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Travesía (San Miguel de Tucumán)

versión On-line ISSN 2314-2707

Travesía (San Miguel de Tucumán) vol.21 no.1 San Miguel de Tucumán jun. 2019

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

El impacto de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión en las economías extra pampeanas argentinas1

 

Claudio Belini*

* Investigador del CONICET y del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", Universidad de Buenos Aires (UBA) - Consejo Nacional Investigaciones de Científicas Técnicas (CONICET); 25 de Mayo 221, 2º piso (CP 1002), Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: [cfbelini@hotmail.com]

RECIBIDO: 19/11/2018
APROBADO: 13/03/2019

 


RESUMEN

La relación entre crisis económica y el desarrollo industrial ha constituido una temática abordada recurrentemente por la historiografía argentina. Desde las interpretaciones estructuralistas de la CEPAL hasta aquellas basadas en la teoría neoclásica y el neoinstitucionalismo, se ha intentado describir el vínculo entre ambos procesos. Por otro lado, el análisis de las repercusiones de las crisis sobre el sector industrial se ha focalizado en la experiencia de la industria bonaerense.
Este artículo se propone analizar las relaciones entre las crisis económicas y el comportamiento del sector manufacturero. A partir de la bibliografía especializada, estudiamos el impacto de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión sobre la industria en las regiones extra pampeanas. Sostenemos que el vínculo entre crisis económica y desempeño industrial ha sido muy diverso a lo largo de la historia económica argentina y que, por lo tanto, no existió una relación unívoca. En los casos de la crisis de 1913-1917 y de la Gran Depresión, su impacto sobre la industria extra pampeana se vio muy condicionada por la trayectoria previa. Las regiones vitivinícola y azucarera padecían desde finales del siglo XIX o principios del siglo XX, desequilibrios productivos y problemas de competitividad que las hacían muy dependientes de la demanda del mercado interno. Por tanto, el entorno macroeconómico nacional condicionó la  trayectoria de esas regiones. Además, el desempeño regional dependió también de la dotación de factores, el desarrollo industrial previo y la presencia de actores económicos capaces de percibir las oportunidades. Si bien estudios recientes han mostrado que esas economías regionales lograron desarrollar previamente un incipiente tejido industrial, parece claro que esas crisis no ofrecieron los estímulos suficientes para promover cambios estructurales
.

Palabras clave: Crisis económica; Industria; Región vitivinícola; Región azucarera.

ABSTRACT

The relationship between economic crisis and industrial development has been a recurrent theme in Argentine historiography. From ECLA structuralist interpretations to those based on neoclassical theory and neoinstitutionalism, attempts have been made to describe the link between the two processes. On the other hand, the analysis of the impact of crises on the industrial sector has focused on the experience of the industry around Buenos Aires.
This article aims to analyze the relationship between economic crises and the behavior of the manufacturing sector. From the specialized literature, we study the impact of World War I and the Great Depression on industry in extra-pampean regions. We argue that the link between economic crisis and industrial performance has varied over Argentina’s economic history and, therefore, there was no unique relationship. In the cases of the crisis of 1913-1917 and the Great Depression, its impact on the extra-pampean industry was very conditioned by the previous trajectory. Since the late 19th or early 20th Century, the wine and sugar regions suffered productive imbalances and competitiveness problems that made them very dependent on the demand of the domestic market. Therefore, the national macroeconomic environment conditioned the trajectory of these regions. In addition, regional performance also depended on the factor endowment, the previous industrial development and the presence of economic actors capable of perceiving the opportunities. While recent studies have shown that these regional economies achieved previously developed an incipient industrial fabric, it seems clear that these crises did not offer enough incentives to promote structural change.

Keywords: Economic crisis; Industry; Wine region; Sugar region.


 

Introducción

El vínculo entre las crisis económicas y comportamiento industrial ha sido una de las problemáticas más debatidas de la historiografía industrial. Una primera interpretación sobre la industrialización latinoamericana sostuvo que el avance en dicho proceso se produjo a partir del estímulo ofrecido por la interrupción del comercio internacional o su declinación, en coyunturas marcadas por crisis o guerras. Esta interpretación, que se conoció como "teoría de los choques externos", fue sostenida por los primeros estudiosos del comportamiento industrial y presuponía que la integración de América Latina al mercado mundial había inhibido el desarrollo industrial. Además, estos autores argumentaron que el proceso de industrialización se había caracterizado por rupturas (take off) que marcaban cambios importantes en la dinámica de esas economías. Esa primera mirada fue sostenida por economistas y sociólogos influenciados por el estructuralismo de la CEPAL (Furtado, 1962; Ferrer, 1963; Pinto, 1963; CEPAL, 1965), otros enrolados en diversas corrientes de la tradición marxista y los primeros sostenedores de la Teoría de la Dependencia (Cardoso y Faletto, 1969; Sunkel y Paz, 1970).
En la década de 1970 esta interpretación fue revisada por otra corriente interpretativa que bajo el influjo de la corriente neoclásica y la Teoría del Bien Primario Exportable, sostuvo que precisamente durante la gran expansión primario exportadora, se crearon las condiciones que hicieron posible el surgimiento de la industria moderna en América Latina. Por lo tanto, no sólo la integración de la economía local al mercado mundial no era incompatible con el crecimiento industrial sino que habría sido el origen de la industria moderna en la región. Claro que la interpretación neoclásica no hablaba de desarrollo, entendido como un proceso autogenerado de industrialización y de cambio estructural, sino de crecimiento industrial. Para estos autores, el desenvolvimiento del sector manufacturero en la región había sido un proceso continuo, sin rupturas ni aceleraciones, que se inició en el último tercio del siglo XIX (Baer, 1965; Dean, 1969; Villanueva, 1972; Díaz Alejandro, 1975a).2
En las últimas décadas, la historiografía industrial ha tendido a indagar otras dimensiones que permiten explicar el comportamiento sectorial en el largo plazo y las características de la industrialización latinoamericana. La escuela institucionalista se ha focalizado sobre el papel de las instituciones (especialmente la definición de los derechos de propiedad y otros arreglos institucionales que se supone tienen impacto sobre los costos de transacción), en tanto que otros trabajos han atendido no ya la producción industrial sino también el consumo. Retomando la importancia concedida por la Teoría del Bien Primario Exportable al tamaño del mercado han comenzado a indagar los factores que determinaron y modelaron la demanda de productos manufacturados. Más recientemente se ha retornado al problema del estado y las políticas públicas al enfatizar la importancia de las políticas y los ambientes creados por ellas a la hora de estimular o desalentar el desenvolvimiento industrial. Finalmente, otro grupo de estudios de historia empresarial permitió explorar el papel de los actores en el proceso de implantación y desarrollo industrial.
El objetivo de este trabajo es presentar un análisis sobre el comportamiento industrial en periodos de crisis basado en la historiografía industrial argentina, buscando identificar las diversas interpretaciones, sus fortalezas empíricas y explicativas, así como los principales problemas que continúan abiertos a discusión.  La hipótesis que se sostiene aquí es que el vínculo entre crisis económica y desempeño industrial ha sido muy diverso a lo largo de la historia de la economía argentina y que, por lo tanto, no habría una relación unívoca. En segundo lugar, me propongo explorar, a partir de la historiografía, cómo impactaron las crisis sobre las industrias regionales, concentrándonos en dos de los episodios más importantes: la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión. Tradicionalmente, los estudios de historia industrial han tendido a focalizarse sobre el sector manufacturero bonaerense. Si bien en buena medida ello encuentra justificación en el importante peso que la industria localizada en la ciudad de Buenos Aires y sus cercanías tuvo a lo largo de la trayectoria sectorial, estas interpretaciones tendieron a opacar la complejidad del comportamiento sectorial en las áreas extra pampeanas. Una interpretación más amplia y compleja de las crisis y sus repercusiones requiere entonces atender a las diversas situaciones regionales en sus momentos de partida y en las respuestas que los actores económicos dieron a los desafíos abiertos por las coyunturas de crisis.

Las Crisis y el comportamiento industrial en el largo plazo

Una de las características principales de las economías latinoamericanas de las últimas décadas ha sido su fuerte volatilidad económica (Aiolfi et al., 2006; CEPAL, 2007; Catão, 2007). El impacto de las crisis tequila de 1995, la crisis brasileña de 1997 y el derrumbe de la economía argentina en el 2001 renovó el interés por el estudio de los vínculos entre globalización, crisis internacionales y su impacto local. Sin embargo, como sabemos, la volatilidad económica no fue sólo un fenómeno reciente. Durante la gran expansión del comercio mundial (1870-1914), las economías latinoamericanas tuvieron grandes oportunidades para crecer mediante la integración al mercado mundial pero también padecieron los efectos de las crisis de la economía internacional. Entre ambos periodos de expansión del comercio mundial, las crisis parecen haberse atenuado aunque no dejaron de producirse como resultado de los desequilibrios estructurales y macroeconómicos de América Latina.
En el Gráfico 1 se representan las crisis económicas padecidas por la Argentina a lo largo del siglo XX y su repercusión sobre el sector industrial. De acuerdo con Wolf (2004) puede definirse como "crisis" a una recesión que se manifiesta en una caída apreciable del PBI per cápita, del orden del 6%, durante un periodo no menor a dos años. Siguiendo este criterio retomado por Albrieu y Fanelli (2008), solo las caídas iniciadas en 1913, 1929, 1980, 1988 y 1998 han tenido un impacto apreciable sobre la economía y la industria argentina, y pueden calificarse como crisis.


Gráfico 1. Crisis económica y comportamiento industrial en el siglo XX. Caídas del PBI per cápita y PBI

Fuente: elaboración propia en base a Ferreres (2005).

Al mismo tiempo se observa que, con la excepción muy relativa de la crisis producida por la Primera Guerra Mundial, las caídas del nivel de actividad del sector industrial, medidas en términos de PBI industrial per cápita, fueron históricamente más profundas que las recesiones de la economía en su conjunto.3 Este comportamiento se prolonga incluso durante la etapa liderada por Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), cuando ese sector se convirtió en el dinamizador e impulsor del conjunto de la economía, reorientándola hacia el mercado doméstico. Claro que las crisis de 1952-1953, 1961-1963 y 1975-1976, fueron notablemente menos profundas que las que se produjeron durante la primera y segunda globalización. No obstante, en el sector manufacturero las recesiones de 1962-1963 y 1975-1976, asociadas a graves crisis de balanza de pagos y la aplicación de planes de ajuste y estabilización económica, han constituido verdaderas crisis industriales de gran profundidad. Además, las dos crisis marcaron el inicio y el final de la etapa de más prolongado crecimiento industrial de la historia argentina. En conjunto, las crisis económicas e industriales más profundas han sido las provocadas por el estallido de la Primera Guerra Mundial, el impacto de la Gran Depresión y el derrumbe del régimen de convertibilidad a comienzos del siglo XXI.
Por supuesto, el comportamiento del sector industrial antes y después del predominio del modelo de la ISI ha estado marcado por importantes fluctuaciones interanuales. Como se observa en el gráfico 2, entre 1885 y 1940, el sector se vio afectado por recesiones en 1897 y 1898, 1900-1901, 1909, 1912 y 1926, pero estas fueron muy cortas e implicaron caídas menores en comparación con los periodos 1913-1917 y  el impacto de la crisis internacional entre 1929 y 1933.


Gráfico 2. Producción industrial argentina, 1885-1940. En millones de pesos de 1993.

Fuente: Elaboración propia en base a Ferreres (2005).

En la segunda mitad del siglo XX, también se produjeron fenómenos de recesiones, algunas de ellas muy recordadas por la historiografía, aunque su duración e impacto fueron menores. Este es el caso especialmente de las caídas de la producción manufacturera producidas durante los años cincuenta y sesenta, la denominada "crisis de 1949", las recesiones de 1952-1953 y 1959. Entonces, la economía mostraba un crecimiento secuencial marcado por la sucesión de breves periodos de auge, impulsado por la industria, seguido de episodios de recesión. Este comportamiento de la económica y la industria fue luego estilizado por los economistas, que lo denominaron modelo de Stop and Go.
En cambio, a partir de mediados de la década de 1970, los episodios de crisis y recesiones se hicieron más frecuentes y el comportamiento industrial se tornó muy negativo, incluso si lo comparamos con el mal desempeño de la economía argentina entre 1974 y 1994. Como resultado de esos procesos, la participación del sector manufacturero en el PBI disminuyó progresivamente desde un 25% en 1974 a solo un 15% a comienzos del siglo XXI.


Gráfico 3. Producción industrial argentina, 1940-2004. En millones de pesos de 1993.
Fuente: Elaboración propia en base a Ferreres (2005).

La industria entre la expansión agroexportadora y la primera guerra mundial

Existe consenso en que el origen de la industria moderna en Argentina provino del impulso generado por la exitosa inserción agroexportadora y el incremento del ingreso nacional. De acuerdo a la Teoría del Bien Primario Exportable, fueron los efectos de la expansión primario exportadora los que alentaron eslabonamientos anteriores y posteriores, que impulsaron la instalación de las primeras fábricas modernas. Para esta interpretación los límites de la industrialización en Argentina estuvieron dados por la particular dotación de factores naturales, esencialmente la falta de carbón y mineral de hierro, en tanto que más recientemente se ha puesto énfasis sobre el tamaño relativamente pequeño del mercado local (Gallo, 1970; Díaz Alejandro, 1975a; Geller, 1975; Cortes Conde, 1997; Rocchi, 2006; Pineda, 2009).
En el marco de esta interpretación, se ha sostenido que la industria se benefició particularmente de las políticas económicas impuestas luego de la crisis de 1890, cuando los gobiernos del "Orden Conservador" impusieron un incremento de los aranceles aduaneros y la depreciación de la moneda nacional, tras la suspensión del patrón oro. Estas medidas provocaron un cambio en los precios relativos que estimularon un proceso temprano de sustitución de importaciones, particularmente importante en productos básicos de consumo masivo, confecciones, tejidos de punto, calzado y otras pocas manufacturas.
Las series estadísticas disponibles confirman que la aparición de las primeras fábricas modernas se dio como efecto del impulso agroexportador y no como resultado de la Gran Guerra o de la Gran Depresión. La década de 1890 muestra también una clara aceleración de la tasa de crecimiento sectorial la que por primera vez, superó el crecimiento de la economía en su conjunto. Claro que la aceleración producida en 1890 se debió en gran medida al bajo nivel de desarrollo de la que partía la industria moderna en Argentina. De cualquier manera, como muestra el cuadro 1, el crecimiento sectorial continuó en la primera década del siglo XX, cuando la Argentina conoció una de las décadas de más alto crecimiento económico de toda su historia.

Cuadro 1. Tasas de crecimiento del PBI y PBI industrial, 1870-1935.

Fuente: Elaboración propia en base a Cortes Conde (1994) y (1997).

Esta mirada optimista sobre el vínculo entre el "modelo agroexportador" y la industria ha sido revisado más recientemente. En un estudio de historia comparada, Gómez Galvarriato y Williamson (2009) han sostenido que, a diferencia de México y Brasil, el crecimiento industrial argentino se vio limitado a fines del siglo XIX por la combinación de los efectos de la mejora de los términos del intercambio, la estabilidad del tipo de cambio real y una menor protección arancelaria.
La crisis de 1913 y el estallido de la Primera Guerra Mundial marcaron el comienzo de un ciclo de recesión y de desaceleración del crecimiento económico (Badoza y Belini, 2014; Gerchunoff, 2016). Como resultado de ello, la economía argentina durante la década de 1910 mostró el peor comportamiento desde el último tercio del siglo XIX, con una tasa de crecimiento de solo el 1,6% anual, en tanto que el sector manufacturero ascendió a un ritmo de 2,2% según las estimaciones de Cortés Conde (1994). En este sentido, el comportamiento sectorial fue peor que durante la Gran Depresión.
Los estudiosos han mencionado a ese periodo como un momento importante en la trayectoria del sector. Un análisis pionero sobre el impacto de la Guerra en la industria latinoamericana fue presentado por Rory Miller (1981). Para este autor, las condiciones creadas por la Guerra, especialmente la escasez de combustibles y maquinarias, tuvieron un efecto negativo sobre la capacidad de reacción de la industria latinoamericana, lo que desmentiría el argumento según el cual la industrialización avanzó en la década de 1910. Al mismo tiempo, otras fuerzas habrían operado favoreciendo el crecimiento sectorial como los altos precios internacionales de algunos bienes primarios y la escasez de productos importados. El resultado habría sido una expansión limitada sobre la base de la estructura industrial previamente establecida. Una mirada más optimista ha sido sostenida en otro estudio clásico que compara la trayectoria de las economías de Brasil, Argentina, Perú y Chile editado por Albert y Henderson (1988). Estos autores han sostenido que durante la Guerra fueron varias las industrias argentinas que lograron mejorar sus condiciones.4 El estudio parte de señalar que el caso argentino es el más oscuro de todos los casos naciones debido a la falta de estadísticas, las evidencias disponibles muy fragmentarias y la escasa atención que concitó entre los historiadores.5
En la historiografía argentina, una línea interpretativa, sostiene que el amparo protector ofrecido por la interrupción de la competencia extranjera de manufacturas durante la Guerra habría estimulado la industrialización, un proceso que se truncó como resultado de la reanudación de las importaciones en la posguerra. Se trataría, entonces, de un momento de impulso industrial, una incipiente y temprana ISI. Los autores que sostienen esta interpretación, desde diferentes marcos teóricos y tradiciones ideológicas, han sido incluidos dentro de la denominada "teoría de los choques externos", que sostiene una correlación positiva entre las crisis y los conflictos armados que perturbaron el comercio mundial y el desenvolvimiento industrial en la periferia.6
En cambio, otra corriente ha sostenido que lejos de constituir un momento de despegue industrial, la Guerra provocó una desaceleración en el crecimiento del sector. Para esta línea interpretativa, el estímulo para el surgimiento de la industria en la Argentina provino del incremento del comercio exterior, en un proceso de eslabonamientos derivado de los sectores exportadores líderes. Por tanto, quienes sostienen esta interpretación en su versión más ortodoxa afirman que una interrupción del comercio exterior, como el sucedido durante la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión, afectaba el crecimiento industrial.7 Con otro marco teórico, otros autores también han destacado el pobre desempeño del sector industrial durante la Guerra, poniendo énfasis en la debilidad del tejido industrial y la fuerte dependencia económica del extranjero, especialmente de Gran Bretaña.8
En los hechos, conocemos bastante poco sobre el desempeño de la industria argentina durante la década de 1910. Sabemos que el impacto de la Guerra fue muy profundo sobre el conjunto de la economía y su comercio exterior, con excepción de la ganadería que se vio muy beneficiada por la demanda externa. En cambio, la evolución de la industria es poco conocida y requiere una exploración más profunda. La falta de fuentes agregadas para los años que corren entre 1914 y 1935, incluso ha oscurecido lo que sucedió en ese periodo crucial de la industria argentina. Los estudios de ramas y de empresas son aún muy escasos como para brindar una imagen aproximada de sus efectos. Lo que parece claro es que no hubo un comportamiento unívoco sino que la coyuntura de la crisis afectó de manera desigual a las diversas ramas industriales, según el grado de desarrollo previo y las oportunidades abiertas por el cierre de la competencia externa, y en el interior de cada sector, el impacto también fue desigual según el tamaño de las empresas (Badoza y Belini, 2014).
Una mirada general parece mostrar una fuerte desaceleración del crecimiento industrial tanto por la caída de la demanda agregada (originada por la fuerte inflación y el aumento de la desocupación) como por la escasez de insumos básicos y de maquinarias y equipos de importación. Por otro lado, una mirada sobre el comercio exterior durante la Guerra muestra que la "protección indirecta" ofrecida por el conflicto fue muy temporaria y que a partir de 1916, la importación de bienes que competían con los productos argentinos se reanudó (Belini, 2017). Los estudios de ramas y de empresa muestran además que las principales beneficiarias de la nueva situación fueron las grandes empresas ya instaladas, que contaban con capacidad ociosa capaz de ser ocupada en el corto plazo tanto por la demanda del mercado como por el comercio exterior. Además, la estructura industrial fuertemente polarizada en grandes empresas y en la base, pequeños talleres escasamente mecanizados, se acentuó. Las grandes empresas lograron avanzar gracias a que poseían los recursos económicos y las capacidades gerenciales y organizativas para promover nuevos emprendimientos (Gutiérrez y Korol, 1988; Rocchi, 2006; Villanueva, 2008; Badoza y Belini 2009; Belini, 2010; Barbero, 2011, 2016; Regalsky y Jáuregui, 2012). En contraste, la mayoría de las pequeñas y medianas empresas no sacaron demasiada ventaja de la protección indirecta ofrecida por la Guerra debido a la caída de la demanda, la escasez de capital y de maquinarias de importación.
¿Cómo afrontaron las economías regionales los años de la Guerra? Los estudios disponibles muestran diversas evoluciones. Retomando la propuesta de Díaz Alejandro (1988) para los años treinta, podemos hablar entonces de dos tipos de comportamientos frente a la coyuntura. Algunas regiones lograron brindar respuestas "reactivas" a la crisis, emprendiendo reformas y adaptaciones en tanto que otras, en el entorno macroeconómico de la década de 1910, no exhibieron capacidades de reacción y padecieron los efectos de la coyuntura más negativamente.
Las economías del noroeste (donde estaba implantada la industria azucarera) y del oeste (la vitivinicultura de Mendoza y San Juan), se vieron afectadas por severas crisis que tuvieron un origen diferente al impacto provocado por la Guerra. En el noroeste, la  plaga del mosaico, especialmente en Tucumán, provocó a partir de 1915 un derrumbe de la producción de caña de azúcar, obligando a los empresarios a iniciar un ciclo de grandes inversiones para reemplazar la caña criolla por Java. Las estrategias empresariales frente a la crisis fueron diversas, pero los que salieron mejor beneficiados por una inédita coyuntura de caída de la producción azucarera fueron sobre todo los grandes ingenios integrados y con sólida posición financiera, que eran los que podían encarar más velozmente el reemplazo de los cañaverales. En cambio, las empresas no integradas y los pequeños y medianos cañeros debieron enfrentar una etapa de mayores dificultades (Bravo, 2008; Moyano, 2015).
La crisis desató también renovados conflictos entre cañeros e industriales, al tiempo que marcaron la transición hacia un nuevo modo de regulación estatal que si no representó un cambio en el proteccionismo establecido por el régimen conservador, estuvo siempre más atento a las demandas de la clase trabajadora del Litoral y de los productores rurales que formaban el sustrato social de la Unión Cívica Radical. Es interesante ver, como han sostenido Moyano y Lenis (2007), que la coyuntura de la Guerra y la transición hacia un nuevo régimen político, implicaron también el reforzamiento de la identidad de la región como el centro de la cuestión azucarera.
En conjunto, los años de la Primera Guerra coincidieron con la crisis sectorial. Hubo que esperar a comienzos de la década de 1920, para una nueva recuperación de la producción y la reanudación de las inversiones en bienes de capital. Como ha mostrado Moyano (2013: 92-94), las fundiciones y los pequeños talleres de reparación y producción de repuestos surgidos a fines del siglo XIX como actividades auxiliares apenas sufrieron algún cambio en la década de 1910 y no pudieron participar sino de manera auxiliar de la renovación del stock de capital instalado en los años veinte.
En el oeste, la vitivinicultura también padeció una severa crisis cuyo origen fue anterior al conflicto. Las tendencias a la sobreproducción eran ya evidentes a principios del siglo XX (Barrio, 2008). Luego de una breve pero fuerte recesión entre 1901 y 1903, la crisis retornó con mayor fuerza en 1914. A ello se sumaron los efectos depresivos de la Guerra. En estas condiciones, el sector manufacturero local, que mostraba un grado de desarrollo muy incipiente y especializado en torno a la producción vitivinícola, tuvo un mal desempeño.
Conocemos algo sobre el impacto de esa crisis entre las grandes empresas y los estudios desde la perspectiva de empresas muestran que debieron enfrentar las dificultades sectoriales y las impuestas por la coyuntura (Mateu, 2002, 2008). Por otro lado, con la excepción muy relativa de la producción de ácido tartárico, no se desarrollaron nuevas producciones a las que ya habían surgido como industrias derivadas del vino en la etapa previa (alcohol, licores, productos analcohólicos). Incluso, la elaboración de ácido tartárico fue posible en un contexto de escasez, pero las empresas locales no lograron mejorar ni sus costos ni su calidad en las décadas siguientes (Pérez Romagnoli, 2010).
En realidad, como muestran diversos trabajos (Olguín, 2012; Barrio, 2013), la crisis de la década de 1910 supuso el inicio de un proceso de reconfiguración del complejo vitivinícola, la intervención del gobierno de Mendoza y el reforzamiento del poder de los bodegueros. Primero el gobierno provincial adquirió y destruyó parte de la producción, anticipando las políticas que se implementarían en varias economías regionales durante los años treinta. Luego se buscaría la creación de una empresa monopólica que, integrada por viñateros y bodegueros, se proponía estabilizar el precio de los productos. Según Barrio, paradójicamente los más beneficiados por estas políticas serían los viñateros.
Los problemas ocasionados por las crisis de sobreproducción de principios de siglo y de la Primera Guerra alentaron la búsqueda de otras fórmulas para superar el monocultivo y especialización productiva, como por ejemplo, los intentos de exportación de uva fresca, el cultivo frutícola y la producción de conservas de frutas y tomates destinadas al mercado interno. Pero estos procesos aunque concitaron muy tempranamente cierta atención de los gobiernos provinciales y estimularon la participación de diversos actores empresariales (locales y extra regionales) recién mostrarían algunos avances en la década de 1920 y luego de la Gran Depresión, aunque sin desplazar a la actividad vitivinícola que continuaría siendo la principal (Rodríguez Vázquez, 2013; 2016a, 2016b).
Por fuera de las regiones del noroeste y del oeste, que se habían integrado al mercado nacional en el último tercio del siglo XIX gracias a la combinación de una serie de incentivos estatales y el dinamismo de sus sectores empresarios, sabemos muy poco sobre lo que ocurrió durante las primeras décadas del siglo XX. Parece que el lento proceso de integración económica preparó muy mal al resto de las economías provinciales para afrontar las dificultades de la Guerra.
En este sentido, un caso interesante por su evolución posterior en la década de 1920 fue la región chaqueña que protagonizaría el último ciclo productivo del modelo agroexportador: el algodón. Cuando estalló el conflicto, esta área apenas estaba vinculada a la economía nacional y su territorio todavía no se había ocupado y colonizado plenamente. Paradójicamente una industria –la elaboración del tanino– había sido desde fines del siglo XIX el centro de la explotación de los bosques chaqueños especialmente en el norte de Santa Fe. Pero se trataba de una típica industria de enclave, incapaz de promover eslabonamientos en el área y dominada por grandes empresas de capital extranjero. Con el estallido de la Gran Guerra, hubo un notable incremento de los precios del algodón, pero el área cultivada fue ascendiendo muy lentamente entre 1916 y 1919. Hubo que esperar a que durante la década de 1920 se produjera una combinación favorable de factores para que se incrementara la superficie cultivada y la producción de fibra. Entre ellos se destacó el incremento de los precios mundiales acicateados por la caída de la producción norteamericana como consecuencia de la plaga del picudo; la política de fomento del cultivo de algodón puesta en marcha por el gobierno de Marcelo de Alvear a partir de 1922, y la expansión ferroviaria hacia el oeste del Territorio del Chaco, que abarató los costos del transporte y permitió la difusión de los cultivos (Guy, 2000; Larramendy y Pellegrino, 2005; Carlino, 2009; Girbal 2011).

La Gran Depresión y el comportamiento de la industria

Las interpretaciones sobre el impacto de la crisis capitalista internacional en Argentina y, particularmente, los cambios que se habrían producido en la economía real y las políticas económicas durante los años treinta son diversas, e incluso no faltan las perspectivas contrapuestas (Korol, 2000). No obstante, existe consenso, a partir del trabajo de O’Connell (1984), que el impacto de la crisis fue relativamente menor en la Argentina en comparación con  las economías industrializadas pero también con las economías más pequeñas de la región que habrían sido las más afectadas por la caída del comercio mundial y el proteccionismo (Díaz Alejandro, 1988).
Si bien la historiografía latinoamericana ha tendido a remarcar las continuidades entre la economía anterior a 1929 con el desarrollo producido en la década de 1930 cabe pocas dudas que el periodo abierto con la crisis mundial aceleró la transición hacia una economía más centrada en la industria y el mercado interno (Thorp, 1988; Bulmer-Thomas, 1994; Korol y Tandeter, 1999).9

El cuadro 2 muestra las tasas de crecimiento del PIB, el sector primario y la industria para el periodo dominado por la ISI. La década de 1930 exhibió una fuerte desaceleración del crecimiento de la economía, a tasas de solo el 1,8%. A diferencia de lo sucedido durante la Primera Guerra, el sector manufacturero mostró un comportamiento positivo con tasas de incremento del producto bruto del orden del 3,4% (y grandes disparidades entre las ramas industriales). El crecimiento del sector primario aunque bastante menor que el del PBI fue positivo gracias sobre todo al auge de los cultivos industriales que dinamizaron aquellos sectores del agro extra pampeano que no habían sido estimulados durante el periodo de crecimiento hacia afuera, como la economía algodonera noreste del país, el cultivo de tabaco en Corrientes y Misiones, la producción de arroz en Entre Ríos o la fruticultura en el Río Negro.

Cuadro 2. Tasas de crecimiento del PBI y PBI industrial, 1929-1974

Fuente: Elaboración propia en base a Díaz Alejandro (1975a), p. 78, y Llorens de Azar (1977).

Entre la Segunda Guerra Mundial y la crisis de 1962-1963, la economía creció a un ritmo mayor, impulsada fundamentalmente por el sector manufacturero. Pero fue la década final de la ISI, la que mostró el mejor comportamiento económico, con la atenuación de los ciclos de Stop and go provocados por la restricción externa, el fuerte dinamismo del sector industrial y la recuperación del agro pampeano.
Volviendo a la Gran Depresión y sus consecuencias, la historiografía ha discutido especialmente el papel del estado. Por un lado, una corriente ha enfatizado la fuerte dependencia argentina con respecto a Gran Bretaña y, al mismo tiempo, ha sostenido la ausencia de una política económica que contemplara los problemas del desarrollo económico argentino. Dentro de esta corriente se ha llegado a afirmar incluso que la sustitución de importaciones no comenzó en los sectores líderes como la rama textil hasta comienzos de la Segunda Guerra Mundial (O’Connell, 1984: 511). Por tanto, habría sido la interrupción de los vínculos comerciales y financieros durante la Guerra (es decir un proceso que tenía causas exógenas) el factor que estimuló la industrialización y el cambio estructural (Jorge, 1971).
En cambio, otra interpretación sostiene que pese a las constricciones impuestas por la crisis mundial las autoridades económicas lograron sacar provecho de las tensiones entre los principales socios comerciales del país (Gran Bretaña y los Estados Unidos) de manera que las políticas económicas y comerciales terminaron por promover indirectamente la industrialización (Villanueva, 1972, 1975).10 Incluso, un ensayo clásico sobre los orígenes del peronismo, inspirado en una tradición ideológica opuesta, ha sostenido que debido a las particularidades de las transformaciones sociales durante los años treinta, los sectores más poderosos de las clases propietarias alentaron proyectos que contemplaban en mayor o menor medida un cambio parcial de la estrategia de crecimiento al incluir el aliento a la industria (Murmis y Portantiero, 1969).
Más allá de estas discusiones sobre el impacto de las políticas comerciales, la historiografía ha mostrado a través de estudios sectoriales el avance del proceso de industrialización (especialmente en lo relativo a la rama textil y metalúrgica) con una secuencia que parece mostrar que la tesis según la cual los años treinta no constituyeron un momento de despegue industrial y de que hay más de una continuidad entre los veinte y los treinta, constituye una interpretación más próxima a lo realmente ocurrido. No obstante, continúa siendo bastante desconocido el proceso de transformación industrial durante el periodo de entreguerras. Todo ello hace necesario profundizar los estudios combinando el análisis sectorial y a nivel de las empresas, como una forma de eludir las dificultades provenientes de la escasez de datos agregados.
¿Cuál fue el impacto de la Gran Depresión en las economías regionales? ¿Alentó la crisis el cambio estructural y la diversificación productiva? Una repuesta a esta cuestión debe comenzar por indagar los efectos de la crisis en la economía argentina. En primer lugar, la redistribución regresiva del ingreso provocada por la devaluación monetaria y el incremento de la desocupación, al menos temporaria, en la región pampeana. En la Capital Federal los salarios reales cayeron un 9% solo entre 1929 y 1930, y aunque luego se recuperaron no volvieron a superar de manera estable el nivel de 1929 durante toda la década de 1930. En relación a la desocupación es conocido el hecho de que las estadísticas disponibles no son confiables –los resultados del Censo Nacional levantado con ese propósito mostraron una desocupación cercana a 334 mil personas en 1932 -. No obstante ello, un buen indicador del cambio de las condiciones en el mercado de trabajo y de sus repercusiones sobre el mercado interno es la caída del número de huelgas y huelguistas, que alcanzaron sus niveles más bajos en 1933.
Inicialmente, entre 1929 y 1931, la industria local padeció una breve recesión provocada por la caída de la demanda agregada. A partir de 1932, el sector manufacturero inició una etapa de crecimiento, empujando la tasa de incremento del PBI. Este proceso de liderazgo industrial continuaría en las siguientes cuatro décadas, hasta mediados de los años setenta. En su primera etapa, el ritmo de crecimiento industrial fue del orden del 3,4%, una tasa algo menor que otras economías latinoamericanas debido a que se partía de una base industrial más importante. Pero en la siguiente década, se alcanzaría un incremento del 5% anual. Por supuesto, el desenvolvimiento de la industria no fue uniforme y se manifestaron diferencias notables entre las ramas. Durante la década de 1930, la sustitución de importaciones se concentró en la rama textil, que creció a un ritmo del 11% anual, la refinación de petróleo (12,6%) y la producción de metales (5,1%). Otras actividades como la fabricación de neumáticos, pequeños electrodomésticos y motores eléctricos, se iniciaron entonces. En cambio, rama de Alimentación y Bebidas creció a un ritmo algo menor al del sector industrial (2,1%), y otras industrias debieron soportar una década de recesión como las papeleras (-1,7%), artes gráficas (-2,2%), madera (-2%), y materiales de construcción (-2,5%).11
Los efectos de la crisis sobre las economías regionales son menos conocidos. Si los años de la Primera Guerra Mundial forman parte todavía del periodo de "crecimiento hacia afuera" y, por lo tanto, han sido objeto de mayor atención, por ejemplo, en el caso de la industria azucarera y de la vitivinicultura, sólo recientemente ha comenzado a explorarse su desempeño durante los años treinta. 
En el noroeste, ya desde la década de 1920, la industria azucarera conoció un nuevo periodo de incremento del área cultivada y de la producción. En cambio, el consumo interno declinó tocando su piso en 1933 con solo 33 kg per cápita. Si bien el consumo mostró fluctuaciones durante los años treinta, en realidad se estaba en presencia de una tendencia estructural al estancamiento desde la década de 1910 (34 kg per cápita en 1911 y 33 kg en 1939). Por tanto, la industria azucarera enfrentó una grave crisis de sobreproducción (Bravo, 2008; Moyano, 2015; Campi et al., 2015).
¿Qué sucedió con otras industrias? Un estudio reciente sobre las actividades derivadas del complejo azucarero muestra una contracción importante de la actividad derivada de la combinación de bajos precios del azúcar, la caída del ingreso regional y la declinación de la inversión de las empresas azucareras. La fuerte dependencia de esas economías del ingreso generado por el complejo agroindustrial azucarero y el impacto negativo de la crisis sobre ese sector, inhibió la inversión en otras actividades derivadas e impidieron a los talleres metalmecánicos que suministraban bienes al sector mejorar sus capacidades tecnológicas y productivas (Moyano, 2013: 95-97).
Incluso en Jujuy, donde la producción azucarera estaba organizada por grandes empresas integradas y contaba con mejores condiciones que en Tucumán, el impacto de la crisis fue, en palabras de un ministro, "un verdadero desastre". Si bien algunas actividades de elaboración de minerales como el plomo, la plata y el estaño, controladas por grandes empresas tuvieron un momento de arranque en los treinta, el alto nivel de desocupación y el hundimiento del mercado desalentaron transformaciones en el sector manufacturero. Si bien entre 1914 y 1935, la fuerza motriz instalada ascendió notablemente, el número de fábricas se mantuvo constante y el personal obrero cayó un 42%. La industria de Alimentación y bebidas continuaba siendo la predominante, representando el 82% y 75% de los capitales invertidos respectivamente (Bernasconi y Fandos, 2015: 107-108). Incluso en la segunda mitad de la década de 1930, hubo un incremento del número de talleres y de la mano de obra pero sin cambios estructurales (Kindgard, 2012: 169-178).
En el caso de la economía vitivinícola, los estudios muestran el inicio de una crisis de sobreproducción poco antes del estallido de la Gran Depresión y una prolongada recesión vinculada a la caída del consumo interno de vinos. El consumo máximo se alcanzó en 1924 con 65 litros per cápita, en tanto que el registro mínimo en 1932 con solo 36 litros per cápita. Pero el nivel máximo alcanzado en la década de 1920 no fue superado durante los años treinta. Diversos trabajos han explorado las políticas estatales nacionales y provinciales, los intentos de regulación del cultivo y de la producción de vinos y la promoción de otras actividades productivas (Ospital, 2009; Olguín, 2012, 2013; Mateu, 2016). La intervención de la Junta Nacional de Vinos (1934) fue tan poderosa que en 1939 llegó a adquirir el 15% de las tierras cultivadas con vid y el 40% de los vinos producidos con el objetivo de reducir la oferta y su impacto depresor sobre el mercado (Olguín, 2012, pp.90-91). Si bien se ha señalado la semejanza de estas medidas con las tomadas en otros países productores de vinos, resalta la ineficacia de las políticas de estímulo de otros usos de la uva, la diversificación de la economía provincial y los cambios en la estructura del sector. La reactivación del consumo nacional en la década de 1940 alentada por la redistribución del ingreso y el incremento de los salarios reales durante el peronismo daría lugar a una nueva expansión desordenada y, a comienzos de la siguiente década –es decir en 1951-1952- a la estatización por el gobierno provincial de una gran empresa como Giol.
Un caso interesante por sus implicancias sobre el dinamismo de las economías provinciales y la difusión del proceso de industrialización es la trayectoria del sector manufacturero en Santa Fe, una provincia que junto con Buenos Aires había protagonizado la  expansión agroexportadora en el último tercio del siglo XIX. Kofman et al. (2012) muestran que, entre 1935 y 1946, la industria santafesina aceleró su ritmo de crecimiento tanto de número de fábricas como de empleados y valor de la producción pero al mismo tiempo lo hizo continuando con el patrón de crecimiento sectorial previo a 1930: por un lado, el surgimiento de las industrias derivadas de las materias primas producidas en la provincia. Además, si bien el crecimiento se basó fundamentalmente en la incorporación de mano de obra empleada antes que el aumento de la productividad, los sectores líderes fueron aquellos ligados al mercado interno y dominados por empresas nacionales. A pesar de la importancia de Rosario como ciudad industrial y mercado consumidor, la estructura industrial santafesina no se vio afectada por la sustitución de importaciones en el rubro textil. Por tanto, hubo que esperar hasta los años cincuenta para que la estructura industrial se diversificara con el avance de las ramas químicas y metalmecánicas.

Consideraciones finales

El análisis realizado nos permite extraer algunas conclusiones sobre el estado de nuestro conocimiento sobre el problema de los vínculos entre las crisis económicas y el comportamiento del sector manufacturero argentino en el largo plazo, así como el impacto que las grandes caídas de la actividad económica y del ingreso tuvieron sobre las economías extra-pampeanas.
En primer lugar, destacamos que la historiografía económica argentina apenas ha indagado la problemática del impacto de las crisis económicas sobre el sector industrial y, especialmente, lo que sucedió a escala regional y/o provincial.
En segundo lugar, la evidencia estadística que presentamos muestra que en el corto plazo, el sector industrial tuvo un desempeño más negativo que el conjunto de la economía en cada coyuntura de crisis. Esto se debió a la histórica dependencia que la industria tuvo del mercado doméstico y de la perdurable importancia del ingreso generado por el sector primario exportador. La caída del ingreso nacional y la contracción de la demanda provocada por la profundización de la crisis impactaron así negativamente sobre el sector manufacturero. Incluso, durante la Gran Depresión, cuando tradicionalmente se ubica el comienzo de la ISI en momentos en que la Argentina ya poseía un tejido industrial desarrollado, el comportamiento sectorial medido en términos de PBI industrial por cápita estuvo marcado por una contracción más profunda que la que padecía la economía en su conjunto.
Una tercera conclusión nos permite afirmar que las crisis industriales como las económicas fueron más profundas y duraderas durante las etapas de gran integración al mercado mundial. La apertura de la economía en el plano comercial y financiero la hizo más vulnerable a los shocks externos durante los periodos de "globalización". Por tanto, la profundidad de las recesiones fue notablemente mayor durante esos periodos que en los años del "modelo ISI". Se destacan particularmente los episodios producidos durante la Primera Guerra Mundial, la crisis internacional de 1929 y el derrumbe de la convertibilidad en el 2001. En cambio, las crisis fueron menos violentas durante la ISI. Cabe destacar que la recesión más profunda asociada a ese modelo se produjo en 1962-1963, momento en que una crisis de balanza de pagos se vio acentuada por otra de naturaleza política que condujo al derrocamiento de Arturo Frondizi. Esa crisis no se compara con ninguna de las padecidas entre los años cuarenta y mediados de la década de 1970. Aún en el caso del "Rodrigazo" de 1975, asociado al inicio de un periodo de 15 años de alta inflación y el derrumbe del gobierno de Isabel Perón, tuvo una profundidad menor en términos de caída del producto y de la industria, frente al episodio de 1962-1963.
Si nos alejamos de las coyunturas de crisis y miramos el mediano plazo, las respuestas del sector manufacturero fueron diversas dependiendo del desarrollo del tejido industrial y de las políticas estatales. Así, por ejemplo, parece claro que luego de 1930 el sector manufacturero mostró una capacidad de crecimiento mayor que el sector primario exportador, convirtiéndose en el motor de la economía, un papel que retendría hasta mediados de los años setenta.
Una cuarta conclusión se deriva del análisis realizado de los episodios de crisis durante la Primera Guerra y la Gran Depresión. Sobre la base la bibliografía que ha tratado el tema, hemos sostenido que a nivel regional y provincial, las respuestas frente a las crisis dependieron de diversos factores, algunos de ellos de carácter nacional y otros regionales o provinciales. Concentrándonos en los segundos hemos retomado a Díaz Alejandro al hablar de economías reactivas y pasivas. Como muestran los estudios recientes, regiones como el noroeste y el oeste, que se habían conformado como economías azucarera y vitivinícola respectivamente durante el último tercio del siglo XIX, padecían desde finales del siglo XIX o principios del siglo XX, desequilibrios productivos y problemas de competitividad que las hacían muy dependientes de la demanda interna. Por tanto, el entorno macroeconómico nacional impuso un fuerte condicionamiento al desempeño de esas economías. No sólo se trató de la demanda interna sino de la disponibilidad de capital y crédito, la posibilidad de importar equipos y maquinarias, por ejemplo. Claro que las respuestas que dieron esas economías a los nuevos desafíos dependieron de la dotación de recursos con los que contaban, el desarrollo previo de un tejido industrial y la presencia de actores económicos capaces de percibir las oportunidades y los riesgos. Si bien estudios recientes han mostrado que esas economías regionales lograron desarrollar previamente un incipiente tejido industrial, parece claro que las crisis no ofrecieron los estímulos suficientes para alentar cambios productivos destacados.
En cambio, el noreste fue el centro de la expansión del cultivo algodonero destinado inicialmente a la exportación, así como el desarrollo de actividades industriales derivadas como el desmotado y la elaboración de aceite de algodón. Estas actividades fueron posibles debido a una coyuntura internacional muy favorable, el estímulo de las políticas oficiales y la participación de un variado conjunto de empresarios. En cambio, la producción de hilados y tejidos se localizaría por fuera de esa economía regional en el distrito industrial de Buenos Aires. A pesar de este desempeño más positivo del noreste, el desarrollo del cultivo algodonero cobró mayor ritmo en la década de 1920 y los años treinta.
La historiografía industrial se ha focalizado en el desempeño del sector en el largo plazo y en perspectivas que pocas veces han escapado a análisis agregados sobre el conjunto del sector. En cambio, sabemos  menos sobre las alternativas de las industrias ubicadas fuera de Buenos Aires para el periodo posterior a la crisis de 1930, las diversas ramas industriales o las coyunturas de crisis. Si bien en la última década han comenzado a explorarse otras problemáticas, todavía conocemos relativamente poco sobre estas dimensiones. Análisis focalizados en regiones y coyunturas decisivas, con enfoques que combinen la historia industrial y de las empresas, las políticas estatales y las estrategias de los actores, permitirán construir interpretaciones más amplias sobre el desarrollo industrial argentino, las dinámicas regionales o provinciales y las evoluciones sectoriales.

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NOTAS

1 Una versión previa de este trabajo fue presentado en II Reunión Tendencias y Debates en Historia Económica Argentina: Coyunturas de crisis económica desde la perspectiva regional-provincial en la Argentina de los siglos XIX a XXI, organizada por la Asociación Argentina de Historia Económica, la Unidad de Investigación en Historia Regional (UNIHR) y la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Jujuy, San Salvador de Jujuy, 19-20.10.2017. Agradezco los comentarios y las sugerencias allí recibidas, así como los de los referís anónimos.

2 Por su énfasis en los métodos cuantitativos, puede ubicarse aquí a los trabajos de Haber (1989, 1999) sobre el crecimiento industrial.

3 Si incluyéramos la crisis de 1890-1991, la caída del PBI per cápita sería del 18% pero el PBI industria per cápita mostraría un incremento del 5,2%. El dato parece difícil de comprender teniendo en cuenta los efectos redistributivos de la crisis y el grado muy incipiente de la industria local.

4 Albert y Henderson (1988: 214-222).

5 Miller (1981: 707-716).

6 Ortiz (1955: 213-219, Vol. II), Di Tella y Zymelman (1967: 91-95), Albert y Henderson (1988: 180-233).

7 Gallo (1970: 17-18), Villanueva (1972: 451-476), Díaz Alejandro (1975: 208-216), Cortés Conde (1997: 214-218), Bulmer-Thomas (1994: 187, 192-193).

8 Dorfman (1970: 336-350) y Schvarzer (1996: 120-122).

9 En este sentido, los trabajos compilados por Drinot y Knight (2014) no introducen novedades sobre el impacto de la crisis y las transformaciones productivas. Véase especialmente el ensayo de Knight que cierra el libro.

10 Para una crítica a esta interpretación véase Alhadeff  (1986: 95-119).

11 Los datos fueron tomados de Díaz Alejandro (1975a: 220).

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