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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

On-line version ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.46 no.2 Buenos Aires Dec. 2016

 

ARTICULO

Historicismo o institucionalismo. El devenir semántico de la arquitectura gótica en Buenos Aires, 1812-1929

Historicism or institutionalism. The semantic evolution of gothic style in Buenos Aires, 1812-1929

Daniela Natalia Fernández *, Juan José Gutiérrez **

* Arquitecta por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU-UBA). Maestranda en Historia y Crítica de la Arquitectura, el Diseño y el Urbanismo (FADU-UBA). Investigadora asistente en el Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” de la FADU-UBA. Docente en Historia de la Arquitectura, cátedra Sabugo (FADU-UBA).

Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo”. Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Universidad de Buenos Aires (IAA-FADU-UBA). Intendente Güiraldes 2160. Ciudad Universitaria, Pabellón III, 4º piso. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. República Argentina. Email: archivoiaa@fadu.uba.ar

** Arquitecto por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU-UBA). Becario de Maestría UBACyT. Maestrando en Políticas Sociales en la Facultad de Ciencias Sociales (FSoc-UBA). Sede de trabajo: Centro de Investigaciones de Historia de la Vivienda en América Latina (FADU-UBA). Docente en Historia de la Arquitectura, cátedra Aboy (FADU-UBA).

Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo”. Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Universidad de Buenos Aires (IAA-FADU-UBA). Intendente Güiraldes 2160. Ciudad Universitaria, Pabellón III, 4º piso. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. República Argentina. Email: archivoiaa@fadu.uba.ar

El presente artículo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación El rol de las instituciones en la arquitectura historicista de Buenos Aires. El caso de la Universidad de Buenos Aires desde los discursos entre los Consejos Directivos y los arquitectos intervinientes (1857-1910), radicado en la Secretaría de Investigaciones de la FADU-UBA, bajo la modalidad Proyecto de Investigación Avanzado (2017-2019), desarrollado dentro del proyecto marco UBACyT Historia urbana y arquitectónica de la Universidad de Buenos Aires, dirigido por el Dr. Arq. Mario Sabugo.

RECIBIDO: 30 de septiembre de 2016.
ACEPTADO: 26 de octubre de 2016.


RESUMEN

El siguiente trabajo se propone complejizar la relación evocativa del historicismo, mediante el caso particular del gótico en Buenos Aires. Se desarrollará así un recorrido por ciertos flujos poblacionales, migrantes y viajeros, como determinantes de distintos procesos de semantización que presentan a la apropiación del estilo como un movimiento entre instituciones diferenciadas en el espacio antes que en el tiempo.
Se construirán dos grandes momentos: los procesos de inmigración protestante que reproducen el mecanismo de alegoría lineal entre la forma gótica y la Iglesia Protestante; y un segundo momento caracterizado por un intercambio cultural y un fuerte posicionamiento de la Iglesia Católica en el país, que complejizará la relación forma-significado, y luego dentro del repertorio laico como manifestación conservadora contra la Reforma Universitaria.

Palabras clave: gótico; institucionalidad; inmigración; religión.

ABSTRACT

The following paper intends to rethink the evocative relationship of historicism through the particular case of Gothic architecture in Buenos Aires. A well-developed tour of certain population flows, migrants, and travelers, as determinants of different processes of semantization that characterize the appropriation of style as a movement among different institutions in space rather than time.
Two great moments will be constructed: protestant immigration processes that reproduce the mechanism of linear allegory between Gothic form and the Protestant church; and a second moment characterized by a cultural exchange and a strong position of the Catholic church in the country which allow the rethinking of the relationship between form and meaning, and then into the secular repertoire as conservative demonstration against University Reform.

Keywords: gothic; institutionality; immigration; religion.


INTRODUCCIÓN

Este artículo indaga sobre los procesos de significación de la arquitectura gótica de Buenos Aires. Si bien se trabajará con obras realizadas entre 1812 y 1929, las piezas materiales que definen el recorte son la Capilla del Cementerio Protestante, construida en el año 1833 por el arquitecto escocés Richard Adams, y el edificio para la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (FDyCS-UBA), proyectado en 1910 por el arquitecto Arturo Prins.
Se propone un enfoque que explica, a través de los flujos poblacionales, la resemantización de las arquitecturas góticas en la Buenos Aires de entonces. Estos adoptan la forma de migraciones masivas durante todo el siglo XIX, que en su bagaje cultural incluyen diversos gustos artísticos o específicamente arquitectónicos. En otra etapa, a partir de la segunda mitad del siglo, encuentran un formato muy específico en relación a la arquitectura: la del viajero en el proceso de aprendizaje y ejercicio de la arquitectura. Arquitectos europeos que ejercen en Buenos Aires, arquitectos locales que viajan a estudiar en las academias europeas y, en un segundo momento, profesionales locales perfeccionados al otro lado del Atlántico.
Estos factores intervendrán en una Argentina (más específicamente en una Buenos Aires) que se encuentra en pleno proceso de construcción del Estado y atravesando diversos procesos de modernización, de los cuales interesa la dualidad entre vertientes protestantes y católicas, y luego entre esta última y la laicización del Estado.
Se definen así tres protagonistas en este artículo: los protestantes, como una minoría dentro de las migraciones masivas de principios de siglo XIX; la Iglesia Católica, reposicionándose a mediados del siglo; y el Estado laico, en proceso de construcción (estas dos últimas en relación al rol del viajero a partir de los años cincuenta).
Esta investigación surge del caso particular de estudio del edificio para la FDyCS-UBA.El proyecto propició el hallazgo del artículo escrito por el arquitecto Arturo Prins “La formación del arquitecto” (1923), en el que propone el “Premio Europa”. En este texto define que algunas arquitecturas europeas que la historiografía ha catalogado como “historicismo” son un referente “obligado” para el estudiante de arquitectura, ya que el estudio del concepto de la obra es fundamental. Ergo, el texto distancia estas arquitecturas de la alegoría romántica o referencia temporal. Esta fuente permite pensar al historicismo como una caracterización simplista, en tanto explica toda referencia como un movimiento en el tiempo. En el presente artículo abordaremos las referencias institucionales en las que antes que primar el movimiento en el tiempo primará uno en el espacio.

GÓTICO DE IMPORTACIÓN. EL GÓTICO PROTESTANTE

En 1812, se decreta estimular la radicación de extranjeros con sus familias garantizándoles el pleno goce de sus derechos civiles.1 Este es un reconocimiento del proceso que había comenzado unos años atrás. El origen de los asentamientos anglosajones en el Río de la Plata, conformado por soldados británicos y en menor medida escoceses, data de las invasiones inglesas de 1806 y 1807. Sin embargo, esta investigación toma la inmigración que, en la segunda década del siglo XIX, fundada en la desconfianza de algunos hombres de gobierno en la capacidad criolla de promover la agricultura (De Paula, 1968), surge a partir de una serie de normas legales para atraer la inmigración de Gran Bretaña, Países Nórdicos y Alemania. Nos concentraremos en adelante en las inmigraciones cuyo bagaje cultural gótico arribará a estas tierras.
Dentro de los colectivos que inmigran a Buenos Aires, los protestantes contrastan con la nación reconocidamente católica que se estaba formando. La religión es un tema sustancial a tratar, puesto que estas camadas profesan diferentes vertientes de la corriente reformista2 y no deben alterar al culto católico, única religión oficial y reconocida por el Estado.
Se focalizará en el espacio del rito religioso. Este mantuvo su carácter privado en las invasiones y en los primeros tiempos de los protestantes, teniendo como punto importante la llegada del predicador Santiago Thompson, de la Iglesia Bautista de Escocia, el 19 de noviembre de 1820. Existe un apoyo desde el Estado al arribo de inmigración, ya que la ley del 19 de agosto de 1823 propone invitar a familias europeas morales e industriosas para formar nuevas poblaciones (ídem). En el proceso de arribo se inaugura en Buenos Aires la Comisión de Inmigración, que establece que “los emigrados, conforme a la costumbre del país, no serán perturbados en la práctica de sus creencias religiosas, y quedan eximidos de todo derecho o contribución que no sea impuesta a la comunidad en general”.3 Este es el primer paso para que dichos sectores no católicos fortalezcan su impronta en la ciudad con base en edificios para sus cultos. Se consolida el derecho a practicar su religión mediante el “Tratado de Amistad, Comercio y Navegación” del 2 de febrero de 1825, que valida los cultos no católicos de manera pública o privada y permite proveerse de cementerios, capillas e iglesias, aunque bajo aprobación del Gobierno. Una de las repercusiones del tratado mencionado fue la solicitud por parte del cónsul británico, Woodbine Parish, de la primera iglesia protestante en Buenos Aires.
El 12 de octubre de 1825 se sanciona la ley provincial de Buenos Aires (ídem), que expresa el carácter inviolable del derecho a profesar culto según la propia creencia y lo instala tanto dentro de la moral personal como dentro de las incumbencias del Estado. Las primeras manifestaciones espaciales de esta ampliación de derechos son la pro catedral Anglicana de San Juan Bautista y la iglesia Presbiteriana Escocesa San Andrés, ambas de estilos clásicos.
En 1821 se establece el cementerio protestante en la manzana comprendida entre las actuales Cerrito, Juncal, Carlos Pellegrini y Arenales y en 1833 el cementerio se instala en las actuales calles Pichincha, Alsina, Yrigoyen (ex Victoria) y Pasco, donde se colocó la piedra fundamental de la que fuera la primera obra gótica de Buenos Aires: la capilla del Cementerio Protestante proyectada por Richard Adams.4
A medida que fue avanzando el establecimiento de estas religiones no católicas se da un proceso de especificación de la práctica religiosa. Es así que siendo aproximadamente quinientos el número de alemanes radicados en la ciudad y en la provincia en 1842, la mayoría practican el culto en la Iglesia Presbiteriana Escocesa. En 1843 se independizan de esta y ocupan un local en la calle Restaurador Rosas con capacidad para ciento treinta personas, prontos a obtener un edificio propio.
Se presentarán dos proyectos para un predio situado en la calle Esmeralda. El primero del arquitecto P. Bennert, rechazado por no ser concebido en gótico puro. Un segundo proyecto fue presentado por el arquitecto Edward Taylor y la aceptación de su diseño supone reconocer en él una cercanía con el estilo gótico debido a su origen inglés (Corti y otros, 1995). La construcción de este proyecto tiene su inicio el 18 de noviembre de 1851 y finaliza el 11 de febrero de 1853. Debe entenderse este edificio como la afirmación material de la identidad alemana en estas tierras, un producto visual que conjuga rito religioso con hecho estético. Puede explicarse el particular gusto de la comunidad alemana mediante los asiduos viajes a su lugar de origen y la lectura de periódicos y revistas europeas y específicamente alemanas. La construcción de este edificio tendrá una interesante repercusión en Londres mediante dos notas en el British Packet, primero en el transcurso de su construcción y luego en el momento de su inauguración (ídem). Ambos recortes destacan el aporte del estilo gótico a la Ciudad de Buenos Aires y el apego de los elementos a dicho estilo. Este ejemplo arquitectónico será el disparador para que en los años siguientes otras religiones no católicas aporten a la difusión del estilo gótico en la ciudad, específicamente el de ascendencia inglesa.

GÓTICO DE VIAJEROS (A). GÓTICO CATÓLICO

El movimiento de arquitecturas que relacionan una institución particular, la Iglesia Protestante, con el estilo gótico puede ser débilmente encuadrado en la sentencia del historicismo. Las iglesias protestantes se construían en ese estilo en aquel momento, pero en el otro lado del mundo (Corti y Manzi, 2002). El proceso de evocación en el Río de la Plata era así un movimiento en el espacio antes que en el tiempo.
Entrado el siglo XIX, este proceso lineal de significado-significante comienza a volverse más complejo. Si bien los arquitectos Carlos Ryder y Edwin A. Merry diseñan en 1872 la iglesia anglicana de la Santísima Trinidad en Lomas de Zamora y la metodista episcopal de avenida Corrientes 618 en estilo gótico (De Paula, 1978), se admite la posibilidad de emplearlo para otros usos, como para iglesias católicas. Se produce así una resemantización de la forma. Existen tres puntos concernientes al desarrollo de las artes que nos permiten entender este proceso: la institucionalización de la enseñanza de la arquitectura en Argentina; la importación de arquitectos, objetos y bienes de consumo; y una situación particular de la Iglesia Católica con respecto a América.
No puede pasarse por alto un evento central de la arquitectura local sucedido en 1846. Ese año, se gradúa como arquitecto Prilidiano Pueyrredón en el Instituto Politécnico de París. Con ello se inaugura una etapa en la que el estudio de la arquitectura es un acto de viajar. En 1865 comienzan los estudios de ingeniería en la UBA mediante el programa propuesto por el rector Juan María Gutiérrez y seis años después, en 1871, los de arquitectura, como una ampliación de la carrera anterior. Siete años restarían para que, en 1878, se diplomara el primer arquitecto argentino, Juan Antonio Buschiazzo. En 1901 tomará mayor rango el estudio de esta disciplina con la creación de la Escuela de Arquitectura dentro de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEFyN-UBA). Esta nueva institución trabajará bajo la influencia del “Sistema Beaux Arts” y su concepción de aceptaciones colectivas previas dentro de las artes. De hecho, el programa de la escuela se estructuraba mediante el aumento de la complejidad en las referencias europeas, con fuerte presencia de la producción de Jacopo Vignola, pero a su vez encontraba en el final de la carrera el espacio para la impronta particular del alumno (Cravino, 2014).
Dentro de este último marco de libertad se puede pensar en la influencia de las corrientes arquitectónicas restauracionistas francesas, desarrolladas por Viollet Le Duc y continuadas por sus discípulos, que retoman un medievalismo gotizante. Esta particular influencia deja su impronta en el armado de las bibliotecas de las escuelas de arquitectura de América Latina con revistas editadas en Europa o específicamente en Francia, o la compra de láminas ilustradas con referencias europeas que son utilizadas en las escuelas para que los alumnos asimilen la forma arquitectónica (Checa Artasu, 2013).
Un punto intermedio en el flujo de conocimiento sobre esta disciplina entre las inmigraciones y los arquitectos argentinos se encuentra en el fenómeno de importar profesionales para diversas obras públicas. Este mecanismo finalizó la mayoría de las veces con la instalación definitiva de los arquitectos, radicando así en el plano local la aplicación del estilo gótico o de cualquier otro perteneciente a la corriente del historicismo europeo (ídem).
Otro mecanismo de arribo de derivaciones culturales se debe a las relaciones comerciales con el imperio británico: se importan objetos y bienes de consumo, en ocasiones pertenecientes a un estilo gótico, como muebles, vajillas, orfebrería diversa y cubertería (ídem). Estas elites políticas o económicas, fuertemente viajantes, compran en el extranjero los objetos usados por las escuelas de arquitectura (las revistas y láminas antes mencionadas), que constituyen el gusto artístico para las construcciones privadas o públicas que se producían bajo su influencia.
La institucionalización de una academia que piense los problemas de la arquitectura (los problemas de la específica importación de arquitectura mediante profesionales, el encargo de proyecto y la instalación de bienes de consumo y bienes culturales) se pone en paralelo con una situación particular de la Iglesia Católica en América. Se entablan concordatos entre la Santa Sede y los países americanos y se difunden encíclicas papales con el fin de consolidar una Iglesia combativa tanto del liberalismo como del ateísmo o el protestantismo que estaban creciendo en el continente. Esta postura se manifestó en el desarrollo de un catolicismo social y en una nueva puesta en foco del solar americano. Se da así un fuerte posicionamiento religioso en todo el ámbito católico y, en especial, a su participación en América Latina. Este fortalecimiento de la participación católica en terreno americano no sucederá sin conflictos con los nuevos Estados. Aun así, producirá un aumento de sus espacios mediante la construcción de diócesis, parroquias y la conformación de sínodos y conferencias episcopales. Junto con la migración especializada, que era invitada a trabajar en las obras del Estado Nacional, las órdenes religiosas que arribaban al continente en este contexto de fortalecimiento religioso también traían arquitectos e ingenieros a proveer de construcciones a las comunidades en las que se asentaban, con la connivencia y apoyo de los poderes locales. Esta provisión de equipamiento en comunidades precariamente establecidas conforma así un proceso de modernización del territorio hecho por el Estado de manera indirecta al utilizar la estructura de las órdenes religiosas (ídem).
Es destacable en este punto la obra del padre salesiano y arquitecto Ernesto Vespignani. Es invitado por su hermano Giuseppe, un misionero salesiano en la Patagonia que fue inspector de las Casas Salesianas de América y también director del Colegio Pío IX en el barrio de Almagro de la ciudad de Buenos Aires. Ernesto estudió arquitectura en la Academia Albertina de Turín y más tarde habría convalidado su título en la Universidad de Buenos Aires.5 Dos de sus obras más destacadas en la Argentina son la iglesia de los Salesianos en Almagro y el santuario de Nuestra Señora de Buenos Aires. La primera fue proyectada en 1910, de construcción ladrillera y decoración gótica; la segunda, iniciada en 1912, fue inspirada en la iglesia del Sagrado Corazón de Turín, de estilo gótico lombardo (ídem).
En este proceso de territorialización de la Iglesia Católica, el estilo gótico forma parte del amplio repertorio con el que se construyen las nuevas arquitecturas. El gótico se presenta como emblemático y diferenciador de las obras colonizadoras. Es así que en el número de enero de 1854 de la Revista del Plata, luego de la batalla de Caseros, se proponen tres modelos de capillas para las nuevas ciudades que han de fomentarse. Se enfatiza fuertemente un modelo relacionado con el templo de San José de las Flores, del ingeniero Felipe Senillosa, como producto del estilo grecorromano y el aporte “pintoresco” de los templos católicos (Pellegrini, 1854); el segundo modelo, de estilo gótico simplificado, con la intención de obtener un elemento variador dentro de la apariencia del conjunto de monumentos; y el tercero, de carácter mixto, como intermedio entre la imagen instalada y el objeto diferenciador. Es un fuerte caso testigo de cómo se transforma la relación forma-contenido que se daba entre el estilo gótico y el protestantismo. El estilo es adoptado por la Iglesia Católica como uno más de su repertorio posible.
Con este último ejemplo de carácter periférico, el proceso de resemantización también aplica a obras monumentales, tal es el caso de la catedral Nuestra Señora de los Dolores, de La Plata. En esta ciudad encontramos un caso paradigmático si de fundación de ciudades se trata: aporta al posicionamiento de la Iglesia Católica, pero aún más a los procesos de modernización del Estado en relación al equipamiento de las ciudades. Bajo la necesidad de fundar una nueva cabecera de la provincia de Buenos Aires, esta nueva ciudad se equipa con todo un repertorio de arquitecturas historicistas, entre las cuales el gótico conforma la imagen de su catedral.

GÓTICO DE VIAJEROS (B). GÓTICO LAICO

A comienzos del siglo XX podemos notar un nuevo corrimiento de la referencia gótica. Ya no es un movimiento espacial de trasladar la institución protestante de Europa a América ni la fagocitación de la imagen protestante por la Iglesia Católica. Encontramos el punto más importante de este proceso de resemantización en el proyecto para el edificio de la FDyCS-UBA. Esta construcción, ubicada en Las Heras 2214 de la Ciudad de Buenos Aires, fue proyectada por Arturo Prins, quien cursó sus estudios preparatorios en el Colegio Nacional de Buenos Aires e ingresó en la FCEFyN-UBA. El 7 de abril de 1900 obtuvo el título de ingeniero civil para luego graduarse como ingeniero en la escuela de Bellas Artes de París y seguidamente en Italia, bajo la dirección de los arquitectos Louis Leprince-Ringuet, Manfredo Manfredi y Gino Coppedé respectivamente. Ello lo convirtió en uno de los primeros profesionales formados en la UBA con perfeccionamiento en Europa. No obstante, su vínculo con arquitecturas europeas no se da sólo por los estudios en aquel continente, sino también por el contacto con  sus colegas y colaboradores Francisco Gianotti, Mario Palanti y Oskar Ranzenhofer.6 Se puede ubicar a Prins dentro de la discusión pública dado que desde 1907 fue docente en Teoría de la Arquitectura y, a partir de 1911, en la cátedra de Historia de la Arquitectura a cargo del arquitecto Jacques Dunant. Luego fue titular de esta cátedra. Ambas asignaturas mencionadas corresponden a la Escuela de Arquitectura de la FCEFyN-UBA. Formó parte de la Asociación de Amigos de la Ciudad,7 fundada en octubre de 1924, suerte de remedo de las antiguas instituciones de la Ilustración española del siglo XVIII: las “Asociaciones de Amigos del País” (Gutiérrez, 2011). Dentro de su experiencia privada, Prins ganó numerosos concursos y tiene en su haber una vasta cantidad de obras públicas y privadas, estatales y particulares, urbanas y rurales, en cuya mayoría se advierte la impronta historicista.
Nos es importante definir el perfil académico y profesional de Prins para comprender ciertas particularidades del edificio de Las Heras: en primer lugar, que el edificio gótico contempla tres anteproyectos historicistas (borbónico, renacentista y gótico) y, en segundo lugar, que posteriormente a la colocación de la piedra fundamental, el proyectista realiza uno de los cambios más significativos del proyecto al incorporar una torre de 120 metros.
Con respecto al primer punto, el concurso promovido por la FDyCS-UBA cuenta con un jurado conformado únicamente por el Consejo Directivo (CD) de la facultad. A él se presentan diferentes propuestas elaboradas, entre otros, por Joseph Giré y José Molina Civit, Johannes Kronfuss, Paul Bell Chambers y Louis Newbery Thomas y Arturo Prins. Resulta elegido este último como arquitecto pero no su proyecto, puesto que el CD busca un edificio con “carácter” (Maza, 2015, p. 12). Sin desechar completamente el anteproyecto de Prins y habiendo discutido varias opciones, se efectúan una serie de modificaciones consensuadas entre la CD y el arquitecto. Finalmente, en relación al proyecto, la comisión se inclin[a] a ‘prestar su aprobación a uno de estilo gótico’ que a la fecha del informe no había recibido una forma definitiva pues se encontraban pendientes de corrección ciertos detalles” (ídem, p. 43). Es decir, la CD sabe lo que quiere en tanto no sólo desecha el proyecto de Prins, sino otras reelaboraciones del arquitecto y más de cuatro anteproyectos.
A pesar de haber definido cómo debe ser el edificio, Prins no se muestra del todo conforme porque sostiene que encarece la obra notablemente (25%), se requiere mano de obra altamente especializada y, por sobre todas las cosas, se sabe cuándo comienza pero no cuándo termina.8 Aquí advertimos que Prins no reniega del estilo en un sentido estético sino que sus objeciones son meramente técnicas. En su concepción, el edificio podría haber sido borbónico, renacentista o gótico, como terminó siendo. Por lo contrario, quien define el estilo es la CD. Esta toma una decisión en base a su postura conservadora frente a la Reforma Universitaria (Fernández y Sabugo, 2016). En este sentido, el gótico resultaría una manifestación reaccionaria al tener como antecedente el uso de dicho estilo por parte de la Iglesia Católica.
En segundo lugar, el complejo proceso de diseño posterior al fallo del jurado motiva a Prins, en 1911, a viajar a Europa para documentarse mejor. “Introduce, así, a sus proyectos originales grandes mejoras”.9 A su regreso, produce algunos cambios, basados en lo que había visto durante su viaje, entre los que se destaca el reemplazo de la cúpula central por una aguja de 120 metros de altura. Sumada a la experiencia propia del viaje, la incorporación de Palanti y Gianotti al equipo de trabajo es un factor clave en las modificaciones sufridas por el proyecto.
Recién en el año 1925, la FDyCS se muda al edificio proyectado por Prins. Ya en esta época, el espacio de producción del estilo gótico y de toda la arquitectura historicista comienza a competir con el modernismo europeo. Un punto de quiebre de esta discusión la da un artículo que pone en conflicto el edificio gótico del arquitecto y viajero argentino Prins con el discurso del arquitecto viajero nacido en Suiza, Charles-Édouard Jeanneret, mejor conocido como “Le Corbusier”. El 8 de octubre de 1929 se publica en el diario Crítica el texto titulado “Horrorizó a Le Corbusier la Facultad de Derecho nueva”. La nota culmina con la impresión que le había causado la sede de Las Heras: “He visitado la Facultad de Derecho. ¡Qué barbaridad! Yo no vuelvo a Europa sin llevarme una colección de postales de esa facultad para mi museo de cosas raras”. Se expone una completa falta de comprensión sobre la elección del estilo para tan emblemático encargo siendo que, por “razones tan elementales que no hay necesidad de aclarar”, los arquitectos franceses ya se habían librado de tales corrientes estilísticas. El arquitecto carga sobre el proyecto un duro juicio, proponiendo su elección estilística como un disparate “o ganas de hacer humorismo y defraudar espiritualmente al pueblo argentino”. Interpreta un olvido del alma del pueblo en el diseño y un derroche de fondos económicos en tal elección. Tiene el juicio del arquitecto una clara parcialidad y una definida mirada eurocéntrica, pero nos permite establecer una relación entre el gótico, el tiempo y el espacio: cuando Le Corbusier plantea que los arquitectos franceses han salido de ese asunto, le asigna al gótico una categoría temporal, es decir: es pasado. Este Le Corbusier, como un viajero observador, unifica el tiempo europeo con el de Buenos Aires y he aquí el problema que encuentra en la Facultad de Derecho: en tiempo europeo, el gótico es del pasado.
Por lo contrario, como se desarrollará a continuación, Prins viaja a Europa en búsqueda de conceptos estéticos atemporales, puesto que la arquitectura de un edificio “siempre encontrará, algún otro similar (presente) [… que,] experimentando sobre ajenos errores (pasado), los han llevado a una altura de perfección admirable (presente)” (Prins, 1923, p. 9). No se trata así de alegorías del pasado sino de reelaboraciones. De aquí que el historicismo de Prins se sitúe en otro espacio, no en otro tiempo. La sentencia última la propone en una conferencia10 brindada en 1923. Allí expone el Premio Europa, proyecto educativo y formativo de su autoría para los egresados de la Escuela de Arquitectura. Manifiesta que es fundamental que los egresados viajen a París y Roma para terminar su formación como artistas. El proyecto para la educación post-universitaria de los estudiantes de Arquitectura consistía en otorgar, a los cinco mejores estudiantes de cada año lectivo, un viaje por el plazo de al menos dos años a Roma y París, de modo de educar el gusto y completar la cultura artística, para luego regresar al país y servir a la Facultad y a la Nación.
La justificación del proyecto radica en que la formación básica, o sea, de la que el Premio Europa resulta un ad hoc, no se comprometía con los estudiantes ya que antes que convertirlos en artistas se limitaba a cultivar mentes. Convencido de que el artista nace y no se forma, y sólo es permeable a algunos asuntos de la instrucción, no es suficiente, en términos vitruvianos, la educación para que el profesional se vuelva compositor sabio y artista (ídem, p. 4). Para consolidarse como artista es necesario viajar por añejos países de tradición artística como Francia, Italia, Bélgica, Alemania, así como lo hacen los arquitectos de la misma Europa.

[N]osotros, país nuevo, sin antecedentes de arte para formar la más insignificante escuela objetiva, no nos hemos preocupado aún de este importante problema, cuya solución es tanto más urgente, cuanto que de la preparación de nuestros futuros profesionales va a depender el éxito de nuestras propias ciudades. (Ídem, p. 18)

Diversos y dispersos referentes se mencionan en el transcurrir de la conferencia. Sin embargo, podemos advertir como denominador común la continuidad de la tradición y la importancia de la “herencia”en los proyectos presentes y futuros. Dentro de la propuesta podemos entender que en el “yo arquitecto” intervienen dos factores: el “arte” en su concepto estético-psicológico y la “ciencia”. La falta de arte en una obra implica la ausencia de expresión y vida, y la falta de ciencia resulta un alma sin cuerpo.
Es importante el lugar que otorga Prins a ciertos bienes culturales o del conocimiento. Haciéndose eco de Vitruvio, establece que el arquitecto es un hombre que deberá escribir bien y con propiedad, conocer el dibujo, manejar las matemáticas, no resultar un ignorante en política y, mediante el viaje a países con tradición de arte, intensificar su cultura. Sobre el final de la conferencia, hace mención a un artículo suyo en el que criticaba a los hombres que, en el desempeño de funciones públicas, autorizan la ejecución de obras deficientes o, peor aún, malgastan fondos.
La variable estética es presentada como un valor que es producto de la trayectoria artística de los países. Nos permite pensar que es la obra actual la que contiene el concepto como elemento meritorio de la trayectoria recorrida. Así, las arquitecturas historicistas son movimientos en el espacio, ya que el tiempo se encuentra sintetizado en el concepto, en el hecho artístico.

[E]n este siglo [XX], que ya no es de las luces, sino de las realidades, cualquier edificio público debe resultar lo mejor que en el mundo exista, pues siempre encontrará algún otro similar, en que países con más años que nosotros, experimentando sobre ajenos errores, los han llevado a una altura de perfección admirable […]. No aconsejo, como comprenderéis el plagio –que repudio– sino el estudio del concepto de la obra. (Prins, 1923, p. 9)

Esta idea de “trayectoria” y “obra actual” como portadora de concepto se observa claramente cuando enfatiza la importancia de viajar. Siendo que el medio para convertirse en artista es el viaje, Prins estipula tres destinos posibles para el estudio de los monumentos, tanto paganos como cristianos. Identifica a dos de los destinos, París y Roma, como regiones de amplia trayectoria, cuya producción contemporánea responde a este camino. A su vez, caracteriza a la alemana como la cultura que ha abandonado su tradición y en la que el negocio antes que el arte guía la producción.

A MODO DE CIERRE

Como se pudo ver a lo largo del artículo, el desarrollo de las arquitecturas góticas en Buenos Aires no responde a una razón constante, sino que existieron en períodos medianamente delimitados. Existen, así, tres momentos. Una relación lineal entre el estilo gótico y la identidad protestante producida mediante las inmigraciones de colectivos de esa religión; luego mediante la adopción de la arquitectura gótica por parte de la Iglesia Católica, la que amplía su significado y complejiza esa relación, participando junto con otros estilos de la identidad católica; y, por último, en la arquitectura fachadista se desdibujan los límites entre las arquitecturas historicistas, siendo el gótico sólo una parte de un estilo marco, como lo expone el proyecto de Prins para el edificio de la Facultad. A lo largo de este escrito, quisimos presentar la cuestión del gótico, para complejizar el relato que determina a la arquitectura historicista como mera evocación de arquitecturas del pasado de Europa. Si bien esta estructura puede aplicarse a la producción europea, estudios detallados de la arquitectura gótica en Buenos Aires nos permiten pensar en movimientos espaciales e institucionales por sobre el esquema de la evocación romántica o alegórica.
Por otro lado, haber estudiado estas arquitecturas en base a la figura del viajero nos permitió entenderlas como una cuestión local. Esto se debe a que en el viajero existe ya la idea de una localía, por ello se lo presenta como un avance en la producción arquitectónica, frente a la figura del migrante. El viajero participa de una discusión. El viaje la enriquece sin que por ello pierda su carácter de producción local. El viajero va a buscar una imagen como concepto estético, descontextualizándola de su tradición. Una vez importada, entra en contacto con los medios de producción y, sobre todo, con las discusiones locales contemporáneas que ocupan el espacio generado por la desconexión con su tradición de origen. La utilización del estilo gótico en la discusión religiosa y política renueva así su significado, desvinculándolo definitivamente de la evocación romántica que poseía en Europa.
Al definir el gótico como parte del estilo historicista, planteamos que el estudio de los discursos en la producción de esta arquitectura son fundamentales para complejizar su comprensión. Ya no responde a una mera importación sino a una arquitectura que resulta de la confrontación entre actores locales que median por sus intereses políticos y religiosos. El estudio de la transición entre migrantes y viajeros establece una metodología para abordar las arquitecturas historicistas.

NOTAS

1. Disposición dictada por el Primer Triunvirato el 4 de septiembre de 1812. Ofrecía “inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen fijar su domicilio en el territorio”.

2. Metodista, Presbiteriana, Anglicana y Evangélica.

3. Artículo 22 del reglamento promulgado por el Gobernador Las Heras el 19 de enero de 1825, en el marco de la Comisión de Inmigración integrada en 1924 en Buenos Aires.

4. Las corrientes inmigratorias se habían instalado en colonias rurales. Una de ellas fue la colonia escocesa de Santa Catalina. Su decadencia “no implicó el abandono del país por parte de los inmigrantes escoceses, quienes, en gran número, se desplazaron hacia el interior de la provincia […]. Otros colonos, el arquitecto Adams entre ellos, se radicaron en Buenos Aires, donde ejercieron provechosamente sus profesiones, artesanías u oficios”. El escocés Richard Adams, que había arribado a Buenos Aires el 8 de agosto de 1825 y había sido colono y constructor de Santa Catalina, regresa a Buenos Aires a desarrollar sus obras más reconocidas.

5. En diversa bibliografía se indica que validó su título pero no hay registros formales de ello.

6. Ranzenhofer cursó sus estudios en Budapest, arribó a Buenos Aires en 1905 y en 1921 regresó a Viena.

7. Esta asociación supo manifestarse en contra de Comisión de Estética y Edilicia Municipal (CEEM) “apropiándose de los conceptos que más pueden resonar en la sociedad: ‘actividades propias de cuantos nos interesamos por el desarrollo de la venturosa patria nuestra’. Evocan la ‘conciencia nacional y el amor a la patria’ […], apelan a polarizaciones como: ‘no el beneficio de los allegados, sino el provecho de la colectividad; no la vanidad o la soberbia personales satisfechas sino el progreso de la Nación’. Atacar los problemas culturales del momento, es por otra parte, poner la mente en la obra diaria de urgencia y no cabe dudar que el perfeccionamiento de la ciudad es problema cultural de los primeros, por el valor educativo que en una ciudad hermosa y bien construida tiene sobre los que viven de ella y por ella”. (Adagio, 1999, p. 41)

8. Acta Nº 710 del 17 de mayo de 1918. Consejo Directivo de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (en Maza, 2015, p. 90).

9. Carta publicada en La Prensa por Arturo Prins (h.) el 2 de diciembre de 1980.

10. Conferencia pronunciada el 8 de agosto de 1923 en el Anfiteatro de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Prins es invitado por la Escuela de Arquitectura.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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FUENTES DOCUMENTALES

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2. Archivo Histórico de la Universidad de Buenos Aires, Archivo Histórico Presbítero Antonio Sáenz. Pte. José E. Uriburu 950, Ciudad de Buenos Aires.

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