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Revista de historia americana y argentina

versão impressa ISSN 2314-1549versão On-line ISSN 2314-1549

Rev. hist. am. argent. vol.52 no.1 Mendoza maio 2017

 

ARTÍCULOS DE HISTORIA ARGENTINA

EL ANTIPERONISMO DE LA REVISTA NATIVA. Las tensiones en torno a la identificación entre Perón y la tradición nacional (1945-1955)

 

Matías Emiliano Casas

UNTreF/ CONICET. Buenos Aires, Argentina. mecasas@untref.edu.ar

Recibido: 26-X-2016
Aceptado:
22-II-2017

 

RESUMEN

Este artículo se propone analizar la vinculación entre la revista más significativa del tradicionalismo argentino y el gobierno peronista. En particular, se pretende indagar las motivaciones que llevaron a la publicación a desligarse de su histórica posición apolítica y a ensayar una virulenta y sistemática condena del peronismo. En un contexto de promoción estatal del criollismo que, a priori, parecía comulgar con los intereses permanentes de Nativa, se gestó una oposición que se visibilizó contundentemente a partir de septiembre de 1955. La filiación de Perón con la tradición nacional fue contestada por los editoriales que vitorearon el golpe de Estado y celebraron la recuperación de la República.
Palabras clave: Peronismo; Tradición; Nativa; Criollismo

ABSTRACT

The purpose of this paper is to analyze the relationship between the most popular magazine of the argentinian traditionalism and the Peronist Governement. In particular, it aimes to investigate the motivations that led to the publication to break away from its historical apolitical" position and show a virulent and systematic condemnation of Peronism. In a context of official promotion of creolism that, a priori, seemed communing with the permanent interests of Nativa, a strongly opposition visible from September 1955, was conceived. The affiliation of Peronwith the national tradition was contested by publishers who cheered the coup and celebrated the recovery of the Republic.
Key words: Peronism; Tradition; Nativa; Creolism.

 

INTRODUCCIÓN

Durante la década del veinte un número considerable de publicaciones periódicas tuvo su presentación en la sociedad porteña. El cultivo de las letras se encontraba atravesado por un período de movilización literaria apuntalado por vanguardias que se disputaban el campo intelectual en la capital del país1. La prolífera producción de textos era reconocida en el ámbito interno y también en el exterior, donde renombrados exponentes de la literatura mundial destacaban la circulación de revistas porteñas. Paul Valery, por ejemplo, exaltaba el impacto de esas ediciones en el desarrollo científico y artístico de Buenos Aires2.
En ese escenario, la revista Nativa surgió con la pretensión primaria de reivindicar las tradiciones camperas como núcleo inexpugnable de la identidad nacional. Fundada en 1924, se mantuvo en circulación hasta los primeros años de la década del sesenta. Con un lenguaje accesible, buscaba educar a los lectores en las costumbres rurales y exhortarlos en la reivindicación de lo criollo. Esos objetivos se explicitaban en cada número con distintas recomendaciones, que aparecían resaltadas con recuadros al margen, y que se vinculaban con la adquisición de la revista: Coleccione y encuaderne usted NATIVA si desea obtener para su biblioteca un importante y valioso parnaso criollo3.
En general, los artículos que llevaban la firma de los colaboradores solían estar acompañados con ilustraciones y/o fotografías que complementaban los tópicos tratados. Lo mismo sucedía con los cuentos gauchescos y las poesías. Toda la publicación era presentada en blanco y negro, excepto las portadas que contenían dibujos a color de cuadros tradicionalistas, como una pareja bailando, paisajes o retratos de hombres y mujeres del campo.
Este artículo se propone estudiar las publicaciones de la revista en el contexto del primer peronismo. Se considera que la intensa apelación a motivos criollos por parte del gobierno motivó lecturas particulares sobre ese movimiento político. ¿Cuáles fueron los puntos de contacto entre los intereses de Nativa y las políticas culturales peronistas? ¿En qué se distanciaban los criollismos reivindicados? ¿Cómo se difundieron las medidas gubernamentales que promovían la tradición nacional? ¿Por qué una publicación que había mantenido una baja intensidad en cuanto a las discusiones políticas se incorporó de lleno a la palestra hacia septiembre de 1955? Esos interrogantes componen los ejes centrales de este trabajo.
La posibilidad de indagar el impacto del peronismo en el órgano de difusión más significativo del ámbito tradicionalista –entendido como un entramado social conformado por círculos criollos, escritores costumbristas, asociaciones artísticas, peñas folklóricas, etc.- contribuye a develar una perspectiva poco atendida por los trabajos que analizaron la ligazón entre el criollismo y el sector político conducido por Juan Perón: su incidencia directa en los actores y asociaciones que lo precedieron y que reaccionaron, de distintos modos, a lo que se podía entender como un intento de peronizar la tradición nacional. La pesquisa sobre las publicaciones del período y sobre los archivos tradicionalistas de una de las agrupaciones vinculadas al director de Nativa permite establecer explicaciones posibles en ese sentido. Si bien no se trata de un análisis histórico de la revista, se atienden aquí aspectos centrales de su fundación y su expansión contemplando la escasez de estudios particulares sobre el boletín tradicionalista.
El análisis de las publicaciones periódicas exige una necesaria atención al contexto de producción, a las líneas editoriales y al público interpelado. En esa línea, es insoslayable el impacto de una nueva generación de historiadores de la escuela de los Annales que impulsaron una renovación en el abordaje de la relación entre los textos escritos y los mecanismos de apropiación e interpretación. Esos ejes constituyeron una preocupación central en los trabajos del máximo exponente de ese cambio: Roger Chartier. Sin duda que las investigaciones sobre la circulación de textos y sus lecturas se extendieron también a partir de la intervención de otras figuras del campo como Peter Burke y Robert Darnton4. Las contribuciones de esos autores se enmarcaron en lo que se denominó como Nueva Historia Cultural5.A los fines de este artículo, nos interesa recuperar el enfoque de análisis en torno al vínculo entre lo simbólico y lo social a través de la categoría de representación6.
Ese marco teórico hizo mella en las reflexiones sobre las publicaciones periódicas argentinas. Como se señaló más arriba, el contexto de surgimiento de Nativa se caracterizaba por una expansión significativa de revistas que dinamizaban el mercado editorial. Alejandro Eujanian dio cuenta de la intensa competencia y del paulatino proceso de especialización por el que fueron atravesando distintas publicaciones7. En esa línea, la presentación del primer número de la revista tradicionalista buscó exponer los vacíos que se pretendían completar: Nativa viene a desempeñar un rol que todavía ninguna revista argentina había desempeñado. Porque Nativa aspira a ser el órgano defensor y de propaganda de las cosas de nuestra tierra8. En el momento de proliferación de los magazine de ficción, y de crecimiento de las revistas de interés general, la publicación cultural aquí analizada buscaba su propio sitio en ese universo heterogéneo9.
En el escenario de las publicaciones periódicas porteñas de la década del veinte, una serie de títulos convoca especial atención para los estudios académicos. Las revistas Proa, Martín Fierro, Nosotros, Criterio, Caras y Caretas, entre otras, resultaron de sustancial relevancia para investigaciones que ahondaron en sus caracteres estéticos, sus posiciones políticas, sus virtudes literarias o sus públicos masivos10. Ese no fue el caso de Nativa, solo contemplada por un artículo de Paula Hrycyk que se detuvo en las características plásticas y artísticas de la revista. Si bien se focaliza en un período anterior, su trabajo constituye un antecedente válido para clarificar la postura ideológica de la publicación y reconocer diversos elementos estructurales11.
En el transcurso del año 1923, un grupo de amigos que se reunían en la cervecería El Faisán, en las inmediaciones de la Plaza de Mayo, concibió la idea de fundar una revista criollista bajo el título de Tradición. Daniel Marcos Agrelo, Miguel Camino, Arturo Kolbenheyer, Gabino Coria Peñaloza y, el mentor principal del proyecto, Julio Díaz Usandivaras modificaron la denominación de la publicación por cuestiones de registro y dieron vida a Nativa, que publicó su primer número en enero de 1924. La proyección para la obra naciente se plasmaba en las primeras páginas: Su triunfo, además de significar un triunfo argentino, significaría el triunfo del criollismo, del sentimiento de la nacionalidad que resurge auspiciosa12.Proclamar la victoria del criollismo a comienzos de los años veinte motiva una pronta interrogación sobre la semántica del término empleado: ¿Qué condensaba ese triunfalismo criollo profetizado?
El clásico estudio de Adolfo Prieto, El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna, analizó el impacto de la literatura popular de folletines en la sociedad finisecular. Las historias de gauchos matreros y payadores gozaban de una inusitada masividad y replicaban en manifestaciones concretas generando símbolos de identificación y dispositivos de sociabilidad. Los círculos criollos fueron, quizá, la muestra más contundente de ese fenómeno. Prieto puso el acento sobre las variantes díscolas del criollismo populista que animaron la condena de ciertos sectores dirigentes, el repliegue de la cultura letrada y la posterior resignificación del gaucho a partir de las intervenciones de Ricardo Rojas y Leopoldo Lugones13. Cuando Nativa auguraba el triunfo del criollismo no lo aventuraba en la línea de la moreirización de la sociedad, sino en la exaltación de las costumbres y de los valores del tipo gaucho rehabilitado, promovido por una literatura que coexistió con la popular y que también hizo uso del imaginario criollo. La vuelta de un Martín Fierro reflexivo y consejero, el Santos Vega de Rafael Obligado y el posterior Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes, fijarían las líneas de esa utilización.
Como se advierte, el término criollismo carece de una acepción única. Santiago Sánchez afirma que, para la Argentina finisecular, el concepto evocaba una oposición a lo gringo-en alusión a lo extranjero y al impacto de la inmigración masiva- y una estrecha correspondencia con el ambiente rural14. En esa línea, las investigaciones de Gloria Chicote ahondan en la campesinización del término criollo operado por las élites dirigentes del período. Su contribución resulta aún más significativa al introducir la categoría de matriz criollista empleada en la literatura argentina y al reconocer la distinción de sus tonos: nostálgica desde el nativismo, reaccionaria desde el nacionalismo, consagratoria desde la gauchesca15. En ese discernimiento subyace la función articuladora que Horacio Legrás le atribuye al criollismo de fin de siglo. Sus manifestaciones contenían un potencial integrador que posibilitaba el contacto entre distintos sectores16. Ese carácter se plasmó también en los usos del criollismo a partir de la década del treinta. Ezequiel Adamovsky plantea la emergencia de un criollismo ampliado que asimilaba las criollidades no pampeanas en las que se destacaba el carácter mestizo de otras regiones17. Esa suerte de federalización se reproducía fielmente en las páginas de Nativa donde habitualmente se identificaba lo criollo con lo nacional. Más allá de esa referencia, la multiplicidad de artículos, poemas, cuentos, editoriales y colaboradores que participaban permitían visualizar una utilización vaga del concepto criollismo: en ocasiones ligada exclusivamente a lo gauchesco, en otras funcionando como sinónimo de nativismo, y, casi siempre, como leitmotiv de los afanes tradicionalistas.
Entre ese último grupo, definido por el afecto y la promoción de las tradiciones camperas como esencia de la nación argentina, los fundadores de la revista se autoproclamaban como vanguardia. Así accionaron en los comienzos del proyecto. Si bien los inicios demostraron notorias dificultades para mantener financieramente la revista, todos sostuvieron su participación y usufructuaron al máximo los recursos de los que disponían. Los integrantes eran empleados administrativos y gracias a las oficinas comerciales de uno de sus empleadores, comenzaron a funcionar en un piso de la calle Florida. Desde allí se ejecutaban todas las gestiones ligadas a la edición, corrección y puesta en marcha del ejemplar definitivo18. Julio Díaz Usandivaras renunció prontamente a su cargo público que había desempeñado por años en la Lotería Nacional. La apuesta total por la supervivencia de la publicación lo convirtió, desde esos tiempos, en el máximo responsable de Nativa.
Desde su dirección se consolidó una férrea estructura con agentes y corresponsales en varias provincias del país y ciudades del exterior. El desarrollo de la revista se anticipaba en los seis mil ejemplares que se publicaron para el primer número. El sistema de representantes allende la Capital Federal fue uno de los mecanismos de expansión más eficaces. En el período embrionario de Nativa, debían rendir el dinero de la venta por correo particular a Díaz Usandivaras. Sin embargo, las continuas quejas del director, quien reclamaba vía cartas privadas los faltantes e incumplimientos, daban cuenta de una falta de correspondencia entre la difusión alcanzada y el rédito económico recibido en Buenos Aires19. Por su parte, la tarea de los corresponsales, que llegaban a contabilizarse en trescientos para el tercer aniversario, radicaba en la propaganda y la adquisición de nuevos suscriptores. Como era una labor no remunerada, las páginas de la revista solían incluir referencias como mini biografías, imágenes y agradecimientos hacia ellos20. De acuerdo con los testimonios de Coria Peñaloza, los editores tenían que incorporar, también, las colaboraciones espontáneas que eran enviadas por los representantes y que, según su crítica, carecían generalmente del valor literario proyectado.
Más allá de los tempranos inconvenientes económicos, la ingeniería comercial fue uno de los vectores de crecimiento. Otro de los catalizadores fue la creación de una comisión de adhesión conformada por caballeros tradicionalistas. Nativa calificaba su aparición como una obra patriótica y nacionalista y, desde esa perspectiva, se interesaba por consolidar una base legitimadora con nombres como los de Martiniano Leguizamón o Francisco Riú entres sus adeptos principales. Es pertinente aclarar que el nacionalismo propulsado desde las páginas de la revista tributaba el carácter polisémico del concepto. En línea con las impresiones que conlleva, marcadas ya en el clásico estudio de Enrique Zuleta Álvarez, el término era utilizado con una carga de sentido que se podía distinguir del entendido en un tiempo contemporáneo por los nacionalistas católicos que se aglutinaban en los periódicos La Voz Nacional, La Nueva República y, posteriormente, en la revista Criterio21.Si bien compartían con los integristas la oposición a la sociedad liberal y al materialismo, las fuentes del nacionalismo de Nativa se ligaban a las propuestas de la generación del Centenario. En efecto, como marca Paula Hrycyk, la revista promovía un nacionalismo tradicionalista telúrico que interpelaba a la asimilación cultural de las masas inmigrantes y que sostenía las críticas a la Argentina proyectada por las clases dirigentes de la década del ochenta22.

En ese marco, una sección incorporada durante los primeros años fue testimonio de los objetivos de Nativa. Con el título Hogares tradicionales se destacaron las familias argentinas de cuna tradicional que a través de imágenes y biografías veían representadas sus historias. Quizá la relevancia que tenían en las publicaciones se correspondía con los apoyos económicos que podían proveer. En tanto eran presentados como colaboradores, es dable inferir una ligazón que trascendía el mero reconocimiento. De hecho, las visitas a familias funcionó como otro canal de expansión para la revista. Con el tiempo, las reseñas se realizaban sobre estancias y finalmente sobre municipios y provincias que ofrecían los recursos necesarios para el viaje y la estadía de los enviados23.Al margen de los dispositivos económicos, la sección era una muestra del carácter selectivo -en términos de Raymond Williams- de las tradiciones recogidas24. En Nativa se ensayaba una representación particular de las tradiciones nacionales que se definía por una lectura naif de la vida en el campo. La armonía del trabajo en las estancias y la exaltación de las familias tradicionales eludían cualquier alusión a los conflictos sociales y las condiciones laborales. La imagen bucólica de la nación fluía por sus páginas que pretendían mantenerse siempre más cerca de reivindicaciones simbólicas que de intervenciones directas sobre su sociedad contemporánea.

LA POLÍTICA EN NATIVA

Los editoriales de la revista, en los primeros tiempos de circulación, se jactaron de su condición apolítica. Durante 1924 y 1925 se publicaron distintas notas que ponderaban el distanciamiento de Nativa de cuestiones ideológicas25.En suma, la neutralidad celebrada contenía una lectura peyorativa de lo político que parecía estar llamada a perdurar en el trayecto. No obstante, el alejamiento de la palestra tuvo efímera duración. En 1926, se comenzaron a advertir los primeros atisbos de definiciones taxativas que se incrementarían con el tiempo. En ocasión del tercer aniversario, el texto elaborado por el director de la revista elogiaba efusivamente la gestión del presidente Marcelo Torcuato de Alvear. En particular, las referencias se focalizaban en el ministro de Justicia e Instrucción Pública, Antonio Sagarna. La formación intelectual de quien compondría la Suprema Corte desde 1928 hasta 1943, era el argumento central para explicar el reconocimiento del funcionario hacia Nativa. El primer texto con insinuaciones políticas anticipaba una variable que afectaría la mayoría de sus consideraciones en ese terreno: el apoyo financiero, otorgado o no, a la publicación tradicionalista. En este caso, la pauta oficial que recibían motivaba halagos y, al mismo tiempo, solicitudes de aumento26.
Con el devenir de los años, la revista amplió la cantidad de ejemplares y de páginas que componían cada número. En ese sentido, si bien las temáticas estructurales continuaron girando en torno a lo tradicional, se fueron incorporando, paulatinamente, artículos de interés general que versaban sobre la vida cotidiana, los acontecimientos destacados de la época, manifestaciones culturales y otros tópicos de consumo amplio. El tímido despertar de Nativa a menesteres de la política nacional se vislumbraba a comienzos de la década del treinta. En septiembre de 1930, la portada contenía una fotografía del General José Félix Uriburu, artífice protagónico del golpe de Estado que recientemente había derrocado al gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen. Ante el silencio que había sostenido la publicación en la sucesión presidencial de 1928, la imagen constituía un avance directo para delimitar una posición política. Sin embargo, lo que se infería desde la tapa no se reflejaba en el contenido del ejemplar –vacío de referencias al cambio político- ni en acontecimientos posteriores. La politización de la revista quedaría en suspenso. Las críticas o intervenciones se esbozaban desde una perspectiva indirecta sin evidenciar sus opciones en la materia27. En algunos casos excepcionales se condenó el desarrollo político del país cuestionando a todos los partidos. El encono entre radicales y conservadores motivaba la afirmación de Díaz Usandivaras: La política nuestra en la forma como se práctica es detestable. Es innoble. Mejor sería que no existiese28.
Una de las ventanas que permitió visualizar la postura de Nativa ante los dirigentes políticos eran los editoriales que reclamaban por la falta o escasez de financiamiento. La decepción que se mostraba en la cita del director reaparecía al momento de explicitar la carencia de recursos y la desatención política que sufría el bastión tradicionalista. Díaz Usandivaras resumía la vinculación con los funcionarios nacionales con las palabras felicitaciones y promesas29. Hacía 1935, la ausencia de subsidios y pauta oficial fue motorizando un relato de injusticia que se reproducía en sus páginas. La soledad no hacía más que realzar la cruzada de la revista y le permitía representarse como el último refugio para la tradición nacional.
La funcionalidad de la publicación, en orden a los objetivos patrióticos que perseguía, fue un recurso utilizado para esbozar una comunión de intereses con los afanes nacionalistas de todos los gobiernos. De acuerdo con el director, los funcionarios argentinos habían contraído una deuda con Nativa que debía ser saldada. A mediados de la década del treinta, el resarcimiento esperado estaba lejos de verse cumplido. Se cuestionaba la insensibilidad de los dirigentes y se promovía el respaldo a la revista como un gesto de patriotismo, que serviría de ejemplo para los empleados públicos30.
Como los reclamos por el escaso apoyo no recaían en nombres propios de funcionarios de la época, la protesta se vinculaba rápidamente a toda la clase dirigente. Incluso era posible asociar la reprobación al primer mandatario del país, Agustín Justo. Esa indistinción también primaba en las lecturas de los gobernantes pasados. En esa línea, Nativa daba a conocer otro de sus principales mecanismos para pensar la política y lo político. Las intervenciones que tenían destinatarios difusos -en tanto se sustentaban en generalidades o colectivos que impedían las correspondencias individuales- fueron pasibles, prontamente, de corrección.
En 1938, a causa de la asunción del presidente Roberto Ortiz, Julio Díaz Usandivaras publicó una carta abierta en la que se exacerbaban las críticas al período anterior que encabezó Justo. Si bien las prácticas fraudulentas o los desplazamientos económicos no habían ocupado las páginas de Nativa, ni habían constituido argumentos de sus denuncias, durante la gobernación justista, el director de la revista celebraba la renovación y le informaba a Ortiz sobre la relevancia de su publicación31. Además de una serie de sugerencias acerca del sentimiento profundamente argentino que debía constatar en cada uno de sus funcionarios, se explayaba en consideraciones sobre la gestión saliente.
En términos generales Díaz Usandivaras cuestionaba la falta de obras tendientes a fomentar el espíritu nacional. La postura inquisidora para recuperar la carencia más profunda de la administración antecesora se plasmaba en la presentación de argumentos conceptuales, tan abstractos que se diluían en torno a la definición de términos como contralor de la argentinidad o patriotismo tradicionalista. Al final de su exposición teórica, se materializó la acusación. La ausencia de obras se correspondía a la negación, el recorte y la quita de avisos oficiales. Los políticos eran calificados como egoístas, perversos e ignorantes y se presentaban votos de confianza para que la gestión de Ortiz modificara esa desconsideración32.
La carta al presidente electo no hizo más que confirmar la desazón de Nativa en relación con el respaldo económico nunca satisfecho. Los años de Justo en el poder se recordaban como un ápice más en la desamparada historia de la revista. Sin embargo, con motivo del fallecimiento del líder conservador en 1943, se presentó un discurso notoriamente modificado. Luego de una introducción apologética de su función presidencial, se incorporó un apartado para referenciar el nexo del extinto mandatario con Nativa. Justo era honrado como un cordial amigo y fiel coleccionador. Para sustentar esa descripción se adjuntaba una carta del ex presidente a Díaz Usandivaras del año 1942. En la epístola, le agradecía los ejemplares recibidos y abogaba por completar su colección. El carácter de lector que parecía asumir en la correspondencia era exaltado por la pluma del director. El patriotismo del homenajeado era confirmado por esa condición. Nada se referenciaba sobre la falta de financiamiento tan reclamado durante la presidencia de Justo. El viraje pareció responder a la búsqueda incesante de subsidios. En efecto, la actitud tradicionalista del ex mandatario era expuesta como un ejemplo para las autoridades contemporáneas. El artículo finalizaba sugiriendo su imitación y promoviendo el respaldo gubernamental que se entendía perdido33.
En los años previos a la emergencia del peronismo, otro eje central en las aproximaciones políticas de Nativa estuvo relacionado con la simpatía enunciada hacia el gobierno bonaerense de Manuel Fresco. El conservador filo fascista había asumido el cargo, vía elecciones fraudulentas, en 1936. Su lema: Dios, Patria y Hogar sintetizaba la tríada de su pensamiento y establecía los puntos de contacto más intensos con Díaz Usandivaras34. La religión católica, la animadversión al comunismo y, sobre todas las cosas, el nacionalismo gestaron una admiración que la revista no se preocupó en disimular35. La empatía tenía antecedentes que, de modo indirecto, se podían rastrear en sus páginas. Por ejemplo, Matías Sánchez Sorondo, exponente de esa ideología y senador nacional en el período, participaba en los festejos aniversarios de Nativa desde los primeros años de la década del treinta36. A partir de algunas medidas concretas de la administración de Fresco, como la creación del museo gauchesco Ricardo Güiraldes y la institución del Día de la Tradición, la conexión quedaría fijada37.Los funcionarios conservadores que impulsaron esas medidas eran recurrentemente presentados con pequeñas biografías e imágenes que exaltaban su obra patriótica.

EL CRIOLLISMO: ENTRE NATIVA Y PERÓN

La incorporación al calendario provincial de la Fiesta de la Tradición fue celebrada como una victoria para la publicación. ¡Por fin venimos ganando terreno en el campo de cultivo de las cosas tradicionales!, fue el encabezado con el que Julio Díaz Usandivaras introducía su editorial al momento de la aprobación de la ley 4.756 que instituyó la efeméride en 1939. En un extenso artículo, el director asimilaba como propio el triunfo de los senadores conservadores que presentaron el proyecto. Allí emergía un posicionamiento que Nativa había sabido construir desde sus comienzos. La publicación asumía un rol de contralor del tradicionalismo y lo practicaba desde una actitud inquisidora que aprobaba, reprobaba o denunciaba las deudas en materia de la tradición nacional. Así se evidenció al momento de reseñar la emergencia de la nueva festividad. Díaz Usandivaras reclamaba su inmediata nacionalización y describía las asignaturas pendientes en cuestiones tradicionalistas38. La solicitud para que la conmemoración se extendiera hacia todo el país se convirtió en una cruzada que Nativa no dejaría de remarcar en los años siguientes. Ese tópico, como se verá más adelante, sería vital para analizar su vínculo con el peronismo.
La función de Nativa como representante y tutora del criollismo se pretendió cristalizar desde sus primeras publicaciones. En una presentación de la revista que se reseñó en el diario La Nación de Chile, uno de sus agentes en la capital de ese país explicaba que el criollismo era la especialización de la nacionalidad y que Nativa había llegado para custodiar y propulsar el legado autóctono argentino39.En efecto, sus números se componían de motivos tradicionales-cuentos gauchescos, artículos de información sobre actividades camperas, ilustraciones, poemas, biografías, descripciones de asociaciones y fiestas criollas-y contemplaban la mayoría de las manifestaciones artísticas que se involucraban con esas temáticas. Las exposiciones pictóricas, las danzas típicas, las comidas tradicionales, entre otros intereses, tenían presencia permanente en las páginas de la revista.
En ocasiones, Nativa se puso a la vanguardia de reclamos o denuncias que atravesaban al ámbito criollista. Un ejemplo pertinente fue su campaña para prohibir los disfraces de gaucho durante los carnavales de 1934. A modo introductorio, se aclaraba:

Nativa es, hoy por hoy, la entidad controladora de todos estos asuntos y es natural que, por su propia autoridad que le confirió el público a través de estos once años de existencia, ella debe ser la primera en esta clase de iniciativas40.

Luego de esa presentación, explicaba las ofensas que generaba la utilización del atuendo típico del símbolo nacional como caracterización carnavalesca.
Un factor fundamental en el camino de consolidarse como la publicación de la tradición fue la reciprocidad con dos sectores que, con distintas modalidades, se ocuparon de fomentar el tradicionalismo en la provincia de Buenos Aires: los estancieros y los centros tradicionalistas. La distinción no responde a una separación taxativa, de hecho no necesariamente eran sectores refractarios pero sí utilizaban estrategias diferentes. En las estancias, las familias tradicionales -como eran presentadas en la revista- acudían a organizar exposiciones o incluso museos hogareños que exhibían elementos camperos como acervo inexpugnable de la tradición nacional. Por su parte, los círculos criollos conformaron un entramado en plena expansión desde finales de la década del treinta y su visibilidad, cada vez más evidente, contribuía al consenso sobre la recuperación del imaginario gauchesco como práctica de argentinidad.
En esa coyuntura, Nativa se jactaba de tener más de diecinueve mil lectores en la campaña que podían informarse de las actividades de los centros tradicionalistas con asiduidad41. En ese sentido, la participación de Julio Díaz Usandivaras cobraba un protagonismo central en tanto se integró a una agrupación criolla denominada El Ceibo. Esa asociación mostró desde el inicio condiciones distintivas que la escindían del común denominador de los círculos criollos que proliferaban en la provincia. Fundada a mediados de la década del treinta en el barrio capitalino de Palermo, estuvo integrada por profesionales -muchos de ellos militares retirados- que se abocaron a dictar conferencias, promover actividades literarias y celebrar las efemérides patrias. Esos tradicionalistas no se caracterizaban por vestir chiripá y botas de potro sino más bien por difundir el imaginario gauchesco desde sus discursos y producciones escritas. Si bien en ocasiones realizaban festivales folklóricos –lo que implicaba alquilar una sede social porque no tenían campo de deportes-, los eventos se programaban con una serie de alocuciones, músicos y danzas, y luego finalizaban con cenas en restaurantes céntricos42.
Díaz Usandivaras era un orador habitual en las reuniones, en particular cada 10 de noviembre cuando rememoraban el natalicio de José Hernández, autor del Martín Fierro, la biblia gaucha43. Las actividades de El Ceibo eran reseñadas continuamente en las páginas de su revista. Si bien no se correspondían con las prácticas ecuestres y los bailes populares programados en los círculos criollos, ambas modalidades eran recuperadas como un eslabón más en la cadena de reivindicación tradicionalista tan promovida desde Nativa. De hecho no se había visualizado ningún tipo de oposición entre las metodologías empleadas hasta la emergencia del peronismo.
La asunción de Juan Perón trastocó la vida política, social y cultural de la República Argentina. Sería atentar contra los límites de este artículo detenerse en las transformaciones operadas por el peronismo en las distintas dimensiones sociales de los argentinos44. Nos focalizaremos, en cambio, en la promoción del criollismo como recurso central en la narrativa patriótica empleada por Perón. Esa relación fue analizada por distintos estudios que se concentraron en la promoción del folklore, los componentes étnicos celebrados, las festividades, la influencia de los productos culturales masivos, como las piezas de teatro y los films, la utilización de imágenes, las planificaciones culturales del Segundo Plan Quinquenal y la incidencia del peronismo en los centros tradicionalistas.
Oscar Chamosa confirmó el patrocinio estatal a la música folklórica impulsado por el peronismo. Si bien los tonos del Noroeste argentino ya se encontraban en plena expansión gracias a la masividad de la radio, el gobierno dirigido por Juan Perón superó a todos los antecesores en respaldo político, apoyo financiero y difusión a través de festividades nacionales45.Las celebraciones folklóricas fueron retomadas por Adamovsky para dar cuenta de la funcionalidad étnica del criollismo. Aunque desde los discursos oficiales no se haya discutido el carácter racial del pueblo argentino, el peronismo habilitó las reivindicaciones de lo criollo, en tanto mestizo, como núcleo de la nacionalidad46.
La exaltación criolla se reflejó en los productos culturales que auspició el estado. Matthew Karush estudió la apropiación peronista de la cultura del melodrama y señaló la pervivencia de los dramas gauchescos47. Clara Kriger se detuvo en una de las películas de propaganda estatal que hizo uso de los elementos criollistas. En Payadas del tiempo nuevo, Enrique Muiño entonaba los cantos del gaucho viejo que se admiraba frente a las transformaciones operadas por el peronismo. La elevada calidad de vida era constatada por la payada del gaucho joven, Agustín Irusta, que celebraba la Argentina de Perón a partir del guion de Cátulo Castillo48. El novel cantor ponderaba su condición de trabajador. Los afiches que promocionaron las reformas en el agro exacerbaban la utilización de la figura del gaucho. Para los funcionarios les era útil en un doble sentido: como representante de los campesinos beneficiados por las políticas peronistas y como garantía de argentinidad49.
En línea con el diseño de las políticas gubernamentales, las medidas contempladas por el Segundo Plan Quinquenal fue otro de los nexos vinculantes entre el peronismo y el criollismo. Mara Glozman estudia la incidencia del Plan en los saberes lingüísticos a partir de las gestiones para la creación de una Academia Nacional de la Lengua que diera origen a un diccionario nacional. Además recupera apreciaciones de tradicionalistas como Luis Pinto y Carlos Abregú Virreira, quienes valoraban la promoción de la cultura tradicional en los lineamientos políticos para el período 1952-1957.La autora focaliza en el lenguaje popular empleado por Juan Perón que incluía en sus discursos refranes y citas del Martín Fierro para gestar unan cercanía significativa con sus interlocutores50.
El presidente asimiló al gaucho con sus descamisados y recurrió a la telúrica representación del campo para resaltar las conquistas del estatuto del peón51. El descanso dominical y las vacaciones pagas, oficializadas en octubre de 1944, eran derechos reconocidos que se asociaban al carácter criollo del gobierno. La identificación entre gaucho y descamisado fue retomada en distintas oportunidades a través del humilde Fierro.
Juan Perón se ocupó, también, de legitimarse como un auténtico criollo y para ello se mostró lector y admirador del poema de José Hernández. En distintas oportunidades, mencionó que el Martín Fierro había sido un valioso regalo de su padre para celebrar su egreso como subteniente. El libro iba acompañado de la exhortación paterna para que no olvidara su condición criolla52. Como mostró Ezequiel Adamovsky, desde la campaña propagandística para alcanzar la presidencia, Perón ya se afirmaba como líder de un movimiento criollo que se entendía representante de la tierra gaucha. Para ello, enfatizaba su origen pampeano y la herencia recibida de ese jinete indómito que habría luchado por la independencia de la patria53.
En diversas conferencias y producciones escritas de organismos oficiales se expresaba la ligazón reseñada. En 1950, por ejemplo, la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación, dirigida por Raúl Apold, editó dos publicaciones que se detenían en los nexos entre el peronismo y el imaginario gauchesco. A partir de la figura de Martín Fierro los textos recuperaban conferencias y programas radiales que se habían explayado en la contribución del peronismo al cultivo del criollismo54. Esa filiación también era subsidiada por las publicaciones periódicas adheridas a las políticas de Perón. En El Laborista, Mundo Peronista, yP.B.T. se incorporaban frecuentemente secciones o artículos que favorecían la identificación entre el presidente y los gauchos55.

Además de los vínculos señalados, la correspondencia entre Perón y el criollismo tuvo su punto de inflexión en diversos centros tradicionalistas que adoptaron una explícita adhesión al movimiento político. En investigaciones anteriores hemos analizado agrupaciones bonaerenses como El Rodeo, de Moreno, o Leales y Pampeanos, de Avellaneda, que le otorgaron a la figura del presidente un lugar tan protagónico como el del gaucho y la tradición. En ocasiones, sus festejos eran mixturados con cantos peronistas y sus sedes ornamentadas con la iconografía característica del partido56. Además de los guiños del líder a los cultores de la tradición, medidas concretas, como la nacionalización del Día de la Tradición, argumentaban esas adhesiones. El advenimiento del peronismo parecía, a priori, saldar las pretensiones tan deseadas en la revista Nativa. Lo que se podía presumir en primera instancia como una comunión de objetivos, fácilmente distinguibles, terminó en una condena virulenta de la publicación criolla hacia la presidencia de Perón.

EL ANTIPERONISMO DE NATIVA

Las primeras definiciones directas que se publicaron en Nativa sobre las políticas peronistas se vincularon a la implementación del primer plan quinquenal lanzado en 1947. Uno de los afiches que lo promocionaba era protagonizado por un gaucho que, virilmente, rompía las cadenas que habrían sometido al pueblo argentino. La recuperación nacional anunciada era presentada con elementos criollos que también se contemplaban en el desarrollo del proyecto.
Un editorial publicada en julio de 1947 anticipaba el beneplácito de la revista con respecto a las motivaciones culturales y tradicionales del plan quinquenal. Luego de un repaso minucioso de los nombres y antecedentes de la comisión honoraria que se encargaba de la difusión y de la puesta en marcha de la recopilación de material -presidida por Leopoldo Marechal e integrada, entre otros, por el folklorista Juan Alfonso Carrizo y el escritor Claudio Martínez Payva-, el texto recalaba en la trayectoria de Julio Díaz Usandivaras como una figura imprescindible del tradicionalismo argentino. Más de la mitad del artículo se dirigía a jerarquizar la obra del fundador de la revista -que en esos años había delegado la dirección en su hijo- y posicionarlo como referencia central para los objetivos del plan. En definitiva, el contenido de fondo se explicitaba en las primeras líneas: Esta vez no se podrá prescindir de Nativa57.La permanente injusticia del pasado esperaba, una vez más, ser resarcida por acción del gobierno vigente.
Ese mismo año, en la Fiesta de la Tradición celebrada en el municipio de Lobería, Julio Díaz Usandivaras dictó una conferencia en la que profundizó las consideraciones sobre el plan quinquenal. La sensación de triunfalismo criollo era transmitida a través de una reseña que describía los avances del tradicionalismo en todo el país. Esa proyección se veía corroborada en los proyectos oficiales: Las perspectivas que nos aguardan son realmente promisorias. El gobierno ha prestado atención a este problema (el culto al pasado) como un medio de fomento de las cosas folklóricas y de tradición58.En ese pasaje del discurso de Díaz Usandivaras no se condicionaba el éxito a su intervención ni se remarcaba la importancia de la revista Nativa en ese proyecto. Sí se retomó la centralidad de la publicación en el cierre de su alocución cuando bregó, una vez más, por la nacionalización del festejo. Para eso, realizó una breve reseña de los reclamos y ubicó a Nativa como gestora de la idea.
El 9 de noviembre del año siguiente se firmó el decreto presidencial que cumplía la tan ansiada búsqueda de los tradicionalistas. Los fundamentos del documento, que llevaba la firma de Juan Perón, reparaban en la centralidad del Martín Fierro para condensar las experiencias de los gauchos argentinos. Allí se concentraría la esencia del alma nacional y por ese motivo se expandía el Día de la Tradición a todo el país. Con programaciones especiales en la radio del Estado y clases alusivas en todas las escuelas, el peronismo materializaba el anhelo histórico de la revista Nativa59.Como era presumible, la decisión se vitoreó desde todas las voces del tradicionalismo.
La revista encontraba una respuesta que aparentaba sellar un vínculo amistoso con la administración de Perón. Sin embargo, los buenos augurios anticipados por el fundador en la conferencia señalada no se concretaron. La financiación de Nativa continuó dependiendo de los auspicios y las gestiones de su personal. Las promociones culturales de carácter telúrico que se anunciaron en el plan quinquenal prescindieron del apoyo económico a la obra de Díaz Usandivaras. Esa condición fue permeando algunos cuestionamientos que comenzarían a emerger de modo muy fragmentario e indirecto desde el año 1953.
No es sencillo encontrar críticas explícitas al gobierno previo al golpe de Estado que derrocó al presidente en septiembre de 1955. Un atisbo de cuestionamiento se puede reconocer en una serie de artículos que analizaban la expansión de los centros criollos como factor determinante en el resurgimiento del criollismo. Durante los primeros meses de la gestión de Juan Perón, desde Nativa se instaba al respaldo económico para las agrupaciones criollas. La solicitada se fundamentaba en la eficacia de esas asociaciones para el objetivo de cristalizar la identidad nacional: ¿Qué más quieren (los gobernantes) sino tener colaboradores en la obra de argentinidad que hay que cumplir en el país para bien de la patria y de los conciudadanos?60 Luego de la interpelación y como ejemplo, se repasaba la dinámica de la Agrupación Cruz del Sur de La Platapara justificar su pedido.
El reclamo no reparaba en la diversidad de los centros tradicionalistas ni discernía condiciones para el respaldo sugerido. Ni las diferentes modalidades ni sus funciones se pusieron de relieve a la hora de pedir un apoyo masivo. Empero, en 1953, la lectura del ámbito tradicionalista fue modificada para recaer en una clasificación sobre las agrupaciones legítimas en menesteres criollos. A través de la presentación de un modelo de actividades para las asociaciones se acusaba -sin nombre propios- la distorsión coyuntural de algunos centros gauchescos: Sería auspiciosa su propagación (la de los círculos criollos) si no fuera que sus funciones, en muchos casos, son interpretadas equivocadamente. Lo preocupante, de acuerdo con el editorial, era la politización de esas sociedades. Como se reseñó más arriba, varias agrupaciones gauchas habían adoptado una militancia peronista que se confundía con sus intereses primarios de defender la tradición criolla. En Nativa se denunciaba: Alimentan un sentido político como si esto fuese uno de los artículos de su reglamento. Cabe destacar que la mayoría de los centros tradicionalistas, entre ellos los mencionados Leales y Pampeanos y El Rodeo, confirmaban en sus actas constitutivas una opción apolítica que, durante el peronismo, se contrastó contundentemente con sus prácticas61.Por ese motivo, desde la revista se condenaba la conversión en centros partidarios y se aconsejaba: Deben cuidar su independencia, para no defraudar en su cometido y no desmentir, ante el público, la verdadera razón de su cometido62.
Si bien el texto no mencionaba a Perón ni aportaba información precisa sobre ese proceso de politización, constituía un mensaje prontamente descifrable para cualquier lector inmiscuido en el ámbito tradicionalista. La omisión también fue un recurso utilizado por Julio Díaz Usandivaras en su libro Folklore y tradición. La obra fue publicada el mismo año por la editorial Raigal, propiedad de Antonio Sobral, un radical sabattinista que mantuvo una férrea oposición al peronismo63.El autor dedicaba un capítulo al Día de la Tradición en el que se reseñaba su historia, la gestión de la Agrupación Bases de La Plata -promotora de la iniciativa-y se transcribían los debates legislativos de 1939. En una muestra contundente de desentendimiento, bregaba por su pronta nacionalización para extender los festejos a todas las provincias64.
Más allá de los centros tradicionalistas, la molestia de Nativa, que devino en virulenta animadversión, se correspondía con un paulatino tránsito de peronización de las conmemoraciones oficiales en torno al criollismo. En particular, la transformación se evidenció con mayor notoriedad en el devenir de los festejos por el Día de la Tradición. La celebración de cada 10 de noviembre se prolongaba por una semana. La elección de la reina, el desfile gaucho y las delegaciones que llegaban desde el interior acrecentaron la dimensión de la efeméride. Ya en 1948, de acuerdo con la crónica de la prensa, podían leerse expresiones de adhesión al presidente durante la fiesta. Los gauchos de Perón era el lema que acompañó el paso de los jinetes en la ciudad de La Plata, todavía epicentro del festejo65.
En los años previos al golpe de Estado, la Fiesta de la Tradición tenía, como número de cierre, un desfile por las calles céntricas de la Capital. Los gauchos galopaban desde el Congreso hasta la casa de gobierno donde eran saludados por el mandatario, previa entonación de la marcha peronista66.En la publicación periódica del centro tradicionalista Leales y Pampeanos, de Avellaneda, se dejaba constancia de esas demostraciones a Perón, quien era referenciado como el más gaucho de todos los presidentes argentinos67.
En noviembre de 1954, Nativa solo publicaba una referencia somera a la efeméride gaucha. En efecto, su portada rezaba: 10 de noviembre. Día la Tradición. En el interior de su número mensual se omitían las reseñas del festejo que había sido tan prolongado, y que había motivado la cobertura de otros medios68.Las fiestas de la tradición ya evidenciaban un proceso de expansión y diversificación que involucraba celebraciones paralelas en distintos puntos del país. Si bien la conmemoración oficial se concentró en la intervención de Perón, cada agrupación criolla realizaba sus propios almuerzos, festivales, conferencias, etc. La asociación El Ceibo, que contaban entre sus asiduos concurrentes al fundador de la revista, también realizó reuniones extraordinarias para celebrar el natalicio de José Hernández. Sin embargo, nada era precisado en las páginas del bastión del tradicionalismo. Nativa se encontraba en una confrontación insalvable con el peronismo que solo se exhibiría públicamente a partir de septiembre de 1955.
A raíz de la interrupción de facto de la presidencia de Perón, la revista dedicó su editorial a la situación política de la Argentina. En un esfuerzo notorio por sostener los principios fundacionales de la publicación, se reconocían apolíticos y prometían seguir en esa posición. No obstante, los párrafos sucesivos enunciaban:

Nos adherimos a la revolución que ha salvado al país de su derrumbe final (…) La dictadura no hizo sino desastres en todos los órdenes de la actividad pública, arruinando al país y envileciendo a la ciudadanía (…) Ahora lo podemos decir.

En un ejercicio de descompresión, se soltaron las consideraciones más peyorativas hacia un político en toda la historia de la revista. Las ideas satánicas de Perón eran enumeradas para condenarlas. La afectación de un juicio jubilatorio perdido por Díaz Usandivaras y la ausencia de subsidios se sumaban en el listado. La reconstrucción de la patria era la misión convocante para todos los argentinos. En términos de Nativa: Se acabó la haraganería. Menos fiestas y más trabajo69.Uno de los festejos nacionalizados durante el peronismo había sido intensamente aplaudido desde sus páginas, pero esa primavera había quedado definitivamente en el olvido.
A partir de ese número, la virulencia de Nativa se incrementó publicación tras publicación. Desde la crítica a la prensa que se había vendido a la tiranía hasta los tradicionalistas uruguayos, vinculados al fundador de la revista, que enviaban cartas en apoyo a los militares golpistas tenían lugar en la revista. La adhesión al gobierno provisional se materializaba en los editoriales70. El tirano, que había prometido luchar hasta morir y fue el primero en salir disparado, era ridiculizado en la publicación tradicionalista. El milagro de la Revolución Libertadora era vitoreado en tanto había terminado con la década falsificada71. En el primer aniversario del golpe de Estado, la revista celebraba la fecha y la posicionaba en la historia al nivel de la Revolución de Mayo y la batalla de Caseros. El objetivo central de promover la tradición nacional era articulado con el de mantener fresco el recuerdo de la dictadura para que no se volviera a repetir72.
En la tónica antiperonista, uno de los cuestionamientos más llamativos fue el que se focalizó en la vinculación de la administración depuesta con el Día de la Tradición: Acaso sin saber ya dónde hurgar, en su afán de destrucción de toda cosa, había suprimido el homenaje que, anualmente, se le rendía a José Hernández cada 10 de noviembre. Las referencias eran difusas pues daban a entender que Juan Perón había erradicado la Fiesta de la Tradición. Al mismo tiempo ponderaban su restitución: Ha sido restaurado por el Gobierno provisional el Día de la Tradición, con la misma celebración y el carácter que se le diera73. Incluso, se atribuían parte de esa recuperación al resaltar el pedido de sus amigos tradicionalistas uruguayos para que se retomaran los festejos. Cualquier lector desprevenido podía encontrar certera la tergiversada y confusa interpretación de Nativa. En efecto, como se reseñó más arriba, la Fiesta de la Tradición de 1954 fue una de las más desplegadas desde sus comienzos en 1939. La radical oposición manifestada desde la revista estaba menos relacionada con el orden de homenajes y programas artísticos que con los ribetes partidarios que fue adquiriendo el festejo.

CONCLUSIONES

Las interpretaciones políticas de Nativa, lejos de considerarse excepcionales o esporádicas, pasaron a formar un eje central desde septiembre de 1955. Si bien no fueron una característica original, en tanto se señalaron determinadas publicaciones en los años anteriores, la emergencia del peronismo confirmó que la fundamentación primaria de sostener una posición apolítica había quedado desestimada. Las necesidades económicas, las simpatías ideológicas y las políticas oficiales con respecto a menesteres tradicionales, convocaron la atención de la revista. Desde sus editoriales, con notorios desplazamientos, ejerció una postura inquisidora que fue más allá del juicio sobre la promoción, o no, del criollismo.
En el contexto de la asunción de Juan Perón a la presidencia, la publicación fundada por Julio Díaz Usandivaras había acumulado una trayectoria que le permitía, sin temor a equivocarse, entenderse como la revista de referencia para el tradicionalismo argentino. Por lo tanto, sus crónicas marcaron el compás del resurgimiento criollista en las décadas estudiadas. Así como los estancieros, los centros criollos, los escritores costumbristas y otros protagonistas de ese campo cultural gustaban de circular en las páginas de Nativa por la difusión que les otorgaba, las aseveraciones políticas eran expuestas a la misma intensidad de circulación, cuestión que incrementaba su relevancia editorial. En definitiva, desde la revista se pretendió definir una idea de lo político necesariamente ligada al cultivo de la tradición. Es decir, cuando los editoriales exaltaron funcionarios públicos o destacaron sus políticas lo hicieron a partir de sus intervenciones con respecto al fomento del criollismo. Los textos pretendían mostrar que, en tanto el lector comulgaba con el afán expansionista del tradicionalismo argentino, no podría haber elaborado una interpretación política distinta de la elucubrada por Nativa.
Con el peronismo en el poder, la expansión del criollismo comenzaría a adquirir fisonomías partidistas. Si bien, como se señaló aquí, la utilización de lo telúrico como recurso identitario no fue una novedad del gobierno de Perón, durante su mandato se intensificó el uso político de la figura del gaucho y del Día de la Tradición. El presidente más gaucho se esforzó por ser reconocido como tal y azuzó los discursos criollistas en favor de sus políticas. Paulatinamente, la peronización de los festejos tradicionales se tornó evidente para todos los involucrados.
En Nativa se fue gestando una oposición que permaneció latente hasta 1955. Las medidas peronistas, que contemplaban restituciones históricas reclamadas desde la revista, no fueron suficientes para cristalizar el vínculo amistoso que, por ejemplo, habían estrechado con los funcionarios fresquistas. El silencio, casi absoluto, que primó hasta el golpe de Estado se puede analizar desde dos perspectivas: la explícita, asegurada desde sus páginas, se correspondía a la mordaza, al temor, y a la falta de libertad de expresión que denunciaron experimentar durante los últimos años del gobierno de Perón. La segunda, sin embargo, puede reparar en la experiencia histórica de la revista. Los vaivenes políticos siempre estuvieron circunscriptos a la búsqueda de financiamiento y, en pos de ese objetivo, se reformularon opiniones y se reconsideraron filiaciones políticas. La adhesión, sin dobleces, al gobierno de facto iniciado en septiembre de 1955 podía constituir un eslabón más de ese mecanismo.
El antiperonismo de Nativa fue explicado desde la ausencia de subsidios y por afectaciones personales a Julio Díaz Usandivaras. Empero, la radical oposición, tardíamente exhibida, contenía otros condimentos que se vincularon más con la disputa por la tutela de la tradición nacional. Se mencionó aquí el entramado construido desde la revista que le permitía entenderse como custodia de las cuestiones criollas. Durante el peronismo se puso en juego ese tutelaje en favor de Perón. La tradición fue resignificada. El tradicionalismo que se pretendía materializar en las estancias familiares y sus museos particulares exaltados en Nativa, dio paso a una manifestación de corte más popular que reconocía al gaucho-descamisado como su máxima expresión.
  La representación del gaucho peronista no conllevaba, necesariamente, la exaltación de la figura del estanciero, halagada por la revista e identificada con los hogares tradicionales. Menos se revindicaba a los funcionarios que habían determinado su exilio y su condena social. En cambio, esos sectores fueron foco de las denuncias sobre la explotación del gaucho, por lo tanto, identificados como parte de la oligarquía que el peronismo combatió enfáticamente desde sus discursos. Eva Perón, por ejemplo, lo remarcaba en su Significación social del descamisado (1948)74. De acuerdo con el presidente, su movimiento había emergido para saldar las deudas y redimir a los descendientes desposeídos de Martín Fierro. Así lo confirmó la literatura criollista producida desde los ámbitos próximos al gobierno75.
  En definitiva, la recuperación de lo gauchesco desde el partido al mando se distanció, en parte, de las representaciones circulantes en la revista. Los editoriales de su director y los artículos publicados daban cuenta de una restitución simbólica del gaucho que promovió una suerte de legado espiritual para todos los argentinos. Lejos de adoptar una postura inquisidora sobre las injusticias de su tiempo, se detuvieron más en su abnegación por la patria y sus gestas en las contiendas por la independencia.
Desde el peronismo no se renunció a los atributos patrióticos del gaucho sino que se los adhirió a su condición humilde y se los actualizó para los campesinos contemporáneos. El símbolo se materializó en sus herederos que gozaban, entonces, de un resarcimiento histórico. Como propuso recurrentemente Juan Perón, la voz de Martín Fierro fue recuperada para certificar que el amor por la tradición se discutía más en las legislaciones y sanciones que en los monumentos y puestas en escena. La oposición con Nativa puso en evidencia un resquebrajamiento entre dos discursos posibles sobre la tradición nacional: uno centrado en una continuidad abstracta con los valores del ámbito rural que omitía referencias a las condiciones socio-económicas del pasado, sostenido por la revista y muy ligado al enfoque de los políticos conservadores de la década del treinta; y otro que, si bien tributaba la exaltación del campo, incorporó un carácter denunciante del tiempo pretérito para revalorizar las indemnizaciones del presente. En esa línea, el peronismo prescindió de Nativa y promovió el criollismo por canales filiados a la órbita estatal. La confrontación de la revista respondió más a esas divergencias que a los permanentes reclamos económicos por la carencia de pauta oficial.

 

NOTAS

1 Gilman, 2006: 44-62.

2 Citado en Bontempelli et al, 1939: 53.

3 Nativa, 30-1-1924: 25.

4 Chartier, 1992; Burke, 1993;Darnton, 1998.

5 Hunt, 1989.

6 Sánchez, 2014.

7 Eujanian, 1995.

8 Díaz Usandivaras, 1924: 3.

9 Sarlo, 2000.

10 Sarlo, 1982; Rogers, 2008;Lida, 2015;Prislei, 2015.

11 Hrycyk, 2011: 76-104.

12 Díaz Usandivaras, 1924: 3.

13 Prieto, 1988.

14 Sánchez, 2010.

15 Chicote, 2013.

16 Legrás, 2010.

17 Adamovsky, 2015.

18 Coria Peñaloza, 1943: 54-56.

19 Díaz Usandivaras, 1943b: 2-7.

20 Ibídem, 1926: 2.

21 Sobre nacionalismo en las primeras décadas del siglo XX, ver entre otros, Zuleta Álvarez, 1975; Buchrucker, 1999; Bertoni, 2001; Rock, 2001; Devoto, 2005.

22 Hrycyk, 2011: 76-104.

23 Algunos ejemplos de artículos sobre estancias o municipios en Nativa, 31-1-1941: 1; 30-9-1942: 19-20.

24 Williams, 1988.

25 Saitúa, 1925.

26 Díaz Usandivaras, 1926.

27 Por mencionar solo un ejemplo: a través del cuestionamiento de la cantidad de feriados en un artículo de Nativa se explayaban hacia una crítica económica y política. Ver Napolitano, 1930.

28 Díaz Usandivaras, 1931: 3.

29 Díaz Usandivaras, 1935: 4.

30 Ibídem.

31 Sobre las políticas durante la década del treinta, ver entre otros, Halperín Donghi, 2004; Béjar, 2005; de Privitellio y López, 2015.

32 Díaz Usandivaras, 1938: 2-3.

33 Ibídem, 1943a: 2-4.

34 Sobre la gobernación de Manuel Fresco, ver entre otros, Béjar, 1997; Reitano, 2005 y 2010.

35 El rechazo al comunismo constituyó el leitmotiv de diversas publicaciones masivas, ver Rubinzal, 2012.

36 Díaz Usandivaras, 1932: 2.

37 En otros trabajos hemos analizado el resurgimiento gauchesco durante el gobierno de Manuel Fresco, ver Casas, 2016: 200-219 y 2012: 55-72.

38 Díaz Usandivaras, 1941: 24-25.

39 Citado en Nativa, 31-3-1925: 3.

40 Nativa, 31-12-1934: 26-27.

41 Ibídem, 31-1-1930: 35.

42 Ibídem, 30-11-1936: 12-13.

43 Una transcripción completa de su discurso en el homenaje de 1934 se publicó en Nativa, 30-11-1934: 33-35.

44 Ver entre otros, Plotkin, 1994; Aelo, 2010 y Acha, 2011.

45 Chamosa, 2012.

46 Adamovsky, 2014: 31-63.

47 Karush, 2013: 223-266.

48 Kriger, 2009: 111-133.

49 Gené, 2008.

50 Glozman, 2015.

51 El presidente de la Nación, con motivo de argumentar la proyección de un monumento al descamisado, incluyó al gaucho como parte de ese sector trabajador que, sin importar su procedencia rural o industrial, se sentiría adherido al movimiento peronista. Ver Perón y Borlenghi, 1946: 391.

52 Galasso, 2005: 49.

53 Adamovsky, 2014: 31-63.

54 Ver entre otros, Rega Molina, 1950; Vaccarezza, 1950; de Ezeyza Monasterio, 1951.

55 En El Laborista se incorporó una sección gauchesca permanente en el año 1948 mientras que la revista P.B.T. solía reseñar las fiestas tradicionales. En especial, los festejos de 1953 ocuparon la portada de la publicación y la parte central de su desarrollo.Ver P.B.T. Alegre, política, deportiva, 6-11-1953.

56 Casas, 2015.

57 Nativa, 31-8-1947: 2.

58 Díaz Usandivaras, 1947: 20.

59 En la prensa masiva se plasmaron las repercusiones del decreto. Ver Noticias Gráficas, Buenos Aires, 10-11-1948: 8. El Mundo, Buenos Aires, 10-11-1948: 16.

60 Nativa, 30-4-1946: 28.

61 Acta constitutiva del Círculo Criollo El Rodeo, 7-12-1939; La Carreta, órgano del Círculo Tradicional Leales y Pampeanos, mayo-junio de 1952: 5-12.

62 Nativa, 30-4-1953: 2.

63 Tcach, 2006.

64 Díaz Usandivaras y Díaz Usandivaras, 1953: 15-20.

65 El Día, La Plata, 11-11-1948: 3.

66 El Pueblo, Buenos Aires, 15-11-1954: 8.

67 La Carreta, órgano del Círculo Tradicional Leales y Pampeanos, mayo de 1955: 13.

68 Nativa, 30-11-1954. Por mencionar solo algunos ejemplos, Revista P.B.T. 19-11-1954: 112-115; Mundo Peronista, 15-11-1954: 32-34.

69 Nativa, septiembre – octubre de 1955: 2-3.

70 Ver por ejemplo, Nativa, noviembre – diciembre, 1955: 5 y 23.

71 Ibídem, enero – febrero de 1956: 2-3.

72 Ibídem, julio – agosto de 1956: 1.

73 Ibídem, noviembre – diciembre de 1955: 23.

74 Perón, 1948.

75 El exponente más acabado en ese sentido es el poema Martín Pueblo que presenta el encuentro de Martín Fierro con su nieto y juntos celebran la consolidación de la “Nueva Argentina” gestada por Juan Perón. Maglione Jaimes, 1952.

FUENTES

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