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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

versión On-line ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.47 no.1 Buenos Aires jun. 2017

 

Carta del Director

Aún firmemente decidido el título de este Anales 47 con la expresión de "bordes metropolitanos", no conviene perder de vista la gran cantidad de otras palabras que podrían haber desempeñado un papel equivalente o muy cercano al significado de "borde", a saber: línea, raya, perímetro, frontera, fin y confín, marca y comarca. También: cerco, orilla, linde, margen, vera y coto. Y avanzando más aún en el territorio de lo latino: extremo, vallado (vallum), término (terminus), límite (limes).
Es que vamos casi inevitablemente a parar a los romanos porque, como dijo Umberto Eco, su mentalidad estaba incomparablemente obsesionada por la frontera, que los empujaba una y otra vez a clavar estacas, levantar muros y cavar zanjas alrededor sus casas, sus ciudades y sus provincias. Su empeño por hacer del límite un objeto sagrado y con la mayor nitidez involucraba a la vez una lucha contra el laberinto, esa figura siempre inquietante del descontrol y la confusión. En el mito fundacional, Rómulo castigó con la muerte a su gemelo Remo por traspasar indebidamente el límite de la nueva ciudad fundada en el Palatino. A otra escala, el mismo dilema asediaba a Julio César cuando se aprestaba a vadear el Rubicón e ipso facto invadir el territorio de la República.
El borde, como enseñaron de esta manera los romanos, es acompañado por una angustia que nunca puede reducirse a lo meramente geográfico, ya que sus significaciones se desbordan continuamente, por vía metafórica, a muchos otros discursos que van desde los filosóficos y normativos hasta los étnicos y lingüísticos.
No es aconsejable atravesar un borde sin el debido cumplimiento y, peor aún, sin conocimiento de los ritos de paso que habilitan el tránsito de un mundo a otro, sea de la ciudad al campo, de lo conocido a lo desconocido, o bien del afuera al adentro. De allí el escándalo conceptual que suscitan aquellos fragmentos urbanos que parecen estar fuera de la ciudad y aquellos otros fragmentos que están dentro, pero no parecen urbanos.
El exterior, o el "afuera", como gustaba decir Gilles Deleuze, que nos deja por momentos más perplejos que persuadidos, se expresa mediante una forma. Todas las formas deben ser mutuamente exteriores, precisamente por disponer de bordes que las demarcan. Así, la gran inquietud que suscitan las ciudades de envergadura metropolitana es que la ausencia o la indefinición de sus límites equivale a la ausencia de su forma, tan añorada desde que las rodeaban los torreones y las murallas, ausencia que por lo visto simboliza la irresolución de tantas otras antinomias. Es bajo estas consideraciones que nos complace publicar las ricas investigaciones de este Anales 47, que muestran varias situaciones y problemáticas históricas de la constitución, la función y la significación de diversos bordes metropolitanos.

Mario Sabugo
Director del IAA

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