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Revista de historia americana y argentina

versão On-line ISSN 2314-1549

Rev. hist. am. argent. vol.48 no.2 Mendoza dez. 2013

 

CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA

Martínez de Sánchez, Ana María: Formas de vida cotidiana en Córdoba (1573- 1810) Espacio, tiempo y sociedad. Córdoba, Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad, 2011, 393páginas. ISBN: 978-987-3313-19-6.

 

Andrea Uribe Figueroa
Universidad Nacional de Cuyo

 

La obra que reseñamos es un trabajo de síntesis, resultado de más de un cuarto de siglo de investigaciones de la autora, que contiene una completa y variada descripción de la vida cotidiana de la ciudad de Córdoba, desde sus inicios hasta 1810, considerando a esta fecha como fin del período colonial.
Según la Dra. Martínez de Sánchez su escritura obedeció a dos finalidades. Por un lado, estructurar los conocimientos adquiridos personalmente en diversas investigaciones, en una unidad explicativa coherente y, por otro, atender a las especificidades y los nexos que existieron en la conformación de los hechos y sus representaciones, en relación con el tiempo y el espacio en la sociedad colonial cordobesa.
Los diversos temas han sido estructurados en diez capítulos entre los que podemos mencionar la vivienda y su intimidad, iglesias y conventos, cofradías y congregaciones, las costumbres domésticas, la indumentaria, los juegos, entretenimientos, fiestas, salud, enfermedades y las costumbres sepulcrales de la época. En suma la evolución de la vida cotidiana de los cordobeses a lo largo de varias centurias. La misma autora recalca que conjuga estudios específicos con el devenir cronológico atravesando etapas prolongadas.
Con ello pretende, y lo logra sin duda, despertar la curiosidad de quien se asome a ver - por la mirilla en que se convertirá cada página - diversas actividades cotidianas de personas reales que pisaron, antes que nosotros, nuestro suelo, actuando a veces, en forma individual, y, en otras, como integrantes de una familia o de corporaciones civiles o religiosas.
Córdoba fue fundada el 6 de julio de 1573, llevándose a cabo el repartimiento definitivo de solares entre la hueste fundadora recién el 11 de julio de 1577. Durante esos cuatro años la vida urbana tuvo por escenario el recinto amurallado de un fuerte. A partir de allí nace la ciudad modificándose lógicamente con el paso del tiempo. Elemento esencial para la vida fue la vivienda, tema tratado en el primer capítulo, junto con la descripción de la traza de la ciudad, plazas, calles y plazuelas. Los diferentes edificios públicos, como iglesias, conventos y hospitales, también son abordados con detalle en este libro, tanto desde su punto de vista arquitectónico como funcional.
Al poco tiempo de fundada la ciudad, sus habitantes se agruparon en corporaciones, fundamentalmente piadosas en sus comienzos. Entre ellas destacan las cofradías, establecidas con distintos fines y motivaciones, ya que existían diversos tipos que respondían a diferentes carismas, tradición devocional, intereses y preocupaciones, como así también a la diferencia de medios económicos de que disponían. Con un total de 33 cofradías y congregaciones, el estudio realizado permite dar una respuesta ciertamente completa sobre este fenómeno. Su ámbito fue tanto el espiritual como el material, aunque los recursos económicos con que contaron fueron escasos. Brindaron, en cambio, numerosos bienes espirituales y recibieron de los Pontífices indulgencias especiales.
Capítulo aparte merece la relación existente entre los habitantes de la ciudad de Córdoba y lo sobrenatural. Constantemente recurrieron, a lo largo del período colonial, a la ayuda de vírgenes y santos para enfrentar problemas tales como pestes o la insuficiencia o exceso de lluvias. De allí que se invocara la protección de numerosas advocaciones de María, entre ellas Nuestra Señora de la Peña de Francia (la primera que tuvo Córdoba), Nuestra Señora de Nieva, Nuestra Señora del Rosario, y santos como San Jerónimo, Patrono de la ciudad, Santa Olalla, Santos Tiburcio y Valeriano, San Pedro Mártir, San Francisco Javier, Santa Teresa, Santa Bárbara, San Roque, San Pedro Nolasco y Santa Rosa de Lima. A los mencionados se les sumó otro gran número de santos, minuciosamente estudiados por la autora, a quienes era posible recurrir para obtener consuelo y auxilio sobrenaturales.
La solicitud de mediación a los santos se producía mediante gestos concretos como procesiones, rogativas y novenarios que formaban parte del imaginario religioso, buscando un amparo divino a las necesidades materiales. Los miembros de la Universidad y del Cabildo formaron parte activa de estas manifestaciones piadosas y, en ocasiones, las propiciaban.
El abastecimiento de agua de la ciudad también fue importante para la vida cotidiana de los cordobeses y su provisión fue una tarea de la cual se preocupó particularmente el cabildo, al igual que del funcionamiento de los molinos de harina. Desde el comienzo el principal problema de los españoles llegados a esta tierra fue la necesidad de alimentarse, por ello el cabildo se preocupó del abastecimiento controlando las rutas de comercio y la llegada y la salida de productos de la ciudad, como así también del suministro de artículos necesarios para el consumo diario. La plaza fue el lugar de reunión para el intercambio de éstos y su organización y control estaba dado por el ayuntamiento.
Para los cordobeses del período colonial el atuendo fue un elemento esencial, ya que el vestido se correspondía con la pertenencia a determinado grupo social. Con él se buscaba demostrar lo que se era o parecer lo que no se era. Por lo general, la clase más pudiente imponía su estilo, el cual era imitado por los más pobres. Los adornos, telas, modelos eran diferentes para cada uno de los grupos que conformaban la sociedad. La vestimenta no sólo ponía en evidencia la calidad sino también la profesión, ocupación o pertenencia de las personas, que se manifestaba también en el momento de utilizar el luto. El ser y el parecer jugaban, según la autora, un rol fundamental.
El tema de las fiestas es tratado extensamente por la Dra. Martínez de Sánchez en el capítulo sexto. Tanto en el ámbito político como el religioso cada festividad, organizada según el calendario civil y religioso que guiaba la vida de los habitantes, unía a los distintos estratos sociales que habitaban en la ciudad. En el ámbito civil se conmemoraban, por ejemplo, las juras, nacimientos, casamientos y cumpleaños reales, como así también la recepción de autoridades. En lo religioso merecen especial atención, además de la Semana Santa, Corpus Christi y el día del Santo Patrono, San Jerónimo.
Juegos y entretenimientos, en su mayoría de origen español, motivaban también la reunión en la plaza. El carnaval, era el más popular y regular, convocando a todas las clases sociales junto al juego de bochas, bolas, riña de gallos, naipes. Estos últimos estuvieron prohibidos cuando las apuestas superaban determinada cifra y en numerosas oportunidades se aumentaron las multas para disminuir sus atractivos. La corrida de toros fue un espectáculo organizado por el cabildo, generalmente, durante la fiesta patronal.
La medicina en Córdoba se práctico de manera formal e informal. La primera, ejercida por cirujanos, médicos y boticarios, en instituciones hospitalarias con escaso personal y camas, y la segunda en manos de personas experimentadas en el arte de curar, como curanderas, hechiceras y madrazas, las cuales actuaban entre la clandestinidad y la tolerancia.
Finalmente la muerte era una preocupación constante en la ciudad cordobesa colonial y en muchas oportunidades el médico se convertía en auxiliar del sacerdote. La familiaridad con ella, provocada por motivos diversos que van desde la guerra hasta los partos, pasando por pestes y hambrunas, obligaba a prepararse para una buena muerte. El testamento, las disposiciones en torno al cuerpo y al alma, el entierro y el funeral, las misas, novenarios, honras y cabo de año, el lugar de sepultura, entre otros, fueron algunas de las prácticas asumidas por la familia o el propio difunto, mediante disposiciones previas a su propia muerte.
Intercaladas en el relato, aparece un gran número de fuentes que permiten enriquecer la visión de la ciudad colonial cordobesa y demuestran el trabajo archivístico realizado. A esto se suman fotografías, planos y dibujos que reflejan el vivir de la época. Las citas aparecen al final de la obra, lo que facilita la lectura, porque como señala la autora el libro no está sólo dirigido a un público erudito, sino también al lector común interesado por el pasado cordobés.
Consideramos que la obra de la Dra. Martínez de Sánchez es un valioso aporte al estudio de la vida cotidiana, en este caso de una ciudad particular, Córdoba, a través de una amena pero muy bien fundamentada narración de síntesis, que incluye variados aspectos del diario acontecer de sus pobladores a lo largo de más de dos siglos. Su lectura nos ha permitido vivenciar no sólo el transcurrir de las actividades cotidianas de los cordobeses de antaño, sino imaginar la vida en otras muchas ciudades fundadas por los españoles en los confines del continente continente americanocontinente americanoaamericanoamericano.

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