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Educación Física y Ciencia

versión On-line ISSN 2314-2561

Educ. fís. cienc. vol.23 no.2 Ensenada  2021

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.24215/23142561e177 

Artículos

Ah…. Tas’ loco. Aproximaciones a la relación entre fútbol y murga en San Carlos - Maldonado

Ah... you're crazy. Approaches to the relationship between soccer and murga in San Carlos - Maldonado

Diego Martín Alsina Machado1  dmam1989@gmail.com

Bruno Mora Pereyra2  bmora80@gmail.com

1Instituto Superior de Educación Física. Centro Universitario Regional Este. Universidad de la República

2Instituto Superior de Educación Física. Universidad de la República

Resumen

Afectados por los estudios sociales y culturales sobre deporte, en este proyecto colectivo indagamos acerca de la producción de identidades en la ciudad de San Carlos, Maldonado, a partir de lo que generan el fútbol y la murga en la cultura de la ciudad. Existe una fuerte relación temporal y espacial entre ambas prácticas, que vinculan actores locales de manera cotidiana, con actores extra locales en las temporadas de competencia, en una intensidad alternada (invernal para el fútbol y estival para la murga) - relación temporal -. La - relación espacial - se genera a partir de que los clubes tienen una oferta compartida de fútbol y murga en sus sedes. Particularmente, se pretende responder a la tradición a través del fútbol y de la murga, ¿cómo se revive esta tradición en los clubes de San Carlos? Se incluye un cuaderno de notas guiado por la observación participante, a lo que se agregaran entrevistas a referentes institucionales y charlas informales. El objetivo es detectar las grandes situaciones y fronteras que expresan los universos culturales y sociales en su compleja articulación y relación. Este trabajo se ubica dentro del marco institucional de la Universidad de la República, bajo el Programa de Apoyo a la Investigación Estudiantil, y a partir de los aportes del proyecto de maestría en curso Yo nací cantando gol. Fútbol y murgas en Uruguay: identidades y procesos colectivos en la ciudad de San Carlos de Maldonado.

Palabras clave Fútbol; Murga; Identidades; Territorio

Abstract

Affected by social and cultural studies on sports, in this collective project we investigate the production of identities in the city of San Carlos, Maldonado, from what football and murga generate in the culture of said city. There is a strong temporal and spatial relationship between both practices, which link local actors on a daily basis, with extra-local actors in the competition seasons, in an alternating intensity (winter for football and summer for murga) temporal relationship. The spatial relation is generated from the fact that the clubs have a shared offer of football and murga in their headquarters. Particularly, it is intended to respond to the tradition through football and murga and how this tradition is revived in the clubs of San Carlos. A notebook is included, guided by participant observation, to which interviews with institutional references and informal talks will be added. The objective is to identify the great situations and frontiers that express the cultural and social universes in their complex articulation and relationship. This work is located within the institutional framework of the University of the Republic, under the Student Research Support Program, and based on the contributions of the ongoing master's project “I was born singing goal. Football and murgas in Uruguay: identities and collective processes in the city of San Carlos de Maldonado.”

Keywords Football; Murga; Identities; Territory

a) Introducción

La construcción de un espacio delimitado con ciertas características permite imaginar o reconocer un territorio comprendido como una construcción social, histórica y cultural, producto de la apropiación de poderes y relaciones. Es cuando se enmarca en una representación espacial delimitada, dinámica y móvil, con demarcación histórica, interpretaciones míticas y la configuración de instituciones (municipal, regional, familiar). En este sentido, consideramos importante, en este recorrido, contextualizar y exponer la descripción de los clubes carolinos 1, así como el particular entramado que confeccionan con ciertas prácticas culturales, donde se destacan el fútbol y la murga.

La ciudad de San Carlos es una pequeña ciudad del interior del Uruguay, periférica a la ciudad de Maldonado; habitada principalmente por trabajadores, fundamentalmente obreros del sector edilicio, y vinculados a las actividades de turismo en la ciudad de Punta del Este. El barrio es un lugar donde diversas organizaciones civiles entran en juego; lo que habilita diversas formas de sostener o darle vida 2: clubes, cooperativas, plazas, parques, tablados 3, que pretenden definir y delimitar en su materialidad, la disputa por la identidad del barrio. La conformación del espacio público de los barrios, está definida por la disposición de parques y plazas, la consolidación de diversas instituciones públicas y privadas, comercios, fábricas, bares, entre otros (Archetti, 2003). Los y las habitantes carolinos configuran un espacio social en torno al Teatro de Verano4 y los clubes deportivos, donde en una superficie de alrededor de 1400 km² se encuentren cerca de veinte clubes de fútbol, con sus estadios y respectivas sedes en sincronía con la actividad murguera. En consecuencia, en los barrios carolinos en el afán por comprender la composición de los clubes barriales y su actividad – fútbol y murga – se configuran procesos de construcción de cualidades identitarias consideradas necesarias para ser mantenidas y sostener su persistencia, denominadas fronteras (Barth, 1976; Grimson, 2011). Para estos autores que buscan alejarse de los esencialismos, idealismos, y empirismos, una frontera es un espacio dinámico que da cuenta de aquello que queremos ser, como aquello que no queremos ser, personal y colectivamente. Se parte de la inexistencia de variables explicativas que determinan las conductas de los sujetos, y mucho menos, que expliquen a un grupo cultural. Si bien estas fronteras son simbólicas, se ven materializadas en acciones concretas, como ser su acciones, concepciones de comunidad, cultura, deporte, territorio, etc. Teóricamente, consideran necesario insistir en que las distinciones étnicas no dependen del grado de movilidad o tipo de intercambio, sino de los procesos sociales de incorporación y exclusión, a partir de los cuales la participación y afiliación emergen como categorías distintivas (Barth, 1976). En ese sentido, no es correcto considerar el territorio como únicamente una porción de tierra delimitada con su complejidad biofísica (relieve, condiciones ambientales, biodiversidad). Debemos considerarlo dentro de sus dimensiones históricas, económicas, sociales, culturales y políticas, que exceden un mapa y lo estiman como un espacio socialmente construido y a ser construido. Al comprender este espacio según Bourdieu (1983), como un espacio social construido a partir de disposiciones e intereses semejantes, o estructuras concebidas como “estructuras mentales a través de las cuales aprehenden el mundo social” (p.134). En definitiva, el espacio y sus prácticas como resultado de una inscripción social posible de interpelar, mediante sus relaciones sociales y de poder.

El proceso de construcción y representación del territorio en nuestro caso, forma parte de una acción objetiva y subjetiva en el proceso de apropiación de los actores sobre ese espacio. Esta apropiación es a la vez mítica, social, política y material, donde se distinguen el valor y las acciones que los grupos sociales otorgan a este espacio (Giménez, 1996). El orden social y político que parece “natural” es resultado de prácticas específicas donde los discursos desempeñan una función legitimadora esencial. En esa medida, este espacio social y deportivo, es un escenario de conflicto entre grupos sociales que buscan imponer sus sentidos y definir las prácticas donde comprender el punto de disputa y de reconocimiento (Bourdieu, 1983), mediante dos prácticas concretas.

En esta lógica, es necesario realizar una íntima conexión entre los espacios geográficos y los espacios atribuidos y concebidos como simbólicos; las diferentes fronteras. No obstante, esta intención de caracterización dentro de un espacio con la presencia del ser humano y su relación dinámica permite su producción, su reproducción, y su resignificación. Las formas y medios de disputa por la forma cultural reflejan una historia de diversas maneras de adaptación al medio a medida que sus relaciones permiten la autoadscripción y adscripción por otros (Barth, 1976). Desde esta perspectiva, el origen de ese espacio es el universo simbólico y afectivo que plasma en sus integrantes fuertes sentimientos de pertenencia y conciencia regional, llevando a la práctica acciones colectivas, procesos económicos, productivos, políticos, entre otros. Sería un error considerar al territorio únicamente con criterios cartográficos, al simplificar las concepciones de la realidad humana, ya que este es el sustrato espacial necesario de toda realidad humana, al cual accedemos a partir de una elaboración significativa de las condiciones (Grimson, 2011; Velásquez, 2012).

Un claro ejemplo de material discursivo son las letras de las murgas. Siempre críticas y actualizadas con las dinámicas políticas y locales.

Dicen que en el Este se entreveran los dementes con poetas

y que quieren arreglar todo el mundo en un segundo,

casi todo a su modo y dejar de competir para seguir

siendo aquello que ellos son.

Se hace la noche hora de ensayar, el club se prepara para festejar,

la murga se peina para enamorar, acá todo el año es un Carnaval.

Subite al camión, hace como yo, ponete el traje ya,

gritale al mundo que querés cantar.

El barrio que sale todo a bailar, sonidos que inundan de felicidad.

Mi gente está ahí, no necesito más, el primer premio de verdad.

Se corre la voz, se prende el fogón, se corta la calle

y van volando serpentinas por el aire,

explota la sede, crece una flor, se arma una rueda,

los niños en la vuelta no quieren dormir.

Pintó cantarola, tocan un tango, voy a abrazarte

los parroquianos mandan vueltas a lo grande,

en una esquina prenden la radio, noche de fallos (Retirada 2015 La Osa Rafaela)

Parcialmente interpretamos que en los discursos sobre las disputas de poder entre los clubes de San Carlos, en y contra otros grupos, políticas y voces, el territorio, actúa como un aliterado soporte cosmológico, epicentro de la poesía, la creación y la disputa en las fronteras.

b) Metodología

En este proyecto de investigación se propuso un diseño de trabajo de campo etnográfico. La referencia es la obra de Rosana Guber (2001), que toma a la etnografía como “... una concepción y práctica de conocimiento que busca comprender los fenómenos sociales desde la perspectiva de sus miembros (entendidos como “actores”, “agentes” o “sujetos sociales”)” (p.5). Debiendo comprender cómo viven estas prácticas los protagonistas, para tener una perspectiva de cómo los actores piensan, sienten, dicen y se relacionan (Guber, 2001). De esta manera la investigación no se realizó "sobre" la población sino "con" y "a partir de" la población, sin descartar nuestra propia reflexividad por ser habitantes de Maldonado, participantes y actores en estos procesos, donde ejercitamos el dicotomizar del observar y del participar.

Una de las técnicas elegidas fue la observación participante. Consistió precisamente en integrarse a las actividades del club para sumergirnos en el diario vivir de los interlocutores, lo que habilita el indagar y observar en la cotidianidad de las prácticas. Conversar, observar sus relaciones, la manera en que bromean y cómo se comunican, con el objetivo de detectar las situaciones en donde se expresan y generan los universos culturales y sociales en su compleja articulación y relación, entre pobladores organizados en torno al fútbol y a la murga. Supone que la presencia, la percepción y la experiencia fueron vividas directamente en los clubes. Entraña al ámbito de lo cotidiano en su impregnación de contenido histórico - social, donde suceden procesos y relaciones construidas cotidianamente por los sujetos que forman parte y las conforman, así como las embeben de determinadas significaciones, al dejar entrar en juego determinados procesos institucionales y estructurales con los que interactúan recíprocamente.

También realizamos entrevistas, análisis de letras, análisis de objetos y de imágenes. Cabe destacar la importancia del diario de campo para sistematizar estas técnicas de observación. La escritura en este sentido se puede definir como la distancia simbólica que hacemos con el campo. Es cuando se pueden realizar preguntas al campo que antes no se le hubiera hecho. En este sentido Alejandra Navarro define:

El uso del diario de campo será esencial durante la transformación del primer tipo de conocimiento (descriptivo) al segundo tipo de conocimiento — conocimiento de segundo orden— que el investigador produce cuando reflexiona sobre lo que ha aprendido en la sociedad de estudio, en palabras de Carrithers (1996, 231): "El conocimiento de segundo orden ya no es un conocimiento personal [del investigador] sobre cómo relacionarse con las demás personas, sino un conocimiento crítico sobre cómo comparar a una sociedad y su cultura con otras, particularmente la propia. Llamamos a este proceso conocimiento participativo (Navarro Smith, 2012:5).

En este aspecto destacamos la importancia de un registro sistemático y regular, permitiendo relatar y desarrollar lo que vimos en un momento de reflexividad, siendo notas de buena calidad aquellas que suponen una continuidad, pero donde se separe e identifique lo pertinente para la investigación. Es decir, estas anotaciones reflexivas permiten definir con más detalle el objeto en construcción, debido que al interpretar dinámicas culturales lograremos construir categorías o abstracciones de algo del mundo empírico. Resaltar la importancia de sistematizar la información, más que siendo algo inherente a las capacidades de percepción en el desarrollo del proceso de observación, es algo que se resignifica en el curso del compromiso directo, práctico y sensible con nuestros alrededores en el transcurso de la participación, y se retroalimenta hasta definir nuestro objeto. En el devenir de estas acciones es donde vamos construyendo y confeccionando nuestro objeto de investigación, en una permanente dicotomía con el objeto empírico. Esta es la construcción dependiente de la teoría, que nos guió en la elaboración un recorte del mundo, y en lo empírico es donde lo problematizamos; así este recorte es una abstracción que conlleva una carga teórica. De esta manera la presencia y comprensión profunda del campo me permiten un esfuerzo de objetivación en primera medida, y en segunda instancia, realizar los recortes necesarios (Ingold, 2015).

Mediante la observación participante el objetivo fue detectar las situaciones en que se expresan y generan los universos culturales y sociales en su compleja articulación y relación entre pobladores organizados en torno al fútbol y la murga, en las relaciones con la organización y la comunidad. El ámbito de lo cotidiano está impregnado de contenido histórico social, donde suceden procesos y relaciones construidas cotidianamente por los sujetos que forman parte y las conforman, así como las impregnan de determinadas significaciones, donde entran en juego procesos institucionales y estructurales con los que interactúan recíprocamente, siendo importantes en el proceso de construcción de identidades. La entrevista, fue utilizada como estrategia para hacer que la gente hable sobre lo que sabe, piensa y cree. Así se obtuvo información principalmente biográfica, para explorar “el sentido de los hechos”, los sentimientos, las opiniones y emociones, a las normas de acción, y a los valores o conductas ideales. Las entrevistas se realizaron a los actores y personajes de los clubes; a los hinchas, a los murguistas, miembros de la comisión directiva del club, al cantinero, entre otros. La intención en este texto es comprender los principios de la entrevista inmersa en la etnografía donde el proceso de entrevistar personas para un objeto de investigación es una construcción social de información especializada (Bourdieu, 1993), posible de definirla como “(...) una estrategia para hacer que la gente hable sobre lo que sabe, piensa y cree, una situación en la cual una persona obtiene información sobre algo interrogando a otra persona” (Guber, 2001:30). Caracterizada primariamente por constituirse en una relación social específica, que como tal, afecta los resultados producto de dicha relación, a la vez, que surgen problemáticas o cuestiones prácticas y teóricas en la interacción (Bourdieu, 1993). De esta manera, siguiendo con la idea de Guber, en esa construcción se habla del mundo externo, y en este punto las respuestas se ven alteradas por la realidad empírica y las proyecciones de la interacción (2001).

En relación al análisis de las imágenes o registro fotográfico tomamos la perspectiva de una antropología que toma centralmente la imagen como parte de ensamblajes expresados mediante múltiples dispositivos y medios, incluidas las tradiciones textuales, pero yendo más allá de estas. Permite articular la imagen y el relato de las prácticas deportivas en este contexto, a partir del ejercicio etnográfico desarrollado y propuesto como herramienta principal en este trabajo. Este tipo de estrategia reposa cercanamente en diferentes nociones de curaduría, y diversas formas de conceptualismo. Visibiliza prácticas emergentes de hacer antropología a partir de los impactos que, sobre el quehacer disciplinario, tienen los diálogos sobre —y también, centralmente, los desencuentros y las tensiones— los mundos de la imagen provenientes del arte y la filosofía en el contexto deportivo regional (Fabian, 1996).

Hablamos de un quehacer antropológico, que postula un “ethos intermedial” que, por tanto, promueve una reconceptualización de procesos de investigación basados en la observación participante, y de trabajos de campo que empleen el cuerpo como herramienta de observación. Una vez desplazada la centralidad del antropos como objeto de estudio, el proyecto etnográfico es igualmente removido de los ingenuos tropos del “encuentro” hacia el carácter confrontacional de historias, perspectivas y contextos de emplazamiento del trabajo de campo (Fabian, 1996).

En el entendido que existen ciertos grupos e instituciones que no estaba presentes en los grupos estudiados, que impactan en la conducta de las personas que la integran (Nader, 1972), se entendió pertinente analizar aquellas producciones discursivas que, desde las instituciones, familias, sedes, barrios, Liga de fútbol, concurso de murgas, establecen un marco referencial para las prácticas cotidianas. En líneas generales, pensar estas actividades y la reconstrucción de las perspectivas relacionadas a un modo de ser hombre, con sus permisos y obligaciones ¿cuál es el lugar de cada individuo que participa del club?. Asimismo, esta perspectiva implica una mejor comprensión de las variaciones y contradicciones del campo de la moralidad, al analizar los vínculos y la relaciones sociales, las posibles comprensiones de los lugares de los actores en estas actividades, al indagar así los aspectos discursivos dominantes y los marginales, en clave de fronteras. Por lo tanto, insistimos en resaltar la importancia de la búsqueda, distinción y análisis de las letras de la murga, como parte de los discursos en la configuración de la resistencia y agencia de los actores en la reivindicación de su espacio.

c) Resultados y discusiones

Lo cotidiano en los clubes carolinos

En este sentido, se hace interesante interpretar el entretejer social de la dinámica cotidiana de los clubes carolinos. El relacionamiento que se da entre el sujeto que va a ensayar en la murga y el espacio en el que lo hacen - la sede de los clubes -, genera el vínculo y la pasión que se asocia con la murga, el deporte y el club. Puede de esta manera ser considerado como una estructura social “que ejerce su acción «comunitaria y familiar»” (Brohm, 1982: p116); al vincularse con el espacio social a través de la familia, la escuela, los clubes, las canchas de fútbol y el teatro de verano.

Este sentimiento, provoca que algunas y algunos sujetos comiencen a ser hinchas del club, y además, participantes de la murga o del equipo de fútbol. La sede es el espacio del club donde se concentran los símbolos, las autoridades, la historia del club, la vida del barrio. Es donde asisten las familias y es donde se observan diversos roles de los actores (según sea futbolista, murguista, hombre, niño, niña o mujer). Siguiendo a Verónica Moreira, donde describe algunas de las características de los clubes; “En la sede social se desarrollan las actividades sociales, culturales y deportivas, así como también las administrativas y de gobierno” (2008).

De esta manera, a lo largo del proceso de investigación, se pudo observar en las distintas sedes de los clubes, el arraigo que tienen las murgas en los elementos cotidianos que afectan a la mito-praxis5 (Sahlins, 1985): a) en la figura 3 vemos el logo de la Eterna Quimera, que ensaya en el club Peñarolde San Carlos, donde el arquero es el que toca los platillos de la batería de murga, uno de los dirigentes del club es uno de los cantantes activos de la murga, la presencia del cantinero trabajando desde antes del ensayo, con un trabajo silencioso preparado el mate , la grapa y algo para cenar para los que vienen directo de la práctica de fútbol a ensayar. b) El club de fútbol Colón y la murga los Fantasmas se divierten, cuya música suena en cada salida a la cancha o en cada grito de gol con su himno al club - murguero y su distintivo logo - presente en la figura 1 - aparece en las banderas, en las camiseta de los planteles de fútbol, y en todos los espacios que tenga el logo del club, se identifican con el barro Martín Vidal por medio del logo; c) el club San Carlos es uno de lo más representativos de la ciudad, destacándose a nivel interdepartamental y nacional por sus resultados y representación, ya que compiten en campeonato OFI6 y la murga que “sale de ahí 7” denominada Cara a Cara - figura 4 -, en la cual participan familiares de los futbolistas. El logo de la murga está ubicado al lado del escudo del club en la sede. d) En la década de los noventa nace, en el club Ituzaingó de Punta del Este, la murga la Osa Rafaela - logo en la figura 2. En sus inicios fue denominada la Murga Verde (color característico de este club). La cual unos años más tarde se muda a la sede delclub Atlético Neptunode San Carlos, en Avenida Rocha 581, desde donde sale, el logo es parte de los equipos deportivos y de competencia de los planteles juveniles del club.

Al tomar en cuenta los sentidos otorgados a los clubes y el papel que cumplen las sedes en esta configuración, se buscó analizar las concepciones y particularidades que existen en San Carlos al presentar las relaciones particulares entre el fútbol y la murga, entendidas como actividades centrales y no marginales para la captura de importantes procesos , históricos y sociales. Comprendidas ambas prácticas culturales en el devenir de algunos barrios, gracias a la adopción de éstas como prácticas cotidianas, se analizan como un campo relativamente autónomo con anclaje territorial en los clubes, por ser estos espacios sociales particulares, debido a que generan sus propios relatos, con un lenguaje singular, y generan el sentido de pertenecer a un lugar y no a otro, al dejar entrever esas diferencias que adquieren sentido en los lugares donde se relacionan y comunican los actores; allí donde fútbol y murga actúan en sinergia. Configuran de este modo un espacio para la visualización de las identidades y las fronteras. Un espacio donde conviven códigos morales y donde se observa la asistencia y el rol que cumplen las familias que sostienen este espacio. En este punto, para comprender las identidades futbolísticas, se hace necesario entender el valor que le dan los grupos sociales a los espacios y cómo lo transforman y resignifican sus actores. Vale aclarar en este sentido que hablar de identidad futbolística en este contexto, es entender las subjetividades que se ponen en juego en los clubes carolinos, a partir del fútbol y la murga. Se puede sostener que estas identidades precisan de una memoria , de una historia en común y de la afirmación de procesos discursivos; consecuentemente están nucleadas a partir del sentimiento de pertenencia y la puesta en acción del contacto entre cuerpos (Alabarces, 2014) – en los ensayos en las sedes, en las reuniones de la comisión directiva del club, en las vitrinas con trofeos de fútbol y premios de la murga, en las vitrinas con los trajes desde el primer año de la murga, en la historia del club, en el estadio, en las esposas, niños y niñas que acompañan a sus maridos a los ensayos de la murga, y construyen esta “ficción fronteriza” a través de la pasión -.

Es una selección basada en dos cualidades, que pueden combinarse: una es familiar y la otra es territorial. Entonces: la identidad es un relato de una esencia que no es tal, pero que se vive como si lo fuera. No se es: se dice que se es, pero en la práctica, las conductas, las actitudes, los sentimientos, se actúa en función de esa identidad. Y la pasión es apenas el modo en que se explica esa ficción: un modo de proponer causas para lo que no tiene ninguna, salvo la propia decisión de serlo y hacerlo de esa manera; sufrir o gozar en consecuencia (Alabarces, 2014: 43,44).

Esto hace a la historia común antes mencionada, con elementos mito – prácticos que revelan recuerdos al estructurar las instituciones estudiadas. Podemos hablar de una territorialidad construida por relaciones, representaciones, eventos y mitos, definida por los movimientos y relaciones poblacionales, es decir, que resulta de la valorización producida por la intervención activa de las personas sobre el territorio, para mejorarlo, transformarlo o enriquecerlo (Giménez, 1996: 6). Es así que al mencionar el territorio, es importante asociarlo al espacio que una sociedad reivindica, espacio o región donde los individuos encontraron y transformaron las condiciones, los medios materiales y simbólicas de existencia, pero además, donde acuerdan una tradición. No solamente el ámbito de relación y reproducción del orden jurídico estatal y el marcador del límite espacial de la acción de los gobernantes, es la necesidad de espacio, de identificación y el sentido de pertenencia. La apropiación de ese espacio, de su contenido, la apropiación y reproducción de significaciones, los procesos de construcción de identidades territoriales y la organización y estructuración social, conciben el futuro compartido y la construcción de un proyecto común al interior del territorio (Velásquez, 2012).

Los clubes permiten una construcción hecha y producida a partir de los “valores positivos” que los grupos asignan a sus prácticas. Debido a ello, los límites de los barrios, las formas de definir el espacio definen los valores morales que distinguen formas de hacer y de pensar (Garriga, 2006), donde es debido definir la pertenencia a una localidad, vinculada con la “lealtad a un determinado espacio que se puede expresar a través de historias, narrativas de origen que pongan énfasis en ciertos objetos, mitos, realizaciones religiosas y rituales, o escenarios de culto como museos y exhibiciones” (Gil, 2003:129). De esta manera, el sentido de pertenencia define estas identidades futboleras-murgueras, según Pablo Alabarces “son también las más afectivas, las más cálidas: el discurso de la identidad futbolera viene acompañado inevitablemente por el de la pasión, que transforma una elección en un destino” (2014: 44).

En este punto, es importante mencionar una diferencia en el vínculo entre las murgas y los clubes, por lo menos en los inicios. Los Fantasmas se Divierten son parte del club Colón de San Carlos desde hace más de 50 años. La sede del club tiene elementos – trofeos de los logros de estas prácticas, los trajes de la murga en un recorrido histórico, al igual que la indumentaria de fútbol, fotos de planteles y un organigrama del club – del fútbol y de la murga en su interior, así como el compartir el escudo, los colores, individuos con roles duales, entre otros. También, hay una comisión de murga dentro de la comisión directiva del club, y tanto fútbol como la murga aportan sus premios al mismo. Para los casos de las murgas Eterna Quimera y Cara a Cara; el primer vínculo con el club fue a través de una persona en particular. Este individuo escribe las letras de la murga y/o es directivo del club, es hincha de la murga, participa del fútbol y de la murga; luego estos vínculos se refuerzan, hasta consolidarse en la ciudad. El club comienza a compartir con la murga los colores y el escudo. La murga comienza a apoyar al club en determinados aspectos, y de esta manera consigue apropiarse de algunos de los espacios físicos. Por otro lado, La Osa Rafaela, nace en Punta del Este, como parte del club Ituzaingó de San Rafael; pero rápidamente encontró espacio en el club Neptuno de San Carlos, por medio de uno de los murguistas, y de esta manera hacen el mismo camino que las otras murgas carolinas.

Tiempos competitivos. El espacio - tiempo en los clubes.

El interés se focaliza en un análisis antropológico del deporte, más allá de la perspectiva de fenómeno social, que habilita comprenderlo como un medio para reflexionar sobre la sociedad, como parte constitutiva de ésta. El deporte, entendido como una actividad central y no marginal, es una entrada productiva para el análisis y comprensión de importantes procesos culturales, históricos y sociales. De esta manera, los deportes, representan un espacio complejo para la visualización y producción de identidades, así como un campo para entender diferentes códigos sociales, morales dominantes y desafiantes (Archetti, 1985).

Con respecto, al Carnaval y a su interpretación dentro de una sociedad, se pueden considerar los trabajos del antropólogo brasileño Roberto Da Matta. El Carnaval es un ritual que habla del país o región, es decir permite interpretar ciertos aspectos de una sociedad. Es un momento privilegiado para la percepción de los conflictos que conforman un universo social. Es así que, el ritual enfoca y comprende aspectos cotidianos de la realidad social. El análisis de este aspecto se nuclea en las oposiciones básicas entre secuencias de acción dramáticas elaboradas en cada ritual en compatibilidad con el mundo cotidiano. En la resignificación y conformación del espacio social promovida por el carnaval; los barrios, las calles y cada espacio solicitado se domestican, redefiniendo la ciudad. El carnaval tiene un gran poder de persuasión, capaz de vislumbrar como un dispositivo simbólico posible de articular redes sociales amplias y diferenciadas (Da Matta, 1979).

Los aspectos mito-prácticos aparecen constantemente en las declaraciones – no nos guardamos nada, dejamos el alma al bajar/en la cancha, esto es San Carlos y acá nos respetan, estos cabeza de arena 8 no juegan/cantan más que nosotros, nosotros defendemos lo nuestro – son de suma importancia al considerar que la identidad fútbol-murguera evidencia una fuerte impronta identitaria de la población carolina. Se relacionan con la capacidad de asociarse y sentirse parte de un grupo, a partir de sus procesos de creación de cultura focalizados en estas dos dimensiones deportivo - artísticas culturales. La murga los Fantasmas se Divierten de Colón en sus ropas lleva el escudo del club y en varios de los partidos de fútbol del club, los mismos integrantes de la murga organizan y llevan a cabo la cantina y colaboran en las prácticas. La ubicación de los trofeos y premios de las murgas, las vitrinas en las sedes de los clubes, con el cuadro de la murga al lado de los trofeos, y la exhibición de los trajes de todos los años, desde el principio de la murga hasta la actualidad; muestran una imagen, estructuras y relaciones de los clubes. Los momentos recordados; la retirada de la Osa Rafaela (20159), cantan a los amigos, al club, a la murga y al fútbol.

Es así que en la perspectiva de Clifford Geertz, donde utiliza el concepto de cultura como algo encarnado en símbolos públicos, símbolos a través de los cuales los miembros de una sociedad comunican su cosmovisión, valores y ethos es posible de comprender dentro de este contexto. El autor relativiza el modo en que los símbolos conforman lo que los actores sociales ven, sienten y piensan sobre el mundo, o en otras palabras, el modo en que operan los símbolos en tanto que vehículos de “cultura” (1973). Esto permitirá centrar el punto de vista de los nativos, las relaciones que ocurren entre los actores y los distintos elementos de la cultura, la organización social y las acciones que se llevarán a cabo. En definitiva, en esta perspectiva, entender estas dinámicas de lo cotidiano, permite comprender la posibilidad de observar, como la dinámicas y procesos que formaban parte y definían las acciones de los grupos sociales, al hacer el ejercicio de, tomar cuerpo en los símbolos y signos públicos, mediante la cual sus miembros comunican sus perspectivas y sus orientaciones (Geertz, 1973).

Durante el proceso de observación en los clubes, se pudo descubrir, que murga y fútbol establecen distintas relaciones en los clubes. Están aquellos relacionados históricamente a una sede, es decir, aquellas murgas que nacieron dentro del club y son parte activa de su funcionamiento; y aquellos, que simplemente la piden prestada o alquilan, apropiándose paulatinamente del espacio. Sin embargo, la conformación de los clubes en relación a estas prácticas genera una convivencia espacio - temporal particular. Mientras que el espacio de concentración de decisiones y de circulación es el mismo - la sede del club – los tiempos de entrenamiento-ensayo también. Se observa una alternancia entre los períodos competitivos: “temporada” de invierno para el fútbol y de verano para las murgas. Esto genera que los barrios estén todo el año en vínculo con el club. El vínculo barrio-club, se puede decir que más allá de alternar el momento del año, en donde hay mayores responsabilidades - el verano con los concursos de carnaval y en invierno con los campeonatos de fútbol – esta actividades conviven. Se hacen parte de la gente, se hacen parte del barrio, los niños, jóvenes y adultos del barrio juegan al fútbol en el cuadro del club y cantan en su murga. Estas actividades pasan a ser las que sustentan económicamente al club (premios, beneficios, actividades, etc.). Dos ejemplos claros: a) en relación a los Fantasmas se Divierten, a través de los premios, beneficios y actividades realizaron una ampliación en la sede, colaboraron en la construcción de la cancha de fútbol 5 del club, atraen interesados en aportar y en “ser parte”, además de aportar para las variadas divisiones del fútbol (infantil, juvenil y mayores); b) La Osa Rafaela, a través de premios, beneficios y actividades (venta de comidas principalmente), realizaron un salón en el club Neptuno, donde hoy en día ensayan, se preparan para salir, elaboran las comidas, entre otras cosas.

Para pensar las fronteras del espacio - tiempo en los clubes, Turner nos aporta el enfoque del ritual y nos permite dilucidar aspectos relevantes de los grupos sociales. Los símbolos, en tanto elementos mito-prácticos serán objetos concretos que, situados en una determinada dinámica y frente a diversas relaciones, funcionan plenamente en el contexto espacial - temporal y particularmente en el momento ritual. Las acciones de los diversos actores permiten problematizar cómo se manifiestan, la manera en que generan los vínculos, la apropiación de los espacios, lo permitido y lo no permitido. El ritual, tanto el partido, el entrenamiento, el ensayo, como la actuación, son contextos socioculturales y situacionales característicos, que implican pasajes así como enclaves que expresan con particular fervor formas de estar y de ser parte del club. De esta manera, es donde el ritual está impregnado de creencias y valores, los símbolos ejercen su plena efectividad como articuladores de percepciones y clasificaciones, conformándose como factores capaces de promover y organizar la acción y la experiencia, al revelar los temas culturales más subjetivos (1974).

La Murga, le canta al barrio y le canta al club. La sede del club se confecciona como punto de encuentro (cantina y mostrador), la herencia en la pertenencia de familia de murguistas (padre, hijo o hija). La familia que es parte del club, propone compartir y competir con todos ellos, con todos aquellos que conocen al club y que tienen los mismos sentimientos por “él”. El que festeja de esta manera es el club, ...todo el año es Carnaval... todo el año se ve esta convivencia. El club es parte de una misma pasión -fútbol y murga (Deporte y Carnaval)- son esas “ficciones fronterizas” cuyos potentes rituales proyectan a la materialidad del club una entelequia sentimental que deviene sujeto colectivo: el club. Reconocen un lugar, marcan un sentido de pertenencia y dan la posibilidad de cantar y jugar, de ser parte del club, de sentirse parte del club. Por último cabe mencionar en estas ficciones las proyecciones de niños y niñas, que juegan desde chicos a ser murguistas y futbolistas, cantan y juegan al fútbol, se reconocen de un lugar y se identifican con determinado club. En este sentido, podemos coincidir con el abordaje del deporte de Archetti y la perspectiva de Da Matta sobre el carnaval, en la consistencia de los abordajes etnográficos que contribuyen al estado de conocimientos sobre el papel que juega el deporte y en la producción de las identidades, en la constitución moral de las masculinidades y en la conformación de experiencias de hecho y eventos deportivos (Archetti, 1985). Por consiguiente, el deporte y el carnaval pueden ser vistos como un foco, un punto donde el analista se interroga por la dimensión de lo simbólico y su articulación problemática con lo político. Además, son espacios donde se conforman y resignifican algunas de las operaciones narrativas más pertinentes y eficaces para construir identidades.

En todos los clubes se puede encontrar imágenes mito-prácticas similares. Las sedes de los clubes y todo lo que se ve en ellas, pasa a tener los colores del club, y toda actividad que haya en él será con los colores: logos, banderas, individuos y colectivos que son parte del club. Fútbol y murga, son las actividades más importantes de los clubes, actividades que otorgan prestigio al club, que se transforma en premios, trofeos y reconocimientos. Los logos y las banderas son un elemento distintivo para el club. Podemos decir que estos símbolos identifican a cada integrante, y a la vez, lo diferencian.

Conclusiones

Atender a la compresión del fútbol y la murga como actividades centrales en la conformación de la identidad carolina, propone entender la importancia de estas actividades en tanto dos elementos teóricos. Primero, bajo la tradición de los estudios sobre deporte, donde Archetti (2003), Da Matta (1979) y Alabarces (2014) colocan a las prácticas culturales como relatos que configuran una ficción. La segunda es la tradición socio-antropológica (Barth, 1976; Grimson, 2011), de la cual deriva la problematización de estas ficciones en clave de configuraciones que conforman fronteras, y por ello ensayamos en este trabajo la idea de “ficción fronteriza”, al pensar identidades locales dentro de grupos sociales muy similares, que se diferencias y disputan entre sí en la pequeña ciudad de San Carlos. Hacen del club un lugar donde posibilitan su funcionamiento; convocan alegrías, tristezas, broncas y otros sentimientos. Se puede afirmar bajo estos lineamientos que estas actividades conviven en un espacio y tiempo determinado, y florecen en determinados momentos del año. Una perspectiva sobre la moralidad abierta, brinda la posibilidad de considerar la construcción de significados no acabada, por ende con la posibilidad de acrecentar las subjetividades sobre las estructuras. En este sentido, la moralidad se articula con los procesos discursivos de conformación de prácticas y acciones (Archetti, 2003).

Al pensar las identidades en el escenario de los clubes deportivos permite ingresar al terreno de las moralidades. Consecuentemente, el estudio de las moralidades se relaciona con el estudio de los deseos, las emociones, la imaginación, la razón y las fronteras permitidas y rechazadas (Archetti, 2003). Asimismo, esta perspectiva implica una mejor comprensión de las variaciones y contradicciones del campo de la moralidad, analizar los vínculos y relaciones sociales, la comprensión de los lugares de los actores en estas actividades, al indagar así los aspectos discursivos dominantes y los marginales. Permite entender las configuraciones espacio-temporales de los clubes, una determinada forma de actuar y de dar significados a las prácticas realizadas en estos espacios. Los clubes, como espacios barriales, determinar un forma de ser, de relacionarse, entender las jerarquías, son parte constitutiva de las interpretaciones sobre lo cotidiano.

Destacamos que tanto la murga como el fútbol son prácticas primordialmente masculinas en la constitución de los actores, o mejor dicho, de los murguistas y los futbolistas. Las mujeres y las familias que acompañan son parte del cotidiano del club, pero su posición en el contexto es para acompañar a su esposo, hermano, hijo o algún familiar. Es posible definir el estudio de las relaciones en el lugar de trabajo, las nociones locales y religiosas acerca de la jerarquía y el poder, las formas de sociabilidad y la interacción diaria. Este elemento descubre cuáles son los espacios de privilegio, cómo se dan las relaciones entre hombres y entre hombres y mujeres, cómo se estructuran el espacio de los clubes y la conformación de los distintos grupos que lo componen, la división de las tareas según el sexo, la participación en asuntos políticos y públicos, los conceptos de familia, entre otros (Archetti, 2003). Sin embargo en los últimos dos años, con mayor presencia, aparece en los clubes una presencia femenina pujante.

El poder y la constitución de jerarquías de los hombres no sólo radica en instituciones y estructuras abstractas sino también en formas de interiorizar, individualizar, encarnar y reproducir estas instituciones, estructuras y conceptualizaciones del poder masculino (Branz, 2017). Profundizar sobre las masculinidades, permite completar el cuadro de análisis de las tramas culturales que van moldeando el desarrollo de las identidades a nivel personal y social y condicionando el desempeño social.

Las percepciones sobre las desigualdades de género (entre los hombres y las mujeres) y sus diferencias permiten visualizar los puntos de representación de las relaciones étnicas, las identidades nacionales o la retórica política. La presencia y observación en estos espacios permite descubrir aspectos sobre los diversos modos en que se produce y reproduce la masculinidad (Archetti, 2003). Los clubes tienen obligación de presentar planteles juveniles masculinos para poder jugar en las categorías mayores locales y nacionales, pero no pasa lo mismo con los planteles femeninos. Al igual que el fútbol masculino tiene categorías juveniles y el fútbol femenino solamente mayores. Si bien en estos últimos años se ha conformado un campeonato femenino10, y de forma paulatina se han afiliado más equipos, no todos los clubes tienen planteles femeninos.

En líneas generales, pensar estas actividades y la reconstrucción de las perspectivas relacionadas, a un modo de ser hombre, que está permitido, cuál es el lugar de cada individuo que participa del club, en definitiva: ¿qué significa ser hombre? De esta manera las identidades se configuran en el sentido de ser hombre, no ser mujer, no ser niño, no ser homosexual. En definitiva estas concepciones definen aspectos, según Archetti (2003) “(…) la virilidad masculina, el vínculo homo-social masculino, la ferviente hermandad y, en consecuencia, de la homosexualidad definida como una amenaza” (p.167). Continuando con esta idea, Bermúdez, sostiene que las construcciones ideológicas no se reducen a un cuerpo sexuado, sino que se refieren a un conjunto de “componentes morales, socialmente legitimados y constantemente construidos y negociados en un tiempo y espacio determinado” (2013:p.284).

En este sentido, el espacio que obtienen las mujeres que participan de las actividades y del cotidiano de los clubes, es mayoritariamente de acompañamiento (esposo, hijos, hermanos). Si bien forman parte de las comisiones directivas de los clubes, ocupan espacios en el fútbol infantil y juvenil; y en el caso de la murga, en comisiones de maquillaje y vestuario. Una masculinidad legítima garantiza la posición dominante de ciertos varones y ubica en posiciones subalternas a las mujeres y a otros sujetos. Esta masculinidad dominante se centra en la heterosexualidad como heteronormatividad, sostenida con una activa sexualidad con ejercicio viril del modelo (Branz, 2017). Estas estructuras y decisiones no permite que las mujeres se acerquen a los lugares “más importantes” de decisión, como las comisiones de categorías mayores, presupuestales y comisiones de puesta en escena y letras. La hegemonía se entiende a través de la constitución de símbolos y un conjunto de prácticas eficaces, legitimadas y aceptadas en el espacio y sobre ciertas estructuras que lo conforman.

En los últimos años ha crecido una voluntad por reclamar el espacio de las mujeres y los niños en el carnaval. La aparición de talleres de murgas y una murga de niños (denominada Nietos de Momo), fomentan que esta práctica cultural, aceptada y ponderada en el territorio es derecho de todos y todas; niños, niñas y mujeres pueden participar de una murga, ser actores principales de ellas y no tener un papel secundario (comunicación personal, 10 de noviembre de 2019). Las murgas más tradicionales en San Carlos (Eterna Quimera y los Fantasmas se Divierten), tienen una sola mujer en su plantel. Estas murgas se las puede catalogar como murgas tradicionales y estas mismas se componen casi en su totalidad por hombres. Actualmente hay murgas identificadas como murgas jóvenes y otras murgas mayores o tradicionales. Las denominadas murgas jóvenes, han expuesto innovaciones en la puesta en escena y el movimiento escénico, refiriéndose al espectáculo. De esta manera, las murgas tradicionales se caracterizan por cantar en diferentes tonalidades de voces y enfatizar los coros en el espectáculo, más allá de la puesta en escena del espectáculo. La Osa Rafaela cuenta con tres mujeres en su conformación, al igual que la murga Cara a Cara.

Más allá de este movimiento de reivindicación del espacio, las mujeres son minoría en esta práctica. Una particularidad, es que no ocupan espacios como la batería, los cuplés11 y la dirección de las murgas, roles que se creen más importantes y necesariamente deben ser ocupados por hombre. Es más, las parejas de los murguistas hombres, acompañan en los ensayos y participan del club; pero por otra parte, las parejas de las mujeres murguistas no participan del club, ellas concurren solas. De la misma manera que otros dramas sociales, las relaciones de género exigen una actuación reiterada, es decir efectuar, experimentar y reiterar una serie de significados ya determinados socialmente, lo que permite la acción misma y su legitimación (Branz, 2017). En estos espacios los niños al acompañar a sus familias aprenden a estar entre hombres, a reconocer una hombría legítima y normalizada, que se pone en juego en los clubes, en las relaciones que se evidencian y ponen a prueba la identidad masculina.

La moralidad no es silenciosa; debe articularse en el discurso y en la narración. En esta clase de narración, las historias se ubican en un tiempo y en un espacio. Al analizar las configuraciones sociales particulares en cada situación concreta, se descubre la posibilidad de relativizar las percepciones del sentido común sobre el funcionamiento de las relaciones de dominación (Viveros, 2016). Se considera interesante vincular aspectos de las fronteras de género, identidad, clase social y en las relaciones de poder con la pertenencia a una localidad. Siguiendo a Gastón Gil (2016), la pertenencia está vinculada “(…) con la lealtad a un determinado espacio que se puede expresar a través de historias, narrativas de origen que pongan énfasis en ciertos objetos, mitos, realizaciones religiosas y rituales, o escenarios de culto como museos y exhibiciones (…)” (p.129). La pertenencia en este sentido se fundamenta por la participación, en definitiva, por la práctica, definida fundamentalmente por el lugar de crear, configurar, moldear y transmitir los mecanismos discursivos. Esta perspectiva evidencia la formación y configuración de los diversos espacios mediante parámetros de una formación histórica, donde las relaciones sociales responden a experiencias concretas que pueden vivirse desde múltiples alternativas.

Para esquematizar los resultados de este ejercicio investigativo realizado sobre la configuración carolina donde las prácticas culturales fútbol - murga comparten cánticos, familias, espacios y tiempos, tan cercanos que necesitan de “ficciones fronterizas”, proponemos una tabla de elementos mito - prácticos categorizados (Tabla 1).

Tabla 1 - Elementos mito - prácticos en los clubes de fútbol - murgueros carolinos 

Fuente: Elaboración propia

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Notas

1Forma de nombrar a los habitantes de San Carlos, Maldonado.

2Expresión local referida a la vida cultural y social que posibilitan ciertas actividades, tanto generadoras de capitales económicos, culturales como sociales.

3Escenario con una estructura de hierros y maderas donde actúan los diferentes conjuntos musicales que forman parte del Carnaval.

4Teatro de Verano “Cayetano Silva” de San Carlos. Escenario donde se desarrollan los concursos de las murgas carolinas y de las murgas del interior del Uruguay.

5“(...) partir de un horizonte mítico – originario pero siempre re-creado – se fundamentan prácticas sociales en la actualidad histórica” (Sahlins, 1985).

6 Organización de Fútbol del Interior

7Expresión nativa para referirse al conjunto de murga que ensaya y prepara su actuación en ese lugar.

8Forma despectiva de nombrar a los habitantes de Maldonado y Punta del Este, por parte de los habitantes carolinos.

10La Liga Mayor de Maldonado Capital, OFI (Compuesta por los equipos de Maldonado, San Carlos y Punta del Este). Agregó a partir del año 2017 la categoría de mayores con una única división. Comenzaron cuatro equipos y año a año han ido sumándose equipos a la categoría, actualmente están afiliados 10 equipos.

11El cuplé es la parte central y de mayor importancia de la murga. A lo largo del cuplé se dan picos de tensión pensados para mantener la atención del público de cada tablado o escenario barrial. Los cuplés tradicionales podían tener un personaje individual o solista, que solía presentarse como ajeno a la murga, y otro grupal (El Observador, 2011).

Recibido: 31 de Julio de 2020; Aprobado: 30 de Marzo de 2021; : 01 de Abril de 2021

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