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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

versión On-line ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.49 no.1 Buenos Aires jun. 2019

 

ARTICULO

Olivier Reboursin

Horacio Caride Bartrons*

* Arquitecto y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Realizó estudios de posgrado en Historia de América en la Universidad Complutense de Madrid. Profesor Titular de Historia de la Arquitectura y el Urbanismo, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Nacional de La Plata (FAU, UNLP). Profesor Titular de Historia del Diseño Industrial y Profesor Adjunto de Historia de la Arquitectura, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU, UBA). Director de Estudios Históricos e Investigador Principal del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” (IAA, FADU, UBA). Investigador en el Instituto de Historia, Teoría y Praxis de la Arquitectura y la Ciudad (HiTePAC, FAU, UNLP).

Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo”. Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Universidad de Buenos Aires. Intendente Güiraldes 2160, Ciudad Universitaria, Pabellón III, 4to Piso. (1428) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Email: horaciocaride@gmail.com

Este trabajo continúa las investigaciones del autor en torno al tema de la construcción de la casa propia, publicadas en las revistas de Buenos Aires, entre 1930 y 1945.

RECIBIDO: 10/06/2018.
ACEPTADO: 16/08/2018.


RESUMEN

Este trabajo aborda parte de la vida y obra de Olivier Reboursin, arquitecto constructor argentino de ascendencia francesa, quien trabajó en la ciudad de Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XX. A través de la recuperación de su trayectoria y del análisis de algunos de sus edificios, la intención es revisar las problemáticas que enfrentaron los profesionales argentinos en un momento de transición en las formas de proyectar, entre los sistemas académicos y las exigencias de la modernidad. Reboursin fue arquitecto constructor, pero también ensayista y poeta. Su singular historia personal, puede resultar representativa de aquellos profesionales de familia inmigrante, primera generación nacida en el país y sin formación académica, a quienes se les debe, por diferentes motivos, la construcción y consolidación de cierto paisaje urbano en nuestras ciudades.

Palabras clave: Olivier Reboursin; arquitectura; campo profesional; biografía.
Referencias espaciales y temporales: Buenos Aires (Argentina); primera mitad del siglo XX.

ABSTRACT

This text is about part of the life and work of Olivier Reboursin, an Argentinian builder architect from French ancestry, who worked in Buenos Aires during the first half of the 20th century. Through the recovery of his career and the analysis of some of his buildings, the intention is to review the problems faced by argentinian professionals in an architectural design transitional period between academic systems and modern requirements. Reboursin was a builder architect, but also an essayist and a poet. His unique personal history could be representative of those professionals from immigrant families, the first generation born in the country and without academic education, to whom they are due, for different reasons, the construction and consolidation of certain urban landscape in our cities.

Keywords: Olivier Reboursin; architecture; professional field; biography.
Space and time references: Buenos Aires (Argentina); first half of 20h century.


 


Figura 1: Olivier Reboursin, alrededor de los 23 años, probablemente poco tiempo después de regresar a la Argentina. Fuente: archivo privado de la familia Reboursin.

“Bajo ningún concepto se da por
descontada la relación entre macro y microhistoria […]
No obstante, hay que perseguirla”
(Guinzburg [2006] 2010, p. 379).

¿En qué medida la vida del molinero Domenico Scandella -llamado Menocchio- puede iluminar la historia cultural friulana del siglo XVI en el norte de la Italia actual? La pregunta que subyace al celebérrimo texto de Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos de 1976, justifica la idea de construir microhistorias como alternativa crítica a las narraciones más o menos tradicionales. La voz de un personaje raramente percibida, fue recuperada y escuchada con particular sonoridad, hasta conformar un verdadero campo en sus avances teóricos y en sus estrategias narrativas (Ginzburg, [1976] 2008). Años después, el propio autor italiano reflexionó largamente sobre los alcances y posibilidades de aquel texto. Concluyó, en palabras de Roger Chartier, que el ajuste de escala construyó un relato en el cual se hizo mucho más nítido un universo de valores, representaciones y creencias, que resultaba invisible desde una perspectiva más lejana (Ginzburg, [2006] 2010, p. 172).
Ginzburg expone la incertidumbre que pesa sobre los resultados, pero también aprueba algunas intuiciones. Acercarse a una vida poco conocida y menos estudiada, que sin embargo dejó numerosas huellas de su existencia, puede arrojar luz sobre rincones que han permanecido a la sombra de los grandes relatos de la historia de la arquitectura de Buenos Aires. Esta es la intención que anima la presente investigación. Fuera de los áulicos circuitos de la arquitectura porteña, de sus marcos institucionales y académicos y de sus revistas consagradas, una legión de profesionales, que nunca perteneció al género épico de nuestra historiografía arquitectónica, proyectó y construyó una enorme cantidad de obras -en su inmensa mayoría casa particulares y edificios de renta- que se repartieron por todos los barrios de la ciudad y definieron buena parte de lo que llamamos “paisaje urbano”.
Para reconstruir parte de la historia de vida de Olivier Reboursin (Figura 1), se cuenta con diferentes fuentes. En primer lugar, el relato de sus descendientes, quienes han aportado sus recuerdos y facilitado generosamente su archivo fotográfico.1 También sus tres textos publicados: una conferencia, un libro de poemas y un ensayo. En segundo término, las viviendas de su autoría que aparecieron en la Revista del Centro de Arquitectos, Constructores de Obras y Anexos (CACyA) durante la década de 1930. En tercer y último lugar, la documentación de obra de algunos de sus edificios.
En 1946 Reboursin publicó un libro de poemas en francés, Échos du soir (Ecos del atardecer), título que podría tomarse como metáfora de un cambio de ciclo entre el atardecer de un modo de hacer arquitectura y el amanecer de otro (Reboursin, 1946). Algunos de los títulos y rimas que él imaginó se recuperan aquí con el fin de estructurar un relato intencionado y representativo, que dé cuenta de su visión personal del mundo que lo rodeaba, ante el cual mostró una particular sensibilidad. Por otra parte, la información disponible condujo a centrar el análisis en el período de entreguerras.
De este modo, se recorre un sendero poco transitado por la historia de la arquitectura, en el que la mirada sobre la vida y la obra de este autor, profundamente humanista, significa un aporte al conocimiento del contexto cultural de la profesión de arquitecto durante la primera mitad del siglo XX en Buenos Aires.

UNA DIA, EN ESTA VIDA2

Olivier Luis Feliciano Reboursin nació en la ciudad de Tandil el 10 de marzo de 1887. Fue el tercer hijo nacido en Argentina, único varón del matrimonio de Marie Agustine Baudy y Olivier Auguste Reboursin, ambos franceses. Sus hermanas mayores fueron Berthe (1884-1935) y Mathilde (1885-1959). Los Reboursin fueron parte del numeroso grupo de inmigrantes de distintas regiones de Francia que, desde fines del siglo XIX, llegaban a la Argentina. En los años de mayor afluencia, 1881-1890, el saldo neto se acercó a los 70.000 franceses radicados definitivamente en el país (Celton, Domenach y Guillon, 1995, p. 158).
A partir de los tres años de edad, el trabajo de su padre, vinculado al tendido de vías férreas por empresas de capitales franceses, lo llevó a vivir en distintas ciudades. Entre 1890 y 1902 estuvo en Córdoba, Rosario, Mendoza y nuevamente en Rosario. Desde Buenos Aires y con alrededor de 15 años de edad, partió a la tierra de sus mayores. Estudió en la Escuela de La Salle (Figura 2), en la ciudad de Saint Etienne, capital del Departamento del Loire, al sudeste de Francia. Allí fue compañero de estudios de su futuro cuñado, Georges Darnond, quien también emigraría con toda su familia a la Argentina. En 1917, con treinta años de edad, se casó en Buenos Aires con Marie Jeanne, una de las hermanas de Georges. Del matrimonio nacieron tres hijos: Roberto, Eduardo y Marcelo.


Figura 2: Internado de Saint Louis, Escuela La Salle de Saint Etienne, a comienzos del siglo XX. Fuente: Ensemble Scolaire La Salle Saint-Étienne, “Le context historique. Quelques points de repère pour une histoire plus que centenaire…”, recuperado de: http://www.lasalle42.fr/presentation/histoire/

La Escuela de Saint Etienne era un verdadero complejo educacional que contaba, además de los edificios destinados a la enseñanza, con dos residencias para internos, una capilla, un museo y un natatorio (Bigay, 2015, p. 17). Se había establecido en la ciudad a principios del siglo XIX y estaba a cargo de los Hermanos de Escuelas Cristianas, una congregación secular masculina fundada por Jean Baptiste de La Salle en 1680, la primera de su tipo en Francia. Desde 1882, funcionaba como École des Mines (Escuela de Minería), institución de educación superior donde, además de minería, se enseñaban tecnologías y métodos de gestión de industrias asociadas en energía y materias primas. En 1887, por decreto ministerial, en una instancia intermedia entre el colegio secundario y la formación terciaria, se reconoció que el diploma emitido por la escuela otorgaba la aptitud para ejercer las funciones de ingeniero, como primer paso hacia la oficialización del título por parte del Estado. A comienzos del siglo XX, esta profesión ingresaba a una etapa de consolidación, a la que Anne-Françoise Garçon denominó de “ingeniero administrador”, antecedida por la de “ingeniero pedagogo” y anterior aún por la de “ingeniero experimental” (Garçon, 2004, p. 295 y 310-320).
Reboursin se formó en pleno proceso de transición, cuando el título de “ingeniero en minería” empezaba a conquistar un reconocimiento profesional y social del que no había gozado en las décadas anteriores, hasta el punto de “(…) reconocer los efectos positivos de la École des Mines de Saint-Étienne, una pequeña École Polytechnique”, según las palabras del propio director (Garçon, 2004, p. 322). Todo este proceso, uno de los factores más notables en la industrialización francesa de comienzos del siglo XX, terminó con el estallido de la Gran Guerra de 1914.
Si accedió finalmente al título al completar todos los cursos, no es un hecho comprobado. Aun así, la formación técnica que había adquirido en Francia resultaba de difícil reconocimiento en la Argentina. Un primer inconveniente surgía con la “novedad” de una carrera de reciente creación, que no estaba relacionada con la prestigiosa tradición de la escuela politécnica parisina. Este hecho exponía un posible segundo inconveniente. Saint Etienne era una capital provincial de segundo orden, muy alejada de los círculos académicos de París. Acaso el origen religioso de su educación generaba un tercer inconveniente adicional, que alejaba a los egresados de la reconocida vocación laica de la formación científica francesa. Así, los textos que escribió en la madurez y hasta unos diez años antes de su muerte, mostraron la marca indeleble de un humanismo profundamente cristiano, que definió una forma personal de imaginar los graves problemas que observaba en la sociedad de su tiempo.
La arquitectura no figuraba en las incumbencias profesionales, aunque acabó por convertirse en su propio horizonte de sentido. Era parte de las lógicas que imponía la necesidad de “especialización” para esta nueva generación de ingenieros administradores.
Muy joven, Reboursin trabajó, como lo había hecho su padre, en el tendido de ferrocarriles. Primero lo hizo en el trazado de la línea Rosario-Puerto Belgrano (que funcionó regularmente hasta la década de 1950), luego en el Ferrocarril del Sud (actual Roca) y finalmente en el Ferrocarril Oeste (actual Sarmiento), especialmente en el ramal que vinculaba las provincias de La Pampa y San Luis. Durante esos años y antes de su casamiento, construyó algunos cascos de estancia. Sin embargo, su obra más temprana en Buenos Aires data de 1910, cuando tenía apenas 24 años de edad.
La villa “Los Rosales” fue la casa que hizo para sus padres y donde vivió hasta su casamiento con Marie Jeanne (Figuras 3 y 4). Una borrosa fotografía familiar lo muestra de pie en primer plano a la izquierda, rodeado de varios parientes y amigos. La vivienda aún existe, aunque muy transformada y convertida en jardín de infantes, en la calle Burela al 2100, en el barrio de Villa Urquiza. Un amplio porche de entrada con balaustres y pilastras corintias fue el recurso que utilizó para darle mayor jerarquía al acceso, elevado con tres escalones. El diseño responde a la clásica casa chorizo porteña, con la sala al frente, una enfilada de cuartos conectados y cocina y baño al fondo. Tal vez el detalle más significativo sea el remate de la fachada, donde aún conviven una balaustrada que hace referencia al acceso y una pequeña reja ornamental art nouveau.


Figuras 3 y 4: Villa “Los Rosales”, Burela al 2100, Villa Urquiza, Ciudad de Buenos Aires. Fotografía de época y fotografía del estado actual. Fuentes: archivo privado de la familia Reboursin y fotografía del autor.

Hacia comienzos de la década de 1920 se dedicó profesionalmente a la arquitectura. Había organizado una empresa constructora, con sede en la calle Lavalle al 1400. Tiempo después trasladó sus oficinas a un petit hôtel en la calle Paraná al 500, que él mismo había diseñado y construido.
Pero ¿quiénes ejercían como arquitectos en la Argentina? Durante el primer lustro del siglo XX la profesión había ingresado en una etapa de reorganización, tanto en la dimensión de la enseñanza como en su marco regulatorio. Puede reconocerse un momento fundacional de la carrera en la Escuela de Arquitectura de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, correspondiente al plan de estudios de 1903 (Cravino, 2012, p. 65). Dos años después, la Ley Nacional 4560 la reglamentaba junto a las ingenierías civil y mecánica, la química, la agronomía y la agrimensura. Estaban autorizados expresamente a ejercer su profesión “los diplomados por las universidades y escuelas especiales de la Nación, o a los que revaliden su título extranjero de acuerdo a las disposiciones vigentes” (Cirvini, 2004, p. 401). Con estos cambios, el aumento de arquitectos matriculados fue significativo con respecto al siglo XIX, aunque se trataba todavía de una época inicial, con pocos egresados con título habilitante (en 1905 solo fueron seis). No obstante, el texto de la ley dejaba una amplia zona gris en la cual la matrícula nacional era la vía que reconocía con mayor contundencia una idoneidad profesional que no se podía atestiguar desde el ámbito académico.

Quedan también exceptuadas de lo dispuesto en el artículo anterior, las personas que posean conocimientos técnicos, a quienes el P. E. necesite encomendarles trabajos especiales que no puedan efectuarse con elementos del país; los profesionales indicados en el art. 1º, que tengan títulos expedidos por universidades, escuelas y tribunales provinciales hasta el 1º de enero de 1904, o que se encuentren hasta la misma fecha matriculados o reconocidos en alguna repartición nacional o municipal de la Capital; los idóneos en las provincias o territorios nacionales, donde no hubiere diplomado, ejerzan las profesiones antes enumeradas, con sujeción a los reglamentos que se dicten (Cirvini, 2004, p. 401).

Reboursin, primero como profesional autónomo y luego junto a dos de sus hijos que siguieron sus pasos, desplegó una profusa obra arquitectónica a lo largo de cinco décadas.
Como otros arquitectos constructores contemporáneos y en el contexto cultural en el que le tocó actuar, Reboursin encontró soluciones tipológicas aplicables según el tamaño y la ubicación de los lotes. A pesar de esto, la operación siempre incluyó una conceptualización implícita del uso territorial y social de los lenguajes arquitectónicos. Como parte de las mismas lógicas eclécticas imperantes, incursionó en cierto academicismo francés para zonas céntricas o más consolidadas (el edificio Darnond, en Retiro; la casa Vernay en Caballito, su propio estudio en el centro). El tudor, y especialmente el estilo normando (las casas Ollivier en Villa Pueyrredón; Maillat en Belgrano; Martín, en Vicente López; Linder, en Ramos Mejía, entre muchas otras), fueron más frecuentes en zonas suburbanas. Durante la segunda mitad de la década de 1930 diseñó obras art déco (casas particulares en Floresta y Belgrano) y también una versión del racionalismo “naval” (Las casas Dulce, en Belgrano; Vasallo, en San Isidro; Mayou y Razett, en Flores y varias más). Ya para los años 1940 y 1950, y asociado a sus hijos, regresó a la arquitectura simplificada y menos ornamental (los edificios de la avenida Cramer en Belgrano, en donde vivieron algunos de sus familiares) que caracterizó el final del eclecticismo en la Argentina.
Tal vez la obra de Olivier Reboursin sea representativa de un mecanismo de diseño en el que el profesional ofrecía al comitente una suerte de catálogo tipológico y lingüístico, que vinculaba los gustos de los clientes, lenguajes estilísticos, localizaciones y presupuestos. Esta práctica definió buena parte de la imagen de la ciudad durante aquellos años.

SOMBRA Y CLARIDAD, EL JUEGO ETERNO3

Es probable que la primera obra publicada en la Revista CACyA de 1931, haya sido también su primer edificio de rentas (Figuras 5 y 6). Fue construido para los Darnond, integrantes de su familia política, en la esquina de Juncal y Basavilbaso, a una cuadra de la Plaza San Martín. Se trata de un lote triangular de 250 m².


Figuras 5 y 6: Casa de Renta para los Sres. Darnond y Co., Juncal 701, Retiro, Ciudad de Buenos Aires (1931). Fotografía de la fachada y planta del primero al noveno piso. Fuente: (Reboursin, 1931).

Con una superficie cubierta de casi 2300 m², el edificio tiene un subsuelo técnico, planta baja y nueve pisos. El sótano absorbió la pronunciada inclinación de la calle Basavilbaso hacia el río. Entre la planta baja y el primer piso dispuso un importante basamento almohadillado, con el acceso principal en la ochava y balcones franceses. A partir del segundo piso marcó el comienzo del desarrollo, con balcones de balaustres seguidos de pisos con balcones de herrería rectos y finalmente curvos en el piso séptimo. El remate de la construcción es una importante cornisa que sostiene un balcón corrido con tramos de balaustrada.
La planta tipo, de los pisos primero al noveno, incluye dos semipisos de dos y tres dormitorios. Se ingresa a ambos desde un amplio palier común, con un pequeño porche que da a un hall de distribución. Desde allí se accede a la sala, el comedor y un pasillo hacia la zona privada de los dormitorios y un baño principal. La zona de servicio tiene un acceso y una circulación separada, que vincula las dependencias, un office y la cocina.
Al parecer, sus vínculos con la colectividad francesa fueron importantes en relación a los encargos que recibió el estudio. Aunque conocemos pocas obras proyectadas anteriores a 1930, la casa que diseñó para la familia de Adrián Ollivier en Villa Pueyrredón es un ejemplo de uno de los estilos que manejó con mayor solvencia y en diferentes variaciones para los entornos suburbanos: el normando (Figuras 7 y 8).


Figuras 7 y 8: Casa Ollivier, Villa Pueyrredón, Ciudad de Buenos Aires (1930). Plantas y vista actual. Fuentes: archivo privado de Horacio Caride Bartrons; fotografía del autor.

Se trata de una planta compacta con un esquema circulatorio y funcional muy claro. En el frente organizó una zona pública con un gran hall de distribución con una importante escalera hacia la planta alta y, por debajo, otra secundaria que lleva al sótano. El hall conecta, desde el acceso, el salón comedor, la sala, el escritorio y una salita de costura. El garaje, un baño de recepción y un pequeño patio de aire y luz, se dispusieron en una franja de servicio sobre la derecha. En el contrafrente está la zona de servicio con un office, cocina, lavadero, un baño y una habitación. En la planta alta organizó cuatro dormitorios y un único baño de grandes dimensiones. Desde el hall se accedía a una gran terraza sobre la franja de servicio. Una posterior remodelación, que también concretó Reboursin en 1939, ocupó esta terraza con otro hall más pequeño, otro baño y un quinto dormitorio. La vivienda contaba con un sistema de calefacción central con radiadores de agua, alimentados desde una chimenea de carbón de antracita en el hall principal. La carbonera estaba detrás de la zona de servicio. No tenía jardín, sino un gran parterre que podía verse desde el comedor. También contaba con un sistema de timbres de servicio en todos los cuartos, el baño principal, el escritorio, la sala y el comedor. Originalmente, el frente estaba cerrado con alambre decorativo y el acceso vehicular con portón de madera de pequeñas columnas torneadas.
Tal vez la casa Ollivier fuera una de las primeras viviendas de una serie que sería una especialización del arquitecto constructor en Buenos Aires y algunas localidades de los alrededores, como Vicente López, Ramos Mejía o Temperley (Figuras 9, 10, 11, 12, 13 y 14).


Figuras 9, 10, 11, 12, 13 y 14: Casas normandas de Olivier Reboursin, publicadas en la Revista CACyA entre 1932 y 1934. Fuente: (Reboursin, 1932a; 1932b; 1934b).

Variaciones sobre el tema incluyeron plantas únicas o dobles, balcones, porches de acceso y diferentes versiones del pan de bois, característico del sistema constructivo original en madera. En la traducción local, fue imitado con molduras de cemento pintadas, por lo general, de colores terracota o borravino.
La década de 1930, durante la cual Reboursin publicó parte de su obra en la Revista del Centro de Arquitectos, Constructores de Obras y Anexos (CACyA), fue compleja para la profesión de arquitecto. Figurar en sus páginas era prueba suficiente de su pertenencia a la institución.4 La revista, que se publicó entre 1927 y 1955, fue “(…) hecha por nosotros y para nosotros”, y para defender los intereses de los asociados del centro ante los “intereses ajenos”, según afirmaba una nota editorial en el segundo número (CACyA, 1927, p. 17). El centro se había fundado a principios de la década de 1920 y agrupaba profesionales sin título oficial, constructores, contratistas y diversas empresas afines de Buenos Aires y de ciudades del interior del país. Los socios del CACyA eran un grupo separado del resto de los profesionales que proyectaban y construían en la Argentina. Poseían una verdadera conciencia de clase, término que no dudaron en utilizar desde el primer número, que salió el 1° de junio de 1927. Como un manifiesto fundacional, reivindicaron que “los intereses de nuestra clase serán defendidos con el tesón de quien tiene la seguridad de reclamar lo justo” (CACyA, 1927, p. 1). La publicación siempre mantuvo un tono reactivo y militante. Los “otros”, para ellos, eran los profesionales consagrados que, nucleados en la Sociedad Central de Arquitectos (SCA), pertenecían a una especie de “Academia Nacional de Arquitectura”, con sus aparatos celebratorios de publicaciones, concursos y reconocimientos.
A fines de 1933, la SCA anunció que su asamblea de socios había votado por aclamación un proyecto de ley para “elevar a los poderes públicos”. La nota resaltaba, con letras mayúsculas, que “es un anhelo de los asambleístas que la ley reglamentaria que se está tratando, por ser referente a profesionales de carácter universitario, contemple exclusivamente la situación de las personas con título” (Sociedad Central de Arquitectos, 1933, p. 490). La respuesta del CACyA llegó unos meses después, mediante otro texto publicado. Argumentaba que aquel proyecto había sido aprobado “con algo menos del diez por ciento de sus asociados” y lo consideraban una actitud hostil para los “(…) arquitectos que, sin poseer diploma universitario nacional, vienen trabajando [desde] hace muchos años al amparo de las garantías constitucionales que protegen el libre ejercicio de toda actividad honesta” (CACyA, 1934, p. 257). El proyecto de la SCA no llegó a oficializarse y el nuevo reglamento tardó más de una década en regular la profesión.
A partir de la segunda mitad de la década de 1930, Reboursin construyó numerosas viviendas en clave racionalista. Se repartieron por distintos barrios de Buenos Aires, como Versalles, Villa Urquiza, Belgrano y Flores. También las hubo en los partidos del norte, como Vicente López y San Isidro, y en el sur, en Lomas de Zamora.
Aunque sus plantas se destacan por la eficiencia en la distribución sin circulaciones cruzadas y con un planteo claro del uso de los espacios principales y secundarios, sus viviendas racionalistas muestran ciertos cambios sociales que las diferencian de aquellas de estilo normando. Más allá de los aspectos lingüísticos y estéticos, las variaciones se ven reflejadas en diferentes ambientes: aparecen cocinas de mayor tamaño, con salas y comedores de dimensiones semejantes, el garaje se plantea en un lugar de mayor protagonismo y, en general, desaparecen las dependencias de servicio.
La casa que diseñó para Santiago Dulce en el barrio de Belgrano, es representativa de este periodo (Figuras 15 y 16). Está ubicada en la calle Mariscal Antonio José de Sucre al 3600, en un lote atípico para Buenos Aires, de 12 m de frente por casi 16 m de fondo. Originalmente tenía unos 200 m² de superficie cubierta. Un hall de acceso conecta la cocina con la sala -ahora living room- y el comedor. Contiene la escalera que lleva al piso alto. Por debajo de ella hay un paso que comunica el garaje con la cocina. Arriba hay tres dormitorios y un baño principal.


Figuras 15 y 16: Casa Dulce, Sucre al 3600, Belgrano, ciudad de Buenos Aires (1930). Fotografía de la fachada y plantas. Fuente: (Reboursin, 1936b, 115).

La estética naval, además del permanente acabado en revoque blanco, se acentúa por las pequeñas barandas y el discreto uso de alguna curva que, en este ejemplo, aparece en el balcón-terraza que vincula los dos dormitorios que dan al frente. La casa, pese a su propuesta estética, fue publicada bajo el título de “chalet”, tema que remite a un contexto cultural que intentaba asimilar la idea de progreso a la tradición de una vivienda de mayor prestigio social (Caride, 1992, p. 62). Aún subsiste, aunque modificada y, paradójicamente, ahora sí tiene un techo de tejas.
En 1934 Reboursin publicó su primer ensayo titulado Progreso, desocupación y miseria (1934a). En él escribió unas pocas páginas dedicadas a los adelantos técnicos que habían mejorado la calidad de vida de los habitantes de Buenos Aires desde comienzos de la década de 1930. Pero el verdadero objetivo del texto era denunciar las pobres condiciones de habitabilidad de muchos barrios de la ciudad con sus “(…) miserables casuchas, taperas de latas, entre montones de desperdicios humeantes, malolientes y charcos de agua putrefacta (…)” (Reboursin, 1934a, p. 34-42). En la denuncia incluyó el caso particular de una familia de cinco hijos, cuya identidad resguardó. En relación con estas inquietudes, sus viviendas de la segunda mitad de la década de 1930, simples, compactas, eficientes, pudieron reflejar ese espíritu humanista y reformista (Figuras 17, 18, 19, 20, 21 y 22). Se inspiró en algunas iniciativas destacables, especialmente de la Francia de posguerra que conocía muy bien. Presentó casos argentinos y propuso acciones concretas en lo laboral y lo humanitario. Supuso, que de no mediar algún cambio radical, nuestra civilización estaba en riesgo de sufrir males mucho peores.


Figuras 17, 18, 19, 20, 21 y 22: Casas racionalistas de Olivier Reboursin, publicadas en la Revista CACyA entre 1935 y 1938. Fotografías de fachadas. Fuente: (Reboursin, 1935; 1936a; 1936b; 1938).

El 7 julio de 1944, por el Decreto Nº 17.946 publicado en el Boletín Oficial (Decreto 6070/1958) durante la dictadura de Edelmiro Farrell, se reglamentó el ejercicio de las profesiones de agrimensor, arquitecto e ingeniero en la Capital Federal y los territorios nacionales. El texto, sin ambigüedades, estableció la obligatoriedad de un título argentino, o la reválida de un título extranjero, expedidos por alguna universidad nacional para el ejercicio de la arquitectura. Había concluido un ciclo de arquitectos constructores, que durante cuatro décadas sostuvieron su actividad con la idoneidad profesional. En el caso de Olivier Reboursin, también culminaba un ciclo personal. Sus hijos Roberto, ingeniero civil desde 1943, y Marcelo, arquitecto desde 1946, se habían asociado al estudio.
Tal vez su última obra fue la que mejor reflejó su formación y personalidad, el ensayo Humania. La sinfonía universal, de 1957. “Humania” fue el nombre que imaginó para definir a los lectores de sus textos. Los títulos de los capítulos condensaron los problemas a los que dedicó el tramo final de su vida. Como otros ensayistas de su tiempo, asumió una identidad diferente, Jean-Pierre Dilong, para reflexionar sobre grandes preguntas. Los símbolos, el universo, la evolución del hombre, Dios y las religiones. El amor y el trabajo (Reboursin, 1957, p. 255). Ya contaba con setenta años.

Y COMO LO HARÍA UN MAESTRO5

Buena parte de las obras diseñadas y construidas por Olivier Reboursin, descriptas y analizadas para este trabajo, se construyeron con pocos años de diferencia, entre el comienzo y el final de la década de 1930. Fue un tiempo de transición, en el cual la profesión de arquitecto en Argentina ingresaba en una nueva etapa, donde se delimitaron incumbencias, se reorganizó su método de formación y se definió su perfil académico y profesional. Con este telón de fondo, la investigación buscó identificar ciertas particularidades de las lógicas de proyectación, que posiblemente involucraron a muchos arquitectos constructores de aquella generación, durante el período de entreguerras.
En primer lugar, debe señalarse la dimensión de “especialista” en determinados lenguajes, que definía un perfil profesional asociado a cierta franja del mercado. Algunos estilos se vincularon al poder adquisitivo de los comitentes, como el “normando caro” o el “racionalismo barato”. Se trataba sin embargo de un mecanismo más complejo, que también podría explicar los procesos de selección estilística en función de la ubicación de los lotes, más o menos cercanos al centro consolidado y, en definitiva, representar una particular idea de ciudad.  
Esto lleva a una segunda reflexión, vinculada con la posibilidad de comprender la instalación de la vivienda moderna en Buenos Aires como una gran hibridación de factores que, fuera de la arquitectura consagrada y de los cánones historiográficos, tiene aún varias aristas por definir. Los lenguajes no remiten necesariamente a una noción de vanguardia o instalan a profesionales y clientes en una determinada idea de futuro. Una casa de estilo normando podía ser tanto o más moderna que una casa racionalista del mismo año, con plantas tan eficientes e incluso con instalaciones más sofisticadas, vinculadas a un mayor presupuesto.
Olivier Reboursin murió el 14 de junio de 1968 a los 81 años, rodeado de su esposa, hijos y nietos, a quienes dedicó una serie de poemas. Incluso escribió poesía para aquellos que no llegaría a conocer. No teorizó sobre arquitectura, la hizo. Pero la poesía y los ensayos que escribió permiten una aproximación a su pensamiento, como una clave para interpretar su personalidad y, de este modo, escuchar su voz nuevamente.
Tal vez algo de la historia personal de Carlo Ginzburg, de sus preocupaciones o de sus hallazgos, están presentes en la reconstrucción que hizo de la vida de Domenico Scandella. Menocchio es el protagonista de su libro más famoso y, por lo tanto, una parte central de su propia vida.
Acaso la verdadera excusa para contar esta historia, o al menos una parte de ella, se encuentre en el lugar donde los relatos convergen, donde se cruzan y superponen. Vivir en una casa proyectada y construida por Olivier Reboursin hizo de este texto un ejercicio personal, íntimo y subjetivo. Lo es en definitiva toda historia que, además, en este caso, también es parte de la mía.

NOTAS

1. Quiero agradecer muy especialmente a Daniel Reboursin por compartir los recuerdos y el material acumulado sobre su abuelo, sus sugerencias y correcciones. A sus hijos Nicolás y Javier, quienes obraron como primeros contactos en el proceso de reconstruir la historia de su bisabuelo. Hago extensivo mi agradecimiento a Cristina Reboursin y a Beatriz Fernandez, por sus comentarios sobre este texto.  

2. Or, faisant son entrée, un jour, dans cette vie / C’est une loi connue et le loin établie / De façon effective et sans exception / Ill voit s’offrir á lui ces deux directions. Ahora, entrando, un día, en esta vida / Es una ley conocida y establecida / Efectivamente y sin excepción / Se ve a sí mismo ofreciéndole estas dos direcciones. “Les chemins de la vie” (Reboursin, 1946, p. 89).

3. De l'ombre et la clarté, c'est la joute éternelle / Du bien contre le mal, lutte continuelle; / Mais, dans cette bataille – Dieu l'aura voulu- / Le bien triomphera, reprenant le dessus. La sombra y la claridad son juegos eternos / Bien contra el mal, lucha continua; / Pero, en esta batalla, Dios habrá querido / El bien triunfará, asumiendo el control. “A la France de 1940” (Reboursin, 1946, p. 35).

4 Su vinculación con el Centro fue de una gran inserción institucional, como parte de su comisión directiva. Fue vocal (1931), protesorero (1931-1933-1934) y finalmente miembro de la comisión pericial (1935-1936).

5. Puisque vous désirez con naître / Ainsi les secrets de mes chants / Je vous complairai sur-le-champ, / Et tel le que ferait un maître. Ya que quieres saber / Entonces los secretos de mis canciones / Te felicitaré en el acto, / Y como lo haría un maestro. “Une Leçon” (Reboursin, 1946,, p. 148).

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