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Relaciones internacionales

versión On-line ISSN 2314-2766

Relac. int. vol.26 no.52 La Plata jun. 2017

 

ESTUDIOS

Proyectos estratégicos e integración regional en América Latina. El surgimiento de la Alianza del Pacífico, el fortalecimiento del regionalismo abierto y el retroceso del regionalismo autónomo1

2 Strategic projects and regional integration in the global historical transition. Latin America between open regionalism and autonomous regionalism

Gabriel Merino3


 

Resumen: El presente trabajo se propone dar cuenta del estado de los principales modelos y visiones de integración regional, en relación a los proyectos políticos estratégicos que se desarrollan en América Latina. Ello en un contexto de crisis del Orden Mundial y transición geoestratégica que es necesario analizar para observar la dinámica regional. Se presta atención, en particular, al progreso a partir del siglo XXI del llamado regionalismo "autónomo", sus características y proyectos que lo sostienen y, por otro lado, a la reaparición del regionalismo "abierto" a partir del desarrollo de la Alianza del Pacífico. Se tipifican proyectos políticos estratégicos que se despliegan en la región y su relación con los paradigmas de integración, considerando a algunos actores estratégicos, discursos e ideologías en pugna.

Palabras clave: modelos de integración regional; proyectos políticos estratégicos; transición histórica; Alianza del Pacífico; MERCOSUR.

Abstract: This paper aims to account for the principal models and visions of regional integration, in relation to strategic political projects developed in Latin America. In a context of crisis World Order and geostrategic transition is necessary to analyze to see the regional dynamics. Attention is paid in particular to the development from century XXI of "autonomous" regionalism, features and projects that support and on the other hand, the reappearance of "open" regionalism from the development of the Pacific Alliance. They are typified strategic political projects developed in the region and its relationship with the paradigms of integration, considering some strategic actors, speeches and ideologies in conflict.

Keywords: models of regional integration; strategic political projects; historical transition; Pacific Alliance; MERCOSUR.

1 El presente trabajo se inscribe dentro de una investigación más amplia realizada en el Centro de Investigaciones Geográficas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP, junto con el Dr. Patricio Narodowski y el Dr. Héctor Dupuy entre otros.

2 Recibido: 11/02/2016 Aprobado: 15/03/2017

3 Gabriel Merino, Doctor en Ciencias Sociales y Lic. en Sociología, Instituto de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS), Universidad Nacional de La Plata (UNLP)-Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).


1. Introducción: América Latina en la transición histórica4

Los últimos años fueron de profundos cambios en la región. A partir del nuevo siglo adquiere una fuerte dinámica el debate por los modelos de integración regional, en un escenario global que comienza un proceso de transición marcado por el pasaje del unipolarismo al multipolarismo relativo (Narodowski y Merino, 2015).
Desde diferentes perspectivas se analiza esta etapa de transición histórica tanto en su esfera económica: transformación capitalista, pasaje del capital multinacional al transnacional (Drucker, 1997), pasaje del fordismo al posfordismo (Lipietz, 1994) y la construcción de las nuevas cadenas globales de valor (Amin, 1998); así como en el plano estratégico y geopolítico: crisis del Orden Mundial, crisis de la forma clásica Estado-nación, potencias emergentes, construcción de nuevos bloques de poder y pérdida de poder relativo de Estados Unidos como potencia hegemónica (Arrighi, 2001; Wallerstein, 2006; Harvey, 2004). Como planteamos en Merino (2014), hacia fines de la década de los noventa se dan un conjunto de acontecimientos claves para observar la transición histórica en que nos encontramos.
En primer lugar, las crisis financieras que se inician en el Sudeste Asiático en 1997 y afectan al conjunto de países periféricos-dependientes llamados "emergentes"; este ciclo de crisis luego se traslada al centro cuando, hacia el año 2000, se desata la crisis de las "puntocom" (crisis en la burbuja de las empresas tecnológicas) que deviene en una gran crisis financiera. En segundo lugar, el desarrollo de la "interna" que se manifiesta en los EE.UU. entre neoliberales y neoconservadores, con dos estrategias distintas sobre el lugar de los Estados Unidos en el mundo y el diseño del Orden Mundial (ello se observa, por ejemplo, en la fundación del G-20 en 1999 por parte de la administración Clinton, muy resistido por los republicanos y olvidado durante los dos gobiernos siguientes de Bush que apuesta al G-7).
En tercer lugar, el lanzamiento del Euro el 1 de enero de 1999, que constituyó un paso importante, especialmente para Alemania y Francia, para la constitución de un bloque continental. En cuarto lugar, el resurgimiento de Rusia como bloque de poder a partir del triunfo de Putin en el 2000 (desde 1999, Presidente interino), con el fortalecimiento del Estado, el enfrentamiento con ciertos empresarios surgidos en las privatizaciones, el intento por recuperar los territorios de influencia perdidos con el colapso de la URSS, la reconstrucción del complejo industrial-militar, el desarrollo de alianzas internacionales anti-hegemónicas, etc. En quinto lugar, la emergencia de China como potencia mundial, su incorporación en la OMC (Organización Mundial de Comercio) y la profundización del acuerdo con Rusia que dio lugar a la Organización de Cooperación de Shanghái.

Los enfrentamientos con EE.UU. por el bombardeo a la Embajada china de Belgrado en 1999 y el incidente por el avión de espionaje estadounidense en 2001 son ejemplos de este nuevo momento. Se puede observar una dualidad que atraviesa a China –y, en parte, al conjunto de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica)— que se debate entre ser un país "emergente" como territorio de expansión del capitalismo global a través de las transnacionales, conformando un territorio estratégico de las cadenas de valor globales, y/o ser un bloque de poder con capacidad de llevar adelante un proyecto político estratégico propio. En sexto lugar, la asunción de Hugo Chávez en Venezuela en 1999, que indica un cambio en las relaciones de fuerza en Latinoamérica, dando inicio a un proceso de construcción de un 'bloque de poder regional' en este nuevo escenario mundial. El triunfo electoral de Hugo Chávez en Venezuela es la manifestación, a nivel regional, del comienzo de una nueva etapa política con indudables consecuencias geopolíticas.
Emir Sader (2009) la denomina como una etapa pos-neoliberal, de ruptura con el Consenso de Washington y con el programa de ajuste del Estado, privatizaciones, desregulación del mercado, flexibilización laboral y apertura externa. Más allá de las valoraciones positivas o negativas, lo cierto es que instalan en muchos países de la región proyectos neodesarrollistas, nacionalistas populares e incluso algunos con una impronta anticapitalistas, los cuales tienen en común su oposición al proyecto neoliberal y la necesidad de plantear formas de integración regional para avanzar en grados de soberanía relativa. En términos de integración, desde distintos autores como José Antonio Sanahuja (2010), Pedro Da Motta Veiga y Sandra Rios (2007), han identificado esta etapa como "regionalismo post-liberal", en el sentido de que el acento ya no está puesto en el libre comercio y las políticas para atraer capitales, sino en las estrategias para la acumulación de poder regional, la integración política y social, la complementación productiva, etc.5 Por su parte, Briceño Ruiz (2013) lo caracteriza como un período que se destaca por el fin de la hegemonía de la "integración abierta".
Desde esta perspectiva, se puede observar un enfrentamiento entre un regionalismo autónomo –que cuestiona el papel de periferia en el Orden Mundial e intenta establecer estrategias de desarrollo endógeno para posicionar a la región como bloque de poder en un escenario multipolar6 — y el regionalismo abierto –que no cuestiona el lugar de periferia y el papel en la división internacional del trabajo, busca estrategias de adaptación al capitalismo mundial, plantea una alianza estratégica con los Estados Unidos y, en términos más amplios, con Occidente, y está centrado en el libre mercado y en la integración de las cadenas globales de valor dominadas por el capital transnacional. Desde una perspectiva propia de la teoría de la dependencia, se identifica a dicho "regionalismo abierto" o "regionalismo liberal" como de un regionalismo dependiente que impide el desarrollo de la región al mantener las condiciones estructurales que la definen como periférica.7 En un sentido contrario, desde una visión liberal, el regionalismo autónomo significa cerrarse, estar fuera del mundo, crear industrias ineficientes y desaprovechar la competitividad de las cadenas globales de valor.8 El surgimiento de la Alianza del Pacífico (AP) en junio de 2012 –conformada por Perú, Chile, Colombia y México— señala un claro freno al avance del regionalismo autónomo o pone en cuestión dicho paradigma, para retomar el regionalismo abierto. Ello además se fortalece por una situación de crecientes debilidades propias de los proyectos que llevan adelante el regionalismo autónomo. En este sentido, la AP es una apuesta geoestratégica fundamental en un nuevo escenario mundial que vuelve a poner a la región en una encrucijada histórica. Para analizar dicha encrucijada y la tensión que se da entre modelos de integración en la región –lo que constituye el problema central a resolver en nuestra investigación— en el presente trabajo se abordan los siguientes ejes: los modelos de integración y los proyectos políticos estratégicos en la región; los actores y discursos que se esgrimen en tono al regionalismo abierto y al regionalismo autónomo; los modelos de integración y al situación económica; la nueva forma de regionalismo abierto y la apuesta geoestratégica que implica la Alianza del Pacífico; y las debilidades del regionalismo autónomo para consolidar un proceso de integración en medio de fuertes tensiones propias de la encrucijada histórica que atravesamos.

2. Modelos de integración y proyectos políticos estratégicos en la región

Los bloques y las instituciones que emergen como parte de los procesos de integración hay que observarlos como cristalizaciones de una relación de poder, que se construye en un territorio determinado. Desde esta perspectiva de análisis, podemos ver en la región de América Latina y el Caribe (ALC) un enfrentamiento entre proyectos estratégicos, con sus relaciones de fuerzas y grados de cristalización político institucional. El proyecto de expansión pan-americana de los EE.UU. proviene del siglo XIX, está inscripto en la Doctrina Monroe, se sustenta en la idea-fuerza del Destino Manifiesto y cobra fuerza a la salida de la Guerra Civil (1861-1865) en la cual se impone el proyecto del norte industrial frente al sur agroexportador. Una vez que Estados Unidos se convierte en el nuevo taller del mundo, desarrollado sus grandes grupos financieros a partir de sus bancos y grandes industrias (JP Morgan-General Electric-U.S. Steel-Carnegie, Rockefeller-Chase Bank-Standard Oil, etc.) y establecido un bloque de poder conformado por cincuenta grandes familias (McLaughlin Green, 1968: 100), cobró mayor fuerza la necesidad de expandirse sobre el continente americano, asegurando su espacio "vital". En este sentido, Estados Unidos promueve la primera Conferencia Panamericana en 1889-1890, para avanzar en la influencia continental. Además, desarrolla un conjunto de acciones militares sobre la región, siendo un punto de bisagra la Guerra con España, a quien le quita el dominio de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam.
En 1903 anexa la zona del canal de Panamá que le pertenecía a Colombia. Este dominio se consolida a partir de la Segunda Guerra Mundial con el traspaso desde el Reino Unido hacia Estados Unidos del centro capitalista mundial, en un escenario de bipolaridad. Con la caída del muro de Berlín, el triunfo de la estrategia neoliberal y la iniciativa de George Bush (padre) como presidente (1988-1992), se puso en marcha el plan para establecer un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). El objetivo era avanzar en la integración del conjunto del continenteamericano en una nueva situación estratégica internacional post Guerra Fría –que va mucho más allá del libre comercio (Lee, 2001) y constituye en la práctica la extensión del Estado continental norteamericano—, que concluía un proceso histórico iniciado con la Doctrina Monroe. Sin embargo, en el comienzo del nuevo siglo retrocede la influencia de los Estados Unidos en ALC, lo cual se traduce en un debilitamiento de la institucionalidad en relación a dichos intereses. El cambio en la región y la tensión entre diferentes paradigmas de integración se observa en un hecho clave: si en la Cumbre de las Américas de 1998 en Santiago de Chile y en la III Cumbre de Quebec en 2001, el avance del ALCA impulsado por Estados Unidos aparece como un destino próximo para el continente americano, la IV Cumbre realizada en Mar del Plata en 2005 marca un punto de inflexión en detrimento de la integración con los Estados Unidos, bajo los parámetros del Consenso de Washington, y a favor de otro tipo de integración regional.
El rechazo al ALCA por parte del MERCOSUR (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) y Venezuela, cuyos gobiernos se habían alejado de las políticas neoliberales, significó la cristalización de un cambio de correlación de fuerzas en la región de América Latina y el Caribe, que se corresponde con un cambio de situación a nivel mundial. A partir de allí se aceleró un proceso de integración regional que pretendió aumentar los niveles de autonomía relativa de la región y su unidad como bloque de poder. Ello es promovido tanto por burguesías locales y fracciones neodesarrollistas nacionales9 que pretenden asegurar un espacio de acumulación en un capitalismo periférico, como por organizaciones políticas y sociales populares, lo cual genera condiciones para el establecimiento de un conjunto de articulaciones político-sociales.10 En 2006, en la cumbre del Mercosur realizada en Córdoba, con la presencia del presidente cubano de ese entonces, Fidel Castro, se firma la adhesión de Venezuela al bloque regional y un acuerdo de complementación con Cuba. El Mercosur11 vuelve a tener la perspectiva de establecerse como plataforma geopolítica para impulsar la integración política, económica y cultural más allá del libre comercio; y comienza a desarrollarse un bloque de poder regional cuyo eje, en un principio, es Brasilia-Buenos Aires-Caracas- La Habana –aunque existan tensiones y posicionamientos disímiles en un sinnúmero de temas, empezando por los modelos de acumulación y las construcciones ideológicas y simbólicas que impulsan los diferentes proyectos políticos-estratégicos.

Además, se inicia un proceso de avance geoestratégico que se corporiza en la constitución de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en mayo de 2008, conformada por los doce países de Suramérica. Debe tenerse en cuenta que para sectores del pensamiento estratégico local con influencia en los gobiernos pos neoliberales de la región, Suramérica es el territorio básico para el desarrollo de un "Estado continental", cuyo núcleo es el MERCOSUR a partir de la alianza de Brasil y Argentina, y la integración estratégica de la Cuenca del Plata.12 Junto a la UNASUR se creó el Consejo Suramericano de Defensa (CSD), un Centro de Estudios Estratégicos de la Defensa del CSD y los primeros acuerdos de constitución del Banco del Sur. Por otro lado, en diciembre de 2004 se funda la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA) por parte de Venezuela y Cuba. En abril de 2006 se suma Bolivia, Nicaragua en 2007, Honduras en 2008 y Ecuador en 2009, marcando un eje de integración de fuerte posicionamiento anti-imperialista y anti-capitalista. Por último, el 23 de febrero de 2010 se crea la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), quedando definitivamente constituida en diciembre de 2011 en la cumbre de Caracas. Sobresale de dicho espacio la ausencia de Estados Unidos y Canadá, el paralelismo que se genera con la Organización de Estados Americanos (OEA) y la integración de Cuba –por fuera de la OEA y excluida de la Cumbre de las Américas— que incluso tuvo la presidencia pro tempore y actuó de anfitrión de la segunda cumbre de la CELAC. Para la mayor parte de las clases dominantes de los EE.UU. y sus cuadros, el proceso político que atravesaba América Latina y el Caribe (ALC) se vivía como una amenaza. Citamos sólo una pequeña parte referida a los procesos de integración latinoamericanos en el Informe sobre Amenazas Globales de los EE.UU., que trabaja en profundidad Regueiro (2014):
"Los esfuerzos regionales que reducen la influencia de EE.UU. están ganando algo de tracción. Se planifica la creación de una comunidad de América Latina y el Caribe, prevista para inaugurarse en Caracas en julio, que excluye a EE.UU. y a Canadá. Organizaciones como la Unión de Naciones del Sur de América (UNASUR) están asumiendo problemas que fueron del ámbito de la OEA. En efecto, los países de América del Sur, con una o dos excepciones, cada vez más están recurriendo a la UNASUR para resolver los conflictos o disturbios en la región." "El éxito económico de Brasil y la estabilidad política lo han puesto en la senda del liderazgo regional. Brasilia es probable que continúe usando esa influencia para enfatizar UNASUR como el primer nivel de seguridad y mecanismo de resolución de conflictos en la región, a expensas de la OEA y de la cooperación bilateral con los Estados Unidos. También se encargará de aprovechar la Organización para presentar un frente común contra Washington en asuntos políticos y de seguridad regionales."13
El establecimiento del Consejo de Defensa Sudamericano de la UNASUR, el 11 de diciembre de 2008, significó el establecimiento de una institucionalidad que cristaliza este nuevo momento en las relaciones de fuerza en el subcontinente. Esto significa, el corrimiento parcial de Estados Unidos en materia de la coordinación regional multilateral de la Defensa (más allá de la continuidad de las relaciones bilaterales con algunos países), así como la pérdida de influencia en materia de cooperación, la protección de los recursos naturales y la formación y capacitación de las fuerzas armadas. Ello se contrapone y pone en crisis la institucionalidad establecida por el proyecto norteamericano cristalizada en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR)14 y la Organización de Estados Americanos. También se observa un rol clave de la UNASUR en la intervención para la resolución democrática de crisis políticas en la región.
Ello puede observarse en Bolivia en 2008 ante la Masacre de Pando y los movimientos separatistas de las prefecturas, con respecto al golpe de Honduras en 2009, en el conflicto entre Colombia y Venezuela en 2010, en el Ecuador en 2010, en la destitución de Lugo en Paraguay en 2012 y en Venezuela en 2015 ante el decreto de EEUU de declarar a dicho país como una amenaza para su seguridad. El declive de la influencia norteamericana entre 1999-2012 también se da en el plano económico. La participación de EEUU en las exportaciones suramericanas bajó de 30% a 18% entre 2000 y 2011, mientras que las importaciones suramericanas de los EEUU cayeron de 55% a 30%. Por otro lado, China se convirtió en un socio líder de la región. El comercio entre China y América Latina creció de manera exponencial en los últimos años: de US$ 12.000 millones en 2000 a US$ 289.000 millones en 2013. China se convirtió en la segunda fuente de importaciones de América Latina y el tercer destino de sus exportaciones (después de Estados Unidos y la Unión Europea).15 Igualmente, debemos diferenciar la región. Siguiendo a Aravena (2013) podemos dividir a ALC en tres partes en cuanto a vinculación internacional en materia económica, lo cual tiene mucha influencia en el plano geopolítico: el Caribe con la Unión Europea, México y Centroamérica con EEUU y América del Sur con China. Esta división resulta importante, aunque no excluyente, para analizar los paradigmas de integración que prevalecen en cada país en relación a los socios comerciales y a la maniobrabilidad geopolítica que de ello se desprende. Según Alves Teixeira y Desiderá Neto (2012), la nueva ola de integración regional en el presente siglo recupera las viejas ideas "cepalinas", es decir, desarrollistas, en oposición a un regionalismo liberal y al revisionismo "cepalino" de los años 90', expresado en el concepto de regionalismo abierto. De esta forma, se construyen dos modelos enfrentados: regionalismo liberal y regionalismo desarrollista. El regionalismo liberal, siguiendo a Furtado (1985), se focaliza en el intercambio comercial, los beneficios y el aprovechamiento de las ventajas comparativas, dejando de lado la función de la integración en los cambios estructurales y el desarrollo tecnológico. Por el contrario, desde el regionalismo neodesarrollista, el hincapié se hace en la importancia de la integración para el cambio de la estructura económica y la industrialización, la construcción de cadenas regionales de valor, el desarrollo tecnológico para mejorar la competitividad, a lo que se agrega en este nueva versión del siglo XXI, la preocupación por las condiciones sociales y una mayor apertura al mercado mundial en relación al fuerte proteccionismo de los años 60' y 70'. Sin embargo, aunque se reivindique la apertura que diferencia al viejo desarrollismo del nuevo desarrollismo, también se observa la necesidad de una integración regional de relativa autonomía (en relación con los centros de poder hegemónicos y en cuanto a cierto proteccionismo económico).16

En otro sentido al proceso regional descripto, en abril de 2011 en Lima (Perú) se sientan las bases para la conformación de la Alianza Pacífico, por iniciativa del entonces presidente peruano Alan García Pérez: "Esta no es una integración romántica, una integración poética, es una integración realista ante el mundo y hacia el mundo", sostuvo en su fundación, destacando la perspectiva pragmática, que consiste en la aceptación de las fuerzas de mercado como ordenadoras del orden social y los procesos de integración y la aceptación del lugar asignado a la región en el Orden Mundial. Este cambio en la región se vislumbra en un nuevo contexto geopolítico mundial (Merino, 2014c; Narodowski y Merino, 2015). En marzo de 2011 entramos en un nuevo momento de la crisis (transición histórica) con la guerra civil en Siria y luego en Libia, más la agudización de las tensiones en el Mar de China. Como se observa en los distintos escenarios del enfrentamiento, este momento se caracteriza por la agudización de las tensiones entre los bloques de poder centrales (Occidente) y los bloques de poder emergentes.
China, Rusia e Irán, y el bloque MERCOSUR-ALBA en Nuestra América sienten las presiones de esta nueva situación global, en la cual, a pesar de la creciente multipolaridad relativa, cambian las relaciones de poder. Las fuerzas centrales del Orden Mundial en crisis observan como un desafío las estrategias de distintos actores que conforman un creciente multipolarismo relativo y su pretensión de construir bloques de poder para convertirse en nuevos polos de poder. Los llamados BRICS y aliados, que unos años antes eran territorios centrales de la expansión del capital transnacional y solución espacial de la crisis (y, por ello, posibles actores en una nueva institucionalidad global multilateral), en la medida en que desarrollan mayores niveles de autonomía relativa, construyen bloques de poder y aprovechan las crisis y contradicciones del "viejo centro" mundial para impulsar sus propios proyectos políticos estratégicos que se convierten en obstáculos para las fuerzas occidentales y el capitalismo global. Este enfrentamiento se agudiza en 2014 con el estallido de la guerra civil en Ucrania; la escalada del conflicto Sirio y el despliegue de tropas rusas en dichos territorios; la construcción de una nueva institucionalidad financiera mundial por parte de los BRICS acordada en la Cumbre de Fortaleza en Brasil en julio 2014; y la incorporación de nuevos miembros a la Organización para la Cooperación de Shanghái liderada por China y Rusia que constituye una poderosa alianza de seguridad euroasiática por fuera de la OTAN y las potencias occidentales más Japón, entre otras cuestiones.
En este contexto, se constituye la AP, que rescata los pilares del regionalismo abierto y a favor de una mayor cercanía geopolítica a Estados Unidos en particular y a Occidente en general. La Alianza del Pacífico está centrada, como tal, en la libertad de comercio, la atracción a las inversiones extranjeras, los acuerdos de libre comercio, la explotación de las ventajas comparativas (fundamentalmente la explotación de recursos naturales) y el desarrollo puesto en relación a la integración en el capitalismo global del siglo XXI. Conformada en un principio por Chile, Colombia, Perú y México –y con Costa Rica, Panamá y Guatemala en proceso de incorporación— la AP forma parte como eslabón regional de un esquema de integración más amplio del capitalismo global, denominado Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (conocido como TPP, por sus siglas en inglés), originalmente establecido por Chile, Brunei, Singapur y Nueva Zelanda en 2005, pero del que hoy forman parte Australia, Canadá, Japón, Malasia, México, Perú, Estados Unidos y Vietnam. El TPP constituye una amenaza para China ya que implica una disputa en su zona fundamental de influencia, el Asia Pacífico. El control del Pacífico aparece como objetivo estratégico para Estados Unidos y aliados, y las fuerzas fundamentales del capitalismo global. Como afirma Hillary Clinton, el futuro de la política mundial se decidirá en Asia y en el Pacífico, no en Afganistán o Irak, y Estados Unidos deberá estar justo en el centro de la acción (Clinton, 2011). En este sentido, la Alianza Pacífico constituye una política de integración estratégica en el marco de la TPP e implica un cerco y una política de contención tanto para la Organización para la Cooperación de Shanghai (encabezada por China y Rusia) que compite con la OTAN, como también en relación al bloque ALBA-MERCOSUR hoy en retroceso. Señalando claramente la diferencia de la AP con el regionalismo autónomo, en un dossier sobre el tema publicado por el Financial Times (2/4/2014), se afirma que este nuevo bloque "abre las puertas para los negocios en la región" y resalta positivamente que, a diferencia del MERCOSUR, esta es una alianza económica y no política, algo que también señalan los líderes políticos de la AP. En dicho dossier, Barbara Kotschwar, afirma que "si el Mercosur representa el socialismo del siglo XXI, la Alianza del Pacífico representa el capitalismo del siglo XXI". En este sentido, se debe señalar que todos los integrantes de la Alianza del Pacífico poseen Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos, a lo cual se opusieron estos últimos años los países que integran el MERCOSUR y el ALBA. Si observamos la dinámica de la región en los últimos años, la tensión entre los intentos de regionalismo autónomo y el resurgir del regionalismo abierto, lo que se observa es una puja entre proyectos políticos estratégicos que definen diferentes territorialidades y modelos de integración.
Como se define en Merino (2011) el concepto de proyecto político-estratégico implica que un grupo político-social –o una alianza político social— tiene un grado de desarrollo en su organización económica, política e ideológicacultural para plantear una determinada forma de vida o, como se dice habitualmente, un modelo de sociedad. Además de un modelo económico, ello implica una territorialidad, ciertas ideas-fuerza centrales, una identidad cultural, una matriz ideológica, una concepción política-institucional y una concepción de la organización política, más o menos desarrolladas, aunque con matices y contradicciones. Para analizar los diferentes modelos de integración en pugna, Briceño Ruiz (2013) define tres ejes de integración: el regionalismo abierto, el revisionista y el anti-sistémico. Estos ejes derivan en tres modelos de integración, respectivamente: el regionalismo estratégico, el regionalismo productivo y el regionalismo social. Como vimos más arriba, los dos últimos corresponden a modelos post-liberales o al fin de la hegemonía del regionalismo abierto. El ALCA, los Tratados de Libre Comercio bilaterales con Estados Unidos, la Alianza Pacífico (AP) y el MERCOSUR de los años noventa serían parte del regionalismo abierto y el modelo de integración al que más se acercarían sería el de regionalismo estratégico; el MERCOSUR post-liberal constituiría un eje revisionista (revisa el regionalismo abierto y sus premisas neoliberales) y se acercaría al modelo de regionalismo productivo; la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA) seguiría el eje anti-sistémico y se acercaría al modelo de regionalismo social. En este sentido, por lo aquí señalado, esquemáticamente y como hipótesis de trabajo, podemos definir por lo menos tres proyectos políticos estratégicos en pugna en ALC que, con sus matices, que promueven esos distintos modelos de integración: a) El proyecto capitalista neoliberal17 o también definido como de economía de mercado y democracia liberal: asociado regionalmente al modelo económico primarioexportador y explotación de las ventajas comparativas, la transnacionalización económica, la inserción dentro de la territorialidad global, el alineamiento geopolítico con EEUU y aliados, y la pertenencia cultural a Occidente. b) El proyecto neodesarrollista de capitalismo productivo regional, del que podemos distinguir las tendencias más conservadoras y las más nacionalistas. Sin plantear una postura "autonomista" o cerrada, si reclama la construcción de un espacio de autonomía relativa regional para el desarrollo de un capitalismo nacional con valor agregado local y protagonismo de la "burguesía nacional", plantea una integración y una territorialidad regional autónoma (MERCOSUR, UNASUR), y en el plano cultural no se define necesariamente y en todos los casos por fuera de Occidente (los más nacionalistas sí), pero con un matiz civilizatorio propio de la región. c) El proyecto que aparece discursivamente bajo distintos rótulos, con una impronta de "latinoamericanismo revolucionario", pero que podemos definirlo como socialpopular, con una centralidad de lo público-estatal para el desarrollo de las fuerzas productivas (Estado empresario), la distribución de la renta y la producción simbólica; se define como antiimperialista en términos de alineamiento internacional y plantea una integración regional autónoma; se define a América Latina y el Caribe como una civilización emergente distinta de Occidente.18 Dicho esquema debe ser relativizado con grises y situaciones coyunturales, además de los matices que presenta cada país, de acuerdo a la relación de fuerzas que exista entre los proyectos políticos estratégicos en pugna, las alianzas que se establecen y la dinámica particular y características particulares de cada territorio, que escapan a la visión esquemática.

3. En torno al regionalismo abierto y el regionalismo autónomo: actores y discursos

En la Cumbre de Cali de mayo de 2013, el presidente de Colombia Juan Manuel Santos afirmó según las actas de la reunión que la AP "es el nuevo motor económico y de desarrollo de América Latina y el Caribe". En esta frase se resume la visión de que la AP constituye una estrategia contrapuesta al eje atlántico de desarrollo expresado en el MERCOSUR. Ello pone de manifiesto una disputa acerca del proyecto y del núcleo que debe integrar, desarrollar y, por lo tanto, conducir la región. Por su parte, la presidente de Costa Rica, Laura Chinchilla, afirmó: "Ya basta de ideologías, ya basta de consignas, ya basta de buscar chivos expiatorios. Tenemos que asumir con responsabilidad las tareas que aún tenemos pendientes en materia de desarrollo." Como observan Peyrani y Geffner (2013) la Alianza del Pacífico se presenta a sí misma como un grupo de países estables que respetan la democracia y el estado de derecho y que por lo tanto ofrecen oportunidades de inversión mucho más atractivas que otros países de la región y sostienen que con el libre comercio pueden lograr mayor competitividad para sus economías y así mejorar la calidad de vida de su población. Un requisito esencial para ser miembro pleno de la Alianza es que los nuevos Estados Parte tengan vigente un Tratado de Libre Comercio (TLC) con cada una de las Partes.
Por otro lado, todos sus miembros tienen TLC con los Estados Unidos. Además, el modelo del TLC de América del Norte fue utilizado como base fundamental para el diseño de la AP (Briceño Ruiz, 2013). Los objetivos centrales son avanzar en la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas. Y también en la integración de la Bolsa de valores, integración financiera para el desarrollo del mercado de capitales y el libre movimiento de las Redes Financieras Globales. La AP se presenta como una integración centrada en el nexo de comercioproducción-servicios específico del capitalismo globalizado, donde la producción se fragmenta espacialmente integrando cadenas globales de valor (CGV). Estas son, en efecto, las intenciones y discursos de sus protagonistas, aunque se acepte el lugar de segmentos de producción primaria. Como señalan Zelicovich y Actis, reivindicando la AP19, "estos países aceptan la correlación de fuerzas en el sistema internacional y perciben que deben insertarse en el mundo como "periferia moderna" en donde la adaptación a las nuevas formas de producción en la globalización es la llave para el progreso y el desarrollo."20 Para observar la disputa por la construcción de legitimidad en torno a los proyectos en pugna, resulta más que interesante analizar la nota Editorial del diario La Nación de Argentina (de tendencia liberal-conservadora) titulada "Modelos de éxito y fracaso en América Latina".21 Allí resalta el análisis realizado por el ex presidente chileno Sebastián Piñera en la conferencia "Presente y futuro de América Latina y Chile", invitado por la Fundación Libertad y Progreso. Allí se distinguen "tres modelos: el aplicado por los países de la Alianza del Pacífico, el vigente en el llamado eje bolivariano o ALBA y el aplicado con diversos tonos por los países del Mercosur." En el caso de la AP, "sus rasgos fundamentales son el respeto por las instituciones, la apertura al mundo, la economía de mercado y el equilibrio fiscal." En el caso del ALBA, "se caracteriza por el intervencionismo, el cierre de la economía, el elevado gasto público, el control de cambios y de precios, con estatismo y una baja calidad institucional." Por último, el Mercosur, "se encuentra entre los dos anteriores. Son economías de mercado, pero intervenidas y con proteccionismo, con elevado gasto público y diversa calidad institucional. La Argentina pertenecería a este último grupo, aunque con una clara aproximación al eje bolivariano." Entre los que se afirman en el regionalismo autónomo, podemos mencionar en principio al Brasil, principal potencia regional, que con los gobiernos del PT expresaba dominantemente una alianza entre las fuerzas neodesarrollistas nacionalistas y las fuerzas del proyecto que denominamos como social-popular (centrales obreras y movimientos sociales que apoyan al PT).
Sus políticas promueven, entre otras cuestiones, el proteccionismo económico, el Estado activo tanto en la regulación como en el control de activos y desarrollo de empresas estratégicas, la promoción de la industria y el enorme financiamiento público a través del Banco de Desarrollo del Estado, la competencia con los Estados Unidos por la influencia regional, la prioridad en estrategia de integración Sur-Sur, el desarrollo de la multipolaridad en el esquema BRICS. Sin embargo, la mayor parte de la oposición política en Brasil, así como algunos de los integrantes del gobierno de Dilma Rousseff, apoyan o se encuentran más cerca del modelo de integración de la AP. La crisis política que tiene como centro al PT y el debilitamiento de su programa histórico a favor del regionalismo autónomo post-neoliberal, impactan en la región poniendo en crisis el intento de bloque regional. También ello ocurre en distintos países pertenecientes al MERCOSUR, mostrando la puja de territorialidades que existe en cada territorio específico a nivel regional. En este sentido, el nuevo gobierno del Frente Amplio de Uruguay, con Tabaré Vázquez, presenta una posición oscilante y con intenciones de propiciar una dinámica de integración más cercana al regionalismo abierto. Por otra parte, el nuevo gobierno de la Argentina definió como una de sus prioridades avanzar en la integración con la AP, reestablecer un alineamiento estratégico con los Estados Unidos y avanzar en el libre comercio. En contraposición a cualquier acercamiento a la AP y expresando la visión "socialpopular", Evo Morales después de resultar reelecto como presidente de Bolivia, afirmó que "los presidentes de la Alianza del Pacífico son lacayos del imperialismo (…) Esos son gobiernos de empresarios y banqueros.

La Alianza del Pacífico es libre mercado (...) Todos miran a Obama como si fuera una gran cosa."22 También podemos mencionar, aunque desde otra perspectiva, lo que opinaba uno de los referentes más importantes del desarrollismo nacional de la Argentina, Aldo Ferrer:
"(La visión neoliberal) Considera a la Argentina como un segmento del mercado mundial, que debe organizarse conforme con las señales del orden internacional. De este modo, su estructura productiva y su inserción en la división internacional del trabajo están determinadas por sus ventajas competitivas estáticas, fundadas en la abundancia de sus recursos naturales y subdesarrollo tecnológico e industrial. Este enfoque supone, asimismo, que, dada la concentración del poder en los mercados y los países dominantes, Argentina carece de la capacidad decisoria necesaria para trazar su sendero de desarrollo, industrializarse, participar plenamente en la revolución científica y tecnológica y, consecuentemente, establecer una relación simétrica, no subordinada, con el Orden Mundial. Esta visión responde al convencimiento histórico del neoliberalismo de que Argentina no cuenta con factores autónomos de desarrollo. Debe asociarse, necesariamente, a un centro hegemónico externo que impulse su crecimiento." "(La visión nacional) Concibe al país como un sistema de relaciones económicas y sociales, dentro del espacio territorial, capaz de desplegar en su totalidad los recursos y el talento disponibles, construir una estructura productiva industrializada y compleja, generar ventajas comparativas dinámicas fundadas en el conocimiento, agregar valor a sus recursos naturales y establecer relaciones simétricas, no subordinadas, con el Orden Mundial. (…) Desde esta perspectiva, es conveniente que la política exterior brasileña responda a objetivos nacionales propios y, al mismo tiempo, conciba la relación bilateral como una alianza estratégica para impulsar el desarrollo complejo de ambas economías y el creciente contenido tecnológico y de valor agregado del comercio recíproco, en ambos sentidos. De este modo, una política exterior brasileña que reivindica la autonomía decisoria frente a los centros de poder mundial y la solidaridad con los países del espacio sudamericano es funcional a la visión nacional del desarrollo en la Argentina."23
En estos discursos lo central es rescatar, aunque sea sucintamente, el plano ideológico de la puja entre proyectos políticos-estratégicos y modelos de integración; es decir, dar cuenta de algunos de los argumentos que se esgrimen en la lucha por legitimar uno u otro. A su vez, se puede distinguir claramente, los discursos basados en una concepción liberal clásica, los discursos neodesarrollistas nacionalistas y los discursos antiimperialistas que se corresponden a los tres proyectos y los tres ejes que se observaron anteriormente. Por otra parte, en relación a estos tres proyectos y modelos de integración podemos identificar tres núcleos distintos de grupos económicos-sociales fundamentales: a) para el regionalismo abierto las Redes Financieras Globales y el conjunto de empresas trasnacionales y las empresas multinacionales, especialmente de origen anglosajón, en alianza con fracciones del empresariado local y sectores de grandes terratenientes vinculados a los enclaves de exportación primaria; b) para el regionalismo autónomo neodesarrollista, las fracciones de capital local, grupos económicos locales y burguesías locales, más asociadas al mercado interno y regional, al sector productivo industrial, a la necesidad de proteccionismo frente a la competencia y concurrencia global, con necesidad de promoción estatal, etc.; c) para el regionalismo autónomo social-popular con centralidad en lo público-Estatal, fracciones de la pequeña producción mercantil urbana y rural, y fracciones de clase trabajadora y el amplio espectro de sectores populares organizados.24

4. Modelos de integración y situación económica

Uno de los ejes centrales para impulsar la Alianza Pacífico (AP) es destacar su crecimiento económico. Sin embargo, como observan Peyrani y Geffner (2013), el PIB de la AP creció más que el del MERCOSUR a partir del 2011, lo que no significa que sea una tendencia de largo plazo. Este mayor crecimiento parece deberse en parte a la mayor exposición internacional por tratarse de economías muy abiertas25, que oscilan más fuertemente ante los ciclos internacionales, las cuales han sufrido mayor impacto de la crisis internacional y por lo que la caída previa fue mayor a la de los países del MERCOSUR. Estos adoptaron políticas más proteccionistas para minimizar esos efectos negativos de la crisis económica mundial. Por otra parte, si comparamos los dos países más importantes en términos económicos de América Latina y el Caribe (ALC), México y Brasil, podemos observar que en el año 2000 México (ya integrado al Tratado de Libre Comercio de América del Norte) era económicamente mayor que Brasil, mientras que Brasil (integrado al MERCOSUR) hoy por hoy tiene un PBI (PPA) 50% más grande que el de México, aunque actualmente esté en retroceso. Sin embargo, en lo últimos años las principales economías del MERCOSUR entraron en un cuello de botella propio de los proyectos de crecimiento endógeno y distribución de rentas, con problemas en la balanza de pagos y pujas distributivas que se manifiestan como presiones inflacionarias y problemas de competitividad debido a la estructura capitalista periférica (Gaggero, Schorr y Wainer, 2014).
Además, a pesar de los posicionamientos y apuestas industrialistas del MERCOSUR, la dinámica de crecimiento del mismo sin duda tuvo mucha relación también con el elevado precio de los commodities en la década pasada. Más allá de los proyectos políticos estratégicos en pugna, en términos generales y con la excepción de algunos nichos tecnológicos en ciertos países, ALC se especializa cada vez más en la exportación de materias primas y en productos de consumo agroindustriales, alimentos y bebidas procesadas de baja complejidad (si encontramos profundas diferencias en la apropiación y distribución de las rentas). Según el Banco Mundial, en Suramérica Argentina exporta unos u$s 500 dólares de tecnología media y alta por habitante, Chile u$s 385 por habitante, Brasil u$s 269 y Perú u$s 70, mientras que Corea del Sur supera los u$s 9000. Si observamos el cuadro 1 podemos ver que la AP es quién más ostenta exportaciones complejas, con u$s 45 mil millones, aunque en realidad México explica u$s 44 mil millones debido a su industrialización e integración en cadenas globales de valor controladas por transnacionales en relación al mercado estadounidense. Por su parte, el MERCOSUR exporta por u$s 11.000 millones, con Brasil con casi el 80% y Argentina el 20% restante. La industria sustitutiva en los países que desarrollan una política en tal sentido está orientada fundamentalmente hacia el mercado interno, ya que no tiene suficiente competitividad en términos generales para exportar.

Tabla 1: Cuadro comparativo AP y MERCOSUR

Fuente: elaboración propia en base a datos del Banco Mundial correspondientes al año 2013. AP+3: Alianza Pacífico más Costa Rica, Panamá y Guatemala que se encuentran en proceso de incorporación. MERCOSUR+2: MERCOSUR más Bolivia y Ecuador, en tanto Bolivia ya incorporado formalmente y Ecuador se encuentra en conversaciones avanzadas.

Existen dos indicadores que diferencian a Brasil del resto de la región, los cuales nos pueden servir para hacer observable una estrategia que aspira al desarrollo endógeno. En primer lugar, la inversión en investigación y desarrollo: con el 1,21% sobre el PBI (Banco Mundial, año 2011), Brasil sobrepasa por lejos a otros países de la región. Le siguen Argentina con el 0,65% y Costa Rica 0,48%. En segundo lugar, el gasto en Defensa, en donde Brasil con más de u$s 31.000 millones explica en gran medida la diferencia a favor del MERCOSUR, fuertemente asociado a la defensa de recursos naturales, fronteras y el desarrollo del complejo industrial-militar. Otro país que posee un importante nivel de gasto relativo es Colombia, aunque fundamentalmente explicado por la guerra civil existente en dicho país desde hace más de cincuenta años y la asociación con los Estados Unidos bajo el eje del combate al narcotráfico. Un dato llamativo es el stock de IED (Inversión Extranjera Directa), que es mayor para el caso del MERCOSUR (destacándose especialmente Brasil) frente a los países de la AP, quienes poseen economías más abiertas y tienen como una de sus políticas centrales la atracción de inversiones. Ello pone de manifiesto que no existe una correspondencia lineal entre los proyectos capitalistas liberales y la atracción de inversiones que se guían por la posibilidad de valorización del capital. Sin embargo, la crisis del "Petrolao" en Brasil26, representa una crisis no sólo para el gobierno, sino que también afecta un núcleo fundamental en la estrategia de desarrollo autónomo. Petrobras es la mayor empresa de Brasil, emplea a 87.000 personas y produce dos millones y medio de barriles de crudo al día. Tanto el ex presidente 'Lula' da Silva como la presidenta Dilma Rousseff hicieron de la petrolera un núcleo estratégico para el desarrollo nacional autónomo –"el futuro de Brasil"— tras el descubrimiento de nuevos yacimientos en 2006, que equivalen a 15.000 millones de barriles. Además de superar la dependencia energética, que siempre fue en Brasil un factor de restricción externa, con la modificación del marco regulatorio de los hidrocarburos que supuso una parcial reestatización de los recursos, Petrobras y la renta hidrocarburífera se perfilaron en relación a la profundización del proyecto neodesarrollista nacionalista.
Como plantea Romano Schutte (2013), el cambio regulatorio impulsado por el PT y aprobado en 2010, implicó un aumento de la renta petrolera capturada por el Estado y un aumento del control estatal de Petrobras (el paquete accionario en manos del Estado pasó del 39,8% al 48,3%). También implicó hacer de Petrobras y la riqueza petrolera una herramienta fundamental para la inversión en educación y en investigación y desarrollo (los fondos destinados a investigación y desarrollo aumentaron de 264 millones de reales en 2002 a más de 1.000 millones de reales en 2011, de los cuales 96% provinieron de Petrobras). Además, se apuntó a la producción de componentes y tecnologías fundamentales de explotación, con el impulso directo e indirecto de industrias estratégicas (industria naval, nuclear, nanotecnología y nuevos materiales). Por ejemplo, la industria naval contaba con 1.900 trabajadores directos en el año 2000 y pasó a emplear 80.000 en 2010, desarrollando componentes centrales para la explotación hidrocarburífera. Con el cambio regulatorio, retrocedieron los intereses financieros y petroleros transnacionales, tanto en la puja por la apropiación de la renta petrolera así como en del recurso estratégico. Sin embargo, la situación del "Petrolao" vuelve a legitimar y fortalecer en Brasil las posiciones a favor de la re-privatización de Petrobras y de la renta petrolera, desarticulando la estrategia neodesarrollista nacionalista dominante en Brasil con los gobiernos del PT. Además, la crisis de Petrobras implica una fuerte parálisis de la economía al detenerse inversiones y contrataciones, lo cual se suma al impacto negativo de la caída de los precios de los commodities. Todo ello afecta profundamente el regionalismo autónomo y favorece el retorno al regionalismo abierto como estrategia de integración.

5. Nueva forma de regionalismo abierto y apuesta geoestratégica

Como señala Briceño Ruiz (2013), mientras los Tratados de Libre Comercio (TLC) son un claro ejemplo de regionalismo dependiente que establece una relación asimétrica Norte-Sur, la Alianza del Pacífico (AP) se presenta como un modelo más difícil de catalogar, pues aunque incluye una amplia liberalización comercial y una agenda de integración profunda con compromisos OMC-plus (en el sentido que involucra muchos más aspectos en materia de integración comercial, financiera y regulatoria que un TLC), se trata sin embargo de un acuerdo Sur-Sur. La AP expresa una nueva forma de integración regional, propia de una fase de profundización de la transnacionalización del capital y de replanteamiento geoestratégico del centro de poder global, que se diferencia de alguna manera de la forma ALCA. La AP articulada con la TPP, se plantea como área de libre comercio y libre movilidad de capitales transcontinental-global-multilateral, mientras que el ALCA forma parte de la vieja estrategia continental-americana dominada bajo la forma del capital multinacional y la geoestrategia trilateral, en la anterior relación centro periferia. Es decir, contiene y supera esa forma. Si el ALCA tiene como centro a EE.UU. como Estado continental multinacional, la AP se plantea como parte de red global del capitalismo actual, donde lo dominante es el capital transnacional, la democracia de mercado y la integración en los organismos políticos internacionales bajo la influencia decisiva de Occidente.
En este capitalismo transnacional, Estados Unidos aparece como nodo estratégico, pero no necesariamente como único centro.27 El descentramiento de la red implica una nueva territorialidad y pone en crisis la forma Estado nación clásica, es decir, la forma del ejercicio de la soberanía en un territorio (Merino, 2011, 2014a, 2014c). En este sentido, la AP se constituye como el polo regional de la construcción de territorios integrados a las cadenas de valor globales coordinadas por el capital transnacional, junto con las redes mediáticas, tanques de pensamiento, ONG y distintas estructuras de poder global del llamado capitalismo del siglo XXI. Ello hace a la nueva forma de inserción mundial, constituyendo la AP una apuesta geoestratégica. Los niveles de integración económica entre los países pertenecientes a la AP son muy bajos, propio de los territorios que actúan como enclaves de producción primaria con baja integración industrial, es decir, de periferia en relación a centros de mayor complejidad económica y de lo local en relación con lo global. Según datos de la CEPAL (2011) la incidencia de las materias primas en las exportaciones es muy alta en la Comunidad Andina (en el orden de 80% del total de exportaciones), y alta en el MERCOSUR (mayor a 50%). Distinto es México, ya que es un país que actúa como periferia industrial de lo eslabones de menor valor agregado de las cadenas globales de valor controladas por las transnacionales que buscan menores salarios para ciertos eslabones industriales. En el MERCOSUR el 15% de las importaciones provienen de países del bloque y el 14% de las exportaciones tiene como destino alguno de sus miembros, mientras que en el caso de la AP las importaciones y las exportaciones entre países del bloque son de sólo 4,2% y 4,0% respectivamente. A pesar de ser superior el intercambio en el MERCOSUR, sigue siendo muy bajo en relación a otros bloques económicos y ello se debe a la baja densidad industrial y a la debilidad relativa de los núcleos productivos tecnológicos endógenos más allá de algunas excepciones. Es decir, también el MERCOSUR tiene una inserción internacional de periferia aunque con mayor nivel de industrialización y con algunas áreas de desarrollo autónomo estratégico (desarrollo en materia nuclear, en la industria aeronáutica y aeroespacial, etc.).
De hecho, el MERCOSUR no llega a constituir un bloque comercial bajo las condiciones establecidas por Arceo y Urturi (2010), ya que la totalidad de sus integrantes no dirigen al bloque por lo menos un tercio de sus exportaciones. Por lo dicho, la Alianza del Pacífico está muy lejos de constituir un bloque comercial y, en todo caso, pretende ser una política para lograr este cometido, pero si constituye una apuesta geoestratégica, la cual enarbola en la región un programa políticoeconómico y un paradigma de integración distinto a otros proyectos que han surgido en los últimos años. Como apuesta geoestratégica bajo el paradigma de regionalismo abierto, la AP implica una tensión con los proyectos enmarcados en el paradigma del regionalismo autónomo, lo cual impacta en la UNASUR, al interior de la CELAC y en cada país de la región en particular. La AP no se presenta contra la CELAC o contra la UNASUR, aunque de hecho la fundación de la AP el 6 de junio de 2012 coincidió con el estancamiento de la UNASUR debido en parte a la tensión de estos paradigmas divergentes. La AP perforó las aún endebles bases de la concertación política en UNASUR y construye un frente pro-TLC plus, con un perfil no restringido a cuestiones económico-comerciales. Muchos de los principales referentes de la AP se ubican ideológicamente como un "progresismo" dentro del capitalismo global (véase Merino, 2011), como la "Tercera Vía" latinoamericana. Es decir, en términos ideológicos retoman la construcción política y teórica de Giddens (1998) y el ex primer ministro británico Tony Blair (seguida por Bill Clinton), que conjuga la economía global de mercado junto a una agenda de reformas sociales, políticas de inclusión focalizadas para igualar oportunidades y políticas liberales en el plano ideológico cultural. En este sentido y en consonancia con el avance de la AP, el 1 de julio de 2014 en la ciudad colombiana de Cartagena se realizó una Cumbre de la Tercera Vía que tuvo como protagonistas, junto a Juan Manuel Santos, a Bill Clinton, Tony Blair, Felipe González (ex mandatario español), Ricardo Lagos (ex presidente de Chile) y Fernando Henrique Cardozo (ex presidente de Brasil).
Estos actores, provenientes en su mayoría de la socialdemocracia, expresan una construcción hegemónica distinta, no asentada en el discurso neoliberal clásico del libre mercado y el rechazo de plano a lo público-estatal, sino un reformismo al interior del capitalismo global. Construcción que tampoco se enfrenta antagónicamente en términos discursivos al MERCOSUR y al ALBA (salvo en sus expresiones más radicalizadas) sino que realiza una crítica para posicionarse desde un intento de síntesis superadora entre los "conservadurismos" que pregonan el fundamentalismo de mercado y los "populismos".

6. Conclusiones: América Latina y la puja por la integración

En respuesta al desarrollo de la AP y al estancamiento de la UNASUR se intentó una integración cruzada entre los países del ALBA y del MERCOSUR para fortalecer un bloque regional. Ello se observa a partir de la dilatada incorporación de Venezuela al MERCOSUR, que finalmente se concreta en 2012; la firma de un protocolo en ese mismo año para la incorporación de Bolivia y los acuerdos para la incorporación de Ecuador. Con estas incorporaciones, el MERCOSUR controla las mayores reservas energéticas, minerales, naturales y de recursos hídricos del planeta y pasó a ser la región con mayores reservas mundiales de petróleo. Por otro lado, entre Argentina y Brasil se produce el 25% de la proteína vegetal del mundo. Sin embargo, se mantienen los problemas de complementación productiva, la debilidad de las cadenas de valor regionales y la falencia en el desarrollo de núcleos productivos-tecnológicos estratégicos para el desarrollo endógeno de las fuerzas productivas. La debilidad en el plano económico para realizar los objetivos que se propone, fue compensada en el espacio MERCOSUR-ALBA a través del fortalecimiento de los vínculos políticos entre los gobiernos afines, en base a la visión estratégica compartida sobre la necesidad de construir un bloque de poder autónomo.
Sin embargo, en tanto este polo de convergencia del regionalismo autónomo no logra resolver la conformación de una estructura económica regional acorde a sus formulaciones políticas, más allá de la distribución de las rentas existentes, para aumentar los niveles de complejidad e integración, su construcción real resulta muy endeble. En este escenario, es evidente el fortalecimiento del regionalismo abierto en la región y el debilitamiento o reflujo del regionalismo autónomo tanto en su versión neodesarrollista nacionalista como en su versión social-popular. Ello puede avizorar cambios en el MERCOSUR para retomar el modelo de regionalismo abierto, que implique hacia un mayor acercamiento hacia la AP y la TPP, como un avance en un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea en línea con la estrategia de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión promovida por las fuerzas dominantes en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, a diferencia de la década de 1990 (con un mundo convergiendo hacia la hegemonía de la estrategia neoliberal y el Consenso de Washington), hoy nos encontramos en una transición geopolítica mundial y en una crisis capitalista que debilita a Occidente e induce al debate sobre proyectos alternativos, al tiempo que se fortalecen potencias emergentes como China y Rusia que desafían el Orden Mundial y abren márgenes de maniobra geoestratégicos. Con un mundo en transición y con las fuerzas políticosociales que apuestan a un regionalismo autónomo debilitadas pero presentes, el debate y la tensión entre modelos de integración y proyectos políticos estratégicos seguirán estando en el centro de la escena geopolítica regional de los próximos años.

Referencias:

4 El presente trabajo fue elaborado y entregado para su publicación antes de que se produzca el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos que tiene un fuerte impacto el escenario regional debido a la modificación de la política internacional de la potencia del norte. En especial, por el rechazo de la nueva administración del régimen estadounidense al Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (conocido como TPP por sus siglas en inglés) firmado por Barack Obama en 2016 y su oposición al conjunto de acuerdos multilaterales, así como una revisión general de la política comercial. El TPP, como se desarrolla en el presente trabajo, está en estrecha relación con la Alianza del Pacífico y el fortalecimiento del regionalismo abierto en América Latina y el Caribe. En este sentido, el cambio de relaciones de fuerzas en Estados Unidos a favor de los "americanistas" en detrimento de los "globalistas" – división y enfrentamiento que se estudia en otros trabajos anteriores (Merino 2014c y 2016)— abre un nuevo escenario regional e implica un desafío para los actores que propiciaban el fortalecimiento del regionalismo abierto, el desarrollo de la Alianza del Pacífico y la convergencia hacia el TPP, como también con el TTIP (siglas en inglés del Tratado Trans-Atlántico de Comercio e Inversiones, que también se menciona en el trabajo) bajo la visión "globalista".

5 Ello no quiere decir que se traduzcan de forma inmediata los enunciados y las intenciones en políticas concretas.

6 Para una definición de regionalismo autónomo diferente, más vinculada al rechazo a los modelos extractivistas en general (tanto neoliberales como neodesarrollistas) y como apuesta política anticapitalista, ver Gudynas (2013). Bajo esta perspectiva, en discusión con las ideas "cepalinas", se considera regionalismo abierto tanto a los proyectos neoliberales como a los neodesarrollistas nacionales, en tanto ninguno rompe con los modelos extractivistas que colocan a la región como proveedora mundial de materias primas /recursos no renovables, subordinada a la globalización.

7 En este sentido ver Lavagna (1997), Ferrer (2008), Furtado (1985) y Beigel (2006).

8 Ver especialmente la perspectiva de Viner (1950) inspiradora de este tipo de visiones.

9 Sobre neodesarrollismo véase Coutinho (2006) y Bresser-Pereira (2007) entre otros. También se trabaja en profundidad en Merino (2014a y 2014d)

10 Esto se observa con total claridad en el primer gobierno de Lula da Silva en Brasil quien, apoyado por centrales obreras, movimientos sociales populares y organizaciones de izquierda, contó en su fórmula como vicepresidente a un representante de la burguesía paulista neodesarrollista, José Alencar.

11 Para un análisis del Mercosur ver Desse y Dupuy (2008) 12 En este sentido, véase Methol Ferré (2013).

13 Clapper, James R, "Statement for the Record on the Worldwide Threat Assessment of the U.S intelligence Community for the Senate Select Committee on Intelligence", 16 de febrero de 2011.

14 El TIAR, o la defensa recíproca ante un ataque de una potencia extra continental, parece no ser aplicado en caso de países pertenecientes a la alianza anglosajona, como ocurrió en la guerra de Malvinas entre Argentina y el Reino Unido.

15 Anthony Elson, "Un dragón entre las iguanas. Relaciones económicas de América Latina con China." En EL Economista, 20 de enero de 2015.

16 Sobre el concepto de regionalismo abierto de la CEPAL ver Malamud (2004)

17 Para una definición de neoliberalismo ver Anderson (2003).

18 Para el debate civilizatorio ver Colombres (2004), Argumedo (2009), Montaner (2003), Huntington (2001), entre otros. Por otra parte, resulta interesante para observar como dicho debate se articula en las coyunturas políticas actuales y en las pujas entre proyectos políticos estratégicos, la editorial del diario argentino Clarín publicado el mismo día de la elección presidencial en argentina, el 27 de octubre de 2015. El mismo se titula "¿Y si volvemos a Occidente?" y, entre otros argumentos, afirma: "Estados Unidos es el líder de este movimiento cultural globalizado (…) Lo acompañan gran parte de las naciones europeas y americanas. Por decisión meditada del gobierno que hoy emprende su retirada, la Argentina se ha apartado de Occidente, de manera particularmente hostil, en un movimiento que la ha aislado de aquella parte del mundo que regresa. A cambio, se ha aliado fuertemente con el totalitarismo chino, la belicosa Rusia de Putin, el vetusto comunismo cubano (…)"

19 Julieta Zelicovich y Estaban Actis, "Globalización: llegó la era del Pacífico", La Nación, 6 de agosto de 2013.

20 Ibíd.

21 La Nación, 8 de noviembre de 2014.

22 Afirmaciones realizadas en una entrevista a Evo Morales con el diario La Tercera, citadas en La Nación, 14 de octubre de 2014.

23 Aldo Ferrer, "Alianza…", Página/12, 28 de julio de 2013.

24 De ello no se desprende un análisis de comportamiento lineal y estructuralista de las clases, en el sentido de que a determinado lugar en la estructura económico social le corresponda un conjunto de ideas y de prácticas políticas necesarias. Ello está mediado por procesos de lucha y desarrollo de la organización tanto en términos prácticos como teóricos de los grupos sociales y lo podemos observar a través de dichas organizaciones. Es a partir de esta observación que podemos ver cuáles aparecen en mayor medida vinculados y como sostén de uno u otro proyecto político-estratégico y modelos de integración. En Merino (2014b) se hace un desarrollo más profundo de este abordaje teórico. En García Linera (2008) se realiza un profundo análisis para el caso de Bolivia.

25 El coeficiente de apertura de la economía (cociente entre exportaciones + importaciones sobre el PBI) para los países de la Alianza Pacífico asciende al 61%, el promedio de América Latina y el Caribe es de 45%, mientras que el del Mercosur (sumando a Bolivia) es del 32%.

26 Mega investigación judicial por el pago de sobornos empresarios, financiamiento de la política, licitaciones arregladas, lavado de dinero, etc., entorno a Petrobras.

27 El papel y la estrategia de los Estados Unidos bajo el gobierno de Obama es clara: ante el declive de la estrategia comercial global representada en la Ronda de Doha, Obama anunció la negociación y el desarrollo de la Alianza Transatlántica (TTIP por su siglas en inglés), y en este mismo sentido en su Mensaje al Congreso sobre el Estado de la Unión también mencionó el "TransPacific Partnership" (TPP) (Peña, 2013).

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