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Travesía (San Miguel de Tucumán)

versión On-line ISSN 2314-2707

Travesía (San Miguel de Tucumán) vol.22 no.2 San Miguel de Tucumán dic. 2020

 

RESEÑAS

Karina OLMOS TORRES, Sebastián OLMOS TORRES, Rodolfo ROJAS FIGUEROA y Jaime CORONIL URTUBIA, Lugares y Sitios. Memorias de un patrimonio negado, Editorial Navaja, Iquique, Chile, 2019, 109 páginas.

 

Voy soñando, voy caminando, voy
en la arena dejo mis huellas, voy
y el mar me las va borrando, voy.
Víctor Jara
En algún lugar del puerto (1967)

El desarrollo de los sistemas represivos sudamericanos durante las décadas de 1970 y 1980 requirió de una diversidad de lugares para concretar sus proyectos de disciplinamiento social y político. Esencialmente tales espacios tenían como fin obturar –o mejor dicho, destruir– toda resistencia política y expandir el terror puertas afuera de sus límites físicos… y es que la doble faz de éstos –es decir, ese carácter oculto, clandestino, pero también visible, perceptible– fue una táctica que posibilitó proyectar sus efectos al resto de la sociedad, tal como distintas investigaciones pusieron en manifiesto. Es más, para Pilar Calveiro, y refiriendo a los centros clandestinos de Argentina, estos espacios son inescindibles de la misma sociedad: no es posible reflexionar/ analizar los CCD como ajenizados del mundo social.1 De hecho no es difícil demostrar –particularmente en los paisajes urbanos, pero también en los periféricos y aún rurales y/o alejados de los centros poblados– que quienes residían cerca de tales espacios sabían, o tenían fundadas presunciones, lo que ocurría en ellos. En pocas palabras, estos espacios fueron esenciales para materializar la represión, disciplinamiento y exterminio de importantes fracciones sociales o bien, siguiendo la tesis de Daniel Feierstein, se constituyeron como claves para sustentar el objetivo principal de toda práctica social genocida, esto es, reconfigurar las relaciones sociales hacia el interior de los Estados.2
Los lugares y paisajes que se articularon para conformar tantas cartografías del terror como espacios de secuestro y desaparición forzada también se comportan como puntos cardinales para reconstruir las trayectorias de vida de cada una de las víctimas que transitaron por ellos… Y es aquí donde –sostengo– cobran sentido las investigaciones que involucran los espacios sociales que estuvieron consustanciados con las prácticas genocidas: la posibilidad de recuperar un espacio para la memoria conlleva también recuperar –en la medida de lo posible– cada una de las historias de vida y militancia de quienes estuvieron allí. Por supuesto que lo anterior implica –más allá del dolor y los huecos en el presente familiar, barrial, social, político– anteponer emociones y sensaciones para contribuir objetivamente con la interpretación de las evidencias materiales y testimoniales no solo para dar respuestas a los vacíos familiares, colectivos, políticos, etc., sino para contribuir con pruebas judiciales sobre los crímenes perpetrados.
Investigar estos espacios también posibilita/posibilitaría aportar interpretaciones irrefutables sobre lo ocurrido en ellos, aspecto que adquirió centralidad en las últimas dos décadas: no solo se comportan como lugares para reparar simbólicamente a quienes sobrevivieron y/o conmemorar a desaparecidas y desaparecidos, sino también permiten/permitirían detectar, relevar y reunir pruebas que remiten/an a las funciones que cumplieron (es decir, el carácter forense de las evidencias en el marco de causas judiciales).
Desde comienzos del siglo XXI aquellos espacios vinculados a las prácticas genocidas en el Cono Sur comenzaron a ser investigados de manera sistemática. Estas indagaciones (estimuladas, generadas y/o producidas por sobrevivientes, familiares de hombres y mujeres víctimas de la desaparición forzada, militantes y organismos de Derechos Humanos, colectivos de investigación, entre otros actores sociales y políticos) dieron cuenta de la imposibilidad de sustentar un exterminio sin materialidades a la vez que de tales intervenciones surge la ineludible presunción de que toda matanza deja rastros, indicios materiales susceptibles de ser relevados, registrados, analizados, recuperados, conservados e incorporados tanto a causas judiciales como a políticas públicas patrimoniales.3
Independientemente del estado de integridad de los espacios, de las acciones llevadas a cabo para soterrar las evidencias del cautiverio, de las modificaciones para adaptarlos a nuevas funciones e incluso de la destrucción –principalmente de la arquitectura en pie– de recintos y edificios enteros, las investigaciones históricas y arqueológicas, los testimonios de sobrevivientes y una diversidad de registros documentales (fotografías, planos oficiales, croquis realizados por quienes estuvieron detenidos/as, etc.), viabilizaron plantear hipótesis y modelos referidos a la dinámica interna y las características que asumieron los espacios de detención. Asimismo, muchas de estas indagaciones permitieron relacionar dos o más de estos espacios, contribuyendo a desentrañar la compleja trama diseñada donde casi siempre un espacio fue funcional, o estaba íntimamente vinculado, a otro/s.
Lo anterior conlleva cartografiar los espacios de la represión, mapear sus vinculaciones, georreferenciar las ausencias edilicias, desmontar simbólicamente las redes en las que cada espacio se integraba para configurar un territorio jalonado por lugares caracterizados por los tratos vejatorios a la condición humana o bien donde se negaba la humanidad de las personas detenidas en ellos. Pero también, a la territorialización del terror, una diversidad de actores políticos y sociales antepusieron la territorialización de la memoria, la conmemoración y los reclamos por justicia.
Lugares y Sitios. Memorias de un patrimonio negado es el resultado de un intenso proyecto que tuvo como fin “identificar y reconocer”cada espacio vinculado con las prácticas sociales genocidas en la ciudad de Iquique y en la localidad de Pisagua, en el norte de Chile. Quienes lo escribieron asumen que no se trata de un ensayo “antropológico, arqueológico, arquitectónico ni historiográfico” sino de “un aporte inicial” para la reconstrucción del período histórico, a escala regional, que aborda el libro: 1973-1990. Sin embargo, por lo sistemático de la investigación, por la diversidad de espacios relevados, por la exhaustiva descripción de muchos de ellos, por las reconstrucciones a partir de los testimonios y documentos gráficos, etc., esta obra jamás podría considerarse como “un aporte inicial”; en todo caso el texto sienta las bases –con sólidos cimientos metodológicos– para reproducir este tipo de abordaje a otras regiones del país trasandino (y del Cono Sur también). En esencia, la obra recorre no solo la trayectoria histórica de cada espacio de detención sino también transita, en algunos casos, por el itinerario de quienes lo atravesaron.
La estrategia metodológica para abordar los espacios represivos y de exterminio involucró apelar a una diversidad de fuentes documentales y testimoniales. La combinación, confrontación, interpretación, reinterpretación de documentos y saberes de hombres y mujeres sobrevivientes posibilitaron reconstruir las características arquitectónicas, dinámicas internas y funciones específicas de las instalaciones relevadas. No es que anteriormente no se hayan realizado este tipo de investigaciones en Chile.4 Lo diferente –y que abruma de esta obra– es su escala. Y es que cartografiar cada espacio de Iquique y Pisagua, transitarlos, visibilizarlos, denunciarlos, traerlos al presente, retirar lo que se construyó sobre ellos, sacarles los escombros del olvido y reconstituirlos, demandó un ingente esfuerzo que va más allá de lo estrictamente metodológico pero que se funde en éste. Porque para contribuir con los procesos de memoria, verdad y justicia en el Cono Sur no bastan con las convicciones teóricas y políticas, se requiere de un andamiaje metodológico que permita recuperar –sin ambigüedades, de manera sistemática y asumiendo el rol probatorio de las evidencias– las pruebas del terrorismo estatal.
Y si sostengo que el texto abruma es porque la obra transmite cabalmente el control social que pretendió la dictadura trasandina sobre todo el territorio. Una dictadura que involucró todas las dimensiones territoriales: el poder totalizador no solo transitó por edificios, casas y calles… caletas, puertos y edificios públicos, civiles, militares y policiales… residencias urbanas y cementerios… también lo hizo por cielo y mar. Y es que el control –para la dictadura– debía ejercerse en todos los planos posibles: de allí los vuelos rasantes sobre la ciudad, las embarcaciones de la Marina mercante y la Armada reconfiguradas como espacios de reclusión… En el norte de Chile –según la política de la dictadura pinochetista y como lo revela/ releva esta obra– no debía existir un solo lugar sin ser controlado, no podía librarse ni un resquicio para ninguna oposición al régimen, todo intersticio debía ser obturado, no era posible ningún tipo de relacionamiento social, familiar o colectivo.
Todo, pero todo, debía ser controlado.
Todo.
Evidentemente el fracaso de tal instancia de la dictadura queda expuesto en cada página de las 109 del libro. Porque están aquí –en el texto, en los paisajes y en las memorias– las reconstrucciones de los espacios, los testimonios de sobrevivientes y las evidencias del exterminio jalonando los territorios de Pisagua e Iquique, aún cuando el régimen asumió que el silencio, la demolición de edificios y/o su resignificación, el terror y el olvido serían los cómplices eternos para ocultar sus atrocidades. Pero ocurrió lo contrario a lo que pretendía la dictadura. Este libro lo demuestra en cada párrafo: la arquitectura, los vestigios de la destrucción y el ocultamiento, las fotografías relevadas, los indicios materiales registrados, los saberes de sobrevivientes, etc., constituyen importantes pruebas que permiten reconstruir no solo el período de la dictadura, sino también lo ocurrido posteriormente: de allí que el aporte del libro no solo puede valorarse en términos de una cartografía del terrorismo sino, fundamentalmente, en tanto una cartografía de las memorias que recupera espacios para el presente.
Abordar los espacios que contribuyen a narrar y reconstruir las trayectorias sociales y políticas de hombres y mujeres que atravesaron por una experiencia concentracionaria –en este caso, en el norte de Chile– es siempre una tarea ardua en tanto conlleva recuperar los saberes de sobrevivientes y los silencios de aquellas personas que aún permanecen desaparecidas: es por ello que Lugares y Sitios. Memorias de un patrimonio negado se comporta como un texto vital para comprender los procesos sociales desde inicios de la década de 1970 hasta el presente en el norte de Chile.
Porque –y regresando al inicio y parafraseando a Víctor Jara– en las arenas de plazas y calles, en las arenas de caletas y juntas de los muros de los recintos represivos, en las arenas con las que ocultaron las fosas en Pisagua, en todas esas arenas decantan las huellas de las prácticas genocidas, sedimentan allí los indicios de quienes estuvieron… En estos espacios y paisajes imprimieron sus marcas hombres y mujeres que requieren/reclaman recuperar los Lugares y Sitios… porque –como la contundencia de mil tsunamis– estoy convencido, tal como quienes escribieron esta obra, que las personas que transitaron por ellos –por sus historias de vida y militancia– no merecen ser ocultadas bajo las brumas del olvido.

Víctor Ataliva
Instituto Superior de Estudios Sociales (UNT-CONICET)
Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán (CAMIT).

NOTAS

1 CALVEIRO, Pilar (2006): Poder y desaparición, Buenos Aires, Colihue [1998].         [ Links ]

2 FEIERSTEIN, Daniel (2007): El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

3 Sobre este último aspecto –la relevancia de las políticas públicas patrimoniales–, cf. COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS (2019): Principios sobre Políticas Públicas de Memoria en las Américas, Resolución 3/2019, CIDH, OEA.

4 De hecho los trabajos en Londres 38 o en Villa Grimaldi son lo suficientemente elocuentes sobre aquellos aspectos teóricos y metodológicos que deben guiar este tipo de intervenciones, cf. Londres 38, espacio de memorias [https://www. londres38.cl/1937/w3-channel.html] y Nicole FUENZALIDA (2009): Villa Grimaldi, análisis de la configuración del espacio y arquitectura, en relación a las estrategias de represión y control de los cuerpos de detenidos y torturados. Hacia una Arqueología de la Represión Política en Chile. Informe de Práctica Profesional, Universidad de Chile.

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