SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.47 issue1Estudiar los bordes metropolitanosedges and boundaries: cartographies of São Paulo from a historical perspective author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

On-line version ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.47 no.1 Buenos Aires June 2017

 

ARTICULO

Santiago de Chile 1850-1975: nuevas periferias y forma general

Santiago de Chile 1850-1875: new peripheries and general form

José Rosas *, Wren Strabucchi **, Germán Hidalgo *** y Diego González ****

* Arquitecto y magíster en Planificación Urbano Regional, Instituto de Estudios Urbanos (IEU), Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctor en Arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Profesor titular, Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos. Jefe de programa de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos, Pontificia Universidad Católica de Chile.

Facultad de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile. El Comendador 1916, Providencia 7500000. Santiago, Chile. Email: jrosasv@uc.cl

** Arquitecto, Pontificia Universidad Católica de Chile. PhD en Filosofía e Historia de la Arquitectura, Cambridge University, Inglaterra. Profesor asociado, Escuela de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile.

Facultad de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile. El Comendador 1916, Providencia 7500000. Santiago, Chile. Email: wstrabuc@uc.cl

*** Arquitecto. Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctor en Teoría e Historia de la Arquitectura, Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), Barcelona. Profesor asociado, Escuela de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile. Investigador responsable proyecto FONDECYT nº 1150308, Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt).

Facultad de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile. El Comendador 1916, Providencia 7500000. Santiago, Chile. Email: ghidalgb@uc.cl

**** Arquitecto, Pontificia Universidad Católica de Chile. PhD en Arquitectura, University of Sheffield, Inglaterra. Profesor asistente adjunto, Escuela de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile.

Facultad de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile. El Comendador 1916, Providencia 7500000. Santiago, Chile. Email: dngonzal@uc.cl

Este trabajo es parte del proyecto de investigación Fondecyt N° 1150308. "Santiago 1850: la capital antes de su modernización. La mirada urbana de la expedición naval astronómica norteamericana de James Melville Gilliss (2015-2018)". Investigador responsable: Germán Hidalgo. Coinvestigadores: Rodrigo Booth, Amarí Pelioswki, José Rosas, Wren Strabucchi, Christian Saavedra y Catalina Valdés (2015-2018). Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT), Chile.

RECIBIDO: 3 de mayo de 2017.
ACEPTADO: 10 de junio de 2017.


RESUMEN

Este artículo expone el proceso de constitución de las primeras áreas suburbanas de la ciudad de Santiago, entre 1850 y 1875, instancia fundamental en el tránsito de enclave colonial a capital republicana. El crecimiento de la ciudad se manifestó, primero, en la densificación de manzanas y la extensión de calles, como sistema urbano único. Luego se basó en operaciones de suburbanización autónomas, distanciadas del centro, pero interrelacionadas con este y el territorio por caminos y cursos de agua, que definieron una tensión entre centro y periferias. Este fenómeno se verificó en dos fases: una cuando la ciudad se liberó de los límites del cerco rural y se urbanizó de acuerdo a polos de crecimiento, y otra cuando estos se convirtieron en la forma de crecimiento, sometidos a diversas instancias de disciplinamiento constitutivas de los primeros planes urbanos. Estos planes fueron posibles gracias a la introducción del plano y resultaron fundamentales en la definición de la forma general de la ciudad.

Palabras clave: Santiago de Chile; representaciones urbanas; suburbios.

ABSTRACT

This article discusses the process by which the first suburban areas of the city of Santiago were established, between 1850 and 1875, fundamental instance for its transit from colonial settlement to a republican capital. The early urban growth, consisting in the densification of blocks and the prolongation of streets, as a single urban system, was replaced by another one, based on autonomous suburban operations, separated from the center, but connected to it and to the territory through roads and watercourses, defining a tension between center and periferies. This phenomenon was verified in two phases: one, when the foundational sector freed itself from the limits of the rural entourage, and expanded according to poles of growth, and the other when these suburbs became the form of growth, as well as the object of varied disciplining attempts, constitutive of the first urban plans. The latter were made possible thanks to the introduction of the urban map, and played a fundamental role in the definition of the general form of the city.

Keywords: Santiago de Chile; urban representations; suburbs.


INTRODUCCIÓN

Este artículo surge en el contexto de una investigación que, entre otros objetivos, se ha propuesto la construcción de un plano de planta urbana de Santiago de Chile, pasadas las primeras décadas después de la Independencia y cuando el país se encontraba en pleno proceso de consolidación republicana y católica.1 Entre otros hallazgos, la construcción de este plano ha permitido poner de manifiesto el proceso de formación y ocupación del suelo periférico, inmediato al núcleo central, al promediar el siglo XIX (Hidalgo, Rosas y Strabucchi, 2017). Esto ha permitido formular una nueva hipótesis sobre la configuración de la forma urbis de Santiago, ya que señala por una parte que su proceso de formación, en una primera etapa de planificación o reformas, estuvo vinculado estrechamente con la idea de capitalidad y por otra parte que los nuevos crecimientos estuvieron siempre referidos al núcleo central, que pasó de ciudad a centro. En relación a lo anterior, se debe destacar que en este período las periferias fueron entendidas como parte de una ciudad unitaria y que, a pesar del cambio de escala, se intentó mantener su vinculación con el área fundacional. Esta voluntad de dotar a la ciudad de un sistema urbano único, nos permite hoy reconocer y valorar un período de la historia urbanística de Santiago de Chile en que la centralidad ordenó la forma urbana y sus sucesivas formas de crecimiento.
Para representar la forma general de Santiago hacia mediados del siglo XIX, se hizo necesario distinguir el nuevo tipo de arquitectura, así como los atributos de capitalidad de aquellos elementos que moldearon e hicieron mutar su espacialidad colonial. Al mismo tiempo, se requirió de una comprensión geo-histórica (Soja, 2008, pp. 33-39) del espacio urbano y, en consecuencia, de los procesos de crecimiento en el territorio durante esta época. Debido a lo anterior, se optó por un específico encuadre y por el grado de legibilidad que ofrece la escala 1:5.000 (Parcerisa y Rosas, 2015), distancia que permitió ver en simultaneidad la espacialidad de la ciudad central y su interrelación con las áreas inmediatas a la ciudad, donde se registraban los primeros procesos de consumo de suelo de la trama rural y proyectos de urbanización.
De la lectura de este plano, podemos afirmar que, junto con las nuevas edificaciones realizadas por arquitectos extranjeros que introducen modificaciones en la fisonomía del manzanero colonial, la ocupación del suelo también registra unas microestructuras fuera de sus límites, donde los nuevos trazados realizados sobre una parcela catastral rústica ya no se rigen por los patrones de crecimiento por extensión de la cuadrícula fundacional. Su geometría y localización, asimismo y a nuestro juicio, constituyen cambios que anticipan una modernización general. Cabe señalar que estos cambios, tanto en tamaño como en materialidad, no obstante sus diferencias con el trazado y las construcciones del tejido urbano colonial, mantienen algunas constantes tipo-morfológicas y el predominio del orden regular. Constituyen, por ende, más bien variantes geométricas en la ocupación del suelo y del canon sobre el que se construyó la ciudad en etapas anteriores (Parcerisa y Rosas, 2015, pp. 91-95).
Estos núcleos periféricos cambiaron la escala y el funcionamiento de la ciudad. El avance progresivo de las nuevas urbanizaciones hacia la periferia, desarrollado en muchos casos de manera informal y precaria, fue objeto de preocupación recién a comienzos de la década de 1870, cuando el intendente Benjamín Vicuña Mackenna, además de reconocer el fenómeno, ideó un plan de reforma urbana –que publicó en su libro La transformación de Santiago, en 1872. Hacia 1910, época del Centenario de la República, aquellas incipientes periferias ya estaban integradas completamente a la ciudad oficial y conformaban un solo conjunto, definido por las vías del ferrocarril urbano que en esa época circunvalaba casi toda la ciudad. A partir de esa fecha y sobrepasado nuevamente este límite, las nuevas periferias fueron objeto de ordenamiento y planificación, con el fin de configurar la naciente metrópolis.2 Este fue el objetivo del Plano Oficial de Urbanización de Santiago, obra del urbanista Karl Brunner y del arquitecto chileno Roberto Humeres, comenzado en 1934 y aprobado finalmente en 1939.
En efecto, hacia 1850, la realidad planimétrica de la otrora ciudad compacta ya había dado lugar a una pluralidad de nuevas urbanizaciones y edificaciones puntuales localizadas en la primera corona periférica, siguiendo las calles-caminos (Hidalgo y Vila, 2015) que conectaban la matriz fundacional con el territorio. Una de las consecuencias de este nuevo proceso de urbanización fue el abandono del modelo basado en la extensión y continuidad de la trama de calles y manzanas, característico de la etapa colonial. El patrón compacto fue reemplazado por unas nuevas formas de habitar, desarrolladas tanto con una métrica distinta en el orden de los tejidos urbanos, como en los modos o mecanismos de mercado con que se transformaba la propiedad rural en solares urbanos. El criterio de ordenación siguió el patrón morfológico que había modulado el crecimiento de la ciudad central, pero a diferencia de ésta, el conjunto ampliado fue el resultado de la urbanización de suelos parcelarios rústicos de diversa extensión.
Cabe recordar que la ocupación de la periferia y la emergencia de nuevas formas urbanas3 fueron consecuencia de un crecimiento poblacional y de un desplazamiento laboral, principalmente derivado de movimientos migratorios desde el campo. A ello se le suma la llegada de población extranjera que, atraída por las demandas de un incipiente desarrollo industrial, comercial y nuevas obras públicas, se localizó en Santiago e impulsó con ello el loteo de chacras y paños rústicos. Estas nuevas urbanizaciones destinadas a la vivienda de sectores medios y bajos, claramente determinadas por la renta inmobiliaria y la acción del Estado sobre sectores rurales, se diferenciaban del arrendamiento de potreros que, sin control urbanístico ni dotación de servicios, alojaban a la población más vulnerable y configuraban ranchos y posteriormente cités o conventillos (Hidalgo, 2015, pp. 23-47). En palabras de la historiadora Sol Serrano: "…Creció una ciudad segmentada y segregada que transformó los vínculos entre ricos y pobres, en vínculos industriales de servicios, más que de protección y obediencia" (Serrano, 2008 p. 280).
Del mismo modo, se fue conformando un territorio mixto, a partir de la extensión de ciertas calles y la disposición de nuevos edificios autónomos más allá de los límites de la ciudad compacta, con programas de política e higiene públicas tales como hospitales, cementerio, matadero o parques, entre otros. Allí se yuxtapusieron tejidos urbanos y rústicos de densidades y formas variadas, y las infraestructuras viarias aparecieron como los elementos estructuradores y centrales en la definición de la nueva forma general.
Lo que sigue es la demostración, con el apoyo de material empírico, de cómo el crecimiento de la ciudad no se produjo a través de la densificación progresiva de manzanas y de la extensión de calles de la traza cuadricular fundacional como sistema urbano único, sino que se conformó mediante operaciones de suburbanización autónomas y heterogéneas, distanciadas del núcleo central, pero interrelacionadas con este y el territorio por calles- caminos (Hidalgo y Vila, 2015).

NÚCLEO CENTRAL Y PRIMERAS EXTENSIONES PERIFÉRICAS, SANTIAGO 1850

En el plano de planta urbana de Santiago de 1850 (Hidalgo, Rosas y Strabucchi, 2017) (ver figura 1), se evidencia el establecimiento de nuevos loteos que se localizaron hacia la periferia de la ciudad consolidada, con modos de ocupación y medidas distintas del modelo cuadricular fundacional. Asistimos por primera vez a la conformación de un nuevo tipo de territorio, caracterizado por su segregación y claramente diferenciado por diversos modos de habitar, respecto de la realidad precedente.

Figura 1: Plano de Santiago en 1850. Fuente: elaboración propia.

Estos "otros espacios residenciales", como podríamos llamarlos, inauguran la expansión de la ciudad a través de núcleos periféricos, como la Población Ovalle (a), Villa Yungay (b) y Barrio Matadero (c) (Rosas, Strabucchi y Fernández, 2016). Asimismo, revelan formas de crecimiento que se distancian del patrón que moduló durante siglos el desarrollo y el orden del tejido urbano de la ciudad colonial. Estos núcleos se presentan como emprendimientos autónomos del núcleo central. Ello confirma que el desarrollo urbano de Santiago, en este período, se produjo por extensiones periféricas distanciadas del núcleo central, originadas por una especialización residencial del suelo rústico.
Junto a la evidencia que constituyen estas primeras periferias, el plano de 1850 nos muestra una configuración de paños rurales definidos por los caminos que vinculaban al núcleo central con el territorio, en conjunto con los canales y cursos de agua que irrigaban las áreas agrícolas inmediatas a la ciudad (ver figura 2). El plano revela asimismo que las nuevas periferias también eran articuladas por caminos y cursos de agua, que generaban una macrotrama y un nuevo territorio sobre el que, posteriormente, continuará el crecimiento de la ciudad.
En este contexto, las calles-caminos (Hidalgo y Vila, 2015) cumplen un rol fundamental como ejes de acceso a la ciudad y formadoras de las primeras extensiones urbanas, a la vez que permiten explicar, por una parte, la selección de los lugares en que se concretó el crecimiento posterior de la ciudad; así como por otra, el rol estructurante que tuvieron en la urbanización posterior del catastral rústico y su incorporación como nuevo suelo urbano.
Como se puede verificar en el diagrama de la figura 2, la calle-camino más importante en el sector norte era la Cañadilla (A) que, cruzando el río Mapocho por el puente Calicanto, conectaba la zona norte del país, uniendo los valles de Aconcagua y Limache. Más próxima al cerro San Cristóbal, Recoleta (B) unía la ciudad con el fondo del valle irrigado y cultivado denominado El Salto. Hacia el oriente, destacaban el camino a Ñuñoa (F) y a los Baños de Apoquindo (C) que permitía acceder también a los enclaves mineros. Al poniente, cruzando amplias zonas de secano y la cordillera de la costa, se encontraba el camino a Valparaíso (D). Hacia el sur, zona de mayor potencia de crecimiento, existían varias calles-caminos. La más relevante es la de San Diego (E), principal vía de conexión hacia la zona sur del país y de acceso al barrio Matadero (límite sur de la ciudad para la fecha). Esta última jugaba un papel fundamental como elemento relacional en la urbanización de suelos agrícolas aledaños y el posterior ensamblaje con la trama urbana de Santiago (Hidalgo y Vila, 2015, pp. 207-220). Sobre estos caminos se extendieron las primeras poblaciones espontáneas y los primeros suburbios planificados. La relación que estos tenían con las condiciones del entorno próximo era estrecha. Cabe recordar que las poblaciones Ovalle (a), Villa Yungay (b) y Barrio Matadero (c) estaban vinculadas con estos caminos que afectaban asimismo a otros paños agrícolas aledaños.


Figura 2: Macrotrama compuesta por el centro fundacional, calles-caminos y aguas en Santiago 1850. Fuente: Elaboración propia.

Por otra parte, ya hacia esta fecha era una preocupación dotar a Santiago de una red de servicios urbanos. Uno de ellos era el agua potable, que en gran medida dependía aún del orden de las aguas rurales y seguía en su desplazamiento la pendiente y la topografía del valle. Las acequias junto al cerro Santa Lucía escurrían naturalmente en sentido oriente poniente, así como las aguas que irrigaban la zona de la Chimba lo hacían de sur a norte. Al sur de la Alameda las aguas avanzaban, en cambio, de norte a sur, desaguando en el Zanjón de la Aguada. Esta lógica funcionaba tanto para los predios urbanos4 como para aquellos agrícolas. Fue la posibilidad de extraer agua desde el río Maipo –a través del canal San Carlos, proyecto iniciado a fines de la colonia y que comenzó a funcionar hacia 1820– lo que permitió que, en 1840, gran parte de la zona sur del valle se convirtiera en un territorio de gran riqueza agrícola, hecho que repercutió también en la expansión de la ciudad.
A raíz de esta intensificación del orden de las aguas, la ciudad creció desconectada de la trama fundacional, lo que motivó iniciativas de urbanización en autonomía y a distancia de ella, cuestión que derivó de las servidumbres de urbanización que impusieron los canales de regadío. Junto a lo anterior, la llegada del agua de riego posibilitó la creación de nuevos parques y la arborización de algunas calles, que se pueden ver claramente en algunos planos históricos, como el de Mostardi-Fioretti, de 1864 (ver figura 3).


Figura 3: Fragmento sector poniente, plano Mostardi-Fioretti, 1864.
Fuente: Colección Mapoteca, Biblioteca Nacional de Chile.

PRIMERA CORONA PERIFÉRICA, SANTIAGO 1850-1875

El plano de Ernesto Ansart, de 1875, el primer plano de Santiago basado en un levantamiento geométrico, concebido y utilizado conscientemente para la gestión de la ciudad, permite reconocer el plan del intendente Benjamín Vicuña Mackenna, orientado a solucionar el problema de los rancheríos que conformaban los suburbios de la ciudad de aquella época, con el fin de integrarlos entre sí y con el núcleo central, específicamente a través de los Caminos de Cintura (Martínez, 2007) (ver figura 4).

Figura 4: Plano de Santiago en 1875, Ernesto Ansart. Fuente: Colección Mapoteca, Biblioteca Nacional de Chile.

Pero si se observa el plano soslayando las propuestas contenidas en el Plan de Transformación de 1872, tenemos la posibilidad de reconocer el estado de crecimiento de la ciudad a la fecha, inmediatamente previo a su primera planificación (ver figura 5).


Figura 5: Esquema del sector fundacional (gris sólido) y primer suburbio perimetral en 1875. Fuente: elaboración propia.


Figura 6: Crecimiento de Santiago entre 1850 (negro) y 1875 (gris claro). Fuente: elaboración propia.

Se reconocen en nuestro esquema la trama central, correspondiente a la cuadrícula fundacional, y otra trama que rodea al núcleo, que podríamos denominar primera corona periférica. En una visión inicial, estos tejidos urbanos parecen una extensión deformada de la trama central en todas las direcciones del territorio. Sin embargo, con una mirada más atenta podemos reconocer un patrón reticular de calles diverso. El propio Vicuña Mackenna lo indica, cuando señala que su plan de transformación de Santiago se orienta a incorporar esos suburbios con la "ciudad propia" (Vicuña Mackenna, 1872).
Como ha sido señalado por la literatura, el período que va desde 1850 hasta 1875 fue de un intenso dinamismo en el desarrollo urbano de Santiago de Chile. Ello queda de manifiesto en el esquema adjunto (ver figura 6), que muestra cómo durante esos años se han difuminado los antiguos límites de la ciudad colonial con la aparición de nuevos sectores y barrios localizados más allá de la primera corona geográfica. Estos nuevos territorios, compuestos de loteos y diversos espacios y equipamientos públicos que fueron localizados fuera de la ciudad central, cuyas lógicas programáticas derivan de su especialización funcional y de un temprano intento de modernización, son la demostración de que asistimos a una transición de la ciudad compacta y homogénea a una ciudad abierta, dispersa y fragmentada, tensada entre centro y periferias.
El plano de Ansart dibuja, además, la red de tranvías urbanos y el trazado ferroviario, que se superponen sobre el orden de calles y avenidas que fijan los límites urbanos y las divisiones político-administrativas y cohesionan las partes (ver figura 7). Se identifican ocho macrosectores, que a su vez están divididos en subdelegaciones urbanas y rurales. Esta sectorización de la ciudad y su territorio rústico inmediato sigue la lógica de los cauces de agua y de las calles-caminos, y evidencia la macrotrama a escala del territorio que hemos mencionado anteriormente.

Figura 7: Esquemas de subdelegaciones urbanas / rurales y sectores propuestos en plano de Santiago 1875, de Ernesto Ansart. Fuente: elaboración propia.

También se reconocen en el plano de Ansart los elementos geográficos que estructuran la forma de la ciudad y se observan tres grandes partes: la zona norte del río Mapocho; la zona central, entre la Alameda de la Delicias y el río Mapocho; y la zona al sur de la Alameda de la Delicias.5 En la zona central, en sentido oriente poniente se localizan los macrosectores I, III, V y VII6, que se desarrollan entre el actual Barrio Lastarria y el Barrio Yungay. Hacia el sur de la Alameda se reconocen los macrosectores II, IV y VI7, que se ubican entre el Camino de Cintura y la Estación Central, y limitan al sur con el Barrio Matadero y el Parque Cousiño. Hacia el norte del Mapocho, se distingue el macrosector VIII8, entre el cerro San Cristóbal y la Población Ovalle. Alrededor de estos macrosectores se identifican varias subdelegaciones rurales, como Las Condes, Salto, Huechuraba, Renca, Mapocho, Chuchunco y Santa Rosa.
El núcleo central, conformado por los sectores III y V9, está delimitado por las calles San Antonio al oriente, el borde del torrente del Mapocho al norte, el Canal de Negrete al poniente y la Avenida de las Delicias al sur. Constituye una parte fundamental de lo que Vicuña Mackenna designa como la "ciudad propia". Al oriente, el macrosector I10 corresponde a los sectores aledaños al cerro Santa Lucía, que se sumaron al centro fundacional de la ciudad hacia mitad del siglo XIX, cuando se urbanizaron esos terrenos, al tiempo que muchos conventos, como el de la Merced, Las Claras y de los Agustinos, se sometieron a las acciones de apertura de calles.
En el Plano de Ansart, todos estos macrosectores quedan contenidos por el Camino de Cintura, cuyo fin era definir los límites de la ciudad. El límite fue propuesto por Vicuña Mackenna, a través de una serie de paseos que debían circunvalar la ciudad y establecer "una especie de cordón sanitario". El Camino debía además delimitar las zonas para las actividades urbanas, permitir descargar los barrios centrales del tráfico general y relacionar los barrios periféricos con el centro de la ciudad.
Al interior de la macrotrama, reconocida por la subdivisión político-administrativa propuesta en el plano de 1875, se pueden distinguir una multiplicidad de tramas menores, caracterizadas individualmente por sus límites, por la jerarquía de sus calles o por estar gobernadas por elementos urbanos variados. Contrario a como ha sido considerado en las historias de Santiago, estas tramas menores no resultaron de una expansión continua de la trama fundacional. Existe, más bien, una suerte de declinación de la trama central que varía según las dimensiones de los paños rurales urbanizados. Estos nuevos suelos, definidos por las calles-caminos preexistentes, dieron origen a tejidos de dimensiones y geometrías variadas.
Como se puede ver en la figura 8, al desagregar la información de la macrotrama conformada por los caminos principales y por los cauces de agua en esta primera corona periférica, se pueden reconocer quince sectores con tramas distintas a la fundacional: tres al norte del río Mapocho, uno al oriente del cerro Santa Lucía, ocho al sur de la Alameda y tres al poniente.


Figura 8: Esquema de análisis de las 15 subtramas en el plano de Santiago, en 1875. Fuente: elaboración propia.

Cabe señalar que todos estos sectores se localizaron en terrenos distantes del área central, separados en un principio por canales y torrentes que actuaron como obstáculos a la expansión de la trama y que fueron determinantes en las dimensiones en que se parceló el suelo agrícola.
Al norte del río Mapocho, podemos reconocer tres configuraciones, dos de ellas se nos presentan como tramas que hablan de un pasado agrícola, caracterizadas por grandes paños de terreno (2 y 3) y que contrastan con la tercera de manzanas rectangulares: la Población Ovalle (1). Hacia el oriente del núcleo fundacional, se observa una trama irregular, compuesta por manzanas trapezoidales de tamaños diversos, que la convierten en un caso único: el actual barrio Lastarria (4). El sector sur de la Alameda es donde se concentra la mayor cantidad de sectores (5, 6, 7, 8, 9, 10, 11 y 12). En términos generales, podemos ver que estas ocho tramas heterogéneas poseen grillas diversas y se caracterizan por la discontinuidad de sus calles.11 Finalmente, en el sector poniente podemos ver tres sectores, de tramas aparentemente homogéneas (13 y 15), donde se destaca la Villa Yungay (14) con sus manzanas rectangulares12 (ver figura 9).

Figura 9: Las 15 subtramas periféricas aisladas. Fuente: elaboración propia.

La mayoría de las tramas descritas se fueron articulando más tarde con las intervenciones realizadas en torno al Centenario de la República. Estas operaciones, como veremos más adelante, rectifican, extienden, prolongan, conectan algunas de las calles y propician continuidades que, originalmente, nunca existieron.

UNA NUEVA DINÁMICA URBANA: SANTIAGO ENTRE PLANOS Y PLANES, 1875 - 1939

Como hemos constatado en la primera parte de este artículo, hacia 1850 la ciudad de Santiago comenzó un proceso de crecimiento a través de urbanizaciones diversas en torno al centro fundacional. Con ello, se iniciaba una particular dinámica de desarrollo urbano que, de algún modo, se ha mantenido hasta la actualidad. Consiste en una suerte de ciclos constituidos por un tipo de crecimiento espontáneo o no previsto que posteriormente, en función de establecer la unidad entre centro y periferia, es relevado y catastrado para generar y aplicar medidas de control y disciplinamiento urbano.
En efecto, si en el período entre 1850 y 1875 el crecimiento de Santiago se produjo sin mediar planos que lo regularan, a partir de la gestión del intendente Vicuña Mackenna, sintetizada en el plano realizado por Ernesto Ansart, asistimos a los primeros intentos de planificar y regularizar el crecimiento de la ciudad mediante la utilización de una planimetría creada especialmente para este fin. Por tanto, es posible argüir que lo que se inició a partir de 1875 fue una dinámica urbana nueva, basada en el registro del crecimiento urbano mediante una planimetría que intenta disciplinarlo y, ante la fragmentación existente, redefinir su unidad y forma general. De este modo, la administración de la ciudad, en un intento de abordar conscientemente este fenómeno, elaboró un sistema de registro y otro de proyecto, que permitieron establecer una visión unitaria, de control. Ello expresó la voluntad de integrar el fenómeno del crecimiento urbano cada vez más extensivo de los suburbios en relación al área central que, por su parte, se volvió cada vez más especializada a nivel institucional y comercial. En este contexto, el plano de Santiago de Ernesto Ansart, como imagen sintética de una idea de ciudad, reconoció la necesidad de registrar, en un mismo soporte de representación, tanto lo existente como el proyecto, algo hasta entonces inédito en la historia de Santiago. Cabe señalar, como complemento, que uno de los elementos unificadores de esta nueva dinámica lo constituye, coincidiendo con Favelukes, "el impulso regular-racional que presidió esa construcción" (Favelukes, 2011, p. 24).
Por otro lado, el levantamiento y los planos realizados por Alejandro Bertrand entre 1889-1890 se constituyeron en el primer registro de la trama de las calles de ciudad estudiadas multiescalarmente.13 Este levantamiento puede entenderse también como un estudio sobre la ciudad que puso de relieve a la calle como elemento estructurador de urbanización y, a su vez, como antecedente indispensable para la incorporación de la nueva red de servicios de la ciudad. Asimismo, se constituyó en el soporte para registrar los cambios de la ciudad y en base fundamental para la confección de planos tanto propositivos como divulgativos. En relación a los planos propositivos, se debe considerar la serie de planes de transformación que se ejecutaron a partir de 1890. Entre ellos, cabe destacar los de las primeras décadas del siglo XX, como el de la Sociedad Central de Arquitectos, presentado por Carlos Carvajal en 1912, y el de 1928 de Carlos Pinto Durán, cuyos trazados se encargaban de marcar los espacios de expansión, siguiendo la forma general radioconcéntrica fijada con Ansart.
Desde una perspectiva distinta, el posterior catastro de la propiedad privada –basado en el registro planimétrico de la totalidad de manzanas, realizado por la Municipalidad de Santiago a partir de 1910 (Hidalgo, Rosas y Strabucchi, 2012)– puede entenderse también como parte integral de esta nueva dinámica urbana. En efecto, el plano de Santiago de 1910 introduce la identificación de las cualidades de la construcción y el dimensionamiento exacto de las propiedades. Además, permite visibilizar el trazado del ferrocarril de circunvalación (figura 10), verificar el estado de la ciudad capital en el Centenario, y comprobar la consumación de una idea de orden: el canon republicano (Parcerisa y Rosas, 2015).

Figura 10: Santiago 1875 con caminos de cintura (elaboración propia); Santiago 1910 con cinturón ferrocarriles (elaboración propia); Análisis del estudio del futuro ensanche por K. H. Brunner, 1932 (elaboración Carlos Silva); Gran Santiago estudio regulador, 1936 (Pavez 1996).

Estos planes de transformación que finalmente no se realizaron, sumados a los registros catastrales de calles y manzanas, y el plano aerofotogramétrico de 1933 fueron claves para que, en la década de los treinta del siglo pasado, el urbanista vienés Karl Brunner acometiera el segundo intento de transformación importante de la ciudad. El resultado fue el Plano Oficial de Urbanización de la Comuna de Santiago, aprobado finalmente en 1939 (Rosas, Hidalgo y Strabucchi, 2015).
En efecto, no fue hasta la llegada de Karl Brunner, invitado primero por el gobierno de Chile y luego por la Municipalidad de Santiago, que se estudió la ciudad de Santiago con profundidad y en sintonía con el rigor científico y el avance disciplinar del período. Con su accionar, Brunner puso en juego nuevamente una visión articulada y holística de la ciudad, entre plano y plan, y abordó la periferia como un tema central en la configuración general de la ciudad. Como característica de los nuevos tiempos, se debe destacar la introducción de la fotografía aérea como modo de ver y registrar la ciudad, que para el urbanista vienés cumplía un rol fundamental en el estudio y en el proyecto urbano unitario moderno (Brunner, 1928).
Tanto la discusión urbana como las formas de representación de la ciudad quedaron marcadas por sus dos estadías, 1929-1932 y los meses finales de 1934, que determinaron dos modos de trabajar sobre la ciudad y dos escalas distintas. El primer viaje dejó como resultado un detallado diagnóstico del estado de la ciudad y un conjunto de propuestas a escala general de la ciudad, donde el centro, entendido como corazón de esta, se articula con las periferias contenidas en una segunda corona geográfica, todo lo cual el urbanista decantó en un libro, Santiago: la ciudad moderna (Brunner, 1932). El segundo viaje, mucho más breve y específico en sus objetivos, dejó como producto la propuesta de un anteproyecto de plan regulador para la comuna de Santiago. Roberto Humeres, arquitecto chileno, concretó la propuesta cuatro años más tarde, a través de un conjunto de documentos cartográficos a escala 1:5.000 y 1:1.000. La dinámica entre ciudad existente y proyecto se vuelve a repetir, como había ocurrido con el plano de Ansart sesenta y cinco años antes. En este caso, para articular preexistencia y proyecto, se utilizó una específica forma de representación. En los planos se combinaron tres tipos de líneas diferentes que daban cuenta, de manera sintética, de este nuevo fenómeno urbano en toda su complejidad: línea continua para lo existente, línea segmentada para el proyecto, y línea de segmento y punto para jardines y antejardines.
Con base en este sistema gráfico, Brunner propuso jerarquizar la trama de calles, a partir de favorecer la continuidad entre el área central y las nuevas extensiones hacia la periferia. Así, consolidó el área central en términos institucionales, financieros y comerciales, y afianzó la imagen de Santiago como capital de la nación. En este mismo sentido, propuso densificar la ciudad de acuerdo a un criterio de gradientes, que reforzaba el funcionamiento de la ciudad basado en la dualidad centro-periferias. La ampliación del centro hacia el sur de la Alameda y la proposición de un eje cívico en torno al Palacio de Gobierno tenían también el propósito de fortalecer la centralidad de la ciudad histórica.

CONCLUSIONES

A modo de conclusión, quisiéramos recalcar que el trabajo anteriormente expuesto desarrolla sus argumentos con la intención de mostrar cómo la ciudad de Santiago de Chile transitó de ciudad capital a metrópolis. A partir de las evidencias expuestas, se ha podido revelar el proceso que dio lugar a las nuevas periferias que, a mediados del siglo XIX, surgieron distanciadas del núcleo central, pero ordenadas por una macrotrama constituida por calles-caminos y cursos de agua, visibles en el plano de Santiago de 1850, que hemos construido especialmente para este fin. Como respuesta a este proceso de crecimiento, surgió un primer intento de planificación urbana o de reformas que buscó afianzar el carácter de capitalidad de la ciudad de Santiago, y que los nuevos crecimientos estuvieran siempre referidos al núcleo central, que en este proceso transitó de ciudad a centro urbano.
Esta nueva formulación del desarrollo urbano de Santiago en su argumentación se apoya en el análisis de planos específicos, los cuales, vistos desde esta perspectiva, muestran cómo en ese período se detonó la extensión de los nuevos suburbios que se derivaron de aquellos primeros núcleos periféricos, y que, contrariamente a lo que podría decirse, fueron siempre tratados en relación a la estructura central e histórica. En efecto, de alguna manera, la particularidad de estas extensiones es que permitieron establecer nuevas relaciones entre el núcleo central y los sectores periféricos, que en su conjunto dieron inicio a una temprana modernización de la ciudad. Todo ello tuvo, como quedó expuesto en el desarrollo de este texto, enormes repercusiones en la planificación de la ciudad, particularmente entre 1875 y 1939, cuando dos planos y planes de transformación –el de Vicuña Mackenna y el de Karl Brunner–, junto a otros hechos significativos, propusieron un ordenamiento espacial de la ciudad, en donde el centro y las periferias fueron contenidas en un esquema radioconcéntrico, cuyo fin fue dotar a la ciudad de una imagen y organización unitarias (ver figura 10).
Interesa reafirmar, por último, que durante el período analizado las periferias fueron pen­sadas desde los proyectos oficiales como partes constitutivas de una ciudad unitaria, y que, a pesar del cambio de escala, se intentó mantener la vinculación de los suburbios con el núcleo central. La idea de dotar a la ciudad de un sistema urbano único, leitmotiv en el que se insistió por más de cincuenta años, permite valorar un período de la historia de la urbanística en el que la centralidad tuvo el papel de ordenar la forma urbana y las distintas formas de crecimiento.

NOTAS

1. El trabajo se focaliza en torno a 1850, ya que utiliza como fuente principal el registro de la ciudad de Santiago que nos legó la expedición astronómica norteamericana de James Melville Gilliss. La visita se realizó en un momento clave de la formación del país como Estado nación, proceso que requería modernizar la ciudad para que pudiera cumplir su rol de capital.

2. En esta investigación se observa que, en coincidencia con el trabajo de Claudia Schmidt sobre Buenos Aires (Palacios sin reyes), Santiago hacia 1850 registra un punto de inflexión caracterizado por un doble proceso. Por una parte, la configuración de una ciudad capital con importantes obras públicas de representación e identidad propiciadas por el Estado nación, en las que las formas espaciales refuerzan la noción de centralidad. Y por otra, la emergencia de un incipiente proceso de metropolización, en el que la configuración urbana tiende a la ocupación superficial y expansiva del territorio, cuyas lógicas derivan de emprendimientos inmobiliarios. Cuando nos referimos a metropolización o metrópolis, aludimos a un tamaño y una escala de la organización urbana cuya configuración se adivina, precisamente, cuando la ciudad central estalla; cuando el crecimiento es tan extenso y tan variado que ya la idea misma de un sistema urbano único se diluye (Solá Morales, 2008 p. 531).

3. Este tema ha sido ampliamente abordado por diversos autores, como Armando de Ramón (2011), René León Echaíz (1975), Santiago Lorenzo (2013), Jorge Enrique Hardoy (1973), Luis Alberto Romero (1997), Rodrigo Hidalgo y Pablo Camus (2007) o José Luis Romero (2001).

4. Muchas de las acequias todavía a tajo abierto escurrían a lo largo de algunas calles en dirección norte-sur y atravesaban las manzanas por su medianía en dirección oriente-poniente en el sector fundacional.

5. Esta forma tripartita de entender la estructura de la ciudad fue reconocida por James Melville Gilliss al describir la ciudad, y más tarde aplicada también por Alejandro Bertrand en el levantamiento de calles que realizó entre 1889 y 1890.

6. Subdelegaciones 1 a 12.

7. Subdelegaciones 17 a 25.

8. Subdelegaciones 14 a 16.

9. Estos macrosectores correspondientes al núcleo fundacional se dividen en las subdelegaciones 3, 4, 5, 6 y 7.

10. Compuesto principalmente por las subdelegaciones 1 y 2.

11. Al sur de la Alameda se distinguen seis sectores, cuyas tramas presentan grillas variadas en forma y tamaño, todas diferentes. Se reconocen tramas regulares producto de manzanas cuadradas cuyas dimensiones son mayores que las del sector central: el barrio Ugarte y el barrio Matadero. Se pueden reconocer también tramas regulares con manzanas levemente romboidales; otras irregulares con manzanas de tamaños diversos que se concentran en los sectores más próximos a la trama fundacional. La única excepción es la trama compuesta por calles norte-sur, paralelas entre sí, en que las calles transversales son rectas pero irregulares y constituyen el paño más extenso de este sector. En torno al sector de la Estación Central, se reconoce una trama más regular, asociada al trazado longitudinal de la vía, y otra muy irregular, en torno a la Alameda.

12. La Villa Yungay realmente contiene una diversidad de tipos de manzanas, que van desde rectangulares hasta otras muy similares a las que observamos en el centro fundacional, pasando por aquellas que duplican su tamaño. Una segunda trama, paralela al río y al norte de la anteriormente descrita, está conformada por manzanas cuadradas de menor tamaño a las de la matriz fundacional. Existe una trama que se compone de calles en sentidos norte-sur y oriente-poniente, con manzanas aparentemente homogéneas que, sin embargo, analizadas en detalle, son irregulares.

13. La totalidad de la ciudad fue representada en planos a diversas escalas, 1:10.000; 1:5.000; y en planchetas a 1:1.000, todas sus calles y esquinas a 1:200 y, de modo separado, plazas y parques. Los planos 1:200 se utilizaron hasta 1989 y registraron los cambios en el perfil y la extensión de las calles.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Brunner, K. (1928). Weisungen der Vogelschau. Flugbilder aus Deutschland und Österreich und Ihre Lehren für Kultur, Siedlung und Städtebau. Múnich, Alemania: G.D.W. Callwey.         [ Links ]

2. Brunner, K. (1932). Santiago. La ciudad moderna. Santiago, Chile: Editorial La Tracción.         [ Links ]

3. De Ramón, A. (2011). Santiago de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad moderna. Santiago, Chile: Ediciones Catalonia.         [ Links ]

4. Echaiz, R. (1975). Historia de Santiago. Tomo II. La república. Santiago, Chile: Imprenta Ricardo Neupert.         [ Links ]

5. Favelukes, G. (2011). Figuras y paradigmas. Las formas de Buenos Aires 1740-1870. Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas Mario Buschiazzo, 41, pp. 11-26.         [ Links ]

6. Hardoy, J. E. (1973). Las ciudades de América Latina. Seis ensayos sobre la urbanización contemporánea. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós.         [ Links ]

7. Hidalgo, G., Rosas, J., y Strabucchi, W. (2012). La representación cartográfica como producción de conocimiento. Reflexiones técnicas en torno a la construcción del plano de Santiago de 1910. Revista ARQ, 80, pp. 62-75.         [ Links ]

8. Hidalgo, G., Rosas, J., y Strabucchi, W. (2017). Santiago de Chile en torno a 1850. El plano de planta urbana como instrumento revelador de su forma general. Revista ARQ, 96, pp. 108-123.         [ Links ]

9. Hidalgo, G. y Vila, W. (2015). Calles-que fueron-caminos: Intensificación de la trama de calles al sur de la Alameda en Santiago de Chile hasta fines del siglo XIX. Revista Historia, 48, Vol. 1, pp. 195-244.         [ Links ]

10. Hidalgo, R. (2005). La vivienda social en Chile y la construcción del espacio urbano en el Santiago del siglo XX. Santiago, Chile: Instituto de Geografía PUC de Chile - Centro de Investigaciones Diego Barros Arana.         [ Links ]

11. Hidalgo, R. y Camus, P. (2007). La difusión de las ideas urbanísticas modernas en Chile desde la transformación de ciudades a la ciudad lineal. En Jaime Valenzuela Márquez (Ed.), Historias Urbanas. Homenaje a Armando de Ramón. Santiago, Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile.         [ Links ]

12. Lorenzo, S. (2013). Origen de las ciudades chilenas. Las fundaciones del siglo XVIII. Valparaíso, Chile: Ediciones Universitarias de Valparaíso.         [ Links ]

13. Martínez, R. (2007). Santiago de Chile. Los planos de su historia (Siglos XVI a XX). De aldea a metrópolis. Santiago, Chile: Ilustre Municipalidad de Santiago - Centro de Investigaciones Diego Barros Arana.         [ Links ]

14. Parcerisa, J. y Rosas, J. (2015). El canon republicano y la distancia cinco mil. Santiago, Chile: Ediciones UC.         [ Links ]

15. Pavez, M. (2003). En la ruta de Juan Parrochia Beguin. Premio Nacional de Urbanismo, Chile, 1996. Formación y reseña de su obra en Vialidad y Transporte Masivo. Santiago, Chile: Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile.         [ Links ]

16. Romero, J. L. (2001). Latinoamérica. Las ciudades y las ideas. Buenos Aires, Argentina: siglo Veintiuno Editores.         [ Links ]

17. Romero, L. (1997). Qué hacer con los pobres. Elites y sectores populares en Santiago de Chile, 1840-1895. Buenos Aires, Argentina: Editorial Sudamericana.         [ Links ]

18. Rosas, J., Hidalgo, G. y Strabucchi, W. (2015). El Plano Oficial de Urbanización de la Comuna de Santiago de 1939. Trazas comunes entre la ciudad moderna y la ciudad existente. Revista ARQ, 91, pp. 82-93.         [ Links ]

19. Rosas, J., Strabucchi, W. y Fernández, P. (2016). Santiago, ciudad capital. Las formas de la Periferia(1836-1875). Revista Estudios del Hábitat, Vol. 14, 2, pp. 1-16.         [ Links ]

20. Serrano, S. (2008). ¿Qué hacer con Dios en la república? Política y secularización en Chile (1845-1885). Santiago, Chile: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

21. Shmidt, C. (2012). Palacio sin reyes. Rosario, Argentina: Prohistoria Ediciones.         [ Links ]

22. Soja, E. (2008). Postmetrópolis. Estudios críticos sobre las ciudades y las regiones. Definiendo el marco conceptual. Madrid, España: Editorial Traficantes de Sueños.         [ Links ]

23. Solá Morales, I. (2008). Diez Lecciones sobre Barcelona. Barcelona, España: Ediciones COAC. LUB.         [ Links ]

24. Vicuña Mackenna, B. (1872). La Transformación de Santiago. Santiago, Chile: Imprenta de la Librería del Mercurio de Orestes L. Tornero.         [ Links ]

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License