Este libro escrito por la economista Noemí Brenta hace un interesante recorrido crítico por los principales sucesos que han definido la evolución de la deuda externa argentina. Iniciando su análisis a partir del crecimiento explosivo del endeudamiento durante la última dictadura militar en el país, continúa observando cómo los siguientes gobiernos enfrentaron las cuestiones de la deuda, pasando por la gestión de Raúl Alfonsín, Carlos Saúl Menem, los presidentes de la tristemente célebre crisis del 2001, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y Mauricio Macri.

En lo que tiene que ver puntualmente con la publicación, corresponde señalar que es una entrega versátil, de lectura accesible para quien no es idóneo en la disciplina económica y financiera, sin que ello redunde en simplificaciones. De hecho, al respecto de los tecnicismos la autora señala en más de una ocasión cómo en realidad las decisiones que tienen que ver con el endeudamiento argentino, tanto desde el acreedor como del deudor, no se deben tanto a razones de índole técnica sino de estrategia política.

Por otro lado, el libro cuenta con seis capítulos, a lo largo de los cuales se analiza, como dijéramos anteriormente, el devenir histórico. En el primer capítulo se proponen algunos conceptos necesarios para sumergirse en el tema, para luego, entre los capítulos dos y seis, problematizar la gestión de la deuda como parte del modelo de desarrollo de las sucesivas autoridades nacionales -legítimas o no legítimas- de la Argentina. Si bien no menciona específicamente el término “modelo de desarrollo”, se sugiere que es clave en tanto la autora expresa que el constante endeudamiento sustrae el excedente económico del país, siendo este uno de los más grandes obstáculos al desarrollo económico, político y social del país.

Lo más llamativo del libro es su claridad y rigurosidad para explicar cómo la deuda externa es uno de los principales determinantes de las relaciones de dependencia argentinas respecto de los países centrales -acreedores-, que condicionan no sólo cómo Argentina debe utilizar su excedente económico -para pagarle a acreedores foráneos- sino también cómo debe generarse ese excedente, es decir, determina el mantenimiento y las modificaciones de su estructura productiva. Esto sucede por efecto de las continuas aperturas no sólo financieras sino comerciales que los países deudores deben aceptar al profundizar su endeudamiento. Con la destrucción de las barreras protectoras de la economía nacional, se destruyen las producciones vulnerables a la competencia extranjera irrestricta -lo cual genera desempleo y pobreza- además de reforzarse el carácter dominante de los sectores que subsisten a esta apertura, que no sólo son beneficiados por la apertura a nuevos mercados internacionales, sino que también logran con esto consolidar e incrementar su poder doméstico respecto del resto de los actores nacionales. Estos sectores han sido, históricamente, los grandes agroexportadores y recientemente los dedicados a la producción energética -en la economía productiva- y el sector financiero.

De hecho, la autora expresa que el haber recurrido al Fondo Monetario Internacional (FMI) para ocasionar la profundización de la deuda, responde más bien al interés de generar un orden económico y político favorable a ciertos intereses puntuales, como los mencionados anteriormente.

Una contradicción que señalan una y otra vez los análisis de Brenta es que esta enorme apertura al capital extranjero y a los mercados globales es precisamente la limitante principal para poder pagar la deuda: he allí la principal contradicción de la gestión de la deuda. Esto sucede porque al eliminarse las barreras protectoras de la economía nacional, el pago de la deuda queda sujeto a una obtención de divisas que es sumamente variable en el corto plazo, dadas las continuas modificaciones en los precios de las materias primas que exporta el país, en cuya formación la Argentina no tiene ninguna influencia. Por tanto, la apertura irrestricta combinada con endeudamiento en el exterior no hace más que atar de pies y manos cualquier posibilidad de pago, por lo que parecería ser los acreedores no esperan que Argentina pueda pagar su deuda, y poder así obtener otros beneficios del impago.

Por todo esto, es una lectura obligada para quien desee comprender cabalmente la enorme cuestión política que subyace en el problema de la deuda externa argentina. Esta problematización es comúnmente dejada de lado, ignorando -posiblemente a sabiendas- las relaciones de poder involucradas.