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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

versão On-line ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.49 no.1 Buenos Aires jun. 2019

 

ARTICULO

Francesco Maccaferri

Florencio Compte Guerrero *

* Arquitecto por la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil y Doctor en Diseño por la Universidad de Palermo, Argentina. Profesor Titular de Historia de la Arquitectura en la Facultad de Arquitectura y Diseño e Investigador del Instituto de Hábitat, Diseño y Construcción de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Profesor de la Maestría en Arquitectura de la Universidad Técnica de Ambato, de la Maestría en Pensamiento Estratégico y Prospectiva de la Educación Superior de la Universidad Naval Rafael Morán Valverde y de la Especialización en Historia de la Universidad Andina Simón Bolívar. Ha participado como investigador y director en diferentes proyectos relacionados con la conservación patrimonial de Guayaquil. Autor de libros y artículos sobre patrimonio e historia.

Facultad de Arquitectura y Diseño. Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Avenida Carlos Julio Arosemena Tola, Km. 1 ½. 090615 - Guayaquil, Ecuador. Email: florencio.compte@gmail.com

El presente artículo es parte de la investigación realizada para la tesis doctoral “Modernos sin modernidad. Arquitectura de Guayaquil, 1930-1948”, presentada en el año 2017 en la Universidad de Palermo, Buenos Aires, Argentina.

RECIBIDO: 24/06/2018
ACEPTADO: 08/10/2018.


RESUMEN

En octubre de 1896, Guayaquil fue prácticamente destruida por un gran incendio que dejó sin hogar a la tercera parte de sus habitantes. La reconstrucción que se emprendió, gracias a las rentas del segundo auge cacaotero, posibilitó que empezaran a concebir una ciudad y una arquitectura diferentes, acordes con los avances de la modernidad. Este proceso estuvo signado, en primer lugar, por la incorporación del academicismo, mediante principios traídos por técnicos italianos. En segundo término, y a medida que se acentuaba la crisis de la década de 1920, por el desarrollo de una arquitectura más austera y simple ligada al Movimiento Moderno. El arquitecto más importante de la época fue Francesco Maccaferri, pionero en el desarrollo de la arquitectura moderna del país y pieza fundamental para la conformación del campo disciplinar de la arquitectura ecuatoriana.

Palabras clave: Francesco Maccaferri; arquitectos italianos; arquitectura moderna.
Referencias espaciales y temporales: Guayaquil (Ecuador); primera mitad del siglo XX.

ABSTRACT

In October 1896, Guayaquil was practically destroyed by a great fire that left more than a third of its population homeless. With the profits of the second cocoa boom, the city started a reconstruction process that allowed the consideration of a new architecture, according to the progress of modernity. Firstly, this happened with the incorporation of the academicist principles, brought by Italian technicians. Secondly, due to the deepening of 1920’s crisis with the development of a more austere and simple architecture related to Modern Movement. The most important architect of this period was Francesco Maccaferri, considered a pioneer in the development of modern architecture in the country, with a fundamental role in shaping the disciplinary field of Ecuadorian architecture.

Keywords: Francesco Maccaferri; Italian architects; modern architecture.
Space and time references: Guayaquil (Ecuador); first half of the 20th Century.


Hasta la primera década del siglo XX, la arquitectura de Guayaquil mantenía como referentes los patrones funcionales y formales de la tradición colonial de construcción en madera, que siguieron vigentes en la reconstrucción de la ciudad luego del Gran Incendio de 1896. Sin embargo, surgió gradualmente una nueva arquitectura hecha con materiales incombustibles, principalmente en hormigón armado.
En 1923 arribó a Guayaquil el arquitecto italiano Francesco Maccaferri, ganador del concurso de diseño del nuevo Palacio Municipal, para incorporarse al equipo de construcción. Seis años más tarde, la inauguración del edificio –el más importante y el último de carácter público y de estética academicista de la ciudad– se dio a la par de la agudización de la crisis económica, ocurrida entre las décadas de 1920 y 1940.
La crisis, resultado de la caída de la producción cacaotera y el descenso de su precio en el mercado internacional, sumado a la depresión económica mundial, repercutió fuertemente en el desarrollo de la ciudad y de su arquitectura.
En la arquitectura trajo como consecuencia la racionalización de los espacios, la simplificación de las formas y la supresión de los costosos ornamentos. También se dieron propuestas formales diversas, que iban desde las eclécticas, neogóticas, neocoloniales, pintoresquistas, el art déco, el art nouveau, hasta otras racionalistas. Los arquitectos e ingenieros pasaban sin problema de un tipo de arquitectura a otro según la demanda de los clientes, al asumir que todas esas variantes, por no ser clásicas, se enmarcaban en la modernidad arquitectónica. Sin embargo, en otras ciudades del país, como Quito, el peso de lo colonial retrasó el surgimiento de una arquitectura moderna, al menos hasta la década de 1940.
En este contexto, la labor de Maccaferri fue fundamental, tanto para el desarrollo de la arquitectura moderna como para la conformación del campo disciplinar arquitectónico en Guayaquil. Sus continuos viajes a Milán, donde se había formado como arquitecto, le permitieron estar en contacto con el debate teórico que tenía lugar en esa ciudad, entre quienes defendían una arquitectura clásica proveniente de la tradición lombarda y aquellos que apostaban por una arquitectura racionalista como expresión de los nuevos tiempos. En la arquitectura de Maccaferri, compositivamente sólida, se pueden advertir y leer los cambios que sucedieron a medida que se profundizaban las diferencias entre estas dos visiones y se acentuaban los problemas económicos del país.

EL SÉPTIMO HIJO DEL CAPOMASTRO

Simeone Francesco Maccaferri Colli nació en Cilavegna, en la provincia de Pavía de la Lombardía italiana, el 18 de febrero de 1897 y falleció en Guayaquil, Ecuador, el 28 de marzo de 1973 (Figura 1).


Figura 1: Fotografía de Simeone Francesco Maccaferri Colli, Milán (1922). Fuente: Archivo Luciana Maccaferri.

Fue el séptimo hijo del matrimonio conformado por el capomastro (maestro de obras) Giovanni Maccaferri y Francesca Colli. Lo habían precedido sus hermanos Battista, Ángelo, Antonio, Marietta, Marguerita y Francesca. Recibió los nombres de Simeone, por haber nacido el día en que se conmemora a San Simeón, segundo Obispo de Jerusalén, y Francesco, en honor a su madre. Al establecerse en Ecuador utilizaría exclusivamente su segundo nombre.
Cilavegna es una antigua comuna de la que se tiene registro desde el siglo X, ubicada a 35 kilómetros de Milán. En la época del nacimiento de Maccaferri, contaba con apenas 4700 habitantes dedicados principalmente a la agricultura y especializados en el cultivo de espárragos.
Entre los descendientes famosos de su familia se destaca el pintor Piero Maccaferri Lino (1916-1992) –hijo de su hermano Antonio– quien llegó a Milán de la mano de su tío Francesco para estudiar en el Liceo Artístico de la Accademia di Belle Arti di Brera. En la década de 1950, Piero Maccaferri fundó el grupo Sagittario, junto con Ugo Merlo, Fulvio Belmontesi, Giuseppe Franzoso y otros artistas.

LOS AÑOS FORMATIVOS

Apenas terminó su educación media en 1914, Maccaferri entró a trabajar como aprendiz en la oficina de los ingenieros Caroli y Speranza, en proyectos que se desarrollaban en Milán y Bolonia. Al mismo tiempo inició los estudios de Arquitectura en la Accademia di Belle Arti di Brera de Milán, fundada en 1776. En ese entonces, la Escuela Especial de Arquitectura –trasladada en 1931 al Politécnico de Milán– seguía influenciada por los fundamentos establecidos por Camilo Boito, quien fuera profesor de la institución entre 1860 y 1908. Boito entendía que la arquitectura debía sintetizar los valores de la nueva época sin desprenderse de la tradición histórica, y se orientaba tanto a los principios de la École de Beaux Arts franceses como a los fundamentos de las escuelas politécnicas italianas.
En 1917 Maccaferri vio interrumpidos sus estudios al ser incorporado al servicio militar y trasladado a la colonia italiana de Abisinia –actual Etiopía y Eritrea– en África. Durante los tres años de permanencia en el ejército fue destinado al departamento de construcciones, donde desarrolló diferentes proyectos de arquitectura, como el Palacio de Mando y el Círculo de Oficiales en Senafé, un teatro en Asmara, y diseños y construcciones varias en dichos lugares y en Massawa, ciudades de la actual Eritrea.
Luego de haber cumplido con el servicio militar, retornó en 1920 a Milán y retomó los estudios de Arquitectura en la mencionada academia por un año. Para esa época, los principios de Boito eran mantenidos en Brera por sus sucesores, como Gaetano Moretti y Piero Portaluppi, quienes junto con los milaneses Giovanni Muzio, Emilio Lancia, Gio Ponti, Ottavio Cabiati y Alberto Alpago-Novello, conformaban un grupo que defendía el uso del lenguaje clásico, especialmente el inspirado en la arquitectura lombarda de inicios del siglo XIX, en detrimento de la austera arquitectura moderna, ya que consideraban que la primera representaba la verdadera arquitectura europea (Benevolo, 1980).
Durante esta nueva etapa de estudios, Maccaferri trabajó con el arquitecto y escultor mantuano Aldo Andreani en diferentes proyectos, dentro de las líneas clásicas y románicas, como un observatorio astronómico en la montaña, la Casa de la Cultura Popular en Milán y una iglesia en Mantua (Aliprandi y Martini, 1933). Adicionalmente, diseñó y participó en la construcción de algunos palacios, villas y monumentos en las ciudades de Bari y Bitonto, en la región italiana de Apulia (Aliprandi y Martini, 1933) y en diferentes proyectos en la ciudad de Palermo.
En 1922 regresó a Milán y comenzó a trabajar en el estudio del milanés Piero Portaluppi, quien había sido su maestro en Brera y con quien colaboró en el proyecto del Asilo de Mendigos de San José para Caracas, Venezuela. Ese mismo año superó el examen especial para obtener la licencia de Professore di Disegno Architettonico (Profesor de Dibujo Arquitectónico) en el Regio Istituto di Belle Arti di Bologna, fundado en 1710 y conocido también como Accademia Clementina. El proyecto evaluado fue el de una iglesia con refugio alpino, en memoria de un capellán muerto en la Primera Guerra Mundial, descrito como de “[…] bella sencillez de líneas y un soberbio conjunto en sus proporciones, que le dan una armonía notoria con el ambiente en que se encuentra situada” (un profesor de Arquitectura en Guayaquil, octubre de 1924, s/p). Su título fue suscrito el 6 de noviembre de 1922 por el arquitecto Edoardo Stefano Collamarini (1863-1928), uno de los más importantes de la época en la región de la Emilia-Romagna. Esta licencia, obtenida en una academia o en un instituto de bellas artes, más la acreditación de cinco años de experiencia profesional como arquitecto, autorizaba el ejercicio de la arquitectura bajo el título de architetto abilitato, según la Ley N°1395 del 24 de junio de 1923.
Gracias a Portaluppi, Maccaferri conoció la convocatoria al concurso de proyectos para el nuevo Palacio Municipal de Guayaquil, en el que participó y salió ganador, entre dos mil concursantes. El propio Maccaferri contaba este hecho de la siguiente manera:

[…] después de un concurso entre los jóvenes arquitectos, fui preferido y contratado para venir a Guayaquil a trabajar los planos y dirigir la parte artística del Palacio Municipal. [Este] proyecto [fue] propuesto a la consideración de dicho arquitecto [se refiere a Portaluppi] que me honró sobre manera con su sincera y competente aprobación, publicándose también en revistas italianas (F. Maccaferri, comunicación personal, 1931).

Luego de ganar el concurso, fue contratado por la Compañía Italiana de Construcciones para su ejecución, por lo que se trasladó a Guayaquil, donde arribó en 1923.

MACCAFERRI EN GUAYAQUIL

A la llegada de Maccaferri, Guayaquil contaba con 91.482 habitantes y se extendía en poco más de 700 ha. La ciudad, considerada la más rica del país y epicentro del monopolio comercial y exportador del segundo auge cacaotero, era la capital económica del país, además de una de las “[…] de mayor riqueza del Pacífico en relación a su tamaño” (Pepper, 1908, p. 10). A través de su puerto se movilizaban el 70% de las exportaciones y más del 90 % de las importaciones ecuatorianas (Arosemena, 1993). La bonanza económica del Ecuador se vio expresada en la incorporación del repertorio formal de la arquitectura academicista, mediante principios traídos por los arquitectos e ingenieros extranjeros y por el establecimiento de compañías constructoras italianas.
La obra de Maccaferri en Guayaquil puede ser dividida en tres grandes periodos: el primero, entre 1923 y 1925, estuvo vinculado a la Compañía Italiana de Construcciones, con una propuesta fundamentalmente clasicista; el segundo, entre 1927 y 1935, se tornó ecléctico, con variantes academicistas, neocoloniales, art nouveau y modernas; y el último, entre 1936 y 1942, estuvo marcado por una arquitectura racionalista y art déco.
La Compañía Italiana de Construcciones, establecida en Guayaquil en 1922 por el ingeniero Carlo Bartoli, tuvo su origen en la constructora IDEM (siglas en italiano de la Compañía Italiana de Construcciones Milán). En Guayaquil, la empresa estaba conformada por técnicos italianos bajo la dirección general de Anselmo Anselmi (Aliprandi y Martini, 1930) y la dirección técnica del ingeniero Arnaldo Ruffilli (Compte, 2007). Entre sus integrantes se encontraban los ingenieros Giovanni Lignarolo, Rieppi, Domenico L’Abbate, Oscar Battaglia, Riccardo Winderling y Rodrigo Perrotta, el técnico en hormigón armado Luigi Fratta y los arquitectos Francesco Maccaferri y Paolo Russo. Esta compañía modificó significativamente la manera de edificar en la ciudad, al pasar de una construcción artesanal a procesos más tecnificados, en los que se incorporaron el cálculo estructural y el uso del hormigón armado.
Para esa compañía Maccaferri proyectó el Palacio Municipal, construido entre 1924 y 1929 (Figura 2), y las fachadas principal y lateral de la Iglesia San José en 1923, cuya nave, construida a principios del siglo XX por el ingeniero venezolano Francisco Manrique, fue la primera obra ecuatoriana edificada con estructura de hormigón armado según el sistema Hennebique.1 Además, proyectó los edificios Víctor Manuel Janer (Primer Premio Municipalidad de Guayaquil, 1924), Leopoldo Izquieta Pérez (Segundo Premio Municipalidad de Guayaquil, 1924) y los Garajes España en 1925.


Figura 2: Palacio Municipal de Guayaquil, manzana delimitada por la Av. Malecón Simón Bolívar y las calles Diez de Agosto, Pichincha y Clemente Ballén (1923-1929). Fotografía (2017). Fuente: Archivo Florencio Compte.

El Palacio Municipal, concebido para el desarrollo de actividades administrativas y comerciales, fue diseñado con una galería central que tomaba como referencia la Galería Vittorio Emanuele II de Milán, ciudad desde donde se importó la cubierta acristalada construida por la empresa C. Aiolfi e C. (Compte, 2007). El 31 de julio de 1924 se colocó la primera piedra y se dio inicio a la construcción bajo la dirección técnica de Giovanni Lignarolo y Arnaldo Ruffilli, quienes le encargaron la dirección arquitectónica al propio Maccaferri. En 1928 se dio por terminada la obra, que fue inaugurada al año siguiente.
Esta compañía intervino también en la construcciónde importantes obras de infraestructura, como el relleno de sectores centrales de la ciudad, y de otras edificaciones públicas como el Muelle-Aduana proyectado por Maccaferri (Compte, 2007).
La crisis económica coincidió con la inauguración del Palacio Municipal, la última gran obra pública que utilizó el academicismo como expresión del poder estatal. A partir de entonces, las propuestas estuvieron orientadas hacia proyectos en los cuales las ornamentaciones y los detalles se vieron suprimidos o limitados.

LA OFICINA TÉCNICA Y ARTÍSTICA DE PROYECTOS Y CONSTRUCCIONES

En 1925, dos años después de su llegada a Guayaquil, Maccaferri contrajo matrimonio con la italiana Bianca Parodi Cerro. Luego de este acontecimiento, se retiró de la Compañía Italiana de Construcciones y regresó a Milán, donde el 13 de abril de 1926 nació su primera hija, Nella.
Allí, Maccaferri fue testigo del enfrentamiento teórico sobre la arquitectura que mantenía el grupo Novecento contra “los excesos” del Gruppo 7. El primero,creado en 1922 por la escritora y crítica de arte Margherita Sarfatti, defendía la continuidad del clasicismo y cuestionaba al futurismo, además de abogar “[…] por una discreta revalorización, quizá algo más populista o menos intelectual, de los elementos de la historicidad clasicista” (Fernández, 2005, p. 363).El segundo, nacido en 1926 e integrado por Luigi Figini, Guido Frette, Sebastiano Larco y Giuseppe Pagano, entre otros (Benevolo, 1980), defendía una alternativa al racionalismo, como expresión del pensamiento fascista de Mussolini (Fernández, 2005), sin que esto significara una ruptura con la tradición italiana.
Uno de los cuatro artículos que el Gruppo 7 suscribió en el año de su fundación, considerado su manifiesto ideológico, expresaba:

La nueva arquitectura debe ser el resultado de una estrecha adecuación a la lógica, a la racionalidad […] No pretendemos, en absoluto, crear un estilo, pero a través del empleo constante de la racionalidad, de la perfecta coherencia del edificio con los fines propuestos, estamos seguros de lograr, precisamente por selección, el estilo […] Es preciso estar convencidos de la necesidad de crear tipos, unos pocos tipos fundamentales […], es preciso convencerse de que, al menos por ahora, la arquitectura deberá hacerse en parte con renuncias (Benevolo, 1980, p. 620).

Para Leonardo Benevolo, este debate entre tradición y vanguardia que se desarrollaba en la Italia de esos años, se daba en el “[…] aislamiento y la escasez de contactos con Europa [que tenía ese país, además del] […] proteccionismo cultural del régimen” (Benevolo, 1980, p. 619).
En 1927, Maccaferri regresó a Guayaquil y estableció la Oficina Técnica y Artística de Proyectos y Construcciones, primer estudio de arquitectura de la ciudad (Figura 3). Como parte del equipo técnico, se integraron a su oficina los ingenieros Rodrigo Perrotta y Leonardo Guarderas, entre otros, y posteriormente sus propios alumnos: el arquitecto Héctor Martínez Torres y el ingeniero Pedro Carbo Medina. Durante los dos primerosaños, mantuvo la colaboracióncon la Compañía Italiana de Construcciones, para la cual diseñólos interiores de varios salones del Palacio Municipal.


Figura 3: Anuncio de la Oficina Técnica y Artística de Proyectos y Construcciones. Fuente: Aliprandi, H. y Martini, V. (1935, p. 100).

A principios de la década de 1930, y al tiempo que se profundizaba la crisis económica,se inició un periodo de cambios en la arquitectura que se reflejó en edificios con formas simplificadas, ornamentos suprimidos y espacios racionalizados, diseñados por los mismos arquitectos que pocos años antes habían sido radicalmente clásicos. Así, en la arquitectura de Maccaferri, el arquitecto más representativo del momento, se encuentran edificios clásicos, art déco, modernistas, racionalistas y otros que podrían encuadrarse en el clasicismo moderno, en línea con la visión del grupo Novecento.
Dentro de los proyectos clásicos y eclécticos están: el edificio para Marcos Plaza (1927) (Figura 4); los Servicios Higiénicos Municipales del Parque del Centenario y las Lavanderías y Servicios Higiénicos Municipales (1927); la casa del Dr. Víctor Palacios y la casa Von Buchwald (1928); la casa y garajes de Walter Guzmán Aspiazu (1927-1929) (Figura 5); la casa del Dr. Carlos Coello (1929); el edificio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Guayaquil (1930); la casa Lisímaco Guzmán Aspiazu (1935) (Figura 6) y la Capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa del Hospital Luis Vernaza –antiguo Palacio del Hospital General– (1935).


Figura 4: Edificio Marcos Plaza, Boyacá 1002 y Víctor Manuel Rendón, Guayaquil (1927). Fotografía (2017). Fuente: Archivo Florencio Compte.


Figura 5: Casa Walter Guzmán Aspiazu, Panamá e Imbabura, Guayaquil (1927-1929). Fotografía (2018). Fuente: Archivo Florencio Compte.


Figura 6: Casa Lisímaco Guzmán Aspiazu. Luque y Boyacá, Guayaquil (1935). Fotografía (1982). Fuente: Archivo Palo Lee.

Entre 1929 y 1931, Maccaferri desarrolló su actividad profesional en la ciudad costera de Salinas, donde diseñó y construyó las bodegas y dependencias para el Estanco de Sal y la casa Parra. En 1932, la Sociedad Protectora de la Infancia lo convocó para que desarrollara una urbanización aledaña al Barrio del Centenario, con casas de dos plantas en terrenos de 1.000 m², iniciativa que no prosperó. También prestó su colaboración como consultor para la Sociedad Constructora Calero y formó parte del Comité Ejecutivo para la construcción del edificio del Colegio Nacional Vicente Rocafuerte en 1935.
Entre su trabajo de líneas modernas, están la casa Icaza Cornejo, construida entre 1932 y 1933, –primer edificio racionalista del país– y el edificio Bucaram de 1937. Estas obras buscan conservar ciertos elementos compositivos de la tradición italiana, utilizados en un lenguaje moderno. La casa Icaza Cornejo fue concebida con una composición simétrica, donde se evidencia la tradición clásica en sus dos largas columnas sin base ni capitel, que definen el piano nobile, aunque con fachadas desprovistas de ornamentación (Figura 7).


Figura 7: Casa Rodrigo Icaza Cornejo, Argüelles y Nicolás Augusto González, Guayaquil (1932-1933). Fuente: Lee, P., Compte, F. y Peralta, C. (1989, p. 98).

En esta misma línea, se observa el manejo de un lenguaje “clásico en clave adulterada” (Benevolo, 1980) en el diseño que Maccaferri realizó para su propia casa en 1936, sobre la base de un proyecto previo, con capiteles y cornisas, que ajustó y simplificó a medida que la crisis económica del país se agudizaba.
A diferencia de los casos anteriores, la casa Orellana de 1937 (Figura 8) y la casa Solá de 1938 (Figura 9) fueron proyectadas con una composición asimétrica. En la casa Solá aparece un cuerpo semicilíndrico que se inserta delante del prisma que configura el volumen principal, mientras que en la casa Orellana se acentúa la esquina con un tratamiento curvo y un remate similar en la cubierta de la terraza.


Figura 8: Casa Julián Orellana, El Oro 807 y Dolores Sucre, Guayaquil (1937). Fotografía (2006). Fuente: Archivo Florencio Compte.


Figura 9: Casa Solá, Argüelles 113 y Maracaibo, Guayaquil (1938). Fotografía (2010). Fuente: Archivo Florencio Compte.

A mediados de 1938 Maccaferri viajó nuevamente a Italia. Permaneció durante un año en Milán, lugar en el que nació su segunda hija, Luciana, motivo por el cual dejó al ingeniero Leonardo Guarderas a cargo de su oficina y sus construcciones. El panorama italiano con el que se encontró Macafferri había cambiado. Portaluppi había orientado su trabajo hacia “[…] proyectos utópicos emparentables, por ejemplo, con El Lissitzky, tal como el complejo de viviendas y oficinas Hellytown, que elabora en 1926” (Fernández, 2005, p. 365). Por otra parte, ya estaban construidas las obras más emblemáticas de Giuseppe Terragni, como el edificio de viviendas Novocomun (1929), la Casa del Fascio en Como (1932) y la casa Rustici en Milán (1933). Además, el Gruppo 7 había dado paso al Movimento Italiano per l’Architettura Razionale (MIAR), al cual se habían adherido cuarenta y siete arquitectos de distintas regiones del país, bajo la consigna de servir a la Revolución Fascista a través de una nueva arquitectura.
Después de su breve estadía en el viejo continente, Maccaferri regresó a Guayaquil y continuó con su labor de arquitecto y constructor. Sus proyectos eran entonces plenamente racionalistas y tenían una clara influencia de los principios del Gruppo 7, como la casa Giovanni Parodi (Figura 10), los edificios Jouvín, Honorio Cucalón, Manuel Cucalón, VicenzoAndretta (Figura 11), M. E. Cucalón (Figura 12) y la casa Ponce Luque, todos diseñados entre 1938 y 1941. De esa misma época es el proyecto neocolonial de la casa Jorge Bucaram (1941) y una serie de viviendas en el Barrio del Centenario, como la casa López Proaño (1938).


Figura 10: Casa Giovanni Parodi, Chile 500 y García Goyena, Guayaquil (1938). Fotografía (2011). Fuente: Archivo Florencio Compte.


Figura 11: Edificio VicenzoAndretta, Nueve de Octubre y Avenida del Ejército, Guayaquil (1939). Fotografía (2011). Fuente: Archivo Florencio Compte.


Figura 12: Edificio M. E. Cucalón, Malecón y Villamil, Guayaquil (1940). Fotografía (2018). Fuente: Archivo Florencio Compte.

LA PRIMERA ESCUELA DE ARQUITECTURA DE GUAYAQUIL

En Guayaquil, el surgimiento de la Arquitectura Moderna y la constitución del campo disciplinar arquitectónico se iniciaron, prácticamente, de manera simultánea. El propio Maccaferri fundó el 5 de abril de 1929 la primera Escuela de Arquitectura en la Universidad de Guayaquil y dos años más tarde diseñaba la primera casa racionalista del país.
Dicha Escuela se estructuró con un plan de cinco años de estudios aprobado por el Consejo Universitario en 1930. Continuaba, en parte, con la tradición del sistema Beaux Arts y, además, con la de las politécnicas italianas. Es decir, orientaba su enseñanza hacia el conocimiento de los estilos históricos y el estudio del lenguaje clásico, pero con un componente de formación técnica y científica. Además del perfil técnico, las escuelas italianas tenían una fuerte formación en Historia. El propio Terragni defendía una posición bastante ortodoxa en este sentido, cuando afirmaba: “[…] no sólo creemos oportuna una base sólida de la tradición clásica en el estudio de la arquitectura, sino incluso es preferible que, en los primeros años de enseñanza sea bastante más absoluta y exclusiva" (Terragni, 1982, p. 65).
Con estas directrices, el pensum de la Escuela de Arquitectura de Guayaquil se integró con un conjunto de materias estructuradas en cinco grandes grupos: las de representación artística y arquitectónica, las teóricas, los talleres de diseño, las materias técnicas y científicas, y las de ejercicio profesional, con una inclinación muy marcada hacia el manejo de la representación arquitectónica y el conocimiento del comportamiento estructural de las edificaciones y los procesos constructivos.
Las clases se iniciaron a mediados de 1930, con sólo nueve estudiantes y con Maccaferri como único profesor, quien estaba al frente de las cátedras de Dibujo Ornamental de Elementos Arquitectónicos, Dibujo Geométrico de Elementos Constructivos, Nomenclatura Arquitectónica e Historia de la Arquitectura. Héctor Martínez Torres, uno de los estudiantes fundadores, contaba de esta manera lo sucedido en ese primer año:

El profesor Maccaferri se dedicó por entero a lo que era su especialidad: la arquitectura clásica griega, con sus cuatro órdenes arquitectónicos […] Nuestra tarea consistía en dibujar a escala grande, cada una de las láminas del Vignola, utilizando nuestras cartulinas, reglas T, escuadras, compases, escalímetros, borradores, lápices y tiralíneas que los estudiantes teníamos que llevar todos los días. Como es de suponer, la exactitud y precisión de las complicadas molduras, nos exigíagran esmero y mucho tiempo (H. Martínez Torres, entrevista semi-estructurada, 24 de agosto de 2005).

Es decir, se trataba de un proceso de aprendizaje a partir de la imitación y repetición de los órdenes clásicos, que tenía como referente el tratado de arquitectura de Vignola. Tal como lo explica Ana Cravino:

Copiar un modelo al natural o copiar una lámina de un tratado no sólo permitía al alumno adquirir una destreza instrumental sino también internalizar los principios conceptuales del sistema Beaux Arts, reflexionar sobre la belleza, e iniciarse en la composición (2015, p. 193).

Casi al finalizar ese primer año, fueron incorporados como docentes el ingeniero chileno Roberto Espíndola, para la asignatura de Álgebra Superior, y el ingeniero venezolano Francisco Manrique, para Elementos de Construcción de Obra. La presencia de Manrique significó un giro hacia las materias técnicas, el cálculo de los edificios y el fortalecimiento de la formación de los estudiantes como constructores. Por su parte, Maccaferri quedó a cargo de las materias teóricas y proyectuales.
Al iniciar el segundo año de la Escuela en 1931, se incorporaron algunos cambios en el pensum, de acuerdo a sugerencias de Manrique, y quedaron distribuidas las materias de la siguiente manera: Geometría Analítica y Geometría Descriptiva, a cargo de Espíndola, Topografía, dictada por Manrique y Dibujo Arquitectónico, Historia de la Arquitectura y Nomenclatura Arquitectónica, dictadas por Maccaferri.
En el tercer año, se incorporó Arnaldo Ruffilli, Director Técnico de la Compañía Italiana de Construcciones, quien se hizo cargo de la asignatura Estabilidad de las Construcciones y de Hormigón Armado. Por su parte, Espíndola se había sumado además a Cálculo Diferencial y Cálculo Integral. En las otras materias continuaban Manrique, en Elementos de la Ciencia de la Construcción, y Maccaferri, el único arquitecto, a cargo de Composición Arquitectónica, Historia de la Arquitectura y Nomenclatura Arquitectónica.
En 1933, y por sugerencia de Manrique, la Escuela se subdividió y dio paso a una nueva carrera: Ingeniería Civil. Arquitectura e Ingeniería, de este modo, se integraban a la naciente Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas. Ambas se estructuraron con un plan de estudios de tres años comunes y dos específicos, para obtener el correspondiente título de arquitecto o de ingeniero civil. Con esta nueva división, las materias específicas de Arquitectura fueron Perspectiva y Teoría de las Sombras, Proyecto Arquitectónico y Constructivo, Historia de la Arquitectura y Nomenclatura Arquitectónica, todas a cargo de Maccaferri. Sin embargo, aquellos que siguieron ingeniería recibían también las clases de composición arquitectónica.
La situación respecto de la formación en Arquitectura y al énfasis que se ponía en los aspectos técnicos por sobre los arquitectónicos, generaba cierto malestar entre los nuevos alumnos de esa carrera. Así lo expresaba uno de los estudiantes que se había incorporado a la Escuela:

Un hecho trascendente que demostró la supervivencia de los conceptos clásicos sobre la arquitectura, que prevalecían no solamente entre los profesionales sino en general, en la conciencia social, fue la circulación de libros en español de críticos e historiadores de prestigio. Uno de ellos, Sigfried Giedion en su libro Espacio, tiempo y arquitectura, denunció con acierto y profundidad la situación creada en arquitectura y urbanismo por el incremento de la tecnología. [...] Dicha obra, editada en 1940, justamente en la época que entre nosotros se acentuaba el predominio de la técnica por encima de los valores espirituales (Rivas Nevárez [1942] 2013, p. 94).

Finalmente, el 19 de abril de 1938 se graduó el primer arquitecto de la Escuela, Héctor Martínez Torres, quien obtuvo ese mismo día el título de ingeniero civil con su proyecto de Teatro Municipal para Guayaquil.
Maccaferri, por su parte, continuó como profesor en ambas carreras hasta 1942, cuando un hecho fortuito determinó su retiro definitivo del ejercicio profesional y de la docencia.

SU RETIRO DE LA ARQUITECTURA

El 13 de mayo de 1942, un fuerte terremoto de 7.9 de magnitud en la escala de Richter afectó Guayaquil (Villacrés, 1999) y ocasionó el derrumbe de varias construcciones en el área central de la ciudad. Uno de ellos fue el edificio Manuel Cucalón, donde funcionaba la Clínica Arreaga Gómez, hecho que dejó más de una decena de personas fallecidas al quedar sepultadas bajo los escombros. La catástrofe significó un punto de quiebre en la vida de Maccaferri al verse señalado como responsable, ya que él había diseñado y dirigido la obra. En la prensa de la ciudad se exigía que se asumieran responsabilidades de la siguiente manera: “Es muy posible que se quiera explicar técnicamente estos fracasos constructivos, pero Guayaquil entero lo exige y prontamente, pues no establecer responsabilidad en este caso significa que la profesión de ingeniero sigue sometida al más desconcertante empirismo” (El Universo, 14 de mayo de 1942, p. 1).
Poco después del incidente, se presentó ante la Corte Superior de Justicia de Guayaquil una demanda contra Maccaferri por responsabilidad civil y penal, y fueron designados como peritos de la investigación el arquitecto Héctor Martínez Torres y el ingeniero Pedro Boloña Rodríguez, sus antiguos alumnos. Ambos determinaron que el derrumbe del edificio se debía a la mala calidad de los materiales utilizados.
A pesar de que al comienzo se establecieron las responsabilidades legales en contra de Maccaferri, más tarde se demostró su inocencia, ya que durante la construcción del hospital se encontraba en Italia con motivo del nacimiento de su segunda hija. Por ese motivo, la dirección y la responsabilidad de la obra habían quedado a cargo de Leonardo Guarderas. A pesar del fallo favorable, Maccaferri decidió abandonar la profesión y la labor académica.
Finalmente, en 1958, fue invitado a formar parte, como uno de los once profesores fundadores, de la Escuela Superior Politécnica del Litoral, para dictar la materia de Dibujo Técnico e integrar el Departamento de Ingeniería.
Se puede apreciar, gracias a la historia de su vida y a la amplitud y calidad de la obra de Maccaferri, una diversidad compositiva que va desde el uso del lenguaje clásico y el art nouveau, hasta el lenguaje moderno, del que fue pionero en Ecuador. Como se ha visto, cumplió un rol fundamental en el desarrollo de la arquitectura en tanto nueva disciplina. Los hechos aquí expuestos permiten afirmar que Maccaferri es, sin lugar a dudas, el arquitecto más destacado de Guayaquil de la primera mitad del siglo XX.

NOTAS

1. En 1886 el francés François Hennebique patentó un sistema integral de construcción en hormigón armado bajo el nombre de “Sistema de forjados tubulares de hormigón reforzado con elementos de hierro”, que se materializó en su empresa parisina siete años después.

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