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Revista de historia americana y argentina

versión On-line ISSN 2314-1549

Rev. hist. am. argent. vol.50 no.1 Mendoza jul. 2015

 

ARTÍCULOS DE HISTORIA ARGENTINA

EL MUNDO DICE A LATINOAMÉRICA, LATINOAMÉRICA DICE AL MUNDO: Orden Cristiano ante la Segunda Guerra Mundial

 

Martín Vicente

CONICET-UNGS. vicentemartin28@gmail.com

Recibido: 23-X-2014
Aceptado:3-XII-2014

 

RESUMEN

La revista Orden Cristiano fue una de las más notables experiencias intelectuales de un sector minoritario, renovador y peculiar del catolicismo argentino de la década de 1940: aquel compuesto por intelectuales y militantes que entendieron a la democracia como único horizonte posible para el desarrollo de una política católica. Distantes a la mayoría de la jerarquía eclesiástica, enfrentados con el catolicismo nacionalista y claramente alineados a favor de los Aliados ante la Segunda Guerra Mundial, el colectivo intelectual que llevó a cabo la experiencia de la revista leyó las instancias propias del conflicto bélico mundial desde una perspectiva latinoamericana y argentina que inscribía permanentemente lo local en lo universal (y viceversa). En este trabajo proponemos reposicionar la publicación en un espacio de las complejas posiciones de los intelectuales católicos y de los debates en torno a la democracia, para luego abordar cómo América Latina apareció como un problema inescindible del conflicto mundial entendido como problema de la humanidad, y del sitio que allí le cabía a la Argentina.
Palabras claves: Orden Cristiano; Intelectuales; Catolicismo; Latinoamérica; Segunda Guerra Mundial.

ABSTRACT

Orden Cristiano (Christian Order) magazine was one of the most remarkable intellectual experiences of a minor, refreshing and quirky sector of Argentinean Catholicism of the 1940s: one consisting of intellectuals and activists who understood democracy as the only possible horizon for the development of catholic politics. Distant to most of the hierarchy, faced with the nationalist Catholicism and clearly aligned in favor of the Allies in the Second World War, the intellectual group that carried out the experience of the magazine read the instances of world war from an Argentinean and Latin American perspective, permanently inscribed the local in the universal (and vice versa). In this paper we propose a reposition of the publication in the space of the complex positions of Catholic intellectuals and the debates on democracy, for a further approach to how Latin America appeared as an indivisible problem of the global conflict understood as a problem of humanity, and the site that fit there to Argentina.
Key words: Orden Cristiano; Intellectuals; Catholicism; Latin America; World War II.

 

INTRODUCCIÓN: UNA VOZ PARTICULAR EN EL ESPACIO CATÓLICO

La revista Orden Cristiano, editada entre 1941 y 1948 por un grupo de intelectuales y militantes católicos fuertemente comprometidos con la democracia, fue un actor peculiar en el espacio confesional argentino de esos años. Marcada centralmente por la voluntad de intervención sobre la Segunda Guerra Mundial, sus contenidos se referenciaron mayormente por las problemáticas vinculadas por el conflicto mundial y su etapa: la confrontación democracia-dictadura, el fenómeno totalitario, la construcción de una identidad antifascista, el choque de bloques entre los Aliados y el Eje, así como, una vez finalizada la contienda, problemas como la reestructuración del mapa mundial, las memorias del pasado inmediato en los países marcados por las experiencias de la guerra o los abordajes al fenómeno del totalitarismo. En todos los casos, una serie de inquietudes atravesaban las posiciones: el rol del catolicismo y los católicos en la política, la relación de la religión con la democracia, el lugar del liberalismo en esa amalgama. En ese amplio y complejo mapa de problemáticas, el sitio de Latinoamérica fue una pregunta abierta, sí que supeditado a las líneas temáticas e interpretativas marcadas por la identidad de la publicación. Los actores que llevaban adelante la revista, en su mayoría, llegaban a la publicación habiendo transitado las polémicas de la segunda mitad de la década de 1930, marcadas centralmente por el enfrentamiento entre el catolicismo democrático y el nacionalista-autoritario. La visita de Jacques Maritain a la Argentina en 1936 abrió, en ese sentido, una nueva etapa en el mundo católico argentino, marcada por el clivaje oposicional que, para los católicos democráticos, se constituyó como clave de renovación espiritual e intelectual1. Como José Zanca señala, el grupo de maritaineanos locales comenzó siendo un espacio pequeño, de ahí que otras investigaciones (como veremos a continuación) conciban a la revista como un sector minoritario, cuando no marginal, en el universo católico. El de Orden Cristiano fue, más exactamente, un núcleo abroquelado que sin cerrarse sobre sí mismo tuvo en su posición un sentido claramente militante que no era, precisamente, el de las líneas mayores del catolicismo nacional, pero cuyos lazos y redes tanto intelectuales como discursivas superaban a quienes llevaban adelante la revista. Un dato central es que la publicación fue colocada en el Index eclesiástico, la institución que catalogaba aquellas publicaciones que la Iglesia entendía como dañinas para la fe, con lo cual regía la necesidad de consulta ante las autoridades2. Orden Cristiano, como otras manifestaciones intelectuales del catolicismo democrático, se distinguió por sus estrategias que, al tiempo que se desmarcaban del verticalismo institucional, utilizaban a favor de sus posiciones las palabras de la jerarquía. Así, la revista realizaba un peculiar ejercicio de posicionamiento ante una Iglesia local marcada por la romanización y un espacio laico en creciente diferenciación, abogando tanto por el influjo de la democracia cristiana de raíces decimonónica (como lo mostraban las varias columnas sobre José Manuel Estrada) y la que lentamente comenzaba a institucionalizarse en el período (marcada por las colaboraciones del democristiano italiano Luigi Sturzo en la última etapa de la revista), y que implicó un debate central en la última etapa de la revista en torno a la construcción de un partido demócrata-cristiano3. De hecho, durante el tramo final de la existencia de la publicación, el carácter demócrata cristiano se había incorporado como signo identitario y las ediciones llevaban la inscripción “revista demócrata de inspiración cristiana” en su tapa. El principal referente eclesiástico con el cual la revista se vinculó fue monseñor Miguel de Andrea, y por momentos tuvo lazos marcados con Gustavo Franceschi: dos sacerdotes, con evidentes disparidades en sus trayectorias, que sin embargo se fueron colocando progresivamente en un sendero democristiano que, sin representar necesariamente las posiciones militantes de la revista, mostraba con ello una serie de pautas (vínculos institucionales, redes, discursos convergentes) que complejizan el rol de Orden Cristiano dentro del mundo católico.
Editada quincenalmente (salvo pocas ediciones que extendieron en algunos días esa periodicidad), la revista alcanzó 155 números. El grupo central de autores de la publicación se conformó, entre otros, por el director Alberto Duhau, miembro de una familia acaudalada (aunque no de abolengo) vinculada al agro y figura clave en el sostén económico de la revista en tanto en la década de 1940 los Duhau habían invertido en la industria editorial. Hasta el momento de hacerse cargo de la revista, la militancia de Duhau había sido más discreta que la de otros miembros del grupo, pero se visibilizó fuertemente a partir de ahí y ese mismo año editó Las dos cruces, donde colocaba la oposición catolicismo-nazismo como eje de la hora4. De los intelectuales que eran los principales inspiradores de las posiciones de Orden Cristiano, se destacó la figura de Rafael Pividal. Gran difusor de Jacques Maritain y polemista clave del espacio católico, este abogado formado en la Universidad de Buenos Aires y doctorado en Ciencias Políticas en Francia era autor de El renacimiento del catolicismo en Francia, editado en 1931. Pividal era editor de la colección de la editorial Losada Una Nueva Cristiandad, que publicó a Maritain, León Bloy y al luego miembro de Orden Cristiano Augusto Durelli. Autor de la nota de presentación de la revista, propiamente un manifiesto, Pividal falleció en 1945, cuando aún se editaba la publicación5. Otros importantes colaboradores fueron el propio Durelli, quien estudió Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires, donde formó parte de la militancia católica del reformismo y también se doctoró en Francia, en la misma especialidad que en Buenos Aires y en Ciencias Sociales; Manuel Ordoñez, abogado y docente de las áreas de Filosofía e Historia de las Ideas en la UBA; Jaime Potenze, entonces estudiante de Derecho en la UBA, y pese a su juventud colaborador de Criterio desde años antes; Eugenia Silveyra de Oyuela, quien codirigió la revista, y Cornelia Groussac, hija del autor de La divisa punzó. Las trayectorias de estos intelectuales, como señalamos, estaban marcadas por un compromiso militante con el catolicismo democrático, si bien por ejemplo Silveyra de Oyuela había tenido posiciones diferentes al antifascismo previamente: había apoyado a los sublevados durante la Guerra Civil española, actitud que también tuvo otra colaboradora de la revista, Isabel Giménez Bustamante. Quizá en el caso de Silveyra de Oyuela fueran explicativos sus vínculos familiares, en tanto su hermano Carlos era un notorio intelectual nacionalista, director de Clarinada, una de las revistas más visibles de ese espacio. Pedro de Basaldúa, representante del gobierno vasco en el exilio, fue otro actor clave, en especial por brindar la voz democrática ante la España franquista6. También sacerdotes como Agustín Luchía Puig o Eduardo Rosales colaboraron con la revista. Con posterioridad, la publicación incorporó las firmas de intelectuales como Ambrosio Romero Carranza u Oscar Puigróss, que no formaron parte del núcleo central y provenían de otras experiencias dentro del espacio católico democrático.
Como puede verse, tanto por sus posiciones como por los perfiles de sus redactores, el sitio de Orden Cristiano, una red humanista, democrática y pluralista, era particular dentro del mundo católico de su época. A continuación, por lo tanto, abordaremos una serie de lecturas que configuran un estado de la cuestión sobre la revista (ejercicio ausente en los trabajos que abordaremos), a fin de estipular el lugar de la revista en el complejo espacio católico de su tiempo; posteriormente analizaremos las problemáticas latinoamericanas desde dos ejes centrales en las preocupaciones de los redactores, el nacionalismo y el hispanismo como modos de una problemática tanto regional como mundial, para finalmente esbozar una lectura sobre las figuras latinoamericanas en la publicación y su relación con las posiciones y estrategias político-intelectuales de Orden Cristiano. Por el enfoque analítico de este artículo (y por las particularidades que la bibliografía previa presenta, como se verá), desarrollaremos nuestra exposición vinculada a los ejes centrales tendientes a destacar la caracterización de la revista, los temas que marcaban sus posiciones y estrategias, dando centralidad a los problemas ideológicos, la construcción de su sitio en el complejo espacio confesional del momento y su asunción de las problemáticas internacionales de la hora.

CATÓLICOS EN LA TORMENTA: UN ESTADO DE LA CUESTIÓN SOBRE EL SITIO DE ORDEN CRISTIANO

Las investigaciones sobre el catolicismo en la Argentina en el período marcado por la II Guerra Mundial y en años circundantes, se han enfocado mayormente sobre el rol de la Iglesia Católica (centralmente, su concepción y actuación política) y las relaciones entre nacionalismo y catolicismo. Si bien una miríada de nuevos trabajos comienza a ampliar las miradas hacia puntos aún no estudiados o escasamente transitados, tales líneas temáticas marcan todavía el signo central de los análisis, especialmente por el peso de los estudios sobre las vertientes de catolicismo nacionalista y nacionalismo católico7: estudios como los de Devoto, Echeverría, Finchelstein, Lvovich, Zanatta, entre otros, componen el marco central de esta dirección analítica8. El contexto histórico sumamente conflictivo en el cual se insertó la experiencia de Orden Cristiano marcó las pautas de los debates en los cuales se posicionaron la publicación y los actores que conformaban su grupo. La Segunda Guerra Mundial, las resultantes de la Guerra Civil Española, el quiebre de la democracia fraudulenta y el gobierno militar de 1943, el fin de la contienda internacional y el nuevo mapa mundial emergente, el ascenso del peronismo: en ese tiempo convulsionado, la existencia de la publicación apareció marcada por una serie de pautas donde el interés latinoamericanista tenía un rol de gran importancia.
El marco en el cual se editó Orden Cristiano, desde el epicentro de la Segunda Guerra Mundial a los primeros años de la experiencia peronista, ha sido clave para que diversos investigadores hayan analizado la publicación en torno a los fenómenos centrales de esos años, así como otros se han detenido en algunas de las figuras intelectuales que formaron parte de la experiencia de la publicación. Sin embargo, a la fecha existe sólo un artículo de José Zanca dedicado a la revista como objeto central9. Los estudios centrales para la óptica de nuestra investigación son los del propio José Zanca: en primer lugar, los que analizan directamente Orden Cristiano; en segundo término, los que brindan datos y análisis que permiten una mejor comprensión de los diversos contextos (religiosos, intelectuales, conceptuales) que influyeron en la experiencia de la publicación. En tal sentido, el reciente libro Cristianos antifascistas es el trabajo más amplio en torno a la revista: en él, Zanca aborda tanto diversas pautas de la revista (su recepción del humanismo, su lineamiento ideológico, las polémicas con los nacionalistas) como las posiciones individuales de algunas de las firmas más notables de la publicación10. Para el autor, Orden Cristiano se hace cargo de llenar un espacio11: el del catolicismo humanista, una suerte de grupo Sprit argentino (por la publicación dirigida por Emmanuel Mounier en Francia). Zanca hace énfasis en las diferencias que separaban al grupo editor del resto del espacio católico (algo que es una constante en la bibliografía), tanto como en su condición de doblemente interpelados, tanto por su práctica religiosa, un espiritualismo más o menos vinculado a la iglesia, y por el rechazo al nacionalismo en cuanto modelo ideológico, donde el antifascismo se traducía en términos religiosos12. Para el historiador, a diferencia de otras investigaciones, el sitio de Orden Cristiano no era marginal, sino que su historia muestra la construcción de una legitimidad alternativa, al tiempo que sus relaciones con la jerarquía eran frías y hostiles. Zanca, en tanto, es el único autor que ha conceptualizado una periodización de la experiencia de Orden Cristiano en un tránsito entre el antifascismo-antinacionalismo, el antiperonismo, y luego la democracia cristiana. También ha señalado la existencia de dos corrientes internas: una que inscribía su inspiración en el catolicismo liberal del siglo XIX y otra que se acercaba al socialcristianismo13.
Enfocadas en las relaciones entre catolicismo y peronismo, tanto Lila Caimari como Susana Bianchi han abordado la experiencia de Orden Cristiano. La primera de las autoras entiende a la revista como la más clara representante de los católicos democráticos, marcada por su oposición al nacionalismo y por su adscripción al liberalismo político en un momento donde la oposición liberalismo/antiliberalismo ordenaba el discurso de este grupo: en las complejidades del catolicismo de la época, Caimari enfatiza que los actores de Orden Cristiano, debían restringir la definición de su liberalismo al plano político-institucional: era católicos-demócratas14. La autora marca la complejidad de que, en el mismo momento, se diera una febril militancia por las ideas democrático-católicas y que estas experiencias tuvieran escaso eco en la jerarquía eclesiástica, con la excepción de la figura de monseñor de Andrea. Esta situación convirtió a estos actores en marginales relativos, señala Caimari, ya que si bien obtuvieron indiferencia de la jerarquía, al mismo tiempo otros sectores del catolicismo (como los social-católicos) emprendieron su propia lucha contra el peronismo, utilizando algunos de los conceptos a los que apelaba Orden Cristiano, como el antitotalitarismo, en tanto entendían al justicialismo como una continuación de los fascismos. Bianchi, por su parte, prefiere establecer una división menos tajante al interior del mundo católico, entendiendo que el peso de la idea de catolicismo social hacía que grupos diferentes pudieran reconocerse en ella. Para la autora, quien al igual que Caimari destaca la posición aliadófila de la publicación ante el conflicto bélico mundial, la compatibilización entre catolicismo y liberalismo era problemática, pero ello no impedía que los sectores democráticos hicieran del nacionalismo un foco de polémica, aunque esto los convirtiera en actores que disentían con las líneas dominantes del espacio católico15. Como Caimari, también Bianchi señala las posiciones combativas de la revista con los sectores nacionalistas e integristas, así como indica que, si bien los sectores representados por Orden Cristiano eran minoritarios en el mundo católico, se harían más amplios una vez derrotados los fascismos.
Un tercer conjunto de trabajos es el representado por aquellos que analizan el período bajo el signo de la crisis. Jorge Nallim, en diversos artículos así como en su reciente libro, se ha centrado en las transformaciones del liberalismo argentino en esa etapa marcada por sus tribulaciones, y ha abordado a Orden Cristiano como muestra del espacio liberal católico. Para el autor, la revista fue una defensora férrea del liberalismo incluso en el período más oscuro para este ideario, sobre el último tramo de la Segunda Guerra y ante el golpe de Estado de 1943. Amén del sostén de posiciones democráticas, Nallim considera clave para entender la trama de la revista su relativamente limitado impacto16. Al mismo tiempo, el historiador destaca el complejo equilibrio que la publicación debió ejercer durante el gobierno militar, así como sus posiciones terceristas en materia económica. El mismo marco de crisis ha sido abordado por Tulio Halperín Donghi, quien ha entendido a la revista católica como el signo más conspicuo de las repercusiones que estaba destinado a alcanzar entre los católicos argentinos el nuevo rumbo tomado por la guerra17. Halperín Donghi ha destacado, en consenso con la lectura general, que la publicación tuvo un posicionamiento explícito ante el contexto de la Segunda Guerra, así como ha marcado las diferencias que alejaban a la publicación de la jerarquía de la Iglesia.
Otra serie de estudios, concentrados en las relaciones entre nacionalismo, autoritarismo y antisemitismo en el catolicismo, se ha ocupado de Orden Cristiano. Daniel Lvovich también ha considerado minoritarios a los grupos de católicos liberales representados por la revista, enfocándose en la denuncia del antisemitismo de éstos y en sus complejas relaciones con la Iglesia argentina, marcadas por el seguidismo que el núcleo de la revista hacía de la línea de protesta de Pio XI, que el autor considera abandonada por Pio XII, cuyas palabras eran deformadas por los católicos liberales para sostener sus propias ideas18. El propio Lvovich y Federico Finchelstein analizaron a la publicación, además, como una voz discordante y original dentro del espacio católico19. Graciela Ben-Dror, por su parte, coloca a Orden Cristiano dentro de la línea democristiana y (tanto por los propios fines de su investigación como por un peso clave en la revista) destaca las posturas de la publicación contra el nacionalismo, fascismo y antisemitismo20. Loris Zanatta también ha abordado, sí que brevemente, a la revista, definiéndola como la obra de un grupo de católicos con tendencias liberales21. El autor italiano destaca las relaciones conflictivas con el nacional-catolicismo y la jerarquía eclesiástica, por lo cual incluso señala que la situación de Orden Cristiano llegó a ser de ostracismo dentro del mundo confesional22. En la óptica de una historia de largo término de las relaciones entre catolicismo y política, por su parte, Austen Ivereigh ha analizado a Orden Cristiano como parte de un modelo de antifascismo, en el mismo sentido de la organización militante Acción Argentina pero en términos teológicos, señalando que no podía ser mayor su contraste con el integralismo, ya que para el autor el discurso de la revista era fanáticamente liberal23. De allí que al momento de catalogarlos como democráticos, opte por el entrecomillado (en tanto categoría no exacta), además de señalar que se trataba de un grupo pequeño y, para el momento del peronismo, enfrentado a Perón desde el principio, a diferencia de otros grupos católicos.
En conclusión, los estudios coinciden en marcar la pertenencia de Orden Cristiano a un espacio democrático, mostrando sus diferencias con el nacionalismo católico y la propia jerarquía eclesiástica, así como a describir sus posiciones como aliadófilas, antifascistas o antitotalitarias, y posteriormente destacarlos como opositores al peronismo24. Sin embargo, hay diferencias claras, también, sobre dos ejes: en primer lugar, su pertenencia al liberalismo no es un acuerdo neto, en tanto una parte de los estudios identifican a la revista como liberal y otra elige moderar los sentidos de esa pertenencia. En segundo lugar, mientras una serie de autores considera que la revista era representativa de una posición que estaba creciendo en el universo confesional, otros destacan su marginalidad, mientras una tercera línea muestra una movilidad en la representatividad de la revista. Los estudios no han enfocado, en tal sentido, puntos fundamentales de la trayectoria de Orden Cristiano: los planteos latinoamericanistas de la revista y los modos en que se articulaban con su panamericanismo; los maneras en las que leyó el mapa mundial tras el final de la Segunda Guerra; su interés por el catolicismo de zonas no centrales (Irlanda, China, África); la destacada presencia del caso de Polonia tras la Guerra; sus lecturas del comunismo y de la situación soviética; las formas en las que la revista revisó la historia nacional y sus figuras (con especial énfasis en las católicas); sus lecturas sobre la cuestión social, laboral y sindical; el peso que otros autores de la renovación católica, más allá de Maritain (incontestablemente el autor icónico para la concepción del catolicismo de la publicación), tuvieron en las ideas difundidas por la revista25. Como se ve, existe un amplio espacio de indagación sobre la publicación, y en tal sentido la problemática latinoamericana dentro del complejo mundo de esos años es un tema a explorar26.

LATINOAMÉRICA ANTE EL MUNDO: LA II GUERRA MUNDIAL Y EL PROBLEMA DEL NACIONALISMO

La pregunta por Latinoamérica era, en las lecturas de Orden Cristiano, inescindible de los análisis sobre el complejo mapa internacional, desde la posición humanista de la publicación y el compromiso con su tiempo de los intelectuales y militantes que la llevaban adelante. La revista era, en tal sentido, una tribuna de polémica, y por lo tanto los tópicos que se abordaban en sus columnas eran diversos pero atados a las problemáticas de un tiempo oscuro. Dar una imagen pura y auténtica del cristianismo, decía la revista en su editorial programática, escrita como señalamos por Rafael Pividal, era el primer punto de nuestro programa. Aquí la clave estaba colocada sobre los combates contra los nacionalismos, y en tanto, explicitaba: Lucharemos contra ciertas pretensiones actuales de atar nuestra religión a un concepto reaccionario de la vida. Ello colocaba a la publicación, en el mapa ideológico en pugna, en las filas de la democracia, lo cual abría un problema: ¿qué hacer ante el liberalismo? Tantas veces condenado por la propia Iglesia y por diversos pensadores confesionales, sin embargo Orden Cristiano elegía cristianizar al liberalismo: Las ideas que forman el programa del liberalismo: respecto del individuo, tolerancia civil, justicia entre los hombres, paz internacional, son ideas cristianas. Más allá de la sincera posición que el medio sostenía sobre el ideario liberal, este dictum se basaba en las posiciones agonales con las cuales los intelectuales de la publicación leían el presente: Todo hombre, católico y no católico, está obligado hoy a una opción entre dos mundos antagónicos y creemos que una justa interpretación de la Historia debe dirigir esta opción27.
En el mismo primer número, una nota complementaria profundizaba: Para el bien del cristianismo debemos levantar hoy barreras por todos lados contra el enemigo más peligroso y pérfido que se haya conocido jamás: el Nazismo28. En tal sentido, una firma representante de la amalgama aliada, el obispo estadounidense Joseph Hurley señalaba que el nazismo sigue siendo el enemigo número uno de América y del mundo. Si bien el concepto de América del religioso apuntaba mayormente a su país, en la gramática militante de la revista se hacía extensiva al continente, máxime teniendo en cuenta las posiciones del propio país en el cual se editaba y sus lecturas tajantes desde una posición binaria29. Es que no podía haber dudas en un momento como aquel, era el clamor de la revista, como dejaba en claro varios números luego en la nota (un manifiesto en sí misma): La amistad Latino-Americana. A modo de una desiderata y construida como un poema narrativo, postulaba lo siguiente:

Y si en su corta historia la Argentina fue siempre observada por los hombres de América, los trágicos acontecimientos de la actual contienda hacen que se nos siga aún más de cerca y con atención creciente.
De ahí la seria responsabilidad de los argentinos, responsabilidad que aumenta si el argentino es católico, y que se agrava cuando se piensa que nuestro país ha sido y es considerado adicto a la Iglesia30.

Actuar como argentinos católicos, entendía la revista, era tomar una posición clara en el dramático mapa trazado por la contienda internacional: la causa de la democracia y el antifascismo que la propia publicación abrazaba como modo de asumir los deberes del buen católico. El uso de la apelación a una presunta opinión internacional que identificaba al país como adicto a la Iglesia era una clave donde las disonancias entre la revista y la jerarquía eclesiástica, como en otras ocasiones, eran soterradas por la prosa de Orden Cristiano en pos de identificar al catolicismo con la institución y a esta con las lecturas y posicionamientos del grupo que editaba la revista.
Las críticas tanto al hispanismo, entendido como una forma más o menos velada de nacionalismo, así como las posiciones antifranquistas sostenidas por la revista, llevaban a señalar que cierta prensa católica (la vinculada al nacional-catolicismo) estaba sirviendo –y no ha terminado de hacerlo– pésimamente los sagrados intereses de la religión y de la patria ante nuestros hermanos del Continente. Así, las pujas con medios como el diario El Pueblo (muy cercano a la jerarquía eclesiástica), la revista Crisol o sacerdotes nacionalistas como el inefable Luis Barrantes Molina o el confusionista Virginio Filippo, se inscribían en la misma gramática con la cual se leía el conflicto internacional. El uso de la retórica hispanista que era tan notorio en el nacionalismo argentino, por lo tanto, era motivo para abordar el problema del hispanismo dentro de esas lecturas y de la amenaza regional que implicaba el nacionalismo que se ceñía sobre el viejo continente. Pero, al mismo tiempo, Orden Cristiano buscaba ahuyentar posibles interpretaciones desviadas:

Era necesario hacer saber a todos los iberoamericanos, que muchos católicos argentinos (gracias a Dios, mayoría), sin renegar –lejos de ello, permaneciendo fiel– a lo mejor de la Madre Patria, sabíamos cuidarnos de adoptar, en las difíciles circunstancias del momento, antipatías radicales que no condicen, como alguien ya lo expresara, con un catolicismo cristiano o con un cristianismo católico31.

Este tipo de inflexiones, empero la postura militante de la revista, no eran extrañas. Intelectuales católicos al fin, el vocabulario con torsiones y ciertos grises también podía hacer más dinámica la serie de confrontaciones: advertir ante el cuidado con las antipatías radicales era al mismo tiempo un llamado a no confundir el adversario pero, en la misma operación, señalar dónde posicionarse. No se trataba de España ni de su cultura extendida por el Nuevo Mundo, sino de los usos hispanistas del nacionalismo, por lo cual la posición militante se reforzaba: ORDEN CRISTIANO no sólo ha estado defendiendo la causa santa de la Iglesia sino que también ha acrecentado, a través de toda América, el prestigio de la Argentina católica32. No era esta una lectura menor sobre las posiciones de la revista y su rol en el universo católico, sino una clara construcción del lugar que la publicación buscaba para sí misma.
En Por qué recelamos de ciertos hispanistas, a su vez, el sacerdote Luchía Puig señalaba que en el país los más entusiastas hispanistas eran los nacionalistas, por lo cual llamaba a desconfiar de sus posiciones anti inglesas, anti estadounidenses (odio al yanqui) y anti francesas, así como de la exaltación de la cultura hispana33. Dentro de los combates con el nacionalismo y el hispanismo, sobresalía una crítica al gobernador de Buenos Aires, Manuel Fresco: El Dr. Fresco se presenta siempre en sus discursos como ‘el caudillo’ de la Argentina totalitaria, señalaba la revista, deplorando que este apelara al socialcristianismo como una línea donde se identificaba a sí mismo. La crítica al político bonaerense, la apelación a la figura del caudillo buscaba ubicarlo tanto en una línea tradicional de Latinoamérica como era la figura caudillesca (repudiada por la revista), cuanto colocarlo como un epígono de los dictadores europeos, marcados por el anticatolicismo34. La idea de socialcristianismo, sin embargo, y pese a la posición militante de Orden Cristiano, era más amplia que la caracterización restrictiva y militante que la revista hacía de ella. En tal sentido, tal como ha destacado Bianchi, el socialcristianismo era una pauta clave del mundo católico de los años cuarenta, por ende plausible de ser reclamado por tendencias no sólo diversas sino incluso antagónicas35.
Esta línea de lectura que hemos presentado reformulaba una de las inquietudes más notorias de la revista como era la concepción política del hispanismo. Si hasta aquí hemos visto cómo actuaba cual condensación de los conflictos del presente, también podía aparecer como una figura para leer la historia, entendido como clave problemática del subcontinente. Nacionalismo e hispanismo se fundían en una problemática común y, en efecto, este fue uno de los tópicos sobre los cuales la revista, por medio de sus redactores y de firmas invitadas de otros países de la región, abordó un problema multiforme. En un punto, figuras deploradas del pasado de la región (como lo era para Orden Cristiano Juan Manuel de Rosas36) y los fascismos europeos aparecían en un mismo andarivel interpretativo, marcado por la crítica del nacionalismo, que se montaba sobre una matriz histórica de la cual Latinoamérica tenía una (en el sentido dado por la publicación) triste historia. El uso del término totalitarismo, como ha analizado Enzo Traverso (2001), se configuró por aquellos años con inexactitudes terminológicas pero clara vocación política37: en ese sentido, el tipo de catolicismo motorizado por los miembros de Orden Cristiano encontraba allí un campo de batalla conceptual sobre el cual profundizar sus conflictos agonales con los nacionalismos.

EL HISPANISMO: UNA FIGURA ENTRE EUROPA Y LATINOAMÉRICA

Dentro del marco latinoamericano, el problema del hispanismo apareció como una de las mayores preocupaciones de los autores y colaboradores de la publicación. La temática tenía en la Argentina aspectos muy particulares en tanto había sido en diversas ocasiones un modo de trazar una serie de polarizaciones entre nacionalismo y liberalismo, democracia y autoritarismo o fascismo y antifascismo. Esta línea de construcción de oposiciones fue un eje al que diversos actores apelaron tanto para tanto leer el presente nacional e internacional como el pasado, como vimos hasta aquí38. Ello implicó no sólo las notas propias de las plumas del grupo que llevaba adelante la revista sino las de una constelación de intelectuales latinoamericanos que se plegaban a indagar estos tópicos. La urgencia política de los posicionamientos de Orden Cristiano imponía construir un universo de firmas multiforme: desde políticos a intelectuales, pasando por sacerdotes y militantes, el estilo de la revista se construía (entre otros datos centrales) por la apertura a una multiplicidad de voces democráticas del catolicismo que, incluso, no desdeñaba las de ciertos actores más difícilmente asimilables a esa categoría si estas coincidían, circunstancialmente, con las líneas de la publicación, e incluso se habría por lo mismo a voces por fuera del mundo confesional.
El brasileño Alseu Amoroso Lima (Tristão de Ataíde)39, por ejemplo, era uno de los autores latinoamericanos que abordaba el problema del hispanismo en línea con las advertencias sobre el nacionalismo y el aislacionismo. El artículo del intelectual oriundo de Rio de Janeiro había sido publicado originalmente en Criterio, y su aparición en Orden Cristiano marcaba no sólo la vocación de la revista a publicar material aparecido en otros medios (sea porque lo considerasen, como en este caso, parte del bagaje argumentativo propio o, como hacían al reproducir medios nacionalistas, buscaran ejemplificar aquellas posiciones que execraban) sino de funcionar como una tribuna política de polémica. De Ataíde, quien había sostenido tras su conversión al catolicismo posiciones vinculadas al integrismo y posteriormente se había vuelto un crítico notorio de esa tendencia (en un sentido, una secuencia equiparable a la del mismo Maritain), era ejemplo de una trayectoria que aparecía como un insumo clave para las formas militantes de Orden Cristiano: qué mejor para mostrar el error de las doctrinas nacionalistas que la voz de uno de los mayores referentes del catolicismo continental, quien había abjurado de ellas. En Hispanidad y fascismo, por su parte, el chileno Manuel Garretón Walker, político demócrata-cristiano y profesor de Sociología, señalaba:

Soy de los que creen que el totalitarismo, recientemente derrotado en los campos de batalla de Europa, puede renacer en nuestra América. Desgraciadamente, la tremenda experiencia europea no ha sido todavía una lección definitiva para muchos hombres en nuestra América40.

Si ello era así, enfatizaba Garretón Walker, se debía que el totalitarismo podía aparecer bajo otro tipo de posiciones que las propias de los casos europeos, adquiriendo un rostro propiamente americano:

No creo que la amenaza totalitaria se presente en nuestros pueblos con las mismas apariencias que tuvo en Italia y, sobre todo, en Alemania. No tendría razón de ser en América la afirmación de superioridad racial y del destino dominador de una raza. Tampoco cabría hablar de ‘espacios vitales’ ni de ‘minorías’. Las apariencias tendrán que ser, pues, diferentes, aunque en el fondo la realidad sea la misma: postulación de una jerarquía de valores en que la dignidad humana y su corolario natural, la libertad, queden relegadas a una situación subalterna41.

De ahí que problemáticas como el hispanismo y el caudillismo pudieran vincular el presente de los fenómenos nacionalistas latinoamericanos con el panorama europeo de ascenso de los fascismos. De ello podía dar cuenta otro intelectual extranjero, el español Pedro de Basaldúa, representante del gobierno republicano en el exilio, notorio militante antifranquista y uno de los principales nombres del grupo de Orden Cristiano, quien también abordaba el tema del hispanismo en Significado y contenido del hispanismo político. Sea esta una segunda voz de alarma a los católicos americanos, señalaba, para dejar en claro que:

(…) con el antifaz peligroso de Cruzada religiosa y con el apoyo armado de regímenes enemigos de la Iglesia, y por ella condenados, logró imponerse en España y permanecer hasta hoy vivificado por un público y reconocido totalitarismo42.

Al igual que Garretón Walker, y en la línea interpretativa propia de la revista, destacaba: Hoy está a punto de repetirse la maniobra concretada particularmente al catolicismo americano, donde la religión era un plano clave del avance nacionalista, por lo cual indicaba que (s)in embargo, la religión, a través del moderno hispanismo, primer paso de la expansión imperialista de Falange Española, sigue agitándose sin descanso. Para dejar en claro el peligro, retomaba el caso español y citaba, a modo de aleccionador testimonio dado por un nacionalista, al ministro de Relaciones Exteriores del franquismo, José Félix de Lequerica: Nosotros realizamos esta magna empresa en América con propósito esencialmente religioso43. De Basaldúa, como señalamos, había sido un actor clave en la constitución de Orden Cristiano: parte del grupo de militantes vascos exiliados en la Argentina, sus posiciones sobre la problemática española, por lo tanto, eran centrales no ya para el núcleo de los intelectuales y militantes hispanos llegados al país sino para los posicionamientos de Orden Cristiano dentro del complejo mundo católico argentino, el cual en amplios sectores se identificaba con la causa franquista.
Las tres lecturas previas graficaban la diversidad de escalas con las cuales podían medirse las posiciones de las firmas y las estrategias de la revista: un intelectual converso no sólo al catolicismo sino a sus expresiones democráticas, voz clave del panorama continental como Ataíde; un ensayista y militante de la democracia cristiana; un escritor y político español exiliado: el caleidoscopio de voces presentes en Orden Cristiano no hacía sino reforzar la construcción de un discurso de posiciones tomadas que buscaba mostrarse amplio y sólido. Pero así como el hispanismo era un problema donde la revista promovía una serie de posiciones cargadas del dramatismo de las intervenciones previamente expuestas, al mismo tiempo Julius Diesemberg, autor alemán residente en Chile, planteaba las diferencias con la latinidad, precisamente un concepto que en ese momento tenía diversos usos apropiatorios en los sectores nacionalistas. La aparición de un artículo de este profesor alemán exponía algunas de las estrategias de Orden Cristiano que expandían lo recién analizado sobre las figuras de de Ataíde, Garretón Walker y de Basaldúa: la aparición de firmas variopintas, más allá del peso específico del autor. En este caso, en efecto, se trataba de un simple docente exiliado pero que implicaba exponer la voz de esos alemanes opositores al nazismo hablando en y para Sudamérica, es decir, la validación de las posiciones militantes de la revista. ¿O no eran, acaso, los propios autores de la publicación en muchos casos nombres aún no consagrados y motorizados centralmente por sus propias posiciones militantes, las del auténtico catolicismo? En ese sentido, el nuevo espacio que Orden Cristiano estaba creando podía apelar tanto a las palabras de las figuras rectoras como Maritain o Georges Bernanos pero también al propio impulso de la razón militante, a sabiendas de estar contrariando las posiciones de la jerarquía local e incluso del Vaticano. En tal sentido, Zanca ha destacado acertadamente que (l)a emergencia de un antifascismo católico implicó un desafío explícito a la autoridad que pretendía ejercer la jerarquía sobre las voces del campo católico44. Las diferencias de los fascismos con la latinidad, como proponía Diesemberg, marcaban la realidad de Alemania, muy distinta a la propuesta por los nazis y que mostraría las verdaderas fuentes latinas de la cultura del país europeo, por lo cual debían tenerse en cuenta a la hora de la reeducación de esa sociedad45.

SOBRE LA PRESENCIA DE FIGURAS LATINOAMERICANAS: OTRA MIRADA AL CALEIDOSCOPIO

La red latinoamericana organizada por los autores de Orden Cristiano tenía una serie de peculiaridades: articulada por medio de diversas estrategias, tales como los contactos personales; la incorporación de firmas destacadas por ser figuras intelectuales tanto como políticas; la reproducción de artículos de otras publicaciones. El universo de autores publicados por la revista configuró un caleidoscopio de ensayistas, políticos, periodistas, sacerdotes, militantes y activistas vinculados con las concepciones democráticas del catolicismo pero no cerrado únicamente a él: también se reprodujeron, sí que de manera minoritaria, voces liberales y antifascistas de actores no identificados con el catolicismo, como marcamos antes. Los eclesiásticos latinoamericanos comportaron un contingente particular en ese variopinto grupo, ya desde los inicios de la publicación, con saludos y felicitaciones a la revista que contrastaban con la mezcla de indiferencia y oposición de la jerarquía argentina, al tiempo que sus colaboraciones fueron frecuentes y en muchos casos imbuidas del mismo espíritu militante de la publicación.
De Ataíde fue el más reiterado de los nombres de intelectuales católicos latinoamericanos, lo cual se explica por una serie de motivos, además de su prolífica producción sobre temas diversos y de las propias trazas de su reconversión militante ya señalada: el prestigio del ensayista carioca así como su versátil pluma lo colocaban en un sitio central entre la intelectualidad católica latinoamericana, sus conversiones lo referenciaban como una voz que hablaba tanto desde la razón como desde la experiencia, sus roles como académico y líder de la Acción Católica brasileña lo mostraban como una figura múltiple, un hombre de diversos espacios. Para dimensionar el especial sitio que la revista le otorgaba, en el especial Los escritores católicos frente al problema de la paz, que vertebraba el número 90 de la revista, de Ataíde figuraba a la par de Maritain y Bernanos, así como las palabras del autor sobre la democracia abrían, como si se tratara de un editorial, una edición posterior46. No era menor el dato de que Brasil estuviera, durante buena parte de la historia de Orden Cristiano, bajo la experiencia del Estado Novo liderado por Getulio Vargas, un tipo de régimen que ostentaba diversas características de lo que la revista entendía como nacionalismos y autoritarismos: las intervenciones del brasileño eran, así, las de un hombre que hablaba desde el ojo de la tormenta. Al mismo tiempo, la alineación del país con los Aliados complejizaba las lecturas sobre su situación en el orden internacional47.
El Perú, por ejemplo, un país que vivía una situación política donde las posiciones de Orden Cristiano encontraban lineamientos claves, también aportaba las firmas de colaboraciones para la revista que podían sustentar el tipo de lógicas con la cual la publicación articulaba sus redes. Bajo el gobierno de Manuel Prado y Ugarteche, el gobierno andino también apoyaba a los Aliados, pero su situación política interna, con una administración vinculada a los principios motorizados por la publicación, era completamente otra que la del país de de Ataíde. El sacerdote salesiano Víctor Álvarez Huapaya, uno de los más notorios prelados del país del altiplano, doctor en Historia, Filosofía y Letras o Pedro Pascual Farfan, arzobispo primado de Lima, firmaron notas en la publicación48. Los países democráticos de Latinoamérica eran, por lo tanto, un espejo donde la revista se miraba, en especial a partir del golpe de Estado de 1943 y mucho más con el peronismo en el gobierno: en un sentido, la red intelectual y militante era una constelación democrática donde tanto intelectuales como ordenados hacían oír sus voces en un tiempo convulsionado. Monseñor Eduardo Martínez y Dalmau, de Cuba, fue otro de los nombres que publicaron en la revista y que unía las figuras del prelado y las del intelectual comprometido: obispo de Cienfuegos tanto como miembro de la Academia Nacional de Historia y de la Academia de Artes y Letras de la isla, el religioso cubano fue condecorado luego de la guerra por Charles De Gaulle por su defensa de los Aliados durante la contienda mundial.
La posición panamericanista, fuertemente expresada por la revista fue otra clave de asunción de los problemas continentales, manifestada no sólo en el apoyo a las potencias aliadas mediante el encomio del rol de los Estados Unidos sino de una posición que vinculaba dicha postura con las posiciones democráticas. Así, por ejemplo, la publicación sostenía una interpretación elogiosa del presidente demócrata Franklin Roosevelt o, en la antesala del peronismo, una posición de desagravio al embajador estadounidense Spruille Braden ante los ataques de quienes mostraron desconocer en absoluto los valores espirituales de la patria y su tradición: la democrática, como reverso del nacionalismo49. En esa constelación democrática, Uruguay era otra nación clave: si bien marcada por su fuerte laicismo y una presencia política de la Iglesia drásticamente menor que en la Argentina, las posiciones de un autor como Dardo Regules, abogado y político vinculado a los sectores católicos democráticos, además, mostraban (tal como Garretón Walker en el caso chileno), cómo las concepciones de la revista se abrían a una democracia cristiana que encontraría a varios de sus fundadores locales como colaboradores de la publicación. Después de todo, este conjunto de redes intelectuales y militantes se trataba, como lo explicitaba Claudio de Carabajal, de una clave de concepción y de acción: Los demócratas cristianos debemos estar unidos50.
Asimismo, muchas veces la publicación editaba notas que presentaba como escritas por nuestro corresponsal en diversas ciudades de Latinoamérica. Lo más probable es que se tratara de notas enviadas por los propios colaboradores, por lectores u otros actores de las redes desplegadas por la revista. Este tipo de estrategias eran comunes en las páginas de Orden Cristiano, que por ejemplo en su sección Tribuna solía reproducir las presuntas cartas de lectores atribulados y las también presuntas respuestas sacerdotales sobre varios de los tópicos que conformaban el núcleo temático de la revista. La publicación de la correspondencia con sacerdotes de la región, además, buscaba mostrar tanto la recepción favorable de la revista en la jerarquía latinoamericana como romper el relativo aislamiento impuesto por los prelados argentinos el cual, hechas las excepciones marcadas previamente, fue uno de los motores evidentes de las tácticas de Orden Cristiano.
En síntesis, muchas de las estrategias intelectuales de la revista se reprodujeron a la hora de publicar los escritos (originales o reproducciones) de autores latinoamericanos: la presencia de ciertos temas claves, el énfasis en los posicionamientos ideológicos, la circulación de intelectuales, sacerdotes y militantes, así como de hacer reverberar a Europa (universalizar sus problemas, circular a sus intelectuales) en el continente. Al mismo tiempo, esas mismas estrategias reformularon el lugar de Orden Cristiano en el mapa católico: ante un grupo ceñido y militante, las redes abiertas mostraban que esa voz peculiar podía ir más allá de su lugar en un espacio donde eran una minoría. En la convergencia de ambos planos, se jugaba la forma que adquiría ese particular conjunto de creyentes que impulsó una experiencia como la de Orden Cristiano.

CATÓLICOS PECULIARES: A MODO DE CONCLUSIÓN

Términos calificativos como peculiar y particular, conceptos de ubicación como espacio y sitio, apelación a las estrategias y posicionamientos, se han repetido en este trabajo para dar cuenta de los múltiples modos en los que Orden Cristiano se desenvolvió en su tiempo. Marcada por la clave militante, la revista no fue una más de las del amplio universo católico de su época sino una plenamente identificada con la postura democrática explícita, que la llevaba tanto a ser indexada por la misma Iglesia como a adoptar posturas antinacionalistas y antifascistas. Orden Cristiano, como han propuesto las investigaciones reseñadas al comienzo de este trabajo, ocupó un sitio propio y, por momentos, único en el espacio católico de la década de 1940: el de un catolicismo democrático fuertemente comprometido con su tiempo y complejo de abordar por medio de categorías como liberalismo, socialcristianismo, u otras, algo que esas mismas investigaciones marcan de modo directo o indirecto. La publicación había nacido de las experiencias de sus miembros durante la segunda mitad de los años treinta, con objetivos militantes en pos del catolicismo democrático y ello implicó que el lugar que ocupó en esa etapa estuviera tan vinculado con el espacio católico como con el afuera del antifascismo no confesional (es decir, el grueso del movimiento), con el catolicismo argentino o con figuras del extranjero. En tal sentido, Orden Cristiano es testigo y protagonista, también, de una etapa clave en la configuración (dispar y desequilibrada) de una democracia cristiana institucionalizada en la región, cuyos debates álgidos se dieron en la etapa de posguerra.
La posición de la revista fue, por lo antes visto, peculiar: para construir un sitio abroquelado, se abrió en diversas direcciones; para hablar desde su sitio, apeló a los de otros actores. De ahí lo sugestivo del señalamiento de Zanca que presentamos al principio: en parte, Orden Cristiano creó la opinión pública católica del laicado. En una etapa marcada por el alto número y la relativamente fuerte visibilidad de la intelectualidad y la prensa católica, el conjunto de intelectuales y militantes que llevó a cabo la experiencia editorial se recortó como un espacio sumamente singular dentro de un universo complejo y cambiante como el del catolicismo argentino de aquellos años, en gran medida más asimilable a las posiciones antifascistas y liberales que a las dominantes dentro del propio universo católico. No es de extrañar, por lo tanto, dentro de las posiciones y estrategias de una revista que debía al mismo tiempo saltar el Index eclesiástico y reformular en su favor los documentos de la jerarquía, reinventar las posiciones vaticanas, reconstituir y reformular la democracia cristiana, que sus planteos fueran fruto de una multiplicidad de tácticas diferentes pero coherentes. Así, las temáticas latinoamericanas, si bien se recortaron con diversas particularidades, formaron parte de la principal preocupación de la revista: cómo posicionarse ante las problemáticas de la tormenta del mundo, como ha denominado Halperín Donghi a esa etapa51.
Las concepciones humanistas de la publicación, claramente aperturistas e internacionalistas, lejos estuvieron de proponer una lectura geopolítica del subcontinente sino que, antes bien, antepusieron la clave ideológica. Latinoamérica, en ese sentido, se integró dentro de las articulaciones que la revista proponía: del país y del subcontinente con el mundo, de su propio espacio con actores del extranjero. La creación de una red intelectual y militante capaz de abarcar figuras disímiles pero convocadas bajo el marco democatólico apareció como el modo de convocar una multiplicidad de voces que, desde el clero o el laicado, se alzaran en contra de los nacionalismos y sus diversas variantes, del hispanismo al fascismo. La lectura del problemático tablero internacional propuesta por la revista implicaba sostener sus posiciones políticas bajo una concepción agonal de la hora histórica, donde las variantes antidemocráticas se mixturaban o igualaban, los problemas del mundo eran los de la región y el pasado repercutía en el presente. En tal sentido, la pregunta por Latinoamérica era inseparable de la interrogación por el mundo, y la pregunta por el mundo era inseparable de la interrogación por Latinoamérica, en una compleja relación donde un tópico decía al otro.

 

NOTAS

1 Los más detallados análisis sobre el caso Maritain pueden verse en Zanca, 2013a, 2014.

2 El Index, devenido del Index Librorum Prohibitorum promulgado en el Concilio de Trento,fue finalizado en 1966, tras el final del Concilio Vaticano II y durante el papado de Paulo VI. Las consideraciones eclesiásticas sobre las lecturas, sin embargo, aparecieron luego en el Código de Derecho Canónico.

3 Entre los problemas que las posiciones de Orden Cristiano concitaron, uno de los más notorios fue el conflicto con la diócesis de Córdoba, cuando el prelado Leopoldo Buteler prohibió su difusión. Por otra parte, Antonio Caggiano presuntamente prohibió a sacerdotes vinculados a la revista ejercer funciones episcopales en su diócesis, Rosario, según señala Zanca sobre la correspondencia de de Basaldúa, en Zanca, 2013b.

4 Sobre la familia, ver Velarde Rosso, 2013.

5 Ver la nota de adiós de la revista, Orden Cristiano, nº 94, 1945: 1312-1313.

6 Sobre las relaciones entre los exiliados vascos y la revista, ver Zanca, 2015.

7 La distinción, pertinente para el abordaje de esos actores, es trabajada por Mallimaci, 2011.

8 La producción sobre el nacionalcatolicismo es muy basta, entre otros pueden verse: Zanatta, 1995; Zanatta, 2004; Devoto, 2006; Echeverría, 2009; Finchelstein, 2010.

9 A este debe agregarse un trabajo reciente y muy breve de María González Warcalde, basado en las colaboraciones de de Andrea y Sturzo en la revista. Ver González Warcalde, 2014.

10 Zanca, 2013a.

11 Ibídem: 90.

12 Ibídem: 91.

13 Ibídem, 2013b: 59.

14 Caimari, 2010: 80-81.

15 Bianchi, 2001: 47.

16 Nallim, 2014: 176.

17 Halperín Donghi, 2003: 215.

18 Lvovich, 2003

19 Lvovich y Finchelstein, 2000.

20 Ben Dror, 2003: 264-271.

21 Zanatta, 2004: 282.

22 Zanatta, 1995: 101.

23 Ivereigh, 1995: 125-126.

24 Para un análisis del antifascismo y sus relaciones con el antinacionalismo y el antiperonismo, ver Bisso, 2005; García Sebastiani, 2006; Fiorucci, 2011.

25 El trabajo de González Warcalde es una excepción relativa, en tanto de Andrea difícilmente pueda ser entendido como un intelectual y Sturzo fue una figura múltiple. Los propios trabajos de Zanca abren líneas importantes de abordaje, que por sus propios objetivos no explotan en el sentido aquí propuesto. Sobre de Andrea, ver Lida y González Warcalde, 2015; sobre Sturzo, ver Mauro, 2015.

26 Actualmente, un grupo de investigadores ha retomado al análisis de la revista para estudiar diversos contextos (políticos, intelectuales, temáticos) y circulaciones que permitieran dar cuenta de diversas particularidades del universo del catolicismo democrático. Por sus propias características, reenviamos al dossier producido: ver Vicente, 2015.

27 Orden Cristiano, nº 1, 1941: 3-4.

28 Orden Cristiano, nº 1, 1941: 5-6.

29 Orden Cristiano, nº 6, 1941: 3-4.

30 Orden Cristiano, nº 49, 1943: 3-5.

31 Orden Cristiano, nº 49, 1943: 3-5.

32 Orden Cristiano, nº 49, 1943: 3-5. Mayúsculas en el original.

33 Orden Cristiano, nº 5, 1941: 6.

34 Orden Cristiano, nº 23, 1942: 14-15.

35 Bianchi, 2001.

36 Por ejemplo, en palabras de Eugenia Sileyra de Oyuela: El mismo tirano Rosas, precursor felizmente derrocado del totalitarismo en la Argentina, Orden Cristiano, nº 3, 1941: 9-10.

37 Traverso, 2001.

38 Ver Orden Cristiano, nº 70, 1944: 421-424.

39 En la revista, el autor brasileño aparecía como Tristán de Athayde, como se ha traducido en algunos casos su nom de plume.

40 Orden Cristiano, nº 79, 1944: 707-708.

41 Orden Cristiano, nº 79, 1944: 707-708.

42 Orden Cristiano, nº 87, 1945: 957-961.

43 Orden Cristiano, nº 87, 1945: 957-961.

44 Zanca, 2013a: 114.

45 Orden Cristiano, nº 92: 1207-1211. Para ver el status de la cuestión de la latinidad: enfocado en el peronismo, el reciente trabajo de Zanatta, 2013. Allí se pone un foco amplio en esta temática. Debemos marcar nuestras diferencias tanto con la interpretación escasamente académica, caricaturesca (por momentos, insultante) del peronismo como con lo enfervorizado de las lecturas que hace el autor. Sin embargo, Zanatta abre allí un interesante punto a ser investigado con mayor detalle.

46 Orden Cristiano, nº 90, 1945, y Orden Cristiano, nº 105, 1946: 451-460.

47 Ver la reproducción del manifiesto de la Resistencia Democrática a los brasileños, Orden Cristiano, nº 103, 1946: 375-377.

48 Orden Cristiano, nº 95: 1376-1379. Sobre Farfan, la revista marcó tras su muerte en 1945: Es una lamentable pérdida para la Iglesia y para el Perú, ver Orden Cristiano, nº 97, 64-65.

49 Ver Orden Cristiano, nº 93, 1945: 1260.

50 Orden Cristiano, nº 108, 1946: 621-624.

51 Halperín Donghi, 2003.

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