structures in the countryside in Uruguay, has expanded into this area a number of economic activities such as tourism, forestry and extensive agriculture that have changing existing balances, with significant social and economic tensions completely reconfigure the space and society.

Key words: Family production; Construction of territories.


 

Introducción

E. Fernández Rondoni y M. Carámbula Pareja. Territorios en disputa (pp. 89–109) El campo uruguayo transita por un proceso de reestructuración productiva vinculado a los cambios que están ocurriendo en el uso del suelo. Dichos cambios se explican por una serie de factores globales y locales que se expresan territorialmente en dinámicas de reconfiguración societal. La perspectiva de análisis utilizada en este trabajo integra dimensiones económicas, sociales, ambientales y culturales desde una concepción de construcción social, espacial y temporal del territorio. Es decir, el cambio en un rubro de producción, como puede ser el pasaje de la ganadería a la forestación, implica no sólo cambios en los sistemas productivos, sino en el ambiente, en la cultura, en los actores y relaciones sociales, en la emergencia de nuevos conflictos, en síntesis, en la emergencia de nuevos territorios agrarios. En dicho escenario y utilizando como actor social de referencia a los productores familiares de una región del Uruguay, el trabajo que se presenta a continuación pretende responder los siguientes interrogantes: ¿cómo definen y construyen su territorio los productores familiares? ¿Existen conflictos territoriales?
Para una mejor comprensión del proceso estudiado, producción familiar y territorio, se incorporó una perspectiva conceptual en la cual se define y construye al territorio desde sus habitantes, asignando una mirada histórica y social a un espacio que trasciende el territorio geográfico:

Los habitantes habitan un territorio determinado y con ello lo conforman. Habitando existen: es su manera de estar en el mundo. Los seres humanos existen como habitantes y por ello necesitan construir. Construyen edificando y construyen cultivando. Transforman al territorio en un lugar: lo humanizan, lo cargan de significados e historias. (Urruzola, 2002)

Para responder los interrogantes planteados se tomó como base un trabajo conjunto de carácter interdisciplinario realizado por docentes/investigadores y estudiantes. El trabajo empírico fue hecho en el departamento de Rocha, ubicado en el este del país, en el marco de un curso impartido por la Facultad de Agronomía en el año 2010. El objetivo del mismo fue brindar elementos de reflexión y análisis acerca de la realidad actual de la producción familiar en el país. A pesar de la brevedad y las dimensiones necesariamente acotadas de la investigación los resultados y conclusiones resultaron muy interesantes, y una parte de ellos compone este trabajo.

1. Antecedentes

1.1. Características agropecuarias del Uruguay
Tomando como referencia el origen y el significado económico de las exportaciones uruguayas, se podría afirmar que el Uruguay es un país básicamente agroexportador. Para el año 2010, el valor de las exportaciones del sector agropecuario fue de U$S 4 456 400, lo que representa el 66 % del total de las exportaciones del país (OPP, 2010).
Con una superficie de 176 000 kilómetros cuadrados, tiene la particularidad de que, al no tener accidentes geográficos que impidan la explotación agropecuaria y por estar ubicado en un rango climático sin temperaturas extremas, posee 16 400 000 de hectáreas aptas para las actividades de ganadería y/o agricultura en todo su territorio. Esta característica marca su historia, su presente y sin duda perfila su futuro. En el año 2009, el Producto Bruto Interno del país fue de U$S 31 532,0 millones corrientes, mientras que el Producto Bruto Interno Agroindustrial fue de U$S 3 841,0 millones, lo cual representa un 8,1 % del Producto Bruto Interno total (DIEA, 2010). Según la DIEA (2010), el principal uso agropecuario del suelo es la ganadería, que ocupa el 61,8 % de la superficie total; la agricultura, el 14,3 % de la superficie; el cultivo de arroz representa el 10,5 % de la superficie total; las plantaciones forestales ocupan el 5,8 %; la lechería, el 4,5 %, y la agricultura intensiva ocupa el 3,1 % de la superficie total.

2. La población

Según el INE (2011), la población rural es de 164 840 personas, un 5,07 % de la población total del país. El fenómeno de escasa incidencia demográfica de la población rural en el contexto nacional es una característica de larga data en el campo uruguayo, ya que el descenso de la población rural comienza a registrarse a partir de la década del 50 del siglo pasado. Recordemos que en el año 63 la población rural ascendía al 20 % de la población total del país. Las principales causas de este fenómeno han sido los procesos de industrialización del país, ya que éstos han demandado mano de obra en una sociedad de reducido incremento demográfico —éste durante mucho tiempo fue negativo— fruto de la emigración al exterior de muchos de sus habitantes. También han coadyuvado a este proceso de migración campo–ciudad las políticas económicas neoliberales implantadas fundamentalmente a partir de la década del 70 que incidieron en la liberalización de los mercados, lo que trajo aparejado la desaparición de algunos productores y el fortalecimiento de otros de la mano de un proceso de concentración fundiaria (Piñeiro, 2008).
Si se agrupa la información de diversos censos agropecuarios sobre la composición de la población rural,1 se obtiene:

Tabla 1. Principales características agropecuarias en los censos de 1970, 1980,1990 y 2000

De los datos presentados, se desprende claramente que en un período de 30 años han desaparecido alrededor de 30 000 explotaciones agropecuarias y la población trabajadora del medio rural ha disminuido en cerca de 25 000 personas, mientras que el tamaño promedio de hectáreas por explotación tiende a aumentar tal como mencionábamos más arriba. Este fenómeno de disminución de predios y de población encierra varios procesos en su interior. La desaparición de productores no se ha producido en todos los estratos rurales de manera similar sino que se registra un comportamiento distinto en las diferentes franjas socioeconómicas. Según Chiappe (2008), en el medio rural se encuentran dos tipos de productores: los empresariales y los familiares. El criterio central para distinguir estos tipos de productores es la relación entre mano de obra familiar y mano de obra asalariada. Los productores empresariales son aquellos en los que en la unidad de producción predomina el trabajo asalariado, mientras que se define como productores familiares a las unidades de producción en las que predomina el trabajo familiar no remunerado.
Para complementar esta definición y profundizar en la caracterización de los productores familiares, Piñeiro (2004) señala que la producción familiar es una forma de producción y reproducción que tiene cuatro elementos característicos. En primer lugar, su base laboral está compuesta por el trabajo familiar (se entiende por tal a aquel que aportan los integrantes del grupo familiar pero que además es no remunerado, o sea que no se pagan salarios). En segundo lugar, el trabajo familiar debe ser aplicado sobre un predio en posesión, aunque ello no necesariamente implique propiedad. En tercer lugar, la producción familiar está articulada con los mercados, ya que produce para éstos y simultáneamente se encuentra relacionada con los demás (mercados de insumos, de dinero —porque muchas veces utiliza crédito—, de trabajo —porque puede comprar y vender fuerza de trabajo—, de tierras porque sus tierras pueden ser compradas y vendidas). En cuarto y último lugar, el productor familiar es capaz de acumular riqueza de un ciclo a otro e inclusive puede llegar, en determinadas circunstancias, a acumular capital.
En el gráfico que se presenta a continuación se ilustra el comportamiento del número de explotaciones agropecuarias en la última mitad del siglo XX:


Gráfico 1.
Evolución del número de explotaciones agropecuarias (total y por estratos de tamaño) entre 1961 y 1990, y variación acumulada en todo el período (%).

La citada figura y la tabla anexa nos muestran cómo las explotaciones agropecuarias de predios más pequeños (donde se concentra la producción familiar) de 0 a 50, de 50 a 100 y de 100 a 500 hectáreas son las que disminuyen —fenómeno especialmente significativo entre las más pequeñas— mientras que los estratos de explotaciones 500 a 1000 y más de 1000 hectáreas tienden a aumentar. De la información analizada se desprende que la explicación de la disminución de población rural y de predios rurales se debe fundamentalmente a la disminución de los estratos de productores rurales con menor superficie, en tanto éstos son básicamente productores familiares, y paralelamente se produce un aumento del número de explotaciones mayores donde se concentra la producción empresarial.

3. Los nuevos escenarios

Este proceso de concentración se ha visto acelerado en las últimas dos décadas debido a la irrupción de nuevas actividades agropecuarias. Estas nuevas actividades —que se han introducido de la mano de capitales transnacionales especialmente— están resignificando los espacios rurales y toda la sociedad rural. Por las características de este trabajo no se realizará un desarrollo extenso de los mencionados procesos, pero sí se mencionarán brevemente algunos de los cambios asociados a la expansión de la actividad forestal y de la agricultura de secano, esencialmente el cultivo de soja. A influjo de la segunda Ley Forestal n° 15939 en 1987, esta actividad cobró dimensiones inusitadas en el país. Dicha norma incentivó la plantación de especies como el eucaliptus y el pino con destino básicamente a pulpa de celulosa y en alguna medida a otros usos industriales (chips). Con el impulso de productores nacionales y de capitales transnacionales ulteriormente, el sector forestal pasó a componer no solamente parte del paisaje sino de la cultura y la sociedad rural. En un período de 20 años se forestaron casi 800 000 hectáreas. Se pasó de 70 000 hectáreas forestadas a fines de la década del 80 a unas 850 000 hectáreas a fines de la década pasada. Esta extensión está en el entorno del 5 % de todo el territorio nacional, e implica un cambio significativo no sólo en el uso del suelo sino que también ha generado profundas transformaciones societales, laborales, culturales y ambientales en los territorios en los que esta actividad de ha consolidado (Carámbula y Piñeiro, 2006).
El otro proceso de envergadura es la expansión de la agricultura de secano, abanderada por el cultivo de soja. Debido fundamentalmente a condiciones internacionales, como la gran demanda del producto, y de variables internas, como la estructura de costos productivos y la aptitud del clima y el suelo, este cultivo conoció en los últimos 10 años un crecimiento explosivo. De
10 000 hectáreas sembradas en el año 2000, la soja pasó a más de 850 000 hectáreas cultivadas en el año agrícola 2009–2010. Este fenómeno, por alguna de las características que presenta en Uruguay (fuerte presencia de capitales extranjeros, gran demanda de tierras aptas para otros usos, etc.) generó cambios en las estructuras productivas y coadyuvó a la fuerte alza del precio de la tierra registrada en el último decenio, entre otros factores, los cuales incidieron —e inciden— profundamente en la estructura y composición de la sociedad rural.

4. Expresiones territoriales de los cambios

Flora y Bendini (2003), en un estudio comparado de dos regiones en dos países diferentes (Argentina y Estados Unidos), analizan las relaciones entre mercado, Estado y sociedad civil en un contexto de cambios. Los mismos se manifiestan en el pasaje de una organización social de la agricultura basada en la producción familiar hacia otra con fuerte predominio de la coordinación vertical de las cadenas de valor. En este nuevo escenario, las autoras manifiestan su hipótesis de que «para maximizar las ganancias y garantizar la acumulación, las corporaciones trasnacionales persiguen el control absoluto dentro de la cadena de valor y la completa libertad fuera de la misma». Las mismas autoras plantean que los impactos directos e indirectos de la globalización en la región están configurando una nueva ruralidad e identifican modificaciones en la estructura social, en la actividad agropecuaria y en las estrategias productivas. Para comprender la magnitud de los cambios y cómo se territorializan, en este trabajo se utiliza la propuesta desarrollada por Mançano (2008), en la cual propone estudiar los territorios desde la distinción de materiales e inmateriales:

tenemos territorios materiales e inmateriales: los materiales son los formados en el espacio físico y los inmateriales en el espacio social a partir de las relaciones por medio del pensamiento, conceptos, teorías e ideologías. Territorios materiales o inmateriales son inseparables, porque no existe uno sin el otro, están vinculados por la intencionalidad. La construcción de un territorio material es el resultado de una relación de poder que está sustentada por el territorio inmaterial como conocimiento teoría o ideología. (Mançano, 2008:7)

En este trabajo se concibe al territorio como una totalidad y no sólo como un espacio de gobernancia. A su vez, para comprender el territorio como una totalidad es fundamental entender su multidimensionalidad, ya que en sintonía con las distintas intencionalidades los territorios pueden ser concebidos de múltiples formas por diferentes agentes. Adoptar concepciones de territorio más amplias o más restringidas dependerá de la intencionalidad del sujeto que re–elabora o que utiliza el concepto. Aquí adoptamos una significación más amplia para su concepto. En la medida en que los territorios son construcciones sociales, generalmente cuando nos encontramos frente a distintos tipos de ellos, están en constante conflicto. Considerar al territorio como uno es ignorar la conflictividad (Mançano, 2008).

5. La zona este

A los efectos de este trabajo, se definirá la zona este como la región que abarca los departamentos de Maldonado, Rocha, Treinta y Tres y Lavalleja, y que ocupa un área de 3 488 900 hectáreas. Esta zona es el 21 % de la superficie total del territorio nacional y está habitada por 294 504 personas, las que representan el 9 % de la población total. A pesar de ser una zona en términos absolutos pequeña, debido a sus características geográficas y a las distintas conformaciones históricas de sus territorios, se encuentra una heterogeneidad socioeconómica relevante. Mientras que el departamento de Maldonado está volcado fuertemente a la actividad turística (se recuerda que en él se encuentra el balneario de Punta del Este, importante polo turístico de proyección internacional), el departamento de Treinta y Tres es el centro de la actividad arrocera del país, sólo por citar dos ejemplos. En este trabajo, por cuestiones de espacio, se focalizará el estudio en el departamento de Rocha, el cual presenta la particularidad de ser un «territorio en transición» entre un modelo estructurado sobre la base de las actividades agropecuarias (ganadería ovina y bovina, agricultura —extensiva e intensiva, algo de lechería—) y un territorio que avanza rápidamente a nuevas formas en el uso de sus recursos naturales. Básicamente se destacan tres actividades: los incrementos de la actividad forestal en el eje norte del departamento y de la actividad turística en el eje sur del departamento, y un incipiente aumento de «servicios logísticos y de transporte» destinados a la actividad minera y forestal en el eje sur. Cualquiera de estos cambios de por sí genera importantes impactos en cualquier territorio pero, si sumamos los tres, ocasionan profundas mutaciones socioeconómicas en un territorio de 10 551 km2 y en una población de 70 000 personas.
El departamento posee una densidad de 6,6 habitantes por km2 y la distribución de la población por edad del departamento es la siguiente: 25 % es menor de 14 años; 21 % tiene entre 15 y 29; 25 %, entre 30 y 49; 16 %, entre 50 y 64; y 14 % más de 65 años, es un departamento con alto porcentaje de población envejecida y, de acuerdo con el comportamiento demográfico actual, ostenta una tendencia a disminuir su población en los próximos años.
La calificación de la mano de obra muestra un rezago con respecto a la media nacional, con menores guarismos de años de escolaridad. Existe un alto nivel de informalidad laboral comparativamente al del resto del interior urbano. Se encuentra un mayor porcentaje de trabajadores no remunerados y el doble de trabajadores por cuenta propia con y sin local que en el resto del interior. Al igual que en el resto del país, la informalidad, el desempleo y los bajos ingresos en el sector privado afectan más a los jóvenes y a las mujeres. Se registra un mayor porcentaje de personas que trabaja en la administración pública con relación al resto del interior y un menor porcentaje de trabajadores privados.
Rocha es un departamento que se caracteriza por poseer una gran riqueza en recursos naturales, y la biodiversidad de los recursos junto con la diversificación en cuanto a actividades productivas ha llevado a que se diferencien tres zonas: la costera y la zona del norte y del oeste, teniendo en cuenta la homogeneidad productiva y geográfica. La diversificación productiva ha llevado a que se desempeñen distintas actividades según la zona geográfica. Las actividades productivas agropecuarias emplean mayor mano de obra en las zonas norte y oeste, mientras que, por otra parte, en la zona costera y en las zonas urbanas predominan como principales actividades productivas las vinculadas con el sector terciario (turismo de sol y playa) aunque la pesca supone otro gran ingreso de capital y se practica en todo el departamento, con mayor énfasis en los balnearios oceánicos como La Paloma, La Pedrera, San Francisco, la Aguada, etcétera. La economía rochense es principalmente ganadera, al igual que en casi todo el resto del país, pero al norte del departamento se destaca la producción agrícola, en la que el principal rubro es el arroz. La forestación representa una parte importante y también en aumento del suelo. Las explotaciones agropecuarias tienen como ingreso principal a los vacunos de carne, que representan el 70 %, le siguen los ovinos de carne y lana con el 9 %, los vacunos de leche con el 6 %, y los cerdos con el 4 %. Hay otros rubros que representan el 10 %. La forestación es una parte importante y en ascenso del suelo departamental, al igual que en el resto del país.
El sector servicios es el que tiene el peso más importante en el Valor Agregado Bruto del departamento, y contribuye con el 56 %, destacándose las actividades vinculadas al turismo. El comercio está muy influenciado por la actividad turística y agropecuaria, sumada al comercio de frontera (el departamento es limítrofe al norte con Brasil). A su vez, el comercio minorista local, principalmente el asociado a la industria turística, tiene un alto nivel de informalidad y zafralidad. En el sector transporte no hay grandes empresas locales, aunque sí se puede decir que ha cobrado una importancia significativa debido a la expansión de la actividad forestal. El sector industrial es el que presenta menor participación en el Valor Agregado del departamento, y es también menos desarrollado. En una escala bien diferente están los productores artesanos, productores familiares, derivados de productos locales, artesanías asociadas a la venta turística, de escaso desarrollo de la cadena de comercialización.
Dentro del departamento, el trabajo de campo fue desarrollado en la zona de influencia de la ciudad de Castillos, la cual posee 7585 habitantes y se ubica en la zona costera. En la misma hay un predominio de campo natural, seguido por campo natural mejorado y praderas artificiales. Incipiente, aunque en franco desarrollo, aparece la forestación (monocultivo de eucaliptus y pinos). En lo que refiere al rubro principal según importancia en ingreso, es la actividad ganadera (vacunos de carne, de leche, y ovinos), seguido de los suinos, aves, y horticultura (Carrau et al., 2008).

6. Metodología utilizada

Con el objetivo de estudiar los principales cambios que se están produciendo en el agro uruguayo se intentó identificar los impactos en determinados grupos de población (productores familiares) y acotados a determinados territorios. En una primera instancia, se procedió a la recopilación y procesamiento de información secundaria ya existente sobre las principales características de los espacios rurales en las últimas décadas. Esta búsqueda fue orientada no solamente a focalizar la mira en las condiciones actuales sino también tentó identificar distintos procesos económicos y sociales que pautaron modificaciones sustantivas.
Se puso especial énfasis en la zona este del país y sus componentes socioeconómicos por ser éste un territorio en el cual confluyen diferentes procesos de expansión del capital que se han definido para estudiar el impacto de las modificaciones que se están procesando en los espacios rurales frente al surgimiento y desarrollo de otras actividades económicas (implantación de nuevos rubros productivos, servicios, etcétera). En la fase de campo, se definió una zona en el citado territorio que reuniera determinadas características productivas (definidas a priori) y que se situara en un territorio donde la emergencia de nuevas actividades económicas fuera significativa. En la región citada se identificaron diversos productores familiares en un radio de 20 kilómetros a la redonda mediante el método no aleatorio, denominado «de juicio», que es aquel para el que no puede calcularse la probabilidad de extracción de la muestra. Se buscó seleccionar a individuos que tuvieran un conocimiento profundo de la temática a abordar. Se realizaron entrevistas en profundidad a veinte productores de la mencionada zona con el fin de relevar las principales dificultades identificadas por los mismos y luego se realizó el análisis de la información recopilada mediante análisis de texto.

7. Resultados

7.1. Producción familiar y territorio en el este del Uruguay2
Desde una mirada puesta en el modelo de desarrollo, en diferentes territorios, Mançano (2008) caracteriza tres tipos de paisajes: el paisaje del agronegocio caracterizado por la homogeneidad, la gran escala, el monocultivo, la producción para la exportación y el desplazamiento de las poblaciones locales; en el otro extremo, el territorio campesino, que en nuestro país podría ser asimilado al territorio de la agricultura familiar, y que se caracteriza por la heterogeneidad, la pequeña escala, la diversidad de rubros, con una producción volcada principalmente al mercado interno; por último, plantea la noción de territorio de la agricultura familiar (en nuestro caso) monopolizado por los agronegocios, que se distinguen por la escala y homogeneidad de su paisaje geográfico y la subordinación de los sectores subalternos. A continuación se analizan algunas de las dimensiones que caracterizan y construyen el territorio de los agricultores familiares del este del país.

La producción
Dentro de las estrategias implementadas por la producción familiar, se encontró que la diversidad de rubros que explota cada productor le proporciona «fortalezas » a la hora de insertarse en los distintos mercados. Esta diversificación productiva le permite conjugar distintos factores en función de la disponibilidad de los mismos. La variedad de rubros en un mismo predio hace posible la rotación en importancia productiva de acuerdo con la demanda del mercado, los factores climáticos, y la mano de obra de la que disponen. «Bueno… acá hago de todo, vistes… tambo, cerdo, chacra, papa, todo me entiendes… maíz, y mi hijo hace la parte de invernáculos y mi mujer gallinas y todo» (Familia J). A pesar de ello, la ganancia económica muchas veces depende de factores climáticos (a diferencia de los trabajos o actividades urbanas, donde el trabajo asalariado asegura generalmente un ingreso fijo permanente) sumados a problemas que han encontrado en la comercialización por ser volúmenes pequeños. Según los productores, en la alta temporada donde el turismo es más intenso no tienen problemas para comercializar su producción y obtienen ganancias relevantes, pero en el resto del año se le presentan dificultades para colocar su producción, y destacan la importancia que tiene la ciudad de Castillos como centro de comercialización de su producción.
La zona tiene una vinculación estrecha con el turismo, lo cual está presente en los casos analizados. Esto presenta a la actividad turística como un proceso que encierra ambigüedades para la producción familiar. Por un lado, se presenta como un mercado de consumidores con un alto grado de demanda para los productos generados en la zona. Por otro, constituye una amenaza desde el punto de vista de la competencia por el acceso a la tierra, ya que se observa un aumento en las compras de ésta por parte de extranjeros destinados a emprendimientos turísticos. Esto genera un aumento en el valor de la tierra que aparece como un elemento que incentiva la venta de los predios por parte de los productores chicos. La problemática de acceso a la tierra para los productores familiares está muy presente en este territorio, por lo que muchos productores no ven grandes cambios o posibilidades de mejora en sus condiciones de vida.

La cultura
La producción, en tanto la utilización del espacio físico como un medio de subsistencia, ha sido un factor común en los productores consultados. Sin embargo, en respuesta a cómo es sentido y vivido el territorio, este espacio de producción, para algunos de ellos no constituye una unidad con el espacio identificado para la reproducción social y cultural de las familias. Con referencia a ello puede estar incidiendo una serie de factores que refieren, por ejemplo, al fenómeno de la nueva ruralidad (Pérez, 2001), que se enmarca en una nueva estructura alternativa a la histórica organización del medio rural, como un espacio de encuentro de actividades productivas y actividades recreativas, culturales. Los cambios se evidencian desde el momento que se llega al predio, el intercambio cultural campo/ciudad se puede observar en los objetos que los rodean. Además de esto, las cercanías entre el campo y la ciudad se pueden apreciar claramente en sus relatos. Pese a esto, igual existen diferencias que ellos mismos remarcan, pues, el vivir en el campo tiene su propia especificidad. Variables como el confort por ejemplo, pesan a lo hora de decidir el lugar de residencia sobre todo para los más jóvenes. Otro de los puntos en común que se refleja en el discurso de los productores es la idea de temporalidad del territorio. Esa historicidad del territorio se manifiesta a través del relato, cuando hacen referencia a un pasado y un presente. Los productores construyen el territorio desde una perspectiva temporal, todos los entrevistados hicieron referencia a su pasado, de alguna manera su pasado fue algo que los marcó y que los llevó a ser lo que hoy son: productores familiares. En cuanto al futuro, la perspectiva no es positiva, anhelan que sus hijos continúen con lo que ellos heredaron de generaciones anteriores y crearon a lo largo de su vida, pero valoran esta opción como inviable en los tiempos que vendrán por lo que muchos de ellos no ven al medio rural como espacio de vida para sus hijos. Debido a esto se visualizan problemas en torno a la reproducción social del productor familiar como forma (modo) de vida.

Procesos demográficos
Con relación a las variables demográficas, en el territorio en estudio se identificaron tres procesos: el primero es de la disminución de la población rural; el segundo, el proceso de envejecimiento de la población rural; y el tercero, la concurrencia en el territorio de pobladores extrarregionales. En cuanto al primer proceso, lo que ocurre en el territorio de Castillos no es un proceso particular del territorio sino que se enmarca en las tendencias migratorias rural–urbanas que ocurren a nivel nacional e internacional. La particularidad del territorio radica en la velocidad de esta corriente migratoria en los últimos años. La expansión de rubros como la forestación, el arroz, la agricultura, así como los procesos de concentración en el uso y acceso a la tierra de los productores ganaderos con mayor capacidad económica, han desencadenado un proceso migratorio rural–urbano de gran intensidad, ya sea por su cantidad como por su velocidad.

No queda nadie… No sé si te fijaste que venías del pueblo… en la curva allí hay una familia, la hija trabaja en el pueblo, después venís acá, donde estaban los Sequeira, la hija está en el pueblo, los otros allí, el hijo está en el pueblo, vamos quedando los viejos, y después, si te fijás, allí hay taperas, acá más abajo taperas, allí hay más taperas… el que se fue para el pueblo o la mujer se fue para el pueblo no vuelve más. (Familia A)

Respecto de la segunda variable planteada, se identificó un proceso se envejecimiento de la población. El recambio generacional es considerado desde el punto de vista de los productores una de las limitantes para mantener la población que se dedica a la producción familiar. Aparece en sus discursos como un problema o, mejor dicho, como una gran preocupación la falta de juventud en el campo y el despoblamiento rural. Muchos sostienen que «no ha venido gente nueva al campo a partir de la década de los 80». En el discurso de los entrevistados la disminución de la población joven se explica por una diversidad de factores. Un primer grupo de factores se puede agrupar en torno a los problemas estructurales de la producción familiar, como la escala, el acceso a la tierra, el crédito, la comercialización y la tecnología. Un segundo grupo se pude agrupar alrededor de factores de sociabilidad, de la atracción urbana, como el acceso a servicios, de la recreación, al sentirse parte de un colectivo, ser joven. En un tercer grupo se incluyen factores laborales por los cuales un joven opta por migrar hacia la ciudad, en este caso, por ejemplo, con la inserción al mercado laboral del turismo que, como mencionan los pobladores, no es sólo una opción económica sino también una expresión de desarrollo cultural y social en una actividad más atractiva. Identificando en este escenario un discurso conservador de los pobladores mayores en torno al sentido y al significado social del trabajo, «la gente emigra porque acá hay que trabajar mucho, y es un trabajo duro, las nuevas generaciones ya no quieren trabajar mucho en el campo, no quieren ensuciarse las manos (…) a los jóvenes (…) si uno los va a buscar no quieren trabajar en el campo» (Familia B).
Con referencia al tercer proceso, se identificaron dos situaciones bien diferentes. Por un lado, y si bien la información que brindan los censos de población y vivienda no permite cuantificar las poblaciones flotantes o transitorias, desde la opinión de los pobladores las mismas serían muy importantes en la zona. Las diferentes etapas y momentos del año de la actividad forestal, del turismo, de la agricultura y de las tareas tradicionales del territorio (arroz y ganadería) generan importantes flujos migratorios para cubrir las demandas laborales temporales, las cuales son cubiertas por trabajadores radicados en el territorio y temporales migrantes. Esta impronta también se daría a la inversa, cuando trabajadores del territorio migran a regiones cercanas en busca de trabajos temporales. Por otro lado, en este territorio se han radicado otros pobladores que inicialmente no estaban vinculados al mercado laboral del mismo. Éste es el caso de pobladores extrarregionales que se han radicado en la zona atraídos por el ambiente, por la riqueza natural y paisajística y por la posibilidad de generar experiencias empresariales vinculadas al turismo. La particularidad de este proceso es la confluencia en el territorio de poblaciones que en sus orígenes e intereses, y por qué no clases, son bien diferentes. Por una parte, de trabajadores temporales que migran en busca de empleo y, por otra, personas que migran buscando un nuevo espacio de vida. «Cuanto más vengan, acá en la zona y en Rocha, cuantos más proyectos turísticos ni que hablar. Para el productor es mejor tener cuanta más gente haya para que pueda consumir, eso ni que hablar. Si sos pequeño productor y produces alimentos, qué necesitas, quien consuma el alimento” (Familia F).

Dimensión social
Como sostiene Mançano (2008), en el territorio convergen diferentes escalas representadas a niveles local, nacional y trasnacional a través de diversos actores sociales. En este caso concreto aparece la relevancia de la Sociedad de Fomento como mediadora entre los actores locales y nacionales. A través de esta institución se articulan y aplican los proyectos de las políticas nacionales a nivel local. También la Sociedad de Fomento Rural de Castillos (SFRC) desempeña la función de organizar y agrupar a los pequeños productores para facilitarles la colocación de sus productos en el mercado, ya que una característica de dicha comercialización es que está sujeta a factores coyunturales, como el turismo. En tal sentido, se identifica la organización de los productores y la asistencia técnica en el caso analizado, reflejado en la SFRC, como una forma destacable de resistencia y reproducción de la producción familiar. El tejido social es concebido como la forma en que se componen los lazos sociales, y en el contexto de la producción familiar dan forma a cierta multidimensionalidad del territorio (Mançano, 2008). En tanto, una de las familias oriundas de la zona refleja la visión de los lazos sociales característicos de una comunidad rural familiar dado que, incluso, rememora los fuertes vínculos existentes en el tejido social mencionado. Sin embargo, uno de los productores que está radicado en la zona desde hace cinco años, y con pautas culturales urbanas, percibe un accionar marcado por una finalidad diferente a la integración en la comunidad. Vemos entonces cómo, dentro de un mismo territorio, productores con características similares pueden construir de manera muy diferente, de acuerdo con su subjetividad, igual fenómeno, produciéndose de esa forma múltiples interpretaciones de éste, lo que pone en evidencia de qué manera la ideología de cada sujeto determina cómo él percibirá a su territorio. Un aspecto fundamental es el hecho de que el medio rural ha sido analizado históricamente desde el punto de vista estrictamente productivo, sin considerar los factores que hacen a la reproducción social de los individuos que allí habitan. A este respecto, es necesario pensar en un enfoque que integre la multifuncionalidad de la tierra, tal como plantea Chonchol (2006), como forma de comprender mejor los distintos procesos sociales que allí ocurren.

Los conflictos
En las últimas décadas, a raíz de las diversas innovaciones a nivel tecnológico y la recomposición del panorama político global, se visualiza un proceso que se ha denominado globalización. Este fenómeno implica un aumento considerable en el tránsito de información y materiales a lo largo y ancho del planeta, una apertura de las fronteras territoriales de los Estados–nación a niveles de integración regional y global, tanto en las lógicas productivas como en las tradiciones culturales de los territorios. Esta integración no es un intercambio homogéneo sino que hay territorios que imponen sus lógicas y tradiciones hacia otros. Este proceso afecta también a los territorios delimitados entre lo urbano y lo rural, donde lo rural se ve subordinado tanto a las lógicas productivas de la empresa como a los usos culturales del medio urbano. Tomando como referencia a García Canclini (1998:228), quien introduce la idea de reterritorialización en cuanto a «la pérdida de relación “natural” de la cultura con los territorios geográficos y sociales y, al mismo tiempo, ciertas relocalizaciones territoriales relativas, parciales, de las viejas y nuevas producciones simbólicas», se podría sostener que en los territorios en estudio se genera así un proceso de reterritorialización. Este proceso se expresa en una serie de representaciones, significaciones, usos sociales naturales del medio rural que llenaban los espacios de la vida cotidiana de los sujetos en los planos de la salud, el esparcimiento, etcétera.
Este proceso de reterritorialización supone el surgimiento de nuevos espacios de identidad tanto individual como colectiva. Los mismos no necesariamente pertenecen al medio local, y eso incide en los elementos con que cada sujeto se reconoce a sí mismo. Esto tiene su enclave en la identidad colectiva, y particularmente en el ámbito de los grupos. Desde la experiencia de los productores, si bien destacan la importancia que tiene organizarse en colectivo, no han visualizado aún la potencialidad que tiene el grupo en sí. Se reconocen dificultades en cuanto a identificar objetivos en común en los productores, lo que imposibilita el trabajo en la tarea del grupo e invisibiliza la existencia de una potencialidad adicional a la suma de las individualidades, lo que hace factible las más de las veces la superación de dificultades y del alcance de logros que de otra manera no serían posibles. Aunque los conflictos son parte de los procesos humanos en todos sus ámbitos, y pueden ser vistos como forma natural de evolución dado que implican la confrontación de puntos de vista distintos y su posterior superación en una síntesis que implica aprendizaje, en el caso particular de los productores no se han podido superar varios de los conflictos planteados, lo que lleva a la inestabilidad reflejada en la sistemática composición y recomposición de los grupos sobre la base de agentes externos. Desde otra perspectiva, en lo que respecta a los conflictos, como menciona Mançano (2008), se pueden distinguir dos tipos: los conflictos materiales y los inmateriales. A su vez, dentro de cada uno de ellos se diferencia entre conflictos entre e intraterritorios. En lo que concierne a los materiales, se pueden identificar conflictos en torno a tres ejes: el económico, el ambiental y el social. Más allá de que estas tres dimensiones se pueden encontrar en la casi totalidad de los conflictos que se producen en el territorio, se tomará una dimensión principal para ejemplificar los distintos ejes. Resulta importante igualmente comprender los conflictos que se generan con otros espacios, y es pertinente incluir la perspectiva de multiescalariedad (Mançano, 2008) del territorio.
Desde el punto de vista económico, se encontró que la actividad turística de sol y playa presenta un conflicto entre territorios puesto que, por un lado, se visualiza un modelo de desarrollo que integra a la producción familiar y al turismo y, por otro, el desarrollo turístico excluye a la producción familiar. En las diversas instancias de entrevistas con los productores y otros actores se visualizó que se hacía referencia a los impactos que provocaba en cada situación particular y en el territorio en general lo que acontece en demás territorios (ya sea para la comercialización de determinados productos en ellos, o en el propio, a raíz del funcionamiento del turismo). En tal sentido, entonces, lo que ocurre en un territorio se encuentra también sujeto a variables que trascienden a este territorio particular. El punto crucial se registra en el impulso de compra de tierras por parte de extranjeros. A su vez, en cuanto al mencionado punto, se vio cómo el turismo influye de distintas maneras en estos actores. Mientras que para determinados productores es un factor clave para la obtención de mayores ingresos, dado que dependen de lo que puedan vender en sus kioscos que se encuentran ubicados sobre la ruta, como es el caso de una de las familias entrevistadas: «Lo más fuerte es la ruta, si nos sacan la ruta, ¡acá con 13 hectáreas no vive nadie!», para otros no lo es debido a que no son afectados a causa de los rubros productivos que explotan o el lugar en donde comercializan sus productos.
Desde la perspectiva ambiental, se identificó un conflicto vinculado a la práctica del secado de bañados (o humedales). Ello es fuente de conflictividad intraterritorial entre los propios productores familiares. La misma se desencadena por la preservación de la biodiversidad autóctona y el mantenimiento de la heterogeneidad paisajística, enfrentada a la homogeneidad del paisaje como consecuencia de la búsqueda del aumento de la productividad del predio:

Hay de todo, acá hay un vecino que tendrá 40 y pico de cuadras, o algo más, y ahí hizo un canal y se ha secado el bañado. Y otros vecinos han quedado casi sin agua, han tenido que hacer aguada en la orilla del bañado, éste que siempre tiene agua, y ahora… Y cambia todo el sistema, porque antes en ese bañado, como tenía agua alrededor, no entraba, como ser, los gatos monteses, no entraban los zorros. Ahora entran. Y había mucho mano pelada, y ahora los mano pelada han desaparecido y empezaron a entrar otros bichos. El agua para mí es una cosa que tiene que haber. Y acá por todos lados han secado (…) eso lo hacen para que las vacas entren más adentro, para aprovechar más, para que tengan más campo. (Familia, D)

Desde una visión social, se plantea por parte de varios de los entrevistados la escasez de mano de obra. Esto constituye un conflicto con otros territorios por la captación de una fuerza de trabajo que es escasa, lo que se sustenta en que las personas prefieren trabajos urbanos en los cuales obtienen un mayor ingreso con un menor esfuerzo relativo. Esta competencia por la mano de obra, señalan, se ve acentuada por el desarrollo turístico de la zona. En cuanto a los conflictos inmateriales en el seno del territorio, se destaca la contradicción entre la producción familiar y otras modalidades de desarrollo ancladas en una concepción capitalista de la producción. Esto se puede vincular con los planteos de Mançano (2008) respecto del Paradigma del Capitalismo Agrario versus Paradigma de la Cuestión Agraria.
Existe en los hechos una competencia entre los territorios que se pueden denominar, por un lado, «producción familiar» y, por otro, «agronegocios», la cual está presente en el discurso de la mayoría de los productores entrevistados. De esta manera, la producción familiar como construcción territorial se ve inserta en un marco de conflictos con el cultivo de la soja, la forestación, la construcción de un puerto de aguas profundas en la zona, entre otros ejemplos del mencionado modelo de desarrollo:

Lo que veo negativo para la agricultura (…) en las grandes empresas, o que ayudan a las grandes extensiones de plantar, son los costos bajos que ellos tienen, que plantan mucho, de pronto les descuentan el IVA, compran las semillas todas juntas, compran los fertilizantes todos juntos, entonces ellos tienen un costo muy bajo para producir (…) cuanta más tecnificación, más tecnología, menos quedamos en la campaña, porque esas tecnologías las puede aplicar el grande, yo lo veo así (…) cuanto más ayuda la tecnología más se despuebla el campo porque… los grandes cada vez son más grandes y los chicos cada vez somos más chicos. (Familia C)

Un actor social que interviene en la configuración de este territorio es la agroindustria forestal. La misma presenta conflictos con la producción familiar en todos los niveles mencionados. Ocasiona conflicto para los productores familiares en la medida en que ambos compiten por apropiarse de un mismo territorio. El encarecimiento del factor tierra y su escasez parecen ser los efectos más destacados, pero también son vistos la competencia por los recursos humanos y las consecuencias ambientales que el cultivo acarrea (suelos, agua, fauna, etc.). Resulta importante analizar cómo los productores identifican que las dificultades para poder acceder a más tierra son una problemática que les impide realizar reformas considerables en su proyecto productivo para mejorar su situación. De ahí la importancia de reconocer la multiescalaridad, que implica la convivencia de actores en un mismo territorio con diferentes intereses a los efectos de visualizar la asimetría que se produce entre los diferentes sujetos vinculados al poder que detentan.

8. Conclusiones

En este panorama general subsiste la incertidumbre que se advierte en torno a la continuidad de la reproducción de la producción familiar. En este trabajo se ha tratado de abordar este fenómeno desde diversos factores que pueden estar influyendo. Se reconoce que el componente económico (producción, comercialización, rentabilidad, etc.) juega un papel relevante, aunque pareciera no ser el único. Otros factores (culturales, sociales, etc.) inciden e influyen negativamente en las posibilidades de un relevo generacional de la producción familiar. El análisis territorial (desde una perspectiva cognitiva) ha demostrado ser una útil herramienta de análisis y perspectiva. En tal sentido, es importante remarcar que la reproducción social se ve mediada por procesos socioculturales de urbanización en los que se produce una dilución (muchas veces disfuncional) de las fronteras entre lo rural y lo urbano y una transformación de las actividades productivas rurales. Distintos territorios (el urbano, el rural) se imbrican mutuamente aunque este vínculo pareciera no ser simétrico, ya que los territorios urbanos avanzan sobre los territorios rurales no sólo desde una perspectiva material en el estricto sentido del término, sino y fundamentalmente desde la perspectiva de sus representaciones culturales y sociales. La ciudad y el modus vivendi urbano se imponen, globalización mediante, a los territorios rurales.
La actividad productiva desarrollada por la producción familiar se ve en muchos casos seriamente comprometida (viabilidad económica cuestionada) al ser un actor débil en el marco de los conflictos planteados con el gran capital, en los intentos de dominación hegemónica bajo el símbolo de la
globalización. Al respecto, se produce una doble territorialización. Por una parte, material, porque los recursos económicos de los que dispone este actor le permiten avanzar en procesos de territorialización donde el gran capital tiende a concentrar —y conectar— espacios físicos y formas de producción de carácter, inclusive, supranacionales. Por otra parte, inmaterial en la medida en que el «agronegocio» se transforma en el ideal productivo sinónimo de eficacia y eficiencia en el mundo agropecuario. Producido en la esfera pública y reproducido por los organismos internacionales y, en mayor o menor medida, por el Estado. La construcción, permanencia, desaparición y/o emergencia de diversas formas de territorios y territorialidades están signadas por el conflicto que plantea el reconocimiento de los derechos de las colectividades locales. Sus implicaciones son fundamentales en la comprensión del mundo rural, ya que refieren a la circulación del poder en su capilaridad y de qué manera se (auto)construye la sociedad. El tema, entonces, no solamente es económico (prevalencia de ciertas formas de producción sobre otras) sino que cobra dimensiones políticas en cuanto refiere al reconocimiento, la representación y participación de grupos sociales (la producción familiar) en el proyecto democrático que desde el Estado —y el sistema político todo— se preconiza.
La crisis ambiental y la conciencia de las comunidades locales de la conectividad e interdependencia entre los distintos ecosistemas cobran una significación cada vez más importante. La creciente disputa por los distintos territorios expuso a los diferentes actores sociales a la dimensión cada vez más acuciante de finitud de los recursos. En este caso, la producción familiar es uno de los actores más expuestos debido a su grado de dependencia e involucramiento (recordemos que el predio familiar es lugar de producción económica y reproducción social). En tal sentido, a pesar de que tiene una mayor dependencia ecosistémica que otros agentes, ello no implica que desarrolle prácticas productivas siempre sostenibles. A menudo esta propia dependencia ecosistémica, sumada a la presión ejercida por la obtención de mejores (?) y más mediatos rendimientos económicos, lleva a la implementación de prácticas productivas de clara agresión ambiental, un factor más para el cúmulo de dificultades que debe enfrentar la producción familiar. Si bien los procesos contemporáneos de expansión del capital en el actual escenario globalizado aceleran e intensifican procesos de reestructuración social y económica, los mismos no deben ocultar que la descomposición de la producción familiar en el Uruguay es un proceso que ya lleva cincuenta años. Lo que ha cambiado en las últimas décadas son quizás los actores que le disputan el territorio, obligándola a redefinir los conflictos en el terreno tanto material como inmaterial. No tanto por sustitución de unos actores por otros (la burguesía terrateniente por el capital internacional) sino más bien por la irrupción de nuevos intereses emergentes que disputan los espacios rurales.
La particular interacción de las múltiples dimensiones del territorio, en este caso ejemplificadas con la producción, la cultura, la demografía y las relaciones sociales da lugar a lo que Santos (1997) designa como rugosidades, y que define como «el espacio construido, el tiempo histórico que se transforma en el paisaje, incorporado al espacio», las cuales ofrecen «incluso sin una traducción inmediata, los restos de una división del trabajo internacional, manifestada localmente por las combinaciones particulares del capital, las técnicas y el trabajo utilizadas. Así, el espacio–paisaje es el testimonio de un momento de un modo de producción de estas manifestaciones concretas». La expresión de las mismas, el paisaje y las manifestaciones emergentes pueden ser diferentes, una de ellas es el conflicto entre territorios.

Notas

1 Para este trabajo se parte de la simplificación que la población rural es la que trabaja y reside en el medio rural, aunque no se desconoce un nuevo fenómeno que se está produciendo dentro del fenómeno conceptualizado como «nueva ruralidad», como es la existencia de trabajadores rurales con residencia urbana y de trabajadores urbanos con residencia rural. Fuente: Instituto Nacional de Estadística, 2010.

2 La redacción de este capítulo está basada en los trabajos efectuados para el curso desarrollado en la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República durante el año 2010, denominado: La producción familiar en el Uruguay: perspectiva desde el territorio.

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