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Relaciones internacionales

versión On-line ISSN 2314-2766

Relac. int. vol.25 no.50 La Plata jul. 2016

 

REFLEXIONES

Desafíos del Siglo XXI

Angel Tello1


El rasgo más sobresaliente que hoy caracteriza y predomina en el sistema mun-do es la incertidumbre. Incertidumbre política resultado de la caída de la bipolaridad en los años noventa del siglo pasado que se manifiesta en cambios y realineamientos impensados en tiempos del conflicto Este-Oeste.
Incertidumbre política que necesariamente se traslada al campo estratégico. Toda estrategia conlleva un margen de incertidumbre. La actual supera lo usual y obliga a pensar estratégicamente sin enemigo designado, sin Otro único, al menos en el caso de la República Argentina. Esto significa una verdadera revolución en un pen-samiento habituado a esquemas heredados de otros tiempos que hoy se reconfigu-ran y cambian de manera imprevista.
Presencia creciente de fundamentalismos religiosos en algunos escenarios con el ejercicio de acciones terroristas, actores contenidos por los Estados en otras confi-guraciones políticas como narcotraficantes, narcoterroristas, tratantes de personas, delincuentes de todo tipo, etc., a lo que debe sumarse la destrucción del medio am-biente y una tendencia pronunciada hacia la captación y el control de fuentes de recursos naturales, configuran un escenario de creciente inestabilidad tanto a nivel global como en los planos regional y local.
Políticamente debemos señalar como un gran problema el debilitamiento cre-ciente de los Estados, como sujetos insustituibles del Derecho Internacional y como estructuras primarias para la realización del bien común, el bienestar general y la solidaridad de los pueblos. Lo político también se ve debilitado junto a los Estados y novedosos instrumentos de comunicación intentan sustituir aquello que dio y debe dar vida a las comunidades humanas en un marco adecuado del imperio de la ley y las instancias que la misma consagra. Este verdadero sismo político tiene como sustento un sistema económico en el cual las riquezas se concentran cada vez más en un pu-ñado de actores dominado en gran medida por finanzas descontroladas. El sálvese quien pueda y el individualismo de la doxa neoliberal condena a millones de seres humanos a devenir objetos y no sujetos de su propio destino, hecho que tiene conse-cuencias inmediatas en el surgimiento de movimientos de índole diversa arropados en creencias religiosas, nacionalismos, particularismos y también corrientes de ex-trema derecha, ideas que se creían superadas en otros tiempos y que en cierta forma representan nuevas instancias en la búsqueda de identidad para millones de personas que se sienten avasalladas, humilladas y privadas de un futuro mejor para ellas y su descendencia.
El general prusiano Carl von Clausewitz apuntó hace casi dos siglos que la gue-rra es la política por otros medios, estableciendo de esta manera un principio que se mantiene vigente hasta nuestros días. La política está en la base de los conflictos armados contemporáneos; lo que hoy resulta perentorio es dilucidar qué políticas subyacen detrás de las guerras en una instancia del planeta en la cual, tal como ha sido señalado, no se expresa en términos tradicionales y cambia permanentemente. Esta situación puede ser comparada con el camaleón de Clausewitz quien lo observó para la guerra y hoy podría ampliarse al campo de lo político.
Debilidad de los Estados, opacamiento de las instancias políticas de acción co-lectiva, economía mundial cada vez concentrada, ausencia de referencias globales con escasa e inquietante presencia de la ONU como gran árbitro y regulador de los conflictos, actores y perturbadores repotenciados en algunas áreas y nuevos en otras, configuran un panorama internacional signado por la incertidumbre señalada en el inicio de estas reflexiones.

Durante los años noventa del siglo XX muchos analistas y dirigentes políticos pensaron que la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética ofrec-ían una oportunidad única a la paz mundial y a la desaparición de las guerras. La guerra en los Balcanes y la invasión de Kuwait por Irak echaron por tierra estas consi-deraciones y los atentados terroristas de 2001 pusieron en primera plana la vigencia del empleo de las armas para resolver las disputas entre los humanos. Resulta redun-dante describir hoy los escenarios de confrontación a nivel global, dado su importan-cia y despliegue, sí debemos observar una luz de esperanza en la posible resolución pacífica de un conflicto que desde hace más de cuarenta años afecta al pueblo y Estado colombianos. Esto abre una ventana de esperanza para los amantes de la paz y consolida a nuestro subcontinente como área pacificada y abierta al mundo.
A los diversos y heterogéneos conflictos armados que actualmente se registran en el mundo, debe añadirse el desarrollo de sistemas de armas, tales los drones, que incrementan la perversidad impersonal de individuos que, sentado frente a una pan-talla y sin arriesgar sus vidas, matan a otros seres humanos a miles de kilómetros de distancia. Otro motivo de inquietud es la aparición en escena de ejércitos privados, mercenarios que responden a intereses particulares y que en el futuro podrían llegar a convertirse en el brazo armado de empresas e intereses transnacionales, pasando por encima de la política y los Estados. Algunos autores comparan nuestro siglo con la Alta Edad Media por la ausencia de una autoridad central, la dispersión de los actores y la presencia de lo que denominan "zonas grises".

Desde la antigüedad más remota, filósofos y pensadores han intentado escru-diñar los meandros profundos de la condición humana, para ofrecer posibles alterna-tivas de superación a las manifestaciones de los instintos más primarios de esta la misma. Platón analizó magistralmente el comportamiento de los hombres en su Fe-dro a partir de lo cual propone una sólida educación–con cierto escepticismo- comomedio para apartar a los humanos de una suerte de infantilismo permanente. También San Agustín analizó esto, si bien fue quien sostiene la idea de la guerra justa en determinadas ocasiones; Santo Tomás, tiempo después, pensó al Estado como ins-tancia para la contención de los instintos agresivos. Fue sin embargo Sigmund Freud quien observó que anida en los seres humanos un instinto de vida y otro de muerte (Eros y Tanatos) que deben ser contenidos o sublimados pero difícilmente elimina-dos.

Nuestra reflexión se aboca hoy a considerar, en el contexto mundial brevemen-te analizado y dominado por la incertidumbre, los motivos por los cuales esta condi-ción humana que preocupó a científicos y sabios, no parece haber cambiado sustan-cialmente en un mundo surcado por flujos y redes de tipo diverso que facilitan la comunicación y el conocimiento como nuca antes en la historia.

No resulta sencilla una respuesta unívoca a una cuestión que tiene siglos de his-toria y que está lejos de ser resuelta en el presente siglo. El problema se presenta cuando los seres humanos cuentan hoy con medios de destrucción como nunca antes en su pasado y cuando aquellos valores que unieron a comunidades y dieron sentido a la existencia se han diluido en la búsqueda desenfrenada de acumulación de obje-tos (para una minoría) sin que ello resuelva aquella angustia existencial básica que brillantemente expuso Hegel al pensar la dialéctica finito infinito.

Resulta imprescindible en estos tiempos de incertidumbre y riesgos entender que no existe una única razón, sino muchas razones, y afianzar las normas e instru-mentos que permitan una evolución pacífica de la comunidad humana hacia el pro-greso y la equidad. Bien sostiene el ex canciller de Francia Hubert Védrine que "…Occidente perdió el monopolio del relato". Dicho de otra manera, en la diversidad está la tolerancia y la paz, y nunca estuvieron tan vigentes aquellas tres consignas de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad.

Referencias

1 Profesor del Doctorado y la Maestría en Relaciones Internacionales de la UNLP y actual vice-Ministro de Defensa de la Nación.

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