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Travesía (San Miguel de Tucumán)

versión On-line ISSN 2314-2707

Travesía (San Miguel de Tucumán) vol.22 no.1 San Miguel de Tucumán jun. 2020

 

RESEÑAS

Teresita Gómez, Los planes quinquenales del peronismo. Objetivo, prioridades y financiación, Buenos Aires, Lenguaje Claro Editora, 2020, 352 páginas.

 

El libro que aquí reseñamos es producto de la tesis doctoral en historia que la autora defendiera, en 2016, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. La argumentación teórica de esta investigación, que tiene como objeto de análisis los planes quinquenales de los dos primeros gobiernos peronistas, ronda en torno al concepto de planificación. El mismo, entendido como la acción ampliada del Estado en varios planos de la política económica, le permite a Gómez examinar los objetivos del gobierno en relación con el mercado y los actores económicos domésticos.
Dividido en once capítulos, el eje de análisis no solo abarca el estudio de los planes quinquenales, también conecta el examen con una idea más general que es la transformación del Estado a raíz de las convulsivas crisis externas que produjeron la Primera Guerra Mundial, la Crisis de los años treinta y, finalmente, la Segunda Guerra Mundial. El primer capítulo se dedica a repasar los debates teóricos sobre la planificación durante la primera mitad del siglo XX. Así, Gómez entiende que las primeras intervenciones en la gestión pública desarrolladas en los países capitalistas centrales y en Rusia formaron parte de una práctica de la que aún las teorías económicas no daban cuenta y que comenzaron a implementar novedosos instrumentos de intervención a partir de la década del veinte. Así, la planificación evolucionó desde los primeros años de la Rusia revolucionaria donde se dio un intenso intercambio entre economistas neoclásicos hasta la Segunda Guerra Mundial. En los ‘40, el socialismo y sus directrices de planificación fueron recuperadas por muchos países, aunque discutidas por la escuela neoclásica liberal en el marco de la oposición totalitarismo-democracia. La autora enmarca su análisis en este contexto y es taxativa cuando afirma que la planificación, ligada a la idea de crecimiento económico, aparecía como una vía intermedia entre la libertad económica individual y el riesgo de una crisis económica.
Los capítulos dos y tres se enmarcan en un examen sobre la transformación del Estado entre la Primera Guerra Mundial y la crisis de los treinta como parte de un proceso que abonó antecedentes para la planificación. Así, en los años veinte con la constitución de los primeros rasgos de los Estados de bienestar europeos comenzaron a verse no solo intervenciones en la organización de la producción y el intercambio, también en la distribución y redistribución del ingreso como parte de una mayor coordinación entre el poder político, el capital y el sector asalariado. Una planificación que comenzaba a ocupar espacios antes disputados por el mercado fue configurando una economía complementaria de la mano con la expansión de la estadística. El cuadro general de ascenso estadounidense a la cabeza de la economía capitalista significó también la subida de los trust y la cartelización monopólica en paralelo al fin de la libre competencia hasta que se produjera una de las crisis más grandes de la historia. En este contexto la autora señala cómo, en nuestro país, comenzó a avanzar una Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) tendiente a cubrir las demandas del mercado interno para recuperar el balance comercial y de pagos, aunque sin presentar entre sus objetivos la transformación de la estructura productiva. Gómez subraya el Plan de Federico Pinedo de 1933 como un importante antecedente de la planificación, recuperado en parte posteriormente en los cuarenta, sus novedades estuvieron en una regulación de la producción adecuada a la deprimida demanda existente y una decidida acción financiera que permitiera mantener un valor estable de la moneda dentro del mercado interno.
El capítulo cuatro recorre los debates en torno a las estrategias industriales desarrollados en los cuarenta a la luz de la cuestionada hegemonía europea. La autora destaca y desmenuza el pensamiento industrialista de Alejandro Bunge y sus alumnos póstumos, un intelectual que a contracorriente del predominante liberalismo argentino promovía la diversificación productiva y las ideas industrialistas con una tónica nacional. El capítulo cinco pone el foco en el Consejo Nacional de Posguerra, órgano nacido del Golpe de Estado de 1943 y primera institución que, a pesar de su corta vida, constituyó un preludio estadístico y teórico que sirvió de soporte para los planes quinquenales con su documento “Ordenamiento Económico y Social”: respeto a la libertad económica, fomento industrial, estímulo al capital privado, nueva alianza de clases, etc., fueron algunos de sus principios. Luego, en el sexto capítulo se realiza una comparación entre el Plan Pinedo y el Ordenamiento como antecedentes importantes del instrumento planificador en el peronismo. Como destaca Gómez, entre las continuidades y rupturas entre ambos pueden destacarse la evolución hacia una intervención que ya no se suponía temporal, sino que formaría parte de una estrategia de desarrollo, aunque en ambos casos destinada al mercado interno.
El análisis específico sobre el Primer Plan Quinquenal es el eje del capítulo siete, donde la autora asegura que la palabra planificación ya era parte del acervo común de los políticos y económicos contemporáneos. Una configuración compleja que retomaba aportes del New Deal, la planificación centralizada soviética y de diferentes países europeos, era ya en Argentina parte de un corpus de pensamiento relacionado aversión a las consecuencias producidas por la crisis de los treinta. Gómez es taxativa, el objetivo general era evitar una depresión y los objetivos específicos eran elevar la renta nacional, mejorar la distribución de la riqueza, lograr la estabilidad de precios, aumentar la inversión y dotar de mejores recursos al gobierno mediante una colaboración con el sector privado. La autora concluye en que las prioridades económicas se concentraron en el sector de trasportes y obras públicas y, en segundo y tercer lugar, en la producción (principalmente la agropecuaria) y la acción social (salud, educación y vivienda). Esto abona aún más la hipótesis de la centralidad del sector agropecuario en la economía, donde se concentraron los créditos, la mecanización y el fomento de la producción. De hecho, en el capítulo ocho dedicado a la financiación del Primer Plan Quinquenal, la observación de las adquisiciones e inversiones realizadas por el IAPI harán concluir en que el objetivo de trasladar ingresos desde el sector agropecuario al industrial no fue producido, por el contrario, permaneció la estructura económica existente y la dependencia de las divisas aportadas por el sector primario.
A partir de 1949 el crecimiento económico se detendría, producto de los problemas de pagos con los EE.UU, aumento de la inflación, caída de las exportaciones agrícolas, deterioro de los términos de intercambio y límites a la expansión de la industria liviana. Todas cuestiones que condujeron en 1952 a un plan de emergencia tendiente a consumir menos y producir más sobre los pilares del aumento de la producción, austeridad del consumo, fomento del ahorro, aumento de las exportaciones y reducción de las importaciones invocando el apoyo al pueblo como parte de una estrategia que mostraría, según el argumento de la autora, un retroceso en la industrialización por un impulso al crecimiento económico basado nuevamente en el fomento al campo.
El capítulo diez se introduce en el Segundo Plan Quinquenal, esta vez, desarrollado en un contexto de agotamiento de las reservas y reducción de mercados donde colocar la producción agraria local. Este segundo plan, aprobado a pesar de las críticas opositoras en torno a la suma del poder público y de facultades extraordinarias nucleadas en la figura de Perón, innovó en la instrumentación de medios propagandísticos y un más vasto respaldo estadístico. Sus pilares, esta vez desplazando al IAPI, fueron una política crediticia tendiente a coordinar la acción privada incentivando a capitales nacionales y privados junto con la conformación de cooperativas de productores y consumidores. Con un basamento ideológico alineado a la tercera posición peronista, la planificación propuesta subrayaba el objetivo de consolidar la independencia económica para asegurar la justicia social y la soberanía política. Como complemento, el análisis sobre la financiación permite a la autora asegurar que el pilar del financiamiento en ambos planes provino paradójicamente de los aportes previsionales mediante la emisión de títulos de deuda pública. Además, la ansiada integración industrial (metalúrgica, siderúrgica y química) no fue lograda a razón de la absorción de los crecientes gastos laborales, la interrupción de proyectos, los problemas de inversión producidos a raíz de las críticas a la Ley de Radicación de Capitales Extranjeros y, especialmente, la endeblez del apoyo del sector industrial.
La tesis de Gómez constituye un aporte central al análisis de los planes quinquenales peronistas, pero también al examen más general en torno a la maduración de la planificación y las tensiones que ésta produjo en las políticas públicas como parte del entramado de alianzas sociales. Puntualmente, la autora nos muestra cómo el sector agropecuario que en verdad nunca dejó de formar parte del pilar de la economía y la sociedad argentina, aparece más notoriamente en el segundo Plan Quinquenal beneficiado por el apoyo a las exportaciones, los créditos sectoriales y un tipo de cambio más rentable en un cuadro de retroceso de la política redistributiva, ahora a favor del capital privado. La idea de Gómez es contundente, la mirada puesta en la transformación de un Estado empresario a un Estado subsidiario permite analizar los cambios producidos en varios planos: contexto internacional, situación económico-política doméstica y por tanto, alteración en las alianzas de clases.

Ignacio Rossi
Universidad Nacional de Luján.

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