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Pampa (Santa Fe)

versión On-line ISSN 2314-0208

Pampa  no.17 Santa Fe jun. 2018

 

03. Detrás de la crisis: inversiones de capital, mecanización y desocupación en Entre Ríos, 1928–1946

Rodolfo Leyes
Universidad Autónoma de Entre Ríos, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (UADER, CONICET)
Correo electrónico: rodolfoleyes@yahoo.com.ar

Fecha de recepción: 15 | 11 | 2016
Fecha de aceptación final: 10 | 03 | 2017

RESUMEN

Nuestro trabajo trata de dar explicación a la persistencia de la desocupación en la provincia de Entre Ríos, en el periodo 1928–1946. Diferentes estudios han hecho foco en la desocupación como un fenómeno asociado a la crisis de 1930. Por nuestra parte, vemos la continuidad de un proceso de inversión de capitales en maquinarias, que se extendió por el periodo elegido, lo que generó una expulsión permanente de trabajadores, conformando una sobrepoblación obrera que tuvo que buscar trabajo, muchas veces, fuera de la provincia en cuestión. Por este motivo, este trabajo aporta al conocimiento de las transformaciones de la clase obrera, de los efectos de la mecanización y el éxodo de trabajadores previo al peronismo.

Palabras clave: Mecanización; Desocupación; Éxodo; Sobrepoblación obrera.

Behind the crisis: capital investments, mechanization and unemployment in Entre Ríos, 1928–1946

ABSTRACT

Our work pretends to explain the persistence of unemployment in Entre Ríos, from 1928 to 1946. Different studies have focused on unemployment as a phenomenon related to 1930’s crisis; on the other hand, we maintain that it was due to the continuity of the process of investment in equipment that extended during the chosen period. This process generated a permanent workers’ dismissal, producing as a result workers overpopulation that looked for jobs, mostly, outside the province. Hence, this work brings to the comprehension of the working class transformation, the effects of mechanization and workers exodus prior to peronism.

Key words: Mechanization; Unemployment; Exodus; Workers overpopulation.

 El compañero Orozco (…) pasó a ocuparse de inmediato de las consignas de la Central Obrera para este 1º de Mayo y, refiriéndose a las aspiraciones de obtener la semana de 40 horas semanales, manifestó que ello era una necesidad imperiosa en la hora actual para que tuviera un principio de solución el problema que crea el acrecentamiento del maquinismo -que ha desplazado de muchos lugares de trabajo al obrero- y, también, el problema que presenta la gran cantidad de desocupados que ambulan por el país ofreciendo inútilmente sus brazos. (Relato del acto del 1° de Mayo de 1938 en Colón Unión Sindical, Buenos Aires, 15/05/1938)

1. Introducción

La crisis del ʼ30 fue uno de los hechos más traumáticos del siglo XX. Un sinfín de estudios han tratado de explicar aquel fenómeno que interrumpió la última bocanada de la gran expansión. El sacudón provocado por aquella crisis barrió con las certezas del capitalismo. Las consecuencias de la crisis sacaron a superficie el carácter global de la economía capitalista y sus contracciones. Los primeros síntomas de la crisis en la Argentina se sintieron en el segundo quinquenio de la década del 20, específicamente en 1928, con la caída de los precios de los cereales (O’Connell, 1984:487–488). Esta caída se explica por una creciente sobreproducción cerealera.
Sin embargo, la crisis continuó su desarrollo. Durante la siguiente década, el panorama social comenzó a exponer como problema principal, la desocupación de miles de obreros. Los estudios sobre la ciudad de Buenos Aires y su conurbano muestran la expansión de las industrias urbanas (Schvarzer, 2000:171). Sin embargo, ese proceso no se vivió en la provincia de Entre Ríos. En esa provincia, el fenómeno que conmovió a la estructura de la clase obrera no fue su conversión en obreros industriales urbanos, sino su paso a las filas de la sobrepoblación obrera. Relacionado con ello, se produjo el éxodo de desocupados rumbo a las grandes urbes del litoral extraprovincial como válvula de escape (Rechini de Lattes & Lattes, 1969). Mecanización, desocupación y éxodo puede ser una fórmula que explique el proceso histórico sufrido por miles de obreros entrerrianos del periodo.
No negamos que las contracciones comerciales hayan resultado en un empeoramiento de la desocupación, pero lo consideramos una derivación de las disputas intercapitalistas y la liquidación de capitales menos productivos. Por lo cual, la hipótesis de la crisis comercial no alcanza para explicar por qué el problema de la desocupación se volvió una constante en Entre Ríos. El eje de nuestra propuesta apunta a comprender las razones de la desocupación como un fenómeno propio de la economía capitalista, superando la mirada coyuntural1.
El recorte final, no está relacionada a la materia económica, sino política. Por ser el presente artículo parte de una investigación más amplia, que busca responder cuál era la situación política, sindical y social, al momento de la institucionalización del peronismo a partir de las elecciones de febrero de 1946, decidí, arbitrariamente hacer el corte. Sin embargo, cabe decir que, el peronismo encontró continuidades sobre las que trató de desplegar su política. Caracterizar el periodo previo muestra las potencialidades de aquellas. Para esto presentamos material probatorio que muestra la crisis como un hecho permanente en la economía de mercado, vinculado a la competencia capitalista que empujó al incremento de las innovaciones tecnológicas.

2. Crisis, ¿qué crisis?

 La crisis es un hecho normal de la economía capitalista. En el repaso de las fuentes de la época para el caso entrerriano, donde se incluyen informes oficiales, ensayos de personal político de la clase dominante y periódicos comerciales, encontramos que la crisis -según los contemporáneos- se debió, en primera instancia, a problemas externos al capitalismo argentino, víctima del desenvolvimiento especulativo del capitalismo norteamericano. Otro de los orígenes de la crisis habría sido la mala administración estatal -una solapada justificación al desplazamiento de Yrigoyen-. También se mencionaron los mercados cerrados. Incluso argumentaron contra los vendedores de maquinaria rural y los bancos, que se aprovechan de los impulsos «consumistas» de los chacareros. Finalmente, se culpó a la naturaleza: las lluvias (su falta o su abundancia) y a las langostas. Sin quitar responsabilidad a esos elementos, se pasa por alto a uno de los componentes fundamentales en el desarrollo del capitalismo, su tendencia mecanicista2.
La naturaleza de las crisis en el capitalismo está vinculada a la anarquía del mercado, donde cada capitalista compite contra otros capitalistas por la venta de sus mercancías3. En la competencia, cada capital buscará reducir el tiempo de trabajo necesario de producción, así obtener una mayor plusvalía, de modo de posicionarse mejor en el mercado. A través del mecanismo de la competencia y de la búsqueda de obtener mayores ganancias, el capital incrementa la productividad social del trabajo. Ello se logra además con la mecanización del trabajo, es decir, la objetivación de tareas que eran previamente manuales. Los obreros son reemplazados por máquinas. Sobrevive el burgués más competitivo, pero desplazará parte de la fuerza de trabajo, y comienza un ciclo de desocupación.
También, los capitales más pequeños, menos eficientes y productivos, no pueden subsistir en el mercado, quiebran y son absorbidos por los capitales más grandes. A cada proceso de quiebra, se libera mercado que es ocupado por los capitales más productivos. En paralelo a este proceso, los contingentes de obreros desocupados serán mayores. Mientras la producción continúa expandiéndose gracias a las inversiones de capital. Y lo que llamamos «crisis», no es más que la generalización de esta tendencia en las ramas centrales, en las cuales se genera la mayor acumulación de capitales en un mercado determinado (Shaikh, 2006). Dicho más claramente, la crisis del ʾ30 fue la consecuencia lógica de las inversiones de capitales en las décadas precedentes, cuando la competencia llevó a grandes inversiones y a un incremento de la producción que no podía ser absorbida (Villanueva, 1972:458 y ss. Sartelli, 1995).
Vale decir que las inversiones no se detuvieron, y que el llamado «cierre del ascenso social» en los años 30 del siglo XX, está estrechamente asociado a la necesidad de mayores desembolsos de capital. Quienes no pudieron acumular el suficiente capital para sostenerse, comenzarán un proceso de proletarización que no se detuvo. Pero a lo que a nosotros importa, la relación con la desocupación, veremos que la perspectiva de una creciente mecanización nos permite entender por qué la provincia de Entre Ríos se convirtió en una expulsora crónica de población, en un sentido más científico, en creadora de población obrera sobrante.

3. La desocupación en la década del 30 y la clase obrera en perspectiva historiográfica

Los autores que han estudiado el mundo obrero en la década del 30 coinciden en señalar que se trató de un periodo marcado por una gran desocupación, en particular durante los primeros años. Esta afirmación, fundada en datos empíricos claros, tiene su déficit en las explicaciones sobre el origen de aquella desocupación.
Sabemos que la desocupación formaba parte de la dinámica particular del mercado de fuerza de trabajo pampeano. Miles de obreros eran ocupados en las faenas rurales -cosecha y trilla, esquila, trabajo en los frigoríficos, etc.- para luego ser repelidos al terminar esas labores (Pianetto, 1984:298–303). Ese estado de desocupación en el que se encontraban los trabajadores fue parte del «cálculo» con el que contaba el capitalismo expansivo argentino, funcionando como un verdadero ejército de reserva, dispuesto a concurrir al llamado de la demanda si esta aumentaba. Si no eran lanzados a su suerte en los pueblos y ciudades donde esperaban la próxima temporada. Como se ve, esta desocupación es más parecida a la que Marx denominó desocupación intermitente propia de la Infantería ligera del capital4 (2001:544–545, T. I). Pero la «incertidumbre calculada» a la que eran sometidos estos trabajadores podía sufrir cambios coyunturales. Pasado el centenario de la Revolución de Mayo, los límites de aquel capitalismo expansivo comenzaron a hacerse notar. Una fuerte contracción comercial se vivió asociada al estado de crisis por la Primera Guerra mundial con su saldo negativo para las exportaciones argentinas en los primeros años de aquel conflicto y la retracción en el conjunto de la actividad económica. Así se produjo una retracción de la ocupación que puede ser mayor al de la crisis del ʾ30 (Bertora, 1998:70–71). Sin embargo, a diferencia de la desocupación que tratamos en este artículo ⸺vale remarcar que es acotado al espacio provincial entrerriano⸺ vemos que, aquella crisis ocupacional está sujeta a la coyuntura bélica y el lógico sacudón a los negocios que sufre la economía. No es casual que, una vez superados los efectos de la guerra, la ocupación vuelva a aumentar.
Mónica Peralta Ramos reconoce la relación entre inversión para aumentar la tasa de ganancia, pero no plantea cómo se articula con la crisis, es decir, como la búsqueda de aumentar la ganancia se invierte en nuevas tecnologías que aprovechen más productivamente la fuerza de trabajo. De todos modos, el mayor error de dicho trabajo es equivocarse en las periodizaciones de los procesos en marcha. Para la autora, el proceso de industrialización vivió dos etapas, la primera comprendida desde 1930 a 1945, en la cual la expansión recaería en inversiones de capital variable, para luego, en un segundo periodo (1945–1960) el capitalismo transitaría un proceso de inversiones de capital orgánico. Del primer periodo al segundo, operaría el pasaje de la manufactura a la gran Industria (Peralta Ramos, 1972:25–28, 31). En primer lugar, la industrialización es un proceso que está en marcha mucho antes, empezando por la actividad cerealera, es decir, el sector más dinámico y de mayor acumulación de capital, lo mismo en algunas industrias urbanas (Villanueva, 1972). La particularidad de la industria en la década del 30 es el pasaje de buena parte de las ramas de producción de un régimen manufacturero a la gran industria, situación que la autora señala tardíamente en las décadas del 50–60. Con esto quiere decir que, la desocupación por mecanización ⸺una de las consecuencias de aquellos pasajes en los procesos de trabajo⸺ se produjeron antes.
Para Hugo Del Campo, la desocupación de la década del 30 se explicó como efecto de la crisis capitalista mundial, que arremetía contra una Argentina integrada al mercado mundial como proveedora de materias primas. En su explicación, fundada en los informes del Departamento Nacional del Trabajo, indicó el peso de los trabajadores del campo entre los principales desocupados en las regiones cerealeras (Del Campo, 2005:53–54).
Otro de los autores que estudió la desocupación fue Humberto Mascali, en su trabajo sobre los conflictos rurales. Mascali señala que en la década de 1940 la desocupación continuó en el agro–pampeano por tres situaciones: una tendencia a la disminución de la cantidad de establecimientos; la disminución del área sembrada; y, por último, el uso de la mano de obra familiar (1988:22). Si bien los hechos señalados son correctos, debemos incluirlos dentro de la lógica del capital, para comprender las limitaciones de esta perspectiva.
En primera instancia, el proceso de disminución de establecimientos debe ser tomarlo con cuidado para explicar el nivel de producción, es más importante la superficie y la productividad, que las unidades de explotación por unidades. El proceso que sí está asociado es la liquidación de las unidades menos productivas. El segundo punto que indica Mascali, el de la reducción de la superficie, sigue la misma línea de desarrollo capitalista, asociado al mundo de la competencia a escala global, donde los cerealistas norteamericanos abren una guerra frontal al cereal producido en estas latitudes, el llamado «Boicot cerealero» (Barsky & Gelman, 2005:299). Por lo tanto, un hecho coyuntural.
Finalmente, el trabajo de la familia del chacarero no implica ninguna novedad. La mano de obra familiar siempre existió y se usó en toda su disponibilidad, hoy día existe mucha bibliografía al respecto (Cfr. Gutiérrez en Balsa & Lázzaro). La novedad se puede encontrar en la contratación de mano de obra externa. La incorporación de máquinas modernas al proceso productivo permitió simplificar el trabajo del obrero, y por tanto incorporar a mujeres y niños, que no está de más repetir, ya eran parte de los procesos productivos. Por todos estos motivos, el texto de Mascali reconoce algunas de las manifestaciones de las transformaciones del agro–pampeano y su consecuencia de desocupación, pero no el origen totalizador de aquellos trastornos.
También José Panettieri ha desarrollado líneas de explicación en torno a la desocupación de la década del 30 (1996). El autor recala en lugares comunes, argumenta la situación de subordinación en la que se encontraba la economía argentina frente a los países centrales y que, por el coletazo de la crisis en aquellos, la economía local debió realizar ajustes en su política fiscal. Sin embargo, dentro de las fuentes elegidas para apuntalar sus opiniones, presenta algunas que podrían ser interpretadas de otra forma, en particular, cuando señala que la crisis había comenzado a mediados de 1928, o cuando indica que ese mismo año y el anterior habían sido los de mayor crecimiento en las exportaciones, sin embargo, se había sufrido una gran caída de los precios. Esto muestra que la economía argentina no tuvo que esperar para malograrse. El segundo dato muestra una caída de la tasa de ganancia sin que eso afectase la producción. En un trabajo, posterior (Panettieri, 1997) vuelve con un planteo similar, con la positiva consecuencia de indicar algo diferente a lo que el autor pretende. Citando las conclusiones del informe de la Junta Nacional para Combatir la Desocupación del año 1938, señala que entre las causas de la desocupación se encuentra la aplicación de sistemas mecánicos al agro y a la industria.
También, Nicolás Iñigo Carrera en su trabajo sobre la huelga general de 1936, analiza la situación de cambio estructural del capitalismo argentino al que caracteriza por un pasaje de crecimiento en extensión a un pasaje en profundidad. Sin embargo, por esta afirmación se esperaría una ampliación del argumento relacionando al cambio de un tipo de inversión centrada en el capital variable a una concentrada en el capital constante. Esta aclaración no aparece e incluso, no se relaciona con la desocupación (Iñigo Carrera, 2004; Iñigo Carrera, 2016).
El último trabajo que analizaremos es la tesis de Rogelio Biaziso (2008; 2015). El trabajo de por sí es una propuesta novedosa en la medida que no existen estudios específicos sobre Entre Ríos. Sin embargo, creemos que resultan deficitarias sus caracterizaciones históricas en referencia al origen de la crisis del agro entrerriano.
Biaziso reconstruye las medidas tomadas por los gobiernos radicales que manejaron la provincia desde la Ley Sáenz Peña hasta el golpe de 1943. Estas medidas de intervención estatal son destacadas por el autor, que no puede esconder su simpatía por esas políticas (2015:25). En su análisis, resaltan algunas contradicciones, por ejemplo, señala la existencia de la mecanización y la sobreproducción siguiendo a Barsky y a Gelman (Biaziso, 2008:12, 19) aunque páginas adelante cite autores que dicen que los avances en tecnología fueron pocos y no hubo expansión de la superficie, e inclusive vuelve sobre sus pasos a decir, lo que resulta obvio: durante el periodo la superficie explotada aumentó (Biaziso, 2015:29–32.) En el cuerpo de su trabajo insiste en la cuestión financiero–comercial. Plantea correctamente la relación entre algunos factores estructurales como la propiedad de la tierra o la existencia de cooperativas, que amortiguaron la crisis. Sin embargo, no reconoce que la existencia de la pequeña propiedad fue uno de los límites para la acumulación capitalista y que llevó a la banca rota a miles de propietarios agrarios.
El déficit explicativo de las obras mencionadas se debe principalmente a una razón metodológica: se detienen en la observación de lo fenoménico y no lo estructural. Los autores, coinciden en que la década del 30 fue atravesada por un fuerte proceso de desocupación. Sin embargo, no reconocen que ese proceso había comenzado con anterioridad, a excepción de Matsushita (2014:80–81). El segundo problema explicativo tiene que ver con la crisis, a la cual, como los contemporáneos burgueses, se le atribuye un carácter externo a la economía argentina en lugar de vincularla a la propia dinámica de acumulación en la que el país está inmerso. En este sentido, el capitalismo y su funcionamiento nos brindan una explicación estructural de la desocupación vinculada a la búsqueda de aumento de la tasa de ganancia en base a una creciente mecanización a nivel provincial, por encima de las explicaciones de la desocupación que hacen hincapié en los elementos coyunturales (suba y baja de los precios de los cereales, lluvias, sequías, retracciones comerciales, etc.) por lo tanto, fenómenos pasajeros. Y a pesar de la resistencia del sentido común historiográfico, que insisten en señalar la desocupación de los años 30 como consecuencia exógena, son estos mismos autores los que aportan una lectura a contrapelo de sus propios argumentos. Favorable a reconocer los factores autóctonos que desataron la crisis ocupacional a lo largo de los años que estamos estudiando.

4. Los límites del progreso expansivo entrerriano

La estructura agraria de la provincia de Entre Ríos mostró un ambiente productivo en el cual la agricultura estuvo presente en las colonias agrícolas, rodeadas por estancias ganaderas. Ambas actividades se complementaron como los motores de la economía provincial. El desarrollo capitalista giró en torno a estos dos ejes y sus industrias derivadas. Llegada la década del 20, la burguesía comenzó un proceso de renovación tecnológica beneficiada por los altos precios agrarios.
La situación de las manufacturas, en especial las ligadas a productos agrarios, no escaparon al ciclo de inversiones de maquinarias. En el siguiente cuadro se muestra la evolución de los establecimientos, obreros ocupados y finalmente, la fuerza motriz en HP, que usaremos como medida de la mecanización.

Cuadro 1.
Evolución de Industrias y talleres de Entre Ríos, 1914-1946.

Fuentes: República Argentina, 1917: 269 y 337. Ministerio de Agricultura, 1917: 33 y 40. Ministerio de Hacienda 1938: 213. República Argentina, 1952:74.

El cuadro, si bien incompleto por carecer de material para la década de 1920, muestra que desde los tiempos de la Gran Guerra comenzó un proceso de inversión, indicado en la fuerza de maquinarias instaladas (HP). Un cálculo promedio nos indica poco más de cinco HP por cada trabajador ocupado en 1946 contra el 0,7 HP por obrero en 1914. También podemos reconocer que la cantidad de obreros ocupados y establecimientos tiene un crecimiento nulo o cae en el periodo comprendido. La evolución del cuadro muestra, además de la obvia retracción ocupacional de la coyuntura poscrisis (año 1935) una transformación del tejido industrial provincial a base de un aumento de la fuerza motriz. Mientras la población total de la provincia aumentó un 85 %, la cantidad de obreros fabriles permaneció estancada (Cfr. República Argentina: 1916:65, T. I; República Argentina: 1949:227, T. I).
En el campo se perfiló un panorama más complejo. El siguiente cuadro un aumento de la superficie que, a pesar de caer en el momento más duro de la crisis, se recupera hacía 1934, para retraerse a comienzos de la década del 40 en un 34,4 %. El boicot cerealero norteamericano y la sequía pueden ser responsables de la caída (Barsky & Gelman, 2005:299–302). También hay que mencionar el cambio en la producción, particularmente el cambio de trigo por lino en los años de la crisis y posterior a 1937 el aumento de la producción de maíz que se hizo más significativa.

Cuadro 2.
Evolución del área sembrada, Entre Ríos: 1927-1945.

Entre Ríos, 1928. Entre Ríos, 1930. Entre Ríos, 1932: 47. Entre Ríos, 1930: 57. Para el año 1937 solamente poseíamos los resultados
«provisorios» del Censo de aquel año, que constrastado con otros censos hemos encontrado una tendencia a disminuir el valor definitivo consignado, cfr.: Ministerio de Agricultura, 1938: 16-17. Entre Ríos 1946: 55-56.

En la ganadería, las estadísticas muestran una situación mucho más estable, excepto en el pico de la crisis. Solo la retracción del ganado lanar, que venía por lo menos, desde 1908, cuando alcanzó su máximo histórico con poco más de 7 millones de ovejas (República Argentina, 1909:57, vol. I). El siguiente cuadro muestra la situación de la ganadería en el periodo:

Cuadro 3.
Stock de ganados vacunos, lanar y yeguarizo en Entre Ríos: 1927-1945.

Entre Ríos, 1928. Entre Ríos, 1932. Ministerio de Hacienda, 1934: 5. Entre Ríos, 1944. De esta fuente tp,a,ps ñps datos del Censo de 1937 y el de 1942. Entre Ríos, 1946: 57. Los datos de 1945 corresponden a una «encuesta» elaborada por el Ministerio de Agricultura de la Nación.

¿Cómo se explica que la producción se mantenga relativamente estable, incluso que aumente, durante una crisis? El capitalismo entrerriano -como el pampeano en su conjunto- llegó a la década del 20 con los límites del crecimiento expansivo. Se produjo una transformación en las estructuras productivas mediante el aumento de la tecnología empleada. Así, se inauguró un proceso de expansión en profundidad que permitió contrarrestar la caída de la tasa de ganancia (Sartelli, 1995). La expansión en profundidad dejó miles de obreros rurales desocupados, y también a miles de pequeños burgueses que quebraron por no poder adaptarse, es decir, por no tener la competitividad necesaria para sobrevivir. Como es sabido, el mercado en cada crisis liquida capitales que están por debajo de la media productiva y, de esa manera, es que se expulsa fuerza de trabajo sin que esto implique una retracción absoluta de la producción.

5. La desocupación entrerriana y su magnitud

Durante los últimos años de la década de 1920, la desocupación fue creciendo poco a poco, hasta presentarse como una pandemia inocultable hacia los primeros años de la década siguiente. La carencia de fuentes estadísticas oficiales que nos permitan construir una serie continua, hace necesario el uso de fuentes secundarias que muestran la desocupación como un hecho social perdurable dentro del recorte elegido. Parece innegable la existencia de un proceso de desocupación estable y de allí la pertinencia de hablar de una temprana conformación de sobrepoblación relativa5.
Las fuentes de época y las investigaciones posteriores coinciden que durante 1932, la desocupación llegó a su punto más alto. Esta situación llevó al levantar el primer censo de desocupados de la Argentina a fin de dar cuenta cuál era el alcance del problema. Los resultados de este censo fueron elocuentes, aunque su metodología de relevamiento no fue correcta, dejando a los propios desocupados autorelevarse así como a quién quisiera servir de censista6. Además los criterios censales no discriminaban el trabajo estacional, sino, la ocupación o no al momento del censo. Para deformar más el contexto donde se tomaba la muestra, aquel año 1931–1932, las malas cosechas no expusieron la correcta dimensión de la mano de obra ocupada en el agro y el transporte, agravando la distorsión, sobreestimando la desocupación (El Entre Ríos, Colón, 03/12/1932 y Ascolani, 2009:138).
A pesar de ello, el resultado del primer censo de desocupados para Entre Ríos fue de 20 230 trabajadores sin trabajo. Cinco años después, según el director del Departamento provincial del Trabajo, Acebedo Recalde en septiembre de 1937, los desocupados eran cerca de 20 mil (Junta para combatir la desocupación, 1938:97). En 1940, la desocupación seguía a la orden del día. Se informó que a la par de las medidas tomadas por el Estado -obra pública especialmente- aún se mantenían desocupados unos 10 000 jornaleros. La razón de esta desocupación era producto de los trastornos por la Segunda Guerra mundial y las lluvias persistentes (Departamento Nacional del Trabajo, 1940:38). Cuando la Dirección de Estadística Social de la Revolución del 4 de junio solicitó a los interventores de Entre Ríos datos referentes a los desocupados en 1945, estos informaron que había por lo menos 15 800 desocupados en la provincia y que en las ciudades era donde más se sentía la falta de trabajo. Los motivos -según los funcionarios- no eran novedosos para nuestro análisis: las sequías, la falta de diversificación agrícola–industrial, falta de obra pública, el mal estado de los caminos y la escasez de combustible. Un ítem aparte merece el hecho de que muchos patrones rurales despidieron sus peones por la aplicación del Estatuto del Peón, en octubre de 1944 (República Argentina, 1946:86).
Llegado al año 1946, Héctor Maya, primer gobernador peronista, en su discurso de juramento ante las cámaras legislativas, no pudo más que afirmar:

En nuestras ciudades, especialmente en sus suburbios, vive una población pauperizada que no tiene donde trabajar, en su gran mayoría, la mitad de los días hábiles del año y que, muchas veces, debe buscar transitoriamente su sustento en otras provincias, viéndose obligada abandonar material y moralmente sus familias con los graves problemas sociales consiguiente. Obedece esto a la escasez de trabajo (Maya, 1946:8).

Esta opinión no era exclusiva de Maya, sino era compartida por buena parte del arco político, sindical y del periodismo entrerriano: desocupación o éxodo parecían las únicas alternativas. En otro artículo (Leyes, 2016) hemos mostrado cálculos que señalaban por lo menos 125 mil entrerrianos viviendo fuera de la provincia para 1947, el equivalente al 16 % de la población provincial. De alguna manera, esto muestra que miles de obreros que quedan desocupados en la provincia no son contabilizados como tales porque ya habían partido.

6. Mecanización y desocupación: el caso de Entre Ríos

En julio de 1918, la revista Caras y Caretas de Buenos Aires, publicó las palabras del Ingeniero Gambarele, encargado de los talleres navales de la ciudad de Paraná: «Con un solo hombre y en un día se hace un trabajo que antes requería por lo menos tres empleados y tres o cuatro días» (13/07/1918). Palabras más que elocuentes y que empalman con nuestra hipótesis central. En Entre Ríos, como en casi toda la pampa húmeda, el proceso de mecanización se presentó de forma desigual. Hasta ese momento, cada vez que un obrero era reemplazado por una máquina, el trabajador se movía hacia otra rama de la producción. Así, estos obreros desempleados por los avances tecnológicos eran reciclados por otras ramas que, o estaban en plena expansión, o aún no habían sufrido las grandes inversiones de máquinas. Sin embargo, a lo largo de la década del veinte comenzó una desocupación diferente, que repelía trabajadores y ninguna otra rama de la producción los podía absorber. No hablamos de la desocupación estacional, sino de una nueva etapa de expulsión de fuerza de trabajo de ramas enteras de la producción. Se trata de una desocupación de tipo estructural. Un dirigente de la Unión Obrera Departamental de Uruguay decía:

La desocupación aumenta, la maquinaria, el elevador, la cinta, etc. elimina el brazo, donde antes era necesario emplear 100 hombres, hoy solo podrán trabajar 30, sumado esto o mejor dicho, como una consecuencia de ello, la crisis se torna más aguda menos medios de producción, menos medios de adquisición, el ejército de los desocupados se va engrosando día a día y frente a este problema ¿qué hacer? No cruzarse de brazos y maldecir o pretender esperar que al día siguiente estalle la revolución (El Despertar, Concepción del Uruguay, 01/05/1934).

La agricultura entrerriana se fundó sobre bases mecanizadas. La llegada tardía al mercado mundial obligó a desarrollar los sistemas más modernos para poder participar de la competencia. Esto sucedió en el último cuarto del siglo XIX. Fue el salto tecnológico del arado de palo al arado ruso con asiento, del trillado «a pata de yegua» a las modernas trilladoras, de las caravanas de carros al tren, etc., lo que hizo que esta remota zona del mundo pasara de ser importadora de cereales a uno de los más grandes exportadores en dos o tres décadas de desarrollo (Barsky & Gelman, 2005:177–194).
El nuevo impulso mecanicista se benefició del aumento de los precios de los cereales a mediados de la década del 20 y permitió, a medianos y grandes productores, invertir en tecnología (Barsky & Gelman, 2005:241; Sartelli, 1995). El siguiente cuadro muestra la evolución de algunos de los implementos y maquinarias rurales en la provincia de Entre Ríos:

Cuadro 4.
Evolucíon cuantitativa de las maquinarias para actividades agropecuarias en la provincia de Entre Ríos, 1909-1947.

Fuentes: República Argentina, 1909; Vol. I, 413. República Argentina, 1919: T.V, 585. Ministerio de Agricultura, 1940: 189.República Argentina, 1947: T. II, 486-491.

Asociado al aumento cuantitativo estaba el productivo, más difícil de calcular por la diversidad de tipos de máquina o implemento. El órgano de la Unión Sindical Argentina decía, en alusión a los problemas de los trabajadores rurales:

El otro, y no menos importante problema que se les plantea a los obreros agrícolas es el del tractor y la cosechadora, para las faenas primitivas del trigo, que absorbían gran cantidad de obreros, la atadora y la espigadora resultaron ser un trastorno, eliminando muchos brazos, privándolos del sustento diario, hoy, con la introducción del poderoso tractor y la cosechadora de granos, especialmente la última, que corta, trilla y entrega el grano listo para embolsar y ser llevado a la estación, eliminando alrededor de veinticinco obreros cada una, es de prever las consecuencias que traerá su generalización -y concluía visionariamente-. La crisis se avecina y se hará sentir antes de lo que muchos suponen (…) Son problemas que residen en la propia estructura de la sociedad capitalista, en sus mismas entrañas, y de naturaleza tal que no pueden ser abolidas sino junto con el mismos que los genera (Bandera Proletaria, Buenos Aires, 05/10/1929).

Estas palabras fueron escritas unos quince días antes del crack de Wall Street, sin embargo, como señala el autor de la nota, la desocupación, había comenzado mucho antes. Veamos primero las dos maquinarias mencionadas por el periódico sindical, el tractor y la cosechadora. El tractor hizo su aparición con fuerza después de 1930 (Ortiz, 1964:72, T. II. Sartelli, 1997:13–14). Poseer un tractor significó tres ventajas: la posibilidad de arar la misma superficie sin bueyes, ampliar la producción en las antiguas tierras para el pastoreo de los animales de labranza. Finalmente, la llegada del tractor fue un ataque al tiempo de trabajo en la preparación de la tierra. Raña había calculado para 1903 el uso del arado en casi cien días al año. Esta cifra, se redujo con el arado asociado al tractor, que en 1937 ya alcanzaron los 647 arados, y con ella, la ocupación de los asalariados (Raña, 1904:116. Ministerio de Agricultura, 1940:191).
Sin embargo, la maquinaria rural más importante que se adoptó en el periodo fue la cosechadora. Las antiguas trilladoras, fueron desplazadas poco a poco, por modernas máquinas que en un comienzo eran tiradas por caballos y luego lo serían por tractores, hasta que llegaron a ser automáticas, y vinieron a modificar las partes más importantes del proceso productivo cerealero, la cosecha y la trilla (Gallay, 2008:40–41). Como recordaba el colono judío David Gorskin:

El sistema de trilla evolucionó, las cosechadoras simplificaron el trabajo, haciéndolo con menos personas, la tracción a sangre era molesta por tener que cambiar doce caballos, dos o tres veces al día, mientras las modernas máquinas automotrices, con sus transmisiones con correas de goma en «V», parecen un grato susurro comparado al ruido infernal de los engranajes con cadenas (Gorskin, 1973:123, T. I.).

Otro relato perteneciente al mundo chacarero recordaba la disminución de los trabajadores con la adopción de las cosechadoras:

Representaron un gran avance, porque aseguraban la rapidez en el trabajo y la reducción del personal necesario: Una persona para el manejo de los caballos o el tractor, dos en la plataforma que atendían el embolsado del cereal y dos o tres que trasladaban las bolsas del rastrojo hasta el galpón donde se estibaban (Guiffrey, 2005:98).

Según esta cuenta, se ocupó entre 5 y 6 trabajadores, es decir casi un cuarto de los veintidós obreros que eran ocupados por trilladoras. Si consideramos que varios de estos eran miembros de la familia, la liquidación de puestos de trabajos asalariados puede haber sido aún mayor. Esto era percibido por los periódicos de la época que se expresaban de esta manera:

Desocupación en la campaña: En estos momentos en toda la campaña de la provincia se siente una casi absoluta falta de trabajo, que es motivo de preocupación general. La adaptación de nuevas máquinas a la recolección de las cosechas ha hecho que las tareas rurales que antes llegaban hasta abril, estén una casi por completo terminadas, con lo que quedan sin ocupación numerosos obreros. Algunos diarios de la provincia prestan atención al asunto considerando con razón, que se plantea con la desocupación un problema cuyo estudio se impone con urgencia, a fin de buscar los medios de solucionarlo (El Entre Ríos, Colón, 21/02/1929).

Con respecto a la evolución cuantitativa de las cosechadoras, hacia 1927–1928 existían en la provincia 1191 cosechadoras contra 1744 trilladoras (Conti, 1929:4). En tanto, el censo de 1937 muestra sobre 2336 explotaciones existían 2453 cosechadoras, es decir existen establecimientos que tienen más de una cosechadora (Ministerio de Agricultura, 1940:195)7.
Hasta aquí hemos visto la mecanización en las tareas agrícolas. Los trabajos ganaderos no escaparon al embate tecnológico, y sus efectos se harán sentir en la principal actividad estacional: la tarea de la esquila. Teñida por el trabajo a destajo, la esquila era el punto más alto en la compra de fuerza de trabajo por los hacendados. Cientos de obreros, hombres y mujeres, esquilando a toda velocidad, para abandonar cuanto antes la estancia rumbo a una nueva, ya que el tiempo corría y se debía esquilar la lana entre octubre y noviembre.
A partir del centenario las cosas comenzaron a cambiar. La disminución de los stocks de lanares retrajo la cantidad de peones puesteros y jornaleros esquiladores. Si reconocemos que la cantidad de ovejas se reduce entre 1914 y 1934 a un tercio de lo que era en 1908 ⸺ver Cuadro III⸺ panorama que no cambió, porque el territorio lanar se desplazó hacia el sur argentino (Giberti, 1986:195) suponemos que algo análogo habrá pasado con los trabajadores. Los más afectos fueron los obreros estacionales. Para 1909, eran 47 182 los obreros encargado de esquilar las poco más de 7 millones de ovejas que pastaban en Entre Ríos (República Argentina, 1909:283, 378, T. I) por lo tanto, la reducción del stock debe haber generado una reducción de trabajo similar, con el plus de la creciente mecanización de las tareas de esquila, con las máquinas esquiladoras.
Se calculaba que cada obrero por día, con esquiladora mecánica realizaba la esquila de 70 ovejas. Alegaban los hacendados que el trabajo era más descansado, por lo cual los obreros podían soportar mejores jornadas de entre diez y doce horas, tampoco perdían tiempo en afilar las tijeras. Para los estancieros representó un adelanto porque la tarea era más fácil de aprender y en solo una semana el obrero usaba correctamente la máquina, incluso para quienes nunca habían esquilado con el sistema de tijeras. Entre otros beneficios para el capitalista era que el ruido producido por la máquina, dificultaba la charla y los obreros estaban obligados a concentrarse en el trabajo. La vigilancia del trabajo se realizaba con un capataz que recorría la playa donde estaban ubicadas las ovejas, un obrero agarrador alcanzaba el ovino al esquilador, que con la máquina en una mano realizaba los cortes de la lana al ras, mientras con la otra sujetaba el animal. El único obrero especializado era el encargado del motor a combustión interna que generaba la energía para las máquinas. Por otro lado, se destacaba la ocupación de mujeres en la esquila mecanizada (Barcón Olesa, 1912:30; Ramos Montero, 1910:15–24, 39)8.
En el caso de las manufacturas, el proceso de cambio productivo que Entre Ríos va a transitar se caracteriza por una embestida doble: por el cambio del proceso de trabajo en algunas ramas manufactureras locales; y por el desarrollo de la gran industria en otras provincias o países, que provocarán la ruina de las manufacturas entrerrianas por su atraso tecnológico. Además se debe agregar los fenómenos estacionales como el desabastecimiento de materias primas, repuestos de máquinas y combustibles. En ambos casos, la consecuencia será la consolidación de un proceso de desocupación estructural.
Comenzaremos por la actividad de las fábricas de conservas. La aparición de las máquinas en algunos puntos neurálgicos del proceso de trabajo impuso ritmos más acelerados y uniformes. Lo que generó el pasaje de la manufactura a la manufactura moderna. Las fábricas de conservas eran las industrias más grandes de la provincia. Para 1914 se ocupaban en tres establecimientos 4227 obreros. En 1935, existían tres establecimientos que ocupaban 757 obreros. La recuperación de la posguerra no alcanzó a mejorar el panorama de toda la industria. Los cuatro establecimientos existentes ocupaban 356 empleados administrativos y 2957 obreros (República Argentina, 1917:131; República Argentina, 1935:244, Ministerio de Asuntos Técnicos, 1952:106). Veremos el caso de la Liebig Company, situada a pocos kilómetros de Colón y de la cual tenemos más información. Dicho establecimiento era una manufactura de extracto de carne, la mayor de su tipo en la provincia de Entre Ríos. En 1924 llegó a ocupar más de 3500 trabajadores (República Argentina, 1925:11–12).
El trabajo de las fábricas de conservas y extracto de carne era estacional. Pasaba de ocupar miles de obreros en las faenas, a unos cientos de trabajadores permanentes que estaban encargados de mantenimiento, faenas menores de yeguarizos, ovinos o en la preparación de las latas para el próximo año. Desde 1924, las condiciones objetivas de la producción en la Fábrica Liebig, comenzaron a cambiar. En aquel año, se instaló una noria, que regulaba el movimiento de los vacunos enganchados, así se logró imponer mayores ritmos a los operarios y eliminar tiempos muertos. La instalación constaba de una noria principal por la que corría la media res. Luego, se repartía hacia otras dos norias: una por donde circulaban colgadas las cabezas y otra por donde lo hacían las vísceras. También se utilizó a partir de aquellos años una máquina que quitaba el cuero al animal antes de ser cortado en dos manejada por un solo obrero. En 1927, uno de los medios de prensa local informó con el título «Se necesitan obreros»:

Nos informó un dirigente de la Compañía Liebigʾs, que dicho establecimiento se está trabajando intensamente, faenando de 1400 a 1500 novillos diarios, y que posiblemente se dará trabajo a varios millares de obreros, durante todo el año, pues se introducirán en el vasto establecimiento grandes innovaciones, entre ellas estarán las poderosas turbinas que se encuentran en viaje y que fueron adquiridas en Inglaterra, como también la construcción de un grandioso edificio de dos o tres pisos para la instalación de las maquinarias modernas y otras dependencias que serán instaladas en él. Esta noticia ha de ser bien recibida por nuestro comercio y sobre todo por los numerosos obreros que desean trabajar y que tenemos entendido son muchos, por lo menos, los que se la pasan sin trabajar (Diario Del Pueblo, Colón, 05/07/1927).

A pesar de la lectura promisoria del medio informativo, otro periódico, dos años más tarde, se hizo eco de los cambios y sus consecuencias:

Obreros sin trabajo: debido a que en Fábrica Colón se emplea este año un número menor de trabajadores que en las faenas de los anteriores, existe en nuestra ciudad un crecido número de obreros desocupados, que en su mayor parte son personas de otras partes que han venido al iniciarse las tareas del establecimiento, creyendo encontrar fácilmente trabajo, como ha ocurrido hasta el año anterior. La reducción de obreros en las tareas de Liebig se debe a que las maquinarias del establecimiento han sido aumentadas con otras modernas, que hacen mayor trabajo con menos personal. Por esta causa actualmente no se trabaja de noche, como en los años anteriores (El Entre Ríos, Colón, 24/01/1929).

Las transformaciones no se detuvieron aquí. Se remplazaron ollas donde se cocinaba la carne. Anteriormente se empleaban diferentes ollas a la que se traspasaba la producción manualmente. El nuevo sistema de encadenamiento de ollas, unidas por rampas espiraladas hacía todo automáticamente. Finalmente, el relleno de las latas con el producto que, hasta aquel momento se ejecutaba en forma semi–automática por una decena de mujeres que utilizaban cucharas con la medida de la lata, y colocaban la tapa metálica que era sellada por una máquina, fueron reemplazadas por una máquina «entarradora» de origen francés, y la utilización de una cinta transportadora de latas. Otra sección transformada por la técnica y en la que se ocupaban especialmente mujeres, era la «latería», donde el pintado manual de las latas con barniz fue reemplazado por una máquina que hacía la misma tarea más rápido y con menos personal (Barreto, 2003:131–132; Rodríguez, 1988:39). Es tal vez, a esta máquina a la que hacía alusión El Entre Ríos de junio de 1941:

Se nos había dado, anoche, una información desasosegante para nuestros círculos proletarios. Según ella, la Compañía Liebigʾs habría despedido a centenares de obreros, haciéndose ascender ese número a una cifra alarmante. Nos informamos, hoy, que solamente habían quedado 400 obreros sin trabajo, y se nos explicó que la disminución producida obedecía al hecho de haberse puesto en funcionamiento las máquinas para el envasado de 6 libras, las cuales exigen un menor número de operarios (…) Sería sensible que, en los actuales momentos, se confirmaran otras versiones graves sobre las labores de esa compañía, de cuya veracidad no es posible informarse pero a las cuales no conviene aún darles importancia (El Entre Ríos, Colón, 24/06/1941).

Otra de las industrias que continuó su proceso de mecanización fue la fabricación de harina. La molienda de trigo fue una de las primeras actividades en alcanzar el régimen de gran industria (Kornblihtt, 2008:97). Así y todo, no dejó de ser impactada por los avances. En 1927, el diario La Juventud dio cuenta de los desembolsos de capital en el molino Lucienville, de Basavilbaso: se trataba de un complejo industrial que combinaba una usina eléctrica que le daba energía al molino harinero, el cual, además, brindaba harina para una fábrica de fideos que estaba asociada a este. Entre las máquinas modernas que esta industria poseía, se destaca una cargadora automática de bolsas de harina, siendo solo dos obreros los encargados de colocar las bolsas (La Juventud, C. del Uruguay, 09/08/1927). Esto había modificado el proceso de envasado de la harina, reduciendo el tiempo y los obreros necesarios para aquella operación.
Los cambios, no se producían solamente en las grandes manufacturas e industrias, también en otras actividades de menor tamaño, como el caso de las panaderías o zapaterías. En las primeras, el cambio se producía a partir del creciente uso de las máquinas amasadoras y sobadoras. Afirmaba El Despertar, al respecto de las labores en las panaderías:

Nuestro gremio está en condiciones desastrosas de salarios y condiciones de trabajo, en la industria panaderil se ha progresado en la técnica, en la mecánica, pero lo que no ha progresado nada son las condiciones de trabajo en la totalidad de las localidades los obreros panaderos carecen de organización, no se cumple ni la jornada de 8 horas impuesta ya en todos los gremios, ni se cumple el descanso DOMINICAL y sin embargo son leyes dictadas por el gobierno Nacional (El Despertar, enero de 1936).

Actividades como la construcción de carros disminuyeron cuando comenzó a popularizarse el uso de camiones y automóviles (Harari, 2006:134–136). La organización mundial del capitalismo atravesó a todos, incluso a simples carpinteros y herreros que vieron disminuir hasta la desaparición su antiquísimo oficio, por el automotor9. La expulsión de obreros por la mecanización no se acotaba al agro y sus máquinas, o a la industria, con sus nuevos sistemas productivos o mercancías mejor manufacturadas. El transporte también sufrió un movimiento análogo:

Un factor importantísimo que a diario se introduce en la vida del campo, empobreciéndola, es la maquinaria. Los primeros en palpar sus efectos son los conductores. Estos trabajadores, que se han dedicado toda la vida a transportar el cereal a los puntos de concentración, estaciones de ferrocarril, etc., se ven ahora desplazados de ese medio de vida por el camión, que al gran poder de desplazamiento la velocidad, aventajando en mucho al primitivo carro. Los trabajadores de esta rama tendrán que contemplar forzosamente esa situación, tratando de poner a tono a la época, pues pretender oponerse al progreso de la maquinaria sería una aberración, además de resultar inútil todo esfuerzo en tal sentido (Bandera Proletaria, 05/10/1929).

La llegada del camión significó la liquidación paulatina de los carreros. El camión comenzó a realizar la tarea de transporte desde la chacra a la estación del tren o al puerto, donde la velocidad era el elemento destacado (Ministerio de Agricultura, 1940:206. Sartelli, en prensa cap. 4). Además facilitó otra modificación importante, el transporte de cereales a granel con el uso de los elevadores de granos, que permitió prescindir de la carga manual en bolsas de arpilleras. Señalaba el ingeniero José Repossini, que el uso produjo transformaciones más allá de las terminales portuarias. Desde el núcleo mismo de la producción se modificó el almacenamiento con los silos, y el transporte por ferrocarril (Repossini, 1936:7–9.) En cada uno de estos eslabones de la cadena de producción, se abandonó al estibador frente a las máquinas. En 1935 decía el emblemático periódico anarquista de la Federación Obrera Comarcal de Diamante, Avance, en una nota de tapa, titulada «Desocupación»:

El gobierno, para «amenguar la desocupación» según sus declaraciones, acaba de votar la suma de 200 millones de pesos, para construir en todos los puertos del país, una vasta red de elevadores de granos. En el puerto de Diamante, se debe de construir, para «amenguar» la desocupación un elevador de 20 mil toneladas -y agregaban-, si se tiene en cuenta, que en éste, como en otros puertos sin elevadores, un barco de 7 mil toneladas, con 40 hombres a bordo y 130 en tierra se lo carga en 8 días más o menos, y que el elevador con la alluda (Sic) de 3 hombres solamente, al mismo barco lo carga en 12 horas, fácil es comprender en que «buena» forma el gobierno se propone «amenguar» la desocupación (Avance, Diamante, 25/09/1935).

Los cálculos presentados pueden ser pauta efectiva de los perjuicios que los elevadores significaron para los obreros ocupados, y la preocupación enunciada es muestra que los elevadores atacaban los puestos de trabajos y era claramente reconocido por las organizaciones sindicales. La conjunción de todas estas tecnologías fue la responsable de los cambios producidos en la estructura entrerriana y en su clase obrera en particular.

7. Conclusión

En las páginas precedentes hemos presentado empírica y teóricamente, los caminos que explican la continuidad de la desocupación obrera en el Entre Ríos desde fines de la década de 1920 hasta la década de 1940, vinculado a la mecanización.
En los primeros apartados intentamos demostrar que la crisis, en tanto momento de la reorganización de las fuerzas productivas, no era reconocida como tal, sino en sus aspectos fenoménicos. Prestando más atención a las causas exógenas que al funcionamiento del sistema local y a su desarrollo interno. Fueron esos argumentos los que permearon las opiniones de los estudios sobre el mundo del trabajo, destacando la crisis comercial como fuente principal de la retracción económica y causa de la desocupación. Asimismo, los estudios mencionados respondían a un análisis centrado en Buenos Aires y su conurbano, los cuales, por esos años comenzaron a desarrollar una nueva fase de industrialización, captando buena parte de la mano de obra sobrante y teniendo un ciclo propio de ocupación y desocupación, por lo que destacábamos que esos análisis no eran pertinentes para la forma que adquiría el capitalismo en Entre Ríos por ese mismo tiempo.
Al respecto decíamos que el capitalismo fundamentalmente agrario había conocido su techo expansivo durante la crisis, mientras en la industria, resultaba significativo el estancamiento en la cantidad de establecimientos y en la ocupación de mano de obra, en tanto, la cantidad de caballos–fuerzas había crecido de modo exponencial. Concluimos que el proceso de expansión capitalista en la provincia de Entre Ríos siguió el camino de profundización en las inversiones tecnológicas.
Buscando medir cuantitativamente la desocupación señalamos que no se contaban con materiales censales fieles, por lo cual, nos inclinamos por fuentes oficiales y periodísticas. Así como, de las más diversas latitudes dentro del espacio provincial y de todo el recorte cronológico. El resultado, era elocuente, la desocupación entrerriana era un fenómeno permanente y extendido desde las ciudades más desarrolladas hasta los pueblos y la campaña. Por ello concluíamos que la conformación de una sobrepoblación obrera era un hecho estructural novedoso para la clase obrera provincial, que hasta el momento había conocido la desocupación como un fenómeno fluctuante y limitado a una capa de obreros estacionales que pueden caracterizarse como «infantería ligera» del capital. En esta nueva coyuntura, la desocupación atacaba a la mayoría de las fracciones obreras.
A la hora de indicar los motivos de la desocupación, nos inclinamos por la inversión en capital constante, es decir, en una creciente mecanización, en varias de las ramas centrales del capitalismo provincial, pero mostrando también, que el desarrollo de la moderna manufactura y la gran industria habían recalado en el pequeño taller tanto como en la fábrica o el campo, desplazando a los obreros, reduciendo su número por establecimiento o aumentando su productividad sin que esto significara un aumento en la ocupación. En una mirada al conjunto de la clase obrera, las consecuencias de la mecanización fueron una creciente descalificación, la liquidación de cientos de puestos de trabajo y, colateralmente, el éxodo económico de miles de trabajadores y la proletarización de los chacareros menos productivos.
Por todo esto es que, la llamada crisis del ʾ30, no debería ser tomada como un hecho coyuntural, sino como la manifestación de las transformaciones que estaban sucediendo dentro del modo de producción capitalista. Y su origen, no debería ponderar de sobremanera la retracción comercial, sino considerar el peso de los desembolsos de capital constante, afectando a los capitales menos productivos y a la mano de obra en los aspectos señalados.

Notas

1Partiendo de las explicaciones clásicas de Pierre Vilar, reconocemos como estructurales a los elementos de continuidad de un proceso en estudio, sobre el cual luego, se montan las relaciones sociales. Así, el capitalismo pampeano expansivo decimonónico ⸺estructura⸺ estuvo marcado por la creciente incorporación de nuevas tierras, ampliación del mercado de fuerza de trabajo y un proceso de mecanización dispar, pero importante en las producciones centrales de dicho modelo capitalista (coyuntura). Es decir, la estructura son los elementos permanentes de los procesos históricos sobre los que se ordenan los elementos de cambio, lo coyuntural. Asimismo, como bien señala Vilar, los elementos «coyunturales», son volátiles y en permanente movimiento. Estructura/coyuntura son niveles de análisis del proceso histórico (ver Vilar, 1980).

2Los únicos contemporáneos que relacionaron la crisis comercial y ocupacional con el propio sistema capitalista fueron los obreros, quienes dejaron una clara mirada sobre la relación de liquidación de fuentes de trabajo a partir de la creciente mecanización. El periódico de la Unión Sindical Argentina, Bandera Proletaria, desarrolló durante marzo y abril de 1930 un análisis de la crisis en el agro y su relación con las máquinas. Prácticamente todas las corrientes ideológicas del movimiento obrero de la época hicieron lo propio en la misma sintonía (ver Bandera Proletaria en los meses citados. Para el resto de las corrientes obreras un interesante resumen en Graciano en Balsa & Lázzaro, 2012:119–202, T. I).

3Aquí sintetizaremos brevemente la dinámica de la crisis capitalista, su relación con los cambios productivos y sus consecuencias sobre el nivel de ocupación obrera. Por una cuestión de extensión, quedan fuera de la explicación algunos elementos que merecen un mayor desarrollo.

4 Es la capa de obreros que se caracteriza por el trabajo estacional, la permanente movilidad geográfica en búsqueda de trabajo, el pago mínimo y las peores condiciones de trabajo. Normalmente, son obreros abocados a las tareas de construcción de grandes obras, los recolectores de frutos y cosecheros, los obreros encargados de las faenas en los frigoríficos, la esquila, etc. utilizando los ejemplos típicos en el medio que está en estudio (ver Marx, 2001:563, T. I).

5Decía Marx: «La superpoblación relativa existe bajo las más diversas modalidades. Todo obrero forma parte de ella durante el tiempo que está desocupado o trabaja solamente a medias» (2001:543, T. I.). También, para un acercamiento del concepto se puede consultar: Kabat, 2009.

6Al respecto de las fichas censales y circulares informativas decía: «Asimismo, estableció dicho decreto [se refiere a la Ley 11590 que autorizaba el censo] que estas circulares informativas debían entregarse personalmente a los presuntos desocupados o, según los casos, a los dueños, inquilinos principales, gerentes de establecimientos, encargados o cualquier otra persona a cuyo cargo o bajo cuya vigilancia se encontrase los locales (...) el Departamento Nacional de Trabajo requirió la colaboración, no tan sólo de las personas que se encontraran sin ocupación, sino de cuantos ciudadanos estuviesen en condiciones de aportar datos acerca de la existencia de desocupados. Por ello, al pie de la circular [que informaba el funcionamiento del Censo] se dejó espacio suficiente para que los interesados indicaran el número de desocupados que habitaban en el mismo domicilio, hotel, pensión, etc., o concurrían al establecimiento de modo habitual...» (la cursiva es nuestra, cfr. Figuerola, 1933:10 y 14. También se puede consultar a Girbal–Blacha, 2003).

7 En este censo se corrobora lo que la estadística provincial relevó: existen más cosechadoras que trilladoras: 1445 trilladoras.

8Curiosamente en estos cálculos se asignan unas 80 ovejas por jornada a 0,03 ctvs. Es decir, muy cercano al pago del occidente de Uruguay. Lo que se puede suponer, facilitaría la migración de obreros de aquella margen a esta como sucedía con los saladeros y fábricas de extractos de carnes.

9Para 1947 existirán en la provincia de Entre Ríos, 229 talleres mecánicos para automóviles, ómnibus y camiones, que ocupaban a 102 empleados y 591 obreros, junto a 871 caballos fuerza instalados, a la par que aún persistían 152 talleres constructores de carros, con 4 empleados y 106 obreros, y una cantidad de 812HP instalados (Cfr. República Argentina, 1952:152, 154, T. III).

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