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vol.13 número14Asociacionismo vecinal en Jujuy en el tránsito hacia al primer gobierno peronista: Prácticas, continuidades y tensionesSOUL, Julia, Somiseros, La configuración y el devenir de un grupo obrero desde una perspectiva antropológica, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2014, 306 páginas índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Avances del Cesor

versión impresa ISSN 1514-3899versión On-line ISSN 2422-6580

Av. Cesor vol.13 no.14 Rosario jun. 2016

 

DOSSIER

Mezclando cosas. Migrantes internos, peronismo y temperamentos regionales*

Mixing things. Internal migrants, peronism and regional temperaments

 

Nicolás Quiroga

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
(Argentina)
nfquirog@gmail.com


Resumen

Este artículo revisa algunas relaciones entre identificaciones sociales y peronismo, presentes en la literatura actual sobre dicho movimiento. El recorrido propuesto tiene como eje articulador el examen de las investigaciones sobre el voto peronista y los migrantes internos. Sostengo que es posible reorientar las investigaciones sobre “sociabilidad política” a partir de nociones relacionadas con lo que Benoit denominó “temperamentos regionales”. En este trabajo ese término sirve como síntesis de un conjunto de conceptos tendientes a repensar problemáticas relacionadas con el “interior”, con distintas etiquetas de grupos subalternos, y con conflictos racializados en la Argentina moderna. A partir de una definición de “sociabilidad política”, el artículo avanza hacia la discusión de enfoques novedosos que permitirán escapar de versiones que suponen una relación estable y fuerte entre sociabilidades como disposiciones colectivas y comportamiento político, para incorporar al análisis perspectivas sobre otras identificaciones de época.
La idea básica que planteamos aquí es que la actividad asociativa vecinal en San Salvador de Jujuy continuó con intensidad a lo largo de la experiencia peronista. Las tramas en que la misma operó habrían sido herederas de la labor política tanquista desarrollada en años anteriores, siendo configuradas de modo muy particular durante aquel gobierno popular. Esta actividad asimismo no estuvo exenta de tensiones, lo que dejaría ver cómo las entidades asociativas procuraron reservar para sí una cierta cuota de autonomía y de poder decisional.

Palabras Clave: Sociabilidad política; Peronismo; “Cabecita negra”; Migrantes internos

Abstract

This article analyzes some relations between social identifications and Peronism, present in the current literature about this political force. The proposed path has its central theme in the polemics about the relevance of internal migrants in the Peronist vote. I argue that it is possible to reorient research on “political sociability” with the Fernand Benoit concept of “regional temperaments”. In this article, the term serves as a synthesis aimed to rethink issues related to the “interior”, to different subaltern groups and to racialized conflicts in modern Argentina. Departing from a definition of “political sociability”, the article moves towards the discussion of new approaches. These could allow us to escape from versions that establish a strong relation between sociability, collective dispositions and political behavior.

Key Words: Political sociability; Peronism; “Cabecita negra”; Internal migrants; Stereotypes


Introducción

Este artículo propone una mirada a nuevos enfoques sobre distintos términos que aspiran a dar cuenta de la relación entre el peronismo y los grupos subalternos. Se trata de un artículo que reordena, en torno a una discusión historiográfica de larga data, una serie de escritos provenientes de las ciencias sociales y la historiografía. No aspiro en aquí a investigar a los migrantes internos, sino que me interesa recuperar aproximaciones de distinto tenor para reponer un debate reconocido en los estudios históricos sobre peronismo. Mi interés consiste en mostrar de qué manera las investigaciones sobre sociabilidad política y primer peronismo pueden continuar la senda que las lleva desde la investigación sobre “asociaciones” hacia la investigación sobre “sociabilidades”. El eje que articula esta exploración es el debate sobre los migrantes internos y el peronismo. No porque sea posible decir algo en favor del vínculo entre esas personas, el peronismo y la elección de febrero de 1946, sino porque la conversación sobre ese tema persiste y revela aspectos de las identidades políticas que remiten a otras series de significación, como es la del “cabecita negra”. Entiendo que existe un interés genuino en los estudios sobre primer peronismo en abordar otras identificaciones políticas en la época, a sabiendas de que la adscripción o no al peronismo no explica la totalidad de la vida social, y, a la vez, con el objetivo de comprender la importancia de ese operador en la conflictiva trama política que llega hasta la actualidad. Mi exposición avanzará a través de la revisión de algunos colectivos ya vinculados al peronismo (migrantes, población rural, analfabetos) para luego alcanzar debates sobre la provincianía y las narrativas del blanqueamiento. La “sociabilidad política” no es un asunto sobre el que insista, en buena medida porque no tiene fuertes lazos con los enfoques revisados. Pero entiendo que el concepto de “sociabilidad política” al acercarse a estas temáticas podrá alcanzar registros históricos relacionados con lo que se define con el adjetivo de “interno” en el debate sobre los migrantes, con las sensibilidades de época, que no siempre se correspondieron con comportamientos políticos, pero sí con clasificaciones fundamentales para definir afectos y corporalidades. La “estructura de sentimientos” que mentamos aquí no es la del peronismo, sino la de la matriz que define lenguajes y prácticas de y sobre los subalternos, en la que el peronismo es una modalidad, pero no la única. En los orígenes del debate sobre los migrantes internos / “cabecitas negras” -que identifico aquí con intervenciones de Gino Germani y Hugo Ratier- eran nítidas las potencialidades de la investigación sobre migrantes, “interior”, regionalismos, etc., aunque en ocasiones cristalizaran en sujetos imaginados pétreos y predecibles. La posterior verificación de la inexistencia de tales sujetos como agentes de carne y hueso, terminó ocluyendo también las posibilidades de la interrogación sobre figuraciones, tematizaciones y estereotipias en la vida asociativa desde los años cuarenta hasta la actualidad. No propongo aquí la reinstauración de un sujeto político para la explicación del “fenómeno” peronista, sino la reflexión sobre investigaciones actuales para comprender dinámicas culturales con remates políticos.
Resulta claro entonces que supongo una vacancia en los estudios sobre sociabilidades políticas en la Argentina de mediados del siglo XX. Esa vacancia está determinada, por un lado, por lo que otros ya han indicado: los análisis sobre las relaciones entre “sociabilidad” (como concepto) y política (como prácticas o como ámbito particular de la acción social) se han ocupado primordialmente de las asociaciones (Sandra Gayol ha incluido una referencia del propio Agulhon sobre este punto1).Y por otro lado está definida por la insistencia en asignar valor a la sociabilidad política solo cuando es posible establecer que para ciertos eventos o procesos efectivamente puede mostrarse que hombres o mujeres han actuado guiados por su sociabilidad formal o informal. Como puede leerse en algunos de los debates, eso ha llevado la conversación por caminos sin salida (tratar de demostrar el vínculo efectivo a través de contrastaciones estadísticas -esto es “representativas” en el sentido banal de la reiteración y la suma- o comparaciones con otros conjuntos ideales de personas que no son parte de la asociación, implica disponer un orden segundo para las prácticas).
Un punto de partida para sopesar la relevancia de las revisiones que siguen es ensayar una definición operativa del término “sociabilidad política”. Las referencias que circulan sobre el concepto son muchas2, pero me interesa destacar tres elementos de esta definición:
Es una categoría analítica operante en la autocomprensión de los procesos sociales que, especialmente, los sectores de élite, pero también los subalternos, utilizan en la época. Por otra parte, aun aludiendo a las formas voluntarias de asociación que caracterizan conceptos análogos como el de “sociedad civil” o “esfera pública” en la literatura europea, el de sociabilidad alude a formas no exclusivamente burguesas (se puede hablar de sociabilidad popular, por ejemplo), permite distinguir entre sociabilidades formales e informales y tiene un énfasis semántico particular en el carácter de “competencia” o “habilidad” adquirible en la práctica de la vida cotidiana.3
Esta definición tiene varias “ventajas”. Por un lado, diferencia y relaciona a “sectores de élite” y “subalternos” aludiendo a una hipótesis importante contra nociones “iluministas” en la investigación: acaso uno y otro sector deban ser analizados con esquemas diferentes porque poseen diferentes modos de experimentar los mismos y asimétricos procesos.4 Por otro lado, retiene aunque lo haga bajo la horma de la “informalidad”, el carácter “disposicional” de las convenciones culturales, pautas que como recuerda Marshall Sahlins se ponen en riesgo al ponerlas en movimiento.5 De este modo no resulta necesario contar las ocasiones en que una decisión política se ajusta o es influida por pautas de sociabilidad. (Ese tipo de procedimientos implica, además, una relación entre creencia y acción que ha sido puesta en discusión desde distintas disciplinas sociales.) El tercer elemento radica en la idea de “autocomprensión”. La revisión de algunos enfoques centrada en el debate de los migrantes internos permitirá indagar sobre la génesis de representaciones que continúan operando como formas de clasificación. La certeza de que los migrantes internos no fueron primordiales para el triunfo del peronismo y las acusaciones de esencialismo para quienes conjeturaron sobre el país con esa clave desalojaron durante mucho tiempo la vigencia de las interrogaciones sobre las competencias de los migrantes y su conexión con sus identificaciones políticas y con las marcaciones que definieron la grilla de los antagonismos políticas.
Como tentativa propongo disponer lo que escribo a continuación en el plano de lo que Benoit citado por Agulhon denominó “temperamentos regionales”, una napa sobre la que Gramsci insistentemente escribió.6 ¿Es posible prescindir del debate sobre los migrantes internos para pensar el voto peronista, pero reponerlo para pensar las subjetividades políticas de mediados del siglo XX? ¿Existieron “temperamentos regionales”, experiencias o corporalidades cribadas por marcas histórico-espaciales que permitan reordenar el debate sobre los migrantes internos?
El argumento que moviliza la pregunta es que, a diferencia de todos los que han intervenido en la controversia sobre los migrantes internos, más tarde derivada en la conversación sobre los (y las) “cabecitas negras”, que han comprendido que las discusiones trataban sobre “sociabilidad política”, quienes escriben sobre este concepto -específicamente en el campo de los estudios sobre el primer peronismo, pero podríamos extender esto- no han considerado intensamente las relaciones entre un tema y otro.

El debate sobre los migrantes internos

Se trata de un asunto que ha muerto muchas veces. El debate sobre los/las migrantes internos/as y su papel en el triunfo de Perón en las elecciones de 1946 tiene muchas estaciones. Cada tanto se actualiza. Las preguntas cambian, cambian los enfoques, se proponen nuevos métodos. Si bien las migraciones internas forman parte de un campo transdisciplinario de investigación, es la importancia de las elecciones de 1946 la que repone ese debate en la discusión socio-histórica. Acaso lo más sorprendente es que el tema retorna para ser refutado.
Conviene glosar algunos aspectos de ese debate. Gino Germani presentó, en distintos momentos de su producción, argumentos en favor de la incidencia de los migrantes internos en el voto peronista de Capital Federal y el Conurbano bonaerense. Su énfasis en la idea varió por los contextos de producción en los que fue enunciada, se modificó por los instrumentos de análisis y también trocó en función de las influencias intelectuales del sociólogo. Cantón y Acosta7 clasifican la evolución de esas hipótesis en tres estadios: un momento inicial datado en 1950, con base en su conferencia en el Colegio Libre de Estudios Superiores, publicada dos años más tarde. Allí Germani menciona las migraciones del campo a la ciudad, pero no hace referencia a la adhesión al peronismo y no tiene a su alcance el Censo de 1947. Alejandro Blanco sugiere un clima frankfurtiano en la producción de Germani que alcanza su célebre escrito “La integración de las masas a la vida política y el totalitarismo”, ya esbozado en el prólogo a El miedo a la libertad de Erich Fromm, editado en 1947.8
Un segundo momento dataría de 1958, a raíz de un seminario publicado cinco años más tarde (“El proceso de urbanización en la Argentina”). Canton y Acosta denominan a esta estación como la propuesta “equilibrada”. En esa formulación Germani utilizó el Censo de 1947, su Estructura social de la Argentina de 1955 y su artículo “Investigación sobre los efectos sociales de la urbanización en un área obrera del Gran Buenos Aires” de 1958.9 Este último elemento, una elaboración a partir de una investigación situada (Isla Maciel), resulta importante porque sus objetivos están directamente relacionados con la evaluación del comportamiento del migrante interno (aunque más interesado se mostró en observar el impacto de lo urbano sobre tal tipo social). Una aclaración más para este segundo momento y la investigación sobre Isla Maciel: Germani utiliza el término “transculturación” para observar lo que puede entenderse como “adaptación” a la ciudad por parte de los migrantes, pero a diferencia de Fernando Ortiz, el esquema de Germani para ese término es poco dialógico, acaso lineal. Las migraciones -tanto las ultramarinas como las internas- repiten, oleada tras oleada, la misma experiencia que las de sus predecesoras. Una serie de elementos de la cultura urbana (pautas sexuales, vida asociativa, “clima familiar”) horadaban comportamientos de origen y perfilaban un horizonte bifurcado: la adaptación o la desintegración. El sociólogo enfrentaba a mediados de los años ’50, un período de fuerte redistribución positiva en la ciudad y en algunos distritos del Conurbano bonaerense, iniciado durante el primer peronismo.10 Considerando que, como él mismo indicaba, no se sabía mucho de los lugares de procedencia de los migrantes nuevos y viejos de Isla Maciel y de su “villa miseria”, Germani se enfrentaba a ese misterio más interesado en los contrastes entre una oleada y otra de migrantes que en la oposición de dos culturas, aunque un buen atado de ideas poco justificadas sobre cómo vivían y cómo experimentaban los migrantes su vida de provincias pueda leerse en el artículo. Volviendo a Canton y Acosta, en la versión “equilibrada” de Germani, el peronismo no era un fenómeno singular, sino un aspecto en el proceso de urbanización argentino, y más concretamente, un elemento importante como factor político en sus consecuencias.
La tercera versión es la de la “desmesura”. Su artículo en Desarrollo Económico “confirmó” la importancia de los migrantes internos recientes en la composición de la clase obrera urbana y la de esta en la victoria de Perón en 1946,11 entonces incluyendo al Censo de 1960 como fuente de datos. Fue Halperin Donghi, entre los que discutieron lo que concretamente fue una respuesta a un artículo de Peter Smith, quien concibió una crítica que llevó al plano de la historia social una conversación que podría haber continuado por andariveles numerarios. Además de discutir las imágenes que Germani elaboró para describir los dos tipos de inmigración (la ultramarina y la de cabotaje) y sus consecuencias, Halperin Donghi opuso al núcleo argumentativo del sociólogo -esto es, una imagen de la Argentina de la primera mitad del siglo XX-, una estampa de ese mismo proceso histórico mucho menos enervada por las tensiones entre una argentina criolla, rural y tradicional versus otra modernizada, cosmopolita y citadina:
El éxito de cualquier intento por definir una imagen nacional (o la imagen de un grupo social o de una colectividad política) en la que puedan reconocerse un número de argentinos suficiente para darle alguna gravitación requiere una fuerte dosis de eclecticismo.12
La respuesta de Halperin Donghi no clausuró el debate, pero lo inclinó hacia discusiones sobre la composición de la clase obrera y el desarrollo del movimiento obrero. Además, no “golpeó” sobre la imagen de la inmigración ultramarina -sobre la que ya habían recaído muchas iconoclasias-, sino sobre la idea también muy traficada de una naturaleza “criolla” o gauchesca de la cultura popular. (Aunque las indicaciones de ese eclecticismo se resuman en la evocación del circo de los Podestá y su versión de Juan Moreira.)
El libro de Canton y Acosta que aquí retomamos, Una hipótesis rechazada, es un reciente intento de aproximarse a la pregunta sobre el “voto peronista” (en febrero de 1946). Con antecedentes de investigaciones anteriores, el análisis incorpora como fuente de datos matrículas individuales de distribución uniforme en los Padrones de 1946 para Capital Federal y distritos del Conurbano bonaerense. Diversas técnicas se emplean, ahora sobre un universo de votantes, para discutir las hipótesis de Germani. Sin hacer justicia al desarrollo de esta investigación, las conclusiones pueden resumirse para los fines de este trabajo en la idea de que fueron los trabajadores manuales quienes conformaron el conglomerado decisivo en la victoria de Perón en 1946, y que ese triunfo puede explicarse por razones políticas antes que estructurales, en tanto “las migraciones internas habrían sido más bien consecuencia que causa de la llegada del peronismo”.13
En la lectura abusiva que hago del libro de Canton y Acosta destaco dos cuestiones importantes, desplazadas de los objetivos fundamentales de la investigación de los autores. Por un lado, la cadena de significantes que se articulan en torno a determinaciones políticas (voto, trabajador, movimiento obrero, experiencia en la ciudad) versus determinaciones estructurales (voto, migrante, [clientelismo], experiencias en el campo). Se trata de una tensión característica en los estudios de sociología cultural y antropología, que pone a compulsar identidad y cultura. En los estudios sobre los orígenes del peronismo, la “cultura” muy pocas veces ha sido puesta como fundamento último del voto peronista. Una de ellas, pero no es la única, es precisamente la explicación “desmesurada” de los migrantes internos, que como bien señala Darío Canton, remite a una serie significativa cada vez más voluminosa en la historia argentina del siglo XX:

Más allá de lo señalado acerca de tres fases en la formulación de su hipótesis, para mí, que viví en esa época, aunque tuviera casi 18 años menos que él, su imagen suena a versión lavada, edulcorada, apta para todo público, políticamente correcta, de lo que otros, más crudamente, rotularon como «cabecitas negras» o peor todavía «aluvión zoológico». 14
Halperin Donghi cercenó las tibias exploraciones de Germani con el argumento del eclecticismo (no hay dos “países”) e inhabilitando la fuente de autoridad del sociólogo para sostener la idea de que los migrantes poseyeron valores tradicionales ligados a su espontaneísmo (dice el historiador que su “base de datos” consiste en un libro de Rubén H. Zorrilla, Extracción social de los caudillos). Como ya mencioné, Halperin Donghi propuso hacia el final de su artículo, la serie política -la que ya por entonces venía ganando aceptación, y la que más cerca del presente, reina sobre otras-.

“Cabecitas”, rurales, analfabetos

A diferencia de opiniones que han propuesto razones propias del contexto de producción del artículo de 1973 de Germani, me inclino a pensar que fue la experiencia de Isla Maciel (lugar de llegada de muchos nuevos migrantes y algunos “preperonistas”) la que potenció el esquema “equilibrado” escrito en los tempranos ’60 y lo redispuso hacia la versión de 1973. Isla Maciel también es el enclave que fascinó a Hugo Ratier. Su libro El cabecita negra se basó en el trabajo de campo que el antropólogo realizó durante los años ’60 en esa zona del Conurbano bonaerense.15 Germani sí los había visto.16 No fue el único, por supuesto: el trabajo de campo del equipo de Mario Margulis en Villa Insuperable -una referencia fundamental para el libro de Ratier, Villeros y villas miseria-17 y el de Santiago Bilbao en Campo de Herrera pueden ilustrar las líneas de interés académico y político que confluían en la investigación sobre los subalternos desde fines de los cincuenta hasta entrados los setenta.18 Ratier había encarado su investigación de campo en los dos polos de la migración. Como Margulis, que se ocupó de Chilecito (La Rioja), Ratier viajó al menos una vez a Empedrado (Corrientes) bajo la guía intelectual de los textos de Oscar Lewis.19 El golpe de Estado encabezado por Juan Carlos Onganía (1966) derrumbó el proyecto intelectual de Ratier pero no sus vinculaciones con la comunidad de Isla Maciel. Unos años más tarde, la trilogía Villeros y Villa miseria (1971), El cabecita Negra (1971) y La Medicina Popular (1972), publicada por el Centro Editor de América Latina en una colección de gran tirada y para un público imaginado lejos de la academia, redondearía una idea distinta de la que la sociología de la modernización había concebido para dar cuenta del acelerado ingreso de los migrantes internos a la ciudad -Ratier apuntaba a Albert Meister-. Ratier pinta y espacializa una trama narrativa que tenía al obrero como protagonista. La literatura y el ensayo de época contribuyeron a hacer visible esos dos desplazamientos: Bernardo Verbitsky, Germán Rozenmacher, Juan José Sebreli, Alfredo Moffatt son nombres que destacan en la historia de los usos del término “cabecita negra”.20 Para Ratier, el “cabecita” es un “obrero cuya irrupción en el panorama laboral colorea con sentido nacional el largo camino de un combate que se libra en todo el mundo”.21 El “cabecita” es “negro” y vive en las villas; hay planes para retornarlo a su lugar de origen y hay también nacionalismo “cabecita” y herencia “cabecita” para la ciudad (Palito Ortega, Sandro, por ejemplo). El color, sin embargo, en los textos de Ratier no es un existente, no concierne a la piel de las personas sino a un complejo en el que un registro de la visión (color de piel), un régimen espacial (Buenos Aires-Interior) y una grilla política (peronismo-antiperonismo) invisten un inveterado conflicto de clases. Podría decirse que Ratier, como Germani, también los había visto. Pero incluso teniendo en cuenta algunas idealizaciones en los textos del antropólogo, Ratier performa menos un sujeto histórico “cabecita” que uno “villero”. Para él, los migrantes internos son heterogéneos por donde se los considere.
Pero retomemos la idea de Isla Maciel como un momento iluminador en la historia del debate sobre los migrantes internos, esa nominación que ya por entonces operó como existente, como estereotipia y como operador totémico. ¿Bajo qué otros términos fue percibida la base electoral del peronismo? O mejor aún ¿Cuáles características de ese “grupo” fueron subrayadas? Su condición rural y su analfabetismo fueron (y son) dos variables muy utilizadas.
Para Cantón y Acosta, en el Conurbano bonaerense de 1946 prácticamente ninguna variable alcanza significación con respecto al voto en favor de Perón, salvo la presencia positiva de trabajadores manuales no migrantes (y en alguna medida de los oficios cuenta propia), mientras que el analfabetismo, que tenía una presencia positiva significativa en la Capital, en el Conurbano bonaerense alcanza un valor negativo significativo.22 Esto es lo que indican con respecto al analfabetismo:

Nótese en este sentido que la correlación en el Conurbano entre voto peronista y analfabetos (-0,545*) y voto peronista y agricultores, como indicadores de «ruralidad» (-0,595*) es negativa en ambos casos. Mientras que la correlación entre analfabetismo y agricultores (0,812***) es positiva y altamente significativa.23
Por principio de caridad, pero también por lógica procedimental, debo aceptar como válida la precisión del cálculo sobre la relación “analfabetos-voto peronista-en-el-conurbano” si ya he considerado legítima la de los cálculos con otras variables con los mismos algoritmos y fuentes. Nos queda, por supuesto, margen para la interpretación de unos y otros. Canton y Acosta encuentran correlaciones importantes entre “obreros calificados y no calificados” y voto peronista (+0,828), entre “empresarios, profesionales [y estudiantes de esas profesiones]” y voto peronista (+0,865) en el Área Metropolitana. Esas correlaciones varían en algunos casos notablemente cuando el nicho es el Conurbano bonaerense, la unidad de análisis con la que operó Germani. Para ese territorio están diseñadas la correlación entre analfabetismo y voto peronista (distintas regresiones la definen entre -0,545 y -1,572), más alta que la de migrantes y voto peronista para ese mismo ámbito (-0,385 / 0,253). Los indicadores de “ruralidad”, por otro lado, alientan una interrogación sobre la figura del analfabeto/a porque la herencia del modelo francés en el número que clasifica un poblado como “localidad” es de 2000 habitantes, lo que me sugiere elevar los porcentajes obtenidos del Censo de 1947 para los municipios del Conurbano bonaerense, más arriba citados).24
Noam Lupu y Susan Stokes también se interrogaron sobre las relaciones entre los partidos políticos y el sistema de partidos con el analfabetismo.25 En su artículo los autores se preguntan sobre las bases sociales de los partidos políticos en el siglo XX a partir de suponer al nivel de alfabetización como un proxy de clase social, para finalmente conjeturar que ese nivel remite más bien al de “urbanización” más que al de clase. Sugieren que:
Los analfabetos en 1946 estaban más dispuestos a apoyar a los radicales que a los peronistas, aunque no se podría decir que un partido dependía abrumadoramente más de un grupo que de otro… los analfabetos urbanos se inclinaban a apoyar a Perón; y los analfabetos rurales a José Tamborini, el candidato radical.26
Como bien indican Lupu y Stokes, Kenworthy, Smith y Wellhofer, esgrimistas en el debate sobre los migrantes internos, ya habían sugerido el problema de la coalición pro Perón para captar los votos de los pobres en las áreas rurales. Para estos autores, finalmente, sólo a partir de 1948 surge el patrón de sentido común que sugiere una correspondencia entre la división de clases y la división radicales-peronistas.
¿Cómo imaginamos al analfabeto/a, ese “actor” político?27 Canton y Acosta arriesgan:
Nos encontraríamos con un analfabetismo más rural, «atrasado», que no habría llegado a entrar en contacto todavía con el peronismo naciente y votó por los viejos partidos nucleados en la Unión Democrática.28
No son migrantes, pero un mejor cuadro sobre la “ruralidad” (relacionado con el analfabetismo en este debate) nos podría sugerir que no hace falta venir de fuera para poseer pautas de comportamientos asignadas por la sociología electoral a los “migrantes internos”.29 Un ajuste en el conocimiento de cómo vivían en Tigre, Moreno, Florencio Varela, así como otros que nos permitieran comprender cómo se vivía en el norte santafecino, Corrientes, Chaco, o Santiago del Estero, harían posible pensar una configuración cultural que no tenga como eje la movilidad espacial y no arrastre las metáforas cognitivas de los estudios migratorios, “etnicizando” la vida cultural de las culturas populares de mitad del siglo XX.30
Sin embargo, para una cabal comprensión espacial del problema, el enfoque no debería afincarse en la antinomia campo-ciudad, en tanto el conocimiento sobre “la vida en el campo” debe haber sido un capital común, saberes (evocadas o no) sobre trabajo, sentidos del trabajo, familiarismo, religiosidad, entre otros tópicos, capaces de ser utilizados, o no, como instrumentos para comprender procesos políticos: esto es, no necesariamente volver peronistas a las personas. Supuse en otros escritos que el impacto social del Estatuto del Peón de campo y su sentido de la “justicia social” debería haberse beneficiado de esa trama común de significados sobre “lo rural”, sobre el “sacrificio” y la explotación en el campo, entre trabajadores rurales y trabajadores en la ciudad. Supongo que los/las analfabetos/as que nombra la inferencia estadística pueden ser la contracara de ese argumento.
¿Estamos frente a la escena primordial de la imaginación del paradigma de la modernización en la que vemos al Patrón y al Cliente, momentos antes de que este último migre y se enfrente a la ciudad sin sus lazos de tutela? La literatura sobre prácticas políticas y votos proveniente de líneas de investigación antropológicas de Brasil,31 las que han influido en la antropología política argentina que analiza el peronismo,32 rodeó con sus indagaciones a esa figura. La “disponibilidad” en el esquema de la “movilización”, con una multitud de arreglos a lo largo del siglo, remite a este mismo boceto, ¿Se trata, en otra versión, de la sociedad de las esquinas, la contracara imaginaria del “hombre que está sólo y espera”?33 Es mucha la distancia entre esas figuraciones cargadas de sentidos políticos y la historia de los grupos que designan, si existieron como tales ¿Debemos descartar como pensables a las primeras por los escasos conocimientos sobre la segunda?
Los/as analfabetos/as, los/as migrantes internos: sobre ellos se cierne la mejor de las preguntas: ¿Por qué votan lo que votan, una vez que se les ha negado la potente agencia que poseen los que tienen las disposiciones para pensar el voto? Ninguno de esas figuras ha soportado cristalizarse como sujetos políticos: son “público lector”, receptores de políticas de Estado o partidarias,34 pero no pueden portar nada porque cristalizarían esencialismos, formas petrificadas de identidad. ¿Cuáles serían nuevas definiciones de “sociabilidad política” capaces de incluir a la provincianía, a los “temperamentos regionales”, como metáfora que nos sirva para pensar?

Carisma: prácticas políticas y sociabilidad política

La idea del peronismo como partido-de-los pobres tiene dos momentos fundacionales en la imaginación académica: el 17 de octubre de 1945 y el 24 de febrero de 1946. Las preguntas sobre por qué se produjo el primero y por qué “los pobres” votaron por Perón se piensan por caminos complejos, por momentos unidos. Se trata de jalones que ponen en relación “trabajadores” y “peronismo”, sin hacer referencia a “migrantes internos” en ninguno de los dos casos, aunque como hemos visto, los debates, desde muy temprano, siempre están mentando de algún modo a esa esquiva figura. Ambos eventos, además, remiten a la idea de doble legitimidad (plaza y voto) y la historiografía ha tratado con más ahínco y precisión de buscar las causas de esos hitos, antes que aceptar la pregunta sobre la continuidad de la relación entre “los pobres” y el peronismo, una vez que las condiciones fundantes desaparecieron (políticas y económicas). Esa tarea está más afincada en otras disciplinas y aunque la conversación no ha sido poca, el debate no es la forma que el intercambio adoptó.35 Se han ensayado numerosas hipótesis sugerentes acerca del vínculo entre “los trabajadores” y el peronismo. Algunas de ellas han reforzado la importancia de las arenas políticas; otras se han inclinado por preguntarse sobre la trama de prácticas y significados en las que se emplazan esas arenas políticas. El Estado ha sido un actor destacado en esas aproximaciones. Pero el plano “cultural” padece una doble limitación: con dificultad se ha explorado la trama cotidiana de los años cuarenta, más bien se han referido estas a partir de la producción y consumos culturales, incluso reforzando la importancia de los medios antes que la de las mediaciones. Esas exploraciones son fascinantes y algunas de ellas han intentado perfilar las relaciones entre culturas populares o sectores populares y peronismo.36 Indagaciones como las de Richard Hoggart para Inglaterra a mediados de los años cuarenta, es decir, que se detengan en ciertas prácticas y asociaciones de la cultura obrera como el barrio, la familia, el lenguaje, la música, etc. para tratar de pensar la batalla cultural de las clases en el marco de una acelerada industria cultural, son más bien escasas. Omar Acha ha ensayado una aproximación importante en ese sentido, analizando las estrategias matrimoniales de las migrantes internas, y la contribución de esas dinámicas a una imagen del país de los cuarenta. La investigación avanza hacia una problematización de la relación entre las prácticas matrimoniales y el voto, y Acha descarta “una correlación clara y unívoca entre ubicación social, situación geográfica, experiencias de género y voto peronista” aunque sostiene la existencia de “peronismo en el barrio.”37 Por otro lado, su investigación sobre las domésticas durante el peronismo es también un ensayo para alcanzar el nivel de las prácticas sexuales, las ensoñaciones, las fricciones de clase, que circulaba por ese oficio, tal vez el más mentado para indicar el carácter disruptivo del peronismo.38 Incluso en estos trabajos, las huellas de formas identitarias como las que podemos resumir en el término (del) “interior” son débiles: al hacer foco en marcas de clase, la heterogeneidad intraclase se desvanece, en buena medida porque para los y las protagonistas los diferenciales relacionados con esta división analítica que propongo no eran sustanciales o incluso más, podrían resultar políticamente improductivos. Hay un promisorio desarrollo de la investigación sobre la vida asociativa de la clase obrera o la de los partidos políticos relacionados con el movimiento obrero frente al peronismo porque hay un sujeto político con linaje, tramitado largamente por la academia.
En el último quindenio los estudios sobre las variedades regionales del primer peronismo ampliaron notablemente nuestro conocimiento sobre la formación del movimiento político en las provincias y en los territorios nacionales, pero los interrogantes que dieron forma a dicha literatura fueron casi en su totalidad los mismos que alentaron las investigaciones previas más enfocados en los procesos capitalinos o, mejor dicho, tendientes a mostrar una imagen amplia (y demasiado homogénea) del peronismo en sus primeros momentos. La formación de elites dirigentes en las provincias, la relación Estado provincial y partido, la génesis del Partido Peronista (masculino y femenino), el desempeño electoral y de los gobiernos peronistas, fueron y son algunos de los temas preferidos de esa línea de investigación. Sin embargo, es poco lo que podemos conocer sobre lo que reclamaba Germani, acerca de “la vida” en esos lugares. Fragmentos de una historia sobre las clases populares en Argentina han comenzado a mostrarse, pero el “interior” tiene allí marcas tenues.39 Otros fragmentos provienen de investigaciones sobre “pequeños” intelectuales40 o investigaciones sobre medios poco estudiados pero míticos en cuanto a su pregnancia entre las culturas populares.41
Por su parte, las investigaciones en clave de “sociabilidad política” han insistido en analizar las asociaciones y sus relaciones con las prácticas políticas y el Estado antes que espacios que remitan a los migrantes internos.42 Las investigaciones sobre rituales de organización del Partido Peronista a fines de los años 50 y principios de los 60 se ajusta a una noción de “sociedad política” que recupera la importancia de la reunión, del comensalismo y los rituales en general, en la construcción del “carisma”, pero no puede determinar con alguna precisión si las afinidades electivas de los “compañeros” para fundar una básica (un organismo que casi en toda su existencia no prescribe razones para fundarse o disolverse) obedecían a sociabilidades barriales, complicidades políticas o entendimientos de clase. Al acentuar el adjetivo antes que el sustantivo (política antes que sociabilidad) pierden el rastro de las sensibilidades asociativas, reifican el carisma del nombre “Perón”, y dejo indiscutidas dos cuestiones que considero importantes en este escrito: por un lado, al ponderar superlativamente la ligazón entre sociabilidades y procesos políticos tienden a suponer la “identidad política” como suficiente (sabemos por distintas investigaciones que el peronismo nunca tuvo nombres para por ejemplo indígenas u homosexuales).43 Se trata de un gesto que replica indiscutidamente el vector “moderno” que el propio peronismo se arrogaba: la ampliación de los derechos, el indigenismo -en su forma más extrema, la eliminación del “cabecita negra”44-, pero también de los bordes “modernocéntricos” del concepto de sociabilidad política para leer la política.45 Una aproximación que discuta estos asuntos podría convertirse en algo errático, al darle sustancia presocial a una figura de la imaginación histórica argentina como es la del “migrante interno” o “cabecita negra”, sin embargo asumir ese riesgo implica volver a discutir las imágenes de país que pueblan la discusión sobre primer peronismo, con la posibilidad de pensar una imagen de país no tan múltiple en su imaginación política como la que estilizó Halperin Donghi en su respuesta a Germani.
La investigación sobre los migrantes santiagueños en Berisso, realizada por Mirta Lobato y Daniel James, y la posterior discusión del término “cabecita negra” y la densidad teórica que requiere o requeriría pensarlo, asumen esos riesgos46: una sensibilidad etnográfica los lleva a Santiago del Estero para realizar entrevistas y conocer espacios (si la espacialidad sentida por los propios investigadores es algo que Pilar González considera fundamental en la investigación sobre sociabilidad políticas, ¿debería considerarse un problema cuando no se la posee?),47 les permite un enfoque con múltiples centros simbólicos. La discusión sobre el concepto “cabecita negra” que rige las articulaciones sociales de esos migrantes obliga a hablar de la “nostalgia” como categoría vital para santiagueños y migrantes. Ese desplazamiento muestra que hay sobrado conocimiento del sedimento provinciano en las sensibilidades culturales de Capital Federal y el Conurbano bonaerense durante los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. ¿Cómo estabilizar una perspectiva que “lea” esas sensibilidades, todavía a estas alturas permitida a los/las historiadores/as principalmente con ejemplos de trayectorias (Halperin Donghi usa a José Peter; Canton y Acosta a Antonio Tormo), con las investigaciones sobre sociabilidad política ancladas en instituciones, cómodas bajo la metáfora de la asociación como gestión de lo común, como consolidación de lo mismo? Propongo aquí seguir el rastro de dos líneas de investigación que contribuirán a trazar estilizaciones inmateriales en el concepto de “sociabilidad política: la pregunta sobre el “interior” como frontera simbólica y el interrogante sobre la línea de color en las ideas de nación que pugnan en la Argentina moderna.

El interior y las líneas de color

Quisiera entonces mirar de soslayo a esa silueta que emerge de un clima de época (la pregunta sobre el peronismo) y de un territorio en el que confluyeron el sociólogo y el antropólogo (Isla Maciel). ¿Existieron en los años ’40 y ’50 del Siglo XX argentino identificaciones estructuradas por un régimen de alteridad que marcara lo “interior” y lo “porteño”?48 La lectura de dos líneas de investigación diferentes confluyen en este escrito en torno a otra figura relacionada con los migrantes internos: la provincianía.
No se trata de un gentilicio que sirva como categoría analítica sino -como dice Laura Demaría en su muy importante libro Buenos Aires y las provincias, refiriéndose a su cartografía de escrituras de y sobre provincias y su relación con Buenos Aires-, de relatos que “son matrizados y matrizan prácticas culturales que fijan una materialidad rastreable no sólo en las políticas de estado -o en la ausencia de ellas- sino también en mitos o ‘delirios de grandeza’, modos de actuar, de autorrepresentarse y definir al ‘otro’”.49 Demaría piensa en una “cartografía del entre” para analizar formas discursivas diversas (ensayos, textos historiográficos y literarios) en uno de sus mapas, el de la “intersección”, en el que vuelve sobre el “cabecita negra”. Germani, Margulis, Rozenmacher y Verbitsky son autores de los que se ocupa para pensar los alcances y los límites de las derivas intelectuales sobre el mote infamante y sobre su inescindible referente, el migrante provinciano. Para Demaría no hay “viaje intelectual” sino migración en las trayectorias de esas personas que se mudaron, pero si se piensa en la articulación de esas figuras narradas, si se piensa en las “fisuras, escisiones, entre quien narra y es narrado”, entonces es posible repasar la idea de “viaje intelectual” en los escritos de aquellos autores. La lectura de ese archivo revela una heterogeneidad constitutiva pero también expone las cicatrices, las grietas, las heridas de una objetivación. Demaría considera que tanto el ensayo, como el texto sociológico y el relato literario, son miradas que configuran al “cabecita” pero desde una externalidad que se niega a ceder la palabra.50 La exploración de series de significación alrededor de los “cabecitas” y las “villas miserias” le permite a Demaría reflexionar sobre la “lógica” nativa que rige las relaciones entre términos como “provinciano”, “cabecita”, “negros” y “villeros”, pero también implica una reflexión sobre el fundamento de ajenidad en las fórmulas intelectuales. La autora considera esta marca del corpus analizado como un límite en su trabajo, como un freno hacia una manera de pensar las migraciones considerando las subjetividades implicadas. En Buenos Aires y las provincias... sugiere que, para dejar atrás esa denegación, su investigación debería salirse de los discursos que analiza y adentrarse en prácticas como las del chamamé o la “vuelta del perro” contempladas por otras investigaciones.51
Así como en las inscripciones otras que surgen en pocos lugares de esos relatos de la imaginación política argentina del tercer cuarto del siglo XX (“quiero irme a casa, mamá”), también desde la pesquisa basada en gacetillas o solicitadas en la prensa comercial o en las cartas enviadas a Perón a raíz de la convocatoria que él hiciera para reunir ideas y demandas que contribuyeran a la elaboración del Segundo Plan Quinquenal, algunas investigaciones han puesto en el tapete la íntima relación existente entre la demanda al Estado de obras públicas y compromiso con las economías regionales (petróleo, vino, agua) y la puesta en discurso de un “daño” histórico. En esos procesos de subjetivización (política), los agentes son “tocados” por la convocatoria del Líder (renovando un vínculo afectivo) pero esa reubicación de los cuerpos que escriben no se hizo sin repensar el lugar de enunciación colectivo y regional que habilita la demanda. Aunque no está hecho, ese tipo de aproximaciones abre las puertas a futuras indagaciones sobre las huellas en esos escritos de tradiciones que alimentaron la conformación de identificaciones y refiguraciones con y del pago (provincia o territorio).52 Estos enfoques discuten genéricos como “ciudadanía” para vincular subjetividades políticas -en ocasiones se postulan explícitamente al alcance de la idea de sociabilidades políticas- y procesos de reconocimiento y “toma de la palabra”. “Ciudadanización” es un término que indica ese proceso que resulta desmentido como valor universal y punto de fuga inescapable, y se presenta en las investigaciones que menciono, como momentos en que las nociones de injusticia y reparación se ponen en juego para derivar en múltiples identificaciones, inestables, pero que cuestionan la postulación de todo social pleno y discreto (sin que por ello se niegue la pertinencia del concepto de ciudadanía para los propios actores). Sin embargo, estos enfoques no se detienen en la tramitación de las diversidades culturales. “Cabecita negra” es un supuesto o en todo caso, una latencia que no puede abordarse desde los enfoques elegidos.
Diversas líneas de investigación han presentado sólidos y también prometedores rumbos en el análisis de los aspectos relacionados con la diversidad cultural. Esas pistas vuelven sobre el estereotipo del “cabecita negra” de un modo que desplazada toda posibilidad de declinación celebratoria. Quisiera glosar algunas de ellas, como son las de Ezequiel Adamovsky, Alejandro Grimson y Gastón Gordillo.53
En distintos artículos, Adamovsky ha seguido la pista de lo que él denomina “la cuarta función del criollismo”. A las tres funciones argumentadas por Adolfo Prieto en su libro El discurso criollista, Adamovsky le suma una: “siguió siendo atractivo [el criollismo] porque permitió hacer visible y tematizar la heterogeneidad étnica de la nación, en particular su componente mestizo y sus colores no-blancos, invisibilizados por un discurso oficial que la postulaba blanca y de origen europeo”.54 La cita textual dispone dos elementos que considero fundamentales en las investigaciones que pretendo destacar en este apartado: por un lado el principio metodológico que distingue la percepción de los grupos y su inerradicable heterogeneidad; por el otro, la necesaria existencia en el análisis de relatos “blanqueadores” para pensar la función de otras narrativas menos nítidas o más fragmentadas. El primero es un antídoto contra cualquier tipo de esencialismos en la idea de provincianía (término que, por otro lado, ninguno de los autores referidos utiliza), mientras que el segundo corrige cualquier relativismo que oriente la investigación hacia una idea de mestizaje por adición, en el que estén incluidas todas las tonalidades imaginadas y todas las prácticas culturales del inventario también imaginado del país. Un elemento más hay que mencionar: la certeza de parte de estas investigaciones de que tratamos con conflictos tramados por marcaciones raciales que tienen al primer peronismo como un momento fundamental más no fundacional.
La clave racial ocupa un lugar importante en el modo en el que Grimson lee el 17 de octubre de 1945 como un episodio que “estalló el sistema de clasificaciones sociales de la Argentina”. Para el antropólogo, la serie política unificó la heterogeneidad de los trabajadores, mientras que el racismo hizo lo propio con las que confluyeron en la Unión Democrática.

El clasismo racializado de la mirada europeísta y blanca tendió a identificar a todos los trabajadores con el sector étnicamente menos prestigioso de las jerarquías establecidas. Los heterogéneos trabajadores devenían inmigrantes provincianos y, a su vez, los provincianos devenían oriundos del noroeste. Racismo mediante, los trabajadores podían convertirse en ‘cabecitas negras.55
En la sociogénesis del término “cabecita negra” que ensaya Grimson, es la lucha por las clasificaciones la que da cuerda a la serie de elementos no equivalentes como “negro”, “provinciano”, “peronista”. Esa lucha hizo invisible el carácter heterogéneo de los agrupamientos políticos y sedimentó una matriz visual que regula las líneas de color que alcanzan hasta la Argentina actual. Subrayar la heterogeneidad no le impide a Grimson insistir en el carácter performativo de esas marcaciones. Así, podríamos decir, el estudio de los “temperamentos provinciales” no puede hacer sin considerar las fronteras simbólicas que el racismo y los relatos “blanqueadores” contribuyeron a figurar. No hay temperamentos regionales en el vacío imaginado de la aldea o el pago lejano y exotizado, sino enmallados en las pugnas evocadas en los textos que nos interesan en este apartado; allí se cuecen.
La problematización del mestizaje también es una preocupación de Gordillo al repasar las narrativas de la “Argentina Blanca”. En su caso el foco no está puesto en los discursos sino en los cuerpos. Para Gordillo, el blanqueamiento tiene componentes míticos e ideológicos, pero puede comprenderse mejor como una formación afectiva y geográfica, es decir como una dimensión pre-discursiva, de nivel emocional. El proyecto de una “Argentina Blanca” es una utopía geográfica atormentada por la imposibilidad de realización. Arruinado por indiferencias, apariciones e invasiones (que pueden pensarse a partir de la figura del malón), el blanqueamiento es un proyecto hegemónico, de sentido común para muchos grupos y clases, pero siempre contestado por lo que Gordillo denomina “la Argentina mestiza” un proyecto antijerárquico y más igualitario y tolerante que su contrario. Parte de esa “multiplicidad disjuntiva” es la invasión del “cabecita negra”, uno de muchos malones en la historia de esa batalla por la disposición de los cuerpos. 56

Conclusiones

El concepto de “sociabilidad política” puede avanzar sobre la comprensión del primer peronismo retomando el núcleo de sentido que Germani y Ratier entrevieron en sus investigaciones en Isla Maciel. Es una encrucijada entre disposiciones y estrategias forjadas en el proceso de migración interna y figuraciones del antagonismo político. No debería apostar a hallar “formas de ser provinciano” pero sí maneras incorporadas que enmarcan comportamientos políticos. Al interrogarnos sobre lo que conocemos de los repertorios culturales de colectivos como pobladores rurales, analfabetos o “cabecitas negras”, o al inscribir las reconstrucciones de prácticas políticas peronistas en clasificaciones del tipo “centro / periferia”, o al cruzar las marcaciones racializadas con los consumos culturales de época, la idea de “sociabilidad” se expande hacia zonas de investigación poco revisadas. Son apuestas arriesgadas como incipiente es esta revisión de las mismas. Con todo, son muchos los textos citados aquí que se desmarcan de una idea de integración nacional muchas veces desmentida, y que apuestan por reflexionar sobre la tensión entre heterogeneidad social y narrativas en pugna. Lo que se dibuja bajo el mote infamante de “cabecita negra”, antes desactivado por la supuesta velocidad de la incorporación de los migrantes internos, es parte de la auto-comprensión del mundo de los años cincuenta y parte de los modos de clasificación actuales.57 La idea de “sociabilidad política” que ensayamos más arriba se nutre del antagonismo sentido en el cuerpo y cada vez más silenciado en los discursos. La investigación histórica en el registro de las sociabilidades podría contribuir a revelar la importancia de las identificaciones circulantes durante el tercer cuarto del siglo XX alrededor de las figuras de la provincianía.

Notas

* Una primera versión de este texto fue presentada en las IX Jornadas de Historia Política “El Bicentenario de la Independencia: hacia una nueva historia política de la Argentina”, Bahía Blanca, 1 al 3 de octubre de 2014. Agradezco los comentarios de María Nieves Agesta y Ricardo Pasolini.

1 Dice Agulhon: “Yo tendía a llamar sociabilidad, un poco abusivamente, lo que era historia y funcionamiento de las asociaciones, y en realidad la sociabilidad residía más bien en una cierta atracción de lo cotidiano”. Gayol denomina a esto “sociabilidad informal” y considera que no está sujeta a “reglas fijas”. Más allá de esta distinción sobre la que no existe consenso, la idea sobresale. GAYOL, Sandra, Sociabilidad en Buenos Aires: hombres, honor y cafés, 1862-1910, Ediciones del signo, Buenos Aires, 2000, nota 9.

2 GONZÁLEZ BERNALDO de QUIRÓS, Pilar, “La «sociabilidad» y la historia política”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Disponible en: <http://nuevomundo.revues.org/24082>, 2008 [Consulta: 20 de mayo de 2015]; AGULHON, Maurice, El círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2009.

3 POBLETE, Juan, “Lectura de la sociabilidad y sociabilidad de la lectura: La novela y las costumbres nacionales en el siglo XIX”, enRevista de Crítica Literaria Latinoamericana, Lima, 2000, año26, Nº 52, pp. 11-34. Leído en GUARÍN-MARTÍNEZ, Oscar, “La sociabilidad política: un juego de luces y sombras”, enMemoria y Sociedad, Bogotá, 2010, V. XIV, Nº 29, pp. 25-36.

4 GRIGNON, Claude y PASSERON, Jean Claude, Lo culto y lo popular. Miserabilismo y populismo en sociología y literatura, Ediciones La Piqueta, Madrid, 1992; SEMÁN, Pablo, “Cosmológica, holista y relacional: una corriente de la religiosidad popular contemporánea” en Bajo continuo. Exploraciones descentradas sobre cultura popular y masiva, Gorla, Buenos Aires, 2006.

5 SAHLINS, Marshall, “La muerte del capitán Cook: Metáfora, antropología e historia” en Islas de historia, Gedisa Editorial, Barcelona, 1988.

6 AGULHON, Maurice, El círculo burgués…, Op. Cit. p. 34.

7 CANTON, Darío y ACOSTA, Luis, Una hipótesis rechazada: el rol de los migrantes internos según Gino Germani en los orígenes del peronismo, Hernández Editores, Buenos Aires, 2013. (Con colaboración de Jorge Raúl Jorrat)

8 BLANCO, Alejandro, Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología en la Argentina, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2006.

9 GERMANI, Gino, “Investigación sobre los efectos sociales de la urbanización en un área obrera del Gran Buenos Aires”, Seminario sobre problemas de urbanización en América Latina, Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, 1958. Disponible en: <http://repositorio.cepal.org/handle/11362/18265>[Consulta: 20 de agosto de 2015].

10 LATTES, Alfredo, “Esplendor y ocaso de las migraciones internas” en TORRADO, Susana (compiladora) Población y bienestar en la Argentina del primero al segundo Centenario, Edhasa, Buenos Aires, 2007.

11 GERMANI, Gino, “El surgimiento del peronismo: el rol de los obreros y de los migrantes internos” en Desarrollo Económico, Buenos Aires, 1973, V. XIII, Nº 51, pp. 435-438.

12 HALPERIN DONGHI, Tulio, “Algunas observaciones sobre Germani, el surgimiento del peronismo y los migrantes internos”, en Desarrollo Económico, Buenos Aires, 1975, V. XIV, Nº 56, pp. 765-781. El artículo de Peter SMITH es de 1972: SMITH. Peter, “The Social Base of Peronism”, enHispanic American Historical Review, Durham, V. LII, Nº 1, pp.55-73.

13 En un artículo de reciente factura, Amaral ensaya otro enfoque para poner en evidencia la falsedad de la hipótesis sobre la importancia de los migrantes internos en el voto por Perón en 1946 (cribando a los migrantes internos de la comparación entre cantidad de inscriptos en la elección de 1946 y en las anteriores). AMARAL, Samuel, “Los migrantes recientes y el voto peronista: los nuevos inscriptos en las elecciones del 24 de febrero de 1946”, en Revista Pasado Abierto, Mar del Plata, 2015, Nº 2, pp. 76-109. Son menos conocidos algunos arreglos para mejorar al enfoque de la sociología electoral en el tema que aquí relatamos. En especial un artículo de Javier Balsa en el que pone a prueba el modelo de inferencia estadística construido por Gary King. En ese texto, Balsa testea el modelo con las elecciones de 1946 a partir de nuevos datos (“Censo de 1938 y cálculo a 1942”) y concluye que no se verifica la hipótesis de Germani sobre la importancia de los nuevos migrantes en la victoria de Perón en 1946. Balsa indica que casi toda la nueva clase obrera habría votado por Perón y que la vieja clase obrera presentó “gran variabilidad en su conducta electoral”. Lo cierto es que el modelo de King para la “reconstrucción del comportamiento individual a partir de datos agregados”, tal como reza el subtítulo de su libro, fue un paso importante para atacar problemas de acuracidad en enfoques previos. BALSA, Javier, “Ventajas y Limitaciones de la Metodología de Inferencia Ecológica propuesta por G. King. Aplicaciones al análisis del triunfo de Perón en las elecciones presidenciales argentinas de 1946” en Cinta de Moebio, Santiago, 2002, Nº 13; KING, Gary, A solution to the ecological inference problem: reconstructing individual behavior from aggregate data, Princeton University Press, Princeton, 1997.

14 CANTON, Darío y ACOSTA, Luis, Una hipótesis rechazada…, Op. Cit. p. 87. Utilizo esta cita textual para autorizar el presupuesto de este trabajo: que “migrantes internos” y “cabecita negra” son nominaciones que tienen un zócalo común y que pueden ordenarse, en la actualidad, como parte de la misma serie para pensar el sedimento de las fronteras simbólicas de la política argentina.

15 Isla Maciel como “zona de contacto” entre Germani y Ratier me fue sugerida por Adrián Gorelik. Hago uso de esa idea con derivaciones propias. Puede leerse una excelente contextualización de la investigación de Germani en Isla Maciel en GORELIK, Adrián, “La aldea en la ciudad. Ecos urbanos de un debate antropológico”, Revista del Museo de Antropología, Córdoba, 2008, V. I, Nº 1, pp. 73-96. Sobre Hugo Ratier: GUBER, Rosana, “‘El Cabecita Negra’ o las categorías de la investigación etnográfica en la Argentina” en VISACOVSKY Sergio y GUBER, Rosana (compiladores) Historias y estilos de trabajo de campo en la Argentina, Buenos Aires, Antropofagia, 2002; y sobre el término “cabecita negra”, MILANESIO, Natalia, “Peronists and Cabecitas. Stereotypes and Anxieties at the Peak of Social Change”, en KARUSH, Matthew y CHAMOSA, Oscar (editores) The New Cultural History of Peronism.Power and Identity in Mid-Twentieth-Century Argentina, Duke University Press, Durham, 2010.

16 La experiencia de Gino Germani en el proyecto de extensión universitaria de la UBA de Isla Maciel puede leerse en ROFFÉ, Pablo, “Modernización y urbanización: las claves y condiciones del recorrido de la «sociología científica» por la ciudad”, ponencia presentada en las X Jornadas de sociología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2013; y en GERMANI, Ana, Gino Germani. Del antifascismo a la sociología, Taurus, Buenos Aires, 2012.

17 MARGULIS, Mario, Migración y marginalidad en la sociedad argentina, Paidós, Buenos Aires, 1968.

18 GUBER, Rosana, “El compromiso profético de los antropólogos sociales argentinos, 1960-1976”, en Avá, Posadas, 2009, Nº 16, pp. 11-31; BRIONES, Claudia y GUBER, Rosana, “Argentina: Contagious Marginalities”, en POOLE, Deborah, A Companion to Latin American Anthropology, Blackwell Publishing, New Jersey, 2008.

19 Hay una evocación de esa exploración, realizada por el propio Hugo Ratier, en una entrevista filmada para el Ciclo de Encuentros “Trayectorias” del Colegio de Graduados en Antropología de la República Argentina. Disponible en: <http://www.cga.org.ar/trayectorias-14-hugo-ratier>[Consulta: 11 de enero de 2016].

20 MILANESIO, Natalia, “Peronists and Cabecitas…”, Op. Cit.

21 RATIER, Hugo, El cabecita negra…, Op. Cit., p. 79.

22 CANTON, Darío y ACOSTA, Luis, Una hipótesis rechazada…, Op. Cit. Según estos autores, los porcentajes de población rural en 10 de los 17 municipios del Conurbano bonaerense en orden decreciente son: Tigre, 57,5; Moreno, 51,4; Florencio Varela, 47,2; Esteban Echeverría, 42,3; General Sarmiento, 37; Merlo, 31; Matanza, 9,8; Almirante Brown, 9,3; Quilmes, 6,5; Lomas de Zamora, 1,5.

23 CANTON y ACOSTA, Una hipótesis rechazada…Op. Cit.

24 REBORATTI, Carlos, “Los mundos rurales” en TORRADO, Susana (compiladora) Población y bienestar…, Op. Cit.

25 LUPU, Noam y STOKES, Susan, “Las bases sociales de los partidos políticos en Argentina, 1912-2003”, en Desarrollo Económico, Buenos Aires, 2009, V. XLVIII, Nº 192, pp. 515-542.

26 Ibídem.

27 PETITTI, Eva Mara, “El viejo problema del analfabetismo sigue en pie: el escenario educativo en la provincia de Buenos Aires durante la década del ‘40”, en Antíteses, Londrina, 2012, V. V, Nº 9, pp. 371-389.

28 CANTON y ACOSTA, Una hipótesis rechazada…Op. Cit.

29 La producción académica sobre “mundos rurales” a mediados de los años ’40 en la provincia de Buenos Aires es considerable. BALSA, Javier, MATEO, Graciela y OSPITAL, María Silvia, Pasado y presente en el agro argentine, Lumiere, Buenos Aires, 2008; SALOMÓN, Alejandra, El peronismo en clave rural y local, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2012; ASCOLANI, Adrián, El sindicalismo rural en la Argentina: de la resistencia clasista a la comunidad organizada, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2009; BLANCO, Mónica, Reforma en el agro pampeano. Arrendamiento, propiedad y legislación agraria en la provincia de Buenos Aires, 1940-1960, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2007; BARRENECHE, Osvaldo, Del primer peronismo a la crisis de 2001, T. V de Historia de la Provincia de Buenos Aires, Unipe-Edhasa, La Plata, 2014.

30 Alejandro Grimson propone el término “configuración cultural” para evitar problemas propios de los enfoques que, o bien han hecho sinónimos los conceptos de “cultura” e “identidad”, o bien han subrayado con excesivo énfasis uno de estos dos conceptos (“culturalismo”, “esencialismo”). GRIMSON, Alejandro, Los límites de la cultura, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2011.
La trama común de significados no excluiría la movilidad como problemática espacial pero no la concebiría como última determinación. La migración interna es la ventana que nos permite revelar formas compartidas y articulaciones sociales (puesto que no son “multiplicidades”) que forman parte del sedimento cultural de distintas regiones. Un dato curioso al respecto: tanto Germani como Halperin Donghi conocen la alta proporción de extranjeros -“gringos”- entre los propietarios rurales pero ese dato no implicó mayores reflexiones. No hay forma de pensar ese dato sin asumir el riesgo de la conjetura y los problemas del “esencialismo” pero ¿no tuvo el peronismo consistentes problemas para asumir tensiones del tipo “gringos / criollos”? Sin una “lectura” de lo que Restrepo denomina “regímenes de corporalidad situados” o José Luis Grosso propone como táctica para comprender las “formaciones hegemónicas” (semiopraxis), hay menos posibilidades de incorporar ese tipo de inquietudes. GROSSO, José Luis, “Semiopraxis en contextos interculturales poscoloniales. Cuerpos, fuerzas y sentidos en pugna”, en Espacio Abierto, Maracaibo, 2008, V. XVII, Nº 2, pp. 231-245.

31 PALMEIRA, Moacir y GOLDMAN, Marcio, Antropologia, voto e representação política, Contra Capa Livraria Ltda, Rio de Janeiro, 1996. Una brevísima introducción en KUSCHNIR, Karina, Antropologia da política, Jorge Zahar Editor, Rio de Janeiro, 2007.

32 FREDERIC, Sabina y SOPRANO, Germán, “Panorama temático: antropología y política en la Argentina”, en Estudios en Antropología Social, Buenos Aires, V. I, Nº 1, 2008.

33 WHYTE, William Foote, La sociedad de las esquinas, Diana, México, 1971.

34 SARLO, Beatriz, El imperio de los sentimientos. Narraciones de circulación periódica en la Argentina, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2011; PLOTKIN, Mariano, Mañana es San Perón. Propaganda, rituales políticos y educación en el régimen peronista (1946-1955), Eduntref, Caseros, 2007 y BALBI, Fernando, De leales, desleales y traidores. Valor moral y concepción de política en el peronismo, Antropofagia, Buenos Aires, 2007.

35 SIGAL, Silvia y VERÓN, Eliseo, Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista, Legasa, Buenos Aires, 1986; SIGAL, Silvia, “Del peronismo como promesa”, en Desarrollo Económico, Buenos Aires, 2008, V. XLVIII, Nº 190-191, pp. 269-286; MARTUCCELLI, Danilo y SVAMPA, Maristella, La Plaza Vacía, Las Transformaciones del peronismo, Losada, Buenos Aires, 1997; OSTIGUY, Pierre, “Peronism and Anti-Peronism: Class-Cultural Cleavages and Political Identity in Argentina”, Tesis Doctoral, University of California, 1998.

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42 Los análisis oscilan entre “sociabilidad” y “redes”: SALOMÓN, Alejandra, “La sociabilidad política peronista: entre las prácticas partidarias y las extrapartidarias” en su libro El peronismo en clave rural…, Op. Cit.

43 QUIROGA, Nicolás, “Una crasa mitología: carisma y «vida partidaria» en el peronismo proscripto”, en MELÓN PIRRO, Julio César y QUIROGA, Nicolás (compiladores) El peronismo y sus partidos. Tradiciones y prácticas políticas entre 1946 y 1976, Prohistoria, Rosario, 2014. Un intento por leer transversalmente la organización partidaria durante esos años, que examina la mitología de los dirigentes de las juventudes peronistas para leer “espacios”, en ERLICH, Laura, “Los espacios de sociabilidad en la estructuración de la Juventud Peronista post ’55 en la ciudad de Buenos Aires”, en Apuntes de Investigación del CECYP, Buenos Aires, 2012, año XVI, Nº 21, pp. 157-175. Sobre las políticas represivas del peronismo contra los homosexuales, ACHA, Omar, Crónica sentimental…, Op. Cit.; sobre políticas indigenistas del peronismo, LENTON, Diana, “The Malón de la Paz of 1946. Indigenous Descamisados at the Dawn of Peronism” en KARUSH, Matthew y CHAMOSA, Oscar (editores) The New Cultural History of Peronism…, Op. Cit. Una lectura que revela la complejidad política subyacente en el Malón de la Paz en KINDGARD, Adriana, “Tradición y conflicto social en los Andes argentinos: en torno al Malón de la Paz de 1946”, en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Tel Aviv, 2004, V. XV, Nº 1.

44 ELENA, Eduardo, “Peronism in «Good Taste». Culture and Consumption in the Magazine Argentina”, en KARUSH, Matthew y CHAMOSA, Oscar (editores) The New Cultural History…, Op. Cit.

45 Una discusión de los presupuestos de los aportes de FX Guerra en GUARÍN-MARTÍNEZ, Oscar, “La sociabilidad política…”, Op. Cit.

46 LOBATO, Mirta y JAMES, Daniel, “Del paraje al frigorífico: la construcción de la identidad santiagueña en Berisso”, mimeo, 2011, parte del proyecto “Berisso Obrero” actualmente en elaboración; JAMES, Daniel, “Coda. «Quemando el parquet»: el concepto de abyección y su utilidad (o no) para entender a los migrantes santiagueños”, mimeo, 2012.

47 GONZÁLEZ BERNALDO, Pilar, “Presentación. Maurice Agulhon, un historiador de las mentalidades políticas” en AGULHON, Maurice, El círculo burgués…, Op. Cit.

48 BRIONES, Claudia (compilador) Cartografías argentinas: políticas indígenas y formaciones provinciales de alteridad, Antropofagia, Buenos Aires, 2005.

49 DEMARÍA, Laura, Buenos Aires y las provincias. Un modelo para desarmar, Beatriz Viberbo-Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 2014.

50 A Demaría le sirve la frase “quiero ir a casa, mamá” como un mantra para señalar esa denegación. La frase es la primera cosa que escucha el protagonista del cuento “Cabecita negra” de Germán Rozenmacher de parte de “esa china que podía ser su sirvienta” y evoca, claro, un desarraigo.

51 CRAGNOLINI, Alejandra, “Representaciones sobre el origen del chamamé entre migrantes correntinos residentes en Buenos Aires. Imaginario, música e identidad”, en Latin American Music Review, Austin, V. XX, Nº 2, 1999. La referencia a la “vuelta del perro” (un circuito de paseo dominguero vigente en los lugares de origen y que se incorpora en la vivencia del lugar de llegada) pertenece a Hugo Ratier, El cabecita negra…, Op. Cit.

52 VARGAS, Mercedes, Entre el sujeto y su líder. Un análisis de los efectos políticos del discurso peronista en Santiago del Estero (1944-1955),Tesis Doctoral, Universidad Nacional de Córdoba, 2016; CARRIZO, Gabriel, Petróleo, peronismo y sindicalismo La historia de los trabajadores de YPF en la Patagonia, 1944-1955, Prometeo, Buenos Aires, 2016; ALONSO, Fabio, El peronismo en La Pampa. Conformación partidaria y construcción estatal 1945-1955, Editorial Prohistoria, Rosario, 2015. Sobre la idea de “daño”, BARROS, Sebastián, “Salir del fondo del escenario social. Sobre la heterogeneidad y la especificidad del populismo”, en Pensamento Plural, Pelotas, 2009, Nº 5, pp. 11-34. Sobre las cartas a Perón, ACHA, Omar, “Cartas de amor en la argentina peronista: construcciones epistolares del sí mismo, del sentimiento y del lazo político populista” en Nuevo mundo, mundos nuevos [en línea], 2007, Disponible en: <http://nuevomundo.revues.org/12272>[Consulta: 20 de agosto de 2015].

53 ADAMOVSKY, Ezequiel, “El criollismo en las luchas por la definición del origen y el color del ethnos argentino, 1945-1955”, en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Tel Aviv, 2015, V. XXVI, Nº 1; ADAMOVSKY, Ezequiel, “La cuarta función del criollismo y las luchas por la definición del origen y el color del ethnos argentino (desde las primeras novelas gauchescas hasta c. 1940)”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Buenos Aires, 2014, Nº 41; ADAMOVSKY, Ezequiel, “La dimensión étnico-racial de las identidades de clase en Argentina: el caso de Cipriano Reyes y una hipótesis sobre la “negritud” no diaspórica”, en Florencia Guzmán y Lea Geler (editoras) Cartografías afrolatinoamericanas. Perspectivas situadas para análisis transfronterizos, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2013; GRIMSON, Alejandro, “Racialidad, etnicidad y clase en los orígenes del peronismo, Argentina, 1945”, en KLA Working Paper, Berlín, 2016, Nº 15; GORDILLO, Gastón, “The Savage Outside of White Argentina”, en ELENA, Eduardo and ALBERTO, Paulina, Rethinking Race in Modern Argentina: Shades of theNation, Cambridge University Press, Cambridge, (en prensa).

54 ADAMOVSKY, Ezequiel, “El criollismo en las luchas por la definición del origen y el color…”, Op. Cit., p. 33.

55 GRIMSON, Alejandro, “Racialidad, etnicidad y clase…”, Op. Cit.

56 GORDILLO, Gastón, “The Savage Outside…”, Op. Cit.

57 Es riesgosa, a mi entender, en los análisis del criollismo, el sistema de clasificaciones y el proyecto de la Argentina Blanca, la relación entre estos fenómenos de factura ideológica, discursiva y/o emocional con los referentes que evocan. El uso del término “fenotipo” para referirse a los grupos que se articulan en esas configuraciones complica la concepción performativa de los enfoques. Las clasificaciones por marcas de color de piel, estilos, consumos, lugares de residencia, comportamientos y posiciones de los cuerpos son procedimientos prácticos fundamentales para las personas. La disposición por “captar”, “ventear”, “relojear”, “junar” gentes por esos indicios es muy valorada en algunos oficios y profesiones como el de mozo, vendedor, policía, médico, ladrón, pero no forman parte del bagaje conceptual de las ciencias sociales y las humanidades. En el uso del término “fenotipo” resuena ese tipo de saberes antes que un conteo de cultivos. Con todo, no son decisivos tales usos.

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Recibido: 04/04/2016.
Aceptado: 23/06/2016.
Publicado: 30/06/2016.

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