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Travesía (San Miguel de Tucumán)

versión On-line ISSN 2314-2707

Travesía (San Miguel de Tucumán) vol.18 no.2 San Miguel de Tucumán dic. 2016

 

RESEÑAS

Barral, María Elena (2016): Curas con los pies en la tierra. Una historia de la Iglesia en la Argentina contada desde abajo, Buenos Aires, Sudamericana, 292 páginas.

 

Curas con los pies en la tierra es un libro de historia para el gran público. A través de diez biografías de curas, María Elena Barral lleva al lector a recorrer más de doscientos años de historia, desde los tiempos coloniales hasta la actualidad. Los protagonistas de esta obra son sacerdotes que, lejos de haber despuntado en la gran historia nacional, se mantuvieron invisibles para la historiografía y, salvo algunas excepciones como la del cura Brochero, sus nombres no trascendieron más allá de los límites de las comunidades en las que se desempeñaron. Sin embargo, tal como lo demuestran los distintos relatos que reúne el libro, la mirada centrada en este actor del mundo eclesiástico abre una puerta fructífera para la comprensión de la historia de la Iglesia católica, de la sociedad y la política en Argentina. En efecto, las trayectorias de estos curas tienen como denominador común su participación, con mayor o menor intensidad, en la arena política y social.
El análisis sigue una perspectiva "a ras del suelo", expresión acuñada por el reconocido historiador francés Jaques Revel que refiere a una forma particular de abordar el estudio de la historia, en la que las subjetividades de los actores, sus decisiones cotidianas y sus redes de relaciones, cobran importancia para explicar la dinámica de lo social. Con maestría, la autora presenta un relato en el que conjuga distintas escalas de análisis. Las experiencias de vida de los curas tienen, en algunos casos, una profunda inscripción local y sus derroteros no pueden comprenderse sin la observación a esa escala. En otras, vemos a los protagonistas actuar en la alta política o participar desde un lugar casual o con un rol trascendente en los "grandes acontecimientos" de nuestra historia. Escrito en un tono ameno y atrapante, el libro reúne, de este modo, las virtudes del género de la biografía histórica, al poner al actor social en el centro de la escena, revalorizar su experiencia subjetiva, analizar su mundo relacional y prestar atención al acontecimiento y la coyuntura. Pero al mismo tiempo, remite a la incidencia de la escala global en esas distintas trayectorias, las que nos ofrecen otra mirada de los "grandes problemas" de la historiografía, como la relación de la Iglesia y el Estado y los vínculos entre religión y política.
La perspectiva elegida por Barral permite descubrir los múltiples roles que asumieron los sacerdotes en distintas épocas y diversos escenarios. Por ejemplo, en el área rural pampeana durante el periodo colonial, los curas párrocos ejercían además de sus tareas pastorales funciones policiales y judiciales ante la falta de autoridades en esa región. En otros momentos, estos se comprometieron en la gestión de obras para sus comunidades, convirtiéndose en pragmáticos negociadores frente a las autoridades políticas, locales y nacionales. Y hasta movilizaron a sus feligresías para intervenir en actos eleccionarios. En ese sentido, el estudio de los curas es abordado desde su rol de mediadores. Tal como los define la autora, estos fueron intermediarios especializados que establecieron puentes entre sus comunidades y las autoridades eclesiásticas y políticas, entre lo sagrado y lo profano, entre el mundo de los de "arriba" y los de "abajo".
El libro se estructura alrededor de diez capítulos, una introducción y una conclusión en la que se reflexiona, desde un punto de vista original, sobre los vínculos entre los curas y la política en la historia argentina. Los dos primeros capítulos abordan las historias de Fernando Quiroga y Taboada y Juan Francisco de Castro y Careaga, curas párrocos que se desempeñaron en territorio entrerriano y pampeano respectivamente, a fines del periodo colonial. A partir de sus trayectorias, y de los conflictos que protagonizaron en sus parroquias en los que se involucraron desde autoridades políticas locales a un sector de sus feligresías, se analiza el complejo rol de la Iglesia en la sociedad colonial. El amplio conocimiento de la autora sobre esa problemática se ve reflejado en ambos capítulos, principalmente en la densidad con la que se da cuenta del contexto de inserción de esos curas, de su mundo de relaciones y de los modos en que construyeron sus liderazgos comunitarios. Así lo demuestran también los capítulos subsiguientes, que abordan la vida de Julián Navarro, signada por la revolución de 1810, y la de Julián Faramiñán, un cura que se alistó del lado de los unitarios. En ellas es posible advertir las transformaciones que afectaron el rol mediador de los curas tras el proceso revolucionario. En ese nuevo escenario político-institucional, los sacerdotes ejercieron nuevas funciones, se sumaron a la lucha política y recurrieron al repertorio ideológico de la época para justificar sus acciones y disputar espacios de poder. Tal como lo muestra la sorprendente trayectoria de Navarro, destacado arengador y político que legitimó la guerra contra España desde el púlpito y en el campo de batalla, y participó de acontecimientos emblemáticos como la bendición de la bandera ideada por Belgrano o el cruce de los Andes emprendido por el ejército de San Martín, en su rol de capellán militar.
A diferencia de Navarro, los casos de Gabriel Brochero canonizado recientemente y de Jorge María Salvaire impulsor de la construcción de la basílica de Luján, revelan un perfil de sacerdocio vinculado estrechamente a su comunidad. Sobre ellos tratan los capítulos 4 y 5. Sus historias, desarrolladas entre fines del siglo XIX y principios del XX, se enmarcaron en un contexto muy distinto al de sus antecesores. Su situación se vio complejizada frente a la presencia de un poder estatal y eclesiástico formalizado, con lo cual Salvaire y Brochero estuvieron lejos de desplazarse tan libremente como lo hicieron sus pares unos años antes, y sus decisiones debieron ser negociadas con la jerarquía eclesiástica. Fue especialmente la historia del cura Brochero la que representó una bisagra en la historia de la Iglesia y la sociedad argentinas: su figura cabalgó entre el antiguo orden y la modernización, entre la política notabiliar y la ley Saénz Peña, entre el gobierno de los conservadores y los radicales. Brochero fue un cura "civilizador", el "cura gaucho" de Traslasierra que buscó tenazmente llevar el "progreso" a su comunidad. Tal objetivo, en especial el de llevar el tren a esa región, lo convirtió en un verdadero mediador político, conocedor de su territorio y de las demandas de su población.
El capítulo 7 aborda de una historia particular en la que los curas ocuparon un lugar secundario y los laicos fueron los principales protagonistas. Este analiza el experimento social llevado a cabo en Villa Flandria por Jules Steverlynck, un católico belga llegado al país en la segunda década del siglo XX. Comprometido con el catolicismo social, Steverlynck encontró un clima propicio para montar en su fábrica algodonera una experiencia paternalista, sustentada en los postulados de la Rerum Novarumque por entonces se difundían ampliamente entre las organizaciones del laicado católico. Sin embargo, esta experiencia se vio conmovida en sus cimientos con la irrupción del peronismo y la primera huelga que organizaron los obreros fabriles. En efecto, el peronismo representó un movimiento de fuerte intensidad política que dividió las aguas en la Iglesia. De este modo, en una etapa donde se manifestó con efervescencia la acción colectiva, las directivas de la jerarquía eclesiástica tendientes a despolitizar la acción de los párrocos encontró sus límites. El octavo capítulo aborda esa problemática
a partir del análisis de las trayectorias de dos curas radicados en el área azucarera de la provincia de Tucumán, donde los obreros de la agroindustria adhirieron masivamente al nuevo movimiento político. Angel Diez y Menéndez y Simón Pedro Lobo fueron sacerdotes con una marcada definición política. En los homenajes fúnebres a Eva Perón afloraron las tensiones en la comunidad derivada de la identificación o del rechazo al peronismo por parte de ambos sacerdotes. En este punto, la mirada "desde abajo" que propone el libro muestra su potencialidad al permitir revisar uno de los "debates clásicos" de la historiografía como es la relación de la Iglesia y el peronismo. El capítulo muestra a los actores eclesiásticos insertos en sus comunidades, en conflicto con ellas y con las autoridades eclesiásticas. Desde esa perspectiva, la segunda parte del capítulo cuenta la historia de Hernán Benítez, una figura relevante para la historiografía por su influencia en el gobierno y su cercanía a Eva Perón. Sin embargo, Barral reconstruye una experiencia no tan conocida: la fundación a cargo de Benítez de un "templo justicialista" en el barrio Presidente Perón, hoy barrio de Saavedra en Capital Federal. De ese modo, entre Tucumán y Buenos Aires, el relato da cuenta de los innumerables puntos de encuentro entre el catolicismo y el peronismo.
El noveno y penúltimo capítulo aborda la historia de José Piguillem, en la que se entrecruza su trayectoria individual con la del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM). Este relato, que reconstruye la vida del Padre Pepe en la parroquia de Moreno, revela uno de los modos en que la práctica pastoral de los curas se transformó en el marco de la renovación conciliar de los años sesenta. Leída desde la perspectiva "a ras del suelo", la acción político-pastoral de los curas tercermundistas presenta matices y viene a ampliar y complejizar una historia que priorizó el estudio de los documentos elaborados por ese colectivo y sus debates ideológicos por sobre los vínculos con sus feligresías locales, como los dilemas y tensiones que atravesaron su acción cotidiana. Fundado en estrecha conexión con el MSTM, el Grupo de Curas en la Opción por los Pobres es objeto de análisis en el décimo y último capítulo. La autora toma tres momentos emblemáticos en la trayectoria del grupo al analizar los primeros encuentros que le dieron origen a mediados de la década del '80, y los homenajes llevados a cabo en 1996 conmemorando los veinte años del asesinato de Enrique Angelelli y en 2016 cuando se cumplieron cuarenta y dos años del asesinato de Carlos Mujica. De alguna manera, el ideario de los homenajeados marcó el camino seguido por este grupo de curas.
Desde un relato cuidado y atrapante, María Elena Barral pone en manos del lector un libro original que invita a ser incursionado desde diversos ángulos. Los relatos recorren la experiencia de vida de una parte del clero y nos acerca a los modos de "ser cura" en distintos tiempos y lugares. Pero también su lectura se vuelve fundamental para entender la transformación de los vínculos entre clero, sociedad y política a lo largo de más de doscientos años.

Lucía Santos Lepera
Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES, UNT - CONICET)

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