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Pampa (Santa Fe)

versión On-line ISSN 2314-0208

Pampa  no.10 Santa Fe dic. 2014

 

ARTÍCULOS

Continuidades y rupturas en la estructura agraria en el Uruguay del siglo XXI

 

Alberto Riella y Juan Romero

Universidad de la República- Facultad de Ciencias Sociales.
E-mail: alberto@fcs.edu.uy

Universidad de la República- Facultad de Ciencias Sociales.
E-mail: juanromero69@gmail.com

Fecha de recepción: 20 | 08 | 2013
Fecha de aceptación final: 29 | 11 | 2013


RESUMEN

Esta última década ha marcado un quiebre en el proceso de estancamiento dinámico que caracterizaba a la estructura agraria nacional desde mediados de los '70, consolidando un proceso de crecimiento a partir de la dinámica de los sectores agroexportadores fundamentalmente, intensificación del capital constante vía tecnología (biotecnología, genética, fertilizantes, etc), mayor integración al mercado mundial, emergencia de nuevos actores transnacionales, crecimiento de los asalariados rurales, en definitiva profundizando las relaciones sociales de producción capitalista en la sociedad rural uruguaya de inicios del siglo XXI. Los datos presentados son el resultado del análisis de fuentes secundarias: Censos Agropecuarios, Anuarios Estadísticos del MGAP, Censos de Población y Vivienda y de la Encuesta Continua de Hogares. Los resultados indican que el conjunto de normas y políticas implementadas por las dos administraciones de gobiernos progresistas, no han podido revertir ninguno de los factores que están provocando la concentración de la tierra en el país.

Palabras clave: Estructura agraria; Concentración de la tierra; Transformaciones productivas en territorios rurales.

SUMMARY

Continuities and ruptures in the agrarian structure in Uruguay XXI century

This past decade has been characterized by a breakdown in the process of dynamic stagnation that characterized the national agrarian structure since the mid-'70s, consolidating a process of growth from the dynamics of the sectors mainly agricultural exporters, constant capital deepening via technology (biotechnology, genetics, fertilizers, etc.), greater integration into the world market, the emergence of new transnational actors, rural wage growth, ultimately deepening capitalist social relations of production in rural society Uruguayan beginning of this century. The data presented are the result of the analysis of secondary sources: Agricultural Census, Statistical Yearbooks MGAP, Population and Housing Census and Household Survey. The results indicate that the set of rules and policies implemented by the two administrations of progressist governments have failed to reverse any of the factors that are causing the concentration of land in the country.

Key words: Agrarian structure; Small rentiers; Santa Fe.


 

1. Introducción

La estructura agraria en el Uruguay se consolida en forma temprana con el alambramiento de los campos en 1875 impulsado por el militarismo del siglo XIX para poner fin a las disputas de la propiedad del ganado y comenzar a modernizar la estancia cimarrona. Este proceso benefició la consolidación de un modelo hegemónico de latifundio ganadero extensivo demarcando y otorgando la propiedad legal de las tierras a los grandes terratenientes. El propio proceso por el cual se implementó el alambramiento de medianería forzosa, supuso que quien no tenía recursos para financiar las inversiones requeridas era desplazado por los vecinos que si disponían de esos recursos, o que produjo una fuerte producción de los pequeños establecimientos (Barrán y Nahúm, 1990). Una característica central de este proceso, es que logró cubrir con el alumbramiento en muy poco tiempo todo el territorio productivo del país. Ello significó entonces dejar al país de manera muy temprana sin frontera agrícola para nuevas colonizaciones, lo que produjo una particularidad muy importante de la estructura agraria uruguaya y de sus futuros conflictos. Como puede observarse en la Tabla 1 (ver Anexo), el resultado de este proceso fue que a inicios del siglo XX, 3700 productores controlaban ya en esa época el 65 % de la superficie agrícola, lo que matrizó una constante en la estructura agraria del país que con variaciones menores se mantiene hasta nuestro tiempo.
El desarrollo de la producción agropecuaria que se produce a partir del alambramiento y la introducción de nuevas razas y tecnología de manejo, permitió al país incorporarse a la incipiente industria frigorífica, incorporando a la producción de carnes refrigeradas a las de cuero y lana. Este paquete tecnológico permitió la expansión de la producción hasta mediados de la década de 1930, donde ese modelo tecnológico comienza a estancarse una vez que se alcanza la máxima producción posible con pasturas naturales. En la década de 1940 el país comienza a desarrollar un modelo de industrialización interna y protección que busca entre otros objetivos el desarrollo de la agricultura, aprovechando la mecanización creciente fomentando la expansión de los cereales mediante la promoción de medianos y pequeños agricultores. Es así que se produce un fuerte crecimiento del número de establecimientos del estrato pequeños y medianos productores, que alcanzan su máxima expresión en la década de 1960, donde llegaron a representar casi al 75 % de los productores de la época (MGAP, DIEA, CGA, 1990). A partir de esa fecha comienza el declive de la agricultura producto de la caída de los precios internacionales de las materias primas y el proceso de liberalización de la economía que impulsarán la dictadura militar y los gobiernos siguientes hasta comenzado el siglo XXI. En ese lapso la estructura agraria pierde más de la mitad de los productores del estrato más pequeño.
Este largo período estuvo marcado por el estancamiento de la ganadería y por el desarrollo de importantes complejos agroindustriales como arroz, citrus y lechería principalmente, que aportaron el dinamismo al sector, conformando una fuerte base de empresarios rurales de mediano y gran porte vinculados a dichas producciones. Nuevamente, estas alteraciones en la estructura productiva se realizaron sin una transformación importante de la estructura agraria, más bien estas se apoyaron en la concentración de la tierra existente y dieron un nuevo empuje a la exclusión de la pequeña producción. La dinámica productiva de estas décadas, estuvo marcada también por una fuerte reducción de la población rural y un debilitamiento de las redes sociales de articulación de los territorios rurales, aumentando la pobreza y produciendo un fuerte letargo de las pequeñas localidades vinculadas al agro. Los mercados de empleo si volvieron cada vez más zafrales y se produjo una urbanización de la fuerza de trabajo rural. Estos procesos, produjeron un impacto diferencial según las distintas regiones del país, generando en algunos territorios fuertes problemas de cohesión social y territorial, el vaciamiento de los espacios públicos en las zonas rurales y el aumento de las desigualdades territoriales en el país (Riella et al., 2011).

2. El escenario actual

A mediados de la primera década del siglo XXI este escenario cambia radicalmente. El crecimiento a nivel internacional de los precios de las materias primas, a raíz de la demanda de energía y alimentos (Rubio, 2008), produce un ciclo de expansión productiva y alza de los precios que transforma al sector agropecuario nacional. Un indicador claro de estos cambios es la evolución del precio de la tierra en el país que en esos años aumenta casi ocho veces su valor, con precios record, alcanzando en los casos de las tierras más fértiles precios similares a los de la región fronteriza.1
Este nuevo contexto está signado por cuatro factores que conjugados entre si componen el escenario socio económico actual sobre el cual debe analizarse la estructura agraria contemporánea nacional. Ellos son las alteraciones en el uso del suelo, los cambios legales para la tenencia de la tierra, la extranjerización y el dinamismo del mercado de tierras. El primer factor está vinculado a los cambios producidos en el uso del suelo en el país en los últimos 10 años. Se desarrollan en este período dos tipos fundamentales de producciones caracterizadas por la dinámica que representan tanto en lo productivo, tecnológico como su impacto en la estructura agraria; la producción de granos y la forestación. En materia de agricultura la producción de la soja estuvo al frente de la expansión del área productiva, pasando de 10.000 has en la zafra 2000 a 859.000 has en la zafra 2010. Otro indicador a tener en cuenta, refiere al incremento en las exportaciones de dicho grano ya que en el 2001 era de 1,6 millones de U$S y en el 2010 pasa a 705 millones de U$S transformándose en el principal rubro agrícola de exportación del país (MGAP, DIEA; 2012). Esto fue acompañado también por un cambio en el paquete tecnológico, introduciendo la siembra directa y la utilización variedades transgénicas. Esta expansión está muy focalizada especialmente en el litoral donde aparece una fuerte presencia de inversión extranjera, principalmente de origen argentino. Dicho proceso se dio mediante un fuerte aumento de los rendimientos por hectárea y con una fuerte concentración de la producción que llevó a que las chacras mayores a 1000 hectáreas pasaran de representar un 20 % a mediados de la década a un 50 % en el 2010 (Gonsalves, 2010). Se advierte la misma tendencia en el acopio y distribución del grano donde se concentra en 5 firmas exportadoras el 77 % del volumen comercializado. También otros sectores agrícolas han mostrado un gran dinamismo en la última década, como el trigo, el arroz, la cebada y el girasol, lo que ha llevado conjuntamente con la soja a que el área agrícola total del país de 400.000 has en el año 2000 a 1.200.000 en el año 2011 (Anuario MGAP; 2012).
El otro sector que presento expansión fue la producción forestal, que a partir de una legislación que fomentó su desarrollo en el país en los años 90 y la instalación de una planta procesadora de pasta de celulosa en el 2005 impulsó un aumento de la superficie dedicada a este rubro de casi un millón y medio de hectáreas en el 2012. Esta expansión se dio en base a empresas transnacionales que se transforman en grandes propietarios de tierra, llevando la concentración de la propiedad de la tierra a niveles impensados para la escala uruguaya. Las tres principales empresas forestales tienen en conjunto más de medio millón de hectáreas de posesión directa (Uruguay XXI, 2013). La dinámica que imprimen estos dos rubros y la presión que ejercen sobre la tierra por las sobre ganancias de este período llevan a la reestructuración del resto de los sectores productivos agropecuarios del país. La forestación comienza a competir por la tierra con la ganadería extensiva y la agricultura con la lechería, produciendo como vimos un fuerte como se vio un fuerte crecimiento de los precios de los campos.
Pero como la suba de precios internacionales de los alimentos también impulsó una fuerte inversión tecnológica y de gestión de la ganadería y la lechería estos aumentaron su eficiencia elevando la productividad, generando aún más presiones en el mercado de tierras y un fuerte proceso de concentración de la producción en todos los rubros dinámicos. Esto quedó evidenciado con los resultados del último censo agropecuario, donde se produce un nuevo descenso en el número de pequeños productores llegando a su mínimo histórico aún por debajo de lo que representaban en 1908. En este sentido la lechería es un ejemplo ya que presenta una reducción de su área 15,0 % pasando de 1 millón en 2000 a 850 mil hás en el 2011 al tiempo que el número de productores se reduce un 23,0 %, pero su producción aumenta aproximadamente un 55,0 %. En la ganadería también se produce una fuerte intensificación de la producción por hectárea, el nivel de extracción del ganado sobre el rodeo pasa de un promedio de 10,0 % del período 1974-1990, posteriormente a un promedio de 15,0 % durante 1990 a 2000 para un 19,6 % al inicio de la década del 2000 a un 20,3 % en 2011/12, década esta última que se caracteriza por sostener este coeficiente de extracción en forma constante y no coyuntural como se observaba en las anteriores muchas veces por situaciones de liquidación de stock2 (Murguía, 2006). Esto es producto de nuevas tecnologías de cría y engorde del ganado y la aparición de la alimentación a corral y una fuerte articulación vertical con los frigoríficos que pasan a ser propiedad de capitales brasileños y que tienden a tener producción propia comprando establecimientos ganaderos de gran porte. Un segundo factor que debe ser considerado para analizar la estructura agraria actual son las modificaciones legales que se introdujeron a finales de los '90 que permitieron la compra de tierras por parte de las Sociedades Anónimas. Esta medida que buscaba fomentar la inversión en un sector deprimido resultó un incentivo muy importante en el ciclo económico de crecimiento cambiando radicalmente las características de la tenencia, ya que las personas físicas, propietarios tradicionales de los establecimientos perdieron importancia relativa frente a los inversores nacionales pero fundamentalmente extranjeros que mediante esta nueva forma jurídica de tenencia ingresaron masivamente al mercado de tierras del país. El último censo, indica que 43 % de la superficie productiva del país está en manos de estas sociedades anónimas, lo que señala la profundidad de las transformaciones en el sistema de tenencia de la tierra y la complejidad para el análisis de la estructura agraria contemporánea del país. El tercer factor asociado a estos cambios que ya se ha soslayado con anterioridad, es la extranjerización de la propiedad de la tierra por diferentes vías. La presencia de empresas trasnacionales europeas y chilenas comprando grandes superficies de tierra para la forestación, la inversión brasileña en el arroz, la industria cárnica y en los campos ganaderos así como la presencia directa de empresas e inversionistas argentinos en la soja marcan los principales rasgos de extranjerización. También es de destacar la aparición de inversiones directas en grande establecimientos en el sector en otros rubros como la lechería y la fruticultura entre otros, donde existe una presencia importante de capitales europeos. La importancia cuantitativa de esta extranjerización es difícil de estimar, dado que la mayoría de estas inversiones se realizan en forma de Sociedades Anónimas, lo que no registra por tanto nacionalidad de los accionistas. Pero sin duda estos son agentes cada vez más determinantes en estructura agraria del país, lo que supone atender en particular de sus estrategias y comportamientos, para poder dar cuenta de la influencia que pueden tener a mediado plazo en el país y su estructura agraria. El cuarto factor que combina los anteriores es sin duda el comportamiento del mercado de tierras en el país, que movido por las dinámicas que ya hemos comentado, ha tenido un ascenso vertiginoso en el número de transacciones y cantidad de hectáreas involucradas en estos últimos años. Entre el 2000 y el 2011 comercializó casi el 41 % del total de la superficie agraria del país.3
En ese periodo el número de operaciones compraventa llegaron a 25.000, significando la comercialización de 6.780.000 (DIEA, 2012). Si se analiza las ventas por escala de superficie, se aprecia que las hectáreas correspondientes al estrato de productores familiares fueron los que mayor niveles tienen de transacciones, lo que indicaría que este dinamismo en la compra de tierras tiende a afectar a los predios menores y fomentando el aumento promedio del tamaño de los predios.4 También una característica de estas compraventas es que la mayoría absoluta (54 %) del total de las hectáreas vendidas en este período, han sido adquiridas por Sociedades Anónimas.5 Esta presión sobre la tierra se observa también en el mercado de arrendamientos. En el período analizado, la superficie arrendada va creciendo año a año. En el censo del 2011 se registraron bajo esta forma de tenencia 2.500.000 de hectáreas, de las cuales 900.000 se habían arrendado ese mismo año.6 Esto muestra además de la profundidad de las transformaciones productivas y el dinamismo de los sectores agroexportadores, la fuerte presión que ejercen estos agentes económicos sobre la estructura agraria actual (MGAP, DIEA, 2012). El corolario de todos estos factores ha sido el aumento del precio de la tierra que al inicio del año 2000 tenía un valor de precio promedio por hectárea vendida de U$S 448, pasando en el 2011 a un valor promedio de U$S 3196. En las regiones con mayor aptitud agrícola el precio promedio superó los U$S 5000 a fines del período. Los precios de los arriendos también mostraron un aumento importante en el período, pasando de U$S 28 promedio en el año base a U$S 152 la hectárea en el 2011, y en los predios agrícolas el precio de arriendo promedio se ubicó por encima de los U$S 300 para ese año. El acceso a la tierra, la democratización de la estructura agraria y los intentos por reducir su grado de concentración se han visto detenidos por las dificultades y por el papel de los actores que actúan en ella.

3. La estructura agraria actual en una perspectiva histórica

En la Tabla 2 (ver Anexo) se señala la evolución entre 1908 y 2011 del número de explotaciones agrarias, de acuerdo a tres estratos de superficie según el criterio establecido por H. Finch (1980). Los factores que se han señalado anteriormente, comenzaron a operar de manera decisiva en el mundo agrario a partir del principio de este siglo, muestran sus primeros efectos globales en la estructura agraria que nos muestra el censo agropecuario del año 2011. El número de explotaciones agropecuarias se redujo casi un 20 % en la última década. En términos absolutos el único incremento fue el de los predios mayores, que aumentaron en 2,5 %, en tanto los predios pequeños se redujeron un 27 % y los medianos un 9 %. Si comparamos en términos relativos el año 2011 con lo de las dos décadas anteriores, encontramos un aumento de los predios mayores a mil hectáreas y de los predios medianos y una fuerte reducción de los pequeños. Por tanto la combinación de los procesos descritos anteriormente mostrarían una fuerte propensión a la concentración de la tierra aún más fuerte que en los procesos de liberalización de los años 90. La diferencia con ellos radicaría en que estos operaran más por la fuerza de los agentes económicos del mercado frente a la imposibilidad de regulación estatal que los anteriores, que fueron provocados principalmente por los cambios en las regulaciones en los mercados más que por una fuerza económica pujante.
Sin embargo, cuando observamos estos procesos en términos relativos (cuadros 2 y 3, ver Anexo), vemos que la estructura agraria contemporánea es curiosamente muy similar a la que existía al inicio del siglo XX, y que la misma, si bien ha sufrido transformaciones, ha mantenido estable el grado de concentración de la tierra en los estratos altos. Lo que más se destaca en esta última década es el acelerado aumento de las explotaciones de mayor tamaño, que muestra el mayor aumento intercensal de todo el siglo. En tanto los predios medianos también crecen en número de establecimiento. En cambio el estrato de explotaciones pequeñas alcanza su valor más bajo en todo el siglo, luego de haber crecido en forma sostenida hasta la década del 60 donde comienza un declive que se acelera en esta última década. Algo similar sucede cuando analizamos la variación en la superficie que es controlada por cada estrato. El estrato mayor recoge un crecimiento de casi un 4 % en tanto el peso del estrato medio se reduce en primera vez en cuarenta años, retornando a controlar la superficie que tenía en 1970 y la superficie de los establecimientos menores cae abruptamente en el período, pasando a controlar solo el 4,5 % de la superficie total. Este valor es casi similar al incremento de superficie que tuvieron los grandes predios solo en el último decenio.
El análisis de largo plazo evidencia un largo proceso de más de 40 años de aumento de la concentración de la tierra, agudizado en la última década, donde se combina la reducción de predios pequeños y ahora medianos con un aumento de la superficie bajo control del estrato mayor.

4. Población rural y cambios en la estructura agraria

Estas fuertes transformaciones producidas en la estructura agraria en la última década, han afectado significativamente a la población rural. La desaparición de casi el 30 % de las pequeñas explotaciones y casi un 10 % de las medianas, produjo una reducción de la población residente en el medio rural disperso, que ha alcanzado su mínimo histórico de 6 % del total de la población, con una reducción del periodo intercensal del 25 %. También se dio una reestructuración de los centros poblados menores, vinculados a las áreas rurales, los cuales han en muchos casos aumentado su población a causa de la articulación y servicios que le prestan a los rubros más dinámicos y a los grandes establecimientos, sobre todo en mano de obra y servicios.
Pero paradojalmente es en estos pequeños pueblos donde se encuentran los mayores porcentajes de pobreza en el país, expresando de alguna manera las desigualdades observadas en la estructura agraria. Las fuertes políticas sociales y el fomento de los derechos laborales incentivadas por este gobierno para combatir la pobreza, han logrado reducirla sustancialmente, pero la incidencia mayor de personas pobres sigue estando en estos lugares (Riella, 2009). Una interpretación posible de esta persistencia, puede explicarse por la falta de creación de una cantidad suficiente de empleos de calidad que ofrece el sector agrario que contrarreste los efectos socialmente negativos que produce una estructura agraria tan concentrada. No hay que olvidar que Uruguay es uno de los países que presenta el mayor grado de asalarización en el medio rural del mundo.

5. Estructura agraria y las políticas públicas del gobierno progresista

En general, los cambios reseñados en la estructura agraria, han sido en el sentido esperado, dadas las transformaciones productivas y el crecimiento económico que el sector ha tenido en la última década. Esta expansión capitalista en el agro, a influjo de los procesos de mundialización de la agricultura, ha coincidido en el país con la asunción por primera vez de un gobierno de izquierda, que tenía entre sus bases programáticas la defensa de la producción familiar, mejorar las condiciones de vida y de trabajo en el medio rural y medidas tendientes a reducir la concentración y extranjerización de la tierra. Estos principios programáticos, representan una larga tradición en la izquierda uruguaya y tienen un fuerte apoyo en sus bases sociales. Una vez instalado el gobierno se han ido constatando las dificultades para implementar varias de estas medidas programáticas dadas la relaciones de fuerza en la sociedad y principalmente el enorme peso de las corporaciones ruralistas para la defensa de sus intereses y también la necesidad de construir alianzas del gobierno con los sectores agroexportadores para fortalecer el crecimiento del país y el aumento de las exportaciones para obtener los recursos necesarios para llevar adelante diversas políticas públicas y sociales consideradas estratégicas por la nueva orientación del gobierno. Si bien el gobierno realizó una reforma profunda en el mercado de empleo rural protegiendo y dando derechos a los asalariados rurales que habían sido históricamente postergados, no pudo tener una política tan vigorosa en los aspectos vinculados a la estructura agraria y defensa de la producción familiar. Durante los años de gobierno se han hecho diferentes esfuerzos legislativos y se han impulsado políticas para desestimular la concentración de la tierra, controlar los usos del suelo y regular las Sociedades Anónimas, las que han tenido efecto más simbólico que real.
También se han desarrollado una política de apoyo a la agricultura familiar, pero ha sido más una política de reconocimiento que de redistribución. La acción más directa que ha llevado adelante el gobierno relacionada a la estructura agraria fue la revitalización del Instituto Nacional de Colonización que es el encargado de fomentar el acceso a la tierra de los pequeños productores que estuvo casi desmantelado en los últimos cuarenta años. Solo en el período del primer gobierno progresista, se otorgaron más hectáreas promedio que en los cincuenta años anteriores. Si bien se dinamizó y se innovó en términos de gestión de tierras y se incrementó sustantivamente su presupuesto, su acción sigue siendo aún muy marginal en la estructura agraria nacional, y sus acciones no llegan a compensar los procesos de exclusión a los que están sujetos los agricultores familiares en este período. Pero el esfuerzo legislativo y político para tratar de mitigar los mismos, han comenzado a poner estos problemas en debate público cada vez con más energía. Sin duda esto es un logro importante, en un país que el poder simbólico de las organizaciones de grandes productores es de una magnitud poco frecuente. Un ejemplo de este poder es que la propia Constitución de la República prohíbe expresamente la posibilidad de poner impuestos directos a la propiedad de la tierra, lo que ha dado lugar a la declaración de inconstitucionalidad de una de las medidas legislativas más importantes de este gobierno para atacar la concentración de la tierra con un impuesto específico que afectaba a quienes tenían más de dos mil hectáreas, que representarían a no más de mil quinientos productores de los cuarenta y cinco mil que figuran en el censo. A modo de síntesis final, el conjunto de las leyes decretos y políticas implementadas por las dos administraciones de gobiernos progresistas, no han podido revertir ninguno de los factores que están provocando la concentración de la tierra en el país. Esto se debe a la imposibilidad actual del Estado de contar con poder suficiente como para regular los procesos económicos y de mercado que producen el crecimiento del sector, sin poner en riesgo el necesario aumento constante del ingreso de divisas al país.
Pero por otra parte esto también es debido a la fuerza de las organizaciones de los grandes empresarios rurales, que con sus alianzas políticas han ido minando todo intento del gobierno en esta dirección. Sin embargo, dada la clara opulencia del sector y de sus empresarios en los últimos años, en cada batalla simbólica frente a las medidas del gobierno, las gremiales y sus aliados han visto debilitada su legitimidad ante la opinión pública. Por ello estas discusiones y conflictos para regular y actuar sobre las formas de tenencia y la distribución de la tierra, siguen muy vigentes y están comenzando a formar parte de los principales temas en la agenda política del país. Para cerrar esta reflexión es importante destacar la concomitancia de dos fenómenos, uno de carácter económico y otro de carácter político, que dan rasgos particulares a este periodo y ayudan a una mejor comprensión de sus conflictos. El primero refiere a que en esta última década se produce el mayor crecimiento del sector dejando atrás décadas de estancamiento de la producción agropecuaria nacional, a raíz de la intensificación del capital, mayor integración al mercado mundial y la emergencia de nuevos actores transnacionales, se profundizan las relaciones sociales de producción capitalista en la sociedad rural uruguaya como nunca antes se había observado. Pero, paradójicamente, junto a esto se da la llegada por primera vez al gobierno de un partido de izquierda el cual tenía un programa político que comprendía una serie de medidas destinadas a superar el estancamiento y abatir la concertación. Pero dado que al asumir se encuentra ante un sector en vigoroso crecimiento, debe ajustar y reformular su estrategia política para seguir impulsando dicho crecimiento.

Anexo

Tabla 1. Evolución del precio de la tierra

Tabla 2. Evolución del número y el porcentaje de explotaciones en el Uruguay según estratos de tamaño

Tabla 3. Evolución de la superficie ocupada de las explotaciones agropecuarias en el Uruguay según estratos de tamaño

Tabla 4. Incidencia de la pobreza (personas) por área geográfica, según año (en %). LP 2006

Notas

1 Históricamente el precio de la tierra en Uruguay a igual calidad del suelo, han sido más bajos que en los países fronterizos (Vasallo, 1994).

2 Anuario Estadístico - MGAP, 2000.

3 La superficie que cambio de propietario descontando las transacciones repetidas fue el 84 % del área comercializada en el periodo 2000-2007, o sea 4,3 millones de hectáreas sobre 5.1 millones.

4 36 % de la superficie vendida corresponde a superficie <500 hás) (Gonsalves, 2010).

5 En el período 2000-2008 los uruguayos compraron 1,75 millones de has menos que las que vendieron en el mismo periodo, pasando estas a manos de extranjeros y especialmente a Sociedades Anónimas.

6 El plazo de arriendo más común es de entre uno y dos años por contrato, aunque también existe un 20 % de arriendos plazos mayores a 3 años vinculados a la ganadería.

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