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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

On-line version ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.48 no.2 Buenos Aires Dec. 2018

 

RECENSIONES BIBLIOGRÁFICAS

Roberto Jacoby: una luz que rebota, estalla, refracta

Extravíos de vanguardia. Del Di Tella al siglo XXI
Jacoby, Roberto y Fernández Vega, José. Buenos Aires, Argentina: Edhasa, 2017, 176 páginas.

El libro Extravíos de vanguardia. Del Di Tella al siglo XXI recoge una serie de conversaciones entre el artista y sociólogo Roberto Jacoby y el investigador José Fernández Vega. Desde el título elegido, el término vanguardia nos lleva a la primera etapa de la producción artística de Jacoby, cuando formó parte del núcleo de artistas del Instituto Di Tella y, luego de romper con esa institución, participó de las principales acciones de la vanguardia radicalizada de los 60. "Éramos unos niños pavorosos", dice Jacoby para referirse al grupo que frecuentaba el Bar Moderno en esos años, entre los que se destacan los nombres de Ricardo Carreira, Oscar Masotta, Pablo Suárez y Eduardo Costa. La desmaterialización aparece aquí como una idea-elemento clave para comprender las experiencias del arte de los medios protagonizadas por Jacoby y sus cómplices de aquellos años.
Es justamente Masotta quien retoma el término desmaterialización de El Lissitzky, uno de los artistas más prolíficos de la vanguardia soviética de los años 20. "Después del pop, nosotros desmaterializamos", decía Masotta en una conferencia de 1967. De esta manera, resignifica esa noción para dar cuenta del desplazamiento de la obra de arte desde el objeto hacia el concepto, o hacia las situaciones sociales susceptibles de ser generadas a través de materiales y dispositivos hasta entonces ajenos al mundo del arte. Partiendo de este marco conceptual, es posible leer la constelación de experimentos de elaboración estética al interior de los medios del grupo Jacoby-Costa-Escari como la antesala de la iniciativa artístico política más renombrada del período.  Esta iniciativa contó con Jacoby entre sus principales impulsores, y fue realizada no en un museo, sino en un local de la Confederación General del Trabajo (CGT) de la ciudad de Rosario: Tucumán Arde. La revolucionaria acción colectiva, llevada a cabo por artistas porteños y rosarinos, utilizó la estrategia desmitificadora del arte de los medios, pero sumó también la creación de un circuito alternativo de contra-información que denunciaba la extrema pobreza en la provincia de Tucumán, drásticamente acentuada por el cierre de los ingenios azucareros.
 "Si hay algo que me aburre es seguir hablando de Tucumán Arde", dice Jacoby con ese estilo provocador e insolente que no ha perdido a través de los años. Además, se pregunta, "¿queda algo por decir? ¿Queda alguna bienal por recorrer? ¿Algún merchandising por colocar? ¿Alguna teoría de baja calidad para vender a los turistas? ¿Algún curador internacional que no ceda a los encantadores residuos de una revolución derrotada?". Estos son algunos de los interrogantes que parecen sobrevolar la muestra 1968 el culo te abrocho, realizada en la galería Appetite de Buenos Aires por el 40 aniversario de ese convulsionado año.
Aunque menos conocida, la labor de Jacoby como sociólogo resulta un capítulo de gran interés (y aún poco explorado) de la historia de las ideas y los registros intelectuales que configuraron el particular desarrollo de las Ciencias Sociales en Argentina. Bajo la dirección de Juan Carlos Marín, realizó entre 1975 y 1986 varias investigaciones en las que complejizaba la comprensión del capitalismo no solo como un sistema de producción de mercancías y ganancias, sino también de cuerpos. Desde esa perspectiva, estudió los efectos de la última dictadura a partir de una pregunta tan incómoda como necesaria: ¿fracasó la dictadura? Su objetivo era entonces ampliar el análisis del régimen militar, sin limitarlo a su poder censurador y aniquilador, e indagar acerca de su dimensión productiva de discursos, saberes y subjetividades. Pese a la constatación empírica de la acción del miedo en las relaciones y situaciones sociales, Jacoby abría la posibilidad de la huida: el miedo nutre tanto al poder como a las rebeliones. "Se sabe que el límite entre la fuga, la parálisis y la cólera es sutil", decía, poniendo el foco en la posibilidad de resistencia frente al poder.
Resistir al poder nunca resulta una tarea simple, menos aún si se trata de los embates de un poder desaparecedor como el del último régimen militar, que utilizó la tortura y el terror como métodos privilegiados de disciplinamiento social. En ese contexto represivo, Jacoby recurrió al placer como un principio metodológico, como una guía para la generación de acciones y situaciones hedónicas. En paralelo a las investigaciones sociológicas, su reconexión con la escena artística se dio entonces con Federico Moura y el grupo Virus, para el que escribió más de 40 letras de canciones y colaboró en vestuarios y escenografías. Jacoby veía en el rock un novedoso y atractivo ámbito de actividad de masas. En este sentido, procuraba entender desprejuiciadamente el estado de conciencia de lo que consideraba facciones juveniles potencialmente revolucionarias. Por eso en varias ocasiones ha afirmado que Virus fue un proyecto político, o más bien, un programa con dimensiones biopolíticas, inscripto en lo que denominó "estrategia de la alegría".
Jacoby habla de arte activista, o de arte y militancia, consciente de la demanda de "arte político" que muchas instituciones de los centros artísticos internacionales exigen a los artistas latinoamericanos para ingresar en el circuito del arte global. Su vocación, desde siempre, ha sido escapar de las etiquetas que encorsetan su práctica, cruzando límites, rompiendo fronteras, estableciendo las más impensadas alianzas y transitando múltiples espacios/tiempos de la realidad, tal como lo sigue demostrando su gestión en el Centro de Investigaciones Artísticas (CIA) y sus últimas exposiciones. Movido por esos intereses diversos, desde los inicios de su carrera no deja de conmover creativamente las reglas y creencias que normalizan nuestra vida cotidiana, desde una inquieta sensibilidad capaz de interpretar con gran inteligencia el presente. Su principal herramienta es, sin dudas, aquella que supo construir hibridando con desenfado los mejores elementos de la teoría social y la experimentación estética.

Daniela Lucena

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