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Boletín de Estética

versión On-line ISSN 2408-4417

Bol. estét.  no.53 Buenos Aires dic. 2020

 

Comentarios bibliográficos

Rosario García Martínez. Por una institución híbrida. Experiencias de interacción entre museo y universidad. Buenos Aires: Fundación PROA, 2020, 235 páginas

Catalina Aldama1 

1 UBA/UNSAM-IDAES

Para una introducción apropiada al presente libro, Por una institución híbrida. Experiencias de interacción entre museo y universidad, es posible comenzar por atender las cuestiones que podríamos denominar prácticas o que hacen a la realidad operativa, en este caso, de la autora y la institución en la que trabaja; o bien iniciar por ciertos debates teóricos en los que se inserta la problemática de la que da cuenta este trabajo: la fragmentación del conocimiento, del saber, de las disciplinas, de las instituciones y, en esas divisiones, los límites para concebir, aprender y desarrollar un pensamiento crítico.

Si partimos de los aspectos prácticos, merece mencionarse en primer lugar, aquello que en el libro fue relegado al primero de los dos anexos con los que cuenta el texto. En efecto, se trata de una sección dedicada a repasar la historia del Departamento de Educación de Fundación Proa. Los orígenes de la Fundación se remontan a 1996 cuando abrió sus puertas con una exhibición dedicada al artista mexicano Rufino Tamayo. La institución, que en el libro se define como un museo del tipo kunsthalle, cuya traducción literal del alemán es “sala de arte”, es uno de los espacios de exhibición surgidos de iniciativas privadas que vinieron a dinamizar el circuito del arte de la Ciudad de Buenos Aires a partir del nuevo milenio, junto al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires y al Museo Fortabat, por mencionar los más relevantes. En efecto, Fundación Proa se erigió como un centro de arte -es decir que no cuenta con una colección propia- con una oferta anual variada de exhibiciones temporarias de arte moderno y contemporáneo, en muchos casos de artistas de reconocimiento internacional. Su emplazamiento en el mítico barrio porteño de La Boca, justo al lado del punto turístico “caminito”, frente al Riachuelo y a una cuadra del Museo Benito Quinquela Martín, definió la identidad de la Fundación que, al mismo tiempo que buscó desarrollarse como un polo de atracción para el público interesado en el arte contemporáneo, que suele transitar por otras áreas geográ-ficas de la Ciudad, también procuró establecer un diálogo con un entorno poco acostumbrado a este tipo de espacios.

Tal como se describe en el libro, el actual diseño del Departamento de Educación del Proa nace en 2008 con la reapertura del museo, luego de la importante reforma realizada al edificio original. La Fundación optó por desarrollar un equipo de educadoras con presencia constante en las salas de exhibición que pudieran desplazarse de las meras funciones de restricción y cuidado endilgadas a la figura aún vigente del “guardia de sala”, para abrirse a otras actividades más fértiles para el público y para la institución en sí. En este sentido, las educadoras asumieron la tarea de dialogar con los visitantes, habilitando espacios de intercambio y debate, involucrándolos en el proceso de aprendizaje colectivo a partir de la exhibición en sala y, al mismo tiempo, recoger las impresiones del público, para poder trasladarlas al equipo del museo que no tiene contacto con la audiencia. En este sentido, se describe a la educadora como una “activista de la escucha”, también como un “agente vinculante” entre las distintas áreas de la institución, que al mismo tiempo que posee un conocimiento especializado en los contenidos de la exposición de turno, también cuenta con el saber general del funcionamiento del museo y sus diversos actores. El desarrollo del área educativa, y particularmente la figura de la educadora y su presencia en sala, devino un pilar del Departamento de Educación y una insignia identitaria del Proa como institución cultural que operó a favor de la rejerarquización del rol del educador -intentando no dejarlo atrás respecto a otros roles de museo ya jerarquizados, como el del curador- y, al mismo tiempo, abogó por su profesionalización con todo lo que ello implica -mejores condiciones de contratación, capacitaciones, mayor intervención el planeamiento de las exhibiciones, entre otros.

En este sentido, el presente libro, que recoge las experiencias de los programas que vincularon a Proa con distintas universidades de la ciudad y que fueron llevados a cabo por el Departamento Educativo, se inscribe en este contexto, es decir, en el marco de una institución que ha permitido y fomentado el desarrollo de su área educativa. La autora, Rosario García Martínez, pertenece al equipo de Educación del Proa y es gracias a su conocimiento de primera mano acerca del desenvolvimiento del Departamento Educativo y los nuevos programas y actividades que fue asumiendo en los últimos años, que recopila y reflexiona acerca de las potencialidades de una institución más abierta y flexible, que pueda interactuar con “la universidad”, pero también con otros espacios culturales y con la comunidad barrial.

Asimismo, el libro aporta una respuesta práctica, es decir, que surge de la experiencia, a un problema teórico que, en términos generales, se puede entender como la cuestión de la fragmentación del conocimiento en múltiples disciplinas especializadas que no dialogan entre sí. Ahora bien, el problema específico al que se dirige este trabajo es el de las limitaciones derivadas de que dos instituciones que han colaborado profundamente con el desarrollo de la cultura occidental -museo y universidad- se hayan erigido como compartimentos estancos y que, en dicha endogamia, se hayan perdido no sólo de los conocimientos específicos que se desarrollan en uno y otro, sino además, de una mayor apertura general a la sociedad a la que se deben.

Por una institución híbrida describe y analiza de manera conspicua las experiencias derivadas de los programas de articulación entre Fundación Proa y algunas Universidades de la Ciudad de Buenos Aires que tuvieron lugar desde 2014 en adelante. En este sentido, se recogen los resultados cuantitativos y cualitativos de estos proyectos, en los que Proa y su Departamento de Educación exploraron nuevas formas de la función pedagógica del museo. Esto se llevó a cabo diseñando cursos híbridos en conjunto con la universidad, en los que el centro de arte funcionara como un espacio de estudio, investigación y reflexión para los estudiantes universitarios, con un trabajo conjunto de docentes y educadores, organizando jornadas de exposición e intercambio de trabajos académicos en las que participaran los alumnos de distintas universidades, entre otros aspectos salientes.

La autora destaca, como una de las principales sinergias de esta colaboración, la apertura del museo a estudiantes de carreras afines a las artes, posibilitando el contacto con saberes específicos que circulan en esta institución y que no se encuentran disponibles en la universidad y, a su vez, el acercamiento a una variedad de actividades que se agrupan en el museo -distintas a las de investigador y docente- que podrían devenir salidas profesionales en el futuro. También señala, como otros aspectos relevantes, el surgimiento de los programas educativos como un objeto de estudio posible para los investigadores, la posibilidad de ampliar el público interesado a no residentes en la Capital Federal a través de propuestas online y la oportunidad para generar una plataforma de pensamiento crítico, colaborativo y menos jerarquizado que el que propone la educación formal universitaria.

El libro cuenta con unas palabras preliminares de la autora y de Adriana Rosemberg, directora de Fundación Proa, y un estimulante prólogo de Luis Caminitzer, artista, poeta, teórico y docente universitario. El texto se organiza en tres grandes secciones. Una primera está dedicada a comentar una variedad de antecedentes y bibliografía referida a las relaciones entre museos, universidades y formas de educación no formal. La segunda describe los distintos programas que desarrolló Proa en articulación con universidades entre 2014 y 2018, recopilando las diferentes líneas de trabajo, estadísticas sobre los participantes, el desenvolvimiento de las actividades y las principales ventajas y falencias de la experiencia. La tercera se compone de dos anexos: el primero, ya mencionado, desarrolla la historia y los principales aspectos del Departamento de Educación de Proa y, el segundo, reproduce las evaluaciones de los participantes sobre su experiencia en los programas. En suma, resulta un libro de gran utilidad para educadores, trabajadores de museos, gestores culturales, pero también para los docentes universitarios de carreras de arte y humanidades, no sólo para comenzar a pensar sobre nuevas capacidades y funciones de las instituciones museo y universidad, sino también para animarse a ensayar estas experiencias híbridas que, como bien dice Caminitzer, vayan en pos de una “educación que integre todos los métodos dirigidos al conocimiento dentro del contexto del mejoramiento social”.

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