SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.47 número1Estructura productiva, actividad azucarera y mercado de trabajo en Tucumán: (1930-1970)El paisaje vitivinícola: Identificación y caracterización. Mendoza, Argentina índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

  • Não possue artigos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Revista de historia americana y argentina

versão On-line ISSN 2314-1549

Rev. hist. am. argent. vol.47 no.1 Mendoza Jan./jun. 2012

 

ARTÍCULOS DE HISTORIA ARGENTINA

San Martín en el imaginario popular del siglo XIX

 

Andrea Greco de Álvarez

IES Santa María del Valle Grande San Rafael - Mendoza Argentina alvarezgreco@infovía.com.ar

Recibido: 9-X-2011.
Aceptado: 8-VI-2012.

 


RESUMEN

El trabajo se propone detectar la presencia y el recuerdo de San Martín en la sociedad mendocina y en la Confederación. Se hace un breve repaso de los primeros biógrafos y escritores, introduciéndose en el debate acerca de los puntos de contacto o diferencias entre memoria e historia. Por medio de documentos de variada índole se demuestra que tanto la opinión nacional como la internacional tenía en gran consideración al Libertador aún antes del año de su muerte y con mayor razón después de dicha fecha. De tal modo se concluye que: San Martín no era un desconocido ni un personaje olvidado antes de que Mitre escribiera su célebre Historia de San Martín y de la Emancipación Americana, y que era recordado en razón de ser un verdadero héroe, lo cual fue percibido por sus propios contemporáneos que dieron testimonio de ello.

Palabras claves: San Martín; Independencia americana; Historia; Historiografía.

ABSTRACT

This paper aims to detect the presence and the memory of San Martín in Mendoza and in the Confederacy. After a brief review of the work of early biographers and writers, the points of contact or differences between memory and history are discussed. Through documents of various kinds it is shown that both the national and international opinion held San Martín in high regard, even before his death and even more so after that date. Thus, it is concluded that San Martín was not an unknown or forgotten character before Mitre wrote his famous Historia de San Martín y de la emancipación sud-americana, that San Martín was remembered for being a true hero, which was perceived by many of his own contemporaries who witnessed to that.

Keywords: San Martin; American independence; History; Historiography.


 

INTRODUCCIÓN

El propósito de este trabajo es detectar la presencia y el recuerdo de San Martín en la memoria compartida de la sociedad mendocina y en la de la Confederación. Procuraremos demostrar cómo tanto la opinión nacional como la internacional tenían en gran consideración al Libertador aún antes de 1850, año de su muerte y con mayor razón después de dicha fecha. San Martín no era un desconocido ni un personaje olvidado antes de que Mitre escribiera su célebre Historia de San Martín y de la Emancipación Americana (1887), por el contrario era recordado en razón del carácter heroico de su personalidad, hecho que fue percibido y valorado por sus propios contemporáneos que dieron testimonio de ello.
Resulta oportuno recordar ahora las características que Max Scheler atribuye al héroe: el representante y la encarnación de los valores vitales, que vive consagrado a lo noble, magnánimo que busca lo mejor de cada obra y la consumación de los valores eximios.

La voluntad tensa, la perseverancia, la seguridad, la impetuosidad, la pujanza, la plenitud y la disciplina son los atributos esenciales del héroe [...] estos dones le vienen de su espíritu y no de su contextura física, que en ocasiones, podrá ser frágil o débil, poniendo aún más de relieve los méritos del alma heroica. Es el hombre de la grandeza de carácter. Capaz del dominio y del señorío consigo mismo. Responsable de todo lo que lo tiene como protagonista, y por ello, agudamente realista [...] Su seriedad ética consiste en reconocer y en cumplir el orden jerárquico de los valores y en rechazar la vanidad y la ambición1.

Tales condiciones demostradas por el Libertador durante su existencia hicieron que fuera considerado un verdadero arquetipo.
La etimología de la palabra arquetipo es esclarecedora al respecto: Typos, primitivamente, significaba golpe, ruido hecho al golpear, marca dejada como consecuencia de un golpe. Arjé agrega el sentido de principalidad, originalidad. Por tanto: golpe o marca original2. De ahí que la admiración por los hombres prominentes sea algo natural en el hombre porque  los arquetipos funcionan como modelos originales que impactan en el hombre y lo atraen por su ejemplaridad, lo marcan y lo instan a la imitación. Los contemporáneos de San Martín advirtieron este carácter arquetípico del Libertador y por eso valoraron y enaltecieron su figura desde épocas muy tempranas. Más aún, la permanencia de la imagen de San Martín en la memoria de su pueblo ha operado como una causa ejemplar en razón de sus virtudes, las que permanecen como parte de los bienes comunes permanentes y comunicables en esta comunidad histórica.

La figura de San Martín como constructo liberal

Varios estudios historiográficos han señalado la importancia que se dio, durante el siglo XIX, a la historia y a la educación para la construcción de la nacionalidad. Las obras de Shumway, Buchbinder, Halperín Donghi, Palti, Bertoni, Devoto, Cattaruzza y Eujanian; Bragoni, Devoto, y Pagano han puesto de relieve el rol decisivo de la historiografía3. Por su parte, Bertoni, Oszlak, Devoto y Poggi4 han subrayado la relevancia de la educación en ese proceso. Algunos se han detenido, además, en la importancia crucial que le cupo a Mitre en la conformación de la historiografía argentina5.
Lilia Bertoni, en el último capítulo de su libro Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, analiza cómo se confeccionó la historia nacional, a la que considera un aspecto ineludible de la construcción de una nación6. La autora hace un listado de aquellos historiadores que construyeron la historia patria. Bertoni reconoce que en la construcción de la memoria hubo una activa participación ciudadana y que se generó un debate en cuanto a la conformación  del panteón nacional y cuáles eran los héroes que debían formarlo. Da cuenta de los diversos proyectos que existieron para construir monumentos y estatuas, que ponían al descubierto las disidencias políticas e ideológicas entre los grupos empeñados en el armado de la tradición patria7. Estas disputas evidenciaban las posiciones de quienes deseaban organizar las tradiciones históricas para definir a la nación, sobre todo, en el marco del aluvión inmigratorio de finales del siglo XIX.
Fernando Devoto ha puesto especial interés en demostrar que el proceso de construcción de la Nación emprendido en la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX tuvo como base un proyecto historiográfico y un proyecto educativo. Estos proyectos, fuertemente imbricados, fueron el fundamento de la expansión de la ciudadanía y de la nacionalidad, requerida por los procesos de modernización política y económica.
La  conformación de una nueva memoria histórica se basaría en ese proyecto historiográfico que diseñó una imagen de destino grandioso y una  creencia en la excepcionalidad y la grandeza argentinas8. Entre los historiadores que tuvieron rol protagónico en esta conformación del ideal nacional destaca, sin dudas, a Bartolomé Mitre. Fue Mitre quien definió los valores y principios que identificarían la nacionalidad, fue él quien "articuló una narrativa genealógica autocelebratoria y creó una mitología nacional que justificara la Argentina futura"9. Su confianza en el destino nacional le permitió organizar la historia de la Nación argentina, como historia de un pasado no concluso, abierto al presente y al porvenir10.
Nicolás Shumway ha dedicado varias páginas de La invención de la Argentina; Historia de una idea al rol decisivo de Mitre en esta faena. Destaca el autor, la obra compilada por Mitre, con ayuda de Sarmiento, bajo el título Galería de celebridades argentinas, que es una colección de biografías, suntuosamente encuadernada y pensada para un vasto público. En ella Mitre escribe:

La historia argentina ha sido fecunda en hombres notables... La gloria de esos hombres es la más rica herencia del pueblo argentino, y salvar del olvido su vida y sus facciones, es recoger y utilizar esa herencia, en nuestro honor y en nuestro provecho. En esas vidas encontrará la generación actual modelos dignos de imitarse. En los sucesos memorables que ellas recuerdan, encontrará el historiador futuro, temas dignos de sus meditaciones austeras11.

Comenta el autor que esta cita permite inferir que para Mitre la historia es un cuento ejemplar, un medio para dar forma al futuro. El pasado es usado para crear una mitología nacional, una ficción orientadora con la misión primordial de justificar la Argentina que viene. Pero, agrega Shumway, Mitre no sólo está pensando en el futuro. También el presente, sus propias ambiciones, sus amistades y enemistades, y sus objetivos políticos orientan la elección del material y la forma de presentarlo.
Al describir a Moreno, Belgrano y San Martín como las fuerzas básicas en la historia argentina, Mitre se justifica a sí mismo y a sus ambiciones como pensador-escritor-político-militar que aspiraba en su generación al papel que proyectaba sobre sus predecesores cuidadosamente elegidos12
Podríamos decir, estableciendo una fórmula de síntesis que la figura de San Martín es una construcción historiográfica iniciada por Mitre, continuada por el Instituto Sanmartiniano y que se oficializó como un modo de cristalizar una imagen que, como la de todos los próceres, guardaba la intencionalidad de reflejar la identidad del país. Por lo cual fue recién cuando Mitre escribió su historia, en 1887, que se reivindicó su figura porque había que forjar una especie de grupo de próceres y para ello se eligió a San Martín13.

Los historiadores del siglo XIX, y algunos seguidores del siglo XX..., sabían muy bien qué hacer con San Martín: dentro del santoral laico de la Patria, el primer lugar estaba reservado para el "Genio", de Bartolomé Mitre, o el "Santo de la Espada", de Ricardo Rojas. Era éste un papel razonable, cuando se necesitaba construir la identidad nacional desde la historia.... aquellos miembros de la élite nacional tuvieron que acelerar el proceso de construcción de la identidad nacional, con un fuerte énfasis en la historia y sus héroes14.

Por el contrario, en este trabajo intentaremos demostrar, valiéndonos de fuentes locales, la vigencia de San Martín en el ideario nacional con anterioridad a 1887. Vale decir, que San Martín era considerado un héroe y que tal imagen no fue el fruto de una construcción idealizada, mítica, producto de la deliberada intención de la clase dirigente liberal que necesitaba de esas figuras para construir una idea de Nación afín a sus postulados liberales. Sostenemos que la heroicidad de San Martín, reconocida popularmente, es anterior a esa construcción ideológica. Y lo es porque San Martín ya era considerado genuinamente un héroe americano. 

Memoria e historia

Para poder desarrollar nuestra postulación, nos encontramos, además, con una batalla teórica entablada entre los historiadores acerca de los conceptos de memoria e historia. Pretender intervenir en esa batalla excedería los objetivos de este trabajo ya que ameritaría un extenso desarrollo. Por lo tanto, solo dejaremos apuntados aquí algunos de los recorridos epistemológicos de un debate todavía en marcha.
Las reflexiones acerca de la memoria recorren el pensamiento de Occidente desde los clásicos: Platón15; Aristóteles16; San Agustín17 hasta encontrar una más precisa definición en el Aquinate, en tanto que sus desarrollos cubren las nociones de memoria como potencia memorativa, como acto de recordar, como hábito por el que se posee lo recordado y como objeto recordado, sin olvidar las relaciones entre memoria e identidad y memoria y prudencia y la real incidencia de la condición social del hombre en todos sus actos18.
Con diversa suerte, según fuera la aceptación de la tradición clásica por los autores de la Modernidad, estas nociones han pervivido como sustento de sus reflexiones.
La consideración de la Historia (o Historiografía) como conocimiento riguroso del pasado se debe a la Escuela Crítica Alemana, especialmente a la formalización de un método de abordaje del pasado, expresado en el Tratado del Método Histórico, escrito por Ernest Bernheim y publicado en 1889. El hecho de que el conocimiento histórico sea indirecto -puesto que el objeto de su estudio ya no está- obliga a trabajar con testimonios, es decir con los rastros de cualquier tipo dejado por el hombre, desde una carta personal hasta un monumento conmemorativo. Es decir, la historiografía utilizó el concepto teórico de testimonio, que alude tanto al rastro material como a su contenido. El concepto de memoria, entonces, no estuvo en el repertorio de las palabras utilizadas por la naciente historiografía "científica", pero la suponía y abarcaba. Se trata de un aporte que llega de otras ciencias humanas y penetra en la historiografía, desde la sociología, la antropología o la etnografía, como ha sucedido en el siglo XX.
En efecto, podemos afirmar con Javier Sánchez Zapatero que:

La concepción de las sociedades como entes dotados de idénticas facultades y carencias que los seres humanos procede de las teorías organicistas de Emile Durkheim y constituyen la base sobre la que su discípulo y seguidor Maurice Halbwachs sustentó su teoría sobre la dimensión plural de la memoria.19

Esta noción de "memoria colectiva", aceptada y empleada las más de las veces de manera bastante acrítica, ha recibido en la actualidad precisiones indispensables como la de José F. Colmeiro:

La memoria colectiva ha de ser entendida no de manera literal, ya que no existe materialmente esa memoria colectiva en parte alguna, sino como una entidad simbólica representativa de una comunidad. /.../ Solo en el nivel simbólico se puede hablar de memoria colectiva, como el conjunto de tradiciones, creencias, rituales y mitos que poseen los miembros de un determinado grupo social y que determinan su adscripción al mismo20.

De ahí que consideremos que los recuerdos personales que constituyen la memoria individual cobren sentido, se resemanticen, en los marcos de referencia culturales y sociales del contexto al que pertenecen.
En cuanto a los usos de la memoria en la construcción de los discursos historiográficos, desde la década de los '80 en adelante, se puede observar un enorme desarrollo en los espacios académicos centroeuropeos, de Estados Unidos y de Hispanoamérica, lo que ha provocado, no solo nuevas teorizaciones sobre este concepto matriz, sino un pedido de mayores precisiones y puesta de límites. Efectivamente, puede atribuirse en su formulación más extendida al historiador francés Pierre Nora, a partir de aquella obra colectiva: Les lieux de mémoire publicada en la década de 198021. A partir de entonces, surge esta idea para designar el esfuerzo consciente de los grupos humanos por entroncar con su pasado, sea éste real o imaginado, valorándolo y tratándolo con especial respeto. En nuestros tiempos han adquirido importancia los movimientos de reconstrucción de la memoria de grupos sociales afectados por los llamados procesos de "invisibilización" como las mujeres, los afroamericanos, los indígenas, las culturas colonizadas, los trabajadores, los perseguidos políticos, etc.
Paul Ricoeur, por su parte, ha desarrollado desde un enfoque fenomenológico importantes precisiones entre memoria e historia. En su obra La memoria, la historia, el olvido22 considera que el gran problema del tratamiento filosófico de la memoria se encuentra en la superposición de dos criterios de distinción entre memoria e imaginación diferentes: uno externo que busca una imposible adecuación con la realidad ya no existente y el segundo, que apunta al mantenimiento del recuerdo a lo largo del tiempo: esta conjunción entre estimulación (externa) y semejanza (interna) permanecerá para nosotros como la cruz de toda la problemática de la memoria23. Para el autor, la adecuación del recuerdo con lo acontecido no es un atributo definitorio de la memoria y por ello no debe ser utilizado. Esto llevará al pensador francés a concluir en la necesidad de recurrir a la temporalidad como criterio de distinción. La memoria nos asegura que algo aconteció, lo que no puede garantizarnos es la adecuación entre la impresión inicial y el acontecimiento pasado, especialmente teniendo en cuenta la presencia de la imaginación tanto para memorizar como para rememorar. Esto pone especial relieve en el papel de la historia. Sólo la historia posee los elementos críticos necesarios para contrastar las representaciones del acontecimiento con los restos que quedan de él. Este elemento crítico surge de la distancia, la brecha, entre el acontecimiento y la representación histórica.
Es interesante, incorporar sobre este tema, las opiniones relativamente recientes del historiador Pierre Nora en las que aparentemente luego de largar al ruedo la idea de memoria advierte su sobredimensionamiento. La expansión de la memoria funciona hoy como opresora de la historia; de allí que también Nora a su modo insista en el papel diferencial entre memoria e historia, y la función explicativa y conciliadora de esta última24.
No obstante, sigue el debate abierto a raíz de la injerencia de las ideologías en el uso y abuso de la matriz conceptual, tal como lo ha dejado consignado T. Todorov en su tratado sobre Los abusos de la memoria25.
Ante este estado de la cuestión, fijamos nuestra posición dentro de la concepción clásica de memoria como el reservorio vivo en las conciencias de los miembros de una comunidad histórica, de personajes y acciones de capital importancia para la vida en común, y en una unidad social mayor cual es la nación. De ahí que empleemos el término memoria en el sentido de ese pasado vivido por aquellos hombres que participaron de la obra sanmartiniana y se consideraban parte de ella, y demos la acepción de Historia, al esfuerzo científico por reconstruir los hechos verdaderos de cierta relevancia, pertenecientes al pasado humano. La Historia como disciplina científica se vale de la memoria de los testigos, de sus testimonios para reconstruir el pasado, con rigor científico. El problema se plantea cuando el historiador deja de tener por finalidad la sincera averiguación de la verdad del pasado y esto es sustituido por un pragmático servicio al presente, a los objetivos del presente o a la transformación política del presente. 
En este marco de pragmatismo, los historiadores liberales -desde Mitre en adelante- emplearon a la historia como operación ideológica para consolidar una identidad liberal para el país. Por esa vía, negaron algunos aspectos de nuestra raíz histórica, ensalzaron unos, tergiversaron otros.
Por esto, como escribíamos en otra ocasión26: averiguar sobre el pasado

"[...] con imparcialidad, rectitud de juicio y a partir de los hechos y de las circunstancias dominantes no parece ser un desafío intrascendente. Las futuras generaciones deberían afrontarlo sin las mezquindades que han poblado la experiencia cultural argentina durante un par de siglos, con algunas excepciones que, sin embargo, no han podido torcer el rumbo. Dice Alain Touraine... que "a los argentinos les falta conciencia nacional" (La Nación, 18-4-2004)".

Recuperarla parece un imperativo que no debería pasarse por alto. "Yo no conozco ningún caso de un país que se haya desarrollado sin tener una fuerte conciencia nacional"27.
Para averiguar sobre el pasado debemos hacerlo a partir de los testimonios de quienes protagonizaron el pasado28. Aquí es donde importa la memoria. La memoria compartida, el imaginario social -entendido como el conjunto de representaciones también compartidas-, acerca  de San Martín antes de aquella operación ideológica. La historia de San Martín escrita por historiadores que pretendían conocer la verdad sobre el pasado y no servir a intereses políticos de su época. Negar esto puede ser producto del desconocimiento o parte de ese mismo constructivismo pragmático que se dice criticar.

SAN MARTÍN ANTES DE MITRE

Hace unos pocos años, Elvira Martín de Codoni en un estudio historiográfico, demostró a través de la ordenada revisión de las biografías de San Martín cómo el prócer no fue una creación literaria, ni una invención de Mitre, ni era un desconocido sino que estaba presente en la vida nacional.
Numerosas obras se habían dedicado a la vida del Libertador mucho antes de que Mitre escribiera la Historia de San Martín y de la Emancipación sudamericana. Sostiene Codoni que la historia brillante de San Martín, por estar elaborada con pruebas y documentos, es verdadera historia y no un invento como las falsas teorías posmodernas proponen como método para esta disciplina. Al mismo tiempo, señala que los antecedentes citados en su trabajo no agotan el extenso listado pero sirven para testimoniar la grandeza del héroe, que le fue reconocida y valorada desde los primeros tiempos por quienes examinaron su vida sin mezquinas envidias y sin disminuirle sus méritos innegables por espurios intereses29.
Martín Kohan, ganador del concurso de la Revista Todo es Historia sobre la Memoria póstuma de San Martín, distingue en su ensayo entre las primeras biografías (Miller, Espejo, Cochrane) y los relatos de viajeros (Haigh, Stevenson, Hall) a los que califica como memorias en razón de la cercanía de los escritores con los episodios que cuentan y en los cuales han tenido parte30. Estos escritos tienen un carácter subjetivo, en ellos los partícipes de los acontecimientos relatan sus vivencias, con sus consiguientes juicios de valor siempre, como es obvio, desde la perspectiva parcial de quien ha estado involucrado en los sucesos. Señala Kohan que, como suele suceder, los contemporáneos, a veces, cometen injusticias. De manera que San Martín tendría que esperar a la posteridad para que se le hiciera justicia. Juan María Gutiérrez y Domingo Sarmiento son, para este autor, los primeros en hacerla, aunque desde el punto de vista del análisis discursivo, sostiene que, si bien tenían la perspectiva que da la distancia en el tiempo, se colocaron en posición subjetiva escribiendo como si hubieran sido parte de los hechos. Habría que esperar a Mitre para arribar verdaderamente a la historia científica31 .
La posición de Kohan y la valoración que hace de los escritores no carece de seriedad argumental pero sí de información lo que puede llevar a variar algunas conclusiones. El trabajo ya citado de Elvira Martín de Codoni nos aporta nuevos elementos de juicio dado que hay muchas otras biografías o escritos biográficos que no han sido tenidos en cuenta por aquel autor. La primera es la de Juan García del Río, publicada en Londres en 1823 por este representante del gobierno del Perú en esa ciudad, bajo el seudónimo de Ricardo Gual y Jaén. Ciertamente esta, también, junto con los escritos de Miller, Espejo y Cochrane, debe ser considerada como crónica o memoria. A este listado habría que agregar los recuerdos del marino francés Gabriel Lafond de Lurcy (1839) y las de Manuel de Olazábal  (1858 y 1863). Asimismo, los escritos de Florencio Varela y Félix Frías quienes, si bien no participaron de las campañas sanmartinianas, visitaron a San Martín en Europa y escribieron sobre estos recuerdos. Pero sostenemos que, a diferencia de las citadas, son obras de carácter histórico las de los chilenos José Francisco Javier de Guzmán y Lecaros (1834) y Benjamín Vicuña Mackenna (a partir de 1849) así como las de Juan Bautista Alberdi (1844) y Bernardo de Irigoyen (1851)32.  Alberdi visitó a San Martín en 1843 y luego escribió su biografía, pero él no fue partícipe de los hechos que relataba puesto que había nacido en 1810. Menos aún Irigoyen, nacido en 1822. A estas, podemos agregar otros libros de carácter histórico sobre distintos aspectos de la obra sanmartiniana tanto en la Campaña de Perú  como en la de Chile. Nos referimos a los trabajos del boliviano José Ildefonso Álvarez de Arenales (1821), de los peruanos Valentín Ledesma (1853), Mariano Paz Soldán (1868), y los chilenos García Reyes (1848), Salvador Sanfuentes (1850), Diego Barros Arana (1857), Luis y Gregorio Amunátegui (1867), y del argentino Tomás Guido (1864)33.
De manera que podemos, en todo caso, analizar cuáles de estas obras pertenecen a la historiografía y cuáles al género de las memorias pero lo que queda fuera de toda duda es que San Martín no era un desconocido, ni un ignorado personaje, ni una construcción historiográfica, ni tampoco una creación oportunista, o un mito fabricado sino

[...] muy por el contrario era una realidad que estaba viva en el imaginario popular del siglo XIX, presente con fuerza inusitada entre quienes habían sido sus contemporáneos, en sus descendientes y en el sentir general que recordaba de mil formas la gesta heroica34.    

SAN MARTÍN EN EL IDEARIO MENDOCINO

Como afirmamos al comienzo, es objetivo de este trabajo detectar la presencia y el recuerdo de San Martín no ya entre biógrafos y escritores sino justamente allí, en la sociedad, en la memoria común, si se quiere.
La Provincia de Cuyo colaboró decididamente con la obra del general San Martín tanto en la preparación del ejército, en los años 1815-17, cuanto en la recuperación de éste en los años 1818-19 para poder continuar con la Campaña al Perú.
Antes de iniciar la obra emancipadora, el gobierno de Mendoza reconoció los méritos y benéfica acción de San Martín como gobernador-intendente. Esta idea es la que expresa el gobernador don Toribio de Luzuriaga, quien había sucedido a San Martín en el cargo desde que éste se abocó exclusivamente a las labores militares para la Campaña, cuando le concedió el 19 de octubre de 1816, 50 hectáreas en Barriales y 200 para su hija Tomasa Mercedes.

Después de haber enriquecido V.S. los anales de la Historia de nuestra América con la gloria de su conducta y talentos militares [...] Reciba V.S. esta demostración debida al continuo y laborioso afán con que se ha empleado en obsequio de esta feliz provincia dándole nombre, crédito, fuerza y fama [...]35.

Los testimonios de la participación de la población de Cuyo en la campaña sanmartiniana son múltiples. El impreso más antiguo que se conoce producido por la primera imprenta mendocina, traída por San Martín, fue el que publicó el 15 de febrero de 1817 el Gobernador Intendente Toribio de Luzuriaga. La proclama comunica la victoria obtenida por el Ejército de Los Andes en Chacabuco, y reconoce los esfuerzos de toda la población y por ello considera al triunfo como un fruto de esos desvelos.

EL GOBERNADOR INTENDENTE. Ciudadanos heroicos: Gozad yá el fruto de vuestras virtudes, y constancia. El enemigo en numero de mas de dos mil hombres fuertes, ha sido destrozado completamente en la Cuesta de Chacabuco: y hé mandado poner à vuestra expectacion la vandera de su exercito, tomada en la Batalla, en que nuestro invicto General el Exmo. Sr. Don Jose de San Martin en persona à la Cabeza de sus Escuadrones derrotó al fiero tirano de Chile, haciendole mas de 600 prisioneros, con 30 oficiales, y 400 muertos. Celebremos, Ciudadanos tan gloriosa victoria: Demos gracias al Dios de los Exercitos: y afirmad los vinculos de union entre vosotros, y las demas relevantes prendas con que habeis concurrido à formar y mober las valientes tropas que han sabido pasar sin daño los asperos, y encumbrados Andes. Mendoza 15 de Febrero de 1817. Luzuriaga36.

La proclama resalta la figura del General San Martín bajo la denominación de general invicto, quien a la cabeza de los escuadrones ha obtenido la victoria, al mismo tiempo que valora los vínculos de unión y los esfuerzos con que ha contribuido el pueblo cuyano.
El propio San Martín reconoce estos esfuerzos cuando, por ejemplo,  refiriéndose a la Campaña libertadora como [...] un Plan en que la Patria reporta el primer interés, agrega estas palabras: Este mismo que tantas veces ha llevado a los hijos de ese Ylustre Pueblo al campo del honor37. También había dicho de los cuyanos:

No hay palabras, no hay voces para explicar lo que son estos habitantes. Con otra provincia como ésta, todo hubiese concluido brevemente. Los troperos dieron sus carretas, las damas sus joyas, los vecinos pudientes, dos tercios de sus esclavos. Sólo la provincia de Cuyo es capaz de tal esfuerzo38.

Cuando vuelve a Mendoza a fines de 1822, con la idea de radicarse en la provincia, se encuentra con un ambiente de hostilidad, que como propaganda se había hecho contra el Libertador y Protector del Perú General San Martín, tanto en Chile como en el mismo Perú y en toda la República Argentina [...]39.
El mismo análisis realiza Juan Draghi Lucero en el estudio preliminar de El Eco de los Andes40. Nos hace notar el autor que este periódico, cuyo primer número apareció en Mendoza el 24 de setiembre de 1824, apenas nueve meses después de la partida definitiva de San Martín, no dedica una sola palabra al cumplirse el aniversario del paso de los Andes por el Ejército gestado en Mendoza, no hace un recuerdo siquiera de la batalla de Chacabuco, ni de la gran victoria de Maipú. Draghi Lucero considera que

[...] esta comprobación resulta más chocante al considerar que en Mendoza había muchas personas que ocupaban puestos espectables en la administración pública que habían tomado parte activa en esos hechos hazañosos y agrega en cuanto al General San Martín [...] no se lo verá figurar ni una sola vez en el mismo.

Esta actitud lleva al autor a juzgar al Eco de Los Andes como absolutamente divorciado con la historia regional. ¿Las causas? sólo nos deja estos interrogantes: ¿Resentimientos? ¿Celos?
Lo cierto es que aún en medio de ese ambiente hostil, en el seno de la Sala de Representantes una resolución de 22 de noviembre de 1822 expresa refiriéndose al momento en que caía la Patria Vieja chilena

[...] amenazado entonces el territorio de la antigua Union de un Enemigo victorioso, cuando se hallaba sin gobierno que observase el peligro que le amenazaba; era necesario que esta provincia sin contar mas que consigo misma opuciese una barrera, sosteniendo una guarnicion fuerte; felizmente un Genio de grandes recursos destinado por naturaleza para salvar al Pays estaba al frente del Gobierno de Cuyo, y á no haber sido por sus aptitudes extraordinarias, nuestros exfuersos no habrian bastado para triunfar alguna vez del poder mismo conjurado contra la impotencia: algunos años fueron indispensables estos sacrificios, hasta que llegó el momento de decretar la libertad de Chile: la creacion del Exercito de los Andes exigia exfuersos sobre naturales, y estos habitantes consagraron sus fortunas à este obgeto [...] pero no era solo á la libertad de Chile à que debiamos cooperar: este mismo Exercito, que debia llebar su pabellon à buscar glorias en el territorio del Perú, y alguna vez el de Colombia, repasó los Andes á reponerse entre nosotros del quebranto que había sufrido en la Campaña dilatada de Chile41.

Aquel "Genio destinado por naturaleza para salvar al Pays" es el General San Martín, dotado de aptitudes extraordinarias pero acompañado por los esfuerzos, sacrificios y fortunas de los cuyanos que lo siguieron en sus empeños a Chile y posteriormente al Perú. La campaña de desprestigio y calumnias no ha podido borrar de la memoria colectiva, del Gobierno y el Pueblo cuyano, el agradecimiento y valoración de San Martín, sus cualidades y su obra. 
Es en este contexto al que hemos aludido en el cual se difunden calumnias y agravios contra la persona de José de San Martín, que la población de Barriales en 1823 solicita al gobernador la colocación del nombre San Martín a la Villa Nueva, tal como sabemos por la correspondencia entre San Martín y el Gobernador Pedro Molina42. Justamente, el momento de hostilidad política, en que se produce la solicitud realza la valoración del pueblo de Barriales. El recuerdo de San Martín estaba vivo en la memoria de su pueblo, de su querida chácara, de su Tebaida de Mendoza43. El Cabildo de San Luis también manifiesta ese apoyo al enviarle una carta manifestándole la adhesión del pueblo puntano y el respeto y veneración que le tributaban el gobierno y el Cabildo44. La ciudad de Mendoza erige en vida de San Martín un obelisco en su honor con la inscripción: Mereció mucho; él había hecho más45.

SAN MARTÍN EN EL IDEARIO NACIONAL

Pero no sólo en Mendoza José de San Martín era un hombre público y reconocido, querido u odiado pero de ningún modo ignorado. En 1829, la flota comandada por el Almirante Guillermo Brown contaba con un bergantín llamado "San Martín". Años más tarde cuando éste fue jefe de la escuadra de la Confederación la "San Martín" era la nave capitana y había otra nave llamada "Maipú"46 .
Rosas, en Buenos Aires, habrá de ser el primer gobernante que rinda homenajes oficiales al Libertador. Los Mensajes a la Legislatura desde 1844 demuestran la admiración que tenía por San Martín a quien se refiere como héroe glorioso de nuestra independencia, en 1844; ilustre general [...] ínclito héroe de la República, al año siguiente; ilustre héroe argentino virtuoso defensor de los derechos y glorias de América, en 1846. En el mensaje del año 1847 Rosas afirma:

[...] el gobierno distinguidamente aprecia la noble conducta de aquel invicto americano. Se complace en ver el entusiasmo con que tan merecidamente se pronuncia su ilustre nombre y el afectuoso respeto que se le consagra en toda la Confederación y en la América47.

Sobre esta idea insiste al siguiente año diciendo: El General D. José de San Martín, de un renombre inmarcesible en la historia americana, merece altamente la más distinguida estimación del Gobierno, de la República y de América48. A comienzos de 1849 Rosas dispuso llamar "General San Martín" a la Plaza denominada "Restaurador Rosas"49.
En agosto de 1845, en sesión de la Sala de Representantes de Buenos Aires, con motivo de la agresión anglo-francesa Bernardo de Irigoyen se expresa en estos términos:

La defensa de la independencia tiene un encanto irresistible en el corazón de todo buen Americano. La independencia nació en el peligro, pero su nombre es precursor de inmensa gloria. Me cupo la suerte de ser uno de los que asistieron á la barra del Congreso en San Miguel de Tucumán, el 9 de julio de 1816, á pedir se declarase la independencia de la República (mi colega el Sr. Argerich estaba allí). ¡Qué peligros, Señores! el ejército de la Patria había sido derrotado en Sipesipe. Partidas de anarquistas inundaban nuestros campos, y los contingentes de los pueblos se disipaban: pero el Soberano Congreso declara la Independencia de la República, los ciudadanos juran sostenerla con sus vidas, haberes y fama, y este es un dique opuesto á este torrente de males. Se medita la independencia y la libertad de la República de Chile, nuestros bravos pasan los Andes, y Chile es independiente y libre. El esclarecido General San Martín, con un ejército reducido, desprovisto de recursos, emprende la independencia y libertad del Perú, nada se opone a su valor: y á vista de hechos tan gloriosos ¿qué podrán hacer estos extranjeros?50

El mismo Bernardo de Irigoyen será quien, a pedido de Rosas, escriba la biografía publicada en 1851.
En 1849, Rosas dispuso llamar General San Martín a la plaza denominada del Restaurador Rosas y colocar en ella tablillas alusivas al Paso de los Andes con la finalidad de perpetuar uno de los hechos gloriosos y uno de los muchos servicios importantes que aquel general rindió a la causa de la independencia de su patria51.
Otra forma que tomó el recuerdo de la gesta sanmartiniana fue la poética. Desde el Paso de los Andes hasta la toma de Lima numerosos poetas encontraron inspiración en esta hazaña para plasmarla en versos. Vicente López, Esteban de Luca, Fray Cayetano Rodríguez, Juan Crisóstomo Lafinur, Juan Ramón Rojas, Juan Cruz Varela, José Mármol, Martín Coronado, Carlos Guido Spano, Estanislao del Campo, Olegario Víctor Andrade por citar sólo algunos de los poetas que cantaron a San Martín en decimonónicos tiempos. ¿Podríamos considerar que estos poetas fueron parte de la invención de San Martín? Podría ser; sin embargo, es importante puntualizar algunos factores de relieve.
En La Lira Argentina, o colección de las piezas poéticas dadas a luz en Buenos Aires durante la guerra de la independencia, editada en Buenos Aires, en 1824, impresa en París; y reeditada por la Academia Argentina de Letras con estudio crítico de su presidente Pedro Luis Barcia (1982); hay varias composiciones poéticas ligadas al recuerdo de la obra sanmartiniana. Barcia hace el siguiente repaso:

[...] las piezas motivadas por las acciones exitosas de San Martín, particularmente en Maipú: El detalle de la acción de Maipú, Arauco libre de José Manuel Sánchez y El triunfo de Bartolomé Hidalgo, todos de 1818;
[...] entre 1816 y 1827, se abarcaría la llamada generación de Julio, los poetas de la Independencia. Los cantos más logrados son los de de Luca y Varela al triunfo de San Martín en Maipú y a su entrada triunfal en Lima.
[...] la acción de Suipacha, los sitios de Montevideo, la batalla de Chacabuco, la de Maypo -con grafía indígena intencionada-, la más festejada poética y cívicamente de las acciones guerreras; la entrada triunfal de San Martín en Lima;
[...] La iniciativa de Henríquez estaba suscitada, en esas fechas, por la floración poética que provocara el triunfo de San Martín en Chacabuco (12-II-1817); varios textos líricos habían sido publicados en los periódicos de la época, y algunos, de considerable extensión, como la «Oda a la victoria de Chacabuco» de Esteban de Luca o «A la victoria de los Andes» de Juan Ramón Rojas, alcanzaron la edición en folleto52.

La Lira Argentina, publicada en 1824, está obviamente muy anticipada en el tiempo a la obra mitrista. Juan María Gutiérrez afirma que estos elogios son espontáneos, libres de todo interés, exentos de adulación y dignos en fin del héroe varonilmente modesto, que nunca confundió el oro de la fama sólida con el oropel de la inconstante simpatía de la muchedumbre53. ¿Qué motivos tenemos para descreer de esta opinión?
Ahora bien si nos referimos a la forma poética que tomaron estos cantos es cierto como explica Barcia que:

[...] las batallas se cantaron apoyándose los poetas en tres fuentes, en apariencia inallegables: los partes militares, por un lado, y por el otro la poesía española seudoclásica y Virgilio. En ocasiones, Homero, traspuesto al francés o al castellano. Para alentar la magra materia del sobrio informe castrense, soplaban en él su Virgilio. De allí nacen esas asimilaciones de acciones, figuras y elementos de la realidad argentina del momento a los paradigmas grecolatinos: San Martín es el Aníbal de los Andes, o el Aquiles frente a Troya, en su sitio de Lima; el Maypo se revuelve y apostrofa, como el furioso Janto; y, claro... los poetas son Homeros y Virgilios divinos. Es cierto que era parte del bastimento de la escuela de la que se nutrían, que ofrecía sus modelos antonomásticos para las más diversas situaciones del canto épico. Pero, aunque fuera gesto escolar reiterado el aproximar lo cotidiano a los paradigmas de la antigüedad grecolatina, es señalable el hecho de que esa trasposición, esa asimilación, más aún, esa adecuación de nuestra realidad nacional de esos días a los arquetipos consagrados, de alguna manera promovía hacia lo épico nuestra materia, la ennoblecía al cargarla de asociaciones prestigiosas y hacerla codear con las figuras de los Campos Elíseos54.

Celebrar en tono épico una gesta no parece extraño, máxime cuando los parámetros literarios de la época -Barcia habla de seudoclasicismo- se encuadraban en esos moldes estilísticos. Puede, sin embargo, ser molesto para quienes descreen de las epopeyas. Pero eso no significa invención, construcción del personaje. El valor de la gesta se presentaba a los ojos de los contemporáneos. Los poetas lo celebraron en los términos estéticos vigentes.

SAN MARTÍN EN LA OPINIÓN INTERNACIONAL

En 1844 El Archivo Americano y espíritu de la prensa del mundo, en su sección dedicada a hacer la revista de los periódicos europeos, reproduce un artículo publicado en París bajo el título "Cartas sobre la América del Sud"  donde se transcriben estos párrafos del periódico parisino La Presse del 31 de Agosto, 8, 13, 15 y 19 de setiembre de 1843:

[... ] todos los héroes de la Independencia, incluso el mismo Bolivar, han sido víctimas de la indiferencia ó de la reprobación de esas Repúblicas que ellos mismos han fundado. El General San Martín, que ha conquistado dos Repúblicas para la Independencia -Chile y el Perú, es el solo hombre, que haya comprendido que la obra de organización debía ser separada de la obra de la conquista; asi ha sabido resistir á la ambicion de fundar, que ha perdido á Bolivar; se ha retirado de la arena, una vez terminada la mision de libertador. San Martin se encuentra actualmente en Paris. Su nombre es, con el de Rosas, el solo realmente popular hoy en toda la America del Sud"55.

Los términos en que se expresa La Presse nos demuestran que San Martín no sólo no era un desconocido en América sino que tampoco lo era en el concierto internacional. El periódico valora el papel jugado por San Martín como Libertador de naciones y resalta, asimismo, la popularidad del héroe.
En el comentario que hace en el Archivo Americano, don Pedro de Angelis acerca de los artículos aludidos, leemos el juicio de valoración que al editor napolitano le merecen las Cartas:

Encuéntranse en estas publicaciones algunas verdades, no pocas inexactitudes, y ciertas observaciones finas en estilo ameno y elegante. Se reconoce sin pena todo el mérito del ilustrado autor; pero encadenado á las costumbres de una civilización aventajada, ó demasiado distante de los sucesos de América, juzga á las sociedades modernas del Nuevo Mundo con ciertas prevenciones, y al General Rosas con graves errores. Sus intenciones son sanas y benévolas; pero la rectitud de su juicio no siempre ha triunfado56.

Con esta aclaración De Angelis se propone por medio de su comentario a las Cartas sobre la América del Sud, separar los argumentos que considera acertados y desacertados del diario parisino. En el desempeño de esta tarea hay grandes aciertos y graves errores que demandan rectificaciones convenientes57.
Transcribe De Angelis el párrafo que hemos citado de La Presse al que acompaña con el siguiente juicio:

No convenimos en que la ambicion de fundar perdiese á Bolivar, por mas que alguna vez desacertase con los medios eficaces para organizar. Después que las espléndidas victorias del General San Martin, y de otros ilustres fundadores de la Independencia Americana, pusieron término al conflicto de las armas, sobresaltó a todos una dificultad inmensa: la organización58.

Corrige De Angelis la opinión de La Presse sobre Bolivar. En cambio, no hace ninguna rectificación a la opinión del periódico parisino relativa a que San Martín, junto con Rosas, es el único realmente popular en toda la América del Sud, por lo que este aserto de La Presse evidentemente es considerado por De Angelis como una de las verdades. Verdad reforzada por la calificación de espléndidas para las victorias sanmartinianas.

EL RECUERDO PÓSTUMO

Si todas estas muestras de valoración del Gral. San Martín y su obra se dieron en vida del Libertador, tanto más sucedió luego de su muerte. Se empezaron a hacer, entonces, las estatuas y monumentos que perpetúan su memoria59. El primero en 1851 en Entre Ríos; luego fue la iniciativa de Tomás Guido de erigir una estatua ecuestre en San Lorenzo; en Santiago de Chile se formó una comisión con el mismo objetivo; en 1862 se colocó la estatua en la Plaza San Martín de Buenos Aires.
A estos siguieron los monumentos de Rosario, San Lorenzo y Yapeyú antes de terminar el siglo XIX. El resto de las capitales de provincia y ciudades importantes fueron erigiendo sus monumentos o estatuas a comienzos del siglo XX. Podría interpretarse que estos últimos, los de fines del siglo XIX y comienzos del XX, posteriores a la Historia de Mitre fueron parte de la "construcción del mito". Sin embargo, quedarían sin explicación los numerosísimos monumentos construidos en todo el mundo ya que no podemos explicar cuál podría ser el interés de esas naciones en "construir la identidad nacional" de la Argentina y para ello "erigir el mito de San Martín". Allí están las estatuas ecuestres, pedestres y bustos del General San Martín, el Libertador, en: Chile (Santiago, Maipú, Viña del Mar y Chacabuco), Perú (Lima, Callao y Pisco), España (Sevilla), Estados Unidos (New York y Washington), Inglaterra (Londres), Panamá, Paraguay (Asunción), Guatemala, Colombia (Medellín), Francia (París y Boulogne Sur Mer), Alemania (Berlín), Canadá (Otawa) y Ecuador (Guayaquil).
Asimismo, el país empezó a surcarse de calles con nombres relativos a la gesta sanmartiniana. Así el plano de Mendoza de 1854 nos muestra para entonces la existencia de las calles San Martín, Chacabuco, Maipú, San Lorenzo60. En Buenos Aires la Plaza San Martín levanta el primer monumento en 1862, emplazada en el lugar teatro de la enconada resistencia contra el invasor británico y del entrenamiento militar de los granaderos a caballo dirigido por el General San Martín61. En este lugar se erigió el primer monumento ecuestre a San Martín y los héroes de la Independencia. 
En 1869, el Banco de la Provincia de Buenos Aires emite los primeros billetes en los que aparece el retrato de San Martín. Se trata del billete de 500 pesos fuertes en cuyo anverso está dicho retrato.  El diseño e impresión original fue efectuada por la Compañía Americana de Billetes del Banco de Nueva York y la emisión está fechada en 1 de enero de 1869. Posteriormente, en 1885, aparecerán nuevos billetes con el rostro del héroe62.

LA CELEBRACIÓN DEL CENTENARIO DEL NATALICIO

En Mendoza, en el año 1878, con motivo de conmemorarse el centenario del nacimiento del General San Martín, se realizaron numerosos actos y un certamen literario que tuvo lugar la noche del 26 de febrero de ese año. En el periódico El Constitucional pueden leerse a partir del 21 de febrero63 notas acerca de los preparativos de estas fiestas, y el día 26 aparece el programa de los actos, que anuncian junto a las actividades artísticas los discursos y disertaciones de los señores José Vicente Zapata, Adolfo Calle, Fernando Oro, Moisés Lucero, Sebastián Samper, Ricardo González y Rodolfo Zapata. Afirma el periódico que

[...] con espontáneo entusiasmo, con alegría verdadera hija del recuerdo póstumo que por San Martín experimentaba, el pueblo todo, sin distinción de clases, se ha asociado a esa manifestación que sale de los corazones que viven y mueren abrazados por el fuego patrio64.

Al mismo tiempo, sostenían que no podía ser de otro modo ya que no hacerlo sería renegar del valor que los hijos de esta provincia demostraron en la heroica campaña allende los Andes. Unos días después, en los números del 12 y 14 de marzo se publican algunos poemas a San Martín escritos por Emiliano González y por José Mármol. También aparece una extensa composición de las que habían participado del certamen literario, perteneciente al autor Rodolfo Zapata. De esta extraemos el párrafo donde éste señala

El fallo ha sido pronunciado por tres grandes naciones y su nombre es símbolo de unión, de concordia y de fraternidad. En su centésimo aniversario, los pueblos argentinos levantan su alma a aquellas regiones serenas de la virtud, donde el gran patriota desplegó su genio y sus corazones se conmueven con esa inquietud misteriosa que acompaña a los grandes momentos de la historia65.

Zapata resalta las principales virtudes que la memoria del Libertador ha producido: la unión, la concordia y la fraternidad de las tres naciones. San Martín forma parte, para el autor, indudablemente, de los grandes momentos de la historia.

CONCLUSIONES

Hemos intentado demostrar que -antes de la obra de Mitre y de su proyecto ideológico-, no era San Martín un "personaje oscuro", ni "desconocido", ya que era  valorado tanto por la opinión nacional como internacional. Tal demostración consideramos haberlas fundado en las suficientes pruebas históricas.
Por otra parte, una vez aclarados los conceptos de memoria y haciéndonos cargo del debate presente acerca de esta matriz investigativa, hemos considerado que la impresión de este personaje histórico en la memoria de su pueblo se funda en el reconocimiento de la real existencia en este hombre de extraordinarias virtudes humanas, las que le confirieron la categoría de héroe. Cabe entonces aceptar con Carlyle el hecho de que hay en el corazón humano una peculiar e innata reverencia hacia los grandes hombres. Por eso este autor creía que el culto a un héroe es admiración trascendente a un Gran Hombre y no hay sentimiento más noble en el pecho del hombre que esta admiración hacia otra persona más alta que nosotros66.
Como lo ha demostrado la Antropología, la Ética, la Sociología y la historiografía clásica, la dimensión humana más alta, la más esencialmente humana, no la constituye el rasero natural que compartimos con las restantes especies sino  la que es alcanzada por las potencias que definen al hombre como tal, es decir, las virtudes de su inteligencia y voluntad puestas en ejercicio en las acciones por las que ocupa un lugar en la historia. De ahí que no resulte improcedente recordar en estas conclusiones los rasgos que confirieron al Libertador su categoría heroica: la presencia incontestable de virtudes en grado heroico. En orden a su inteligencia, asombra tanto su realismo como su clarividencia para juzgar de los hechos y de los hombres. En cuanto a su voluntad, fue la suya una voluntad como pocas, lo que le permitió contra viento y marea realizar su ideal a pesar de las calumnias, las ofensas, la falta de apoyo y perseverar, seguro del camino trazado, siendo severo consigo mismo y con sus subordinados. Con acerada voluntad se sobrepuso a sus dolencias físicas, tan graves que en muchas ocasiones pareció que su cuerpo se negaba a acompañarle. A lo que se suman las virtudes morales del desprendimiento y rechazo de cualquier vanidad o vanagloria. Hechos todos que le fueran reconocidos universalmente.
San Martín no es un mito, aunque su categoría heroica lo levante sobre el hombre común. Por ello acordamos con Piccirilli cuando afirma:

[...] sobre la vida y la obra del general San Martín se seguirá por mucho tiempo investigando. Como acontece con todos los temas históricos en general que poseen trascendencia, con San Martín no se toca fondo. Ningún estudio científico alcanza a ser exhaustivo; el designio de las cosas acabadas escapa a la falibilidad humana; es sólo obra de Dios la luz plena y la verdad perfecta67

Nuestros antepasados, sus contemporáneos así lo percibieron y de ello nos dieron testimonio. San Martín estaba presente en la memoria compartida, presente en el ideario social por ser una figura arquetípica, paradigmática. Marcados por esta realidad, los contemporáneos de San Martín valoraron y enaltecieron su figura desde épocas muy tempranas. No había que hacer una invención del héroe porque el héroe estaba allí presente en la sociedad que lo conoció.

Notas

1. Caponnetto, 1991: 162.

2. Sáenz, 1993: 9.

3. Shumway,1993; Buchbinder, 1996; Halperín Donghi, 1996; Palti, 2000 y 2002; Bertoni, 2001; Devoto, 2002; Cattaruzza y Eujanian, 2003; Bragoni, 2005; Devoto y Pagano, 2009.

4. Bertoni, 2001; Oszlak, 1999; Devoto, 2002; Poggi, 2003.

5. La incidencia de Mitre en la historiografía argentina y en los libros de texto se resalta en Shumway, 1995: 210-230; Buchbinder, 1996: 59-81; Halperín Donghi, 1996: 46-48; Palti, 2000: 76, 80-82, 90-92, 95; Devoto, 2002: 4-13; Bragoni, 2005: 65.

6. Bertoni, 2001: 255.

7. Ibidem, 256.

8. El libro de Vicente Massot lleva por título La excepcionalidad argentina; Auge y ocaso de una Nación. El hilo conductor es justamente esa idea de la excepcionalidad. En esta obra Massot ha resaltado que Mitre y López "estaban convencidos de que, al trazar un exhaustivo análisis del pasado, ayudaban a vertebrar la Argentina del futuro". Por su parte, Avellaneda consideraba que el estudio de esta historia haría de los extranjeros, ciudadanos. Massot, 2004: 135.

9. Poggi, 2010: 166.

10. Halperín Donghi, 1996: 43.

11. Mitre, "Introducción" en Galería, i-ii. Cit. por Shumway, 1993: 214.

12. Shumway, 1993: 214.

13. Coincidentemente con los historiadores mencionados otros escritores han difundido estas opiniones en Medios Masivos de Comunicación Social como Hugo Chumbita, en Diario Los Andes, 20-08-2000:12, o José García Hamilton, en Diario Los Andes, 30-07-2000: 12.

14. Opinión perteneciente a Pablo Lacoste. Diario Los Andes, 29-07-2000: 10.

15. Platón. Diálogos, Libro V: 218.

16. Aristóteles. Acerca de la memoria y el recuerdo, Capítulo I.

17. San Agustín. Obras de San Agustín, II, Las Confesiones. Cap. X y XI.

18. Santo Tomás de Aquino. Summa Teologiae, I q.78. 4 in c.; Summa Theologiae, II, II, q. 61 a 1 in c; In de memoria et reminiscencia. Lectio III; 340 y ss; De Veritare, q. 10 a 8 in c; In I Sententiarum Dist. III, q. 5 a 1 ad 1.

19. Sánchez Zapatero, 2010.

20. Colmeiro, 2005: 15.

21. Nora, 1984-1992.

22. Ricoeur, 2008.

23. Ibidem: 21.

24. En la entrevista publicada por La Nación en 2006, Nora explica: Memoria e historia funcionan en dos registros radicalmente diferentes, aun cuando es evidente que ambas tienen relaciones estrechas y que la historia se apoya, nace, de la memoria. La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformaciones, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual. Por el contrario, la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controlados, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo... La historia permanece; la memoria va demasiado rápido. La historia reúne; la memoria divide. Diario La Nación, 2006.

25. Todorov, 2000.

26. Greco, 2008: 109-110.

27. Lascano,2004: 106.

28. Enfocar a San Martín desde el imaginario social nos muestra que lo que se ha llamado historia tradicional, que presenta una vista desde arriba, en el sentido de que siempre se ha centrado en las grandes hazañas de los grandes hombres, estadistas, generales (Burke: 1994: 15), no se opone a lo que hoy llaman historia desde abajo que se interesa por las opiniones de la gente corriente (Burke, 1994:16 cfr. Sharpe, 1994: 38-58). Porque en este caso, estamos abordando la figura de San Martín, el héroe, desde la perspectiva de la gente aunque sin obviar a las autoridades e instituciones de gobierno representativo. Tal vez, los historiadores que insisten en sostener que la figura paradigmática de San Martín es una construcción historiográfica liberal han obviado en sus consideraciones la perspectiva de la gente, de la masa de población, esos hombres comunes que en multitud acompañaron a San Martín en su empresa americana. De aquellos 7000 cuyanos que acompañaron al Gral. San Martín de los cuales regresaron siete. Siete hombres fueron los que formaron en la Plaza de Mayo, al mando del coronel paraguayo José Félix Bogado, el 17 de enero de 1826 (Díaz Araujo, 2001: 314). El Eco de los Andes del domingo 25 de diciembre de 1825 hace el siguiente relato: "Tenemos el honor de haber recibido los restos del Ejército de los Andes conducido desde el Perú por el coronel de granaderos a caballo Don Félix Bogado. Cerca de nueve años han pasado desde que estos valientes marcharon a libertar a Chile". La nota se cierra con la lista con los nombres de 3 Sargentos, 1 Capitán, 1 Ayudante mayor, 4 Tenientes, 1 Alférez, 2 Porta Estandartes. Bajo el subtítulo de Agregados se suman 2 Sargentos Mayores, 2 Capitanes y 3 Aleféreces.

29. Martín de Codoni, inédito: 9. Agradezco a la autora que me prestara el trabajo original.

30. Kohan, 2000: 3-5.

31. La Rosa, 2000: 8.

32. Martín de Codoni, inédito: 3-8.

33. Otero, 1949: 496-497, 671. Braun Menéndez, 1962: 46. Salas, 1971: 126.

34. Codoni, inédito: 2.

35. Scalvini, 1965: 177.

36. El Eco de los Andes;  15-2-1815.

37. Registro Ministerial de Mendoza, julio de 1822.

38. Zemborain, 1950: 128.

39. Olascoaga, 1940.

40. Draghi Lucero, 1943: 19.

41. Registro Ministerial de Mendoza, nº 10, diciembre 1822.

42. Pedro Molina a San Martín, 1823, junio 3 y San Martín a Pedro Molina, 1823, junio 4. cit. por Somoza, 1953: 141 y 198.

43. Como ha escrito Díaz Araujo, 2001: 313, repetidamente en sus cartas expresa su deseo de volver a las tierras mendocinas (carta a O'Higgins, 3.2.1825; 20.10.1827; a Tomás Guido, 6.1.1827), demostrativo también de este deseo es el hecho de usar hasta sus últimos días el pasaporte que decía: "Nacido en Misiones, domiciliado en Mendoza". El trabajo de Justa Dose de Zemborain, 1950: 113-136, también demuestra esta predilección del Libertador por Mendoza. El trabajo lleva por subtítulo las afinidades electivas tomando de Goethe la expresión para referirlo al cariño mutuo entre San Martín, Mendoza y los mendocinos.

44. Somoza, 1953: 141 y 197.

45. Zemborain, 1950: 130.

46. Ratto, 1943: 55 y 65; Saldías, 1951, tomo III: 66.

47. Lázaro, 1953, tomo III: 419-420.

48. Ibidem.

49. Somoza, 1953: 180.

50. Archivo Americano y Espíritu de la prensa del mundo, 1947: Tomo II, 554. nº 22, 5 de noviembre de 1845. Sesión del 16-08-1845.

51. Somoza, 1953: 180. El autor aclara que a la calle San Martín se le dio ese nombre en honor de San Martín de Porres, patrono de la ciudad según lo que puede leerse en La Gaceta Mercantil, n. 7614, p. 1, Buenos Aires, lunes 9-IV-1849. Esta plaza no es la Plaza San Martín de Retiro donde se emplazó el primer Monumento Ecuestre en 1862, sino que es la antigua Plaza del Buen Orden, que llevó luego otros nombres (Moreno, Belgrano, Del Restaurador Rosas). Se encontraba en el barrio de Monserrat donde actualmente se emplaza el Edificio del Ministerio de Obras Públicas (Av. 9 de Julio y Av. Belgrano). Esta plaza fue borrada por la ampliación de la Av. 9 de julio. Allí había tenido lugar la primera Plaza de Toros.

52. Barcia, 1982: LXIII, LXIV, LXVIII, XIII.

53. Citado por Otero, 1949, tomo IV: 560.

54. Barcia, 1982: LXXVI, LXXVII.

55. Archivo Americano y espíritu de la prensa del mundo, 1946, tomo I: 308-309. Nº 12, mayo de 1844.

56. Ibidem: 363.

57. Ibidem: 363.

58. Ibidem: 368.

59. Otero, 1949,  tomo  IV: 495 y ss.. Martínez Ruiz, 1953. tomo IV: 421 y ss.

60. Romano, 1991: 121. Estas mismas calles aparecen en el plano de 1856 firmado por Eusebio Galigniana, en: Cavallaro, Sánchez y Zambruno, 1973: 441.

61. Burzio, 1962: 9. Allí había existido la segunda Plaza de Toros de la antigua Buenos Aires. Luego fue lugar de entrenamiento de los Granaderos. Posteriormente convertida en Plaza llevó el nombre de Campo de Gloria en honor de los héroes de las Invasiones Inglesas. En 1822 recibió el nombre de Plaza de Marte. Cuando en 1862 se previó emplazar allí el monumento al General San Martín fue transformada en paseo. Su nombre fue cambiado recién en 1878.

62. Reproducción del Archivo y Museo Históricos del Banco Provincia de Buenos Aires "Dr. Arturo Jauretche".

63. El Constitucional, Mendoza, nº 1022, 21-02-1878: 1-2; nº 1023, 23-02-1878: 2-3; nº 1024, 26-02-1878: 1-3; nº 1025, 28-02-1878: 1; nº 1030, 12-03-1878: 2-3; nº 1031, 14-031-878: 2-3.

64. El Constitucional, Mendoza, nº 1024, 26-02-1878:1-3.

65. El Constitucional, Mendoza, nº 1031, 14-03-1878: 2-3.

66. Carlyle, 1938: 46.

67. Piccirilli, 1957: 91

FUENTES

1. Archivo Americano y Espíritu de la prensa del mundo (1947), Primera reimpresión del texto español conforme a la edición original 1843-1851, Buenos Aires: Ed. Americana.         [ Links ]

2. Archivo y Museo Históricos del Banco Provincia de Buenos Aires "Dr. Arturo Jauretche".         [ Links ]

3. Diario El Constitucional, Mendoza, 1878.         [ Links ]

4. Diario El Eco de los Andes; Reimpresión facsimilar, (1943), Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo, Instituto de Investigaciones históricas.         [ Links ]

5. Registro Ministerial, Mendoza, 1822.         [ Links ]

BIBLIOGRAFÍA

1. Aristóteles. Acerca de la memoria y el recuerdo. Madrid: Gredos, 1987.         [ Links ]

2. Barcia, Pedro Luis (1982). "Estudio Preliminar", La Lira Argentina o Colección de las piezas poéticas dadas a luz en Buenos Aires durante la guerra de su independencia, Buenos Aires: Academia Argentina de Letras.         [ Links ]

3. Bertoni, Lilia Ana. (2001). Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

4. Bragoni, Beatriz (2005). "De los orígenes de la nación y sus relatos". En Nun, José (comp). Debates de Mayo. Nación, Cultura y Política. Buenos Aires: Gedisa.         [ Links ]

5. Braun Menéndez, Armando (1962). San Martín y la Expedición Libertadora del Perú, Buenos Aires: Dirección General de Cultura, Comisión Nacional de Museos Monumentos y Lugares Históricos.         [ Links ]  

6. Buchbinder, Pablo (1996). "Vínculos privados, instituciones públicas y reglas profesionales en los orígenes de la historiografía argentina". En Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. E. Ravignani", tercera serie, n°13, Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras, U. de Buenos Aires.         [ Links ]

7. Burke, Peter (1994). "Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro". En Burke, Peter, et al. Formas de hacer historia. Madrid: Alianza Editorial.         [ Links ]

8. Burzio, Humberto (1962). Museo Histórico Nacional. Buenos Aires: Dirección General de Cultura, Comisión Nacional de Museos Monumentos y Lugares Históricos.         [ Links ]

9. Caponnetto, Antonio (1991). Los Arquetipos y la historia. Buenos Aires: Scholastica.         [ Links ]

10. Carlyle, Tomas(1938). Tratado de los Héroes; de su culto y de lo heroico en la historia. Barcelona: Luis Miracle.         [ Links ]

11. Cattaruza, Alejandro, y Eujanian, Alejandro (2003). Políticas de la historia. Argentina 1860-1960. Buenos Aires: Alianza Editorial.         [ Links ]

12. Colmeiro, José F. (2005). Memoria histórica e identidad cultural. Barcelona: Anthropos.         [ Links ]

13. Corradini, Luisa (2006). "No hay que confundir memoria con historia, dijo Pierre Nora; La visión del filósofo y académico francés". En La Nación, Buenos Aires, 15 de marzo.         [ Links ]

14. Devoto, Fernando J. (2002). Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina Moderna. Una historia. Buenos Aires: Siglo Veintiuno de Argentina Editores.         [ Links ]

15. Devoto, Fernando y Pagano, Nora (2009). Historia de la historiografía argentina; Buenos Aires: Sudamericana.         [ Links ]

16. Díaz Araujo, Enrique (2001). Don José y los chatarreros. Mendoza: Ediciones Dike-Foro de Cuyo.         [ Links ]

17. Dose de Zemborain, Justa (1953)."San Martín en el ostracismo; Las afinidades electivas". En Actas del Congreso Nacional de Historia del Libertador San Martín 1950. tomo I, Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo.         [ Links ]

18. Draghi Lucero, Juan (1943). "Estudio preliminar de El Eco de los Andes", El Eco de los Andes. Reimpresión facsimilar, Mendoza: Instituto de Investigaciones históricas, Universidad Nacional de Cuyo.         [ Links ]

19. "Entrevista a Pierre Nora". En Diario La Nación, 15 de marzo de 2006.         [ Links ]

20. Greco, Andrea (2008). "Visión de la Historia Argentina". En Diálogo, nº 48, San Rafael: setiembre.         [ Links ]

21. Halperin Donghi, Tulio (1996). Ensayos de historiografía. Buenos Aires: Ediciones el Cielo por Asalto.         [ Links ]

22. Kohan, Martín(2000). "La memoria póstuma de San Martín". En Uno, Mendoza: 13 de agosto de 2000, Sección El Altillo, pp. 3-5.         [ Links ]

23. La Rosa, Carlos (2000). "Novela histórica a la mendocina". En Los Andes, Mendoza: 17 de agosto de 2000, suplemento especial, p. 8.         [ Links ]

24. Lascano, Marcelo (2004). Imposturas históricas e identidad nacional. Buenos Aires: El Ateneo.         [ Links ]

25. Lázaro, Orlando(1953)."Corresponsales y Contemporáneos, San Martín y Rosas". En Actas del Congreso Nacional de Historia del Libertador General San Martín 1950,  t. III. Mendoza: U. N. de Cuyo.         [ Links ]

26. Martín de Codoni, Elvira (s/f). San Martín: sus tempranas biografías, inédito.         [ Links ]

27. Martínez Ruiz, Bernabé (1953). "San Martín y la posteridad". En Actas del Congreso Nacional de Historia del Libertador San Martín 1950, t. IV. Mendoza: U. N. de Cuyo.         [ Links ]

28. Massot, Vicente (2005). La excepcionalidad argentina; Auge y ocaso de una Nación. Buenos Aires: Emecé         [ Links ].

29. Nora, Pierre (dir.) (1984-1992). Les Lieux de Mémoire. París: Gallimard.         [ Links ]

30. Olascoaga, Laurentino (1940). "Libertad de Imprenta en Mendoza", En Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, nº  XVI, Mendoza: Junta de Estudios Históricos.         [ Links ]

31. Oszlak, Oscar (1999). La formación del Estado argentino. Buenos Aires: Editorial Planeta Argentina.         [ Links ]

32. Otero, Pacífico(1949). Historia del Libertador Don José de San Martín. Buenos Aires: Sopena.         [ Links ]

33. Palti, Elías (2000). "La Historia de Belgrano de Mitre y la problemática concepción de un pasado nacional". En Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", tercera serie, n° 21, Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras, U. de Buenos Aires.         [ Links ]

34. Palti, Elías (2002). La nación como problema. Los historiadores y la "cuestión nacional". Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

35. Piccirilli, Ricardo (1957). San Martín y la política de los pueblos. Buenos Aires: Gure.         [ Links ]

36. Platón. Diálogos, Libro V, Teéteto. Madrid: Gredos, 1992.         [ Links ]

37. Poggi, Marta Mercedes (2010). "La consolidación y difusión de un mito fundacional. La Revolución de Mayo en los textos escolares 1880-1905". En  Anuario del Instituto de Historia Argentina, n° 10, La Plata: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, U. N. de La Plata.         [ Links ]

38. Poggi, Marta Mercedes (2003). "Los libros escolares y la construcción de la ciudadanía, 1880-1890", En IX Jornadas Interescuelas/ Departamentos de Historia, Córdoba.         [ Links ]

39. Ratto, Héctor (1943). Vida de Brown, Buenos Aires: Emecé         [ Links ].

40. Ricoeur, Paul (2008). La memoria, la historia, el olvido. 2ª ed. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

41. Romano, Aníbal (1991). "Mendoza antes y después del terremoto (1854-1900)". En  La ciudad de Mendoza. Buenos Aires: Fundación Banco de Boston.         [ Links ]

42. Romero, Luis Alberto (coord.) (2004), La Argentina en la escuela. La idea de nación en los textos escolares, Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina.         [ Links ]

43. Sáenz, Alfredo (1993). Héroes y Santos. Buenos Aires: Gladius.         [ Links ]

44. Salas, Carlos (1971). El general San Martín y sus operaciones militares, Buenos Aires: Instituto Nacional Sanmartiniano.         [ Links ]

45. Saldías, Adolfo (1951). Historia de la Confederación Argentina, Buenos Aires: El Ateneo.         [ Links ]

46. San Agustín. Obras de San Agustín, II, Las Confesiones. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, MCMXXIV.         [ Links ]

47. Santo Tomás de Aquino. Summa Teologiae.         [ Links ]

48. Sánchez Zapatero, Javier (2010). "La cultura de la memoria". Pliegos de Yuste. Revista de cultura y pensamiento europeos, nº 11 y 12. Salamanca: Fundación Europea de Yuste. Hay versión on line: www.pliegosdeyuste.eu/ n1112pliegos/pdfs/25-30pdf (Fecha de consulta: 10-12-2011).         [ Links ]

49. Scalvini, Jrge(1965). Historia de Mendoza. Mendoza: Spadoni.         [ Links ]

50. Sharpe, Jim (1994). "Historia desde abajo". En Burke, Peter. Formas de hacer historia, Madrid: Alianza Editorial.         [ Links ]

51. Shumway, Nicolás (1993). La invención de la Argentina. Historia de una idea. Buenos Aires: Emecé Editores.         [ Links ]

52. Somoza, Manuel (1953), "San Martín y la política argentina entre 1823 y 1850",  Actas del Congreso Nacional de Historia del Libertador San Martín 1950, t. I. Mendoza: U.N.de Cuyo.         [ Links ]

53. Squirru, Rafael (1961), Leopoldo Marechal. Buenos Aires: Ed. Cultura Argentina.         [ Links ]

54. Todorov, Tzvetan. (2000). Los abusos de la memoria. Barcelona: Paidós.         [ Links ]