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Pampa (Santa Fe)

versión On-line ISSN 2314-0208

Pampa  no.28 Santa Fe  2023

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.14409/pampa.2023.28.e0068 

Artículos

Vivir y producir, vivir o producir. Experiencias de usos del suelo de productores del periurbano en Venado Tuerto (Santa Fe-Argentina)

Living and producing, living or producing. Land use experiences of peri-urban producers in Venado Tuerto (Santa Fe-Argentina)

1Centro de Estudios Antropológicos en Contextos Urbanos / Universidad Nacional de Rosario - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (UNR - CONICET)

Resumen

En el presente artículo me propongo analizar las experiencias de usos agropecuarios del suelo en un contexto de conflictividad ambiental asociada a la producción en el periurbano de la localidad de Venado Tuerto (Santa Fe-Argentina). Este trabajo parte de una perspectiva socioantropológica relacional y se desprende de la investigación doctoral realizada entre los años 2015-2020, recuperando parte del material de campo (entrevistas en profundidad y observaciones) construido durante dicha pesquisa. El abordaje realizado permitió dar cuenta de una tendencia hegemónica de transformación de lo rural en agropecuario a partir de la preeminencia de aspectos económico-productivos. Pese a ello, se pudieron identificar algunas transformaciones en los usos del suelo y en las prácticas productivas, así como la emergencia de “nuevas/os productores”. Se sostiene que estos procesos pueden explicarse en función de un proceso de conflictividad ambiental que se viene desplegando en los últimos años.

Palabras clave Periurbano; Usos del suelo; Producción Agropecuaria; Conflictividad Ambiental

Abstract

In this article I propose to analyse the experiences of agricultural land use in a context of environmental conflict associated with production in the peri-urban area of Venado Tuerto (Santa Fe-Argentina). This paper is based on a relational socio-anthropological perspective and stems from the doctoral research carried out between 2015-2020, recovering part of the field material (in-depth interviews and observations) constructed during this study. The approach used allowed us to identify a hegemonic tendency to transform rural areas into agricultural areas, based on the pre-eminence of economic-productive aspects. Despite this, some transformations in land use and productive practices were identified, as well as the emergence of "new producers". It is argued that these processes can be explained in terms of a process of environmental conflict that has been unfolding in recent years.

Keywords Peri-urban; Land Use; Agricultural Production; Environmental Conflictivity

Introducción

Este artículo se desprende de una investigación doctoral realizada entre los años 2015 y 2020 en la cual me propuse analizar las experiencias cotidianas de los habitantes del periurbano de la localidad de Venado Tuerto (Santa Fe-Argentina) en torno a la problemática ambiental vinculada al uso de agrotóxicos en la producción agropecuaria. Particularmente en esta ocasión me planteo como objetivo abordar las experiencias de usos agropecuarios del suelo en un contexto de conflictividad ambiental asociada a la producción en el periurbano de la localidad, así como de existencia de una ordenanza municipal que establece restricciones y controles a las aplicaciones de plaguicidas.

En la región pampeana de Argentina las transformaciones desplegadas desde las décadas de 1960/1970 en el sector agropecuario, a partir de lo que se conoció como proceso de “modernización”, estuvieron vinculadas al dominio del capital en la agricultura (Albanesi y Propersi, 2005; Lattuada y Neiman, 2005; Azcuy Ameghino, 2008). Estas repercutieron en las formas de llevar a cabo la producción, la estructura social agraria, el vínculo con la tierra y las formas de residencia, entre otras dimensiones de la realidad social y productiva.

Durante la década del 90 asistimos al ascenso de un nuevo modelo agropecuario conocido como agronegocio el cual, en las décadas siguientes, sería potenciado. Diferentes autores coinciden en destacar que el agronegocio constituye un fenómeno global asociado a nuevas formas de acumulación (Gras y Hernández, 2013; Cloquell, Albanesi, Nogueira y Propersi, 2014) que se traducen en una nueva “cuestión agraria” (Azcuy Ameghino, 2016; Fernández, 2018) que incluye entre las problemáticas centrales aquellas que pueden conceptualizarse como ambientales, además de las socioeconómicas, políticas y culturales. Según Gras y Hernández (2013) este modelo puede caracterizarse por: la transectorialidad, la prioridad del consumidor global, la intensificación del capital en los procesos productivos, la estandarización y protagonismo de las tecnologías (biotecnología y de la información) y el acaparamiento de tierras para la producción en gran escala. Según esta perspectiva analítica predomina una visión de la actividad productiva meramente como negocio y las principales tendencias son la especialización, la exclusión y la concentración (Cloquell, Albanesi, Propersi, Preda y De Nicola, 2007; Gras y Hernández, 2013). Estos procesos implicaron una fuerte transformación de las unidades productivas, cada vez más intensivas en capitales, especializadas en alguna producción (agriculturización/sojización), con menos requerimientos de mano de obra (ya sea familiar o asalariada), lo cual redunda en la tendencia al desplazamiento de la población hacia los centros urbanos y el abandono de los establecimientos agropecuarios como espacio de vida.

Bajo este paradigma productivo el ritmo vertiginoso de profundización de las tendencias señaladas fue generando consecuencias sociales y sobre los bienes naturales que no tardaron en transformarse en cuestionamientos al modelo productivo del agronegocio por parte de algunos sectores de la sociedad. En muchas zonas del país estos cuestionamientos derivaron en conflictos socio-ambientales que tuvieron y tienen como eje del debate y las controversias al paquete tecnológico asociado al cultivo de transgénicos con especial énfasis en el uso de agroquímicos. La preocupación en torno a estas cuestiones viene siendo abordada ampliamente desde diversas investigaciones en ciencias sociales. Un foco importante estuvo en los procesos organizativos en torno a conflictos socioambientales (Berger y Ortega, 2010; Motta, 2016), y particularmente en las percepciones, prácticas y saberes de la población (Caisso, 2017; Evia, 2021), la construcción de riesgos y las controversias socio-técnicas (Skill y Grinberg, 2013; Iturralde, 2015; Barrientos, Ferrer y Manzur, 2018; Schmidt, Grinberg, Langbehn, Álvarez y Pereyra, 2019; Kunin y Lucero, 2020); así como otras que partiendo de determinadas controversias ponen el foco en el sistema científico y el lugar de los científicos (Vara, 2012; Blois, 2017) o en los encuentros y desencuentros entre la perspectiva de científicos y habitantes en relación a las problemáticas socio-ambientales (Rendón, Blois, Villahoz, Ceretani y Folguera, 2020).

A su vez, desde las ciencias naturales, agronómicas y de la salud, algunas/os investigadoras/es, se han detenido en dar cuenta del deterioro y depredación de los bienes naturales, como la reducción de la fertilidad de los suelos en la región pampeana (Sainz Rozas et al, 2019), la presencia de plaguicidas tanto en suelos como en aguas superficiales y subterráneas (Aparicio et al, 2015; Ronco, Marino, Abelando, Almada y Apartin, 2016), que por el incremento de su uso y combinaciones de productos se traduce en un mayor índice de toxicidad global (Cáceres, 2018); incluso se alerta sobre la extendida utilización de glifosato en zonas con altas concentraciones naturales de arsénico (provincias de Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba, Chaco, Santiago del Estero) ya que proporcionan un escenario potencial de riesgo para la salud ambiental (Lajmanovich et al, 2019). Otras investigaciones han realizado relevamientos epidemiológicos y genotóxicos de los plaguicidas en poblaciones humanas (Aiassa et al, 2014; Ávila Vázquez, Maturano, Etchegoyen, Difilippo y Mac Lean, 2018).

Ante este contexto de avance de una agricultura industrial, de crecimiento urbano y conflictividad ambiental los periurbanos de localidades agrarias ganaron centralidad para la población, para las políticas públicas y para la academia dado que son el espacio donde producción y población se encuentran (Cloquell et al, 2014), aunque los conflictos y demandas lo exceden. Los estudios sobre periurbano posibilitan lecturas que rompen la dicotomía urbano-rural, e incluso algunas investigaciones (Ávila Sánchez, 2005, 2009) proponen abandonar la idea de los límites de los periurbanos como algo físico y definible, y en cambio reconocer procesos que los van conformando. Gran parte de las investigaciones focalizadas en este espacio indagan sobre la agricultura periurbana y las políticas públicas desde perspectivas que reflexionan en torno al desarrollo local y las articulaciones y disputas en relación a la implementación de programas (Ringuelet, Cavicio y Simonatto, 2006; Propersi et al, 2012; Barsky, 2013; Feito, 2017; Martínez et al, 2019); así como sobre las configuraciones territoriales en los periurbanos (Alegre, 2016; Giobellina, 2018). También se analizan los conflictos producidos por nuevas formas de uso del espacio rural periurbano asociadas a la valorización inmobiliaria (Craviotti, 2007; Feito, 2010). Otras investigaciones que parten de reconocer la conflictividad ambiental en los periurbanos en torno a las formas en que se lleva a cabo la producción, con especial énfasis en el uso de productos agroquímicos, analizan el desarrollo de opciones productivas sustentables (Aranguren y Martínez, 2015) o agroecológicas y asociativas (Chiafarelli, 2007) o se concluye que el conflicto puede representar también una oportunidad para el desarrollo de estrategias de integración social, económica y ambiental rural-urbana (Propersi, Nogueira y Tifni, 2013).

Sin lugar a dudas, en la última década se ha generado una extensa producción en torno a la temática de periurbanos así como a problemáticas ambientales. El recorrido por los antecedentes me permitió dar cuenta de la centralidad de estudios sobre periurbanos metropolitanos como los de las áreas circundantes a Buenos Aires, La Plata, Rosario y Córdoba. Tomando esto en consideración, podría sugerirse que resulta importante conocer los procesos de conflictividad y las dinámicas periurbanas en contextos no metropolitanos. Así mismo entiendo que aún es necesario avanzar en trabajos que focalicen en la diversidad de prácticas y sentidos en torno a la conflictividad ambiental surgida a propósito de las formas en que se lleva a cabo la producción agropecuaria en los periurbanos de la región pampeana. Particularmente me interesa contribuir, desde una perspectiva socioantropológica relacional (Achilli, 2005), con un abordaje que dé lugar a las contradicciones, las tensiones y las apropiaciones vivenciadas por los sujetos, realizando un análisis que busque captar los nexos de los condicionamientos recíprocos entre lo cotidiano y lo estructural. Para ello retomo en este análisis las categorías de cotidianeidad social (Heller, [1977] 2016) y experiencia (Thompson, 1979), a la par de la recuperación de propuestas que permiten leer los procesos estudiados en términos de hegemonía/subalternidad (Gramsci, 2012; Williams, 2009).

Agnes Heller entiende a la vida cotidiana como “el conjunto de actividades que caracterizan la reproducción de los hombres [y mujeres] particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la reproducción social” (2016, p. 25). Desde esta perspectiva esas actividades son heterogéneas, ya sea por el tipo de sociedad donde se vive, el lugar que se ocupa en la división social del trabajo, la fase de la vida que atraviesa la/el sujeto. Pese a que lo cotidiano refiere, según Heller, al ámbito de lo inmediato, eso no significa que se limite a aquello que hace a lo privado, lo mundano en oposición a lo público, relevante y oficial. El estudio de la vida cotidiana supone trabajar analíticamente a escala de lo particular, lo cual permite desentrañar la heterogeneidad, las tramas y tensiones; para ello la contextualización histórico-social de lo estudiado es central, “en tal sentido, posibilita considerar la conformación de modificaciones que se producen en la cotidianeidad tanto a modo de reproducciones o conservaciones como, también, a modo de 'fermentos secretos de la historia' que anticipa ciertos cambios” (Achilli, 2005, p. 21).

Poner el foco en la cotidianeidad social habilita a recuperar la noción de experiencia histórica desarrollada por Thompson (1979). Este concepto fue retomado ampliamente en los estudios socioantropológicos (Soul, 2013) tanto por la forma en que la relación estructura/sujeto emerge como explicativa del proceso histórico, así como por un abordaje de las relaciones sociales en sus dimensiones materiales y simbólicas. Ahora bien, al referir a la experiencia histórica de los sujetos, se alude al modo en que los hombres y mujeres viven el conjunto de relaciones sociales, “con una cultura y unas expectativas heredadas, y al moldear estas experiencias en formas culturales” (Thompson, 1979, p.38). De tal modo, pensar en términos de experiencias cotidianas de las/os sujetos es una clave analítica para dar cuenta del proceso de configuración de prácticas y sentidos desplegados en determinadas condiciones epocales.

En función de este interés voy a avanzar en un análisis que focalice en la relación entre las experiencias de uso del suelo y la conflictividad ambiental en la producción agropecuaria en el periurbano de Venado Tuerto. Particularmente voy a describir los diversos usos y las conflictividades que se expresan a partir de los cuestionamientos y restricciones existentes en torno al uso de plaguicidas y las experiencias que ello configura. La investigación constituyó un estudio intensivo en el sentido etnográfico, orientado desde un enfoque socio-antropológico relacional (Achilli, 2005), el cual permite observar y relacionar tanto las tendencias generales que atraviesan las experiencias particulares como su carácter de historicidad; y desde el que se prioriza el análisis y recuperación de la cotidianidad social y el interés por las construcciones de sentido de los sujetos. Partiendo de la concepción de que la etnografía es “el proceso de documentar lo no documentado” (Rockwell, 2011, p.48), considero que indagar sobre las prácticas y sentidos de las/os sujetos es una forma de llevar a cabo la labor etnográfica, y de otorgarle especificidad a una problemática que podría ser abordada desde una diversidad de perspectivas y disciplinas científicas. De este modo, recupero la cotidianeidad (Heller, 2016) en sus contradicciones y heterogeneidades para poder reflexionar desde las intersecciones, encuentros y desencuentros entre producción agropecuaria y ambiente.

El análisis que se presenta a continuación se sustenta a partir del material empírico construido durante el trabajo de campo realizado entre los años 2015 y 2019 en el marco de mi investigación doctoral. Recupero, en esta oportunidad, diez entrevistas en profundidad no estructuradas realizadas a productores agropecuarios del periurbano, a empleados municipales e ingenieros agrónomos, así como observaciones de dos talleres de productores (uno de productores de cerdos que conformaban un grupo de Cambio Rural II y otro de productores hortícolas) y de recorridas/observaciones por el periurbano de Venado Tuerto. La selección de los sujetos tomó como criterio que por su actividad o lugar de residencia tuvieran un vínculo estrecho con la producción agropecuaria, dado que el foco del artículo está en los usos agropecuarios del suelo del periurbano. El acceso a las/os sujetos entrevistados fue a partir de dos contactos que permitieron iniciar una estrategia de “bola de nieve”, que fue especialmente útil en los momentos iniciales de la investigación para la apertura del campo. Como esta pesquisa fue de carácter intensivo, la construcción del referente empírico no pretendió tener una muestra de casos representativos desde un sentido cuantitativo, sino que como sugiere Rockwell la representatividad en estos estudios se construye a partir “de múltiples observaciones y entrevistas, en diferentes contextos, para encontrar recurrencias que apoyen esa representatividad interna, o bien para conocer las circunstancias particulares de lo que no parece ser recurrente” (1987, p.24).

El periurbano venadense como lugar de intersticios

Esta investigación se desarrolló en Venado Tuerto, una localidad ubicada en el Departamento General López en el sur de la provincia de Santa Fe (Argentina), zona núcleo de la producción agropecuaria del país. Parto de entender a Venado Tuerto como ciudad-gestión de la agricultura (Cloquell et al, 2014) no sólo en relación al lugar en que está emplazada y las condiciones agroecológicas propicias para la producción primaria sino también en relación a determinadas características que hacen a la vida cotidiana en el lugar. Concentra buena parte de las empresas transnacionales dedicadas a la producción, transporte y comercialización de commodities; la cercanía al puerto de Rosario es estratégica para la exportación de la producción, así como la existencia de una Zona Primaria Aduanera en la localidad. También cuenta con instituciones técnicas agropecuarias, educativas agro-técnicas, reúne una gran cantidad de semilleros transnacionales, empresas de insumos para el agro y una importante cantidad de industrias que incluyen: siderurgia, metalmecánica, textil y construcción. A su vez, fue creciendo como centro de servicios y administrativo, incluso para los habitantes de pequeñas localidades cercanas. Desde su fundación Venado Tuerto se fue consolidando como una de las principales localidades de la provincia de Santa Fe, tanto por cantidad de población como por importancia económica. En este proceso confluyeron no sólo la centralidad del sector agropecuario pampeano sino también la diversificación económica que se da en la localidad con la importancia de la industria y los servicios (parte de estos con una fuerte vinculación al agro)

Elaboración propia

Figura 1Ubicación de Venado Tuerto y principales conexiones viales 

En Venado Tuerto lo urbano y lo rural tiene íntimas conexiones, superposiciones y tensiones (Williams, 2001). En especial puede verse cómo la lógica del agronegocio atraviesa la cotidianidad social, formando parte de un modo u otro de la reproducción de las personas que allí habitan (Espoturno, 2018). Como sugieren Cloquell et al (2014) pese a los cambios en la producción, las modalidades de ocupación y valorización del suelo, la innovación tecnológica, la estructura social y el marcado desplazamiento hacia las zonas urbanas, el carácter rural de estas localidades no se disolvió, pero, como se desarrollará más adelante, la relación urbano-rural se fue complejizando dando lugar a una transformación de lo rural cada vez más en agropecuario. En esa línea es que considero que “se trata de pensar espacios analíticos en donde se destaquen más las imbricaciones, las superposiciones, en lugar de aquellos aspectos que habilitan a pensarlo -lo urbano y lo rural- como mundos sociales separados” (Giarracca, 2003, p. 18). Esto último constituyó también una clave teórica para abordar la cuestión de la delimitación del periurbano. Tanto las observaciones como las entrevistas realizadas ponían de manifiesto las dificultades para establecer los límites del periurbano. Sobre todo, teniendo en cuenta que en esa delimitación aparecen en consideración procesos sociales, políticos, económicos, productivos e históricos, junto con aspectos de orden más burocrático y técnico (como un trámite catastral) lo cual es central para la gestión de las ciudades:

No había una división bien marcada de ´acá comienza el periurbano y acá comienza el urbano´. Incluso, las planchitas de catastral o los diseños de ciudad no tenían la zona de descanso o de relax que es la zona suburbana; nosotros teníamos lo urbano y lo rural […] El periurbano no tenía un límite, sino que era ´acá se pone la casa, acá se siembra´, era así primeramente; y así son la mayoría de los pueblos de la Pampa Húmeda (Entrevista a Rafael, trabajador municipal, 04/2018).

Recorriendo la localidad, al moverse desde el centro hacia las periferias de la ciudad es posible observar una superposición de elementos que podrían pensarse propios de la ruralidad con aquellos que podrían referenciarse con la urbanidad. El trazado de las calles se mantiene pero va desapareciendo el pavimento para dar lugar a la tierra y a las cunetas. A medida que avanzamos, algunas cuadras dejan de tener 100 metros para tener el largo de algún lote y en ellas circulan todo tipo de transporte: autos, camiones, motos, bicicletas y también animales como caballos y vacas que van siendo arriadas por algún productor. Los barrios también cambian de aspecto, mientras más nos acercamos a la periferia las casas van estando más lejos unas de otras. Se observan algunas casas de chapa, de madera, así como también es posible encontrar barrios nuevos, con casas en construcción, muchos de ellos asociados a los créditos otorgados por el Pro.cre.ar[1], así como alguna bioconstrucción. También en el periurbano de la localidad existen barrios cerrados donde residen algunos de los sectores más adinerados de la ciudad.

Quizás el elemento que más remite a cierta ruralidad imbricándose con la ciudad es la presencia de algún tipo de producción agropecuaria como cultivos agrícolas, hortícolas y ganadería. Incluso en terrenos en los fondos de las casas es común observar huertas familiares y animales como cerdos, caballos, gallinas y vacas; también maquinaria e implementos agrícolas guardados en galpones o en los terrenos.

Estas consideraciones plantean el desafío de tomar ese periurbano en su complejidad, en sus múltiples determinaciones e influencias con lo urbano y lo rural. Es por ello que recuperando a Sieverts (2014) conceptualizo al periurbano como espacio o paisaje intermedio. Este término focaliza en la idea de algo que está “entre”: “entre los centros históricos de las ciudades y el campo abierto, entre el lugar como un espacio de vida y los no lugares de circulación, entre los pequeños ciclos económicos locales y la dependencia del mercado mundial” (Sieverts, 2014, p. 123). Para el autor los paisajes intermedios dan la impresión de carecer de planificación previa y su conformación se da por innumerables decisiones individuales.

Los periurbanos como paisajes intermedios permiten pensar en cierta heterogeneidad en las formas de ocupación y uso, que se traducen en una discontinuidad de las relaciones sociales y fragmentación territorial; todas estas características exponen a los periurbanos en su dinamismo. La ocupación de los periurbanos en nuestra región puede ser un proceso no planificado, con un crecimiento productivo y poblacional marcadamente acelerado dada la importancia de la producción agraria en la economía nacional, así como del mercado inmobiliario residencial (Craviotti, 2007; Feito, 2010). En ese sentido, acordamos con Barsky en que los periurbanos en su constitución están atravesados por “procesos económicos relacionados con la valorización capitalista del espacio” (2013, p. 31). El periurbano es un espacio que permite observar también una heterogeneidad de sujetos vinculados a la producción a pesar de las tendencias innegables a la concentración de la tierra y la producción, a la tendencia a la reproducción de formas empresariales en las actividades agropecuarias, y la especialización productiva bajo un modelo dominante como el agronegocio.

Entonces, a partir de la lectura de investigaciones y de referentes teóricos, así como del propio trabajo de campo, la pretensión de establecer límites físicos del periurbano fue siendo dejada de lado para priorizar una comprensión relacional de este espacio. En ese recorrido me fui alejando de la idea del periurbano como un borde para acercarme a posiciones como la de Sieverts (2014), y en ese proceso las palabras de un trabajador municipal adquirieron sentido y fueron reveladoras al mismo tiempo: “establecer los límites era como querer planchar un hilo dentro del bolsillo” (Entrevista a Rafael, trabajador municipal, 04/2018).

Como fue dicho, el periurbano venadense en su constitución como espacio intermedio supone la coexistencia de diversos usos, formas de habitar y sujetos. A grandes rasgos, el trabajo de campo me permitió identificar usos residenciales, productivos-agropecuarios, industriales, de esparcimiento, para la conservación natural, de circulación o depósito de desechos. Estos diferentes usos no son excluyentes, sino que se combinan de diversas maneras. En función del foco de este artículo, me circunscribo a los usos productivos agropecuarios en sus intersecciones y alejamientos con los espacios de vida.

Los usos del suelo en un contexto de conflictividad ambiental

Al recorrer el periurbano local se hace evidente el uso productivo agropecuario del suelo, el cual incluye una heterogeneidad de situaciones y de múltiples combinaciones que conviven en un espacio común, no sin conflictividades y que ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Por empezar es posible encontrar diferentes tipos de producciones: a partir de recorridas y entrevistas he podido relevar en el periurbano actividades de agricultura, horticultura, ganadería vacuna, porcina, ovina, equina y cría de aves de corral y conejos. Estas actividades son realizadas por diferentes tipos de productores: familiares, empresariales, con tradición en el sector y otros de reciente incorporación en la producción. Algunas producciones tienen un claro fin comercial pero también otras son realizadas para autoconsumo; incluso son llevadas a cabo en diferentes escalas y lugares: hay actividades como cría de pollos y conejos y algunas huertas que se realizan en los fondos de las casas, así como otras actividades que demandan mayores extensiones y donde se utilizan terrenos destinados exclusivamente a la actividad productiva. A estos terrenos se accede tanto por propiedad, arriendo o préstamo.

La actividad agrícola es de gran peso y se especializa en los cultivos de soja, maíz (verano) y trigo (invierno). Esta producción es realizada en base al paquete tecnológico de semillas transgénicas, agroquímicos y siembra directa. A pesar de que no hay datos oficiales sobre la cantidad de kilos/litros de plaguicidas utilizados a nivel nacional[2], la organización Naturaleza de Derechos en base a los informes de las Consultoras Pampas Group e Investigaciones Económicas Sectoriales elaboró una estimación que sostiene que en 2018 se utilizaron más de 500 millones de lt/kg (Cabaleiro, 2019). Durante una entrevista realizada, un empleado municipal del Departamento de Asuntos Rurales estimaba a partir de un cálculo rápido que en el Departamento Gral. López se comercializan 10 millones de litros de plaguicidas, de los cuales “el 70% se comercializa en Venado Tuerto, que serían 7 millones de litros anuales de fitosanitario” (Entrevista a Rafael, empleado municipal, 04/2018). Ante este panorama no es de extrañar que en la localidad, hacia los años 2003-2004, haya comenzado a hacerse visible un conflicto por el uso de estos insumos[3]. Luego de un extenso devenir, en 2011 se sancionó una ordenanza en la localidad con el objetivo de actualizar y establecer el límite agronómico de la ciudad, así como algunas medidas referidas a la aplicación de productos agroquímicos; entre las principales puede mencionarse: la prohibición de la aplicación de plaguicidas en los primeros 50 metros a partir del límite agronómico, la definición de franjas de aplicación según productos y modalidad, protocolos de actuación, permisos y controles.

La existencia de la ordenanza supuso malestar y resistencia por parte de muchos productores del periurbano, particularmente en relación a los 50 metros de prohibición en la aplicación de plaguicidas. Por un lado, cumplir la ordenanza implicaba para estos productores repensar -en parte- sus prácticas productivas mientras que, por otro lado, no cumplirlas suponía tener problemas con las/os vecinos o incluso alguna sanción económica por parte del municipio. Una de las principales formas de resistencia de estos productores ante esta ordenanza fue el abandono de esos lotes afectados por la restricción. Algunos productores que arrendaban planteaban: “Aparte, al no ser campo propio uno lo va a dejar […] uno no tiene necesidad [de seguir alquilando]” (Alberto, productor agropecuario, 07/2018) ya que según afirmaban no era rentable sostener los alquileres de esos predios al no poder producir en base al paquete tecnológico vigente. Incluso la amenaza del abandono era planteada por muchos productores como la posibilidad del surgimiento de lo que ellos consideraban como peores problemas que los agroquímicos ya que al crecer todo tipo de vegetación espontánea en los lotes abandonados “se va a llenar de ratas” o “va a haber más incendios”.

Sin embargo, no todos los productores tienen la posibilidad de arrendar terrenos en otros lugares. Además, algunos de los que son propietarios sostienen que prefieren seguir trabajando ellos esos lotes. Algo que comentaban los productores y empleados del Departamento de Asuntos Rurales del municipio es que una práctica común es dejar sin producir los 50 metros afectados por la prohibición: “No se pone nada...Yo le paso por ahí un disco cuando vamos a hacer el contrafuego, le paso para matar [porque] ¡Se viene un yuyal terrible! ¿viste?” (Francisco, productor agropecuario, 07/2018). El dejar esa franja sin producción, pasando un disco para controlar el surgimiento de vegetación espontánea se asocia con que los productores manifiestan no encontrar otra opción productiva para esa fracción del lote. En numerosas entrevistas muchos de ellos señalaron que la sanción de la ordenanza no vino acompañada de la promoción de alternativas productivas. Otros productores en cambio reconocían que desde el municipio y la agencia de INTA local se habían realizado algunos ensayos y propuestas, aunque luego estas no fueron tomadas por los productores: “me acuerdo cuando estuvo Pablo [un Secretario municipal] algo intentaron, algo de forestación. Pero nadie...nadie llevó a cabo nada” (Entrevista a Lisandro, productor agropecuario y aplicador, 07/2018).

Extraído de Google Earth

Figura 2  vista aérea de lotes del periurbano que dejan la franja de 50 mts sin producir 

Considero importante detenerme en esta cuestión de no encontrar alternativas o no saber qué hacer en esa franja ya que entiendo que excede las situaciones o predisposiciones individuales y da cuenta de una experiencia histórica que configura las prácticas y sentidos que se despliegan en determinadas condiciones epocales (Thompson, 1979). O sea, no hallar viable producir de otra manera que no sea utilizando agroquímicos se asocia a las formas que han hegemonizado la producción agropecuaria en las últimas décadas y que se han constituido en opciones de sentido común (Gramsci, 2012) para una gran parte de las/os sujetos implicados en la producción agropecuaria. A su vez, y asociándolo al periurbano, esas formas predominantes en la producción redundan en una reducción de los tiempos de trabajo y simplificación de los procesos productivos a partir del uso de tecnologías, así como el desplazamiento de la residencia hacia áreas urbanas. Ello implicó un menor acercamiento y permanencia en los establecimientos por parte de los productores generando una distancia con la vida cotidiana del periurbano que deriva en un menor involucramiento personal con lo que allí sucede. Así, las decisiones que se toman en torno a cómo llevar a cabo la producción repercuten en un proceso de transformación de lo rural -entendiendo a este como espacio de vida, de producción, de relaciones sociales y culturales- en agropecuario, donde se da una primacía de lo económico-productivo.

La conflictividad ambiental vinculada al uso de agroquímicos en el periurbano y la existencia de la ordenanza, además de resistencias por parte de los productores agropecuarios, abrió una diversidad de estrategias y situaciones que incluso implicaron la emergencia de nuevos sujetos productivos. Quizás uno de los usos del suelo que supone una alternativa productiva de las más implementadas en los 50 metros de restricción es la realización de pasturas, ya sea para la alimentación animal directa como para confeccionar rollos que luego son utilizados como forrajes. Esta opción se da principalmente entre productores que tienen actividades agrícolas y ganaderas. Sin embargo suele ser considerada como un paliativo que no redunda en los mismos beneficios económicos que la agricultura: “no es lo mismo...no, no. Esto lo hace uno como un paliativo...no es lo mismo. Tener eso me genera más trabajo...por ahí, con la agricultura es más fácil, porque es la verdad” (Entrevista a Lisando, productor agropecuario y aplicador, 07/2018).

Por otro lado, la existencia de la restricción habilitó una práctica entre algunos productores que sólo realizan agricultura o manejan grandes superficies que consiste en el préstamo de esa fracción del lote que es afectada por la prohibición a -generalmente- algún productor muy pequeño para que realice pasturas y “la mantenga limpia”. En una entrevista un productor agrícola-ganadero, que entre propiedad y alquiler maneja unas 1000 ha, de las cuales 150 ha están comprendidas en el periurbano y afectadas por la ordenanza, comentaba:

Hay diez hectáreas aparte que se hace alfalfa, porque ya está cerca de Venado. Se lo di a un vecino porque siempre lo quiero tener limpio y para fumigar no me lo quieren fumigar. Se dedica a hacer fardos, rollos, no sé lo que hace, pero lo tiene limpio. (Entrevista a Alberto, productor agropecuario, 07/2018)

Tal como fue adelantado previamente, en el periurbano venadense es posible observar una diversidad de actividades productivas, gran parte de ellas de pequeña escala y asociadas al autoconsumo, pero también para la comercialización. Las/os productores suelen residir en dicho lugar ya que actividades como la horticultura, ganadería (particularmente porcina, ovina y tambo) y la cría de animales de granja (pollos, conejos) demandan mayores tiempos de trabajo y permanencia en los establecimientos que la agricultura extensiva. Muchos de estos productores tienen una tradición familiar en la actividad agropecuaria. Su vínculo con lo productivo y con la tierra viene de la mano de una historia familiar, de crianza y de oficio: “yo hace 40 años que hago lechones y acá estoy, sigo existiendo” (Observación Taller de productores de porcinos, 04/2016) e incluso de elección de vida: “me crié en una granja, y por más que me fui a la Universidad y me podría haber enganchado ahí con la actividad docente, me volví a vivir a la granja” (Entrevista a Ulises, productor y vecino del periurbano, 04/2018).

En una entrevista a un ingeniero agrónomo de la Agencia de extensión de INTA de Venado Tuerto este refería que en el periurbano venadense predominan los pequeños productores y que, desde la existencia de la restricción a las fumigaciones y el aludido abandono de algunos lotes, han ido surgiendo nuevos productores. Desde su perspectiva, estas últimas son personas sin trayectoria en el sector agropecuario:

Bueno, con toda la movida esta de aplicaciones […] muchos de los productores, éstos que eran agrícolas, han dejado los campos. Los han empezado a agarrar algunas otras personas que no eran ni productor ni nada antes, y están haciendo algún emprendimiento con, no sé, ovinos. Se agrandaron, a lo mejor, un poquito más estos de leches. […] Y por ahí, te ocuparon esos lugares con alguno que se dedica a la cría de caballos. […] Y en muy pocos lugares tenés una zona donde hay huerteros, que es una superficie chica, y se había intentado trabajar también con producción orgánica. (Entrevista a Carlos, ingeniero agrónomo de INTA Venado Tuerto, 07/2018)

A lo largo del trabajo de campo realizado fue posible dar cuenta de la existencia de productores/as hortícolas del periurbano de orígenes y trayectorias muy diversas: hay migrantes de otras provincias y países, así como personas oriundas de Venado Tuerto. Incluso hay personas que se identifican como miembros del pueblo moqoit. Las experiencias laborales previas también son muy diversas, hay quienes han trabajado en comercio, actividades industriales, construcción y finanzas entre otras. Algunas de las personas se dedican plenamente a la horticultura, mientras otras despliegan estrategias de pluriactividad. También algunas/os productores hortícolas tienen formación académica universitaria o técnica en agronomía. La heterogeneidad de situaciones también se vislumbra en las formas en que han encarado la producción: en forma cooperativa, como un proyecto familiar o de manera individual.

Más allá de esta diversidad, algo que llama la atención es que la mayoría de estas/os productores no proviene de familias de tradición productora. Con esto no estoy sugiriendo una explosión de nuevas/os productoras/es pero sí considero importante dar cuenta de su existencia y características para tratar de comprender su surgimiento ante la tendencia de desaparición de pequeñas/os productoras/es (Albanesi y Propersi, 2021) e incluso de reducción de actividades como la horticultura en las localidades de la zona núcleo pampeana. En dicha línea argumental destaco un trabajo realizado por el Grupo de Estudios Agrarios (UNR), en el cual se han relevado situaciones similares en el territorio del sur santafesino. Esto fue caracterizado como una reconfiguración de la agricultura familiar que permite identificar “nuevos” productores familiares cuya estrategia socioeconómica y cultural constituye una respuesta a los efectos de la expansión del modelo del monocultivo (Albanesi, Propersi, Espoturno y Perozzi, 2018).

Además, puede sumarse al análisis y comprensión de la emergencia de nuevas/os productores, y con ello las formas asociadas de usos productivos del suelo, una consideración de las características históricas del periurbano en su relación con las tendencias del agronegocio y la conflictividad ambiental abierta en la localidad en torno a los efectos de la producción agropecuaria. En relación a lo expresado previamente, el periurbano se ha caracterizado históricamente como un espacio para la producción de alimentos de consumo local. Sin embargo, en localidades de la zona núcleo pampeana el proceso de generalización del modelo de agricultura industrial, la agriculturización y la primacía de la producción de commodities resultó en una disminución de la producción de alimentos: algunas/os productoras/es abandonaron la actividad y otras/os no tuvieron un recambio generacional. Un empleado municipal del área rural expresaba:

Antes, estas chacritas que estaban en el periurbano vendían huevos, leche, pollo, gallina, cerdo a la ciudad, pero, ¿qué pasó? La primera modificación que tiene la ciudad es que le impone nuevas reglas de comercialización que, de alguna manera, mata esa producción. […] Cuando vino la nueva producción quedó reducida [la chacra] a una vivienda y un parque grande porque es más barato comprar un pollo en el centro que producirlo. (Entrevista a Rafael, empleado municipal, 04/2018)

Pese a dicha tendencia, los procesos de conflictividad ambiental centrados en los periurbanos ponen de manifiesto contradicciones entre las necesidades de acumulación del capital agrario y las de las personas que habitan las localidades agrarias. Aludiendo a la necesidad de recuperar ese tipo de producciones vinculadas al consumo local, históricamente asociadas al periurbano, este empleado municipal -con una larga trayectoria de trabajo- señalaba: “Ahora se está pidiendo de nuevo esa producción, pero no se instalaron más chacritas y no creo que se instalen porque por una ordenanza no lo vas a llevar a la producción, o sea, hay una nueva mentalidad y esto es lo que veo” (Entrevista a Rafael, empleado municipal, 04/2018). Lo planteado por este sujeto podría asociarse a que las dificultades que ello supone se vinculan a condiciones estructurales que se han arraigado en formas de producir y de consumir en la población. En términos de Williams (2009) podría leerse como parte de la relación dialéctica entre hegemonía y subalternidad, la cual permite considerar las constantes recreaciones, modificaciones y recuperaciones, así como las formas de ser desafiada, limitada y resistida en los procesos de conflictividad ambiental. En la problemática abordada, pensar desde esta noción de hegemonía permite dar cuenta de la dinámica del proceso de lucha y del complejo entramado económico, político, cultural y social en el que se desenvuelve.

Sin negar esa tendencia a la disminución de unidades productivas de alimentos de consumo local, y coincidiendo en que a partir de una legislación o políticas públicas locales es difícil revertir una situación estructural que configuró “nuevas mentalidades” a lo largo de décadas, considero que el proceso de aparición de nuevas/os productores y de alternativas en los usos agropecuarios del suelo se comprende a la luz de las disputas abiertas a partir de la conflictividad ambiental que atraviesa las cotidianeidades de gran parte de las localidades agrarias pampeanas. Conflictividad que también se da entre productores, particularmente entre aquellas/os que producen desde planteos agroecológicos (así referenciado por ellas/os) o que expresan algunas preocupaciones respecto a cómo llevar a cabo una producción diversificada y menos insumo dependiente y aquellos que producen desde un modelo de alto uso de insumos que en principio no es cuestionado. Esta conflictividad al interior del universo de productores permite problematizar las homogeneizaciones sobre estas/os sujetos así como ciertos planteos extendidos entre la población, organizaciones sectoriales del agro e instancias gubernamentales que reducen la conflictividad ambiental a una disputa de “campo-ciudad” o “productores-vecinos” (Espoturno, 2019; Espoturno y González, 2019):

Una vez tuvimos un problema de deriva hormonal, suponemos que debe haber sido un 2,4-D. […] en la semana eran todas las hojas retorcidas y todos los brotes nuevos todos retorcidos, de eso no sirvió nada, hubo que tirar todo. (Entrevista a Cecilia, productora hortícola, 04/2018).

En el campo ese tuvimos un problema después, ni bien lo terminamos de sembrar y ya con algún germinado, más que nada rúcula y lechuga que son los más rápidos. El vecino tuvo la brillante idea una tarde, 5 y media, puso un empleado atrás, le bajó la tapa de la caja de la chata con un fumigador autopropulsado de mochila, que son a motor, a explosión. Una herramienta muy buena, pero nada, usada de manera totalmente desprolija, con viento, con las peores condiciones el tipo agarró y se puso a fumigar su campo. Bueno, lo logramos detener, el tipo se violentó, no terminamos a las quemas [una situación de violencia física], pero faltó un poquito. (Entrevista a Felipe, productor hortícola, 12/2019)

A partir de esta cotidianeidad permeada por la conflictividad ambiental las/os sujetos ponen sobre tablas la discusión sobre los usos agropecuarios del suelo en el periurbano, particularmente al plantear tanto desde la discursividad como desde las prácticas qué se produce: commodities o alimentos; cómo: con todo el paquete tecnológico o priorizando opciones “sin tanta bomba”, “sin chimichurri” (Observación taller de horticultura, 12/2019) y para quiénes: para el mercado internacional o para consumo local. Los usos del suelo en el periurbano están en debate, y en el proceso emergen experiencias que recuperan y se apropian de saberes de tradición chacarera, agroecológicos y “ancestrales”: “tomamos hasta la luna como un factor del sistema para que nos ayude” (Melisa, ingeniera agrónoma-INTA, Observación taller de horticultura, 12/2019); pero también de saberes científicos: “viste el tema de la microbiología y todo eso, para que se vayan controlando entre sí [las plagas]” (Entrevista a Gastón, productor hortícola, 03/2017). En este sentido, estas experiencias de nuevas/os productores de alimentos con planteos agroecológicos constituyen una disputa hegemónica que dialectiza “lo residual” y “lo emergente” (Williams, 2009) en el contexto de conflictividad ambiental.

Reflexiones finales

A lo largo del trabajo realizado me propuse abordar las experiencias de usos del suelo que se realizan en el periurbano venadense en relación a la producción agropecuaria. El abordaje de este objetivo desde una perspectiva socioantropológica permitió etnografiar la diversidad de prácticas y sentidos en torno a los usos del suelo, recuperando las contradicciones, las tensiones y heterogeneidades que se dan en un contexto de conflictividad ambiental. A su vez, y vinculado a la amplitud de estudios sobre periurbano, se pudo avanzar en una caracterización de las dinámicas periurbanas en contextos no metropolitanos.

Interesa destacar que poner el foco en el periurbano permitió identificar la relación urbano-rural como un eje analítico central para comprender la conflictividad ambiental y las formas en que la lógica del agronegocio atraviesa parte de la cotidianeidad de las/os habitantes y productores de Venado Tuerto. El periurbano venadense evidencia un dinamismo y transformación a lo largo de los años. Este fue constituyéndose en la confluencia de procesos económicos (como la producción de commodities para exportación y la valorización tanto inmobiliaria como productiva del suelo), productivos (asociados a los desarrollos tecnológicos aplicados a la producción primaria y el desarrollo de la agroindustria en la localidad), políticos (que van desde la aprobación del paquete tecnológico hasta las ordenanzas locales de uso de agroquímicos) y sociales (donde se puede mencionar el cambio de residencia de productores agropecuarios). A su vez, el trabajo realizado permite sostener que las transformaciones en los usos del suelo periurbano se explican en gran medida por el contexto de conflictividad ambiental abierto hace unas décadas, particularmente por el uso de agroquímicos en la producción.

En relación a los usos productivos agropecuarios del suelo periurbano pudieron relevarse una diversidad de actividades, como agricultura (principalmente soja, maíz y trigo), ganadería bovina, cría de cerdos, conejos, aves de corral, caballos y horticultura. Esta heterogeneidad en los usos del suelo es posible asociarla también a una heterogeneidad en los/as sujetos que llevan a cabo la producción. Quisiera destacar en relación a los usos vinculados a una agricultura convencional (de alto uso de insumos), que las transformaciones productivas y tecnológicas que se constituyeron para algunos productores en las únicas viables y posibles a la hora de llevar a cabo la producción visibilizan la complejización de la relación urbano-rural, así como la construcción de un sentido común, en términos gramscianos, sobre la producción. Los cambios de residencia y el menor tiempo de trabajo en los establecimientos supusieron un alejamiento por parte de muchos productores de la vida cotidiana en el periurbano. En ese sentido se sostiene que se configura un proceso de transformación de lo rural -entendido como ámbito productivo pero también de relaciones sociales, culturales y de vida- en agropecuario al predominar el componente económico-productivo por sobre los otros.

Sin embargo, como se mencionó anteriormente, a partir de la recuperación de prácticas que emergen en una cotidianeidad social (Heller, 2016) atravesada por la conflictividad ambiental fue posible dar cuenta de la heterogeneidad de situaciones que constituye el periurbano y los movimientos constantes (no exentos de contradicciones) que allí se generan y dan cuenta de disputas en la construcción de hegemonía. La sanción de la ordenanza local, lejos de suponer la clausura del conflicto fue abriendo nuevos procesos: i) de resistencia, como las amenazas de abandono de la producción por parte de algunos productores y derivado de ello el surgimiento de otros problemas ambientales (como la proliferación de roedores); ii) de negociaciones, se cumple con la no aplicación de agroquímicos en esa franja controlando la vegetación espontánea a partir de labranzas pero no se produce ya que se sostiene que “no es posible”; y iii) de apropiaciones que abrieron la posibilidad a nuevas estrategias productivas (pasturas, cría de ovinos, caballos, horticultura agroecológica) y prácticas (préstamo, cesión de la franja) que implicaron la emergencia de nuevos/as productores.

Este surgimiento de “nuevos/as productores” en el periurbano venadense, frente a la tendencia innegable de desaparición de pequeños productores, puede leerse en clave de estrategias que se desarrollan a partir de los condicionamientos estructurales que supone la conflictividad ambiental y los sentidos construidos en torno a esta que hacen visible la necesidad de recuperar al periurbano como espacio de producción de alimentos para consumo local. Una vez más, sostengo que las transformaciones en los usos del suelo del periurbano y en las prácticas productivas, así como la emergencia de “nuevas/os productores” se comprende al calor de los procesos de conflictividad ambiental abiertos desde hace unas décadas.

Asimismo propongo, a partir del análisis realizado, que las disputas hegemónicas sobre las cuestiones ambientales asociadas a las formas de producir, de habitar y de relacionarse -tanto de las/os sujetos entre sí como entre naturaleza y sociedad- abren la posibilidad a cuestionar la tendencia antes señalada de reducir lo rural a lo productivo. Así emerge la necesidad de recuperar lo rural como espacio de vida y no sólo de producción. Por otro lado, el análisis al situar el foco en la conflictividad ambiental permite poner en cuestión algunas homogeneizaciones o sentidos comunes que reducen la misma a una disputa “campo-ciudad” o “productores-vecinos”. Recuperando el título de este trabajo, para muchas personas que están involucradas en las problemáticas de periurbano y ambientales se constituye como necesario y como desafío rescatar la idea de vivir y producir en el periurbano.

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Notas

[1]Programa de Crédito Argentino del Bicentenario para la Vivienda Única Familiar, surgió en el año 2012 como una política de Estado. Consistió en el otorgamiento de créditos para la construcción de viviendas.

[2]Hasta el año 2012, la CASAFE fue publicando las estadísticas correspondientes al mercado de agroquímicos. Sin embargo, a partir de 2013 suspendieron la publicación de esta información, dejando un vacío significativo. El Estado nunca asumió una tarea al respecto.

[3]En un trabajo presentado en las Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales del año 2019 me detengo en reconstruir este proceso.

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