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Relaciones internacionales

On-line version ISSN 2314-2766

Relac. int. vol.25 no.51 La Plata Dec. 2016

 

ESTUDIOS

La proyección de Indonesia como potencia emergente1

The Projection of Indonesia as an Emergent Power

Lucas Ignacio Pavez Rosales2


Resumen: En un sistema-mundo tendiente a la multipolaridad, las semi-periferias cobran un rol fundamental como constructoras de una nueva estructura de poder. El interrogante central del escrito es cuáles son las posibilidades que tiene Indonesia para consolidar su proyección como potencia emergente y/o potencia regional. Tal cuestionamiento funda un análisis que versa sobre dos variables: 1) las capacidades (económicas, militares, políticas y sociales) que posee Indonesia; y 2) la influencia y/o condicionante del contexto geopolítico de la ASEAN para Indonesia. El soporte teórico que articula al texto es el estructuralismo con aportes del autonomismo.

Palabras clave: Potencia Emergente ; Región ASEAN ; Dependencias ; Semiperiferia

Abstract: In a world-system that tend to multipolarity, the semi-peripheries have a fundamental role as builders of a new power structure. The central question of this paper is: which are the possibilities for Indonesia to project itself as an Emerging Power or as a Regional Power? Such questioning deal with an analysis at two to variables: 1) the economic, military, political and social capacities owned by Indonesia; and 2) the influence and/or determinant of the ASEAN geopolitical context for Indonesia. The theoretical support of the text is structuralism, with some contribution of autonomism.

Keywords: Emerging Power ; ASEAN Region ; Dependencies ; Semi-periphery

1 Recibido: 23/02/2016. Aceptado: 01/09/2016.
2 Maestrando en Relaciones Internacionales por el Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata. Profesor de Historia, Geografía y Ciencias Sociales. Licenciado en Historia con mención en Ciencia Política por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Miembro del Departamento de Seguridad Internacional y Defensa, IRI-UNLP


1. Introducción

El sistema-mundo vive actualmente un escenario caracterizado por los esfuerzos de ciertos países por configurar un orden multipolar. En tal marco, Estados Unidos, quien ostentase por décadas el título de superpotencia y hegemón global, está viendo cuestionada tal catalogación en la medida en que comienzan a consolidarse potencias de aspiración mundial como China o India, avanzan nuevos espacios de interacción entre Estados periféricos que tienden a relacionarse cooperativamente –como BRICS, G-20 o G-77-, y empiezan a visibilizarse y a adquirir mayor influencia los bloques regionales de integración como estrategia de asociatividad para dar más poder y proyección a sus miembros en el concierto global. En dicho contexto surgen las denominadas potencias emergentes, países que por sus niveles de crecimiento económico aspiran a una mayor participación en la toma de decisiones a nivel mundial. Los más estables, completos en factores estratégicos, y capaces de traducir sus características en poder efectivo, están asumiendo el rol o estatus de potencia regional, lo cual genera gran controversia entre el resto de países. En tal escenario, Indonesia es considerada una de las potencias emergentes con mayor proyección en el sistema-mundo. Una creciente economía, extensa población y ubicación geoestratégica, son algunas características que la posicionan como tal, a pesar de que la respuesta a los avances de Indonesia se pueda encontrar en los cambios y sucesos de los últimos dieciocho años, a diferencia de otros países llamados emergentes que poseen una larga historia vinculada a gestión de poderío, como los antiguos imperios chino y ruso. Una breve reseña histórica indica que, tras su independencia en 1945, sobrevino la etapa denominada como "Viejo Orden" liderada por Sukarno, quien fue derrocado en 1966 en un contexto de regresión estructural que sumió al país en una profunda crisis. A partir de allí nació el "Nuevo Orden" dirigido por Suharto. Gracias a la apertura comercial, este último régimen pudo recobrar el crecimiento, modernizar al país y reducir la pobreza. Sin embargo, la crisis asiática, desbarató a tal punto su sistema que dejó a Indonesia nuevamente en una grave crisis. Desde 1998 Indonesia atravesó una transición hacia la democracia y la estabilidad que, tras dos presidentes (Habibie y Wahid), vio en Sukarnoputri el inicio de un nuevo camino, golpeado por el tsunami de 2004 que evidenció una amenaza capaz de cuestionar el camino recorrido. No obstante, la posibilidad de superarla significó el fin de la transición de aquella Indonesia precarizada a la potencia emergente que deja Yudhoyono tras su partida. Este escrito se sitúa temporalmente en la década 2004-2014, en el marco del gobierno de Susilo Bambang Yudhoyono, sucedido por Widodo, retrotrayendo el foco hacia la época de transición en caso de que el análisis así lo requiera. En términos espaciales, se centra en Indonesia y en la región a la que se circunscribe: el Sureste Asiático y su organismo de integración, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés). La interrogante central en el escrito es: ¿Cuáles son las posibilidades que tiene Indonesia para consolidar su proyección como Potencia Emergente y/o Potencia Regional? Tal cuestionamiento funda la siguiente hipótesis: Indonesia es una potencia emergente, en razón de su ubicación geoestratégica, pujanza económica, estabilidad política, y la plataforma de integración ASEAN, sin embargo, su política exterior de vía intermedia y falencias en defensa le impiden erigirse como potencia regional en el Sureste Asiático.

En cuanto al aspecto metodológico, opta por ser una aproximación desde el estructuralismo de Immanuel Wallerstein, en el sentido de que postula una estructura jerarquizada de funciones en el sistema-mundo formada por realidades y procesos de la periferia, de la semiperiferia y del centro. Además, toma aportes del autonomismo respecto de la política exterior en cuanto a influencia de factores internos y acciones medidas para la consecución de la autonomía como objetivo. Por otra parte, se utilizan los conceptos de potencia emergente (González, 2007; Gratius, 2008) y potencia regional (Nolte, 2006; Rocha, Morales y Vargas, 2013).

2. Enfoque epistemológico.

En contraposición al centro, durante la expansión de este sistema-mundo el resto de países se incorporaron en condiciones desfavorables, proceso denominado periferialización de los Estados: "El espacio por sí mismo no puede tener un carácter de centro o de periferia, son los procesos de centro y de periferia los que estructuran el espacio" (Taylor y Flint, 2002: 21). De este modo, se determinó la relación asimétrica centro-periferia, y la situación de dependencia estructural (económica, política, militar, cultural) de las periferias con respecto al centro, y la dependencia estratégica (de recursos naturales) del centro respecto de las periferias (Muñoz, 1978). En tanto, la incorporación por parte de Wallerstein del concepto de semiperiferia se explica por ser una realidad espacio-temporal estructural y necesaria para la economía-mundo, según el autor, dado que combina procesos periféricos y centrales. La semiperiferia es considerada por Alejandro Rascovan (2012) como cumpliendo un rol de puente y de pívot, al desviar parcialmente presiones que las periferias podrían dirigir al centro. Para Cristóbal Kay (1998), las semiperiferias capaces de industrializarse y crecer, pueden entenderse como poseedoras de un estatus con industria enfocada a la exportación como forma de desarrollo dependiente asociado. De este modo, la integración selectiva de países, desde la visión del hegemón, permite nuevas formas de relacionarse. Sobre tal planteamiento, aquí se postula una explicación dialógica. No pueden pensarse las nociones de dependencia o periferia como proceso unilateral e impuesto desde el centro sin respuestas. Al contrario, son las élites de estos propios países las que en cierto momento optan por aliarse con el centro en función de sus propios intereses. De allí que estos casos se pueden explicar por la acción de gobiernos autoritarios de visión nacionalista, que emprendieron procesos de modernización, aun alternativos a los intereses del centro. Al ser dialógica la relación con el centro, y al estar condicionada por los intereses de gobernantes o élites de las semiperiferias y periferias, existe una movilidad importante, tanto en el plano interno como externo de estos países, para alcanzar sus objetivos. Por otra parte, la dependencia y autonomía se articulan como un continuum gradual que permite analizar la situación de países periféricos y semiperiféricos partiendo de la premisa de que el estatus no es ni permanente ni estático. Desde la teoría del autonomismo, la autonomía se define "frente al mundo exterior [como la] capacidad de decisión frente a los centros de poder internacional, viabilizando la posibilidad del país de realizar verdaderas elecciones" (Vigevani y Ramanzini, 2014: 518). De este modo, es factible acercarse a una definición integral de autonomía, pensándola como la capacidad de un país para optar,
decidir y obrar por sí mismo en relación a la capacidad decisional de un Estado, teniendo en cuenta los condicionamientos objetivos del mundo, permitiéndole neutralizar actitudes hegemónicas de terceros mediante una estrategia autonomizante, tanto nacional, como internacionalmente. Al otro extremo del continuum se encuentra el concepto de dependencia: No es la relación en que una economía nacional está sometida a una economía externa, sino más bien una relación básica que configura y condiciona las estructuras internas de regiones dominadas o dependientes. La dependencia implica una situación económica, social y política en que la estructura de una sociedad está condicionada por las necesidades, acciones, e intereses de otras naciones dominantes (Muñoz, 1978: 110). Este planteamiento, proveniente de la postura de Eduardo Henrique Cardoso y Enzo Faletto (1977), indica una situación de subordinación de las formas sociales domésticas de los Estados a la forma en cómo se integran en la economía capitalista mundial y la división internacional del trabajo. Pudiendo la situación de dependencia ser tanto para las periferias como para las semiperiferias, mientras que para las primeras determina una situación de subdesarrollo, las segundas tienen la opción de crecer bajo la lógica del desarrollo dependiente asociado. Sin embargo, bajo el postulado de este escrito, se considera que ambas tienen posibilidad de autonomizarse a mediano o largo plazo. Enmarcado en este proceso, el concepto de potencia emergente surge ideado por Goldman y Sachs en 2003 para analizar a los BRIC, enfocándose prioritariamente en aspectos económicos. Así, se define que: "una potencia emergente es un país que se encuentra en un proceso de transformación de su posición internacional a otra más elevada" (Gratius, 2008: 4). Este escrito postula que tal concepto es demasiado amplio. Sólo significa que un Estado pasa de un estado inferior a otro superior: emerge. Pero por las características del sistema, es común ver economías emerger y luego decaer, por lo que tomarlo como única variable para considerar potencia emergente a un país o no, peca de una forma de análisis parcial, respecto del concepto de potencia. Susanne Gratius postula que en la jerarquía internacional, pertenecer a las grandes potencias (r)equiere tanto un cierto tamaño de población, territorio y recursos naturales, como capacidad militar y económica. Aparte de estos datos cuantificables, es necesario contar con dos componentes más difíciles de evaluar: en primer lugar, una diplomacia y política exterior eficaces capaces de proyectar poder y, en segundo término, la percepción y/o el reconocimiento del status de poder por parte de terceros países (2008: 2). A esto se podría agregar las variables de seguridad energética y el factor ciencia-tecnología. Según tales criterios, Gratius sindica a China, India y Brasil a nivel global como las mayores potencias emergentes, y en segunda fila, a México, Irán, Pakistán, Indonesia y Sudáfrica. Postura similar adopta Detlef Nolte, quien señala como potencias emergentes a China, India, Brasil, Indonesia, Rusia y Sudáfrica, fundándose en su "crecimiento económico, el número de habitantes, el acceso a tecnologías avanzadas y los recursos militares" (Nolte, 2006: 7).
Geopolíticamente, "esta dinámica puede suponer el reforzamiento del eje Pacífico y un inevitable desplazamiento del centro de gravedad de los asuntos mundiales hacia Asia" (González, 2007: 2), ya que las capacidades productivas y de consumo -debido incluso a variables demográficas- se trasladan hacia las capas medias de países como China, India e incluso Indonesia. En efecto, de este modo las nuevas economías "contribuyen a generar las dos terceras partes del crecimiento mundial, mientras Estados Unidos sólo aporta el 17% y la UE un 13%. Sólo China contribuye a generar casi un tercio del crecimiento mundial" (Lamo, 2008: 192). Se especula que este último dato pueda ser aún mayor, pues "según Price Water House para el 2050 el E7 [los BRIC más Indonesia, México y Turquía] habrá superado al G7 en casi un 20%" (Lamo, 2008: 209). Al concepto de potencia emergente cabe agregarle el de potencia regional. Con este concepto se hace referencia a países ubicados en la semi-periferia del sistema-mundo, capaces de, entre los procesos de centralización y periferización, emprender un ascenso estructural. Sus características son: a) posición (estructural, funcional y geográfica) entre centro y periferia; b) economía en vías de industrialización; c) modernización institucional; d) alta desigualdad socio-económica; e) geocultura influyente; f) dinámicas sociales discordantes; g) importancia para la gobernanza global; h) alto potencial transformador del SIC (Morales et al., 2013: 241). Las potencias mundiales –el G7- son Estados centrales con capacidades para desplegar proyecciones geopolíticas, geoeconómicas y geoestratégicas mundiales, con resultados favorables en disputas militares, diplomáticas y comerciales. Y las potencias medias –países como Israel, Corea del Sur u Holanda-, son igualmente Estados centrales posicionados estructuralmente en el capitalismo desarrollado, pero con capacidad global limitada (Rocha y Morales, 2010). Por su parte, las potencias regionales son Estados semi-periféricos dentro del capitalismo semi-desarrollado y semi-industrializado, pero que cuentan con ciertas fortalezas: Importantes capacidades materiales (economías grandes y diná-micas, mercados nacionales amplios, vastas extensiones territoriales, ejércitos numerosos, niveles de intercambio comercial y de reserva internacionales importantes). Esto les permite, entre otros aspectos, demarcar geopolíticamente una región, trazar proyectos de articulación de infraestructura, esbozar idearios políticos en espacios regionales, ejercer liderazgo y eventualmente supremacía entre sus vecinos, participar activamente en la elaboración de la agenda regional, impulsar sistemas de integración y crear instituciones de gobernanza regional, desplegar una política exterior proactiva en defensa de los intereses regionales y cooperativa con otras potencias regionales (Morales et al., 2013: 244). A ello se agrega el rol de puente entre periferias y centro. Éste los hace estratégicos para ambas zonas, un factor importante para consolidar su proyección internacional. De este modo, la mayoría de autores concuerda en que China, India, Brasil, Rusia, Sudáfrica y México son potencias regionales de mayor proyección global.

3. Las capacidades de Indonesia.

Profundizando la reseña histórica inicial, tras su independencia de Holanda en 1945, sobrevino el "Viejo Orden" dirigido por Sukarno. Mientras el discurso no-alineado de la Conferencia de Bandung de 1955 intentaba configurar un nuevo orden, el país sufría una regresión estructural, con enorme empobrecimiento, ineficacia agrícola-alimenticia, y la permanencia del control holandés sobre las áreas estratégicas. Esta situación empeoró después de 1957, cuando el proceso "Democracia guiada" de Sukarno encauzó a Indonesia en una lógica que combinaba nacionalismo, Islam y comunismo (con acercamientos a China y a la URSS). Sin inversión extranjera, el gasto público se financió con ampliación de la base monetaria, disparándose la inflación a 150% en 1962 y a 600% en 1965. Sumado a un retiro de la ONU, la represión de 1966 puso fin a su régimen (Lindblad, 2004).
Bajo el "Nuevo Orden" de Suharto rigió la ideología del Pancasila (creencia en Dios, formas democráticas ajustadas a Indonesia, justicia social, unidad nacional). El país recobró apoyo occidental, regresó a la ONU, se unió a la ASEAN, y se abrió al libre mercado (siendo el petróleo monopolizado por empresas de Estados Unidos y las manufacturas por japonesas); aspectos que juntos, dieron nuevos bríos a Indonesia. Sin embargo, en 1975 se comienza a develar la enorme corrupción soterrada en este crecimiento. No obstante aquello, los planes quinquenales de Suharto, con miras a la industrialización y desregulación económica llevaron a que Indonesia creciese o creciera a un ritmo de 7.9% entre 1967-1973, de 7.5% entre 19741981, de 4% entre 1982-1986, y de 6.7% entre 1987-1992. Entre los factores que contribuyeron al crecimiento se pueden destacar: 1) auge petrolero que permitió invertir en infraestructura y en agricultura; 2) disminución del crecimiento demográfico; 3) alto rendimiento en la producción de alimentos (la Revolución Verde logró que en 1985 se llegara al autoabastecimiento de arroz); y 4) aumento de la inversión extranjera directa que permitió la tecnologización de la producción. Todo ello gracias a holdings sino-indonesios y capitales de Estados Unidos. Sin embargo, la desigualdad continuó siendo un tema clave, pasándose de un 33% de pobreza en 1970 a un 11% en 1996 (de 47 millones a 22 millones de personas). Estos avances se desplomaron en 1997 cuando la "crisis asiática" afectó con fuerza a Indonesia. La alta tasa de inversión, no acompañada por una de ahorro interno, la libre circulación de capitales que permitió que éstos se fugasen, y el alto grado de corrupción, hicieron que el régimen de Suharto no aguantase más y, al igual que en 1966, la enorme represión al pueblo terminó por derrocar en 1998 al gobernante, obligando a partir de cero una vez más (Lindblad, 2004).
A partir de entonces Indonesia vivió una transición hacia la democracia y la estabilidad que, tras dos presidentes (Habibie y Wahid), vio con la presidenta Sukarnoputri, el inicio del nuevo camino que fue amenazado en 2004 por el fatídico maremoto del Sudeste Asiático. La superación de esta última crisis significó el fin de la transición del país precarizado a potencia emergente. Siguiendo a Nolte (2006) en lo atinente a cómo clasificar potencias emergentes, Indonesia cuenta con las características necesarias para serlo. Su economía se recuperó: de decrecer -13.1% durante la crisis asiática pasó a crecer 5.2% promedio entre 2000-2010 (sólo superado mundialmente por China con un crecimiento de 11. 5% anual e India con un 7.7%), y 6.8% en el año 2013; y de una inflación anual de 58.3% en 1998, a una de 5.5% entre 20102013. Así, actualmente es la tercera economía de mayor proyección global tras China e India (Mussio, 2014). Con un Producto Bruto Interno (PBI) de 867.500 millones de dólares –y un per cápita de 9.555 dólares- en 2013, se convirtió en la 16ª economía del mundo -la mayor del Sureste Asiático-, con una estructura económica que, si bien se funda en las exportaciones de gas y petróleo, vive un acelerado proceso de industrialización que hoy significa el 46.6% del PBI (Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, 2014: 133-134). Sus 251 millones de habitantes lo convierten en el cuarto país más poblado del mundo, con un 66% de la población entre 15-66 años. Esto se traduce en una fuerza laboral de 127 millones de personas (Maihold, 2014: 69). Además, su emergente clase media (dueña de un poder compra de entre 2 y 20 dólares diarios) de 131 millones de personas -sólo por debajo de China e India en las proyecciones- es una de sus claves económicas, considerando que el 60% del PBI es explicado por el consumo interno (Alcaide, 2013: 16). Complementando con datos del Banco Mundial, estos reflejan que Indonesia en su macroeconomía ha reducido el porcentaje de deuda externa (del total de exportaciones de bienes, servicios e ingresos) de un 25% en 2006 a un 17% en 2012. A lo que se suma un incremento de la tasa de ahorro del país de un 25% en 2004 a un 31% en 2012, descendiendo veinte veces la ayuda externa para el desarrollo de 2006 a 2012. Por otra parte, las reservas del país han crecido de 42.597 millones de dólares en 2006 a 300.425 millones de dólares en 2012. De esta manera, los datos evidencian cómo la gestión de Yudhoyono se estructuró en torno a una política económica tendiente a reducir la dependencia en este ámbito. Desde esta línea, para la consolidación del status semiperiférico, el efectivo desarrollo de una potencia emergente no puede estar supeditado a determinantes comerciales de otro país, es decir, no puede ser dependiente, así como tampoco debe ser dependiente de un solo producto exportable. Desde lo comercial, en 2013 Indonesia contaba entre sus principales socios para sus exportaciones a Japón (15.9%), China (11.4%), Singapur (9%), Corea del Sur (7.9%) y Estados Unidos (7.8%); y para sus importaciones a China (15.3%), Singapur (13.6%), Japón (11.9%), Malasia (6.4%) y Corea del Sur (6.2%) (Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, 2014: 134). Por su parte, respecto de la inversión extranjera directa (IED), los actuales países con mayor presencia son: Singapur, Japón y Corea del Sur. Estos índices evidencian que, si bien el país cuenta con socios muy importantes como Japón, respecto del hegemón Estados Unidos o de China no es estrictamente dependiente, logrando un considerable grado de diversificación de la dependencia de socios comerciales, lo que incrementa el margen de autonomía, más aun si se lo considera respecto de los datos expuestos sobre IED y socios comerciales de anteriores periodos cuando Holanda y Estados Unidos hegemonizaban al país.

En contraparte, como en la mayoría de las potencias emergentes, hay temas que se intentan soterrar detrás del crecimiento económico. Indonesia tiene aún un 11.3% de la población bajo la pobreza extrema (aunque haya descendido desde un 18% en 2005)3 y el 43.3% vive con menos de dos dólares diarios4, por lo que la desigualdad social dentro de la proyección global es un tema muy complejo. Dada su geografía, existen pueblos sin acceso a servicios básicos ni ayuda estatal. Mientras ciudades como Jakarta se consolidan como polos de desarrollo y centro del país, sus periferias combaten contra la miseria. Asimismo, otro aspecto que repercute en su emergencia proyectiva es el daño ecológico que sufre el país. La riquísima biodiversidad de su territorio es constantemente amenazada por la escala e intensidad de la explotación de recursos naturales. Especies como el tigre de Sumatra u orangutanes están en peligro de extinción, no sólo debido al tráfico de animales, sino también por la destrucción de su hábitat, resultado de necesidad de más tierras para plantaciones de palmas (Greenpeace, 2013). Frente a tal situación, la institucionalidad hace la vista gorda, en razón de los dividendos que trae la depredación ambiental, en un análisis cortoplacista e insostenible de costo-beneficio que conlleva este tipo de economías fundadas en la explotación y la venta de materias primas.
Retomando lo atinente a la dimensión y proyección económica, ésta es acompañada de una estabilidad política (aunque no carente de corrupción) que ha sostenido sus últimos dieciocho años en democracia. La transición 1998-2004, enfocada en la democratización, tuvo que enfrentar varios problemas: 1) etno-religiosos (incluso terrorismo islámico); 2) separatismo (frente al cual se cambió de política al punto de otorgar independencia a Timor Oriental); y 3) problemas de gobernanza entre el centro y sus periferias que requerían un proceso de descentralización. Aquel proceso de seis años logró transformar a Indonesia de foco de inestabilidad del Sureste Asiático a contribuyente a la seguridad en la región y respeto a la institucionalidad. Si bien la praxis democrática es de baja profundidad -la Asamblea Popular Consultiva (MPR) aún tiene facultad de nombrar o destituir al presidente-, la acción a través del consenso a nivel nacional –considerando que ningún partido tiene más del 20% de representación- ha servido para propiciar el diálogo entre partidos islámicos, nacionalistas y fuerzas de Suharto. Además, desde 1999 la población puede votar las autoridades regionales y locales (Montobbio, 2009: 42). Ello llevó a que en diez años se diese paso a su proyección como potencia bajo la consigna de privilegiar la estabilidad sobre una mayor democratización. La política que direccionó el destino indonesio bajo el mandato de Yudhoyono puede vincularse con su filiación militante. Yudhoyono es un ex militar y presidente del Partido Democrático de Indonesia, el cual funda su actuar en la doctrina que oficializara Suharto, la histórica Pancasila. Así, se puede interpretar que Yudhoyono, en su búsqueda de unidad nacional, no quiso conflictuar con ninguna postura interna e intentó la vía del consenso, una vía intermedia que se proyectó hacia una política exterior llamada "diplomacia de cero enemigos", es decir, entablándose vínculos con todas las tendencias. Ello fue criticado, siendo caracterizado como pasividad. Un área en la que Indonesia genera gran controversia es en la de sus Fuerzas Armadas.
Esto se debe a que durante la dictadura de Suharto éstas estaban en el centro político. Ello hizo que la transición en dicho ámbito fuese compleja y el poder civil intentase menguar sus capacidades. Las cuatro reformas entre 1999-2002, marcaron la pauta de la actual relación cívico-militar: Las antiguas Fuerzas Armadas de Indonesia (ABRI) disponían de una doble función constitucional (dwifungsi) militar y política, con un grupo parlamentario propio. Las competencias del actual Ejército Nacional de Indonesia (TNI) se limitan a la defensa de la integridad y la soberanía del Estado, sin escaños ni grupo parlamentario. Además, la Policía Nacional de Indonesia (POLRI) es ahora independiente del Ejército, y sus funciones son de mantenimiento de la seguridad y el orden público (Sánchez, 2007: 146).
Pero con un gasto de únicamente el 0.9% del PBI5, el ejército indonesio no está lo suficientemente equipado a nivel mundial. Tiene una doctrina fundada: "en la defensa total del sistema (sistem pertahanan semesta) que se sostiene sobre la independencia, la movilización nacional y una estrategia military híbrida convencional y de guerrilla" (Widjajanto, 2007: 26). Su geografía determina esta doctrina anfibia, y las amenazas terroristas hacen que el ejército deba cumplir funciones no-convencionales. Aunque según su propia percepción, reflejada en la Military Posture 2000-2014, las Fuerzas Armadas no tienen el suficiente poder para proyectar influencia fuera de su territorio.
Incluso se indica que Indonesia no podría sostener un conflicto prolongado con países fuertes como Singapur; de allí que su opción estratégica sea la diplomacia, entendida como primera línea de la defensa nacional (Widjajanto, 2007: 27). Bajo tal noción, cobra sentido la futura Comunidad de Seguridad ASEAN. Esto mismo distancia a Indonesia de otras potencias emergentes como Brasil o Turquía que son poseedoras de un despliegue militar considerable, siendo un factor de debilidad en un contexto donde las dependencias estratégicas de defensa cobran gran importancia de cara a un escenario global incierto que presenta nuevas amenazas a la seguridad. Hélio Jaguaribe postula que la construcción de la política exterior es una "ecuación de optimización, en el ámbito internacional, de los principales intereses de un país, teniendo en cuenta sus condiciones internas y externas y los medios de acción de que dispone" (1974: 104). En este marco, el modelo de inserción global debe ser una selección objetiva, considerando que para lograr autonomía existen dos factores esenciales: la viabilidad nacional y la permisividad internacional. En este sentido, el Estado indonesio optó por una fuerte inversión en viabilidad nacional como principal preocupación en la década analizada. Como puede apreciarse, el modelo económico-comercial indonesio se fortaleció, dejando al país como potencia emergente gracias a su estructura equilibrada, a su gran clase media y a su fuerza laboral que, a la par de su crecimiento, se esfuerza por diversificar sus relaciones económicas para minimizar la posible creación de lazos dependientes. En contrapartida, desigualdad socio-económica, depredación ambiental y capacidad militar dejan en vilo su capacidad de consolidarse como potencia, aunque estas problemáticas son similares en otras semiperiferias, implicando desafíos para su viabilidad nacional autonómica.

4. Contexto geopolítico ASEAN y global.

Acotando el autonomismo hacia la integración regional, para Juan Carlos Puig superar la dependencia aisladamente no resulta viable, sino que la integración entre periféricos es un objetivo que permite mayor grado de autonomía respecto del centro. En tanto, para Jaguaribe la integración aumenta viabilidad e incentiva el desarrollo. Se piensa como dimensión agregada del desarrollo autonómico que éste sea instrumental al proceso autonómico de toda la región. La "(i)ntegración tenía que ser concebida en términos relativos, pues por un lado debe respetar la independencia y soberanía de los Estados, y por otro, tenía que tomarse en cuenta que muchos países latinoamericanos estaban desarrollados de forma aún insuficiente, por lo cual debía evitarse que la integración adoptase moldes rígidos y uniformes" (Briceño, 2014: 32), frente a esto último se postula una integración progresiva por círculos concéntricos. En este marco es que puede entenderse la ASEAN6 como una institución que, si bien fue creada en 1967 como organismo para frenar el avance del comunismo desde Vietnam, en 1992 comienza con una lógica de integración, la cual en 2002 cobra un renovado impulso que inicia el actual proceso de formación y visibilización de ASEAN. En dicha línea, hoy puede resignificarse al organismo en un esfuerzo por construir un interés y una identidad común que, en gran medida, pueda contribuir a la integración que el autonomismo concibe como potenciadora de viabilidad y desarrollo de los países periféricos, considerando que Indonesia (y aún más países como Myanmar o Laos) necesitan del apoyo de otros de mayor desarrollo como Singapur, Tailandia o Malasia. De este modo, se fortalece una lógica de reciprocidad.
Encumbrado en el sistema-mundo y las intenciones de multipolarismo que profesan las potencias emergentes y/o regionales, cabe cuestionarse si BRICS7 podrá cambiar el eje geopolítico global. El centro actual del sistema-mundo, el G-7, pragmatizado en la OTAN desde la seguridad y la defensa, tiene una identidad común (su raíz occidental que implica compartir valores y nociones culturales) e intereses comunes como la idea de democratizar el mundo (con los intereses económicos que ello soterra). Sin embargo, dentro del BRICS, las brechas histórico-culturales (dos ex imperios, tres ex colonias) llevan a que sus miembros no compartan valores, dificultando la configuración de una identidad común. Los intereses podrían unirlos, pero habría que cuestionar hasta qué punto China o Rusia están dispuestos a arriesgar intereses nacionales para que, por ejemplo, los otros obtengan un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU; o si India y China arriesgarían su nexo comercial con Estados Unidos (principal socio) para auxiliar a Rusia. De ello es reflejo la idea club governance de BRICS: noción informal sin base institucional ni compromiso. En tal contexto, en el 2013 se esbozó una nueva convergencia estilo club governance: el MIKTA8.
Pero este multilateralismo selectivo también adolece de lo poco en común entre sus miembros, lo que hace cuestionar su capacidad de consolidarse. Como al BRICS, los une su estatus de países-puente que vinculan mercados o regiones grandes y pequeñas, pero la noción de semi-periferias unidas tiene la gran falencia de no ser territorializada, lo cual es geopolíticamente imprescindible para proyectar influencia efectiva. El actual centro del sistema-mundo es territorial, sin que exista ninguna otra iniciativa que busque disputarle gravitación. Geopolíticamente, el regionalismo es la opción más efectiva para articular un nuevo eje de poder en el sistema-mundo. Allí se ubica con ventaja la ASEAN debido a su antigüedad. La idea de crear la Comunidad Económica ASEAN en 2015, denota la vigencia de la institución. La ASEAN se configura como una región geoestratégicamente ubicada entre los núcleos económico-comerciales más importantes actualmente. Ejemplo de ello son ASEAN+3 (China, Corea del Sur y Japón) y ASEAN+6 (esos 3, e India, Australia y Nueva Zelandia). En sí misma, la ASEAN tení en 2013 una población de 623 millones de personas9, crecía en un promedio de 5,2% anual10 y tenía un PBI en 2014 de 2.6 millones de dólares11, siendo el per cápita en 2013 de 3832 dólares12. La figura de integración ASEAN posee la característica clave de que los compromisos se cumplen aun sin una firma de por medio, acorde a rasgos culturales regionales. En cuanto a estrategia, ASEAN es una mezcla de formas de regionalismos: tiene aspectos autonómicos en cuanto a la mixtura de nacionalismo (primacía de industria y mercado interno enfocado a mejoras sociales) con autonomía y a la reducción de las dependencias regionales y donde el Estado mantiene la conducción de la integración, hay integración comercial tendiente a un mercado común, y un esquema gradual de integración (Briceño, 2007: 21). Sin embargo, también posee aspectos compatibles con la liberalización de los mercados, aunque desde una cuidada planificación que protege a los miembros de menor crecimiento. La región ASEAN integrada favorece económica y políticamente a la viabilidad de Indonesia.
Esto, sumado a sus capacidades propias como país, demuestra una estructura multidimensional de proyección de Indonesia como potencia emergente. Aun así, ASEAN se rige por el principio de no intervención en asuntos internos, lo cual para la integración regional ha significado un crudo silencio en problemas muy serios como la situación que sufre la etnia musulmana rohingya en Myanmar. Ahora bien, más allá de eso, la región ofrece a Indonesia una plataforma de estabilidad. Pero, ¿qué rol cumple Indonesia dentro de la ASEAN? Su papel ha sido importante como mediador en el conflicto que atraviesan Camboya y Tailandia desde 2011 por problemas fronterizos en torno al templo Preah Vihear. Asimismo, el combate contra el terrorismo islámico en el Sureste Asiático potencia a Indonesia en la arena de seguridad ya que, como país con más población musulmana del mundo (89% de su población), lo toma como prioridad, siguiendo su doctrina y preparación militar en dichos temas, como se vio previamente. En ese marco de seguridad, los atentados de Bali en 2002 con un saldo de 202 víctimas fatales, atribuidos a la Jemaah Islamiyah, un grupo neofundamentalista islámico, y el auto-bomba que explotó en 2005 en la misma ciudad turística con un resultado de 20 muertos, sindicado al mismo grupo, fueron dos hechos traumáticos que pusieron a la violencia política contra civiles entre una de las prioridades a combatir en un país que aspiraba a potencia emergente. Aun así, Indonesia difícilmente podría ser considerada potencia regional.
Su diplomacia es tomada como tibia y de escasas ambiciones, comparada con la política exterior de otras potencias emergentes, lo que la deja atrás justamente en aquello que hace de estas otras, además de emergentes, potencias regionales. Indonesia flaquea particularmente en la capacidad de imponer agenda y reconocimiento de sus pares regionales. De hecho, más allá del caso Camboya-Tailandia, es difícil encontrar muchos episodios donde Indonesia sea proactiva. La razón de esto se encuentra en la propia ASEAN, ya que al menos cuatro de sus miembros (Brunei, Malasia, Singapur y Tailandia) superan en PBI per cápita y desarrollo a Indonesia. Puesto a la balanza, la política exterior indonesia ha preferido maximizar sus ganancias a maximizar su poder, comprendiendo que muchas veces ambos no son sincrónicos, menos aún cuando maximizar el poder implica entrar en conflicto con otros Estados, lo que es precisamente antagónico a la política constructora de puentes, encauzada en la vía intermedia de Yudhoyono. En este aspecto, es importante profundizar en la política exterior que rigió los diez años de Yudhoyono. Naturalmente, pasar de ser un país foco de inestabilidad a una potencia emergente no podía ser por medio de una política agresiva, por lo que se guió por la llamada "diplomacia de cero enemigos". Básicamente, ésta consistía en tener buenas relaciones con todos los países, tanto de la región como del mundo: no actuar sabiendo que una acción podía generar molestias en otro país. En dicho marco, se entiende por qué dejó de lado –sin suprimirlo como ley- la pena de muerte por narcotráfico13: para evitar conflictos diplomáticos con los países de los involucrados. Desde esa perspectiva, Indonesia siguió una política de "vía intermedia" que le permitió crecer, pero ser poco visible y relevante en la agenda regional. En dicha línea, el país es bastión de democracia (aunque sea una democracia de baja intensidad) en una región no caracterizada por tal régimen. Ello le permite ser puente con el hegemón (Estados Unidos).
Una historia de cercanías con dicho país por temas económicos –que vienen desde tiempos de Suharto-, la convirtió en canal de diálogo con Estados Unidos y sus pretensiones democratizadoras. Al respecto, Myanmar fue presionado por George W. Bush. Sin embargo, Indonesia, en su rol puente, continuó con su política exterior intermedia, aun siendo aliadosocio de Estados Unidos, reflejo de una política doméstica de consensos. Indonesia enfoca esta política sin imponer ninguna determinación a sus vecinos (tampoco tiene capacidades militares para hacerlo y la ASEAN como organismo tampoco lo permitiría). Incluso, tras los atentados de Bali, quedó sentada una base justificativa para que la doctrina de Bush de Guerra contra el Terrorismo fuese adoptada por Indonesia y la región, más aún tomando en consideración que una de las bombas explotó en las afueras del consulado de Estados Unidos en Denpasar y que murieron siete turistas norteamericanos. Sin embargo, ello no ocurrió, e Indonesia no adscribió a la política de Estados Unidos en su lucha contra los terroristas, pues, si bien condenó a muerte a tres personas culpadas de responsabilidad, no se visibilizó como un aliado estratégico de relevancia. Comprendiendo que culturalmente el Sureste Asiático no es predominantemente democrático, Indonesia no cierra relaciones con Myanmar o Brunei, compartiendo la noción de Singapur de preferir buena gobernanza antes que democracia. En dicha vía intermedia Indonesia ha establecido buenas relaciones tanto con Estados Unidos como con China, e incluso con su histórico rival, Australia, aunque con este último, antes que buenas relaciones, lo que existe es baja de tensiones, para lo que ASEAN ha sido su mayor aliado estratégico.

Retomando el aspecto del sistema-mundo sobre la posición de semiperiferia desde la revisión que el escrito dio, Indonesia puede ser interpretada bajo la visión de Kay de semiperiferia como desarrollo asociado. Esto porque fue bajo Suharto que los capitales de Estados Unidos (y Japón) impulsaron su crecimiento económico de aquel periodo. Desde la visión reformulada, factor clave fueron los planes quinquenales para planificar el desarrollo. La relación Estados Unidos-Indonesia fue bipartita en conveniencias. Además, la decisión de activar una estrategia de desarrollo industrial no se puede sindicar a Estados Unidos, ya que en la actualidad los datos económicos demuestran cómo la presencia de Washington está en franca declinación, a favor de la integración ASEAN. Desde 2004 la política de vía intermedia de Yudhoyono se presenta como estrategia de diversificación de dependencias, al vincularse a nuevos socios como China, lo que permite evidenciar que no existe una supeditación del país a los dictámenes actuales de Estados Unidos, sino mutuo aprovechamiento de oportunidades. Así como el tema del impulso democrático en la región fue descartado por Indonesia frente a la idea de Estados Unidos -ejemplo de cierta autonomía en la toma de decisiones-, desde lo económico la intención de crear la Comunidad Económica ASEAN es otro gran rasgo de cómo el Sureste Asiático estructura políticas propias para el desarrollo, otorgándole primacía al mercado intrarregional, y considerando al regionalismo como el camino para una proyección de fuerza independiente. La multipolaridad favorece a Indonesia y abre el camino a fortalecer nexos comerciales y darle valor agregado a sus productos sin cerrarse sólo a la exportación de materias primas. Como semiperiferia, favorece al país estar situado en el nuevo centro del sistema-mundo. Y mientras su élite política enfatice planes quinquenales industrializadores, puede suprimir la amenaza de futuras dependencias a otras potencias, consolidando su autonomía en política exterior. De este modo, podría considerarse que Indonesia está en una etapa transicional de lo que Puig denomina una dependencia racionalizada hacia una autonomía heterodoxa, es decir, el paso de élites con un proyecto nacional dependiente del centro (Suharto) hacia una élite gobernante que no antagoniza con los intereses estratégicos del hegemón pero cuyas expectativas y proyectos pueden o no coincidir con los deseos de la metrópoli, sin romper vínculos, dando primacía a intereses nacionales más propios (Simonoff, 2014: 23).

5. Conclusiones.

Englobando lo desarrollado durante el escrito, queda claro que la categorización de Indonesia como potencia emergente es propicia. La dimensión de su población, su pujante economía e industrialización, estabilidad político-institucional y ubicación geoestratégica la posicionan justo detrás de China –consolidada como potencia de proyección global por su economía, población, poderío militar y nuclear, y ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU- e India –de mismas características de China pero sin asiento en el Consejo de Seguridad-, tal vez incluso delante de otras semiperiferias como Brasil o Sudáfrica, sin tal pujanza económica, dimensión demográfica, ni fortaleza de un organismo regional como ASEAN. Aunque el país tiene las mismas graves falencias de otras semiperiferias: desigualdad socio-económica y deterioro ecológico. Y el poco énfasis otorgado a la modernización y al fortalecimiento de la defensa nacional hacen que la categoría de potencia regional no sea propicia, lo que generó que en estos diez años de consolidación haya carecido de la dimensión de una proyección global visible, pues no tenía mayor incidencia en la configuración de agenda. Otra visión que permite dar el análisis expuesto es que el país tampoco estaba preparado para asumir un rol de potencia regional o visibilizarse globalmente ya que Yudhoyono, si bien marcó el fin de la larga transición democrática, tuvo que asumir desde cero el liderazgo de la nación. Considerando que el maremoto de 2004 no permitía planificar un país con miras hacia el exterior, la prioridad debió ser en su momento reconstruir las bases de Indonesia. A Yudhoyono se le debe la exitosa planificación económica que hizo del país lo que heredara en 2014 Joko Widodo.
Estos diez años fueron de posicionamiento de Indonesia como semiperiferia autónoma sin fuertes dependencias.
La razón de la minimización de dependencias está en la visión nacional desarrollista de su élite, en la estrategia de diversificar sus socios comerciales, en la estabilidad política, en la base ASEAN y en los cambios que vivencia el sistema-mundo en su polaridad. Sin embargo, geopolíticamente se debilita por la falta de una defensa nacional proporcional. En otra área, a diferencia de los miembros del BRICS que toman ventaja en su expansión de vínculos a nivel global y en su presión para reformar la jerarquía de las instituciones internacionales para incluirse en ella, dada su política exterior, Indonesia fue más lenta. No obstante, ya dio un paso al incluirse en el MIKTA. Además, poco a poco ASEAN se está acercando a América Latina, a través de APEC, FOCALAE y MERCOSUR (Urmeneta, 2013), afianzando lazos con importantes países de la región como Chile, con quien en mayo 2014 se iniciaron negociaciones para un Tratado de Libre Comercio (Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, 2014: 137), o Argentina, para quien Indonesia es el primer socio comercial del Sureste Asiático (Rubiolo y Ramoneda, 2012). A esto se suman las convergencias ASEAN+3 y ASEAN+6 donde converge el nuevo centro. Su creciente economía, política estable y su alianza estratégica con ASEAN, la pueden llevar a convertirse en una potencia emergente sin poder nuclear, de un sistema-mundo cuyo futuro eje tiende a Asia Pacífico. Pero de cara al nuevo gobierno de Widodo -del Indonesian Democratic Party–Struggle (PDI-P), que deviene de las fuerzas políticas de Sukarno-, ha evidenciado un cambio drástico en su política exterior. Dejó atrás la política de vía intermedia, como lo ratifica su decisión de hacer cumplir la sentencia de muerte a los narcotraficantes brasileños, australianos e indonesios. Widodo parece decidido a proyectar al país en la escena internacional con mayor participación y alianzas estratégicas. Pero esta nueva política, más cercana a una autonomía heterodoxa, no sería posible si previamente Yudhoyono no hubiese consolidado a Indonesia como potencia emergente desde la transición de dependencia racionalizada, por lo que antes que políticas antagónicas, son complementarias o etapas subsiguientes para preponderancia internacional.

 

Referencias:

3 De acuerdo al Banco Mundial: http://datos.bancomundial.org/pais/indonesia#cp_wdi. Consultado el 23/09/2015.

4 De acuerdo al Banco Mundial: http://datos.bancomundial.org/indicador/SI.POV.2DAY Consultado el 23/09/2015.

5 De acuerdo al Banco Mundial: http://datos.bancomundial.org/indicador/MS.MIL.XPND.GD.ZS Consultado el 23/09/2015

6 Miembros: Brunei, Camboya, Filipinas, Indonesia, Malasia, Myanmar, Laos, Singapur, Tailandia y Vietnam.

7 Miembros: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.

8 Miembros: México, Indonesia, Corea de Sur, Turquía y Australia.

9 Según HTTP://www.asean.org/wp-content/uploads/2012/05/56-December-2015-fact-sheet-on-ASEANEconomic-Community-AEC-1.pdf

10 Según HTTP://www.asean.org/storage/images/2015/July/ASEAN-Yearbook-July%202015%20-%20ASEAN %20Statistical%20Yearbook%202017.pdf

11 HTTP://www.asean.org/wp-content/uploads/2012/05/56.-December-2015-Fack-Sheet-on-ASEANEconomic-Community-AEC-1.pdf

12 Según HTTP://www.asean.org/storage/images/2015/July/ASEAN-Yearbook/July%202015%20-%20ASEAN %20Statistical%20Yearbook%202014.pdf

13 En este sentido se entiende que, al reactivar esta política, Widodo causase gran controversia.

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