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Pampa (Santa Fe)

versión On-line ISSN 2314-0208

Pampa  no.16 Santa Fe dic. 2017

 

El productor silencioso: destino del gran actor de la modernización de los años 1960-70 en la actual copresencia de agriculturas de la región pampeana argentina

Albaladejo Christophe
Red Agriterris, Instituto Nacional de la Investigación Agronómica de Francia (INRA) Francia y Consejo Nacional Investigaciones Científicas y Técnicas, Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (CONICET IMHICIHU) Argentina.
E-mail: christophealbaladejo@icloud.com

Cittadini Roberto
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Argentina, Red Agriterris, asociado a LABINTEX y a la UMR Innovation (INRA/CIRAD/Supagro) Francia
E-mail: cittadini.roberto@inta.gob.ar

Fecha de recepción: 28 | 03 | 2016
Fecha de aceptación: 22 | 06 | 2016

RESUMEN

En la región pampeana argentina, pese a las declaraciones de muchos actores y afirmaciones en la literatura, estimamos que el modelo de agricultura del agribusiness representado por los "nuevos productores" de la soja no puede ser considerado como una profundización del modelo de modernización anterior, de los años 1960-70, sino que debe ser entendido como un proceso nuevo en ruptura con dicha modernización. ¿Cuál es entonces el destino de los actores que eran la base del modelo de modernización anterior y en particular del productor moderno convencional? Surgió paralelamente al agribusiness, y desde los años 2000, un nuevo sujeto social en lo rural argentino: el "productor familiar". Pero ninguno de los dos sujetos, agricultor familiar y agribusiness, representa lo esencial del productor "moderno" autónomo que estuvo en el centro de la modernización "clásica" de los años 1960-70.  En este trabajo mostramos el carácter heurístico de centrar el foco de la atención sobre el destino de la base social de la modernización anterior, y la importancia oculta de su rol actual en los territorios y el agro, pese a su repentina desaparición de los discursos y de las representaciones sociales, así como de las políticas públicas.

Palabras clave: Productor agropecuario; Región pampeana; Territorios rurales; Agricultura familiar; Modernización agropecuaria.

SUMMARY

In the Argentine Pampas region, despite the statements of many actors and statements in the literature, we estimate that the agricultural model of agribusiness represented by the "new soy farmers" cannot be considered as a deepening of the previous model of modernization, of 1960-70, but it should be treated as a new process breaking with such modernization. What then is the fate of the actors who were the basis of previous modernization model and in particular the conventional modern producer? It emerged parallel to agribusiness, and since 2000, a new social subject in rural Argentina: the family farmer. But none of the two social actors - family farmers and agribusiness manager - represent the essence of the « modern producer » who was at the center of the "classic" modernization of 1960-70. In this paper, we demonstrate how heuristic is to place the focus of attention on the fate of the social base of the previous modernization, and the hidden importance of his current role in the territories and the agriculture, despite the sudden disappearance of the speeches of agricultural sector and of social representations and public policies.

Key words: Agricultural producer; Pampas region; Rural areas; Family farming; Agricultural modernization.

1. Introducción

El agro pampeano ha conocido una expansión considerable de su producción de granos y en particular de soja. Esa expansión ha venido de la mano no sólo de la incorporación de tecnología, sino también de una convergencia de diversos otros tipos de cambios: nuevos sujetos sociales, nuevas organizaciones, nuevos discursos y nuevas identidades individuales y colectivas, cambios en la tenencia, en el trabajo agropecuario, etc. Esa convergencia y esa coherencia, entre una multitud de cambios, nos hace pensar que emergió lo que algunos autores llaman una "Revolución agropecuaria" (Mazoyer y Roudart, 2002; Albaladejo y Arnauld de Sartre, 2012). En realidad, estos cambios tienen más coherencia e impulso dentro del mundo de los cultivos y llegan, nos parece, sólo por "rebote" a la actividad ganadera aunque sea con cambios de magnitud (intensificación forrajera, feed-lots, desarrollo de la producción aviar y porcina), con lo cual se trataría más bien de una Revolución agrícola, y hasta se puede decir de los cultivos extensivos; lo que le quita universalidad.
Claramente, este conjunto sistémico y dinámico de cambios tiene características de Revolución en el sentido de Mazoyer, o sea, de cambio completo de paradigma, y por poco universal que haya sido dentro del mundo agropecuario no se puede negar su amplitud territorial (expansión de la frontera agrícola) y en la ámbito de la producción, así como su fuerte correspondencia con el surgimiento de un mundo socioproductivo específico -para no llamarlo un "subsector" del agro- con sus sus actores, su tecnología, sus representaciones y discursos, etc. y hasta, según el concepto de Lyotard (1979), su propio "gran relato".
Aunque esas transformaciones muy llamativas del agro pampeano han sido muy bien descriptas en la literatura en términos de la emergencia de una nueva base social para la producción de granos (Gras & Hernández, 2007; Hernández, 2009), así como sus impactos sociales, territoriales o ambientales han sido evaluados y discutidos (Pengue, 2005; Bidaseca y Gras, 2008; Maldonado, 2013), curiosamente pocos autores se preguntaron qué pasó con la base social del modelo anterior de modernización de los años 1960-70. Y, cuando lo hacen, centran su análisis en describir su natural tendencia a desaparecer, a ser agricultores "familiares alternativos" o a transformarse en actores capitalistas plenamente integrados en el nuevo paradigma productivo (Balsa, 2006; Azcuy Ameghino y Martínez Dougnac, 2011). Es que para llegar a esta pregunta, hay que interpretar como una "Revolución" a los cambios tecnológicos de los años ‘90, o sea, que no hay que pensar esta modernización como una profundización de la anterior, sino como un paradigma nuevo, cuyos gérmenes no necesariamente estaban irremediablemente incorporados en la modernización anterior.
Además, es necesario formular una hipótesis de "superposición" (o sea copresencia) de los modelos modernos de agricultura, en la cual varios paradigmas de modernización pueden estar presentes, sin que uno sea necesariamente la "evolución" del anterior, y conduzca a su irremediable reemplazo. La visión evolutiva de los cambios a la cual aquí nos oponemos transforma de hecho, sin cuestionarlo, toda manifestación de lo anterior en una reliquia o una resistencia. En cambio, nuestra visión "agregativa" de los modelos de modernización no deslegitima a priori los sujetos, objetos, saberes, etc. que no se corresponden con los cambios dominantes, y no les quita la posibilidad de que representen una forma distinta pero actual y activa de modernización. Así, esa visión agregativa conserva la posibilidad de indagar la suerte y el destino propios de toda forma de agricultura, y plantea entonces un desafío en términos de políticas públicas: acompañar la diversidad no sólo de sujetos sociales en el agro, sino de paradigmas de producción.
De hecho, desde hace quince años en Argentina, en forma a priori parecida a lo que pasó en Brasil, se hizo visible y se legitimó e institucionalizó una forma de producción llamada "agricultura familiar" que reivindica una coherencia propia y políticas públicas específicas (Albaladejo, 2009). Si bien no representa ninguna novedad, ya que los sistemas familiares de producción han sido siempre desde tiempos históricos muy presentes en Latinoamérica, es totalmente nueva su visibilización, reivindicación como tal y al fin su legitimación en el mundo del desarrollo.
Las dos formas de producción -agronegocios y "agricultura familiar"- están presentes en forma paralela (aunque muy desequilibrada) en el Estado, en el territorio y hasta en la ciencia. La agricultura familiar tiene un Ideal-Tipo ligado a lo local, es diversificada y pluriactiva, orientada hacia mercados de proximidad, portadora de los valores de la agroecología, etc. (Giscard, Allaire & Cittadini 2015).
En la región pampeana, aunque esta forma de agricultura se ha podido interpretar en términos de marginalidades o resistencias, o a lo mejor como "modelo alternativo", ha sido también interpretada como relacionada a modelos que no necesitan posicionarse u oponerse al modelo hegemónico porque tienen su lógica propia, siendo soportada por "innovaciones discretas" (Albaladejo 2004), o sea, por un modelo emergente que es capaz de coexistir con el modelo dominante de los agronegocios. Esta forma de agricultura encuentra un terreno particularmente favorable en zonas periurbanas, que son facilitadoras de estrategias de pluriactividad y/o de valorización directa de sus producciones, y está más ligada a una lógica de producción artesanal que a la producción masiva del agronegocio (Giordano et al., 2015).
Nuestra visión "agregativa", resultado de una combinación de hipótesis (Albaladejo, 2008, 2009) hasta hoy no formuladas por otros autores en la literatura, nos conduce entonces a preguntarnos cuál es el rol actual en el sector y en el territorio de la base social del modelo anterior de modernización, y a preguntarnos cuál ha sido la suerte de este modelo: ¿Cómo se transformó?  ¿Cómo se ubica dentro de este nuevo contexto argentino de surgimiento de un paradigma de agronegocios y de agricultura familiar? ¿De qué modernización es hoy portadora su base social?
Nuestra hipótesis es que actualmente no se corresponde con ninguno de los dos paradigmas emergentes que acabamos de mencionar, y que lo más llamativo es que, después de haber sido la "voz cantante" del sector durante casi tres décadas, hoy no se manifiesta ni tampoco está representada por el discurso de algún actor del sector, o de la ciencia o del Estado, aunque su presencia en el territorio y en el funcionamiento del sector siga siendo muy fuerte.
Para responder a estos interrogantes, haremos un breve itinerario de la emergencia de los principales sujetos sociales actuales en la historia de la agricultura pampeana. Luego, caracterizaremos la base social de la modernización de los años 1960-70 y mostraremos -a través de estudios de terreno específicos- su presencia, sus características y su rol en el agro pampeano. Esta parte de la investigación se apoya sobre observaciones de terreno en una decena de localidades rurales de la provincia de Buenos Aires y también sobre los escritos del mundo académico a propósito de los espacios rurales pampeanos.  En la discusión final y en las conclusiones haremos una reflexión buscando interpretar el "silencio" actual de este productor y discutiremos de sus potencialidades para jugar un rol más reconocido en la construcción de un proyecto para el agro pampeano, diferenciado tanto del rol del agronegocio como del que encarna hoy el movimiento de la Agricultura Familiar.

2. Emergencia histórica de los principales sujetos agrarios en la región pampeana: auge y silencio del productor convencional

2.1. Luego del proceso general de "ruralización de lo agropecuario", la primera Revolución fue agrícola y hasta se centró sobre los cultivos extensivos (trigo) y una categoría particular de actores
En el período colonial de la Argentina, la actividad agropecuaria impregnaba toda la sociedad, no se recluía en el "campo" (salvo, por supuesto, sus objetos, pero no sus actores ni su economía) y las ciudades eran parte de un sistema agropecuario que no se había todavía "ruralizado", y menos aún "sectorizado". Albaladejo (2009 & 2012) muestra cómo Argentina dejó progresivamente atrás el modelo de sociedad colonial a principios del Siglo XIX a partir del "invento del mundo rural", para permitir que se autonomizara de él un mundo urbano cada vez más poderoso. Ese proceso lo identificó como de diferenciación de una sociedad agraria (y más allá, de un "pacto territorial agrario") dentro de la sociedad nacional. En estos trabajos de Albaladejo se muestra cómo se "ruralizó" la actividad agropecuaria, y también luego se la intentó profesionalizar, o al menos racionalizarla, con el "invento" de la figura del estanciero moderno (ver la creación de la SRA Sociedad Rural Argentina, en 1866, la publicación de varios manuales del estanciero, etc.) (Barsky y Gelman, 2001; Giberti, 1981; Sábato, 1988). Que viva o no en la ciudad no importa: el estanciero es, de ahí en más, considerado como un gran actor "rural".
Este proceso fue acompañado de grandes cambios técnicos. Probablemente sea exagerado hablar de "Revolución ganadera" o pastoril, pero, sin embargo, cabe recordar que es la época de la gran transformación de los duros y altos pastizales pampeanos originales en más tiernas y bajas pasturas naturales, junto con el mejoramiento genético del ganado nacional (Herd Books, cabañas).
Entre 1850 y 1890 se da una importante expansión de la producción ovina por creciente demanda de lana de la industria textil europea, facilitada por la modernización de los medios de transporte, el ferrocarril y la navegación a vapor. La inmigración irlandesa y vasca, a la que se sumarán posteriormente la italiana y la española, serán actores centrales de esta expansión de la producción ovina bajo la forma de aparceros o arrendatarios. A partir de 1890 la producción y la exportación bovina de calidad adquirió mayor centralidad, estimulada principalmente por el mercado inglés. Ésta empezó con la exportación de ganado en pie, y continuó hacia fines del siglo en barcos frigoríficos. Se pasó así a un nuevo eje de integración al mercado mundial que reemplazó al que estaba constituido por cueros, tasajo, sebo y lanas (Barsky y Gelman, 2001) así como también se desarrolló el mercado interno urbano. Además, se sistematizó el territorio rural pastoril a partir de su subdivisión, gracias a la generalización del alambre y del tanque australiano.
El histórico gaucho fue reemplazado por el "peón a caballo", y el patrón de estancia se transformó en estanciero1. Para completar ese cuadro, recordemos que los historiadores dan por superada la visión simplista de una región pampeana bipolar hecha solamente de estancieros y peones, ya que mostraron la importancia de la agricultura familiar, abasteciendo el mercado interno esencialmente urbano (Garavaglia, 1999). Sin embargo, este campesinado no fue al origen de la amplia base social del productor convencional de hoy, sino que para que se constituya esa base hubo que esperar la inmigración masiva de colonos y arrendatarios europeos.
El "invento de lo rural" (Albaladejo, 2009), la domesticación de los pastizales y la sistematización del espacio productivo han revolucionado profundamente la actividad agropecuaria en su conjunto. Sin embargo, la primera gran Revolución citada en la literatura (Scobie, 1968) es un proceso más reciente y particular que es la agriculturización de la Región Pampeana, que ocurrió entre la última década del siglo XIX y las tres primeras del siglo XX. Esta vez no revolucionó todo el universo agropecuario pampeano, como lo que acabamos de comentar, pero tuvo muchos protagonistas en el terreno: los numerosos estibadores de los pueblos trigueros, los empleados italianos de los ferrocarriles ingleses, los estancieros que daban a cultivar parte de sus tierras, y el personaje central que era el agricultor familiar2 de procedencia europea que accedió a la tierra en carácter de arrendatario, ya que a su llegada lo esencial de la propiedad de la tierra en la región pampeana había sido repartido y/o apropiado en grandes dominios (Scobie, 1968) o en carácter de colono (Gallo, 2004) que compró un lote dentro de uno de los planes de colonización privados de los estancieros o impulsados por el Estado, particularmente en las provincias de Santa Fe y de Entre Ríos. Existen múltiples descripciones de este tipo de agricultor llamado "chacarero" cuya expansión ha sido un hito en la conformación de la estructura social del agro pampeano.
La repartición territorial de los chacareros era de tipo dispersa, impulsando lo esencial de la vida social cotidiana en los espacios rurales. Pese a ese protagonismo de los espacios rurales dispersos en la vida social agraria, los parajes, pueblos y ciudades ligadas al sector eran núcleos importantes de la vida económica, de los servicios y de una parte de la sociabilidad. El ferrocarril era el gran estructurador de estos núcleos urbanos (Gaignard 1989; Albaladejo, 2012), en una organización funcional de los espacios rurales pampeanos volcada hacia los puertos y la agroexportación. Ya en esta época la combinación de actores era un rasgo dominante del modelo agropecuario pampeano: el terrateniente ganadero daba en arrendamiento una parte de sus tierras para cultivar granos (trigo esencialmente), y recuperaba tres o cuatro años después sus tierras sembradas con cultivos forrajeros (praderas, alfalfa).
El chacarero arrendatario o el colono eran esencialmente cultivadores, los contratistas de cosecha ya existían, los trabajadores golondrinas venían por cientos de miles desde Europa para trabajar en la cosecha y hacerse la plata del año (Gaignard 1989, Sábato 1988, Scobie, 1968). Basado en este modelo agrario, Argentina pasó a ser en las primeras décadas del Siglo XX uno de los primeros exportadores de granos del mundo. Luego, las décadas de 1940, 1950 y principios de los años 1960 constituyen un período de relativo estancamiento del volumen de la producción en el sector agropecuario pampeano, aunque simultáneamente han sido años en los que se generaron procesos socio-económicos y políticos que cambiaron parcialmente la estructura agraria pampeana, con el acceso a la propiedad de una proporción significativa de los antiguos arrendatarios

2.2. La segunda Revolución fue agropecuaria y con pretensión a la universalidad: el mundo del Productor moderno convencional. De mediados de los años 1960 a mediados de los 1990
Para entender el período, hay que tomar en cuenta las profundas transformaciones en la organización social del campo y en la tenencia de la tierra que se produjeron anteriormente. Las políticas de protección al arrendatario que se implementaron en los años 40 y que incluyeron prórrogas que llegaron hasta el año 1968, posibilitaron el acceso a la propiedad de una gran porción de los arrendatarios3. Por su parte, al ser la legislación del arrendamiento menos ventajosa para el terrateniente, una porción de los propietarios que hacían agricultura a través del arrendamiento (esencialmente los de menos de 1000 ha.) pasaron a cultivar ellos mismos, con sus propias maquinarias y/o contratando servicios a terceros (Gaignard, 1989). A partir de estos dos procesos convergentes, surge una clase social de propietarios-productores que contribuyó significativamente a reforzar la figura emblemática del "productor familiar agropecuario autónomo"4 que va a ser la base social de la modernización de los años que siguen, y el personaje central de una fuerte institucionalización del sector. Es precisamente esta categoría socio-productiva, producto histórico del sector, el objeto de investigación de este artículo.
Al final de este período, nos encontramos con una estructura agraria profundamente modificada. Lo más novedoso en la historia agraria argentina no es la existencia de un número significativo de productores que combinan la propiedad de la tierra y su puesta en producción, sino que es el hecho de que estaban dadas las condiciones para que todos los agricultores con posibilidad de desarrollo piensen que estaban compartiendo un mismo destino: la del "productor moderno". La dispersión de los tamaños de explotación era aún grande: de 100 a 5000 ha.,  aunque lo más representativo a nivel simbólico de esta base social estaba ubicado en el estrato de 500 a 1000 ha., pero no era tan fuerte como para que algunos perdiesen la ilusión de ser parte de una nueva pequeña burguesía rural productivista y progresista. También, a nivel mundial, el productor autónomo operando directamente en su explotación, en correspondencia con la figura del "farmer" estadounidense (Archetti & Stölen, 1975), se promociona como el eje de la tecnología a producir desde la investigación agronómica y el blanco de las políticas públicas. De repente, el modelo productivo dominante es el de una explotación mixta combinando agricultura y ganadería. De hecho, esta visión se reforzó con los éxitos de la ciencia agronómica, en particular a partir de la idea de una artificialización de la producción para permitir la expresión del potencial genético de las plantas o de los animales seleccionados en estación experimental o en redes de productores seleccionadores (Revolución verde).
Pese a esta ilusión de una única y uniforme clase social de modernización del sector, en particular de homogeneidad de intereses y de unicidad del destino, la diversidad de los sujetos sociales se mantiene en Argentina como una característica clave del período, y hasta se profundiza. Del antiguo mundo chacarero emergen figuras diferentes que cumplirán distintas funciones en el proceso de esta Revolución. La mayor parte de los chacareros que acceden a la propiedad cuentan con un parque de maquinarias superior a las necesidades de su propio predio, por lo que utilizan una parte de su capacidad para realizar trabajos a terceros. Otros chacareros que no logran el acceso a la tierra, o lo hacen en una escala muy pequeña, buscaron especializarse en proveedores de servicios de maquinarias (contratistas) a productores que antes delegaban completamente la agricultura a arrendatarios. Las prestaciones de servicio permitieron a su vez la sobrevivencia de muchos pequeños agricultores familiares que no habían logrado una buena mecanización, los cuales podían recurrir a los servicios del productor vecino o del contratista.
Lo llamativo de este período es a la vez la pretensión de universalidad del mensaje de modernización de los mundos rurales (más allá de lo agropecuario) a partir de esa base social del productor moderno (no hay otro horizonte posible), y la heterogeneidad manifiesta de esos mundos rurales, ya que la mayoría de las poblaciones rurales no podía ser parte de esa base social ya  que el modelo era muy excluyente. Con lo cual los temas de la "diversidad", de las "resistencias", de las "marginalidades" han sido recurrentes a lo largo del período, y estimamos que deberían ser considerados como partes indisociables del modelo de modernización: el modelo y su crítica son las dos partes funcionales de la modernización de los años 1960-80. La crítica no pretendió nunca definir, como es el caso hoy, otros modelos paralelos de modernización o de profesionalización. En esa tensión se ha podido ajustar el horizonte de "la" modernización, y también los caminos para alcanzarla o para implementarla, así como el destino de los que no tenían características para poder o querer alcanzarla.
El gran héroe de esta modernización fue el "productor familiar capitalizado autónomo en sus decisiones" (PFC), o sea, a quien podemos llamar en la situación de hoy el "productor moderno convencional". La combinación del trabajo familiar, la posibilidad de quedarse con la renta que antes debían pagar a los dueños de la tierra y la escala a la que podían acceder por el potencial de su parque de maquinarias, generaron en el sector de los productores familiares capitalizados una dinámica innovativa y de capitalización muy fuerte, que posibilitó la llamada segunda revolución agrícola. Mucho se ha escrito sobre el hecho de que la emergencia del PFC haya ido junto con una transformación5 de los espacios rurales y de los modos de vida de la familia agropecuaria (residencia en la cabecera de partido o por lo menos el pueblo, escuela media para los hijos, movilidad del productor y de la familia, etc. (ver Albaladejo, 2002; Gaignard, 1989; Balsa, 2006). Con el tiempo, el productor, y eventualmente alguno de sus hijos, se convirtieron en los encargados de gestionar el proceso productivo, pero ya no realizaban necesariamente el trabajo físico directo en la explotación. Sin embargo, en todos los casos existe una "presencia física activa" del productor en el campo, que monitorea los trabajos de la explotación y pretende ser el gerente y responsable de la realización de todas las decisiones técnicas, y un especialista de la actividad. Esta modernización ha contribuido a la formación de una  burguesía pequeña rural pampeana, en la que se suponía que sus integrantes compartían los mismos intereses. En los años ‘70, en la región pampeana, ésta representaba 100.000 productores que trabajaban entre 100 a 1000 hectáreas ("burguesía emergente") y 5000 a 12000 productores de 1000 a 5000 hectáreas ("gran burguesía") (Gaignard 1989).
Las condiciones de rentabilidad del agro pampeano posibilitaron dos tipos de comportamientos bien diferenciados en esta población de "productores". Por un lado, tanto del grupo que Gaignard llamaba "burguesía emergente" como del grupo de la "gran burguesía" surge una capa de productores con una actitud cuasi rentística que no siguieron la carrera de la mecanización, y que generalmente mantuvieron la gestión de la parte ganadera de la explotación -antes que en muchos casos la agriculturización desplace esta actividad- pero delegaron la parte agrícola de su explotación contratando servicios y/o realizando acuerdos con contratistas que les garantizaban un porcentaje de la producción o les pagaban un arrendamiento por la temporada de cultivo. Cloquel y Martínez (1982) los caracterizan como "productores contractuales".
En contraposición, el personaje que actúa como "héroe" de esta nueva base social de la producción y del mundo rural pampeano es el productor moderno convencional, con gran vocación y compromiso con la producción, encarnando los valores de laboriosidad, ambición y de progreso del chacarero de la primera agriculturización, sólo que ahora con una base económica más consolidada, con posesión de tierra propia y ampliación de su escala operativa mediante la toma de tierras de terceros, con modernos equipos de maquinaria y con contactos con otros agentes de innovación, en una primera etapa el INTA (con extensiones experimentales y agencias de extensión cubriendo todos los territorios), y las empresas proveedoras de insumos.
Podríamos hablar de un sistema de innovación territorial que se generaba o se inventaba en la práctica y en la interacción que se daba en los distintos territorios entre estos actores del agro. La mecanización permitió que la expansión de la producción se realice sin necesidad de ampliar la cantidad de mano de obra, y en algunos casos reduciéndola. El productor solo, o con sus hijos, puede manejar una gran superficie. En otros casos pueden integrar algunos asalariados permanentes permitiendo al productor concentrarse más en las cuestiones de gestión y coordinación general de la explotación.
Este productor de la Revolución verde (o sea la Segunda revolución en las pampas) tiene un fuerte anclaje con el territorio local a través de lo que Albaladejo (2012) denomina el "Pacto territorial agropecuario". Balsa (2006) nos hace observar que los exchacareros transformados en pequeños propietarios han sido los actores de la expansión agrícola desde los años ‘70, junto con los hijos de los terratenientes. De hecho, en el seno de esta categoría social emergen gran parte de los notables de los territorios rurales, residiendo en las pequeñas ciudades pampeanas (que Albaladejo, 2012, llama "agrociudades"), que se constituyen en los centros de servicios de la actividad agropecuaria y de las poblaciones rurales, y en las grandes articuladoras de la actividad económica y de la sociabilidad de zonas rurales.

2.3. A partir de mediados de los años 1990: la Tercera revolución, como la Primera, es agrícola y no es universal
A partir de mediados de los años ‘90, como lo hemos ya señalado, se producen en forma simultánea una serie de cambios tecnológicos y se introducen objetos técnicos nuevos (semillas transgénicas, glifosato en venta libre, sembradora directa, silos bolsa) que van de la mano con el surgimiento o la consolidación de algunas organizaciones (AAPRESID6) o de actores promoviendo la lógica del "agronegocio" (agribusiness) en la agricultura, y de nuevas identidades colectivas e individuales.
El cultivo emblemático es la soja, por supuesto, pero los cambios van más allá del auge de un cultivo en particular, y representan una forma inédita de pensar la actividad agrícola. El agronegocio es una nueva filosofía de management cuya adopción y difusión en Argentina han sido estudiadas en forma crítica por autoras como Gras y Hernández (2007). Esas autoras muestran que la referencia central está constituida por los trabajos de un profesor de la Universidad de Harvard. Ese preciso modelo de management sirve de patrón de base para definir lo que es una innovación: se considera que es todo cambio en la actividad agropecuaria que acerque al modelo del agronegocio. Esa rigidez y precisión en la concepción de la modernización del agronegocio nos parece que le quita una dimensión esencial de la modernización de la Revolución verde: la pretensión a la universalidad. De hecho, los centros de innovación y de legitimación de las prácticas nunca habían sido tan centralizados y claramente identificados como lo es en el caso del agronegocio, tanto para la producción de los objetos técnicos como para la producción de la filosofía de la administración. Todos los actores y los detractores del agronegocio, así como todos sus analistas, consideran que el agronegocio es una profundización o superación de la modernización clásica de los años 1970-80, colocándolo así de hecho en la misma trayectoria. Muchos detractores del modelo sojero, que lo eran de la modernización anterior, ven las dos modernizaciones en continuidad simplemente porque se parecen en sus efectos sobre el medio ambiente o social (artificialización y homogeneización por ejemplo), como si los efectos pudieran definir el sistema. Lo mismo sucede con los admiradores de la nueva modernización. En una encuesta que le hicimos hace cuatro años atrás, un ex dirigente de AAPRESID nos dijo que consideraba que el agronegocio representa la forma más acabada de la modernización anterior. Sin embargo, la rigidez del modelo y su extremo centralismo son algunos de los indicios que nos condujeron a formular la hipótesis de que se trataría en realidad de otra forma de modernización, desarrollándose en paralelo a la anterior, y que entonces no tiene porque superarla ni profundizarla.
Representa una ruptura muy fuerte con el modelo anterior de modernización en varios aspectos. Primero, el "trabajo agropecuario" cambió fuertemente de naturaleza. Ya no hay más un actor que acumula las funciones de tener la propiedad de la tierra en explotación (gran parte por lo menos), sino que ejecuta las tareas de gestión y participa en las tareas físicas de cuidado de los cultivos, o por lo menos las supervisa en persona. Hay separación entre propiedad de la tierra y gestión de la producción, y entre trabajo físico (o supervisión in situ) y tareas de gestión (ejecutadas en lugares remotos). La literatura ha hablado en forma apresurada de un modelo "desterritorializado" (Guibert et al., 2011), cuando en realidad lo importante es que en la territorialidad del agronegocio la localidad no tiene centralidad. Es muy diferente que ser "desterritorializado", pero es una gran diferencia con el modelo de la segunda Revolución que por lo menos tenía a la agrociudad (cabecera de partido en general) como centro.
El modelo agronómico del agronegocio resulta ser homogeneizado y simplificado: hay una tendencia a la sistematización de las tareas y una especialización de los trabajadores. Por otra parte, se artificializan tanto los recursos (mediante la transgénica, el control químico total de las malezas, la digitalización de las parcelas y del territorio, la estandarización y profesionalización del trabajo del empleado rural, la sistematización de las tareas del agrónomo, etc.), como la pericia situada del jefe de explotación. El famoso "diagnóstico agronómico" del ingeniero ya no es solicitado. Se entenderá con esa descripción que el contenido de las reuniones de "grupos profesionales locales" como los grupos CREA o ACER o Cambio Rural ha cambiado mucho: ya no se puede más conversar un día entero por mes en base a comparaciones entre prácticas agrícolas, porque éstas se estandarizaron por una parte y,  por la otra, porque el que las realiza no es más local y no es más el que administra. En realidad nos parece que en la lógica del agronegocio, el grupo profesional local ya no tiene sentido. Y sin embargo la importancia de esos grupos profesionales locales no ha disminuido; desde los años ‘90 ocurrió todo  lo contrario: ¿cómo se puede interpretar?
Estimamos que la importancia de la producción física del agronegocio, su influencia política en ciertos medios así como el impacto de su discurso en las representaciones sociales, han opacado otro tipo de empresariado agropecuario: el productor moderno convencional. Es más, después de haber tenido un discurso modernizador que era, como dice Albaladejo (2009), el "aria" del mundo agropecuario en su conjunto, hoy el productor moderno convencional no tiene discurso propio y se piensa a él mismo a través de las representaciones construidas por, o para, el agronegocio, o para los más pequeños a través de las representaciones de la nueva "agricultura familiar". Pese a este silencio, nuestros trabajos de terreno7 en la provincia de Buenos Aires nos mostraron la importancia que mantiene este modelo de agricultura en el territorio y en sus transformaciones.

3. El "productor silencioso" o la continuidad en el territorio del productor moderno convencional de la Segunda revolución agropecuaria

Hemos realizado una serie de trabajos de terreno profundizados en diez localidades rurales de la provincia de Buenos Aires entre 2008 y 2015. En cada localidad (siete pueblos de 1000 a 5000 habitantes y tres pequeñas ciudades entre 12.000 a 50.000 habitantes), hemos analizado los modos de inserción territorial local de la actividad agropecuaria: lógicas de producción, de residencia y de participación, dinámicas endógenas de desarrollo y acción de los organismos externos, etc. Identificamos los actores clave de la localidad y de la actividad agropecuaria, recolectamos sus percepciones sobre la vida local y la actividad agropecuaria a través de relatos de vida analizados con el método de análisis estructural de discurso (Demazières et Dubar, 1997). Realizamos alrededor de un centenar de entrevistas por localidad.
Con la finalidad de aportar elementos factuales a la hipótesis de este trabajo, proponemos movilizar cuatro tipos de situaciones (figura 1). Los cuatro casos elegidos dentro de las diez localidades estudiadas8 corresponden a cuatro pequeñas ciudades o grandes pueblos que tienen el rol de "centro" para las actividades del productor moderno convencional (Albaladejo, 2012). De hecho, tres son cabecera de partido y la cuarta (Ascensión), con su potente cooperativa agropecuaria, representa un centro casi más importante para la actividad agropecuaria que su cabecera de partido (General Arenales). El Norte de la provincia nos permite analizar casos extremos y bien contrastados: por una parte el corazón sojero con la localidad de Ascensión, y por otra parte una localidad ganadera de la Depresión del Salado (Pila) que ha tenido que mantener una fuerte presencia de la ganadería extensiva bovina para carne debido a la importancia de las zonas inundables inaptas a los cultivos. El Sur de la provincia es más representativo de sistemas mixtos con una menor presencia del cultivo de soja que en la zona Norte de la provincia. El Oeste está representado por una típica colonia de productores medios (Pigüé) creada a principio del Siglo XX con colonos procedentes de Francia (Aveyron) e Italia esencialmente, y el Este está representado por una zona característica de pequeños estancieros productivos (Balcarce), con una burguesía rural acomodada, muchos de ellos volcados al cultivo de la papa que entraron parcialmente en el cultivo de la soja.

Figura 1
Tipos dominantes de productores en las zonas de estudio

En los cuatro tipos de situaciones vamos a revisar los principales conocimientos a los cuales hemos llegado a propósito del "productor moderno convencional". Cabe aclarar que estamos usando una categoría social y una denominación que no han sido pensadas inicialmente desde la Academia. En realidad, el término dominante que se utilizó en el avance del proceso de modernización ha sido el de "productor" desde trabajos del INTA o de ingenieros agrónomos, desligándolo de sus connotaciones de unidad familiar chacarera o pequeña estancia productiva para hacer énfasis en el carácter productivo primero, luego empresarial, que se promovía como ideal para el manejo de los nuevos "paquetes tecnológicos" y los modernos instrumentos de gestión y de producción.
La literatura sociológica argentina conceptualizó este personaje como "chacarero moderno" o como "farmer" (Archetti y Stölen, 1975), o sea, como "agricultor familiar capitalizado", en algunos casos vinculando este personaje con transformaciones hondas de los modos de vida y de organización del territorio y de la vida social (Balsa, 2006), esto es, percibiendo su carácter "moderno" transformador del mundo rural. Pero la única denominación de los científicos que ha sido también una representación y una identidad de los actores sociales fue la de "productor", y por esa razón le da un espesor muy particular al corresponder lo social con lo sociológico.

3.1. El caso de Ascensión: nuevos notables agrícolas y el rol de la cooperativa
En este partido, ubicado en el corazón sojero, lejos de la imagen de los pools de siembra dominando el territorio, hemos podido observar (Albaladejo et al. 2012) que los actores dominantes son unos 20 productores medios, empresarios rurales de base familiar (cultivando de 1000 a 2000 ha.) que toman en locación gran parte de las tierras que cultivan a productores de una red local de conocidos. Mantienen lazos personales muy fuertes con cada uno de los pequeños propietarios a quienes alquilan y, aunque en base a contratos orales muy informales, la relación es muy estable dado su contenido interpersonal. Son productores convencionales que han logrado invertir en una maquinaria de punta, y que se convirtieron por parte de su actividad en empresarios de trabajos agrícolas para sus vecinos. Dicen tener una lógica de funcionamiento cercana a la de las firmas (de agronegocio), tienen personal competente e integran las redes de información que les permiten estar al tanto de todas las novedades técnicas o de mercado. El personal puede estar constituido por hijos de los productores o por personal asalariado.
En contraposición con este tipo de actor se evidenció también la importancia de un nuevo sector social en el pueblo, con una relación rentística a la tierra. Muchos pequeños productores, en efecto, pasaron en los años ‘90 a ser rentistas al menos por una parte de sus ingresos. Ha sido una decisión muchas veces forzada, a veces más voluntaria, a partir de dos factores concurrentes: la dificultad de lograr la escala mínima de equipamiento para hacer frente al nuevo modelo productivo, y los crecientes montos de los alquileres de la tierra que les permite vivir únicamente de rentas a partir de la posesión de 100 o 200 hectáreas en propiedad. Esa posición es posible también porque vecinos que son productores más grandes están en capacidad de alquilarles las tierras, ya que los pools no toman en alquiler superficies pequeñas.
Hemos podido evaluar la importancia de la transformación del trabajo agropecuario en las localidades debido al avance de la soja y de su nuevo modelo productivo (Albaladejo et al., 2012). Por supuesto, se modificó el empleo agropecuario en calidad y también en cantidad. Apareció el fenómeno del desempleo rural, en particular en los bar
rios del pueblo donde vivían las familias de los peones y donde se construyeron los nuevos barrios sociales para los empleados expulsados del campo. Apareció el fenómeno de los "planes sociales", que no son sólo una política de gobierno, sino de manera concomitante una transformación del empleo rural. Se creó en Ascensión una "cooperativa de trabajo" del sindicato de asalariados rurales (UATRE) que reparte las ofertas de trabajos estacionales ofrecidas por la cooperativa agropecuaria.
Más allá del empleo rural, cambiaron de actividad muchos pequeños productores que pasaron a ser rentistas con un kiosco o un negocio o alguna actividad privada con residencia en el pueblo. También el trabajo de los productores que quedaron en actividad se ha modificado sustancialmente, tanto de la veintena de "notables agrícolas" como de los más pequeños: pasar de la actividad mixta con fuerte presencia de la ganadería y con una agricultura con arado, un control más sofisticado de las malezas etc. al paquete soja transgénica/ glifosato/ siembra directa implica de hecho trabajar mucho menos en el tractor y en la explotación. Uno de estos productores lo resumió con mucha fuerza: "con tantos meses de desocupación, ¿qué imagen estamos dejando a nuestros hijos?". No quiere decir necesariamente que un "nuevo productor" sea un rentista que no trabaje9 o que se caracterice por el ocio, pero sí claramente quiere decir que su oficio, su trabajo, cambió completamente de naturaleza y que su identidad también está forzosamente cambiando. No por eso significa que realiza "agronegocio". Hay una transformación más honda de la relación al trabajo, en este caso agropecuario, en nuestra sociedad que trasciende el sector (ver los aportes de Richard Sennet (2000) de Luc Boltanski y Eve Chiapello (1998) y de Jeremy Rifkin (2002) sobre el nuevo capitalismo y el trabajo), que oculta una interpretación demasiado apresurada y relativamente superficial desde la idea de agronegocio.
La agricultura deslocalizada (no la consideramos como "desterritorializada") del agronegocio no genera nuevas institucionalidades a nivel local. En Ascensión, la institución más importante sigue siendo la cooperativa, aunque se acrecentó el rol del Municipio buscando alternativas -planes sociales, empleo público o microemprendimientos-  para hacer frente a la reducción de la demanda laboral. Los nuevos notables agrícolas aparecen como muy comprometidos con la cooperativa, y con la dinámica social y económica de la localidad, a la cual dedican mucho de su tiempo. Siguen viviendo e invirtiendo a nivel local, a diferencia de los actores deslocalizados del agronegocio, esa veintena de productores empresariales se han convertido en actores locales que ocupan mucho de su tiempo en la vida pública local (cooperativa, mutual, clubes). La cooperativa agropecuaria ha tenido que adoptar una lógica más empresarial, pero a su vez impulsa o apoya actividades que benefician al conjunto de la actividad del pueblo.
Otra característica importante, entre muchas, que nos hace visualizar que el ideal-tipo del agronegocio o del "empresario innovador" (Hernández, 2009) queda a esos productores empresariales locales como un "traje mal cortado" para ellos, es su relación con la tierra y la propiedad. Con la tenencia queda bien claro que ellos actúan como propietarios locales en el sentido que da una autora como Hannah Arendt a este concepto: son vecinos, o sea, son partícipes de la "ciudad" local (del espacio público). Queda claro que este estatuto de "ciudadano", en el sentido de miembro del espacio público local, está dado no sólo por su actividad e importancia económica, sino también porque son propietarios locales.
Ellos afirman que la relación personal que mantienen con los pequeños propietarios a quienes alquilan y la estabilidad de la relación hace que tengan un comportamiento muy cuidadoso de los suelos como si fuesen propietarios, y si bien no lo podemos confirmar científicamente podemos sin embargo considerar que sería una hipótesis interesante a trabajar. Por lo menos es un discurso general a nivel local tanto por parte de ellos como de los pequeños propietarios a quienes alquilan. Finalmente, son todos productores que, a diferencia del modelo del agronegocio, mantienen un gusto por estar presentes en el campo, una capacidad en intervenir físicamente en varias de las tareas del campo aunque lo hagan cada vez menos, lo que los aleja mucho del modelo tipo del agronegocio.
Por supuesto, se puede suponer que la próxima generación podría tener características muy diferentes de estos "nuevos notables locales agrícolas", pero aún no lo podemos observar. Cuando venga el turno de los hijos de asumir la posta podremos evaluar qué modelo de agricultura aplican: es muy prematuro hoy afirmar que van a asemejarse a una clase de "empresarios del agronegocio". Lo que sí podemos observar por ahora es que el modelo del agronegocio no es lo que mejor permite entender la lógica de estos empresarios rurales locales que hemos encontrado, y que no existen investigaciones que los caracterice en sus nuevas actividades, identidades y representaciones. También podemos observar que, más allá de estos veinte líderes fuertemente involucrados en la cooperativa, queda en plena zona núcleo una gran presencia de productores pequeños, que siguen con las características del productor moderno convencional e incluso, como en el caso de la localidad vecina de La Angelita, corresponden más bien a la categoría nueva de "agricultura familiar", y eso en plena zona núcleo.

3.2. El caso de Pila: el empleo público acompañó la empresarización del sector, pero el productor moderno local sigue siendo una posible importante fuente de empleos rurales
Pila es la cabecera del partido más extenso de la provincia de Buenos Aires. Está ubicada en plena Depresión del Río Salado, con tierras inundables. De hecho, un mes después de nuestras entrevistas en terreno se inundó todo el partido (agosto 2015). Es una zona esencialmente de ganadería de cría, en cuyas partes altas se desarrolló el cultivo de la soja. El pueblo tiene alrededor de 4000 habitantes. Los tres grandes actores son: la sociedad rural local (no hay cooperativa agropecuaria), la Municipalidad y la institución escolar.
Nos impactó la dinámica demográfica del pueblo y del empleo local. La construcción de nuevos "barrios sociales" cubre ya casi la mitad de la extensión en superficie del pueblo y de hecho reuniría alrededor de la mitad de la población. Contrariamente a los rumores locales, no se trata de población procedente del Gran Buenos Aires, sino simplemente familias del pueblo que estaban conviviendo con otra generación y necesitaban una vivienda, o familias de asalariados rurales que perdieron su empleo debido a la transformación del campo (concentración, intensificación, algo de agriculturización) ya que la explotación ganadera "tradicional" era un empleador rural importante en las zonas rurales de población dispersa.
Hicimos un relevamiento de los empleos en el pueblo, y detectamos que los dos primeros grandes empleadores son la municipalidad (600 empleos) y la institución escolar (500 empleos), llegando a superar el empleo agropecuario en proximidad del pueblo (400 empleos). En este pueblo rural mediano censamos también alrededor de un centenar de policías, con un barrio residencial propio. O sea que en esta zona -que no es tanto característica del productor moderno convencional sino más bien del estanciero ganadero- el cultivo de la soja y las nuevas tecnologías de cultivo y de manejo del rebaño no hicieron aparecer empresarios del agronegocio, pero sí modificaron fuertemente la estructura del empleo, conduciendo el empleo público, y los nuevos planes sociales, a contener, y de una cierta manera acompañar, las transformaciones tecnológicas del campo.
Nuestras investigaciones en Pila recién comienzan y los primeros resultados nos inclinan a pensar que, antes que caracterizar la importancia de la figura del empresario innovador del agronegocio, sería más relevante evaluar en qué aspectos esos ganaderos locales que incorporaron tecnología en sus cultivos y en el rodeo se afirman como "productores modernos (convencionales) locales"10, o sea, en productores anclados al territorio local. Nos parece que esa pregunta puede ser esencial, junto con las investigaciones en la tecnología que correspondería a este tipo de empresariado local, para intentar contribuir a que la actividad agropecuaria desarrolle su capacidad local de empleo (al margen de acompañar, por supuesto, la pequeña agricultura local que se desarrolla de hecho en el poco espacio que se le deja).

3.3. El caso de Balcarce: la afirmación de la empresa agropecuaria localizada y del contratista local
En este partido, que no se encuentra en el corazón sojero pero que igualmente forma parte del proceso de agriculturización, se ha podido constatar (Urcola, Arnauld de Sartre et al., 2015) el fenómeno de la diferenciación entre propiedad y producción: el 40% de las tierras no son explotadas por sus propietarios. El 50% de los productores de menos de 200 ha. arriendan la totalidad de sus tierras y han abandonado por lo tanto la actividad productiva. Otro sector de propietarios que arriendan sus tierras es el que está incluido entre 200 y 600 hectáreas, conservando a menudo parte de la explotación para realizar ganadería de manera directa.
El relevamiento, realizado por Hernán Urcola del INTA Balcarce (Urcola, Arnauld de Sartre el al., 2012), mostró que los pools de siembra sólo arriendan el 27% de las tierras que se ofrecen en arrendamiento para la agricultura, concentrándose en las parcelas de mayor tamaño. El 73% de las tierras puestas en arrendamiento es tomado por actores locales y no por los pools. Como lo observamos en Ascensión, generalmente se trata de agricultores que toman en arriendo las tierras disponibles que se encuentran a cierta proximidad de sus explotaciones, favoreciendo así su economía de escala. Nuevamente podemos observar el protagonismo del "productor silencioso" bajo la figura de un "nuevo productor", ya que no se puede asemejar de manera satisfactoria a uno de esos productores innovadores del agronegocio.
En otro estudio realizado en el mismo partido (Chaxel et al. (2015)), a través de historias de vida muestran cómo gran parte de los actores sociales protagonistas del actual proceso de agriculturización son descendientes directos del chacarero de la Primera Revolución agrícola y del productor familiar del proceso de modernización que se dio en la Revolución verde (Segunda Revolución). Así muestran nuevamente la presencia de "empresas familiares territorializadas", como las denominan, de entre 200 y 600 hectáreas con productores y sus familias que viven en la ciudad, que trabajan tierra propia y arrendada, con sus propias maquinarias y ocasionalmente complementando la contratación de servicios y que en muchos casos mantienen una actividad ganadera manejada por ellos mismos con el auxilio de algún empleado.
Por la historia y las características de este partido, varios de ellos son importantes productores paperos. En el mismo estudio, encontramos que otra categoría importante de la actual agriculturización, el contratista es un heredero directo del chacarero de la primera agriculturización. Estos contratistas en algunos casos expanden su actividad mucho más allá del partido, prestando servicio a pools de siembra o acordando directamente con los productores que ceden para agricultura. Estos dos tipos sociales agrarios son los más comprometidos con la producción, y no es casual que constituyen las únicas categorías en la que los hijos plantean su expectativa de seguir en la actividad. Ambos se corresponden con el "productor moderno convencional" al que nos estamos refiriendo en este artículo.
El estudio de Chaxel en su doctorado (2015) se complementa con la descripción de las otras categorías de tipos sociales que coexisten en el partido de Balcarce: los propietarios casi rentistas, los pequeños productores pluriactivos, los nuevos productores periurbanos, etc. En el sector de las grandes explotaciones predominan las empresas manejadas por un administrador, con personal asalariado manejando la ganadería y dando la parte agrícola en arriendo o a porcentaje a los pools de siembra y/o a los contratistas locales. Los pooles de siembra son el otro actor importante del partido, en este estudio se identificaron dos, ambos gerenciados por profesionales locales claramente ligados al negocio agropecuario.

3.4. El caso de Pigüé: la agrociudad sigue siendo un protagonista del territorio
En un estudio realizado en esta localidad típica de las zonas de colonos del sudoeste bonaerense (Albaladejo et al. 2016, Fontorbes et al., 2014), mostramos cómo este tipo de pequeña ciudad rural condensa las actividades que permiten el ejercicio y la reproducción de los vínculos sociales locales en el medio rural. Es la sede de la importante cooperativa agropecuaria, de la agencia del INTA, de las "agronomías", o sea, los comercios de insumos agropecuarios, de la oficina de Senasa, de la agroindustria local (Molino Cañuelas, cooperativa apícola). Pese a la antigua presencia de la industria no agropecuaria y a su actual importancia local (170 empleos en la industria textil), Pigüé sigue siendo la agrociudad típica donde viven un gran número de productores e hijos de productores, y donde se condensan los oficios, las instituciones y las empresas que aportan servicios a estos productores.
Más allá de su tamaño (17.000 habitantes), y del crecimiento de los "barrios sociales" en esta última década, tal como lo observamos para Ascensión y Pila, la sociabilidad dominante en este tipo de ciudad sigue vinculada al campo. Se observa, por supuesto, una fractura social y política con los "nuevos barrios", pero los notables locales siguen esencialmente vinculados con los actores y la cultura del campo. La reproducción de esta influencia se debe en gran parte a la importancia que tiene aún el vínculo de familia en Pigüé. En efecto, pese a la transformación considerable de la institución familiar11, pudimos identificar que sigue siendo la base de la integración social de la clase dominante en Pigüé y, de hecho, de gran parte de la población (Albaladejo et al., 2016).
Muchos de los productores convencionales se transformaron. En este sentido, observamos que algunos de ellos y muchos de sus hijos que tenían el capital suficiente se transformaron en contratistas de trabajos agrícolas desde los años ‘90. Los talleres de reparación de la maquinaria siguen siendo lugares importantes de la nueva sociabilidad del mundo agropecuario en la ciudad. Estos datos nos muestran que las transformaciones agropecuarias no llevaron todas a la deslocalización de los vínculos y de los intereses y que la agrociudad sigue teniendo un protagonismo como centro de los cambios que ha sido desestimado.
Nuevamente constatamos que los clientes de los pools de siembra son los productores de mayor dimensión, cuyos propietarios, en la mayoría de los casos, no son de Pigüé, por lo que la renta que les genera no es derramada en la localidad tal como lo mostró Intaschi (2010) para el caso de la agrociudad de San Cayetano. En el estudio de este autor, como lo constatamos para Pigüé, se confirma el impacto negativo que implica el desplazamiento de actores locales por este tipo de figuras, con la excepción del actor social más relevante de la última década que es el "contratista productor"12, que en muchos casos se expandió trabajando parcialmente para los pools. Como en la totalidad de los estudios de terreno que se han realizado en la zona, observamos desde los primeros estudios efectuados a principio de los años ‘90 en Pigüé (Tulet et al., 2001) el proceso de desaparición de explotaciones, particularmente de tamaño pequeño y mediano y un rol de los pools percibido negativamente por los actores locales.

4. Discusión, conclusión: del productor moderno convencional al productor moderno local

Nuestras investigaciones en diez localidades bonaerenses y a través de una lectura personal de la historia del sector en Argentina -y en especial en la zona pampeana- evidencia un "silencio" llamativo: después de haber sido la voz cantante del proceso de modernización de los años 1960-70 y de haber sido el eje de las representaciones que condujeron a la creación de muchas instituciones del sector (no sólo de organizaciones como CREA, INTA, la cooperativa "moderna", etc. sino también de actores sociales como el ingeniero agrónomo, el extensionista o personajes geográficos como la agrociudad, etc.), el productor moderno hoy no tiene un discurso propio.
Algunos pueden expresarse como "agricultores familiares", y otros como "empresarios del agribusiness", pero no ha sido ni renovado ni siquiera reproducido el gran relato moderno del productor. Ese silencio sólo se evidencia si uno abandona la inmediatez de las hipótesis de "continuidad" o de "sustitución" de una forma de agricultura en relación a la otra, y adopta una hipótesis de superposición o coexistencia. ¿Por qué ese silencio? No lo hemos investigado aquí, pero probablemente habrá sido un factor importante el hecho de que el "gran relato" de este productor moderno haya sido concebido en una época donde podía pretender ser hegemónico, y dificultaría hoy su reformulación en una época de la modernidad en que toda pretensión a la universalidad es sospechosa, y de todos modos imposible de legitimar. También lo puede explicar la hegemonía discursiva en el universo de la agricultura empresarial del relato del "agronegocio", así como en el espacio académico (tanto desde una actitud crítica o celebratoria), como en las revistas especializadas.
Porque de eso se trata: relegitimarse en este nuevo contexto. Para imaginar este trabajo simbólico habría primero que "visibilizar" este tipo de personaje agrario. Es lo que intentamos hacer: visibilizar este sector mal representado en contraste con las categorías sociales de agricultura familiar y de agribusiness, las dos teniendo una intensa actividad discursiva en la sociedad. De repente se hace en efecto visible un sector social muy presente en la actividad y en el territorio (de hecho se recupera el rol esencial en los espacios pampeanos de la famosa "agrociudad", centro del productor moderno de esa época y todavía de hoy).
Descubrimos un personaje todavía anclado en el territorio local, notables agrarios de larga data con capacidad de transformarse en nuevos notables tanto en zonas de sojización como de ganadería. Probablemente este productor es factor de estabilidad de la actividad y del territorio si se lo compara con la falta de anclaje local que tienen en principio los actores más típicos del agribusiness. Por contraste con esas dos categorías que intentan hablar por él sin lograr representarlo (la agricultura familiar y el agribusiness), lo llamamos a este personaje el "productor moderno convencional". Nos hace de repente entender que nadie tiene el "monopolio de la modernización" y que las categorías de agricultura familiar y agribusiness representan dos formas posibles de modernidad, pudiendo existir otras más.
Por supuesto, esta visibilización debe ser seguida por un trabajo de "legitimación" en la sociedad de la categoría, que deberá decir qué aporta en contraste con otras formas de agricultura. Nuestros trabajos nos muestran que una vía posible es la de apuntar hacia la idea de un "productor moderno local", pero en este trabajo un aliado histórico como el INTA debería ser clave. La articulación con las administraciones municipales también, y con un proyecto local de territorio. Es muy probable que su demanda e identidad tecnológica no sea ni la agroecología de la agricultura familiar, ni la agricultura artificializada, digitalizada y de gran escala que promueve el agribusiness.
Afirmar otra vía en el paisaje tecnológico tan radicalizado e ideologizado de hoy no será tarea fácil. Implica acompañar la reprofesionalización de otro gran aliado: el ingeniero agrónomo, y basarse en sistemas territorializados de innovación (la escala del partido es posiblemente importante).
En este trabajo, el rescate de "innovaciones discretas" (o sea de innovaciones que son las premisas de un nuevo modelo de agricultura) puede ser esencial, en particular lo que algunos autores llaman "sistemas de cultivos innovantes" (Salembier et al., 2015). Por supuesto, esta categoría socioproductiva puede intentar la estrategia de identificarse con una ecologización de sus prácticas: nadie tiene el monopolio de la cuestión ambiental, y más aún es bien probable que no haya otra forma de pretender una forma de legitimación duradera, sobre todo para actores anclados en lo local. También es una categoría socioproductiva con condición de articularse a un desarrollo de la agroindustria local, en realidad no tanto en las agrociudades sino en las ciudades medianas más cercanas a la actividad agropecuaria (como Junín, Pergamino, Tandil).
Todas esas consideraciones son proyecciones para poner en evidencia un campo de reflexión que se abre con sólo intentar en este trabajo echar luz sobre una zona de sombra extraña de los procesos de visibilización de nuevas formas de agricultura que se han desarrollado desde los años 1990. Hoy en día pasan a requerir de innovaciones discretas justamente la forma de agricultura que disponía de todas las "innovaciones vedettes" antes de los ’90 (ver conceptos sobre estas innovaciones en Albaladejo, 2005).

Notas

*Esta investigación se enmarca dentro de los siguientes proyectos: Agence Nationale de la Recherche, Francia, proyecto ANR-15-CE21-0006-01 IDAE Institutionnalisation des agroécologies y Proyecto 11/A252 UNLP FCAyF La Plata Nuevas Dinámicas en las Relaciones entre la Actividad Agropecuaria y el Territorio en Argentina.

1Obviamente esas transformaciones no son nunca completas, en particular en Latinoamérica sucede que el presente contiene siempre activas las huellas y los roles del pasado según lo que llama José de Souza Martins una "historia lenta" (Martins, 1999).

2Existía ya el "agricultor familiar" como categoría social, pero aún no existía la "agricultura familiar" como modelo de desarrollo, o sea, como forma legítima de producir y reconocida en particular en los aparatos de intervención del Estado.

3Este proceso fue facilitado por el otorgamiento estatal de líneas crediticias favorables y por las pérdidas que le significaba al propietario tener los arrendamientos congelados. Este proceso de acceso a la tierra se vio complementado con planes de colonización que se implementaron desde el gobierno nacional y desde los gobiernos provinciales. Cabe destacar que un número importante de chacareros que en 1968 no habían obtenido la propiedad de la tierra fueron expulsados de sus propiedades.

4 En ese momento era claramente el mayor impulsor de modernidad, es moderno aún hoy pero coexiste con productores impulsores de otras formas de modernidad: el agribusiness y el agricultor familiar, por eso lo llamamos en la etapa actual "agricultor moderno convencional" y que de hecho se caracteriza por ser un productor familiar capitalizado.

5Son esas simultaneidades de las transformaciones en los modos de vida, el territorio, la sociabilidad, etc. que hacen del PFC un "productor moderno", que hoy se puede llamar "convencional".

6Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa.

7Albaladejo realizó el trabajo de terreno, junto con diversos colegas de Agriterris (Cittadini participó en De La Garma) y dirigiendo también los trabajos de terreno de los estudiantes de la maestría PLIDER en el marco del taller T2 de metodología de la investigación.

8 Bavio (partido de Magdalena), Napaleofú y Balcarce (partido de Balcarce), San Manuel (partido de Lobería), Espartillar y Pigüé (partido de Saavedra), Ascensión (partido de General Arenales), Pila (partido de Pila), De La Garma y Gonzales Chaves (partido de Gonzales Chaves).

9 Lo que llama este productor "desocupación", es esencialmente en relación a la parte valorada por él de la actividad en su cultura de productor moderno convencional, o sea, la parte de presencia e intervención física en la explotación. No se puede negar que la cantidad y la penibilidad del trabajo han disminuido considerablemente, pero no al punto de que el "ocio" sea una característica del "nuevo productor". Por eso se necesita entender el nuevo tipo de actividad, de oficio, que desarrolla este productor, un oficio que, a nuestro criterio, no lo describe correctamente el agronegocio.

10En este sentido nos damos cuenta que la palabra "convencionales", que a la vez nos permitió en este artículo diferenciarlos del agribusiness y de la agricultura familiar y que permitió relacionarlos con una etapa anterior de modernización, puede encerrar la categoría en una percepción estática o conservadora, cuando probablemente presenta sus propias dinámicas. Probablemente sea más abierta y heurística la denominación de "productor moderno local".

11El mundo rural no escapa por completo de los cambios globales y se observan familias recompuestas, procesos de individualización, voluntad de autonomización de los hijos y del cónyuge, separación de las generaciones, etc.

12Son productores que se han especializado en el contratismo, pero que en la mayoría de los casos mantienen algún tipo de actividad como productores independientes. Ellos son parte de la categoría "productor convencional moderno" al que pretendemos dar visibilidad en este artículo.

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