Introdución
Durante la evolución de los animales inferiores a la transición de posición erguida de los simios (hominoides), así como de los humanos, el metabolismo del ácido úrico (AU) sufrió una mutación en el gen de la uricasa, enzima que convierte el AU en alantoína soluble. Esta modificación condicionó que el AU (ácido orgánico débil), se excrete como tal en los humanos, constituyendo el producto final del metabolismo de las purinas; en el resto de los mamíferos es un producto intermedio ya que su eliminación se realiza a través de alantoína, compuesto soluble.1 Esta modificación ha determinado que el nivel de AU sérico (AUs) sea superior en los humanos que en otros mamíferos.
En base a su nivel de saturación, se define como hiperuricemia (HU) a un valor en el hombre de AUs >7 mg/dL, y >6 mg/dL en las mujeres. Esta diferencia entre sexos se atribuye al efecto uricosúrico de los estrógenos sobre el transportador de urato (URAT 1) a nivel del túbulo renal.2 Se denomina HU asintomática cuando la concentración de AU se encuentra elevada en los diferentes órganos, sin síntomas ni signos de depósitos de uratos.
A lo largo de los años, el AU se ha considerado como un producto metabólico inerte del metabolismo de las purinas, sin embargo, ha sido recientemente asociado a una serie de estados de enfermedad crónica.
Existe conflictividad en el análisis del rol del AU en cuanto a la definición del umbral de HU asintomática, así como en la decisión de cuándo iniciar y realizar la elección de su tratamiento; surge en parte porque los estudios de aleatorización mendeliana no han proporcionado pruebas de que estos enlaces sean causales,3 tanto en la población general como en las diferentes patologías.4
La discusión actualmente se centra en responder a la pregunta de si corresponde jerarquizar la presencia de HU asintomática, considerando que su incidencia y prevalencia se encuentra en un crecimiento significativo, atribuible probablemente a los cambios dietarios que aportan un mayor consumo de alimentos procesados, ricos en purina, alcohol y fructosa; a la expansión de la epidemia de obesidad, así como al creciente uso de diuréticos y de otras drogas que generan su progresión. Al querer dar una respuesta a dicho interrogante nos enfrentamos a la controversia, aún sin resolver, de si la HU es causa o consecuencia de diferentes patologías.
A pesar de la fuerte evidencia emergente de grandes estudios epidemiológicos que apoyan la hipótesis de que el AUs influye sobre la evolución y las complicaciones cardiovasculares de varias enfermedades,5-6) no hay hallazgos concluyentes disponibles en la actualidad para tomar una conducta activa clara respecto al tratamiento de AU elevado y cuál sería su objetivo terapéutico, ya que los diferentes estudios piloto muestran resultados controvertidos.
Dada la heterogeneidad de los estudios mencionados, antes de establecer las recomendaciones para el tratamiento de niveles elevados de AU, deberían llevarse a cabo ensayos aleatorizados prospectivos, que permitan determinar el valor de inicio de los tratamientos de la HU asintomática, y la estimación a alcanzar de AUs en las diferentes patologías metabólicas, cardiovasculares, renales o neurológicas, con el objetivo de disminuir los riesgos de morbimortalidad cardiovascular o renal.
Las discrepancias entre los hallazgos de los estudios observacionales y los ensayos clínicos no permiten el avance hacia recomendaciones claras sobre los beneficios potenciales de la terapia de reducción de urato en pacientes individuales con HU asintomática. La relación riesgo/beneficio al disminuir el AUs con tratamiento específico con drogas no está claramente establecido. Se sugiere evitar los medicamentos que son usados en las comorbilidades que elevan los niveles de urato y reemplazar con medicamentos que tengan el efecto contrario.
La discusión se plantea en el momento de señalar el uso de una medicación específica para disminuir el AU. ¿Se debe tratar la HU asintomática más allá de la comorbilidades que presenta el paciente? ¿A partir de qué valor? ¿Se debe diferenciar esta decisión según el sexo, el riesgo cardiovascular o renal? Debido a esta controversia decidimos realizar una encuesta para conocer la conducta de los profesionales en el ámbito médico de la Argentina.
Material Y Métodos
Se llevó a cabo una encuesta auto-administrada sobre el manejo ambulatorio del AU a médicos, recolectándose datos de la edad, especialidad, años de recibidos, cantidad de pacientes atendidos por mes, diferenciando menores de 21 años de edad, tipo de DM o con ER. Se evaluó a través de cuestionario con respuesta múltiple, donde los encuestados debían marcar la solicitud de laboratorio en forma habitual y su seguimiento, en relación con la patología con alta prevalencia de alteraciones en los niveles séricos de AU, como DM, obesidad, gota, enfermedad inmunológica, enfermedad cardiovascular o renal. Finalmente, se interrogó sobre el valor de corte según el sexo, la patología que inicia tratamiento y con qué drogas se abordaba el mismo.
Método estadístico
La distribución de los datos cuantitativos se evaluó empleando la prueba de Shapiro-Wilk. Las diferencias entre grupos de datos cuantitativos fueron evaluadas a través de la prueba t de Student o ANOVA, según correspondiera. Las diferencias entre datos cualitativos se exploraron a través de la aplicación de la prueba de Chi2. Todo valor de p<0.05 fue considerado como significativo (dos colas).
Resultados
Se recolectaron 309 encuestas, los participantes tenían una edad (media ( DS) de 43.8(10.4 años, poseían una antigüedad en la profesión (media ( DS) de 17.7(10.7 años, y pertenecían a diferentes especialidades: clínica médica 42.7%, especialistas en diabetes 29,8%, endocrinología 17.8%, especialistas en nutrición 16.5%, nefrología 14.6% y cardiología 6.8%, compartiendo un 28% más de una especialidad.
Se consultó en qué pacientes se evaluaba AUs en forma rutinaria. Como resultado el 53.2% indicó que efectuó dicha evaluación en todos los pacientes, sin diferenciar patologías que concurren a la vista médica, y un 11.5% refirió que no realiza determinación rutinaria de AUs. Cuando se consultó específicamente según la patología del paciente, el 54.8% lo solicitó en forma sistemática si tenía gota; el 49.7$% con sobrepeso y obesidad; 47.4% con DM y ER; 42.3% con DM sin complicaciones; 41% con dislipemia; 26.3% con DM y enfermedad cardiovascular; y el 20.2% con enfermedad autoinmune. (Tabla 1)
Al consultar sobre el seguimiento de la evaluación, solo respondió el 70.55% de los participantes. Refirieron realizar nuevo control en mujeres cuando el valor de AUs supera 6.18 ( 1.17 mg/dl, y en el hombre 6.93 ( 1.24 mg/dl (p<0.01). El 4.8% no repite si el valor fue normal.
El rango de AUs para iniciar tratamiento según la enfermedad de base (media ( DS) fue de 7.54 ( 1. 62 mg/dl con enfermedad cardiovascular, 7.48 ( 1.60 mg/dl con ER, 7.57 ( 1.54 mg/dl con síndrome metabólico, y 7.54 ( 1.56 mg/dl con DM (p=0.826, no significativo).
Respecto al tratamiento, solo refirieron tratarlo si presentaban ER un 62.5%, con DM 61.7%, síndrome metabólico 60.4%, enfermedad cardiovascular 50.3%. En caso de tener gota, cálculos renales o dolor articular, eran tratados en un 91.3%, 74% y 36.1% respectivamente, pero estas cifras descendieron a 53.1%, 50% y 19.1% si los valores séricos eran normales.
En referencia al tratamiento de elección, el 92.8% refirió indicar modificaciones en el plan alimentario; en caso de decidir utilizar medicación, 88.2% administró allopurinol como droga de elección, 3.2% febuxostat, 2.2% agentes uricosúricos, y el 1.8% no especificaron la medicación.
Discusión
La controversia sobre el rol del AU se mantiene, pues algunos ensayos experimentales respaldan el papel del AUs como factor causal7 de enfermedades crónicas, contribuyendo al desarrollo de múltiples afecciones, pues se considera como una sustancia biológicamente activa que puede estimular el estrés oxidativo,8 la disfunción endotelial,9 la inflamación10 y la activación del sistema renina angiotensina con la consecuente vasoconstricción.11 Por otro lado, otros estudios demuestran que es un potente antioxidante, especialmente en el espacio extracelular.12
El tema ha sido abordado en diferentes publicaciones con la intención de aclarar el conflicto que ha generado. Wu J realizó un estudio en adultos mayores sin comorbilidades, constatando que en los hombres, después del ajuste por edad, el nivel elevado de AUs no se asoció con un mayor riesgo de un resultado adverso; a diferencia de pacientes mujeres, que predijo enfermedad coronaria (P=0.002), muerte por enfermedad cardiovascular (ECV) (P=0.009) y muerte por todas las causas (P=0.03). Sin embargo, después de un ajuste adicional para otros factores de riesgo de ECV, el nivel de AUs no se asoció con dichos eventos finales. Su conclusión fue que el AUs no tiene un papel causal en el desarrollo de enfermedad coronaria, muerte por ECV o muerte por todas las causas, sugiriendo que la asociación se debía a otros factores concomitantes.13
Culleton BF también consideró pacientes sin comorbilidades, analizando su relación con riesgo cardiovascular, e indicó que los hallazgos demostraron que el AUs no es causal del desarrollo de la enfermedad coronaria, ni de la muerte por ECV o muerte por todas las causas, sino a la presencia de otros factores de riesgo asociados a la existencia de alteraciones del AUs en la población estudiada.14
Sin embargo, muchos estudios epidemiológicos evidencian una relación de la HU con enfermedades metabólicas, cardiovasculares, renales y neurológicas. La Tercera Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición de los EE. UU. (1988-1994), observó 14.664 individuos mayores de 20 años y en la subpoblación con prediabetes demostró mayor riesgo de HU y gota, especialmente si se trataba de mujeres, mientras que las personas con diagnóstico de diabetes (DM) tenían menor riesgo de HU, particularmente si se trataba de hombres.15 Existen trabajos que determinan que la HU precede a la presencia de hiperinsulinismo, obesidad o DM.16 Otros autores la relacionan con la etiología de la DM,17 la hipertensión,18 el síndrome metabólico19 o la enfermedad de hígado graso no alcohólico.20
También se constató que niveles elevados de AUs se han asociado, de forma independiente, con un aumento de riesgo de morbilidad y mortalidad cardiovascular,21 Zhao et al. encontraron que los niveles elevados de AUs se asociaron con un mayor riesgo de mortalidad.22 Por el contrario, en otros trabajos la concentración de AUs no es asociada con ECV,23 probablemente reflejando los complejos vínculos causales entre los posibles factores de riesgo cardíacos.
Weiner et al.24 analizaron 13.338 individuos, aparentemente saludables, evaluando creatinina y filtrado glomerular (FG) en un seguimiento de 8.5 años. Se constató que por cada aumento de AUs (1mg/dl) el riesgo de enfermedad renal (ER) incidente aumentaba Odds Ratio (OR) 1.11 para el modelo basado en creatinina y un 1.07 en el modelo de FG respectivamente; en ambos casos este aumento fue estadísticamente significativo.
En otro estudio, con pacientes con DM tipo 1, el aumento lineal del riesgo de ER correspondió a un OR 1.4 por cada aumento de AUs (1mg/dl), siendo este dato también estadísticamente significativo, lo que describe claramente relación dosis-respuesta entre el AUs aún en nivel normal alto y el riesgo de pérdida temprana de FG en este grupo de pacientes.25
Un excelente artículo de revisión de Jalal et al.26 mostró el resultado de 24 estudios, identificando la mayoría de los informes a la HU como factor de riesgo independiente para la progresión de ER crónica (ERC), a pesar de lo cual debemos destacar que no recomendó el tratamiento de la HU asintomática hasta que se completen estudios más prolongados. Srivastava et al. lo consideraron como un factor independiente de riesgo de insuficiencia renal (IR), y que dicho riesgo adquiere una forma en J al considerar la mortalidad por todas las causas.27 En los estadios con tasa de FG conservada, los efectos nocivos del AUs pueden ser más patógenos y más fáciles de discernir que a niveles más bajos de la función renal, sin embargo, existen otros estudios que no concuerdan con este criterio.28
Su rol en las enfermedades neurológicas se halla en investigación.29 En modelos de accidente cerebrovascular isquémico30 o de esclerosis múltiple31 se demostró que la administración aguda de urato reduce el riesgo neurológico. En ensayos clínicos se ha comprobado que el aumento de la concentración plasmática de AU, es un beneficio potencial en la enfermedad de Parkinson.32
La encuesta que realizamos confirma y avala lo descripto relacionado con la falta de mayor evidencia en el criterio acerca de la selección de pacientes para evaluar los niveles de AUs, ya que sólo el 53,2% lo solicita, y un grupo de 11.5% refirió que no lo determina rutinariamente.
Se sugiere que la disminución del AUs mejoraría la presión arterial (TA) en adolescentes pre-hipertensos obesos,33 en hipertensos adolescentes,34 en hipertensos asociados a tratamiento con inhibidor de la enzima convertidora de la angiotensina,35 en adultos con función renal normal,36 en adultos hipertensos de mayor edad,37 en adultos pre-hipertensos obesos,38 otros realizados en pacientes con ER observaron que no disminuyó la TA.39
Algunos estudios clínicos controlados sugieren que la terapia con allopurinol puede retrasar la progresión de la ERC,40 sin embargo, esto no constituye una evidencia suficiente para apoyar el uso generalizado de dicha terapia para retrasar su progresión.41 Además, la información del efecto de los inhibidores de la xantina oxidasa en los estadios tempranos de la ER es escasa o inexistente.42
La bibliografía43 indica que debido a la potencial toxicidad de los tratamientos actuales, y por las escasas evidencias a largo plazo, no se puede recomendar el tratamiento de rutina de la HU en personas con ER, síndrome metabólico o DM tipo 2, considerando que la variabilidad hallada en las respuestas pueden ser, probablemente, atribuidas a la heterogeneidad de las poblaciones consideradas.
Es interesante comparar nuestros datos con los de otras encuestas, como la realizada por Nakaya I.44 Es destacable el hecho de que este trabajo fue realizado en Japón donde sí se han presentado recomendaciones y es probable que influya en las conductas tomadas, conceptos vertidos en ese estudio.
Existen en el mundo escasas guías para definir el tratamiento de la HU asintomática, entre las que destaca la Guía Japonesa45 que indica iniciar tratamiento para reducir los uratos si su nivel es mayor de 8.0 mg/dL. En esta situación deben aplicarse cambios en el estilo de vida, considerar la inclusión de fármacos con ese nivel de AUs si el paciente tiene complicaciones, aclarando que se trata de la opinión de expertos. En los casos de un nivel mayor a 9.0 mg/dL, se debe considerar el tratamiento farmacológico a pesar de la mejoría en la calidad de vida.
Es interesante considerar que las normas de KDIGO comentan que aún en pacientes con IR no hay pruebas suficientes para apoyar o refutar el uso de agentes para reducir las concentraciones AUs en personas con ERC e HU asintomática o sintomática, con el fin de retrasar la progresión de la ERC.46 Existe menor discusión en el uso de drogas en cuadros compatibles con gota. Sabemos hoy que la artritis inflamatoria, la patología más frecuente en todo el mundo,47 se asocia con enfermedad cardiovascular(14) y renal, además de ser un predictor independiente de muerte prematura.48 Como consecuencia la American College of Rheumatology49 y la European League Against Rheumatism (EULAR) ha redactado recomendaciones para la detección sistemática, factores de riesgo y el cuidado de pacientes con enfermedad cardiovascular.50
Las guías no recomiendan tratar en forma crónica a
pacientes que hayan tenido un ataque agudo de gota o con episodios poco frecuentes. Está en discusión si el tratamiento debe orientarse a un nivel determinado de AUs. Tradicionalmente, los clínicos se han orientado a alcanzar niveles de AUs de <6 mg/dL (<5 mg/dL si aún hay síntomas), sin embargo, existen dudas sobre un posible riesgo a efectos adversos durante el seguimiento, y a que la dependencia a los medicamentos superen los beneficios, lo que se ha convertido en un tópico controversial.
La fortaleza de nuestra encuesta es intentar confirmar la confusión existente sobre la conducta clínica frente a la solicitud, el seguimiento y el criterio de tratamiento de los niveles de AUs por los especialistas de diversas patologías clínicas.
Todos estos datos confirman la necesidad de realizar estudios prospectivos randomizados, de las patologías con alta incidencia de HU, para poder determinar normativas que orienten una conducta clínica según los resultados obtenidos, y que dicha decisión no esté basada solo en la opinión de los diferentes expertos.