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Educación Física y Ciencia

versión On-line ISSN 2314-2561

Educ. fís. cienc. vol.19 no.2 Ensenada dic. 2017

 

ARTICULOS

 

Nosotros hacemos CrossFit: etnografía sobre identidades deportivas

 

Fernando Ezequiel Kalin
Universidad Nacional de Santiago del Estero, Instituto Observatorio Social Regional – CONICET, Argentina
fk_142@hotmail.com

 

Cita sugerida: Kalin, F. E. (2017). Nosotros hacemos CrossFit: etnografía sobre identidades deportivas. Educación Física y Ciencia19(2), e030. https://doi.org/10.24215/23142561e030

 

Recibido: 01/03/2017
Aceptado: 14/06/2017
Publicado: 29/12/2017


Resumen: En este artículo se plantean los primeros resultados del trabajo de campo realizado desde 2014 hasta 2016 en un box de CrossFit de la Ciudad de Santiago del Estero. El abordaje etnográfico permitió el surgimiento de interrogantes que delinearon la investigación, orientándose hacia el estudio en este tipo de entrenamiento. Se entiende que el CrossFit como deporte produce una conversión de doble tipo: en primera instancia corporal y a su vez, es productor de una identidad social performativa, la cual traspasa las fronteras del box para instalarse en las demás esferas de la vida de sus practicantes. El trabajo focaliza puntualmente en un grupo de jóvenes autodenominados “Los Locos” y la descripción densa de sus competencias a fin de caracterizar las técnicas corporales de esta forma de ejercitación. También se incluyen fragmentos de conversaciones informales y entrevistas en profundidad, comprendidas como insumos que permitieron arribar a las primeras conclusiones.

Palabras claves: Etnografía; CrossFit; Cuerpo; Identidades.

We do CrossFit: ethnography on sport identities

Abstract: This article presents the first results of the fieldwork conducted from 2014 to 2016 in a CrossFit box in the City of Santiago del Estero. The ethnographic approach allowed the emergence of questions that outlined the research, guiding itself towards the study in this type of training. It is understood that the CrossFit as a sport produces a double conversion: in the first instance body and in turn, is a producer of a performative social identity, which transcends the boundaries of the box to settle in the other spheres of the life of its practitioners. The work focuses specifically on a group of young people called "Los Locos" and the detailed description of their competencies in order to characterize the corporal techniques of this form of exercise. Fragments of informal conversations and interviews in depth are also included, understood as inputs that allowed us to arrive at the first conclusions.

Keywords: Ethnography; CrossFit; Body; Identities.


Introducción

Mi interés personal por el estudio de los gimnasios comenzó con mi tesis de grado en 2013, cuando abordé etnográficamente la construcción del cuerpo en este tipo de espacios. En ese entonces, el foco radicó en la conformación de un estilo de vida saludable por parte de los jóvenes santiagueños y la concepción sobre el dolor como elemento inherente al ejercicio físico. La inquietud por la temática continuó a través de la indagación de los nuevos gimnasios que comenzaron a aparecer en Santiago del Estero y que proponían trabajar el cuerpo de una forma diferente e innovadora, entre ellos el CrossFit. Esta forma de entrenamiento originaria en Estados Unidos, comenzó a masificarse en la ciudad en los últimos años, materializándose en el surgimiento de pequeños boxes en los barrios y zonas céntricas. Uno de esos espacios es “Kratos Hard Cross”, lugar donde radica mi investigación. Particularmente me interrogaba cómo esta novedosa práctica comenzó a instalarse en la ciudad de Santiago del Estero, de qué manera era significada por aquellos que la elegían, en qué formas modificaba y trastocaba la experiencia de vida de los sujetos sociales. Mi trabajo se enfoca en el estudio de un grupo particular, autodenominado “Los Locos” y su relación con el coach llamado Cacho.
A partir de allí, me interesa indagar en lo que implica la experiencia del hacer y hacer-se en el CrossFit. Las vivencias por parte de los miembros de este grupo respecto a la competición y los rituales que componen el despliegue de eventos como los torneos, constituyen insumos que me permiten comprender la noción de compañerismo sin rivalidades que desde el discurso se pregona allí. En este sentido, me surgieron los siguientes interrogantes que guían esta investigación ¿Cómo un miembro de Kratos Hard Cross puede llegar a convertirse en “un loco”? ¿Cómo se significa la locura en el box? ¿Cómo se adapta el cuerpo a las exigencias de este tipo de entrenamiento militarizado? ¿Cuáles son las formas de entrenarse en este gimnasio que lo diferencian de sus rivales locales? ¿Cuáles son los rituales, performances y técnicas que despliegan los miembros de este grupo? ¿Cómo se definen jerarquías al interior de Los Locos? ¿Cómo es la distribución espacial en los boxes de CrossFit y de qué manera opera sobre los cuerpos de los miembros?

Metodología

El artículo plantea un abordaje etnográfico con el propósito de analizar el proceso de conversión de la identidad crossfitera en Santiago del Estero, a partir del trabajo de campo realizado en el box Kratos Hard Cross. Hammesley-Atkison (1994 [1983]: 202) entienden que el carácter inductivo y reflexivo propio de la etnografía envuelve el desarrollo simultáneo de conceptos e indicadores para que se ajusten mutuamente. Por esto, el análisis de la información es paralelo al diseño, debido a la estructura de embudo propia de la etnografía, que permite ir centrando el foco en los casos a medida que transcurre la investigación (Hammersley Atkinson; 1994 [1983]:191). En mi caso, la presencia como observador pero también como practicante del CrossFit durante los últimos tres años, me posibilitó una relación más cercana con los entrevistados y con ello, el acceso a información necesaria para el planteamiento de los interrogantes. Como sostiene Guber (1991) el tipo de vínculo establecido entre el investigador y el informante no resta validez al método etnográfico, por el contrario comprende un criterio de significatividad para la selección de los casos que garantizan la confiabilidad del dato construido.
La primera técnica implementada fue la observación participante, junto con el cuaderno de campo, a fin de lograr un registro reflexivo respecto de las posturas corporales que caracterizan las técnicas de entrenamiento del CrossFit. Particularmente en esta disciplina deportiva, la descripción y el aprendizaje de los denominados “Work of the Day” (WODs) se logra a partir del entrenamiento constante con los miembros del box. En este sentido, coincido con la mirada de Rodríguez (2016: 37) quien sostiene que es al menos difícil explicar cómo se aprende un conjunto de técnicas corporales en el gimnasio sin haber transitado por esa experiencia y sin haber experimentado en carne propia cómo se hace una carrera de entrenamiento corporal. Wacquant ([2000] 2006) también refiere a esto cuando habla de poner el cuerpo en el campo como estrategia metodológica permitiéndole comprender el mundo pugilístico en el gueto negro de Chicago. Desde la mirada de Guber (1991) la observación participante es utilizada por el investigador para desempeñar un papel central que se orienta a registrar material de referente empírico, pero también es una instancia necesaria para lograr cierta aproximación a los sujetos, lo cual entraña la reciprocidad de comunicación y de sentidos. En mi caso, la participación como observante en los eventos como competencias y torneos me permitió reconstruir la trama que involucra el levantamiento olímpico.
La segunda técnica metodológica utilizada fue la descripción densa a fin de lograr una narración reflexiva y completa de las zonas que caracterizan a la distribución espacial del box. Considero pertinente esta herramienta metodológica porque el registro permite rescatar vocablos folk o locales que proporcionan información respecto a las maneras en que los nativos construyen su realidad social, documentando lo mejor posible los contextos en que se relatan (Hammersley & Atkinson; 1994). Destacar los espacios, los actores, la actividad que se realiza, el objeto físico, el acto, los acontecimientos, el tiempo, los fines y los sentimientos, constituye la tarea del etnógrafo. La descripción densa de los espacios y zonas de Kratos Hard Cross me posibilitó en primer lugar, analizar las formas en que la geografía del box opera como dispositivo en los cuerpos de los concurrentes. En segunda instancia, me permitió comprender el proceso de adaptación y producción del entorno por parte de los crossfiteros en cada una de las cuatro etapas del box. La historia de los distintos locales donde se desarrolló la vida de los practicantes es necesaria para comenzar a tejer la propia historia del grupo y cómo vivió cada uno de sus miembros el proceso de conversión al CrossFit. Como señala Marc Augé (2000 [1992] p. 22 y 25) el etnólogo fabrica un universo significante explorando por medio de rápidas investigaciones puesto que el objeto de la investigación antropológica apunta al estudio de un “otro exótico” que se define con respecto a un “nosotros” que se supone idéntico.

Discusión de antecedentes bibliográficos

Particularmente el estudio de los gimnasios, entendidos como campos de re-significación y producción de ritualidades, constituye un área interesante en la literatura antropológica contemporánea. Un ejemplo de esto, es la investigación de Wacquant ([2000]; 2006 p. 19) quien aborda etnográficamente el club de boxeo del gueto negro de Chicago. El autor habla del gimnasio como una fábrica del boxeador, donde se coordinan cuerpo, conciencia individual y colectividad. Desde la mirada de Mckenzi (Dawson; 2015 p. 4) el gimnasio como lugar de abordaje sociológico constituye más que un espacio utilizado por los sujetos para estar fuera de las obligaciones del hogar y las presiones del trabajo, puesto que allí interactúan sobre intereses en común y en ocasiones crean un sentimiento de pertenencia. En el caso de Rodríguez (2016 p. 195) y su etnografía sobre los gimnasios de Buenos Aires, entiende al entrenamiento corporal como una carrera profesional que se vive en forma similar a un proceso de renovación del cuerpo y de identidad personal. Se configura a partir del gimnasio, un nuevo yo entrenado que pronto repercute en las demás esferas de la vida a través de dietas, horarios de descanso y una nueva sociabilidad.
De la mano de este planteamiento, se observa como matriz el proceso de industrialización y marketinización de los espacios destinados a trabajar la corporalidad. Así, Landa (2016: 19) enfatiza en el surgimiento del Fitness entendido como la respuesta comercial a la demanda de productos vinculados a un estilo de vida activo y saludable en la década de 1980 en Estados Unidos, masificándose internacionalmente a partir de 1990.
En el caso del CrossFit constituye una forma de ejercicio corporal creada por Greg Glassman y su esposa Lauren Jenai. Según la información expuesta en su página oficial se presenta como un sistema de entrenamiento y entramado organizacional, un aspecto novedoso y revolucionario del Fitness que combina ejercicios aeróbicos y de alta intensidad. En sus comienzos era utilizado por este policía retirado para entrenar a oficiales de California, hasta la apertura del primer gimnasio de CrossFit en 1995. Para los años 2000 contó con una cantidad superior a 6.500 afiliados tan sólo en Estados Unidos y en 2014 alcanzó 10.000 afiliaciones en todo el mundo (Dawson, 2015: 2). Uno los puntos más sobresalientes en esta clase de entrenamiento es la noción de funcionalidad corporal. Según el coach de Kratos Hard Cross, en esta práctica se trata de desarrollar capacidades físicas aptas para ser aplicadas a cualquier situación de vida cotidiana. En segunda instancia, plantea la necesidad de volver a posturas físicas “naturales” del ser humano a través de formas específicas de hacer el ejercicio. Esto último me llevó a interrogarme qué entendían los crossfiter o crossfiteros de Kratos Hard Cross como natural y qué prácticas incluía esta noción. En este sentido, es pertinente retomar a Marcel Mauss (1979 p. 340, 341 y 346), quien sostiene que las técnicas corporales refieren a un carácter concreto y preciso sobre cómo hacer un determinado acto, transmitido a través de la educación y la imitación. El autor distingue que algunas de ellas se clasifican en relación al adiestramiento y rendimiento humano, orientado a la habilidad para hacer algo.
La organización de este sistema de entrenamiento funcional radica en la presencia de WODs, es decir un conjunto de ejercicios caracterizados por técnicas combinadas cuyo propósito es trabajar varias partes del cuerpo en una misma actividad, creando una especie de “atleta completo”. Los WODs se realizan grupalmente, pueden durar hasta una hora y se presentan como diferentes de la clásica rutina de los gimnasios más tradicionales. Además la mezcla de ejercicios es la clave para lograr las dos premisas fundantes de la disciplina: resistencia y fuerza.

El CrossFit como conversión identitaria

A partir del trabajo de campo realizado en los últimos tres años, he podido observar que la historia del box Kratos Hard Cross contiene cuatro etapas y cada una incluye refacciones físicas (mudanzas, ampliaciones), cambios en el nombre del local y la aparición de nuevos protagonistas. Además existen tres grandes grupos: los que concurren por la mañana, los que van por la siesta-tarde y los que entrenan por la noche. Sólo en uno de los grupos existe una continuidad deportiva a lo largo de estos tres años: el grupo de la siesta o cómo ellos se autodenominan “Los Locos”. Estas personas sostienen que han formado una “comunidad urbanera” o “familia” donde comparten sus experiencias y se contienen, se estimulan a seguir adelante frente a los problemas de índole personal. Sus miembros son personas que trabajan o estudian, pero que dedican tiempo y esfuerzo a prepararse para competir. En ellos se manifiesta una constante reivindicación del CrossFit como forma de entrenar y de vivir, adoptada a partir de Kratos Hard Cross. Es a través de la participación en eventos y la obtención de trofeos, que intentan legitimar su forma de hacer el CrossFit.
Este compromiso asumido por parte de estos sujetos sociales con la disciplina deportiva podría asemejarse al proceso de la conversión religiosa. Al respecto, Covarrubías Cuéllar (1998, p. 18) sostiene que este concepto tiene que ver con una transformación cultural vivida por el sujeto, que trasciende la esfera de lo religioso para producir un cambio en la totalidad de la persona y genera así una nueva concepción del mundo. Pitarch (2004, p. 11) analiza el proceso de conversión religiosa en los indígenas de México y Guatemala, sosteniendo que esta no se da en forma doctrinaria. La adhesión a los grupos religiosos tiene que ver con la búsqueda de nuevas prescripciones y restricciones alimentarias, sexuales, gestuales y demás que permiten gestionar el cuerpo de un modo considerado social y moralmente adecuado (Pitarch; 2004, p. 13). Las conversiones deben ser entendidas como procesos graduales, negociados y situados que se inscriben en contextos sociales y dinámicas colectivas específicas (Marfa y Castán, 2008). En el caso de Kratos Hard Cross, se podría hipotetizar que la conversión no es sólo corporal sino performativa de una nueva identidad social, la cual traspasa las fronteras del box para formar parte de los demás ámbitos de la vida de sus miembros. Desde la mirada nativa, “Los Locos” no se conciben sólo como personas que hacen CrossFit sino que enfatizan su pertenencia a una comunidad, la que ellos denominan “urbanera”.
Al interior del grupo, existen al menos tres jerarquías que son reconocidas por ellos: el capitán, los expertos encargados de impartir el WOD, los que están autorizados a hacer los WODS más difíciles. En reiteradas conversaciones informales que pude entablar con ellos, manifestaron que el tipo de entrenamiento que en Kratos Hard Cross se imparte, es el “verdadero CrossFit”. Los Locos sostienen que a diferencia de los otros box de la ciudad, es en este local donde se busca preparar el cuerpo para la competición. En aquellos eventos relacionados al entrenamiento para Torneos, incorporan la participación de un ex marine, encargado de coordinar y vigilar los desafíos deportivos. La pedagogía que aplica se basa en exigencia, coordinación, trabajo grupal y la utilización de insultos o burlas como forma de incentivo, similar al utilizado en el servicio militar. En relación a este punto, Dawson (2015, p. 5) sostiene que en el CrossFit existe un nexo entre religión, militarización y ejercicio, materializado en la promesa de una aptitud física suprema combinada con una intensa camaradería que esta disciplina genera. Constituye entonces una institución reinventiva al plantear una promesa de auto-mejoramiento y perfección del cuerpo, (una producción de “ser humano superlativo”) pero también de una identidad (Dawson; 2015, p. 14).

La historia del Box desde mi rol como sujeto-objeto

A diferencia de la geografía que caracteriza a las grandes cadenas de gimnasios donde los concurrentes pueden comparar sus cuerpos en los espejos, Kratos Hard Cross está caracterizado por un ambiente rústico, con paredes y pisos de cemento, similar a la fisonomía de un taller mecánico. La ventilación no abunda y las altas temperaturas se hacen sentir notablemente ante el aumento de concurrentes en los horarios de siesta y noche. Landa y Rumi (2016) nos explican que la austeridad es una característica propia del llamado box: “El lugar físico donde entrenan es austero y se asemeja a un galpón cuadricular, sin espejos, con mucho espacio libre y equipado con elementos minimalistas”. Así, a diferencia de la distribución espacial de los fitness centers tradicionales, el box de CrossFit cercena cualquier distracción que desconecte al practicante de su programa de ejercicios (Landa y Rumi, 2016).
A pesar de la rusticidad que caracteriza a la distribución física de Kratos Hard Cross, las zonas están delimitadas y reservadas específicamente dependiendo del capital corporal ganado y la jerarquía establecida. Según me comentaron algunos informantes, esta geografía es similar en los otros boxes de la ciudad capital.
La ubicación de Kratos Hard Cross fue cambiando con el paso de estos cuatro años. Primero se llamó Urban Training y se encontraba en otra calle, al lado del Club Dorrego. Aquí Cacho utilizaba el logo de la caricatura “Thundercats” como símbolo distintivo del gimnasio. En una segunda etapa (octubre de 2014) se hicieron refacciones que incluyeron una notable ampliación, barras para colgarse y acolchonamiento de los pisos para amortiguar los saltos. La tercera etapa empieza con la repentina mudanza a partir de junio de 2016 en otro box similar a un taller mecánico, lugar donde antes fue un cobertizo de caballos. Luego una etapa intermedia: “en la calle”. En diciembre de 2016, Cacho y sus seguidores quedan sin espacio físico a raíz de una disputa conyugal entre el coach y su esposa. La cuarta fase es “Kratos Hard Cross” y comienza en un nuevo box en enero de 2017. Aquí el logo cambia junto con el nombre para hacer referencia al personaje animado del videojuego God of War, basado a su vez en la mitología griega.
La descripción de los distintos locales donde se desarrolló la vida de los crossfiteros es necesaria para comenzar a tejer la propia historia del grupo y cómo vivió cada uno de sus miembros el proceso de conversión al CrossFit. Como señala Marc Augé (2000 [1992]) “El estudio de la alteridad implica pensar que no se puede disociar la identidad individual de lo colectivo porque toda representación del individuo es necesariamente una representación del vínculo social que le es sustancial” (p. 25).
El primer box era sumamente pequeño, con una sola habitación y un solo baño, que se llenaba de agua con frecuencia. Había un mostrador y detrás de él se depositaban las mochilas. El calor corporal que producía el entrenamiento y el encierro, hacía que en ocasiones las personas salieran a tomar aire. Al pasar por las veredas de enfrente se escuchaba la música alta, el sonido de una alarma muy fuerte que sonaba seguido, las pesas siendo depositadas en el suelo y a veces hasta se veían jóvenes haciendo rutinas aeróbicas afuera. En más de una oportunidad pude observar, en especial en el horario de la siesta, varones con una soga atada a su cuerpo empujando una rueda de tractor.
Mi entrada y permanencia en el gimnasio primeramente llamado “Urban Training” data del mes de junio del 2014 cuando comencé a explorar en el CrossFit, por recomendación de una colega de la carrera de grado, Malena. El horario de apertura era a las 9.30 am, aunque en algunas ocasiones abría antes una mujer encargada de limpiar, funcionando hasta las 13.00 hs y luego de 14.30 hs hasta cerca de las 23.30 hs. Por una cuestión de conveniencia personal decidí concurrir por la mañana.
En un comienzo, uno podía advertir un mostrador que lo recibía y en el cual había un trofeo y una virgen, envuelta con la bandera de Argentina y al costado una heladera con un listado de productos y sus precios. En el medio de ambos se encontraba un pequeño baño, utilizado por hombres y mujeres. El resto del salón estaba destinado a las máquinas y su distribución que variaba dependiendo de los trabajos de mantenimiento en el lugar. Había carteles y afiches que decoraban las paredes, dos de esos suplementos de noticias son de la época en la que Cacho había participado de concursos de competencia. Otros carteles contenían frases de esfuerzo y sacrificio en cuanto al trabajo del cuerpo. En algunos casos tenían los nombres de autores que las habían escritos. Posteriormente, fueron quitados y reemplazados por dibujos pintados en las paredes.
Cuando llegué el primer día, allá por junio del 2014, el instructor “Cacho” me preguntó si tenía alguna noción respecto a qué tipo de ejercitación se realizaba allí. Contesté que venía por sugerencia de Malena y me interesaba trabajar los brazos pues en ese entonces, era practicante de natación. Ese mismo día me integré a lo que los nativos denominaban “círculo” o lo que desde mi perspectiva como forastero podía interpretar como una rutina. En ese entonces, todavía no había escuchado hablar de WOD. Consideré que sería pertinente observar cómo mi cuerpo se adaptaba a esta forma de entrenar y si me sentía cómodo dentro del gimnasio, antes de decidirme a convertirlo en objeto de indagación. El lugar era relativamente pequeño, anteriormente había sido un ciber café. Aboné mi cuota que en ese momento eran $300 y me integré. Todas las participantes del círculo eran mujeres que hacían el mismo tipo de actividad que yo. Debíamos hacer seis vueltas de distintos ejercicios donde un timbre programado hacía un ruido ensordecedor a través de un parlante, anunciando que era momento de empezar la siguiente actividad. La situación era similar a la del sistema fabril, donde una alarma marca el principio y finalización de la jornada laboral. En este caso, el timbre que Cacho programaba en su celular estipulaba el comienzo de un nuevo round. Nuestro círculo constaba de 20 abdominales, 15 flexiones, 40 saltos a la soga, 15 saltos al cajón, trepar una soga estando acostados unas 4 veces. Es decir, estábamos todos conectados por un mismo WOD, un entrenando al lado del otro. Si un practicante se atrasaba, perjudicaba al resto.
Mientras mi fatiga y cansancio se materializaban en suspiros y sudoración, Cacho se retiraba a abastecerse de mercadería para su gimnasio, como ser agua mineral, huevos que deja depositados en la heladera, entre otros. Cuando eso sucedía, Malena o alguno de los más experimentados quedaba a cargo del seguimiento de los más nuevos. En esa oportunidad, al percatarse que no sabíamos con qué rutina continuar me recomendó: “-Hace bici así no te enfrías, hasta que venga Cacho-”.
Al verme exhausto y sin aliento, Malena se acercó a mí y me dijo: “-Dale pa, que esto es lo más suave que hay-”. Continué yendo a “Urban Training” dos o tres veces por semana, por las mañanas. Al tercer mes de entrenamiento, decidí hablar con Cacho para blanquearle mis intenciones como investigador. Desde el principio, fue aceptada mi propuesta de analizar científicamente la construcción corporal en el ámbito del CrossFit. A través de conversaciones informales con él, pude saber que incursionó anteriormente en el mundo del fisicoculturismo pero luego cuando comenzó con el mundo crossfitero, muchos de sus colegas lo cuestionaron. Pronto Cacho se convirtió en un paria dentro del universo de los entrenadores de gimnasios. Esta actitud reacia hacia el CrossFit, también fue percibida desde los profesores de educación física quienes según su visión “tienen un modo muy de manual de enseñar el ejercicio”. En ese contexto, que un tesista se interese por contar su historia y la del box, constituía una manera legitimar al CrossFit en Santiago del Estero como una forma de entrenamiento válida. “-Ahora me dicen (sus pares) ‘que bien que has empezado con eso, te felicito-’” (extracto de entrevista a Cacho). Desde un comienzo todos los participantes de las competencias y los más allegados al coach tuvieron una gran predisposición a ser observados y entrevistados, pues entendían que la producción de un trabajo de investigación orientado al box sería una forma de dar a conocer su historia y diferenciarse de los demás boxes donde según su perspectiva “no se practica CrossFit”. Respecto a esto, Augé (2000 [1992] p. 49) explica que este lugar común entre el etnólogo y los nativos es una invención. El etnólogo se vanagloria de poder descifrar la organización del lugar en un orden más coercitivo y en todo caso evidente, en la medida en que su transcripción en el espacio le da la apariencia de una segunda naturaleza.

Cuando llegué, en el pizarrón estaba escrito lo que tenía que hacer en el tramo de 20 minutos: 6 sentadillas sosteniendo una barra de 15 kg con pesas de 7 ½ kg en cada lado. Al subir tenía que levantar los brazos de tal modo que la barra quedaba por encima de mi cabeza. Luego debía tomar con mis manos de unos caños similares a los arcos de football, quedando colgado en aire y levantando las piernas hasta tocar mis manos” (Nota de campo del 22/05/2015).

Con el paso de los meses, mi estadía en el gimnasio fue en calidad aprendiz del CrossFit y esto contribuyó a lograr una relación más cercana con el resto de los concurrentes, facilitando mis observaciones en terreno como también participando de eventos como la fiesta por el segundo aniversario del gimnasio y las competencias internas. En mis comienzos, el entrenamiento que Cacho me ofrecía era sumamente cansador y ocasionaba dolencias en mi cuerpo. Sumado a esto, el box era muy pequeño con lo cual el circuito se compartía entre varias personas. Recuerdo que todas mis compañeras eran mujeres de entre 25 y 40 años, algunas no trabajaban o lo hacían en otro horario, todas estaban casadas o en parejas. Ellas iban al viejo Urban Training para estilizar el cuerpo y a mí me costaba mucho seguirles el ritmo:

¡Dame un respiro por favor!’ Las dos últimas clases experimenté esta sensación de cansancio y falta de tiempo para reponerme. También noté que a varios les sucedía lo mismo. Nos quedábamos sin aire. Nos poníamos debajo del ventilador de techo para que nos podamos oxigenar un poco más, pero no siempre podíamos. El recreo esta vez era de tan sólo catorce segundos”. (Nota de campo. 26/08/2014).

La segunda etapa comienza en junio de 2015, cuando se amplió el local tras la construcción de un anexo y éste, se convirtió en una especie de “ring de boxeo”. Estaba decorado con pisos acolchonados para no sufrir los impactos de la cerámica y un dibujo de más de un metro en la pared donde se podía visualizar la figura de una mujer musculosa haciendo sentadillas, mientras sostenía una barra con pesas. En los otros muros se leían frases que pretendían describir algunas nociones que implica el hecho de practicar CrossFit: “¿Dolorido? ¿Sudoroso? ¿Sin respiración? Felicitaciones, está funcionando”. También se veían las paredes negras marcadas y escritas con tizas donde los crossfiteros dejaban registrada la cantidad de vueltas o pasadas que habían hecho en el día. Algunas frases hacían alusión a la necesidad de entender al CrossFit como una posibilidad de mejorar el cuerpo a largo plazo: “Si no sueñas, nunca encontrarás lo que hay más allá de los sueños”. En ocasiones, Cacho sacaba fotos y las subía a la página oficial de Facebook, pero sólo él podía hacerlo. De hecho, a partir de esa refacción comenzaron a colocar carteles aclarando que estaba prohibido sacar fotografías a los WODs. Pronto pude saber que Cacho armaba los ejercicios y desconfiaba que sus rivales de otros boxes pudiesen robarles. Fue la primera vez que escuché el término “robo” y lo continué oyendo en las conversaciones entre los informantes durante todo el trabajo de campo.
En muchas ocasiones, el tiempo dedicado al descanso entre las actividades era insuficiente y este sentimiento era compartido por todos los presentes, por lo que algunas veces se lo comentaron a Cacho. Según lo entendí en ese momento, se trató de una prueba de fuego, donde debíamos decidir si continuar en el lugar o cambiar hacia otro donde se realizara actividad deportiva “más convencional”. Esta situación es similar a la experiencia de Wacquant ([1999]; 2000, p.20) quien al incursionar en el ambiente pugilístico, atravesó situaciones de dolor corporal y donde su ineptitud técnica se convertía en frustración y desaliento. El autor cuenta que con el paso del tiempo, logró mejorar su técnica y adquirir los gestos de la práctica. Además Wacquant ([1999] 2000 p. 18) sostiene que su inmersión y participación intensa en los intercambios que tenían lugar a diario, le permitieron construir una noción general sobre el gueto y particularmente, de la estructura de funcionamiento del gueto negro en Chicago. Por su parte, Favret Saad (1990, p. 8) afirma que aceptar participar y ser afectado no tiene que ver con una operación de conocimiento por empatía. La autora sostiene que cuando estamos insertos en el campo, somos bombardeados por intensidades específicas que deben ser experimentadas pues es la única manera de aproximarnos a ellas. Como consecuencia de ocupar nuestro rol de novatos en el gimnasio, abrimos como diría Favret Saad (1990 [Zapata y Genovesi, 2013] p. 9) una comunicación del todo involuntaria y desprovista de intencionalidad. En mi caso, ser un aprendiz del CrossFit contribuyó a redefinir prenociones que traía conmigo respecto a esta práctica de entrenamiento, particularmente en relación a los supuestos problemas de salud que trae consigo.

Aparición de nuevos personajes en el box

En esta etapa del box, dos personajes nuevos se sumaron como entrenadores en el horario de la mañana: Ale y Javier. Ambos jóvenes de 20 o 22 años, el primero estudiante de Contaduría y el segundo estudiante del profesorado en Educación Física en un instituto privado. Alejandro tiene un hermano que en ese entonces rondaba los 5 años e iba a veces al box. Era muy común ver a los hijos pequeños de los practicantes allí tanto en su entrenamiento diario como en sus competencias. En mayo del 2015 mientras Cacho y su esposa viajaron una semana a Paraguay por una competencia, eran estos dos chicos los que quedaban a cargo del local e impartían los WODs. En esa ocasión, Alejandro me mostró cómo era el ejercicio que debía hacer. Eran abdominales en la barra, con lo cual debía colgarme de los caños. El ejercicio requería de gran fuerza y resistencia de brazos al tiempo que exigía la coordinación en la respiración. Le dije que lo consideraba imposible para mí pues nunca me caractericé por tener brazos fuertes. Era la primera vez que me guiaba Alejandro y al no tener un seguimiento de mis posibilidades físicas y mis avances en el CrossFit, quería que hiciese rutinas que hacían los más avanzados. El WOD escrito en el pizarrón producía una homogeneización de la actividad física, pues todos debían hacer exactamente lo mismo. Cuando Cacho estaba al mando, armaba según las exigencias y necesidades de cada persona y modificaba los WODs según el practicante sea un experto o un iniciado. Sin embargo, Alejandro no tenía en cuenta esa metodología de trabajo.
Además de organizar los WODs, estos dos encargados eran los responsables de poner música. Así, en esa semana donde se ausentó Cacho, el ambiente contó con un clima diferente, más jovial, amigable, con música más movida. Se había convertido en un gimnasio dirigido por dos chicos jóvenes con concurrentes jóvenes. Aprovechando esa instancia, me acerqué a él y comenzamos a charlar en forma distendida. Entonces pude conocer un poco más su historia personal y saber por ejemplo que desde los 14 años no consumía pan, pero que al vivir con su familia “comía lo que había”. Casi excusándome de mi bajo rendimiento atlético, le conté que practicaba natación y que la noche anterior había entrenado.
En una entrevista hecha a Cacho, me había comentado que en ese momento hacía la dieta paleo, la cual constaba en consumir principalmente carnes, pollo, frutas y verduras. “Paleo” viene de paleolítica y refiere al tipo de alimentación de esa etapa de la humanidad. Se evitan alimentos manufacturados y procesados, lácteos y harinas. La mayoría de los miembros del gimnasio adoptaban esta filosofía de vida en ese entonces. Por este motivo, sabía que los crossfiteros usualmente tienen conocimientos sobre alimentación y consideré que pedirle algún consejo o asesoría podría llegar a servir como una forma de acercarme más a él. Le comenté que no consumía carne (un alimento que a los practicantes de CrossFit no les puede faltar) pero que comía lentejas para compensar. Su respuesta fue:

-Mucha gente dice ‘me como plato de arrocito para cuidarme’. De día podés quemarlo con tu movimiento per si lo comés de noche ¿Cómo lo quemás? ¿dando vueltas en la cama? (ríe)”.

Durante los meses siguientes continué concurriendo cada vez con mayor entusiasmo a entrenar y el hecho de “estar allí”, me permitió percatarme de nociones que aparecían en el campo pero que también atravesaban mi propia corporalidad, poniendo en duda prenociones surgidas antes de comenzar a trabajar. Aquí es necesario enfatizar la mirada de Abélès [2012 (2008) p. 81] quien invita a pensar que la antropología constituye una “visión del mundo en espejo” donde el movimiento que captamos del Otro, en realidad nos revela a nosotros mismos. Es decir, implica un retorno reflexivo sobre el investigador y su sociedad. De igual forma, Augé (2000 [1992] p. 58) sostiene que el llamado “lugar antropológico” constituye al mismo tiempo principio de sentido respecto a aquellos que lo habitan y principio de inteligibilidad para aquel que lo observa.
La cuarta etapa comenzó el martes 20 de diciembre a las 10 am. Cacho envío un mensaje de Whatsapp al grupo de Urban Cross diciendo que habían entrado a robar al gimnasio la noche anterior. En primera instancia, se hablaba de un hecho delictivo pero preguntándole a Malena me confirmó que fue la esposa de Cacho quien había entrado con otras personas y había llevado todo: “-Se llevaron todo, los espejos, las barras, hasta el santo […] No sabes, Cacho no para de llorar-”.
En su Facebook personal, su esposa daba aviso de su nuevo gimnasio cuyo logo eran dos serpientes rojas cara a cara. En las fotografías que subía se veía que las paredes estaban pintadas de la misma manera que Urban, (negras) y el espacio estaba ordenado de forma similar. Mientras, en el grupo de WhatsApp se escribían mensajes de aliento y se debatía qué medidas tomar:

Uh que bajón hermano. Tranquilo que vamos a salir adelante, todos te vamos a dar una mano y ayudar”, “Que lamentable, pero entre todos te ayudaremos a salir adelante”“Kcho usted es un capo. Tu mente brilla que hasta con un palito de escoba te puedes armar un wod mortal y los chicos van a ir satisfechos a sus casas. Eso te puedo asegurar.”

Se organizó una reunión en el box ese mismo día a las 14.30 hs y en ella participaron la gran mayoría de los miembros, debatiendo cómo seguir y dando aliento a Cacho. Él por su parte, casi no escribía más que para pedir que publiquen el hecho en las redes sociales para que en la ciudad se enteren de lo sucedido y diciendo que su hijo estaba destruido por hecho. A partir de allí, comenzaron a buscar un nuevo local. En paralelo más de 100 personas hicieron un grupo de WhatsApp denominado “la familia urbanera” en apoyo al coach. Algunos demostraban agradecimiento hacia el por la forma en que los había ayudado en cuestiones personales como el caso de Marcela, una madre soltera de 36 años.
Sin lugar físico a donde ir, el entreno de los días siguientes fue en el parque Aguirre, frente al ex zoológico. Desde las 14 hs hasta las 21 hs. Cuando llegué cerca de las 19 hs, no eran más de 5 personas las presentes, entre ellas Cacho que estaba sentado en un adoquín. En dos árboles separados por 3 metros, había atado una soga que tenían que saltar. También tenía sogas en una bolsa de consorcio, algunos discos pequeños, botellas de agua que traían los que llegaban, un pequeño radio parlante. Organizó el WOD corto pero intenso.

Competencia Torneo “La Rioja”. Sábado 10 de septiembre de 2016.

Hacía unos meses que Cacho me había comentado que irían a una competencia en octubre y le manifesté en ese entonces mis ganas de participar. Ya sabían mis intenciones como investigador y él como coach del gimnasio estaba de acuerdo. Sin embargo, dos semanas atrás me dijo que había otro torneo antes, el 10 de septiembre en la Rioja. Sabía que esa semana tendría que estar en Córdoba por un curso relacionado a mi trabajo pero aún así acepté la invitación.
El Centro cultural de La Rioja fue el lugar donde se realizó la competencia. Al entrar se veía que era un edificio antiguo pero modernizado. Pude saber después que hace pocos años funciona como centro y que antes fue la Escuela Normal. Lo primero que recibía a los ingresantes era la música a todo volumen de la mano de un DJ, casi siempre ponía música electrónica. El lugar era amplio, en pleno centro de la capital. En el patio interno de lo que era la institución escolar, se observaban pinturas al estilo de los pueblos indígenas, salas de conferencias alrededor y una muñeca gigante vestida de dama antigua cerca de los baños. En el medio un cerco vallado con cinta de plástico utilizada para los casos de accidentes de tránsito, delimitaba un cuadrilátero enorme en el que podían pasar los que entrenaban. Desde el primer momento le pregunté a Cacho si es que yo podía estar con ellos en la competencia puesto que sentía miedo de que no permitieran el ingreso a ajenos. Me dijo que cualquiera podía entrar y efectivamente así era. Nadie me hizo ningún tipo de problema con la permanencia del lugar y en muchos casos cruzaba la línea del cuadrilátero poniéndome al lado de los participantes de Urban Cross. El día era caluroso con un sol fuerte. Había varios estantes con ropa deportiva que se vendía: remeras amarillas con letras grises con el lema “For time: Forging Elite Fitness” (los tenían los coordinadores o jueces de cada grupo), shorts, venta de frutas (bananas, manzanas) facturas, agua en botella.
En la competencia del primer WODs se escuchaban frases como “Metele pata, quemá todo, ¡esa es la tuya dale!” propiciadas de parte de los que no estaban participando hacia aquellos que estaban levantando pesas. Era por tiempo cronometrado el WOD. Cada concursante (aproximadamente 6) tenía un juez o coordinador, con remera amarilla que se encarga de hacer contar las repeticiones. Escuché comentarios de mucha disconformidad respecto a la soga cuando hacía Gonzalo porque el coordinador no le contabilizada de la manera en que él y sus compañeros consideraban debía ser. “-Yo contaba uno, dos tres, cuatro (los dice en forma rápida) y él decía ‘uuuno, doooos, treees,’”. Se utilizaba mucho la frase robar, “me ha robado mucho” haciendo alusión al no haber contado las repeticiones correctamente. Una de las cuestiones que se observaba en los WODs era que sólo una de las juezas estimulaba a sus concursantes, el resto no. Le pregunté a Fany sobre eso, puesto que cuando observaba las competencias internas en Urban o en el Parque, los chicos al ser del mismo gimnasio se apoyaban entre ellos y al ritmo de gritos y casi amenazadas se decían “dale, dale, dejá todo, hacelo de a uno”. Sin embargo, aquí los coordinadores o jueces se limitaban a contabilizar y controlar que estuviesen bien hechos los WODs, no los apoyaban ni los estimulaban a seguir. Se mantenían imparciales, salvo el caso de una chica que con su planilla además de anotar les hacía viento a los jóvenes, dándoles aire cuando estaban exhaustos. Debido a la falta de jueces, Jorge le pidió a Cacho por micrófono si él podía oficiar de este cargo. Según me contó, eran amigos desde hace tiempo con Jorge por ende había cierta confianza para, valga la redundancia, confiarle tamaña responsabilidad. Marcela y Gabriel por su parte le comentaron a Fany que si al hacer la flexión de brazos no apoyaban las palmas completas no les valía: “-No te va a valer si no golpeas las manos contra el suelo, si lo tocas apenitas no te va a valer-”. La estaban previniendo respecto a posibles injusticias que se veían a su entender dentro del cuadrilátero.
Finalizado el RX, se pasó a otra instancia donde había que hacer abdominales con pelota gigante, junto con el levantamiento olímpico denominado OLY. Sólo dos mujeres se animaron a hacer este WOD. Lo interesante era ver como cuando una de las chicas de unos 20 años, quería abandonar la carrera, los demás la instaban a que continuase. Se había generado un clima de comunión entre todos, los adversarios de otros equipos y los de su propio grupo. En un momento parecía que ya no daba más del cansancio, eran pasadas las 21 hs y habían estado todo el día adentro del Centro Cultural. Se detuvo, no pudo más, en su cara se veía una expresión de dolor, ganas de llorar, sus otros dos oponentes habían terminado. Tenía ganas de abandonar, no daba más pero los adversarios la siguieron alentando gritándole. En un momento, dejó la barra en el suelo y con sus manos hizo una señal de “stop” y dijo casi sin voz “esperen, esperen”. Eso causó gracia entre todos los presentes. Después de varios intentos, finalmente terminó su round y de hecho ganó un trofeo luego. Sucede que al ser ella y otra mujer, las únicas dos que se presentaron en esa categoría, los premios debían ir para ellos sí o sí.
Otro de los personajes que se destacó notablemente en esta categoría fue un joven de unos 20 o 22 años. El ejercicio que debía hacer era subirse a una máquina acolchonada de un metro de alto, sentarse en ella, trabar sus pies en una punta y tomar una pelota de unos 5 kg. Cada vez que hacia un abdominal, la pelota debía tocar la punta de sus pies y cuando regresaba hacia el otro extremo, tenía que tocar el suelo. Hecha una serie de repeticiones, debían hacer levantamiento olímpico. Así unas tres o cuatro veces seguidas. Sucede que este joven llamó particularmente la atención de todos porque al hacer los primeros abdominales, los hizo con una gran velocidad, queriendo sobresalir por su capacidad frente a los demás. Las exclamaciones de asombro fueron acompañadas por comentarios como “está loco ese”. Me dijo Cacho que al hacer ese tipo de abdominales tan velozmente, la sangre subía y bajaba de la cabeza hacia el resto del cuerpo, con lo cual perdía oxígeno y podía desmayarse. Cuando se bajó de la máquina, empezó a tambalear similar a una persona en estado de ebriedad. “-Al pedo se quería hacer notar, ahora ya quemó todo-” le decía Cacho a sus alumnos. Cuando quería levantar la barra, su mirada era perdida, se balanceaba de un lado a otro y no podía hacer fuerza. Había quedado en ridículo. Cuando le toco volver a hacer sus abdominales, volvió a hacerlos con gran velocidad y su mirada era perdida, casi como un loco.
La palabra locura siempre rondó por el mundo de Urban desde el primer día, cuando Cacho me dijo “-los que hacen CrossFit si te pones a pensar, no están bien-”. Algo similar me había dicho Agustín un momento antes. Me preguntó cómo iba mi tesis y qué más o menos me interesaba trabajar allí. A mi manera, intenté explicarle que empezaba a analizar la noción de entrenamiento funcional del cuerpo que en un comienzo apareció. También le conté que me gustaría empezar con las entrevistas, particularmente a Cris porque acaba de dar a luz y durante su embarazo había entrenado. También me interesaba el caso de Chupa (quien estaba acostado en el suelo descansando) porque trabajaba y entrenaba. Victor también era un posible informante que me daría datos interesantes, pero inmediatamente Agustin se cruzó de brazos y me dijo: “-¿Y de Víctor qué te interesa?-” mientas hacía una risa curiosa. Le expliqué entonces que también me llamaba la atención que trabajara y entrenara. “-Ah si, Victor es un tipo super metódico que se cuida muchísimo con la comida-”. Eso era cierto pues, varias veces lo había escuchado contar sobre las comidas que preparaba.
Cacho dijo en la cena que ellos no pasaron desapercibidos en relación a sus colegas que también entrenaron, varios comentaron que escuchar a gente decir: “-Mirá los de Santiago del Estero-”, otros que sorprendidos les preguntaban si era verdad que no habían dormido. Contó Cacho que uno de sus alumnos le ganó a un alumno de Pablo (su primer entrenador) y eso fue muy fuerte para él. Sintió que marcaron su presencia y que “dejaron bien parado al norte”. “-Imagínense ustedes si hubiésemos ido bien dormidos-” dijo Cacho. “-Eh si, mira si íbamos dormidos bien-” dijo Fany casi en voz baja y lamentándose en parte aunque satisfecha por el logro. Era cierto, no habían pasado desapercibidos ese día por sus pares. Pero tampoco habían sido ignorados aquella vez en “Las Cuatro Plazas” cuando los vecinos del barrio Siglo XXI los habían visto, o en el Parque Aguirre dos semanas antes, cuando fueron a practicar y las familias los veían. Tampoco pasaban desapercibidos cuando en el viejo gimnasio Urban Cross, hacían sus WODs en la vereda. Sus estocadas, sus levantamientos de ruedas tractores en plena siesta santiagueña captaban la atención de vecinos y transeúntes que muy curiosos se preguntaban qué hacían esos locos. Más de una vez me pregunté por qué hacían lo que hacían, qué los motivaba a hacerlo. Definitivamente, tampoco pasaron desapercibidos para mí como investigador.

Festejo por el triunfo y primeras devoluciones del trabajo de campo.

Cinco días después de haber competido en La Rioja, Cacho me agregó al grupo de WhatsApp que según vi había sido creado nueve meses atrás. Allí me invitaron al asado que harían en casa de Sebastián el día domingo a la noche. Llegué cerca de las 20.30 al barrio, ubicado en la parte sur de la ciudad. En el barrio conocido como “El Matadero” hicimos el asado. A unas cuadras vivía Agustín y su mujer Mary, quienes tenían una carnicería. Llegué a la casa de Sebastián y para mi sorpresa sólo estaban Mary, su marido y un muchacho llamado Marcos. Este tenía 29 años y se había incorporado al gimnasio a principios de año. Su porte corporal era similar al de un tenista, flaco, alto y esbelto. Piel blanca, cuidada, “sin panza” como lo definiría Sebas unas horas más tarde. La mesa ya estaba puesta y en el patio tenían una parrilla cuyo humo entraba por la puerta del comedor. Cuando llegué, a excepción del dueño de casa (que era el asador) los tres invitados estaban muy bien vestidos, casi para salir a bailar. Yo había ido moderadamente bien vestido debido a que no sabía si el encuentro sería informal. De hecho, todos los comensales habían concurrido muy bien producidos, lo cual me daba la pauta que también el festejo por el campeonato era algo serio. El torneo fue algo serio para ellos y hacer CrossFit no era sólo un pasatiempo. Pronto fueron llegando otros a la cena y me percaté que faltaba gente en el encuentro. Por ejemplo, Malena y su marido no habían sido invitados, tampoco Javier el profe de educación física. Según me contó Marcela sólo habían invitado a los que competían. El filtro era ese, con lo cual me sentía halagado de haber entrado en ese target. Así, entendí que para Cacho y los muchachos, yo era alguien más del grupo aunque no compitiese. Mientras estábamos en el patio, Agustín y Marcos contaban sobre el WOD que Cacho les había hecho hacer el día anterior en el Parque Aguirre. “-Fue a la altura del Cristo, no en la calesita […] No fue tan intenso como el de la otra vez-”, haciendo referencia al que hicieron tres semanas atrás y que yo tuve la oportunidad de ver.
Me tocó compartir la parte final de la mesa con Agustín, un muchacho policía y su esposa. En un momento de la cena la mujer del policía me preguntó de dónde era yo. Le comenté que no era de Santiago y que estaba como un “infiltrado” (en tono de broma) porque no practicaba CrossFit. En un momento de la cena, se fueron conformando micro-grupos. Las mujeres en la punta, los hombres que compitieron en un círculo cerrado aparte, mientras en la mesa solo estábamos un matrimonio y yo. Pronto escuché la palabra tesis. Me acerqué a la mesa y de pronto Marcela dijo: “Bueno Fer ahora hablá vos que has estado muy callado”. Se hizo un silencio y di me devolución. Ellos se cruzaban de brazos y me miraban atentamente. Les conté la parte de no pasar desapercibidos. Cuando finalicé, comenté: “-Bueno ahora habla Cacho-”, en tono de broma. Él dijo que era interesante que alguien de afuera diga lo que se ve, porque ellos desde adentro no observaban ciertas cosas. Allí empezaron a comentar sus experiencias en el torneo. Por ejemplo, Gonzalo un joven de 25 años comentó que cada Torneo lo obliga a ver cómo esta atléticamente. Agustín de 24 años dijo que “-Uno siempre vuelve con más pilas después de cada competencia-”, Marcela de 36 años sostuvo que “-Cuando uno compite, el otro (adversario) no es un amigo […] Yo siempre veo lo que está haciendo el otro. Es inevitable-”.
Luego comentaron experiencias personales vividas en torno al prejuicio que implica hacer CrossFit. Marcela contó que una vez un conocido suyo, le preguntó qué deporte hacía. Inmediatamente sin saber que ella iba a Kratos Hard Cross, el hombre le dijo “-¡Ah pero no seas como los pelotudos esos que tiran la goma en la Dorrego!-”, haciendo referencia al ejercicio que consiste en levantar una rueda de tractor y arrojarla al suelo. “-Vete y hacélo vos si crees que es una pelotudez-” le contestó ella, enojada. Esta anécdota me reveló cómo algunos miembros de “Los Locos” significaban el hacer CrossFit. Para ellos ir a entrenar, cumplir un horario dentro del box, superarse día a día, y sobre todo participar de los Torneos, implica legitimar su forma de entrenar y vivir el CrossFit frente al resto de los boxes locales. En más de una oportunidad, los entrenamientos de levantamiento olímpico los organizaban en plazas públicas, a la vista de todos los transeúntes.
En un momento de la noche Cacho levantó su dedo y abriendo los ojos dijo: “-Lo que pasa es que nosotros a diferencia de los otros grupos, creamos estrategias-”. Ese fue un punto crucial para mi trabajo. Sin saberlo, Cacho me había dado una clave para entender cómo ellos habían hecho para ganar el torneo a pesar de no tener las mejores condiciones para hacerlo. Ese día del Torneo habían dormido sólo tres horas en el hostel. Además habían salido de sus trabajos el día anterior y los jueces que les contabilizaron sus repeticiones en los WODs no lo habían hecho de la forma en que ellos consideraban era la correcta. Tampoco les habían pasado los WODs días antes como se suele hacer siempre. Con lo cual llegaron al Centro Cultural de La Rioja sin saber qué tipo de ejercicios iban a hacer ese día. Sin embargo, y ante todos los obstáculos “metieron 6 en el podio” (textuales de Gonzalo).
Mi inquietud como investigador era pensar cómo habían hecho para ganar el Torneo si no tenían condiciones de posibilidad mínimamente garantizadas. Al principio consideré la posibilidad de la improvisación aunque esto se produce en casos donde las personas realizan algo a pesar de no saber cómo. Aquí ellos sabían hacer los ejercicios porque tenían un capital corporal ganado y porque las rutinas que les dieron ese día eran como ellos dijeron “Un WOD de viernes”. Con esto refieren al WOD más pesado que ellos tienen en la semana y por ende, quieren decir que si bien era sumamente pesado y difícil el reto que les proponían, tenían preparación y experiencia para hacerlo. Ese día se encontraron con rutinas que no sabían les iban a dar, con formas de hacer los WODs que en algunos casos eran distintas a la forma en que ellos las hacían. A partir de allí se reunieron en ronda y programaron estrategias. Por ejemplo Gonzalo y Gabriela contaron que cuando tuvieron que hacer estocadas con las mancuernas les costó mucho por la incomodidad que en sus manos les creaba. Ellos estaban acostumbrados a hacer ese mismo ejercicio pero con barras. “-Yo pensaba dentro mío, dame barras, ¡dame barras perro! (ríe y provoca risas en el grupo)-”.
La primera estrategia que creo Cacho fue proponer no apurarse y ganar número de repeticiones, la segunda fue hacer lento el ejercicio en caso de no conocerlo. Al respecto, Bourdieu sostiene que existen dos tipos de agentes. Por un lado, los de mayor antigüedad que despliegan en el campo las estrategias de conservación de un capital acumulado progresivamente. Por el otro, los recién llegados que utilizan estrategias de subversión orientadas hacia una acumulación de capital específico que supone una alteración en la tabla de valores o una redefinición más o menos revolucionaria de los principios de producción Bourdieu ([1984] 1990, p.143). En este caso particular, el capital en juego es simbólico, relacionado al prestigio y la correcta forma de impartir el CrossFit. A partir de las competencias, torneos regionales y en los mismos WODshechos en espacios públicos y compartidos en las redes sociales, los crossfiteros de Kratos Hard Cross buscan legitimar su entrenamiento frente a sus adversarios locales. De ahí que cobran sentido expresiones como “-Los de los otros boxes dicen que hacen CrossFit pero en realidad hacen sólo funcional-”, “-Hemos dejado bien parado al Norte-”.

Conclusiones preliminares

Como he sostenido desde el comienzo del trabajo, el CrossFit como disciplina corporal trasciende la esfera de lo meramente deportivo para producir un cambio en los demás ámbitos de la vida de sus practicantes. Como sostiene Covarrubías Cuellar (1998) cuando hablamos de conversión identitaria hacemos referencia a modificaciones en la totalidad de la persona y con ello la producción de una nueva concepción del mundo. Mostrar el entrenamiento y el cuerpo en un acto similar a la representación teatral, constituye una manera de significar a la disciplina como algo serio, llevado a cabo con un compromiso que trasciende al box y se instala en otras esferas de la vida de sus practicantes. En sucesivas ocasiones los crossfiteros realizaron colectas para solventar los gastos necesarios para los viajes a los torneos. Particularmente en el mes de diciembre de 2016 la comunidad de Kratos Hard Cross atravesó uno de los momentos más difíciles de su historia como fue la pérdida del espacio físico donde estaba el box. Allí la comunidad de “Los Locos” se organizó para buscar otro lugar, juntar dinero y armar una rifa que ayudaría a comprar nuevamente los aparatos necesarios para el nuevo gimnasio. En este caso, “comunidad” es un término nativo utilizado por este grupo para referir al lazo que los mantiene unidos desde el comienzo del gimnasio. Desde la mirada de Tönnies (1912, p. 33), comunidad es entendida como una vida en común y duradera, donde los seres humanos están enlazados entre sí de un modo orgánico y afianzándose recíprocamente.
Ninguna de las categorías aquí presentadas se podrían haber identificado de no ser por la presencia constante en el campo y el proceso reflexivo que inevitablemente acompaña. En esa dirección, incorporarme como aprendiz del CrossFit me permitió obtener información necesaria para el planteamiento de interrogantes iniciales.
La noción de estrategias también es de origen nativo, pues fue utilizado por el instructor en la cena de celebración por el Torneo en La Rioja para explicar cómo fue que lograron ganar a pesar de las condiciones de posibilidad adversas que tuvieron desde el comienzo. Siguiendo la teoría de Bourdieu, lo que estaba en juego en dicho evento era la legitimación de la correcta forma de hacer el CrossFit. En el caso de Kratos Hard Cross esta noción está vinculada a la competencia y no a la estética. Superarse a sí mismo y al rival es parte de la cotidianeidad de “Los locos”. A partir de la práctica deportiva no sólo se reivindica una manera de entrenar, sino de vivir.

 

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