Los contextos sociales que rodean a los deportistas son estudiados para intentar comprender cómo éstos pueden intervenir de manera significativa en la forma en que se vive y experimenta el deporte y de qué manera afectan las conductas, cogniciones y emociones de los deportistas (Balaguer, Castillo, Duda, & García-Merita, 2011). En la interacción deportista-entrenador/a, las actitudes de éstos son tenidas en cuenta para determinar el clima motivacional que generan en sus espacios deportivos (Balaguer, Duda, Moreno, & Crespo, 2009). El clima motivacional es el ambiente o atmósfera en los grupos y equipos deportivos, es decir, lo que se dice y se hace en un entrenamiento, cómo se organiza, se comunica y cuándo y cómo se premia o se da feedback después de una acción adecuada o de un error (Duda, 2013). Asimismo, las variaciones que se dan en el significado de los logros deportivos se desarrollan en función de las metas que se enfatizan y se adoptan en ese ambiente (Duda & Balaguer, 2007). Si un entrenador o entrenadora proporciona una comunicación positiva, implica sus metas hacia la tarea, enfatizando el esfuerzo y la autosuperación, fomenta el apoyo social y autonomía de sus deportistas, se crea un clima empowering. En cambio, si realiza comparaciones entre sus deportistas, intenta controlar sus conductas presionando a que actúen de determinada manera, se crea el clima denominado disempowering (Duda, 2013).
Las investigaciones se han centrado en estudiar el impacto de estos climas motivacionales sobre las experiencias de los deportistas, mostrando que los climas empowering favorecen el desarrollo personal y la calidad de la motivación (Castillo, Duda, Álvarez, & Mercé, 2011; Duda et al., 2013; Reynders et al., 2019), facilitan la cohesión social en los grupos (Balaguer, Castillo, Ródenas, Fabra, & Duda 2015) y actúan como protectores del abandono deportivo (Balaguer, Castillo, Duda, Quested, & Morales-Sánchez, 2011; Quested et al., 2013), mientras que los climas disempowering generan consecuencias negativas como burnout, síntomas de malestar físico y psicológico y abandono deportivo (Appleton & Duda, 2016; Cantú-Berrueto, Castillo, López-Walle, Tristán, & Balaguer, 2016; Fabra, 2017) por la sensaciones de desvalorización que experimentan los y las deportistas es sus grupos de entrenamiento (Balaguer et al., 2009).
Por lo tanto, la literatura muestra cómo los entrenadores y entrenadoras, sobre todo en el deporte adolescente, constituyen una figura jerárquica de referencia, determinando valores y metas en el seno de sus equipos y grupos de entrenamiento (Duda & Appleton, 2016; Solstad et al., 2020). En esta línea, resulta de interés conocer qué características individuales influyen en la adopción de estos climas motivacionales que pueden favorecer u obstaculizar las experiencias de los jóvenes deportistas. Una preocupación vigente en la actualidad, que puede tener un impacto en el bienestar y disfrute de los deportistas es aquella vinculada a la perspectiva de género.
Se sabe que el concepto de género no corresponde a una realidad biológica, sino a una construcción social y cultural. Históricamente, y a partir de los descubrimientos acerca del papel de la socialización como elemento clave en la percepción individual de identidad femenina o masculina, existe una distinción conceptual entre “sexo” y “género”, refiriéndose el primero a los rasgos fisiológicos y biológicos del ser macho o hembra, y el género, a la construcción social de esas diferencias sexuales (Hernández García, 2006). Esta nueva concepción de género influyó en los “estudios de la mujer” de la década del ´70 por medio del feminismo estadounidense académico, lo que proporcionó una nueva perspectiva para resolver las problemáticas que estos no podían explicar fácilmente mediante la dicotómica clásica del “sexo biológico”. Además obtuvieron una legitimidad académica, lo cual influenció en los estudios de género, que tenían la finalidad de explicar una serie de condiciones sociales y culturales en las historias personales, que se inscriben sobre los cuerpos, cogniciones y pensamientos (Hernández García, 2006). Estas construcciones socioculturales, determinaron lo esencial en la feminidad, siendo lo natural la maternidad, otorgándole a lo femenino la exclusividad de la emocionalidad, el cuidado, el ser para los otros, la fragilidad, la dependencia. Mientras que para lo masculino se le otorga la fortaleza, el conocimiento, el poder, la habilidad y el rechazar de sus sentimientos (Hernández García, 2006). En el ámbito del deporte y la actividad física, esta diferenciación tuvo impacto en las prácticas del aprendizaje y los modos de enseñanza, determinando una asimetría en función de lo que es válido según masculinidades y feminidades (Scharagrodsky, 2003).
Actualmente, la formación que reciben los y las profesionales del ámbito deportivo se centra en la construcción de saberes sobre las perspectivas de género, invitando a reflexionar sobre su rol, su práctica y su institución (Ministerio de Turismo y Deportes, 2020). De esta manera, se considera fundamental poder aportar evidencia científica que sustente los contenidos de dichas capacitaciones. Por lo tanto, a partir de los aportes de la literatura acerca de los climas motivacionales en el deporte, resulta de interés indagar acerca de las actitudes que pueden adoptar los entrenadores y las entrenadoras frente a sus creencias sobre los roles tradicionales de género (entendidas como actitudes sexistas) y cómo éstas pueden influir en el bienestar de sus deportistas.
Uno de los modelos más utilizados para estudiar estas actitudes es la Teoría de Sexismo Ambivalente de Glick y Fiske (1996). Los autores reconocen que es necesario ubicar las relaciones sociales para comprender al sexismo y no estudiarlo como un fenómeno aislado. Esto supone reconocer que las actitudes hacia los diferentes géneros son resultado de fuerzas en lucha, de independencia y autonomía en el contexto social y de las fuerzas convergentes de dependencia y heteronomía en el ámbito relacional (Lameiras, 2004). Desde este marco, se plantea que existen dos maneras de actuar de un modo sexista (basada en la asignación de roles en función del sexo biológico): una hostil, con una carga afectiva negativa, ubicando a la mujer en una situación de inferioridad y a los hombres como ostentadores del poder; y otra manera conocida como benevolente, la cual comprende un tono afectivo más positivo, pero reforzando los roles tradicionales. Por el lado de las mujeres se enfatiza un rol de debilidad y necesidad de protección, en donde al hombre se le otorga el papel de protector (Rodríguez Teijeiro, Martínez Patiño, & Mateos Padorno, 2005).
En estudios referidos al sexismo en diferentes poblaciones, se observó que los roles o funciones que se esperan de cada género tienen influencia sobre las conductas sexistas. A su vez, las mismas suelen ser naturalizadas y por ello, legitimadoras del dominio de la masculinidad. Tanto el sexismo como los estereotipos pueden desarrollar futuras actitudes de violencia (Rodríguez Otero & Mancinas Espinoza, 2016). En la mayoría de los casos, los de género masculino suelen puntuar más alto en sexismo hostil y benevolente hacia las mujeres, en comparación con el género femenino. Si bien, la población femenina también suele puntuar alto en sexismo hostil hacia el hombre, suelen obtener menores niveles (e.g. Álvarez Conde & Rodríguez-Castro, 2017; Carretero Bermejo & Nolasco Hernández, 2017; Esteban Ramiro & Fernández Montaño, 2017; Rodríguez, Lameiras, Carrera, & Failde, 2010). De igual modo, las personas que han sido formadas con perspectiva de género o en contextos donde no se enfatizan los roles tradicionales suelen mostrar niveles más bajos de sexismo, de estereotipos de género y mejores actitudes hacia la diversidad (Rodríguez Otero & Mancinas Espinoza, 2016).
Las consideraciones acerca del género han sido fuente de numerosos hallazgos en el ámbito de la actividad física y el deporte, mostrando que las variables del contexto social tienen un efecto diferente en función del género en diferentes indicadores de salud y bienestar de los adolescentes. Por ejemplo, el apoyo a la autonomía por parte de los entrenadores tiene mayor influencia en el compromiso en los varones que en las mujeres y en la intención de abandono del deporte en éstas últimas, en comparación con los varones (Raimundi, Celsi, Otero, Schmidt, & Castillo, en prensa). Asimismo, los entrenadores que generan un clima motivacional de implicación en la tarea favorecen el compromiso y la diversión en deportistas masculinos, pero no en las femeninas (Torregrossa et al., 2011). Por otro lado, las diferencias de género se siguen encontrando en variables tales como percepción del clima motivacional de los entrenadores o profesores y en su relación con el autoconcepto (Fernández, García-Arabehety, Celsi, Tourn, & Raimundi, 2018; Levin, 2016) y con las habilidades psicológicas para el rendimiento deportivo (Raimundi, Celsi, & Otero, 2020). En el ámbito de la educación física, se muestra que el feedback de los profesores tiene un efecto más positivo en las de género femenino (Mouratidis, Vansteenkiste, Lens, & Sideridis, 2008) y también son ellas las que suelen responder mejor a esa comunicación (Nicaise, Cogérino, Bois, & Amorose, 2006). Sin embargo, aún son escasos los trabajos que han indagado el efecto del género de los entrenadores o profesores en su relación con las variables de los deportistas. En el ámbito de la educación física se ha encontrado que las percepciones de estudiantes acerca del apoyo a la autonomía de sus profesores, en su relación con la motivación, eran mayores cuando se trataba de profesoras, independientemente del género de los alumnos (Castillo et al., 2018).
Aunque en los últimos años la temática de género ha aumentado considerablemente su interés en el ámbito de la actividad física y el deporte (e.g. Chalabaev, Sarrazin, Fontayne, Boiché, & Clément-Guillotin, 2013; LaVoi, McGarry, & Fisher, 2019), hasta el momento, no se han encontrado estudios acerca de las actitudes sexistas y su relación con el clima motivacional que crean los entrenadores y entrenadoras en sus entrenamientos y competencias. Por lo tanto, el objetivo de este trabajo es estudiar la relación entre las actitudes sexistas ambivalentes y el clima motivacional percibido por los entrenadores y entrenadoras en sus equipos. Como objetivo adicional, se estudiaron las diferencias en las actitudes sexistas en función del género.
Método
Tipo de estudio y diseño
Estudio de estrategia asociativa, de tipo comparativo de diseño correlacional transversal (Ato, López-García, & Benavente, 2013).
Participantes
Para esta investigación se tomaron a los géneros masculinos y femeninos desde una perspectiva binaria, dadas las características de los instrumentos a utilizar y debido a que los participantes se autopercibieron como de género masculino y femenino cisgénero. Participaron 93 entrenadores y entrenadoras (masculino cisgénero 65%, n = 60; femenino cisgénero 35%, n = 33) de entre 19 y 65 años (. M= 32,5; DT =10,4), que residían en su mayoría en el AMBA (Ciudad de Buenos Aires y Conurbano, Argentina) (88,2%), mientras que un 11,8% residía en el interior del país. En la Tabla 1 se presentan los datos sociodemográficos de todos los participantes.
Instrumentos
Cuestionario sociodemográfico. Evalúa edad, nivel educativo, deporte entrenado, categorías y género, años en el deporte, cursos habilitantes, etc.
Cuestionario de Clima Motivacional Empowering y Disempowering creado por el Entrenador (EDMCQ-C; Solstad et al., 2020; adaptación argentina: Raimundi, Pérez-Gaido, Celsi, & Castillo, 2020). Adaptado para que los entrenadores evalúen su autopercepción con respecto a sus propias conductas con sus deportistas, a través de tres factores: Implicación en la Tarea (“Me aseguré de que los jugadores se sintieran buenos (capaces) cuando mejoraban”), Apoyo a la Autonomía (“Ofrecí a los jugadores distintas alternativas y opciones para elegir en los entrenamientos”) y Apoyo Social (“Escuché abiertamente y sin juzgar los sentimientos de los jugadores”) (Clima Empowering), y la percepción del Clima Disempowering: Implicación en el Ego (“Tuve mis jugadores preferidos”) y Estilo Controlador (“Presté menos atención a los jugadores cuando hicieron algo que me molestó”). El instrumento está compuesto por 34 ítems con formato de respuesta en escala Likert de cinco puntos (de totalmente en desacuerdo a totalmente de acuerdo). Posee adecuados indicadores de validez y confiabilidad para las versiones en diferentes idiomas, incluido el español (Solstad et al., 2020). Asimismo, se está utilizando en población argentina con adecuadas propiedades psicométricas (Raimundi et al., 2020).
Cuestionario sobre sexismo ambivalente hacia las mujeres (Glick & Fiske, 1996; adaptación: Rodríguez Castro, Lameiras Fernández, & Carrera Fernández, 2009). Su versión reducida está compuesta por 12 ítems que evalúan dos componentes: sexismo hostil (“Las mujeres exageran los problemas que tienen en el trabajo”) y sexismo benevolente (“Las mujeres deben ser queridas y protegidas por los hombres”), a través de una escala Likert de acuerdo de cinco puntos. Posee adecuados indicadores de validez y confiabilidad.
Cuestionario sobre sexismo ambivalente hacia los hombres (Glick & Fiske, 1999; adaptación: Rodríguez Castro et al., 2009). También posee una versión reducida que está compuesta por 12 ítems que evalúan ambos componentes del sexismo (benevolente, “Los hombres están más dispuestos a correr riesgos que las mujeres” y hostil “Cuando los hombres prestan ayuda a las mujeres, a menudo intentan demostrar que son mejores que ellas”), a través de una escala Likert de acuerdo de cinco puntos. Posee adecuados indicadores de validez y confiabilidad.
En la Tabla 2 se presentan los índices de consistencia interna (alpha de Cronbach) para cada una de las variables que componen el estudio.
Procedimiento
Este proyecto cuenta con el aval del Comité de Ética de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y forma parte de una investigación más amplia que se orienta al estudio de las percepciones de entrenadores y deportistas de categorías formativas acerca de las conductas que llevan a cabo en sus entrenamientos y partidos. Los participantes respondieron voluntariamente y de forma anónima a través de la plataforma Google Forms. La misma permite una respuesta por usuario, de esta manera se evita obtener casos duplicados. El protocolo de instrumentos se difundió a través de las plataformas WhatsApp y Facebook. En primera instancia, se realizó una revisión del cuestionario con la participación de 10 entrenadores, para determinar posible inconveniente con la interpretación de los ítems. No se encontraron dificultades al momento de completar los instrumentos. La recolección de datos se realizó en dos fases: entre el 19/7/2019 y 13/09/2019, se obtuvieron 69 casos y entre 27/11/2019 y 16/12/2019 se obtuvieron 24 casos.
Análisis de datos
Dada la conformación de la muestra, en primer lugar, se realizaron pruebas χ2 para estudiar la asociación de las variables sociodemográficas función del género de los entrenadores. En segundo lugar, se realizaron comparaciones de grupo (U de Mann-Whitney) para estudiar las diferencias en las actitudes sexistas en función del género. Asimismo, se generaron perfiles de sexismo a través del análisis de clusters, utilizando una combinación de procedimientos: en primer lugar, se utilizó un análisis jerárquico utilizando el método de vinculación de Ward y una distancia euclidiana al cuadrado para identificar el número de conglomerados que deberían formarse. En segundo lugar, para la validación de la solución, se realizó un análisis no jerárquico (K-medias). La replicabilidad de la solución se examinó a través del análisis de varianza (ANOVA) para confirmar que existían diferencias significativas entre los clusters en las variables de sexismo. Por último, se analizó la pertenencia de los entrenadores a cada uno de los conglomerados en función del género con la prueba Chi cuadrado (χ2). Con el fin de estudiar el papel del género en la relación actitudes sexistas y el clima motivacional creado por los entrenadores se utilizaron correlaciones (rho de Spearman) separadas por género.
Resultados
En primer lugar, se encontró que existe una asociación entre el género de los entrenadores y el género de los deportistas que entrenan [χ2 (2, n = 93) = 15,5, p < 0,001, V = 0,4], mostrando una ausencia de entrenadoras que están a cargo de equipos masculinos, mientras que se observan porcentajes similares entre entrenadores y entrenadoras, cuando el equipo es femenino. Asimismo, se encontró una asociación en función del deporte entrenado [χ2 (8, n = 93) = 26,5, p = 0,001, V = 0,5], mostrando que las entrenadoras en su mayoría son de gimnasia artística y hockey, mientras que, entre los entrenadores, los deportes más entrenados son básquet y fútbol. Por último, se encontró una diferencia significativa en la edad, mostrando que la media de edad del grupo de entrenadores es mayor que la media de las entrenadoras (Tabla 1).
En la Tabla 2 se presentan los estadísticos descriptivos de la muestra total, los índices de consistencia interna y los resultados de la prueba de normalidad (Kolmogorov-Smirnov) para cada una de las variables.
Las comparaciones de grupo mostraron que no hay diferencias significativas en las actitudes sexistas en función del género de los entrenadores en sexismo benevolente hacia la mujer [U = 813,5; p = 0,15; MR femenino = 41,6; MR masculino = 49,9], hacia el hombre [U = 900,5; p = 0,47; MR femenino = 44,2; MR masculino = 48,49], sexismo hostil hacia la mujer [U = 850,5; p = 0,26; MR femenino = 42,77; MR masculino = 49,33] ni hacia el hombre [U = 792,5; p = 0,11; MR femenino = 52,98; MR masculino = 43,7].
Con el fin de elaborar perfiles de actitudes sexistas en los entrenadores y entrenadoras, se realizaron dos análisis de conglomerados. En primer lugar, la inspección del dendograma arrojado por el análisis de conglomerados jerárquico reveló que podría existir una solución de dos, tres o cuatro conglomerados que fueron estudiadas. La comparación entre soluciones mostró que la solución de dos grupos implica la estructura más simple posible que representa agrupaciones homogéneas (Hair, Anderson, Tatham, & Black, 2001). En segundo lugar, se determinó nuevamente que la solución de dos conglomerados era la mejor opción, en función de la similitud entre los centros de conglomerados finales resultantes de la solución K-medias con los del análisis jerárquico y la capacidad de interpretación de la solución.
El cluster 1 (“bajo sexismo”) agrupó entrenadores con un perfil de actitudes sexistas con los puntajes más bajos, mientras que el cluster 2 (“alto sexismo”), agrupó entrenadores con medias significativamente más altas en todas las actitudes sexistas (p ˂ 0, 001). Al analizar la pertenencia de los entrenadores y entrenadoras a cada uno de los conglomerados, no se encontró una asociación significativa respecto del perfil de actitudes sexistas y el género [χ2 (1, n = 93) = 0,2; p = 0,665; V = 0,05] mostrando que no hay diferencias en el perfil (alto – bajo) de percepción de actitudes sexistas en función del género de los entrenadores (Tabla 3).
Respecto de las correlaciones, para las entrenadoras se encontraron correlaciones significativas entre el clima empowering y su dimensión implicación en la tarea con sexismo benevolente hacia la mujer; mientras que no se encontraron correlaciones significativas entre los entrenadores en estas variables. Respecto de las dimensiones del clima disempowering, para las mujeres, se encontraron correlaciones significativas entre la dimensión de implicación en el ego con todas las actitudes sexistas y para los varones, se encontró una correlación significativa entre la dimensión de implicación en el ego con el sexismo hostil hacia los hombres, mientras que el estilo controlador se asoció al sexismo benevolente hacia la mujer y el hostil hacia ambos. Por último, solo entre los entrenadores, el clima disempowering correlacionó con el sexismo hostil hacia ambos (Tabla 4). Todas las correlaciones fueron moderadas o levemente por debajo del criterio de .30 (Cohen, 1992).
Discusión
El objetivo de este trabajo fue estudiar la relación entre la percepción de las actitudes sexistas de los entrenadores y las entrenadoras y el clima motivacional que crean con sus deportistas. Para ello, en primer lugar, se estudiaron las diferencias en las características sociodemográficas de los participantes. Los análisis mostraron una asociación entre el género de los participantes y el género de los deportistas que entrenan, lo cual revela una ausencia de entrenadoras que están a cargo de equipos masculinos, mientras que se observan porcentajes similares entre entrenadores y entrenadoras, cuando el equipo es femenino. La representación desigual que se sostiene en el ámbito del deporte respecto de la proporción de entrenadoras y entrenadores muestra que la profesión continúa siendo un ámbito mayoritariamente ocupado por el género masculino, fenómeno que se extiende alrededor del mundo (LaVoi et al., 2019).
Por otro lado, se encontró una asociación en función del deporte, mostrando que las entrenadoras en su mayoría son de gimnasia artística y hockey, mientras que, entre los entrenadores, los deportes más entrenados son básquet y fútbol. Este resultado también muestra una asociación entre el tipo de deporte en el que trabajan las entrenadoras, con características más vinculadas a modelos tradicionales femeninos. En el caso de la gimnasia artística, con características artísticas y estéticas, y de contacto, pero con un elemento, en el caso del hockey, en las que se ha observado un estereotipo de desarrollo de la deportista “bella” (Garton & Nemesia, 2017). Los deportes que más entrenan los entrenadores del presente estudio son los deportes con mayor tradición y desarrollo en nuestro país y la proporción de mujeres que practican estos deportes es desigual, no sólo en el deporte de alta competición (el cual se ha profesionalizado para las mujeres hace muy poco tiempo) sino también en los otros modelos de práctica deportiva, por ejemplo, en el nivel escolar (Alfaro, 2004).
Por último, se encontró una diferencia significativa en la edad, con una media más baja entre las entrenadoras, que puede estar mostrando justamente que la profesión para ellas aún está en desarrollo (Wasend & LaVoi, 2019), por lo tanto, hay una menor cantidad de entrenadoras con más años de experiencia. Se afirma que los factores culturales de la educación y los estereotipos de género han sido responsables de estas diferencias en la práctica y en la elección de la carrera de entrenadores en el deporte, ya que en los países en donde las diferencias de género son menos marcadas, la práctica del deporte se vuelve mayor entre las de género femenino (Balaguer & Castillo, 2002), impactando también en la potenciación del modelo de mujer deportista y en el aumento del número de profesionales entrenadoras.
Los resultados de las comparaciones de grupo y el análisis de conglomerados mostraron que las actitudes sexistas de los entrenadores, según la propia percepción de los participantes, no difieren en función de su género. Aunque estas actitudes pueden tener diferentes niveles (i.e. altos y bajos), combinándose los diferentes tipos de sexismo ambivalente hacia los hombres y las mujeres entre sí, no se encontró una asociación significativa entre las actitudes y el género.
Estos resultados se diferencian de las investigaciones previas sobre sexismo en diferentes poblaciones, ya que se muestra que participantes de género masculino obtienen puntuaciones más altas en sexismo hostil y benevolente hacia la mujer, mientras que al evaluar el sexismo hacia los hombres, el género femenino refleja un mayor sexismo hostil (Álvarez Conde & Rodríguez-Castro, 2017; Carretero Bermejo & Nolasco Hernández, 2017; Esteban Ramiro & Fernández Montaño, 2017; Rodríguez et al., 2010; Vaamonde, 2010). El deporte históricamente ha sido un ámbito mayoritariamente masculino y aun con progresos, ha sido un ámbito que se ha abierto menos que otros (como la medicina, la política, etc.) a un desarrollo equitativo (Banwell, Kerr, & Stirling, 2019; Griffin, 2015). Esta diferencia entre géneros en población general tal vez no se repita en el deporte por el proceso necesario que las entrenadoras han tenido que realizar para adaptarse al funcionamiento del ámbito (creado originalmente para los “hombres”), con una entrada tardía en él, teniendo que adoptar actitudes más parecidas a las de sus pares masculinos (Rodríguez Teijeiro et al., 2005). Por lo tanto, el nivel de actitudes sexistas semejante en ambos grupos del presente estudio podría explicarse por este hecho.
Por otro lado, desde la interpretación de los resultados de Glick y Fiske (1999), se muestra que en aquellas sociedades en donde los de género masculino asumen actitudes sexistas hostiles, las de género femenino muestran actitudes más hostiles hacia ellos, poniendo en evidencia que en dichas comunidades existen ideologías que caracterizan al género femenino como un grupo subordinado y se legitima el poder social y la responsabilidad de la relegación de las mujeres en su estatus de inferioridad a los hombres (Lagarde, 1996; Rodríguez Castro et al., 2009). Como sugiere Lagarde (1996), históricamente la mujer ha sido ubicada en un rol de cuidado, poniéndose continuamente entre la ambivalencia de protección, pero a su vez, de búsqueda de igualdad con los otros. Las mujeres, entonces, pueden aumentar sus niveles de sexismo debido a la percepción de diferencia de poder que tienen respecto a los varones. Independientemente de ello, esas actitudes no llevan a un cambio en las jerarquías establecidas socialmente entre los géneros, por ende, muchas mujeres adoptan un rol sexista benevolente hacia los hombres, ya que, de esta manera, se obtiene un lugar de protección y seguridad (Rodríguez Castro et al., 2009). Sin embargo, el desarrollo entre ambos continúa siendo desigual.
Respecto de la relación entre la percepción de las actitudes sexistas y el clima que los entrenadores y entrenadoras perciben que crean en sus entrenamientos y competencias, se encontraron diferencias en función del género. Por un lado, entre las entrenadoras, las actitudes sexistas, se relacionaron tanto con el clima disempowering, como con el clima empowering. Se encontró que el sexismo benevolente hacia las mujeres tiene una relación significativa con la dimensión de implicación en la tarea (empowering) y de implicación en el ego (disempowering). Esto muestra, por un lado, que estas actitudes sexistas con un tono afectivo protector se relacionan con la creación de un ambiente de entrenamiento que considera el desarrollo, el esfuerzo y la autosuperación de sus deportistas, pero a la vez, también se relaciona con la comparación para valorar el éxito, centrándose en que los deportistas compitan con los otros para superarse entre sí (implicación en el ego), es decir, obtengan la sensación de competencia solo por “ser mejor que el otro”.
Por lo tanto, un clima caracterizado por conductas de las entrenadoras que lleven a la necesidad de sentirse competentes, pero obteniéndolo solo cuando se es mejor que los demás, puede llevar a sentimientos de poca autovalía y frustración (González, García-Merita, Castillo, & Balaguer, 2016) que pueden llevar al abandono deportivo (Raimundi, Celsi, Otero, et al., en prensa). Asimismo, estas actitudes sexistas benevolentes, ocultando su verdadera esencia que enfatiza los roles tradicionales de género, a través de actitudes de protección y complementariedad, se relacionan, en principio, con climas que posibilitan un desarrollo positivo, dado que se ha mostrado que los climas empowering son los que promueven el bienestar a través del deporte (e.g. Duda & Appleton, 2016).
Sin embargo, será importante preguntarse si estas actitudes, a largo plazo, producen un desarrollo realmente positivo o este desarrollo se limita respecto del de los varones. Estas actitudes sostienen la desigualdad de la mujer en el ámbito del deporte dado que la posición de dominación masculina sigue intacta. El control de los hombres está profundamente arraigado y esto podría ser un factor primario para la escasez y estancamiento de mujeres en puestos de liderazgo, como los que implica el papel de las entrenadoras (LaVoi et al., 2019).
Por el otro lado, entre los entrenadores, las actitudes sexistas se relacionaron con el clima disempowering (como puntaje total) y con las dimensiones de estilo controlador e implicación en el ego. La única variable del sexismo que no tuvo relación con el clima motivacional fue el sexismo benevolente hacia los hombres. Los resultados mostraron que, en ambos géneros, las actitudes sexistas hostiles, aquellas que intentan mantener los roles tradicionales por medio de actitudes discriminatorias, se relacionan con el clima disempowering y sus dimensiones. Es decir que a través de estas actitudes sexistas los entrenadores y entrenadoras se pueden generar ambientes de entrenamiento que se han mostrado perjudiciales para el bienestar y el desarrollo deportivo de los jóvenes atletas (Duda et al., 2013; Duda & Appleton, 2016).
Por lo tanto, estos resultados ponen de manifiesto que es indispensable en la formación de futuros profesionales del ámbito del deporte, conocer cómo sus actitudes, en este caso sexistas, pueden influir en las experiencias de sus deportistas, obstaculizando su desarrollo óptimo dentro de la disciplina y aumentando la posibilidad del abandono deportivo, teniendo consecuencias en la esfera psicosocial de los y las deportistas (Duda & Appleton, 2016; Quested et al., 2013).
Este estudio presenta algunas limitaciones. Las primeras se relacionan con la muestra utilizada. Debido a que se trabajó con una muestra no probabilística y la misma no es representativa, se encontraron diferencias en las características sociodemográficas de entrenadores y entrenadoras. En primer lugar, la cantidad de entrenadoras fue mucho menor a la de los entrenadores: la proporción de entrenadoras y entrenadores que están a cargo de grupos femeninos y masculinos fue desigual, así como los deportes entrenados, y se encontró una diferencia significativa en edad de los grupos. Por esta razón, no se pudieron realizar análisis multivariantes para estudiar los efectos principales y de interacción entre estas variables. Por lo tanto, es preciso tener cautela al generalizar los resultados y tener en cuenta las diferencias que aún persisten en cuanto a la socialización del deporte en función del género que reafirman la falta de equidad respecto de las entrenadoras.
El contexto sociocultural crea barreras asociando al deporte y liderazgo con características tradicionales masculinas, valorando los deportes masculinos sobre los femeninos y privilegiando el comportamiento de entrenadores hombres. Muchas veces, esta falta de apoyo ubica a la mujer en un lugar de menor percepción de eficacia en su rol de entrenadora porque internaliza estos estereotipos (Wasend & LaVoi, 2019). Por otro lado, dado que diferentes estudios muestran que en función de su género los deportistas perciben de diferente manera las conductas de sus entrenadores (Raimundi, Celsi, & Otero, 2020; Raimundi, Celsi, Otero, et al., en prensa) y también hay un efecto diferente respecto del género de los profesores (Castillo et al., 2018), será necesario desarrollar futuros estudios que permitan profundizar estos aspectos.
En segundo lugar, el estudio se orientó a evaluar las percepciones de los entrenadores y entrenadoras respecto de las actitudes sexistas y del clima motivacional que crean en sus entrenamientos y competencias desde una perspectiva cuantitativa, a través de instrumentos de autoinforme. Por lo tanto, no se ha considerado lo que efectivamente realizan los entrenadores y entrenadoras o lo que perciben sus deportistas. Para profundizar la comprensión de estos fenómenos, es importante continuar indagando con el fin de explorar la relación entre las autopercepciones de los entrenadores, la percepción de los deportistas y las conductas realizadas, ya que se han mostrado discrepancias entre las percepciones y la conducta de entrenadores o profesores y los deportistas o practicantes (Alves Franco, Da Costa Simões, Castañer, De Jesus Fernandes Rodrigues, & Anguera, 2013; Smith et al., 2016b) Mientras que, considerando todas las fuentes de información, los modelos orientados a predecir las experiencias de los deportistas se vuelven más robustos (Smith, Quested, Appleton, & Duda, 2016a). Asimismo, será importante poder estudiar las percepciones de los entrenadores y sus deportistas acerca de las actitudes sexistas en sus equipos, a través de la metodologia cualitativa, posibilitando el estudio de las experiencias de los grupos humanos sin restringir a los actores a las categorías preconcebidas o generadas en otros contextos (Schmidt et al., 2008).
Por último, el desarrollo o la adaptación de instrumentos destinados a evaluar las actitudes sexistas de los entrenadores puede representar un avance para responder a la especificidad del contexto del deporte. De esta manera se puede obtener información para contribuir a la profundización del estudio de las actitudes sexistas y con ello, a la reflexión en la formación de los entrenadores.
Conclusiones
Más allá de estas limitaciones, el presente estudio contribuye al estudio de las actitudes sexistas en una población específica, como la de los y las entrenadores/as deportivos, mostrando su relación con los climas motivacionales, como conductas que pueden favorecer u obstaculizar el desarrollo de los deportistas. Asimismo, esta relación se establece de forma diferente, cuando se considera el género de los entrenadores. De esta manera, se intenta aportar respaldo y evidencia empírica a la necesidad de formación sobre género en la comunidad deportiva y en la Educación Física.
Asimismo, se considera importante que los deportistas masculinos y femeninos vean a las mujeres en puestos de liderazgo, como el entrenamiento, porque las mujeres en estos puestos pueden aumentar la autoestima de las niñas, influir en el cambio cultural al desafiar los estereotipos de género y demostrar a los demás que el deporte es inclusivo, un dominio aceptable y esperable para niñas y mujeres y que es posible lograr una equidad (Banwell et al., 2019). A pesar de estos beneficios, los bajos niveles de mujeres en el entrenamiento deportivo continúan perdurando (Griffin, 2015). En esta línea, será necesario continuar en el desarrollo de estrategias para crear un contexto deportivo favorecedor del desarrollo de entrenadoras y mujeres deportistas en todo nivel, mediante la sensibilización de la escuela y la formación de los docentes para el fomento de la competición deportiva femenina en el ámbito escolar; la selección de talentos deportivos, la eliminación de las discriminaciones económicas y premios, el aumento del número de otras profesionales que trabajan en el deporte (psicólogas, preparadoras físicas, médicas, etc.), y la difusión y potenciación del modelo de mujer deportista (Alfaro, 2004).