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Avances del Cesor

Print version ISSN 1514-3899On-line version ISSN 2422-6580

Av. Cesor vol.13 no.14 Rosario June 2016

 

RESEÑAS

JEIFETS, Lazar y JEIFETS, Víctor, América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1943. Diccionario Biográfico, Ariadna Ediciones, Santiago de Chile, 2015, 791 páginas.

 

Hernán Camarero

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad de Buenos Aires
(Argentina)
hercamarero@gmail.com

Los progresos en los estudios sobre el comunismo y en sus vínculos con la Tercera Internacional o Comintern en América Latina han sido notables durante las dos últimas décadas. La multiplicación de tesis de grado y posgrado, de libros y artículos, de jornadas académicas o de apertura de nuevos archivos o repositorios vinculados a esta temática, muestra la creciente vitalidad e interés por abordarla y por hacerlo de un modo renovado, con gran rigurosidad, más libre de prejuicios y a partir de una mirada crítica y comprensiva. A esos avances han contribuido, de manera decisiva, dos investigadores rusos, los doctores Lazar Jeifets y Víctor Jeifets, profesores en la Universidad Estatal de San Petersburgo. Lo han hecho en sus diversos libros y artículos referidos a las relaciones entre la Internacional Comunista (IC) y América Latina, así como en sus análisis específicos de partidos comunistas nacionales (en particular, el mexicano, el colombiano, el ecuatoriano, el cubano, el peruano y el argentino).
Dentro de esta producción se destaca el diccionario biográfico que aquí comentamos, referido a los hombres y mujeres de la IC en, o en relación con, América Latina entre 1919-1943. Hasta el momento, no existía una obra con este propósito específico. Una primera versión menor de este trabajo había aparecido en Europa en 2004, pero ahora se lo reformuló, corrigió y extendió de manera considerable, a partir de una edición realizada en el propio continente. Los autores lograron rescatar los recorridos de más de un millar de cuadros comunistas latinoamericanos o de extranjeros ocupados en la región. Esos caminos se reconocen en decenas de instancias, organismos o eventos claves de la IC para el subcontinente. Su indagación no resulta fácil, claro, teniendo en cuenta las duras condiciones de clandestinidad, ilegalidad y represión en la que actuaron estos militantes. A partir del examen de esos itinerarios individuales el lector puede descubrir los mecanismos formales e informales de funcionamiento de la IC, especialmente, en sus contactos con América Latina. El aporte de todo esto a la investigación histórica es claro.
Es que la importancia de la Comintern no puede ser subestimada. Había sido constituida hacia marzo de 1919, al calor del primer y más profundo impacto de la Revolución Rusa, ocurrida un año y medio antes, y a instancias de los bolcheviques, abriendo un ciclo nuevo y con características propias en la historia del movimiento revolucionario, del proletariado y, en cierta medida, de las clases subalternas de todo el mundo. Se asistió a una de las experiencias de coordinación y articulación de fuerzas políticas más ambiciosas de la historia. La idea era construir una entidad única y bajo una sólida estructura y dirección, que nucleara a los emergentes Partidos Comunistas (PP.CC) de los cinco continentes, en pos de la revolución socialista mundial, ayudando a extenderla fuera de la Unión Soviética (URSS). Durante la primera mitad de la década de 1920, la IC, que tuvo como primer presidente de su Comité Ejecutivo (CEIC) a GrigoriZinóviev, se convirtió en una asociación de notable actividad y dinamismo. Los cinco primeros congresos realizados por la Internacional hasta junio-julio de 1924, poco después de la muerte de Lenin, son testimonio de ello.
El fenómeno de burocratización que acabó con la entronización del régimen dictatorial de Stalin signó el destino del estado soviético. Lo mismo ocurrió con el proyecto de forjar un partido revolucionario mundial. Los cambios se percibieron ya con claridad en ocasión del VIº Congreso, en 1928, que anticipó en un año el desplazamiento del entonces Secretario General del CEIC, NikoláiBujarin, y la posterior llegada del búlgaro GeorgiDimitrov (1934) al cargo formal de dirección del organismo. En verdad, la orientación de la Internacional ya se definía por los intereses del grupo gobernante en el Kremlin. En los hechos, operaba como una suerte de oficina de asuntos exteriores del PC de la URSS (PCUS). El VIIº Congreso (1935), el del establecimiento de la línea del Frente Popular, abrió el período último, de imparable regimentación y agonía de la entidad, lo que concluyó con su disolución formal, bajo los imperativos de la Segunda Guerra Mundial, en mayo de 1943.
La Comintern, en su primera etapa, ayudó a la fundación, desarrollo y orientación de decenas de partidos marxistas en todo el orbe, sosteniendo debates teórico-políticos trascendentales e intentando fijar pautas estratégicas para el movimiento obrero y revolucionando a nivel mundial, regional o nacional. Su trayectoria, a lo largo de esos 24 años, que fueron desde el apogeo hasta la declinación, configura, pues, un capítulo clave para la comprensión de la historia mundial de la primera mitad del siglo XX.
La historiografía y las ciencias sociales consideraron estos asuntos con cierta asiduidad. Pero, sobre todo, en términos globales o para tratar algunas regiones y casos nacionales (especialmente de Europa). Además, se ha avanzado de manera perceptible en las dos últimas décadas, tras la disolución de la URSS y la caída de los regímenes del socialismo burocrático en Europa Oriental. En cambio, y en comparación con lo recién expuesto, la investigación sobre los comunistas y la Comintern en América Latina, evidenciaba un mayor rezago. La explicación de ello puede provenir de ciertas imágenes largamente cristalizadas. Es cierto que para la IC este subcontinente no constituyó una prioridad y que la incomprensión de algunas de las características y problemáticas de la región estuvieron bien presentes durante los primeros diez años. Pero quizás sea abusiva aquella idea que sostenía que fue recién en el VIº Congreso de 1928 cuando se produjo un total “descubrimiento” de la zona y se dinamizaron las intervenciones de la Internacional sobre los partidos del área. En verdad, ya en la primera mitad de los años veinte existía interés por la región y había inserción de sus partidos en el organismo mundial, al tiempo que una red de cuadros y dirigentes latinoamericanos viajaban a Moscú, mientras llegaban desde Europa diversos emisarios cominternianos.
Hasta los años noventa, si bien se contaba con varios estudios históricos generales o específicos sobre una buena parte de los partidos comunistas de la región (y ello sin desconocer la debilidad de algunos de esos trabajos o la cantidad de aspectos o períodos que quedaban desatendidos o inadecuadamente examinados), la naturaleza concreta del vínculo entre la IC y los diferentes PP.CC. del continente, estaba poco explorada. Se contaba con algunos ensayos pioneros, entre los que puede mencionarse el de Robert Alexander (Communism in LatinAmerica, de 1957) o el más conceptual de Manuel Caballero (La Internacional Comunista y la revolución latinoamericana, 1919-1943, de 1985). Pero faltaba aún realizar una tarea clave en el terreno del relevamiento empírico: la consulta de los materiales de los archivos provenientes de la ex URSS, en donde se conservaban las fuentes primarias de la propia IC. Eran esos documentos los que permitirían encontrar todo un universo de evidencias sobre una parte muy importante del accionar de los comunistas latinoamericanos: los referidos a las relaciones que ellos tuvieron con los distintas esferas de la Comintern. La originalidad y aporte del diccionario de los Jeifets es que, justamente, se basan en  una estratégica cantera de fuentes primarias. Pudieron examinar los expedientes de los dirigentes, cuadros y militantes comunistas del subcontinente (o quienes eran emisarios allí), permitiendo así una precisa reconstrucción de esa actividad en los laberintos del mundo cominterniano. Esto pudo ser plenamente posible a partir de 1992, con la habilitación al escrutinio de los papeles que quedaron en el Archivo Estatal Ruso de Historia Social y Política (RGASPI). Y que hacia fines de los años noventa recibió un impulso especial, con la confección de un fichero biográfico de comunistas de todo el mundo, reunido en la Universidad de Hannover. Desde ese entonces, los autores han trabajado sobre esa masa documental, agregándole una exploración sobre otros archivos de la Federación Rusa, México y Estados Unidos.
En el análisis quedan expuestos varios organismos cominternianos. Por una parte, los de carácter regional, entre otros: inicialmente, el Buró Latinoamericano; luego, el Buró de la Propaganda Comunista para América del Sur; a partir de 1925 y ya bajo el sostén principal del Partido Comunista de la Argentina (PCA), el Secretariado Sudamericano (SSA), la institución regional de la IC que más tiempo funcionó en el hemisferio occidental. Es interesante advertir cómo, a partir de ciertas biografías, la creación y desarrollo de ese SSA, aparece como la muestra de un nuevo modelo argentino-céntrico de trabajo de la Comintern en América del Sur, que comenzó cuando en 1921 el PCA fue plenamente reconocido como sección y más claramente desde 1922 cuando el partido fue considerado base de la expansión comunista en Sudamérica (y el SSA fue concebido casi como la “Internacional de Buenos Aires”). Este fenómeno implicó una situación adversa para algunos de los enviados soviéticos a la región y un relativo fortalecimiento de las direcciones locales. En varios de los perfiles individuales pueden registrarse la actividad, no sólo de los diversos organismos de dirección y de incumbencia directa del CEIC (y de estructuras internas, como las escuelas de cuadros en Moscú, sobre todo, la Escuela Leninista Internacional), sino también de otras colaterales de la IC, como la Internacional Sindical Roja (Profintern), la Internacional Comunista Juvenil (ICJ), el Socorro Rojo Internacional (SRI) o la Internacional Roja del Deporte y la Gimnasia (Sportintern), así como de ciertas organizaciones auspiciadas por la Internacional, como la Liga Antiimperialista de las Américas o la Confederación Sindical Latinoamericana.
Además, las biografías brindan datos que contribuyen al conocimiento de hechos en los que los militantes cominternianos tomaron parte: en primer lugar, los congresos y cónclaves de la IC (tanto los generales como los específicos a la región, tal el caso de las conferencias de los PP.CC. latinoamericanos realizadas en Buenos Aires en 1929 o en Moscú en 1930 y 1934); y, también, en procesos históricos como la guerra civil española, las campañas de solidaridad antiimperialista o la contienda bélica librada por la URSS contra el nazismo. De conjunto, los rastros biográficos reconstituidos en la obra ofrecen una imagen matizada y compleja del funcionamiento de la IC, de sus relaciones con los PP.CC. del subcontinente y de la inserción que tuvieron los cuadros comunistas en la entidad. Y si bien se confirma el diagnóstico que establece los altos niveles de dependencia que las secciones nacionales poseían con la Internacional, también se comprende que no existía un sistema único de enlaces organizacionales entre el cuartel general de Moscú y los partidos locales, sobre todo de América latina, sino distintos modelos de interacción, que cambiaban sobre la marcha. Esa informalidad y accidentalidad en los vínculos asoman en más de una entrada a los personajes de esta historia.
La especificidad de los diccionarios biográficos es que se alejan de la exclusiva referencia a figuras “ilustres” o personajes “encumbrados”. Permite rescatar del olvido a muchos, a veces esfumados por selección o, incluso, mutilación de la memoria histórica, que en el caso del comunismo encontró un ejemplo claro en las prácticas estalinistas. Y brinda un insumo en otro sentido: a través de cientos o miles de pinceladas únicas, habilitan la posibilidad de análisis cuantitativos y cualitativos acerca de grandes colectivos sociales o políticos, detectando, detrás de las inevitables singularidades de cada vida (a veces en tiempos y espacios diferentes), los elementos comunes, invariantes, recurrentes o los disímiles, modificables, infrecuentes. Esta prosopografía coopera al desarrollo de una historia social y política más vasta. En este caso, además, debe reconocerse la imparcialidad y abordaje crítico con los que los autores encararon estos relevamientos biográficos, escapando de visiones condenatorias o laudatorias de cada figura. En síntesis, este diccionario sobre los cominternianos será de utilidad para los interesados en la historia del comunismo, de las izquierdas y del movimiento obrero y popular en todo el continente, convirtiéndose en una fuente de consulta indispensable.

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