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Pampa (Santa Fe)

versión On-line ISSN 2314-0208

Pampa  no.13 Santa Fe jun. 2016

 

ARTÍCULOS

La universidad en la promoción de procesos de desarrollo local: reflexiones alrededor del proyecto «Universidad en el Campo»

 

Marlon Javier Méndez Sastoque y Gloria Esperanza Jurado Gallego

Facultad de Ciencias Agropecuarias
Universidad de Caldas, Colombia
Email: marlon.mendez@ucaldas.edu.co

Facultad de Ciencias Agropecuarias
Universidad de Caldas, Colombia
Email: gloria.jurado@ucaldas.edu.co

Fecha de recepción: 10 | 06 | 2015
Fecha de aceptación final: 01 | 12 | 2015


RESUMEN

Se reflexiona sobre del rol de la universidad en la promoción de procesos de desarrollo local, mediante el análisis de un caso particular: el proyecto «Universidad en el Campo», experiencia que unió a seis universidades en torno a un objetivo común: generar procesos de desarrollo, mediante el diseño y la ejecución de un programa de educación superior dirigido a jóvenes rurales en condición de vulnerabilidad socioeconómica, en cuatro países de América Latina (Colombia, Bolivia, México y Nicaragua). El análisis permitió identificar cuatro roles sociales protagónicos: a) la universidad como potenciadora del accionar cooperativo, b) la universidad como fortalecedora del tejido social local, c) la universidad como ampliadora de círculos de relacionamiento y d) la universidad como promotora de redes para el desarrollo. Se concluye que contribuir a fortalecer las capacidades locales para la gestión del desarrollo es el principal aporte de la extensión universitaria a la transformación social.

Palabras clave: Universidad y Desarrollo; Extensión universitaria; Desarrollo rural local.

SUMMARY

The university in the promotion process of local development: reflections about «University in the Field» Project

It reflects on the role of universities in promoting local development processes, through the analysis of a particular case: the project «University in the country», experience that joined six universities around a common aim: generating processes of development through the design and implementation of a program of higher education for rural youth in poverty, In four Latin American countries (Colombia, Bolivia, Mexico and Nicaragua). The analysis identified four main social roles: a) the university as increaser of the cooperative actions, b) the university as empower of the local social tissue, c) the university as expander of circles of relationships, and d) the university as promoter of development networks. We conclude that contribute to reinforcement the local capacities for development management is the main contribution of university extension to social transformation.

Key words: University and Development; University extension; Local rural development.


 

1. Introducción

La ponencia tiene como fin reflexionar sobre el rol de la universidad en la promoción del bienestar de las poblaciones asentadas en sus áreas sociogeográficas de influencia, a partir de los aprendizajes derivados de la ejecución de un proyecto específico: «Universidad en el campo», cuyo objetivo fue brindar educación superior a jóvenes rurales en condición de vulnerabilidad socioeconómica, en zonas seleccionadas de cuatro países de América Latina: Colombia, Bolivia, México y Nicaragua. «Universidad en el campo», actualmente en fase de cierre, es una propuesta financiada por la Unión Europea, realizada en el marco del Programa ALFA III, que unió y comprometió a seis universidades, cuatro latinoamericanas y dos europeas: Universidad de Caldas (Colombia), Universidad Mayor de San Andrés (Bolivia), Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (México), Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Nicaragua), Universidad de Valladolid (España) y Universidad Guglielmo Marconi (Italia), en torno a la promoción del desarrollo en zonas rurales deprimidas, en esta ocasión enfatizando el componente educativo.
Como resultado macro del proyecto, entre enero de 2011 y diciembre de 2014, 378 jóvenes rurales fueron graduados y titulados como Técnicos Profesionales en Producción Agropecuaria Sostenible, anhelando que la educación brindada constituya un aporte significativo al mejoramiento de la condición de vida personal y familiar de cada nuevo profesional, pero también y sobre todo al desarrollo de las localidades de influencia: que ellos y otros pobladores encuentren estímulos, en el lugar donde viven, para construir allí mismo su futuro. Cumplir con la tarea descrita y mantener el deseo arriba expuesto demandó, en los distintos países, universidades dispuestas, no únicamente a formar y ofrecer programas académicos, sino a integrarse como agentes coparticipes en la planeación y operación de procesos integrados de desarrollo local.
Alrededor de la educación rural, el proyecto permitió, en la práctica, develar el rol de la universidad como:

• Potenciadora del accionar cooperativo, en este caso a partir del proyecto «Universidad en el campo».
• Fortalecedora del tejido social en cada localidad o región de incidencia, habilitada para coadyuvar a mejorar la capacidad de diálogo y construcción de sinergias entre actores.
• Ampliadora del círculo de relaciones sociales a ámbitos socioespaciales más amplios y diversos.
• Promotora de la conformación de redes solidarias, dirigidas tanto a solucionar problemáticas comunes como a la activación de potencialidades locales y regionales.

Se trata de variados roles a cumplir, identificados a partir de una experiencia concreta, extrapolables a otros casos en la que la universidad incide integralmente en lo local, así su intervención, en apariencia, sea muy puntual o específica. Son papeles asumidos en la convivencia con otros, que dan cuenta de la relación interactiva entre la universidad y el medio del cual forma parte, desde esta perspectiva definidores del vínculo entre universidad y desarrollo.

2. Universidad y desarrollo

Actualmente, el modelo de relación entre universidad y sociedad experimenta un proceso de mudanza, pasando de un patrón basado en la oferta de servicios (educativos, investigativos y de desarrollo tecnológico) a una dinámica de involucramiento más activo con las problemáticas regionales y locales (Di Meglio y Harispe, 2015). En estos casos, siguiendo a los mismos autores, el elemento innovador más relevante ha sido el compromiso con la cooperación horizontal, contribuyendo a consolidar entre los diversos agentes constructores de las dinámicas territoriales prácticas asociativas para la resolución colectiva de problemas. En concreto, el rol de la universidad, concibiéndose como un actor más entre otros, correspondería al de mediador en procesos de vinculación e intervención multiactoral en torno a asuntos de interés común, siendo esta una estrategia universitaria dirigida a la promoción del desarrollo en sus áreas socioespaciales de influencia. En este contexto, el desarrollo local es entendido como una práctica social principalmente cimentada en la movilización y búsqueda de sinergias entre múltiples actores para plantear y negociar soluciones a problemáticas compartidas o comunes, manteniendo un diálogo fluido directo y horizontal con las instituciones y centros de decisión (Houée, 1996). Esta construcción colectiva implica, además de procurar la asociación, conformar redes de compromiso cívico que deriven en acciones que activen, combinen y utilicen los recursos existentes y puestos por las partes al servicio de la causa en común (Barreiro, 2000).
Se trata de un proceso básicamente fundado en la cooperación y negociación entre actores, que implica la alianza entre agentes ubicados en distintos niveles de acción y decisión (locales, regionales, nacionales e internacionales), el consorcio de los agentes locales con pares extralocales y la articulación consensuada entre los sectores público y privado (Gallicchio, 2004). Corresponde a un proceso de concertación entre los diferentes sectores y fuerzas que conviven e interactúan en un mismo territorio, agrupados para impulsar un proyecto colectivo que, dado su carácter democrático, contempla la participación propositiva y permanente de la ciudadanía involucrada (Enriquez, 2003). B¡ajo esta óptica, coadyuvar a generar en el territorio procesos de concertación y cooperación entre los diferentes actores y sectores sociales, económicos y políticos, así como sensibilizar a los distintos agentes sobre las bondades de una planificación participativa y pactada de objetivos y estrategias de desarrollo (Cañarte y Machado, 2012), haría parte del papel de la universidad en su relación con el entorno. Es una tarea que le demanda, entre otras acciones, avanzar en el conocimiento de realidad local particular (de las dinámicas sociales, políticas, económicas resultantes del encuentro entre los diversos actores), acogiendo el medio en que se encuentra inmersa, así como también su propio actuar, como objetos paramentes de estudio y reflexión.
Es en este marco que la «Universidad en el Campo», asumida esta vez como objeto específico de estudio y no solo como práctica de intervención social, revela el rol de las universidades en la promoción de procesos de desarrollo local, permitiendo observar los diferentes matices de dicha función desempeñada, asunto del cual a continuación se da cuenta.

3. La Universidad como potenciadora del accionar cooperativo

La comunicación dialógica entre universidad y comunidad, concretada a partir de acciones y procesos intra y extrauniversitarios dirigidos a fomentar y generar el bien común (Torres y Trápaga, 2010), conlleva a la integración de múltiples actores y a la propuesta consensuada de actuaciones conjuntas. Esto implica, en la práctica, diseñar y ejecutar proyectos y programas con beneficios y expectativas compartidos, surgidos del trabajo en equipo de agentes congregados por una idea en común. Para el caso de estudio, la intención de intervenir sobre una realidad rural con rasgos característicos más o menos comunes: altos índices poblacionales de pobreza, bajos ingresos familiares, acceso limitado a los activos productivos, escasas alternativas de obtención de ingresos para el sustento familiar, un sistema educativo deficiente en calidad y pertinencia en relación con las necesidades y potencialidades rurales, sumado al reconocimiento, también compartido, de la existencia en el campo de gente talentosa con capacidad de transformación social, fue lo que motivó el encuentro de las partes.
Agregado a la oportunidad de encontrar eco en actores sociales y económicamente menos próximos, pero sí con intereses compartidos en torno al desarrollo y el bienestar social, la intención señalada se concretó en un único propósito que unió a las seis universidades mencionadas: estructurar un programa de educación superior articulado con la educación media, que permitiera la inclusión de jóvenes rurales en condiciones de vulnerabilidad socioeconómica. Superando el localismo y aprovechando las oportunidades brindadas por el medio externo, en este caso la cofinanciación vía cooperación internacional, surgió el proyecto «Universidad en el Campo: programa de formación para jóvenes rurales». Una primera medida para potenciar y propiciar la acción cooperativa fue identificar y convocar a los actores públicos y privados directamente comprometidos con la educación rural en los distintos ámbitos locales/regionales. Representantes de gobernaciones, alcaldías, secretarías de educación, corregidores y líderes comunitarios, una vez enterados de los objetivos del proyecto y convencidos de su conveniencia, coadyuvaron, proporcionando información clave y definiendo criterios debidamente sustentados, tanto a focalizar las poblaciones a integrar al proyecto como a identificar y convocar a las instituciones de educación media con las que posteriormente se estableció convenio. Luego de esto, directivos de los colegios seleccionados se integraron a cada equipo nacional y regional.
El trabajo en equipo permitió determinar la conveniencia de crear un programa de formación técnica profesional en producción agropecuaria sostenible articulado a la educación media de cada país, a su vez acorde con la estructura curricular de programas afines de formación profesional ofrecidos por las universidades latinoamericanas copartícipes. Las estrategias pedagógicas a utilizar, las competencias profesionales a desarrollar, las materias integradas al plan de estudio y los micro-currículos de cada asignatura fueron discutidos y decididos por el equipo en encuentros presenciales y virtuales. En cada nación, las universidades adelantaron los trámites necesarios para aprobar el programa y autorizar su apertura, recurriendo a las debidas autoridades educativas, según las propias normativas. En este caso, conformar comunidades de cooperación, acción basada en el compromiso de múltiples actores con la solución de problemáticas sociales, constituye el rol de la universidad actual. Tarea que implica propiciar el encuentro propositivo y proactivo entre agentes universitarios y no universitarios, que derive en procesos de unión, toma consensuada de decisiones y organización para la gestión colectiva de recursos.
En la labor de potenciar el accionar cooperativo, los equipos de trabajo procedieron apegados a tres principios básicos, no solo enunciados sino sobre todo concretados en la práctica: horizontalidad, desarrollo endógeno y autodeterminación. En este sentido, la imposición de formas de pensar y actuar, procedimiento diametralmente opuesto a los principios promulgados, estuvo siempre al margen del proceso. Cada una de las partes, incluyendo la de las universidades europeas, participó plenamente, en igualdad de condiciones, en la definición de las guías de trabajo, las directrices curriculares a seguir y los resultados esperados de la innovación educativa a introducir. Respecto de la cooperación internacional recibida, en coincidencia con lo expuesto por Didriksson (2008) sobre el tema, ésta no fue entendida como el factor central del desarrollo, sino como aquella parte que apoyó: a) la potenciación de la capacidad local para gestionar su propio bienestar, b) la generación de habilidades para obrar juntamente con otros y c) los esfuerzos realizados para reducir las brechas educativas existentes. Como resultado final del proyecto, previendo dar continuidad al proceso desatado y aprovechar aún más la experiencia adquirida, se creó entre las instituciones partícipes la Red Nacional e Internacional de UniversidadesRed UNICA, que tiene como objeto principal desarrollar procesos conjuntos que contribuyan a mejorar la calidad de la educación superior en América Latina.
En síntesis, fortalecer la capacidad de acción de las colectividades locales para fomentar procesos endógenos de desarrollo, relacionarse con otros, trabajar en equipo, juntar y compartir recursos y crear sinergias en torno a objetivos comunes es el fin esperado de la cooperación potenciada.

4. La Universidad como fortalecedora del tejido social local

Instaurar el proyecto en cada localidad implicó, como primera medida, identificar a los actores relevantes, de obligatoria participación e interesados, para luego definir los grupos de interés, sus responsabilidades, tipo de participación y nivel de involucramiento en cada etapa del proceso. Una vez realizado el ejercicio en cada localidad y conocido el perfil de cada actor, emergió como factor común la necesidad de propiciar el trabajo en equipo, equilibrando las disparidades halladas en la capacidad diferenciada de cada una de las partes para participar en el proceso: actores con mayor o menor experiencia en la formulación de proyectos, la administración financiera y el trabajo interinstitucional. Reconocida esta diversidad, se sumaron voluntades para cooperar unos con otros, en un marco de responsabilidad, compromiso compartido y respeto a la diversidad cultural.
Un caso relevante de esta circunstancia y de la forma de actuar de las universidades es el boliviano, que en particular involucró la participación de comunidades y líderes indígenas junto con representantes de instituciones educativas, alcaldías, secretarías de educación y empresas privadas del sector productivo, en un contexto social distinguido por la presencia de estratos sociales dominantes y subalternos (Vieira y Aillón, 2014), donde ha primado la ideología de menosprecio a lo nativo o indígena (Bello y Rangel, 2002). En Bolivia, implementar el proyecto significó integrar activamente a los representantes de las comunidades indígenas, no solo como objetos sino como sujetos aportantes y protagónicos en la definición de los rumbos a seguir. Ellos participaron en igualdad de condiciones en el diseño y puesta en marcha de los planes locales y en la revisión de los currículos del plan de estudio aprobado. En las localidades de Tumupasa y Viacha, los distintos actores reunidos y trabajando en equipo discutieron y firmaron cartas de intención que contemplaron la participación de las autoridades indígenas originarias en la estructuración de la propuesta educativa y la revisión analítica y propositiva de módulos y contenidos. Esta inclusión se promovió siendo conscientes de las estructuras locales de poder y previendo la posible conflictividad entre las partes. Dicho proceder, fundamentado en la intención de quebrar la reproducción de una cultura neocolonial predominante que busca mantener las relaciones de subordinación de las nacionalidades nativas, puede ser interpretado como una contribución concreta a contrarrestar la presencia de sistemas educativos opuestos al reconocimiento de la diversidad y la multiculturalidad crítica (Walsh, 2012). Modelos conducentes a integrar y asimilar a los distintos grupos étnicos a la cultura hegemónica.
La estrategia, consistente en integrar al ejercicio de construcción curricular a actores que habitualmente están fuera y en dar voz a los que casi nunca la tienen, permitió a los participantes, próximo a lo expuesto por Chávez y Falla (2004) al referirse a procesos similares, experimentar procesos progresivos de empoderamiento en sus deberes y derechos ciudadanos. En este caso, el rol de la universidad es, y ha de ser, esforzarse por crear un cierto clima social capaz de romper con inercias e inequidades heredades hoy constatadas como injustas e ineficaces. En síntesis, la experiencia permitió reconocer que promover procesos de construcción curricular incluyente y participativa es un medio, pero también un fin, para: a) reforzar el compromiso universitario de contribuir a formar sociedad y actores deliberantes capaces de sustentar y discutir sus demandas frente a las opciones que el Estado y los distintos estamentos públicos y privados ofrecen, y b) potenciar la cultura cívica de participación en el debate educativo como deber ciudadano.

5. La Universidad como ampliadora de círculos de reracionamiento

En los contextos locales de trabajo, en mayoría correspondientes a escenarios rurales socioeconómicamente deprimidos y espacialmente aislados de poblados rurales o urbanos más dinámicos, la escala proyectiva, es decir, la escala de análisis del espacio propio a la que la comunidad estudiantil proyecta su visión de mundo (Vilarrasa, 2003), se amplío en varios casos de la microlocal (correspondiente al poblado en el que viven) a las esferas municipal y estatal, cuando no a las escalas supranacional o mundial. En estos casos, la misión de la universidad como ente educativo ampliador de fronteras y círculos de relacionamiento social resalta entre sus múltiples quehaceres.
En el marco del proyecto «Universidad en el Campo», los estudiantes del Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario No. 67 tuvieron la oportunidad de ampliar su escala proyectiva, a partir de una experiencia escolar empresarial. Conformaron la empresa CBTA 67, dedicada a la transformación básica de productos primarios: producción de yogures y kumis, diferentes presentaciones de frutos secos, conserva y pulpas de fruta, hoy comercializadas en el mismo colegio y en centros recreacionales públicos y privados del municipio de Itzmiquilpan, Hidalgo. Ligado a la consolidación y perfeccionamiento de la empresa, contando con el apoyo familiar, gubernamental y escolar, los estudiantes lograron participar activamente en eventos asumidos, desde la perspectiva expuesta, como extensores de sus proyecciones colectivas e individuales de vida a escalas socioespaciales mayores. Participaron de la Semana Nacional PyME, celebrada en México D.F., organizada por la Subsecretaría para la Pequeña y la Mediana Empresa de la Secretaría (ministerio nacional) de Economía, en donde recibieron atención profesional integral para incrementar la productividad, intercambiar experiencias y hacer contactos de negocios. Asistieron a Expo Agroalimentaria Guanajuato 2012, uno de los más importantes foros a nivel nacional y latinoamericano para la promoción de la innovación y el desarrollo tecnológico en el sector agropecuario, a la que asistieron líderes en la materia provenientes de 67 países, entre los que destacan Israel, Holanda, Estados Unidos, España, Australia, Francia, Brasil, Argentina, China y Canadá. Como antesala de la semana nacional, participaron de la Semana Regional PyMEHidalgo, enfocada a debatir con los empresarios alrededor de tres temas prioritarios: financiamiento, capacitación y posibilidad de creación de encadenamientos productivos con otras empresas.
Leyendo entre líneas, la participación en cada escenario mencionado, tal como la vivencia en sí de acceso a un modelo educativo universitario que lo promueve y permite, puede entenderse como una oportunidad de apertura a espacios que superan el mundo o micromundo inmediato, contribuyendo a la transformación de identidades fragmentadas y aisladas en el territorio, en identidades vinculadas a redes más extensas de configuraciones diversas (Castells, 1997). Se trata de jóvenes rurales en proceso de exploración del mundo, para quienes la universidad ha sido fuente de ampliación de perspectivas. Complementariamente no hay que perder de vista que este aumento de escala proyectiva tiene un efecto no solo individual sino también de orden local y regional. Como anotan Caravaca et al. (2005) al referirse a procesos de innovación territorial, tanto la multiplicación, la diversificación y la conectividad de los actores locales, como su participación en redes, instituciones u organismos cuyos ámbitos de acción se amplíen a otras escalas, puede servir para difundir conocimientos hacia la comunidad local.
Para el caso en cuestión, las experiencias adquiridas fueron compartidas con las comunidades de origen, extendiendo su efecto sobre un número más amplio de actores. Para ello se organizaron encuentros interestudiantiles, con la participación adicional de docentes, padres de familia y productores. De igual forma, los aprendizajes resultantes del proceso formativo fueron extendidos a otros mediante la propuesta y ejecución de proyectos productivos, iniciativas que propiciaron: a) la constitución de alianzas entre estudiantes, productores locales y empresarios privados, b) la búsqueda de nuevos socios, mercados y canales de comercialización, y c) el impulso a la creación de marcas colectivas y de denominación de origen. En resumen, «Universidad en el campo» permitió evidenciar que propiciar la ampliación de los círculos de relacionamiento, además de contribuir a complejizar y extenderlas escalas proyectivas grupales e individuales, favorece el encuentro colaborativo entre actores, la creación de redes internas y la integración (de actores y redes locales) en redes externas de interés.

6. La universidad como promotora de redes para el desarrollo local y regional

Que las instituciones públicas y privadas, junto a organizaciones y empresas locales, puedan cooperar en proyectos comunes de carácter innovador, demanda crear un clima de confianza, inclusive una cultura solidaria, habitualmente difícil de alcanzar (Méndez, 2002). Favorecer este proceso, acudiendo a la confianza que aún la universidad genera en contextos regionales y locales como en los que se llevó a cabo el proyecto «Universidad en el Campo», es uno de los papeles a cumplir. Como plantea Cabrero (2005), el gobierno no puede actuar solo, requiere de la convergencia de la sociedad. No obstante, la corriente desconexión entre gobierno y sociedad produce frustración y un aprendizaje negativo, que hay que superar en beneficio del bienestar social. Servir de catalizador, propiciando un nuevo escenario para la convergencia y reforzando los niveles de confianza y relacionamiento entre los actores locales, sería el rol de una universidad comprometida con la democratización y el cambio social.
Actuando en el contexto latinoamericano, en distintas circunstancias caracterizado y dominado por un verticalismo que conduce a la fragmentación y la incapacidad para desarrollar una cooperación horizontal (Molenaers, 2006), la experiencia reveló la importancia crucial de este función integradora. En México, la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo logró firmar un acuerdo de cooperación entre la Sociedad Mexicana de Educación Agrícola Superior y la Dirección General de Tecnólogos Agropecuarios. En Bolivia, al interior de la Universidad Mayor de San Andrés se firmó un Memorándum de Entendimiento entre la Facultad de Agronomía, el Departamento de Investigación, Postgrado e Interacción Social (DIPGIS) y el Instituto de Desconcentración Regional Universitario para dar continuidad al proyecto «Universidad del Campo», ampliando la cobertura a otras zonas rurales priorizadas. Para tal fin, esta alianza actualmente gestiona la obtenció de recursos púlicos provenientes del Impuesto Directo de Hidrocarburos (IDH). Complementariamente, las autoridades originarias indíenas de las comunidades focalizadas gestionaron ante el Honorable Consejo Indígena Nacional incluirlo en la Agenda 2014, buscando garantizar la continuidad e institucionalización del programa en sus comunidades y otras del país.
En Nicaragua, la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua viene trabajando de la mano con los gobiernos locales (alcaldías), otras instituciones gubernamentales y las comunidades rurales de cada municipio en procura de sumar recursos para mantener el proyecto. La valoración positiva y la confianza generada por la propuesta motivo la firma de un convenio con el Consejo Nacional de Universidades (CNU) y sobre todo la inclusión oficial del proyecto en los planes de desarrollo de varios municipios participantes. En Colombia, la Universidad de Caldas, también como resultado del reconocimiento regional de la labor realizada en el marco del Programa Alfa III, consiguió dar continuidad y extender el proyecto mediante la firma de un convenio con el Comité de Cafeteros de Caldas (entidad paraestatal), el Ministerio de Educación Nacional, la Central Hidroeléctrica de Caldas (empresa privada cofinanciadora) y la Gobernación del Departamento de Caldas, aunando esfuerzos en pro del desarrollo rural local y regional. En cada caso quedó más que demostrado que las facultades y universidades pueden ejercer un papel decisivo en el impulso a la formación y mantenimiento de redes para el desarrollo local y regional, llevando a cabo una acción básica: contribuir a generar un clima de confianza mutua entre los actores involucrados, que haga posible la concertación/cooperación y propicie un sentimiento de identidad colectiva, capaz de sustentar proyectos comunes y movilizar comunidades locales a favor de objetivos estratégicos colectivos (Caravaca et al, 2005).
Recapitulando, «Universidad en el Campo», más allá de contribuir a mejorar la escuela y la educación rural en las localidades involucradas, formar y graduar a 378 jóvenes rurales como técnicos profesionales en producción agropecuaria sostenible y mejorar sus condiciones individuales y familiares de vida, como proyecto de universidad aportó a fortalecer la capacidad de acción de las colectividades locales para el desarrollo, a promover el diálogo intercultural a potenciar los vínculos entre distintas escalas espaciales y a generar institucionalidad en torno al desarrollo local y regional.

7. Lecciones aprendidas

En términos generales, el proyecto «Universidad en el campo» permitió evidenciar que las universidades pueden desempeñar un papel decisivo en la promoción social del desarrollo:

a) Promoviendo y facilitando el encuentro colaborativo entre actores alrededor de asuntos de interés común, bien sea referidos a la resolución de problemas, el aprovechamiento de oportunidades brindadas por el medio o la proposición de ideas creativas en pro del bienestar social que acorten la distancia entre lo real y lo posible. Esto incluye estimular la participación colegiada de los diferentes niveles de gobierno, el sector privado y toda una serie de actores afines a los propósitos seguidos.
b) Generando condiciones de confianza que potencien la agregación de actores alrededor de acuerdos de cooperación, recurriendo a la credibilidad y buena reputación otorgada por la sociedad y la ciudadanía respecto del buen manejo y la gestión de lo público.
c) Impulsando el derecho de los ciudadanos a participar en la toma de decisiones que afectan su propio devenir, propiciando su coparticipación en la identificación y priorización de problemas, la definición de los objetivos a alcanzar, la formulación de los proyectos a emprender, su ejecución, evaluación y control. La meta es contribuir a la formación de ciudadanos efectivos, capaces de ejercer sus derechos y deberes, conscientes de su responsabilidad en la construcción de bienestar.
d) Dedicando más tiempo y recursos a la creación de capacidades locales para la gestión del desarrollo. En este sentido, en adición a los propósitos particulares a cumplir, cada programa o proyecto en el que la universidad concurra también ha de asumirse como campo de aprendizaje colaborativo-interactivo, en beneficio del fortalecimiento de las capacidades de cada una de las partes.

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