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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

On-line version ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.49 no.2 Buenos Aires Dec. 2019

 

ARTICULO

Niveles de vida. Dimensiones de lo biográfico.

Levels of life. Biographic dimensions.

Rita Molinos *

* Arquitecta y Doctora en Arquitectura por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Profesora Titular Regular de Historia de la Arquitectura I-II-III por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU-UBA). Investigadora Principal del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” (IAA-FADU-UBA) y Directora del proyecto “Iconotextos en la biblioteca. Conocimientos disciplinares y saberes del Estado en el repositorio del Ministerio de Obras Públicas a inicios del siglo XX”.

Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo”. Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Universidad de Buenos Aires. Intendente Güiraldes 2160, Ciudad Universitaria, Pabellón III, 4to Piso (1428) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Email: rmolinos@fadu.uba.ar

RECIBIDO: 8 de marzo de 2019.
ACEPTADO: 11 de marzo de 2019.


RESUMEN

La biografía comprende la historia de una vida individual o colectiva, la configuración narrativa que se ocupa de esa historia y la escritura de esa narración, y puede ser considerada como campo, género y recurso. Bajo la propuesta de François Dosse, las edades de su producción (y consumo) han tenido distintas articulaciones, enfoques y acentos y han mantenido distancias, divergencias y coincidencias con el pensamiento de los historiadores. Los formatos editoriales y el afán biográfico (aún más en el ámbito disciplinar de la arquitectura) han dado por resultado rígidos formatos en los que el nombre y el canon hegemonizan la escritura mientras quedan suprimidos, entre otros elementos, los planteos de la investigación biográfica.

Palabras clave: biografía; historia; formato; canon.

ABSTRACT

Biography includes the history of a life (individual or collective), the narrative configuration that deals with that history and the writing of that narrative, and can be considered as a field, genre and resource. Under the proposal of François Dosse, the ages of its production (and consumption) have had different articulations, approaches and accents and have maintained distances, divergences and coincidences with the thinking of historians. The editorial formats and the biographical eagerness (even more in the disciplinary field of architecture) have resulted in rigid formats in which names and canon hegemonize writing while suppressing, among other elements, the approaches of biographical research.

Keywords: biography; history; format; canon.


Las acepciones de la voz biografía del diccionario de la Real Academia Española (RAE) definen tres unidades de inmediato enlazadas en un bordado sutil: la historia de una persona, la narración que se ocupa de esa historia y el género literario al que pertenecen los escritos de esas narraciones. La secuencia de ese bordado sería: los hechos y vicisitudes de una vida, luego la forma en que se ordenan aquellos o cómo prefigura esa vida el relato, y la tercera, exclusivamente alojada en el campo del hacer de la escritura. Esta secuencia, claro, se sostiene en el presupuesto acerca de un sentido de veracidad: ha existido esa vida sobre la que se da cuenta, han sido relevados los hechos que jalonan la narración y el correlato documental es comprobable. En la ficción, el apetito de narrar viene a barajar esas instancias, y obedece tanto a la existencia a la bios (βίος) del escritor como a la imaginaria existencia del personaje relatado. El campo de la historiografía compete a las tres, aunque las dos últimas son las que confieren cuerpo a lo que se brinda a la lectura. La trama y la urdimbre quedan dispuestas para los sentidos con los que se la aborde: desde la ingenua del coleccionista de datos para el recuerdo hasta la del lector que la observe con ánimo de reconfiguración.
Toda historia de la arquitectura incumbe a vidas individuales y colectivas, aunque no quede expresado en los términos de sus formulaciones narrativas o en la más o menos tersa superficie de los textos. Hay vidas y formas de reconocerlas o interpretarlas detrás de las grafías.
Los analistas teóricos y críticos del campo biográfico no han dado mayor relevancia a las narraciones de vidas de arquitectos y no es la intención de este texto reclamarla. Por otra parte, esa compleja construcción del género y de su debate comprende las decisiones, preguntas y certezas de los autores biografistas (frecuentemente no explícitas) y alcanzan también, necesariamente, a la problemática de la lectura que observa las dimensiones y planteos de la práctica biográfica.
El uso del recurso biográfico dentro de la escritura acerca de la historia de la arquitectura se ha dado (y previsiblemente, se dará) en buena parte al obedecer a oportunidades editoriales, que suponen apetencias o necesidades de lectores, ya como públicos activos, demandantes, ya como carentes de informaciones convenientes. Esa producción, se infiere, obedece a una serie de hipótesis acerca de materiales relevantes, documentos, datos y argumentos cuya publicación, cuando no publicidad, resultarían pertinentes y adecuados para la enseñanza, la difusión o la crítica. Los autores, condicionados por los formatos en cuanto a repertorio y extensión de los contenidos, han dejado tácitos los conflictos propios de este hacer historiográfico. Estas notas se proponen como una observación de ese recurso y se apoyan en la lectura del texto de François Dosse El arte de la biografía (Dosse, 2007), y en otros trabajos que discuten el campo de lo biográfico, y atiende a producciones cercanas y experiencias propias (y biográficas) que se suponen pertinentes, sea por su tipicidad, sea por su singularidad respecto de la historia disciplinar.
Desde una voz para un diccionario hasta un fastuoso volumen monográfico exclusivo, las biografías de arquitectos se acomodan a formatos en los que prima la información de referencia. Una entrada a una enciclopedia, una nota necrológica, un libro sobre la trayectoria de un estudio o un paper monográfico, las autobiografías y las memorias implican un caudal de subgéneros propios de la cuestión biográfica.

LARGA HISTORIA DE LOS HÉROES

La biografía, según Dosse, nacida a la par de la historia, parece tener una falla de origen y un devenir sinuoso. Su estatus, híbrido entre la erudición y la vocación novelesca (Dosse, 2007, p.18), la hizo atravesar fases de poca adecuación, solidez y aptitud científica, sospechada de género menor en relación a la disciplina mayor, la historia (tampoco ésta indiscutible).
Entre lo literario, lo editorial y lo historiográfico, Dosse ha seguido los rastros del devenir del ejercicio biográfico y ensayado una periodización, al observarlos bajo categorías de propósito (incluso, muy especialmente, de encomienda o empresa) y de disponibilidad para los lectores. Los períodos que propone no implican fases de un argumento evolucionista, sino que cada uno corresponde a la modalidad predominante en la producción biográfica. Así contempla una “edad heroica”, una “modal” y una “hermenéutica”, en cierta relación con lo que Daniel Madelénat, había caracterizado en 1984 como una primera biografía clásica (hasta el siglo XVII), una romántica (entre el XVIII y los albores del XX) y finalmente la biografía moderna, nacida del relativismo y de los aportes de la sociología y del psicoanálisis (Dosse, 2007, p. 17). Puede entenderse que algunos aspectos propios de una modalidad perduren bajo otra, bien explícitamente, o bien bajo la deriva de las figuras que la escritura o la lectura propongan. En consecuencia, El arte de la biografía no está cifrado en una monolítica sucesión cronológica, aunque así lo sugieran los títulos de los cuatro capítulos centrales, precedidos por uno de encuadre teórico acerca del “género impuro” y rematados por otro acerca de la biografía intelectual y la historia del pensamiento, el campo del saber del autor. Los hilos que propone a lo largo de estos cuatro capítulos sobre las tres edades se despliegan sobre gran cantidad de biografías y biógrafos, por lo que algunos conceptos parecen retomarse o desplazarse. Así se producen retrospecciones o apariciones in media res de algunos de ellos, por lo que el índice onomástico y el índice general son paratextos importantes como herramientas de relectura de esta obra.
En la (larga) edad heroica, durante veinticuatro siglos, el afán biográfico coincidió en inscribir a los sujetos de la biografía “contra la voracidad del tiempo” (en palabras de Giorgio Vasari, en su proemio a Vidas).1 En efecto, con distintas declinaciones que la cultura impuso acerca de la ejemplaridad de la vida narrada –sagrada existencia, heroica acción, política magnanimidad o artística genialidad– el biografiado fue destacable y singular para una historia entendida como una enseñanza para el presente y/o el futuro. La “edad modal” –a caballo de los siglos XIX y XX– coincidió con la crisis del género y derivó hacia una descentración de la singularidad del sujeto biografiado, con la emergencia de su representatividad respecto de un conjunto social. Por último, la edad hermenéutica precipitó la comprensión de la unidad por lo singular, con una mayor reflexividad transformadora de la producción biográfica.
Las biografías de la Grecia clásica ofrecen ya los rastros de una primera trayectoria de distanciamiento respecto a la historia. Según Arnaldo Momigliano, Dosse subraya que se estabilizó en la época helenística la caracterización de la noción de bios, que implicaba la vida y el modo o la manera de vivirla, y que el interés se canalizó por el ejercicio del encomiun, un relato pedagógico amarrado tanto en lo verdadero como en lo imaginario, asunto de consumo más popular que la historia, de tipo aristocrático. Las ciudades griegas no habían favorecido hasta ese momento el elogio fúnebre porque impedían a los oradores la mención de los nombres propios de los muertos en batalla: el énfasis se dirigía sobre la identidad colectiva de los ciudadanos (Dosse, 2007, pp. 104-106).
Más tarde, las binarias oposiciones de las vidas paralelas de héroes griegos y romanos, inspiradoras de ideas para la acción, obedecieron al símil frecuente en Plutarco del acercamiento a través de un retrato ejecutado pictóricamente; ambos, pintor y biógrafo, deben ser fieles pero también creativos en su oficio (Dosse, 2007, p. 109). Es decir –y ese es el punto del género híbrido de la biografía–, que la necesidad de verdad y la vocación de autoría están aún en tiempos de la historia magistra.
¿Cómo pueden revisitarse estos documentos? ¿Cómo trabajar y cómo volver a escribir sobre las biografías disponibles signadas por esa hibridez? La especialista mexicana en letras clásicas Aura García - Junco Moreno señala:

La dificultad historiográfica que supone realizar una biografía de cualquier personaje histórico que haya devenido personaje literario. Capas y capas de aseveraciones arbitrarias se sobreponen a los pocos datos fidedignos que existen y se vuelven imposibles de separar por completo (García-Junco Moreno, 2015).

Los documentos hagiográficos cristianos aportaron, a ojos de Dosse (que abreva en Michel de Certeau) el valor del testimonio de una trayectoria de experiencia epifánica, revisitable en un “hoy litúrgico”, que por sobre la temporalidad histórica supone un señalamiento de sucesivos lugares sagrados (Dosse, 2007, pp.119-120). ¿Cómo no pensar en la sucesión de locaciones de la Bauhaus o las mudanzas de Frank Lloyd Wright en la memorización de datos durante nuestra experiencia como estudiantes de grado?
El proceso tardomedieval siguió el curso de una laicización, y las biografías caballerescas –en general, obras por pedido–  dieron cuenta de la “identidad de un linaje” vinculado con la historia de un territorio. Sus héroes, munidos por la decisión individual, ánimo singular y determinación, pueden ser objeto de la protección divina porque la inspiran. La problemática de la “grandeza histórica” del héroe es mirada por el autor a través de los planteos decimonónicos de Jacob Burckhardt. La ejemplaridad y la genealogía hacen a la “afirmación de una conciencia de sí de un grupo social”. De acuerdo con Elisabeth Gaucher, se señala que la focalización del relato puede verse muy cerrada sobre el héroe (modelo hiperbiográfico) o puede dar cuenta de sus lazos, vínculos y medio a partir de una memoria colectiva, que se volcó luego en la escritura (Dosse, 2007, pp 135-136). La deriva dosseana por los perfiles heroicos (acaso, como en otros, excesivamente francocéntrica), arriba al retrato del héroe revolucionario de fin de siglo XVIII y remata con el registro de Thomas Carlyle y la personificación de lo universal en clave romántica: héroe como divinidad, como profeta, como poeta, como sacerdote, como hombre de letras, como rey.
Frente a los “grandes hombres”, en especial desde de la Ilustración, la tradición de los héroes cayó en cierta obsolescencia (o, visto con mayor detalle, en una relativización). Esta línea argumental llega, con sus debidas reformulaciones, hasta la actualidad: se puede pensar, por ejemplo, en la épica de la narrativa histórica. Los subgéneros, como el elogio fúnebre oficial o la idea de panteón de figuras patrióticas (bajo una cierta multifocalidad resultante de la constelación de biografiados / biografiables), atraviesan o se asocian a esa línea.
Una de las temáticas ampliamente tratadas del texto de Dosse, acaso como preanuncio del cercano fin de la edad heroica, es aquella sobre la vida de los artistas. Tenía ya antecedentes y tendría luego larga vida. Esa extensión pone al lector frente a un campo amplio, inaugurado con acentuada intención por Vasari. El germen heroico de la biografía sobrevivirá y sobrevolará a los altibajos de la valoración historiográfica acerca del género. El ejercicio biográfico es una construcción de grandesvidas, ya que fija un salto de escala (en relevancia y de temporalidad) más allá de su propósito, por su efecto. En cierto modo, una observación que Dosse hace de Vasari preanuncia rasgos de futuras biografías:

Su yuxtaposición de pintores se efectúa según una lógica diacrónica, sostenida por la idea de una progresión siempre hacia mayores grados de perfección según una concepción teleológica. A partir de un cúmulo de técnicas y gracias a un enriquecimiento progresivo, la creación es llevada hacia una realización más lograda de la belleza (Dosse, 2007, p. 169).

Este enfoque fue tomado de André Chastel, director y comentarista de las Vidas, quien vio en el toscano al creador de la historia del arte como disciplina.
Al situarse en el territorio de la historia del arte (con un ordenamiento de las edades más relajado), el autor comenta que historiadores de este campo como Edwin Panofsky “atribuyen al registro biográfico una pertinencia explicativa” y recuerda el estudio basal sobre el abad Suger, las ideas escolásticas y el surgimiento de la arquitectura gótica (Dosse, 2007, p. 170). La cita del alemán que transcribe: “es más o menos como si un presidente de los Estados Unidos hubiera hecho que Frank Lloyd Wright reconstruyera la Casa Blanca”, puede ser entendida como una anécdota dentro de otras (el “carácter `monstruosamente vanidoso´ del abad”) o bien observada como un mandala del recurso biográfico. Los enfoques sociológicos, histórico-sociales, de erudición específica (por ejemplo, musicológica, con respecto a compositores) y de cruces disciplinarios, problematizaron posteriormente la genialidad y la grandeza; así, las últimas series que trata Dosse apuntan a la visión y la comprensión biográfica por la pluma de pares.

FORMAS DE VIDA

Mutación, ataque y eclipse, son los términos clave con los que plantea una “edad modal” de la biografía, un segundo tiempo. La emergencia de las ciencias sociales en conjunto y los cambios producidos en el campo historiográfico hicieron que, entre otras cuestiones, la fórmula tradicional de historia magistra vitae perdiera validez; el progreso y el futuro podrían prescindir de ella y la legitimidad de la observación del pasado se vinculó con nuevos planteos y objetivos. El estudio de la escala individual perdió pertinencia y su impronta pareció anecdótica. La biografía quedó en manos de aficionados, subraya Dosse, y señala que debería relativizarse el quiebre de Marc Bloch y Lucien Febvre, puesto que la historia académica ya la había abandonado en el siglo XIX. Ejemplos del cambio de estatus académico del género en sí mismo y como recurso (que anteceden a la escuela de Annales) son Émile Durkheim, respecto a la comprensión social del suicidio –aceptablemente algo propio del plano individual y hasta íntimo–,  y aún el anterior programa de François Simiand de despojar a la historia del “ídolo biográfico”. Con palabras de Jacques Revel, argumenta: “en todo caso, [la biografía] perdió el carácter de evidencia que fue suyo durante siglos” (Dosse, 2007, p. 184). La cuestión biográfica, la observación meticulosa de Annales y de sus fundadores en relación con la deriva de la historiografía francesa y la historia de la cultura académica europea, son temas a los que Dosse les ha prestado especial interés en su producción.2 Por ello, la “edad modal”, no extensa en la cronología, despliega una filigrana densa acerca del debate sobre el género con otras disciplinas en el siglo XX. El marxismo y la antropología contribuyen en ese planteo a sucesivas denostaciones de la lógica individual, que aún pende sobre el pensamiento historiográfico, a pesar de los combates de sus figuras más relevantes. El estructuralismo, en el terreno historiográfico, despojó a la individualidad del plan narrativo (la referencia inevitable de Fernand Braudel y su prácticamente metafórico Felipe II)3, y en la literatura sostuvo la libertad crítica del público lector (un lector con dimensión plural y un Roland Barthes que sentencia a muerte al autor). “El nacimiento del lector debe pagarse con la muerte del autor”4 es la frase que el autor de El arte de la biografía cita como epítome de una obra que abandona el interés del escritor por el de la interpretación de quien lee.
Hasta aproximadamente la década de 1990, el “eclipse” redundó entre otros efectos, en la ausencia o pobreza de entradas en el Diccionario de ciencias históricas5 o de voces en La nouvelle histoire (Le Goff, 1978) referidas al género y a los sujetos individuales. La intencionalidad científica de los historiadores se dirigió en cambio a las variables manejables cuantitativamente. El concepto de “ilusión biográfica” (Dosse, 2007) de Pierre Bourdieu atacó también la pertinencia del ejercicio biográfico, aunque Dosse encuentra en la revisión de los papeles póstumos del sociólogo –orientados a “desanimar las biografías y a los biógrafos”–  indicios plenamente contradictorios, por lo que constituirían, sin más, una autobiografía.6 Diversas reconsideraciones de la “ilusión biográfica” se dieron en el campo mismo de la sociología, desde el ensayo teórico (con Olivier Schwartz y la “dimensión barroca de la biografía”, que modera la impertinencia de su ejercicio) a la revalorización de obras de la escuela de Chicago, en donde la historia de una vida fue vista como integrada a un “mosaico” social (Dosse, 2007, pp. 200-202).
Dosse agrupa como biografía social,  una serie de experiencias de historiadores en las que el recurso biográfico da cuenta de un contexto, un momento, una categoría social, como una suerte de ilustración de algo más grande o de mayor relieve que se quiere narrar. Y señala dos textos publicados en 1989: La biografía, esa minusválida de la historia de Marc Ferro y Los usos de la biografía de Giovanni Levi, como claves analíticas de este tiempo “modal” del género, según la caracterización de este último sobre el propósito de ejemplificación de lo social. Ilustración y ejemplificación conllevan, en algunos de los casos pacientemente comentados por Dosse, una combinación de nuevos objetos de estudio y cambios en los métodos sobre fuentes y documentos (estadística y prosopografía incluidas) que dio frutos disímiles, tanto en el ámbito de la historia romana y tardo medieval como sobre grupos no visibles en la historia tradicional, o para particulares momentos del siglo XX: trayectorias de familias obreras, mujeres universitarias o voces de diccionarios de militantes.
Deja planteada, sin embargo, una advertencia sobre el corto alcance de algunos trabajos (meramente) ilustrativos: son aquellas en las que el panorama social determina la vida y –sin tensiones– la explica.

OTROS MODOS DE VIDA

La tercera edad corre casi superpuesta con la que se había denominado como “modal”. Parece un ordenamiento del campo del género por casos que permiten cartografíar los intereses intelectuales contemporáneos.
Jean-Paul Sartre (antes mencionado por Dosse como señal de que no todo se había encaminado según la perspectiva social sino que, a pesar del eclipse de la biografía, lo individual era considerado desde otros ángulos) aparece como primer elemento en la constitución de ese ordenamiento. ¿Desde cuándo se da la vocación o el deseo de Sartre de ser biógrafo? se pregunta, y despliega el caso de lo que llama biografía existencialista que conjuga –como deja ver en la pregunta– los trazos de un bosquejo de biografía intelectual del autor de El idiota de la familia. Los personajes de sus obras, el desarrollo de su pensamiento y los materiales relevados a través de los biógrafos de Sartre son minuciosamente convocados para situar el modo sartreano de concebir lo biográfico entre distintas ciencias humanas y según un plan fenomenológico y existencialista. Pero si la libertad para Sartre “es el ser humano que saca a su pasado del juego al generar su propia nada”, Dosse corrige esa separación respecto de la historicidad y recurre a uno de sus propios sujetos de biografía: Paul Ricœur, quien en Historia y Verdad ve a partir de la finitud algo que supera el acto anulador sartreano (Dosse, 2007, pp. 233-234).
El segundo elemento es el de los relatos de vida. Abreva en Philipe Lejeune (1980) para el señalamiento de estos relatos así agrupados como conjunto, pero que no se ajustan exactamente al género biográfico. La denominación los distingue también de la autobiografía. El caso de Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, es presentado en su trayectoria editorial y de consumo lector en Francia, donde bajo su influencia se da un puñado de textos de ese orden. Reconoce las investigaciones de la escuela de Chicago y de la propuesta de historia oral en Columbia como antecedentes de lo que a partir del mayo francés propondría que la historia diera voz en su relato a los oprimidos, los “sin-voz”. Una historia oral, militante, del tiempo presente y contestataria, caracterizada por Danièle Voldman como un “período historiográfico […] de 1950 a 1980” (Dosse, 2007, p. 240).
La potencialidad de los relatos de vida y de la dimensión autobiógráfica (en nuestro medio el aporte de Leonor Arfuch es significativo), las técnicas de investigación y de interpretación, volvieron a poner a la biografía en la agenda científica; “Dieron al método biográfico un valor heurístico” (Dosse, 2007, p. 243). La sociología experimentó una “moda biográfica” que sumó a la lectura diacrónica (de lo acontecido) y a la sincrónica (temática) una tercera lectura de dimensión simbólica que “descentra” al analista de texto biográfico. El aporte de la memoria y la cita testimonial dieron a la escritura biográfica huellas de vida, el discurso de “lo vivido” con valor veritativo, no solo por la información sino por hacer transparente el modo de valorar la propia experiencia y hablar sobre ella. Este es un asunto no libre de discusiones, ya que el efecto de la cita autentifica que se ha enunciado algo, aunque no la verdad de lo enunciado.
La “excepción normal” es el tercer elemento; el oxímoron de la etiqueta viene de Edoardo Grendi,7 reconocido en otros ámbitos como padre de la micro-historia social (Levi, 2012-2013, p. 34). Ante la pertinente y necesaria mención de El queso y los gusanos, Dosse va tras las preguntas que se hizo Carlo Ginzburg para la historia publicada en 1980 a partir de su propio testimonio. Recurre tanto a lo explicitado en la introducción al libro como a una entrevista publicada en 2003: “¿puede identificarse un individuo por sus huellas digitales? Solamente desde el punto de vista de la policía” (Carlo Ginzburg, 2003, p. 122). Dado el planteo de Ginzburg sobre los rastros de los escritos procesales y los propios del molinero Menocchio, no sólo debió reconstruir la biblioteca del molinero friulano sino preguntarse cómo la leía (Ginzburg, [1976]1981), aún cuando luego quedará de manifiesto que su cultura no podría explicarse como reflejo de otra más alta sino por una propia tradición y transmisión con cierta independencia.
La biografía para la microhistoria no ilustra los modos y prácticas de un grupo social, ni se dirige a buscar “fenómenos marginales”. Entre las normas del contexto y la racionalidad que supone para la lectura del comportamiento de los sujetos, el individuo puede actuar con libertad e incoherentemente. “Nos lleva a preguntarnos sobre el tipo de racionalidad establecida por los actores de la historia”, sugiere al retomar a la biografía y sus usos según Giovanni Levi (Dosse, 2007, p. 253).
Sabina Loriga, en su tesis de 1990 acerca del ejército piamontés en el siglo XVIII, experiencia biográfica en la que aplica un enfoque “coral” para ese microcosmos, invierte el esquema de panóptico foucaultiano respecto al espacio institucional de la fuerza respecto de sus integrantes, una operación semejante a la de Ginzburg respecto a la dirección de transmisión entre cultura culta y popular.
La revisión de esta “excepción ordinaria” lleva a Dosse a reconocer antecedentes en los que se trataron personajes cuya trayectoria tuvo como escenarios mundos o experiencias extremadamente conflictivas. Así menciona el Arnaud de Brescia publicado en 1954 por Arsenio Frugoni, maestro de Ginzburg, y luego a Michel de Certeau. Sin proponerse estrictamente como biógrafo, el investigador jesuita escribió su tesis doctoral de 1956 sobre Jean-Joseph Surin, místico del siglo XVII, y más tarde, en 1963, una monografía sobre René D´Argenson, tratadista místico e intendente de Luis XIII. También considera cercana en método La posesión de Loudun de 1973, en la que Michel Foucault presenta a Pierre Rivière, un parricida, y los documentos de dos tipos de discurso, el de la justicia penal y el de la psiquiatría.
El proyecto de Foucault para la editorial Gallimard a fines de los setenta abre la última serie de trabajos de esta categoría de excepcionalidad, con un vínculo más extraño con el concepto de lo ordinario: las vidas paralelas, en las que se proponen biografías de excluidos, las vidas de hombres infames, vidas oscuras y divergentes, vidas tan paralelas que nadie puede ya unirlas. La fugaz colección dedicó el segundo trabajo al arquitecto de los Hospicios de Beauvais, Henry Legrand, luego internado en hospitales psiquiátricos y autor de Historia general de París, además de 15000 páginas escritas en clave e ilustradas, relacionadas con una sociedad secreta de un culto místico erótico.8 Bajo esta estela historiográfica francesa, y con  discursos de institucionales y privados como recurso, otros trabajos enfocaron personajes olvidados (¿extraordinariamente olvidados?), que no encajaron en las previsiones de identidad de conjunto ni de sector social, o condenados por la justicia.
En la sección “La biografía a prueba de lo imaginario”, se ocupa de aquellos proyectos más pretenciosos: “biografías totales y definitivas”, deconstrucciones sucesivas de etapas y aristas de una vida singular. Trata también de quienes ejecutaron esos proyectos, de los aspectos biográficos de los autores, con especial interés sobre Jacques Le Goff y su Saint Louis, obra de 1996. Dado el conocido alineamiento del medievalista en contra del género, resulta deconstruido por Dosse en función del planteo y desarrollo de una enorme biografía, así como respecto a un segundo ejercicio de este tipo, su Saint Françoise d᾿Assise. En esa línea, el antecedente de Peter Brown y su San Agustín de 1966 deja a la vista la difícil tarea de historizar la producción biográfica. Una y otra vez, Dosse señala obras con paralelo temático que preceden lo que en apariencia es novedoso. Como la obra de Ernst Kantorowicz sobre Federico II, contemporáneo del rey de Le Goff. La biografía aparece “como un palimpsesto en la medida en que, frente a la realidad atestiguada desde el nacimiento a la muerte, se debe desenterrar otra historia, la de los sueños y los deseos, la verdadera relación íntima con el mundo” (Dosse, 2007, p. 296).

LA DOBLE VIDA DE LA EDAD HERMENÉUTICA

Un segundo capítulo se destina a la “edad hermenéutica”. Contra los grandes hombres o vidas ilustres, aparece el interés por el hombre común, del pueblo, de lo colectivo. Alain Corbin y Le monde retrové de Louis - Françoise Piganot, de quien no había otro registro que el de las fechas de nacimiento y muerte, el sitio de residencia, su oficio de fabricar zuecos, su altura, su casamiento y descendencia. El trabajo de Corbin es metabiográfico, a la vez que reconstruye el mundo de su personaje: el ambiente (ni urbano ni totalmente campesino), el supuesto de tratar sobre un “hombre-tipo” de la región pero con la meta de “volver a dibujar una vida, imaginar las relaciones afectivas que la animaron y las formas de sociabilidad que marcaron su ritmo”; hasta dónde conjeturar a partir de archivos ad hoc y trabajos monográficos pertinentes, el alcance de su certidumbre y el preguntarse cómo plausiblemente haya sido esa vida (Dosse, 1998, p. 63).
Archivos discontinuos, objetos frágiles, cartas íntimas, fragmentos que dan cuenta de individuos sin relieve, obreros despedidos o militantes, dan lugar a este subgénero, cuyo producto más impactante es el desarrollo de un Diccionario biográfico del movimiento obrero francés, proyecto de Jean Maitron que tomó varias décadas desde su inicio en 1955 hasta la publicación del último de sus volúmenes en 1993, a cargo de sus sucesores en la empresa. Una producción colectiva sobre la biografía colectiva.
La atención sobre biografemas de Roland Barthes agrega una apostilla acerca de la “edad hermenéutica”. Gira en torno de una multifocal escritura autobiográfica signada por su propio devenir conceptual, los ejercicios de memoria, la reflexión sobre fragmentos que lo aluden y su propio cuerpo. Dosse vincula el pasado del Barthes biógrafo (sobre Jules Michelet) con la estela posterior analítica sobre Barthes y el género biográfico y la continuidad –más en clave literaria que histórica– del ejercicio biografema, como en Julian Barnes.
En el seno de las ciencias políticas, sensible tanto al giro historiográfico como a la “ilusión biográfica”, se produjo un interés académico y editorial que produjo nuevas series y casos de biografías. A partir de las imágenes de personajes políticos (en particular de aquellas icónicas) se modelizó una para la deconstrucción de problemáticas pertinentes hacia el encuentro de núcleos significativos de la singularidad individual y del grupo identitario (resulta de inevitable asociación Peter Burke y La fabricación de Luis XIV).
El psicoanálisis y la biografía tienen en común el poner en palabras el pasado aunque tengan distintos propósitos y campos. Sigmund Freud “ejerció a su manera el género biográfico” subraya Dosse ante Moisés y el monoteísmo, de 1939, y ve un nuevo régimen de historicidad, en donde coexisten (“se coextienden”, dice el autor) varias temporalidades en la experiencia del presente. Una serie de textos de discípulos freudianos habilitó el reconocimiento de los psicohistoriadores, con énfasis en la atención a los rasgos patológicos. Cabe conjeturar que Dosse deja implícito que la diferencia con los casos de “excepción ordinaria” reside en la cuestión del régimen de historicidad. Jean Starobinski y Saul Friedländer plantearon el aporte de la psicobiografía en la década de 1970: la articulación de elementos heterogéneos, la diferenciación de niveles de análisis y el interés por ejes problemáticos, aunque no sin riesgo de reduccionismo o de que el comportamiento individual anule la atención acerca del comportamiento social (Dosse, 2007, pp. 333-339).
Va de suyo que el biógrafo no debe salirse de su eje de historiador, o que debe recuperarlo y que la vida es más que sus conflictos psicoemocionales. Y que la psicotransferencia forma parte de la constelación de dilemas que cada intento biográfico debe enfrentar. Para darle mayor cuerpo a estas cuestiones, Dosse cierra la temática hermenéutica con “la metamorfosis de la identidad narrativa”. Se remonta a Wilhem Dilthey y al concepto de Erlebnis, es decir, a recrear o revivir la experiencia histórica, para lo que es necesaria la empatía, y plantea la pregunta acerca de que si se puede producir a partir de ella un conocimiento objetivo. Esto recuerda a Jorge Luis Borges frente a su proyecto biográfico de Evaristo Carriego: “que un individuo quiera despertar en otro individuo recuerdos que no pertenecieron más que a un tercero es una paradoja evidente. Ejecutar con despreocupación esa paradoja es la inocente voluntad de toda biografía” (Borges, 1974, p. 113). Para Dilthey, la implicación subjetiva del biógrafo con el biografiado es una necesidad que abona el abordaje del conocimiento (la de Borges es un camino que le permite dar cuenta de narrar la historia de Palermo). Dosse recurre a Ricœur y su noción de ipse o ipseidad, una mismidad, un núcleo no cambiante a pesar de toda experiencia, contrario a la identidad. El asumir un ῾sí mismo como otro᾿ es apuntar a fundirse el uno con el otro, no una analogía exterior,síel dar crédito de y a una existencia (el “ejecutar esa paradoja”). En el proceso biográfico, tanto para Dilthey como para Dosse, la interacción constante entre persona y mundo abre sucesivamente un haz de trayectorias posibles, y el biógrafo media, en consecuencia, entre dimensiones endógenas y exógenas. Matías Finger propone que la biografía pertenece a las ciencias hermenéuticas y que su saber queda mediatizado por lo preconcebido por el intérprete. Respecto de la temporalidad, para el enfoque hermenéutico la heterocronía y la densidad temporal priman sobre la linealidad y se asume la conciencia a posteriori, que incluye también la vida póstuma del sujeto biografiado. Más relevante que su bios, en casos como Juana de Arco, una larga historia póstuma es tanto más compleja que una biografía estrictamente heroica, según muestra Colette Beaune en 2004, con la constitución de la leyenda en el consumo simbólico de la cultura francesa. La  biografía como campo de investigación ya no ofrece una imagen reflejada unitaria o una construcción cronológica lineal, sino que aparece lo múltiple, lo heterocrónico, un conjunto de diversidad de fragmentos (Dosse, 2007, pp. 358-363).
El título del último capítulo, acerca de la biografía intelectual, puede entenderse como el marco de buena parte del propio trabajo historiográfico del autor: las biografías de Paul Ricœur, de Michael de Certau, aquella “cruzada” de Gilles Deleuze y Felix Guattari o la de Pierre Nora (Dosse, [1987] 2006). Si los hombres de acción ocuparon desde siempre los afanes de los biógrafos, los intelectuales implican un doble desafío: el de dar cuenta de la vida del pensamiento a través de las obras y el de vincularla (en qué medida y en qué forma) con la trayectoria vivida. Más allá de que personajes como Henri Bergson se hayan resistido en torno a convertirse en objeto biográfico:

Invariablemente he afirmado que la vida de un filósofo no arroja luz alguna sobre su doctrina y que no es asunto público. Tengo horror a esa publicidad, en cuanto a mí se refiere, y siempre lamentaría haber publicado obras, si esa publicación atrajera la publicidad (Dosse, 2007, p. 377).

La curiosidad contemporánea sigue atenta al mismo tipo de aproximación fragmentaria y anecdótica que se remonta a Diógenes Laercio, acerca de la unión entre pensamiento y vida de los filósofos. Además del valor de la escritura de divulgación como umbral de acceso a los problemas contemporáneos a través del combate moral atravesado por sus figuras, el abordaje de la biografía intelectual ya presenta un plus en el campo de trabajo específico del género. Cuándo y cómo se procede a la vinculación entre las obras de pensadores y la trayectoria de su vida constituye un desafío –bajo una empatía acaso tácita– con un saldo metabiográfico. La vida de las obras, su recepción y circulación, agregan a la dimensión temporal la perduración de la vida intelectual.
El título de la otra traducción del libro El arte de la biografía, aparecida el mismo año, (antes que la versión del original en francés), es La apuesta biográfica (Dosse, 2011). Escribir una vida parece más ajustado a ideas reiteradas en el texto dosseano acerca del reto de dar con las fuentes y con los fragmentos significativos de una vida, y de asumir con método los riesgos del biógrafo, atento al posicionamiento en el debate entre historia y biografía (Dosse, 2007, p.15).

VIDAS IMAGINARIAS

Decía Vasari que aquella “voracidad del tiempo” no solo atenta contra las obras y testimonios de artistas, sino que hasta borra y consume sus nombres, aunque agregó que sin embargo muchos nombres han podido conservarse solamente gracias a las plumas de los escritores. Nombre, canon, juicio, son otros tres hilos de la filigrana biográfica, de esa práctica piadosa bajo el imperativo de la memoria. El ejercicio acerca de qué y cuántos nombres de arquitectos jalonan la historia de la arquitectura y qué tipo de información se vincula con ellos es una cuerda en la que se puede leer la historia disciplinar. La historia de la arquitectura se ha nutrido de la vocación biográfica y se ha caracterizado bajo la modalidad heroica más allá del orden cronológico dosseano. El interés por la grandeza que destacó a autores de obras relevantes ha dejado a su vez un tendal de antihéroes y de nombres menores. El afán biográfico puede partir del rescate de personajes de esa condena, a intentar un ajuste de cuentas. La épica de la historiografía de la arquitectura moderna ha sido un asunto con frecuencia señalado y cuya referencia académica más difundida fue la tesis de Payanotis Tournikiotis (1999).
Un insumo de buena parte de las biografías de arquitectos del medio arquitectónico estuvo basado en notas necrológicas y discursos de homenaje fúnebre. La Sociedad Central de Arquitectos (SCA) tuvo a Alejandro Christophersen como asiduo autor de estas inscripciones en la revista y como orador protagónico en los actos. Fue promotor de las fichas de registro de obras por parte de los socios y cultor de su propia memoria autobiográfica, entre otros documentos de testimonio dispuestos para futuras biografías (Caride Bartrons y Molinos, 2015). El estilo de sus notas acerca de colegas fallecidos pone de frente otra vez a la comparación con el quehacer del retratista. Un ejemplo es su esforzada semblanza en el funeral de Vittorio Meano (quien contaba con obras importantes muy lejos de estar terminadas, tenía opaca vida social y murió bochornosamente a los cuarenta y cuatro años; un personaje que resultaría casi la antítesis biográfica del orador) al declamar que su vida “es breve, porque es tan solo la introducción de su obra” (Christophersen, 1904, pp. 36-37).
Contra la voracidad del tiempo, o la ansiedad que de ella deviene, fue frecuente otro ejercicio: el de la biografía en vida. Las publicaciones y la imprenta, los álbumes profesionales y hasta las notas en revistas han sido parte de un relato de bios profesional con efecto canonizante y que ha constituido modelos editoriales bastante rígidos. Buena parte de los objetos publicados para el consumo disciplinar general siguen la costumbre de la presentación de las producciones de arquitectos o de sus oficinas. En la sucesión y acumulación de textos disponibles han quedado naturalizadas las trayectorias profesionales como un registro de proyectos y de obras construidas según un orden cronológico, con poco énfasis en las menciones acerca de la comitencia. Casi un curriculum vitae. Cronología sintética y obras, títulos y premios obtenidos, menciones bibliográficas y, menos frecuentemente, publicaciones de propia autoría. En El Libro monográfico. Una biografía arquitectónica, Fernando Diez señala que un estudio de arquitectura llega a cierto punto de la carrera en el que puede aún mirar los proyectos más tempranos, reflexionar y hacer un balance, a la vez que exponer su perfil bajo formatos y soportes resueltos en términos comunicacionales (ya sea de difusión o propaganda) (Diez, 2017). El producto de los ejercicios biográficos en vida necesariamente habrán de ser interpretados a posteriori bajo otros interrogantes para salir de su condicionamiento.
En el Diccionario de Arquitectura en la Argentina. Estilos, obras, biografías, instituciones, ciudades, las voces biográficas obedecieron a ciertos criterios del proyecto explicitados por sus directores. El corte generacional implicó la selección de aquellos profesionales que hubieran nacido al menos cincuenta años antes del texto, ya que una década de verificación se impondría como tiempo mínimo para la comprensión entre trayectorias de acción y pensamiento, con el reconocimiento de una suerte de “tardía maduración” de los arquitectos. Otra pauta fue el valor cultural de las obras dado por las instituciones acerca de los aportes profesionales. La mención de arquitectos extranjeros que en algún momento actuaron o se formaron en el país fue una tercera apreciación. En tono autocrítico, señalaron la existencia de figuras omitidas (sobre todo del pasado reciente y de algunas regiones del interior del país), y que la extensión de la noticia podría no corresponder a la importancia del sujeto biografiado. Las voces biográficas en el conjunto del Diccionario… actúan con carácter sintético, según los propósitos de integración de un universo de fragmentos que dan cuenta del vasto proyecto, a la vez que ofrece un punto de partida de indispensable consulta para nuevas versiones biográficas dados los enlaces temáticos internos del conjunto y la cuidadosa mención de fuentes revisitables (Liernur y Aliata, 2004, p. 9).
La colección de Maestros de la Arquitectura del Instituto de Arte Americano propuso una serie de monografías que retoman la tradición (discontinua) de los Cuadernos del IAA, y apunta a la descripción, análisis e interpretación de los supuestos, procedimientos y decisiones propiamente proyectuales de cada profesional. Este objetivo (complicado por la factura final de los libros publicados) vendría a problematizar el uso de los “referentes” en los talleres de grado (Sabugo, 2014).
Que en la construcción de una biografía el peso del formato conlleve omisiones no es exclusivo del ámbito arquitectónico. Aún en otros campos que podrían pensarse más libres, como el de la literatura, se señala una “tradición monumental” que instala en el canon al biografiado y se apoya en un biógrafo elidido, mientras que queda oculto su proceso “hasta en los paratextos” (Pereira, 2018, p. 19). Sin embargo, el remanente de esa construcción que no aparece en la escritura final es la semilla biográfica que puede germinar en futuros planteos, y en un making of de las biografías existentes resulta un sugestivo insumo para otros modos de acceso a materiales históricos. Se puede pensar en la elipsis permanente acerca de las biografías de mujeres profesionales y en el actual interés como sujetos biografiables (¿nuevamente la piedad según Vasari?). Cabe preguntarse si los trabajos que enfoquen este universo no aportarán al debate acerca del enlace o el desvío entre bios y trayectoria, entre pensamiento y acción que alcancen al cuestionamiento de los formatos biográficos. ¿Sería una biografía coral un camino? ¿Sería posible la ipseidad o solo se confirmaría la mismidad del modelo masculino?
En los diccionarios de arquitectos, los nombres referidos a la antigüedad corresponden a personajes legendarios, difícilmente asimilables a lo que se entiende como profesionales de la disciplina. Son constructores o hasta comitentes de grandes obras, personajes legendarios, sacerdotes, reyes. La historia de la arquitectura moderna, en su versión épica, ha girado sin embargo alrededor de muy pocos nombres. La historia del presente es difícil de abordar desde lo biográfico, rápidamente se llena de nombres. No ha abundado el ejercicio de historias de constructores o de artesanos afines a las obras; su presencia (enorme e invisible) conferiría vitalidad a la comprensión de los contextos históricos.
“Juntas dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia”, así abre su relato Niveles de vida Julian Barnes (2013),una novela en la que el encuentro de dos cosas, los viajes en globo y la fotografía, despliega una saga de episodios apoyados en otras dos: un meticuloso relevamiento de hechos reales y la imaginación en una escritura que los torna vívidos. El autor pospone su motivación personal íntima (el duelo por su esposa) y el registro autobiográfico que da origen al texto. Erudición e imaginación que, como se ha dicho, son constitutivas del género híbrido (Dosse, 2007, p. 17). Un arte vulnerable por los sentimientos que pone en juego al biógrafo y al lector, que roza aquello que ha sido vivido y que –imaginación mediante– es susceptible de recrear umbrales, ensayar explicaciones,9 ejemplificaciones y traslaciones de problemas; cuyas transparencias, opacidades y reflejos sirven como instrumentos de óptica historiográfica (Edel, 1990). Larga vida a la biografía y a su “frontera difusa” con la historia (Loriga, 2015, p. 245).

NOTAS

1. Justifica la perspectiva biográfica (al promediar el siglo XVI) porque la voracidad del tiempo atenta contra las obras y borra o consume los nombres de sus autores (Vasari, 1945, Vidas de los pintores, escultores y arquitectos ilustres. Buenos Aires, Argentina: El Ateneo).

2. Dosse, F: (1987) L'histoire en miettes. Des «Annales» à la «nouvelle histoire». París, Francia: La Découverte.1987 (trad. al español (2006): La historia en migajas. De Annales a la “Nueva Historia”, México DF, México: Universidad Iberoamericana).
(1991) Histoire du Structuralisme. Tome 1: Le champ du signe 1945-1966. París, Francia: La Découverte.
(1992) Histoire du Structuralisme. Tome 2: Le chant du cygne 1967 à nosjours. París, Francia: La Découverte. trad. al español (2004): Historia del estructuralismo I y II. I. El campo del signo, 1945-1966 / II. El canto del cisne, 1967 hasta nuestros días. Madrid, España: Akal.
(1994) L'Instantéclaté. Entretienavec Pierre Chaunu. 
(1995) L'Empire du sens. L'humanisation des sciences humaines, París, Francia: La Découverte.
(1997) Paul Ricoeur: les sensd’une vie. París, Francia: La Découverte.
(2002) Michel de Certeau: le marche urblesse, París, La Découverte, (trad. al español: Michel de Certeau: el caminante herido, México, Universidad Iberoamericana, 2003).
(2007) Gilles Deleuze et Félix Guattari: Biographiecroisée. París, Francia: La Découverte. (trad. al español: Gilles Deleuze y Felix Guattari. Biografía cruzada, Buenos Aires: FCE, 2009).
(2011) Pierre Nora. Homo historicus. París, Francia: Perrin.

3. Braudel, F. (1949). La Méditerranée et le Monde Méditerranéen a l'époque de Philippe II. Paris, France: ArmandColin.

4. Dosse cita a Barthes en “La mort de l´auteur” a fines de la década del 60, luego recogido en la edición de El susurro de la lengua en 1984.

5. Bajo la dirección de André Burguière.

6. El artículo “La ilusión biográfica” de Bourdieu fue publicado por primera vez en 1986 (Bourdieu, 1997, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona, España: Anagrama).

7. Fernando Diez se refiere a Edoardo Grendi (Diez, 1972, Micro-analisis e storia sociale. Quaderni Storici, 35, pp. 506-520). Trabajo fundante de una metodología microhistórica.

8. Ni los manuscritos de Legrand ni las obras como especialista en historia urbana parisina están disponibles en Gallica, biblioteca digital nacional de Francia. Sin embargo, la biblioteca tiene catalogados estos trabajos. La presentación de la biografía Le cercle amoureux d᾿Henry Legrand, de Jean-Paul Dumont Y Paul-Ursin Dumont está disponible en https://ec56229aec51f1baff1d-185c3068e22352c56024573e929788ff.ssl.cf1.rackcdn.com/attachments/original/5/8/3/002621583.pdf

9. Sobre el “ensayo” que la biografía conlleva ver Mazzuchelli, A. (2018). Escritura, ensayo, biografía. En N. Avaro, J. Musitano y J. Podlubne (Comps.), Un arte vulnerable. La biografía como forma. Rosario, Argentina: Nube Negra.

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