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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

On-line version ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.44 no.2 Buenos Aires Dec. 2014

 

RECENSIONES BIBLIOGRÍFICAS

Bianqui, Blanqui, Bianchi

Contributi italiani all'architettura argentina. Progetti e opere tra il XIX el il XX secolo / Aportes italianos a la arquitectura argentina. Proyectos y obras en los siglos XIX y XX
Tuzi, Stefania y Sabugo, Mario (compiladores): Roma, Italia: Ed. Tipografía del Genio Civile, 2013,198 páginas.

"La mayor parte de los edificios, públicos y privados, antiguamente tenían paredes de barro, pero un jesuita, que fue empleado para erigir la iglesia de su colegio hace unos setenta u ochenta años, enseñó a los habitantes el arte de hacer ladrillos y cal, y la ciudad ha adquirido, desde entonces, una apariencia muy diferente".
Emmeric Essex Vidal, 1816

Vidal no lo dijo expresamente y por lo tanto siempre nos quedaremos con la duda, pero, sin ser muy aventurados, podemos inferir que, tanto las fechas adjudicadas (setenta u ochenta años antes del relato de 1816, o sea 1730-1740) como la primera obra que lo trae aquí (la conclusión de la iglesia de San Ignacio de Buenos Aires) nos pueden remitir a Giovanni Andrea Bianchi, como el mítico maestro que enseñó por vez primera a los porteños como hacer una arquitectura profesional que sustituyera los "ranchos trémulos" originarios del poema de Borges.
Ciertamente, demos o no crédito tanto al relato de Vidal como a mi inferencia, "los" italianos y "lo" italiano están presentes en nuestra arquitectura desde su génesis y son parte inescindible de nuestra cultura, fagocitados e imbricados en ella de una forma original y propia.
Valga como ejemplo el propio nombre de nuestro personaje, Giovanni Andrea nació en Italia como Bianqui, pero al venir a vivir, trabajar y morir en nuestra tierra, fue llamado por los españoles y criollos de la colonia en su afán castellanizador como Blanqui (rara mezcla de traducción y fonética) y si hoy viviera, sin duda nosotros lo llamaríamos Bianchi como al Don Valentín o al "Virrey" y lo consideraríamos tan nuestro y tan "tano" como a ambos.
El libro compilado por Tuzi y Sabugo tiene pues la rara virtud de recordarnos algo que en realidad ya sabemos, pero que como todas las cosas que por su trascendencia tenemos internalizadas, se nos hacen casi siempre invisibles, como el agua que rodea al pez sin que la vea. Y es que desde Bianchi y Tamburini, a Tedeschi o Testa, pasando por Meano, Colombo y Palanti, "nuestra" arquitectura no es posible de entender sin su "componente" italiana.
Me gusta la palabra "componente", y me interesa destacarla, pues creo que debiera ser usada en la crítica arquitectónica sustituyendo en más de una vez a "influencia", y el caso que nos ocupa es un ejemplo paradigmático. La "influencia" es acción de un agente externo, mientras que un componente es parte integral e íntima de algo. Ciertamente así como un flan no está "influido" por los huevos o la leche, nuestra cultura y por ende nuestra arquitectura no están influidas sino integradas por lo italiano.
Desfilan por el libro una veintena de artículos de autores provenientes de los Apeninos y de los Andes, como definiera D'Amicis, que versan sobre arquitectos y arquitecturas tan diversos como los ya mencionados cuya obra se extiende desde el período colonial hasta el presente, sobre tipologías como el conventillo y otros sobre el patrimonio arquitectónico ítalo-argentino. Por lo abarcativo y completo se convertirá sin duda en referencia obligada para quien desee informarse o profundizar en una temática tan amplia como presente en nuestro medio.
Por otra parte el libro, editado en Roma en 2013, es el reflejo de la cooperación entre la FADU/UBA a través del Instituto de Arte Americano, que dirige Sabugo, y la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la Sapienza, a través de su Departamento de historia, diseño y restauración de la arquitectura, dirigido por Francesco Fiore, y cuenta con todos los textos completos en español e italiano más los respectivos abstracts en inglés con lo cual se convierte en un atractivo producto editorial capaz de ser difundido en los más diversos ámbitos.
Para concluir quiero recordar que, como se ha dicho una y mil veces, los argentinos "somos italianos que hablamos en español" y este libro nos recuerda, como dice el título del artículo de Tuzi, que "la arquitectura argentina habla italiano".

Fernando Martinez Nespral

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