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Avances del Cesor

versión impresa ISSN 1514-3899versión On-line ISSN 2422-6580

Av. Cesor vol.14 no.17 Rosario dic. 2017

 

DOSSIER

Imaginarios e integrados. La praxis comunista de los años veinte en México

Imaginaries and integrated. The communist praxis of the twenties in Mexico

 

Patricia Pensado Leglise

Instituto de Investigaciones
Doctor José María Luis Mora
(México)
ppensadol@yahoo.com


Resumen

El artículo revisa la influencia de la Revolución de octubre en los comunistas mexicanos; dibuja la perspectiva del Partido Comunista de México respecto a la revolución socialista en México durante los años veinte y su percepción de la Revolución Rusa. Se expone de manera general las accidentadas relación del diplomáticas del gobierno mexicano con el gobierno soviético durante las primeras dos décadas del gobierno pos revolucionario, para entender la actitud del estado mexicano con respecto a los revolucionarios comunistas. Se expone la creación del Partido Comunista de México y su relación con la III Internacional Comunista, para comprender desarrollo de la política del Partido durante su primera década de existencia sus debates, discusiones y virajes; a la par de los trabajos desplegados por el Partido para ganar influencia entre sectores obreros y campesinos.

Palabras Clave: Revolución Rusa; Partido Comunista de México; Jornadas de cultura revolucionaria; Internacional Comunista, Trabajadores

Abstract

The article looks over the influence of the October Revolution on Mexican Communists; it sketches out the perspective of the Communist Party of Mexico regarding the socialist revolution in Mexico during the 1920s and its Russian Revolution’s perception. The uneasy relationship between Mexican government diplomats and the Soviet government during the first two decades of the post-revolutionary government is displayed in general, in order to understand the attitude of the Mexican state toward communist revolutionaries. The creation of the Communist Party of Mexico and its relationship with the III International Communist is shown to understand the development, the debates, discussions, and turns of the Party’s policy during its first decade of existence, along with the work deployed to gain influence among workers and peasants.

Key Words: Russian Revolution; Communist Party of Mexico; Journeys of revolutionary culture; International Communist, Workers


Introducción

Para las generaciones de izquierda que desarrollaron su militancia política durante la primera mitad del siglo XX, la Revolución rusa fue un referente ineludible que marcó su comportamiento colectivo, como modelo a seguir en la lucha por la emancipación del hombre por el hombre o para criticar su derrotero que derivó en una rápida burocratización y en los horrores del estalinismo.
Así, durante el siglo pasado, la Revolución bolchevique fue objeto tanto de deseo como de negación sobre todo por grupos que desde sus inicios descalificaron el fenómeno social por poner en riesgo sus intereses económicos y su proyecto de vida, en tanto una revolución supone la “conquista del aparato burocrático militar del estado… para transformar radicalmente los fundamentos del ordenamiento jurídico del mismo estado… y la práctica político ideológica tendientes a transformar en profundidad todo el orden social existente y por lo tanto no sólo el Estado, sino también la mayor parte de las micro y macro estructuras sociales, incluyendo todas las formas de institución, los modelos de cultura, las relaciones interpersonales, la familia, así como cualquier otro tipo de grupo, la religión al igual que el arte y la vida cotidiana”.1
De aquí, el potencial paradójico que esta revuelta tuvo tanto para inspirar las mejores y más nobles causas como para “amurallar” los más variados dogmas que alimentaron los peores defectos de la izquierda -la intolerancia, el sectarismo o el reduccionismo-. Así la revolución de octubre llegó a prohijar la ilusión de un mundo nuevo pero también la mayor desesperanza; la utopía radiante de una sociedad sin clases, donde el egoísmo fuera sustituido por la fraternidad, a la pesadilla sin fin y sin límite de las policías secretas; de la fuerza del poder soviético obrero-campesino y su naturaleza esencialmente democrática a la perversión burocrática.
En palabras del filósofo marxista Adolfo Sánchez Vázquez: “La sociedad soviética, como paradigma del socialismo real, surge después de la Revolución de Octubre de 1917, en condiciones históricas peculiares: las propias de un país atrasado, de débil desarrollo capitalista, con una clase obrera minoritaria y una predominante población campesina, así como con índice elevado de analfabetismo (“revolución contra El Capital”, la llamó por ello Gramsci)”. La tarea primordial que se planteó, en consecuencia, fue la de construir las bases materiales y culturales que habrían de permitir la transición al socialismo.
Adolfo Sánchez Vázquez anotó que “las duras condiciones en que tuvieron que cumplirse esas tareas crearon condiciones favorables para la centralización rigurosa, la limitación de las libertades conquistadas y la extensión cada vez mayor de los elementos coercitivos en las relaciones sociales. La dictadura del proletariado fue convirtiéndose cada vez más en una dictadura en el sentido habitual de la expresión —no en el de Marx y Engels— o sea, en una dictadura del Partido, más tarde de un grupo —el Comité Central— y finalmente de un solo hombre: Stalin”.2
David North, por su parte, ha mencionado: “El gigantesco impacto de la Revolución de Octubre -no sólo como manifestación de la extraordinaria transformación de la Unión Soviética, sino también por el poderoso impulso que le dio al desarrollo de la conciencia revolucionaria social y política de cientos de millones de personas en todo el mundo- fue un elemento central del entorno social, político y económico del siglo XX”.3
En este sentido proponerse revisitar la influencia de este proceso revolucionario tanto en la creación del Partido Comunista Mexicano (en adelante, PCM) como en sus primeros años puede resultar útil para comprender como se llegó a imponer los pensamientos únicos como una justificación para rechazar los valores democráticos en nombre de la dictadura del proletariado, durante el proceso de la construcción del socialismo real.

La aurora de un mundo nuevo

La revolución rusa ha sido interpretada como uno de los acontecimientos relevantes de la historia de la humanidad, cambió no sólo la forma de concebir el sistema capitalista sino el papel del proletariado como clase capaz de transformarlo; con ésta “se anunciaba una nueva época de la historia: la de la revolución proletaria mundial”.4
En su libro “¿Qué es la revolución?” Alfonso Goldschmidt5 señala que la revolución rusa había hecho posible la “disolución de la cultura técnica (aumentamiento) hacia una nueva comunidad” formada por el proletariado que es “emanación de la solidaridad, instinto de solidaridad que un día devendrá en conciencia… en la voluntad colectiva consciente por la federación de las libertades humanas”.6
Paco Ignacio Taibo II y Rogelio Vizcaíno, por su parte, consideran que las primeras adhesiones que hubo en México a los revolucionarios rusos fueron por parte de miembros de la izquierda y los primeros en pronunciarse a su favor fueron los anarquistas mediante artículos publicados en la revista Luz, cuyo editor fue Jacinto Huitrón. También, mediante la impresión de propaganda como lo hizo Vicente Ferrer Aldana, ferviente difusor quien, según José C. Valadés, “sembró la ciudad de México de hojas en las que se leía: la Revolución mexicana, debe transformarse en Revolución rusa y acabar con todos los parásitos”.7 También estaban los llamados slackers, grupo de origen estadounidense que se constituyó en México, conformado por pacifistas, sindicalistas de la Industrial Workers of the World (en adelante, IWW), socialistas e intelectuales de izquierda.
Por otra parte, es innegable que la hazaña de los bolcheviques rusos influyó en la creación del conjunto de los partidos comunistas incluyendo al PCM, organización que estuvo vinculada con los planteamientos de la III Internacional Comunista, de ahí que los comunistas mexicanos se propusieron darle continuidad a la Revolución mexicana hasta conseguir la dictadura del proletariado. En su opinión era un movimiento que buscaba superar el pasado semicolonial e instaurar la sociedad burguesa, etapa necesaria para alcanzar el socialismo. Por ello es que, pensaban, tenían que desarrollar los acuerdos establecidos en la III Internacional Comunista8 (marzo de 1919) en donde Lenin declaraba: “La democracia burguesa es una forma de la dictadura de la burguesía y el paso al estado obrero invierte los términos: se trata de una dictadura sobre la burguesía, que establece la democracia para las masas; el estado obrero es un régimen de transición del capitalismo al socialismo”.9
De ahí que cobrara vigencia la idea de que el socialismo no podría sobrevivir en un solo país, y la “carta de naturalidad” para el llamado internacional a luchar por el socialismo y que los partidos comunistas asumieran los dictados de la Internacional Comunista.
En relación con los planteamientos políticos se proponía “la relación orgánica e indisoluble que debía existir entre los sindicatos clasistas y los partidos comunistas.”10 Lo que, en la práctica, resultaba complejo debido a que las estructuras del partido trataban de imponerse en y entre los trabajadores.
Meses después de la declaración de Lenin, el Partido Socialista de México y la Gale’s Magazine propusieron realizar un congreso obrero para discutir el tema del socialismo, que se llevó a cabo del 25 de agosto al 4 de septiembre de 1919. En la convocatoria se asentaba: “Esperamos que las agrupaciones de los obreros sindicalistas y socialistas concurrirán a este congreso porque va a tratarse de su porvenir, hoy que las ideas socialistas las están llevando a la práctica los bolchevikis rusos, los comunistas húngaros y los espartacos alemanes”.11
El congreso contó con una asistencia plural -marxistas, socialistas, anarco-sindicalistas y moronistas- y se aprobó la creación del Partido Nacional Socialista, este nombre deriva de la participación de delegados de diferentes estados de la república, cuyo secretario general fue José Allen.
La comisión revisora de credenciales acreditó treinta delegados, entre los que se encontraban, los precursores socialdemócratas de P.S., Adolfo Santibañez y Francisco Cervantes López; el líder sindicalista zacatecano y editor de Alba Obrera, José I. Medina; el militante del sindicalismo capitalino y organizador de múltiples sindicatos Leonardo Hernández; los socialistas electorales Armando Salcedo y Serrano Ortiz del Gran Centro Obrero Independiente; Jacinto Huitrón, anarquista, editor de Luz, el slacker Linn A.E. Gale, director de la revista Gale y su compañero filipino Fulgencio Luna Sr.; Vicente Ferrer Aldana del grupo Ácrata y José Allen y Eduardo Camacho. Además de portavoces de los partidos socialistas locales de Puebla y Michoacán, hacían presencia tres extranjeros: el hindú Manabendra Nath Roy, la californiana Evelyn Trent Roy, esposa del hindú y representante del Centro Radical Femenino de Guadalajara y el slacker, Richard Francis Philips, conocido en México como Frank Seaman, editor de la página en inglés del Heraldo de México, socialista y defensor de la revolución rusa. De otro lado se encontraban Luis N. Morones y Samuel O. Yúdico.12
Con todo, no todas las tendencias encontraron acomodo en el proyecto como fue el caso de los moronistas y, no obstante que el Programa de Acción fue aprobado por la mayoría de los delegados, meses después se introdujeron modificaciones entre las que estaban la negativa a participar en las campañas electorales y también el cambio de nombre por el de Partido Comunista Mexicano.
“Los acuerdos del Congreso asumían plenamente un objetivo socialista, planteando la cuestión del poder y de la dictadura del proletariado, se deslindaban de la socialdemocracia y decidían enviar sus representantes al II Congreso de la Internacional Comunista”.13 Mario Gill, periodista mexicano de izquierda, enfatizaba el hecho de que a dos años del triunfo bolchevique ruso se organizaba en México “el auténtico partido de clase obrera sobre las bases filosóficas del marxismo leninismo”, y que en esa obra residía “la expresión concreta más trascendente del impacto producido en México por el gran movimiento ruso”.14
A partir de ese momento, el PCM se subordinó a la Internacional Comunista,15 vínculo que le ocasionaría innumerables problemas; según Arnoldo Martínez Verdugo en el mismo congreso de fundación del PCM se decidió enviar delegados al Congreso Internacional que se realizaría en Ginebra para restablecer la Segunda Internacional; sin embargo, el congreso se celebró en Moscú.16 Y en diciembre de ese mismo año, se instaló en la Ciudad de México el Buró Latinoamericano de la III Internacional cuyo objetivo era “trabajar en el continente americano en el estrechamiento de relaciones entre todas las organizaciones y grupos cuyos principios sean comunistas, similares a los de dicha Tercera Internacional”.17 Se especula que los delegados del PCM, N. Roy y Frank Seaman, fueron elegidos por recomendación de Borodin, miembro del Partido Comunista Ruso.18
Al respecto, resulta útil el relato de Manuel Díaz Ramírez, secretario general del PCM entre febrero de 1921 y julio de 1923,19 cuando alude al encuentro que tuvieron con Lenin durante el III Congreso de la Internacional Comunista celebrado en 1921 en Moscú. En esa ocasión se discutió el antiparlamentarismo, política en la que Lenin manifestaba su desacuerdo, considerando los casos del Partido Comunista Obrero Alemán y la delegación canadiense, representada por la One Big Union, organizaciones contrarias al parlamentarismo.
Cuando Díaz Ramírez expuso la situación en México, se afanó por explicar los antecedentes del porfiriato, la historia reciente del PCM y su actitud anti parlamentaria debido al “analfabetismo político de las masas… así como la desventaja de que la única tendencia social conocida era la anarquista o anarco-sindicalista… la propaganda que desarrollaba la Casa del Obrero Mundial entre los sindicatos que formaban sus filas, cuya mentalidad estaba impregnada de esas teorías equivocadas”.20
Según dijo él mismo, Lenin había aceptado temporalmente la decisión del PCM al señalar que lo hacía porque México era “un país dependiente, poco desarrollado industrialmente y con un proletariado exiguo… pero en Alemania, Canadá y otros países es intolerable; es un crimen contra el proletariado y la Revolución, el cual no podemos menos que censurar duramente en los camaradas, grupos o partidos que sostienen tal actitud, la que esperamos rectifiquen a la mayor brevedad posible”.21

De acuerdo con sus palabras parece manifiesta la intransigencia de Lenin mostrada ante la oposición a sus iniciativas políticas por parte de los partidos que conformaban la Internacional Comunista, actitud que, por cierto, será replicada por la mayoría de los partidos comunistas latinoamericanos.

Relaciones diplomáticas con el bolchevismo

Fue hasta el año de 1924, que el gobierno mexicano, bajo la presidencia de Plutarco Elías Calles estableció relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, cuyo primer embajador fue Stanislav Stanislavovich Petrovskii, iniciando labores el 7 de noviembre, aniversario de la Revolución rusa. La decisión del gobierno mexicano fue aplaudida por los comunistas, quienes se volcaron a recibir al representante soviético; Mario Gill describió así el evento de bienvenida:
Al aparecer en la escalerilla del carro, centenares de voces cantaron la Internacional y entonaron después otros coros e himnos revolucionarios. Entre vivas a la Unión Soviética, al camarada Petrovsky, al comunismo, al Ejército Rojo y a Lenin, el ministro soviético abandonó Buenavista para dirigirse a su hotel, frente al cual el Partido Comunista celebró un mitin para expresar la satisfacción del pueblo mexicano por la iniciación de las relaciones diplomáticas entre los dos países.22
También hubo sectores que acremente criticaban la decisión. El PCM se dio a la tarea de condenar las críticas y en El machete su órgano de difusión llegó a decir: “La burguesía teme al comunismo en su Revolución rusa porque la ve como una fortaleza y centro de operaciones vivo y agresivo que aviva incesantemente la llama de la revolución universal… Rusia dentro de su fortaleza no está defendiendo únicamente al proletariado ruso sino al proletariado de todo el mundo... Ante la imposibilidad de derrotar al gobierno soviet de Rusia con las armas, la burguesía se ha dedicado a desacreditarla y a afirmar su fracaso, ocultando su propia derrota”.23
Así entre críticas y rechazos la estancia del embajador en México sólo duró dos años debido a que, comenta Rina Ortiz, “fue acusado de injerencia en los asuntos internos del país”24 por haber apoyado los trabajos del PCM. En el cargo lo sustituyó Alexandra Kollontai quien desde el inicio de su gestión buscó deslindarse de su antecesor, insistiendo en que su misión era básicamente contribuir a fortalecer las relaciones comerciales entre ambos países. Planteó, asimismo, moderar las relaciones “demasiadas marcadas con los comunistas locales… nuestra línea es correcta y, con firmeza y sin descuidos, podremos ganarnos la confianza de los mexicanos”.25

El 28 de enero de 1927 Kollontai se entrevista con el presidente Calles, al parecer hablan del interés por establecer relaciones amistosas con la Unión Soviética, de las coincidencias entre las naciones; sin embargo, a pesar de la discreta actitud y los esfuerzos de la Kollontai por cambiar la imagen que de ella se había construido como agente bolchevique o de revolucionaria incendiaria, no resultaron útiles los empeños entre otras razones debido a la coyuntura política.26
Así, ante la fragilidad de las relaciones diplomáticas entre México y la Unión Soviética cualquier incidente que en otro momento podría pasar desapercibido, adquiría proporciones mayores como fue el caso de la huelga de los ferrocarrileros mexicanos (1927), en la cual los trabajadores ferroviarios de la URSS enviaron un apoyo económico. Se trató de un gesto de solidaridad entre los trabajadores de ambos países, que se aprovechó con fines políticos; al haber sido declarada inexistente la huelga, el gobierno consideró que la solidaridad económica era una acto de intromisión en la política mexicana. Y no obstante que la diplomática soviética trató de explicar el gesto solidario ante el secretario de relaciones mexicano no llegó a ser aceptada del todo la argumentación de la Kollontai y el gobierno tomó algunas represalias, entre ellas boicotear la exhibición de los filmes de Sovkino y apresó al dueño del cine Imperial donde se exhibía una de las películas. Si bien las gestiones que realizó la Kollontai permitieron salir en libertad al empresario cinematográfico no corrieron con la misma suerte las películas por lo que se mantuvo la prohibición para exhibirla. Poco después y en buena medida debido al precario estado de salud de Alexandra Kollontai, se vió obligada a abandonar el país pretextando tomar unas vacaciones durante el verano.

Cabe decir que la lectura del diario de Kollontai es una buena experiencia, ya que pone de manifiesto las contradicciones políticas y culturales y personales entre ella y la realidad compleja del México callista. Con todo, fue una mujer que se sintió “atrapada” por la belleza natural, los contrastes sociales, la historia prehispánica, así como el empuje y entusiasmo de los mexicanos y de los militantes comunistas mismos, de quienes apuntó:
‘Los nuestros’ (los comunistas) son escasos y oscilan entre el anarcosindicalismo y el oportunismo de los laboristas. Hay algunas cabezas claras, pero la mayoría son infundadamente entusiastas. En cambio el nombre de Lenin es sagrado, lo conocen amplias masas de trabajadores. Hay un campo enorme y fértil para el trabajo de los comunistas. Pero, ¡Ay estoy atada… !27
Las desavenencias diplomáticas, no cesaron y finalmente durante el gobierno de Emilio Portes Gil28 se rompieron las relaciones con el pretexto de que la Unión Soviética intervenía en asuntos políticos internos apoyando al PCM:
La delegación soviética en México era un centro de inquietud política y de propaganda. Celebrándose en ella constantes reuniones de carácter político a las que asistían, por invitación muchos de nuestros nacionales. Adiestrábanse éstos en actos de agitación; de allí salían emisarios para diversos estados del país con fines exclusivamente políticos y, mientras esto se hacía en nuestro territorio, en Moscú se desarrollaba una labor semejante que, proyectada a naciones de Europa y América, dio por resultado frecuentes atentados en contra de embajadas y legaciones mexicanas. 29

Jornadas de cultura revolucionaria

Por su parte, el PCM se dedicó a realizar trabajo político con obreros, organizando círculos de estudio, difundiendo la teoría marxista, comentando noticias que llegaban de la “madre patria”, organizando actividades culturales, audiciones de música clásica y lecturas de literatura rusa. A las conmemoraciones las llamaban jornadas que eran celebradas en espacios públicos, entre otros eventos cabe mencionar la Jornada de las LLL (recordando los aniversarios luctuosos de Vladimir Lenin, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht), también las Jornadas de Marzo dedicadas a Carlos Marx, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, la Comuna de París y el aniversario de El Machete.
Las jornadas buscaban difundir la ideología marxista, los postulados internacionalistas, así como la plataforma política del PCM y no se desaprovechaban los eventos para realizar campañas de afiliación al partido. Cabe mencionar que estos actos contribuyeron a crear una cultura de izquierda y a promover ciertos valores éticos que constituían la moral revolucionaria del militante, aunque en ocasiones derivaba en una cierta forma de apostolado.

Con todo, se retomaban expresiones de la cultura popular como la canción, corridos y danzas vernáculas y de artistas disidentes y distintas manifestaciones de pintores y artistas, entre otros, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Xavier Guerrero, Fermín Revueltas y Clemente Orozco. En la literatura, el movimiento estridentista representado por Manuel Maples Arce, Germán List Arzubide y Salvador Gallardo, entre otros, proponían renovar el quehacer artístico y dignificar la figura del trabajador industrial, pieza clave del cambio social, anunciando “Ahora que la revolución social ha llegado a todas las conciencias, es necesario proclamar como verdad primordial la verdad estridentista”.30 

Los comunistas en las filas de los trabajadores

Es importante señalar que antes que los militantes del PCM, los socialistas y anarcosindicalistas fueron los difusores de las ideas comunistas y se empeñaron en las tareas de organización de los trabajadores; contaban con organizaciones obreras como lo fue el Gran Cuerpo Central de Trabajadores (1918).
Por cierto, algunos de sus dirigentes participaron en la creación de la Federación Comunista del Proletariado Mexicano, “que se integra el 11 de agosto a partir del Sindicato de Obreros Panaderos del Distrito Federal (en adelante, DF), la Federación de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías de México, la Unión de Obreros y Empleados de la Compañía Telefónica Ericsson, la Federación de Obreros de Hilados y Tejidos del DF, la Unión de Obreros, Obreros y Empleados de ‘El Buen Tono’, la Unión de obreros y obreras del ‘Palacio de Hierro’, telefonistas de la Mexicana, los obreros de Obras Públicas del Ayuntamiento del DF, los obreros de El Recuerdo, los fundidores de Oro y Plata y los ceramistas”,31 trabajadores que se desempeñaron como vanguardia del movimiento obrero durante los años veinte. De aquí que el “ingreso” de los comunistas al movimiento obrero fuera relativamente sencillo debido al trabajo realizado previamente por los anarquistas y socialistas.

En Memoria roja, Taibo II y Vizcaíno señalan que durante los últimos años del siglo XIX y los primeros años del XX, el PCM tenía “una base social en el DF, superior a la CROM”32 además contaba con presencia en algunos sindicatos como el de los ferrocarrileros, los mineros, petroleros o textiles.33 Cuando el general Obregón llegó a la Presidencia, la Confederación Regional de Obreros de México (en adelante, CROM) convocó a una manifestación para exigir la reglamentación de los artículos 27 y 123 “íntimamente ligados a los cromistas en la preparación del acto están los diputados obregonistas de izquierda Soto y Gama, Carrillo Puerto, Manjarrez, Luis León y el regiomontano Martínez Rendón”,34 quienes se “apoderan” del evento para exigirle al mandatario asumir posiciones más radicales en beneficio de los trabajadores. Entre las intervenciones de los diputados, Taibo y Vizcaíno rescatan algunos fragmentos donde se alude a la revolución bolchevique.
En este sentido Manlio Fabio Altamirano hizo un llamado: “hoy las clases laborales deben frecuentar los derroteros del comunismo, hacer lo mismo que hacen en Rusia los soviets bolcheviques… por su parte Luis León, mencionó que “Rusia es un ejemplo magnífico: el pueblo de México, pues, debe dar un paso hacia delante, sobreponiéndose al capitalismo, aboliéndolo… finalmente el coronel Filiberto Villarreal vestido de charro y encandilado por el dirigente yucateco, ondea desde el balcón presidencial la bandera rojinegra”.35
Posteriormente y como resultado de las numerosas huelgas que se registran en ese periodo, los comunistas y los anarquistas harían el último intento de unidad constituyendo juntos en febrero de 1921 la Confederación General de Trabajadores (en adelante, CGT), que se afilió a la Internacional Sindical Roja; sin embargo se trató de una breve participación debido a los conflictos internos en el Partido Comunista de la Unión Soviética (en adelante, PCUS).

Ese mismo año el presidente Obregón desató una feroz represión en contra de los trabajadores y, en particular, contra los dirigentes extranjeros que habían intervenido directamente en la creación del PCM: “fueron detenidos y deportados Frank Seaman, los anarcosindicalistas españoles José Rubio y Sebastián San Vicente, los slackers Martin M Palley de la IWW y Walter Foertmayer”,36 al igual que José Allen quién fue deportado a Laredo, Tamaulipas.37
Después los comunistas decidieron constituir (1929) la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM) como respuesta a la que para ellos era una errónea política sindical tanto de la CROM como de la CGT. Los campesinos, por su parte, organizaron las Ligas de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos en varios estados del país, destacando las de Veracruz y Michoacán organizaciones campesinas en la cuales la participación comunistas fue notable. En el año de 1926, se convocó a un congreso que dio paso a la Liga Nacional Campesina.38
Conviene tener presente el contexto de la época en el que actuaba el PCM, con un gobierno (el de Plutarco Elías Calles) que atravesaba por un distanciamiento tanto con grupos campesinos por no haber cumplido con el reparto agrario, como con organizaciones obreras por posponer medidas dirigidas a mejorar sus condiciones de vida así como con sectores duros de la derecha por el anticlericalismo del Estado. Y, en el flanco externo, debido a roces con los Estados Unidos que sentían amenazados los intereses de las compañías petroleras. En este contexto, los comunistas mexicanos fueron tajantes al defender la causa de la revolución de octubre, en tanto que se la consideraba una revolución proletaria que pondría fin a “los crímenes e injusticias de la sociedad capitalista.”39
De ahí que los comunistas asumieron que al PCM le correspondía emular las acciones de los bolcheviques rusos para que la revolución mexicana, que calificaban de revolución burguesa diera el salto “y encaminar la nueva etapa de la revolución hacia la dictadura del proletariado, única forma de conseguir la destrucción del capitalismo privado e implantar los cimientos de la justicia… Los trabajadores seguirán adelante en su rebelión contra todos los explotadores, la hora del derrumbamiento capitalista ya ha sido anunciado así como la aurora de la nueva sociedad”.40
En el III Congreso, la dirección del PCM convocó a seguir la línea del V Congreso de la Internacional Comunista, bolchevizar al partido, lo que en términos estratégicos significaba, dirigir la “orientación y estructura del partido en tal sentido que pueda guiar a las masas en sus luchas inmediatas y lejanas… Acrecentamiento del partido mediante alianza con las masas sindicales. Contacto más estrecho con las masas campesinas. Lucha contra el imperialismo y contra el Tratado Lamont-De la Huerta.41 Lucha por la extensión del artículo 27 hasta la socialización. Educación y disciplina más rigurosa en las filas del partido. Realizar la autocrítica del partido”.42
Algunos historiadores marxistas coinciden en que a partir de ese momento la política que siguió el PCM estuvo subordinada a los dictados de la Internacional Comunista que ya para entonces estaba en manos del estalinismo. En opinión de Elvira Concheiro, la consigna “bolchevizar” al partido significó justificar las expulsiones de destacados militantes y dirigentes de masas como Diego Rivera y Úrsulo Galván, debido a que su militancia no era incondicional a la dirección del partido, lo que trajo como consecuencia que el PCM perdiera “la fuerza y la influencia que había logrado desarrollar entre gran parte de los intelectuales y de las organizaciones de masas”.43 Así, el PCM no sólo adoptaba el ideario político y el papel de vanguardia que debería adquirir el PCUS sino también el modelo leninista de partido de cuadros.

Adolfo Sánchez Rebolledo comentaba que en la militancia partidaria las ideas “intervenían como el gran mediador para poder establecer una relación con el mundo”.44 En este sentido, la militancia comunista de esos años se sostenía, no sólo sobre la convicción de la teoría marxista leninista y la experiencia política que desarrollaban en las luchas que les tocaban librar, sino también en la utopía de vivir en un mundo mejor.
En el imaginario colectivo comunista de esa época, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas representaba ese mundo mejor que era posible gracias al triunfo del proletariado que se había logrado por el sacrificio, la templanza de la voluntad indómita de los militantes bolcheviques, quienes habían sido capaces de comprender cabalmente las demandas del pueblo ruso y colocarse al frente de su movimiento dirigiéndolos hacia una revolución socialista. También se creía que la Unión Soviética destinaba sus esfuerzos a defender al proletariado mundial, se declaraba que “la idea profética de Lenin de convertir a Rusia en un refugio del proletariado mundial para fomentar su lucha, se cumplió”.45
En efecto estas visiones se desprendían no sólo del carácter internacionalista de la lucha de la clase obrera, como clase “en sí” y “para sí” que tanto Carlos Marx había desarrollado teóricamente, como el planteamiento leninista acerca de que la revolución proletaria tendría que llegar a ser mundial, es decir de la necesidad de construir el socialismo en otros países y del sistema soviético como modelo de la revolución proletaria a seguir, también parecía justificarse por las limitaciones que encontraban los comunistas por el hecho de que la Unión Soviética, de manera aislada, estuviera construyendo el socialismo.
Durante el V Congreso en mayo de 1927, el PCM anunció la creación del Frente Único contra la Reacción que estaría formado por campesinos y obreros para apoyar al gobierno de Calles y a al partido mismo ya que consideraban que la ofensiva de la burguesía imperialista se dirigía “contra el proletariado de todos los países, contra la liberación de los oprimidos”.46 Los argumentos de esta declaración se basaron en la reorganización de la burguesía y la oligarquía aliadas a grupos de derecha nacional y extranjera, así como la intervención de la iglesia católica que no cesaba de criticar las iniciativas del gobierno de Calles, a partir del decreto de la Ley Reglamentario del artículo 130 que limitaba el número de sacerdotes, exigía que se registraran y establecía penas para aquellos que infringieran la ley.47 Este conflicto político social se agudizó debido a la incapacidad del gobierno pos revolucionario, al no aplicar el reparto de tierras y permitir la intervención de las compañías extranjeras en las actividades de explotación de los recursos naturales estratégicos que ponían en vilo la soberanía nacional.48
Pero en ese año también se agudizaron los conflictos en el PCUS debido a la política monolítica que, para algunos, impedía que las corrientes de oposición se manifestaran. Ante esa situación, la dirección del PCM, integrada por David Alfaro Siqueiros, Rafael Carrillo, Juan J. Martínez, María H. García, Xavier Guerrero, Nasor Peralta, decidieron “condenar la actitud divisionista de la oposición, actitud objetivamente contrarrevolucionaria dada la utilización que el imperialismo y los reaccionarios nacionales hacen de ella… Declarar que hoy más que nunca es necesario agrupar al proletariado del mundo entero alrededor del proletariado de la URSS que tiene el poder, para la resistencia contra el imperialismo y para la lucha en común por la emancipación de los oprimidos de todo el mundo. Continuar la divulgación de la verdad sobre los acontecimientos en la URSS”.49 
Con todo, el PCM mantuvo una actitud sectaria que poco ayudaba a contrarrestar las campañas anticomunistas y la represión por parte de los gobiernos pos revolucionarios, también una posición acrítica ante los dictados políticos de la Internacional Comunista que lo alejaba del movimiento de masas. Entre julio y septiembre de 1928, la Internacional Comunista intervino en la política de los partidos comunistas de América Latina, lo que se tradujo en la “obligación” de seguir sus lineamientos, entre otros “clase contra clase”, táctica política que ya había resultado en varios eventos desafortunados como: la lucha entre la derecha e izquierda en el partido alemán; la derrota de la oposición de izquierda en el partido ruso y el inicio de la confrontación Bujarin-Stalin, la que terminó con la renuncia de Bujarin tanto en la Internacional como en el PCUS, lo que significó el destierro de la crítica y la vida democrática del partido.
En México, el PCM adoptó esta política tras el asesinato de varios de sus dirigentes entre otros el duranguense José Guadalupe Rodríguez, líder campesino, así como también por el clima de represión que impedía el desarrollo de sus actividades políticas. De tal manera “se postula ahora una revolución radical anti latifundista, anticapitalista y antiimperialista, que destruya el Estado existente y funde uno nuevo, basándose en la experiencia de la Revolución de Octubre. Una síntesis cabal de la línea ‘clase contra clase’”.50
Esta nueva línea fue refrendada durante la celebración de un pleno de 1929, describiendo la situación del país como “la agonía de la etapa pequeñoburguesa de la revolución” 51 caracterizada por la subordinación económica y política a los Estados Unidos y el fracaso en la aplicación del reparto agrario. “la revolución burguesa y pequeño burguesa de 1910 que en el curso de su desarrollo tuvo hondas huellas de agrarismo, de antiimperialismo y de obrerismo, ha sido incapaz de resolver los problemas de las clases trabajadoras”.52

Asimismo, el pleno asumió que el gobierno estaba en manos de la burguesía del campo y la ciudad aliada al imperialismo, que había desatado la represión contra las agrupaciones revolucionarias de obreros y campesinos. Postura que permitió acusar a grupos agraristas de pasarse al bando enemigo realizando atentados contra el movimiento revolucionario y disculpando las políticas reaccionarias del gobierno. “El ala izquierda de la contrarrevolución es un enemigo mortal del Partido en su labor de atraerse a la mayoría del pueblo para la revolución obrera y campesina”53 y pugnaba por romper la alianza que había realizado en torno a la política del frente único.
El radical cambio operado, influido por las luchas en la URSS, en la Internacional Comunista y refrendado en el pleno de 1929, cambió los elementos tácticos y estratégicos de la organización, “ahora es nítida la posición de “clase contra clase”, y colocar como objetivo inmediato de la lucha a las fuerzas “progresistas” del gobierno”.54 Así, a comienzos de la década de los treinta, el PCM se encontraba en una profunda crisis debido no sólo a sus propios errores estratégicos, sino también al clima represivo -encarcelamientos y clausuras del periódico- que contribuía a empujarlos a las actividades clandestinas.
 
A manera de conclusiones

Es innegable el papel que tuvo la Revolución rusa en la unificación de la izquierda mexicana durante las primeras décadas del siglo XX y la creación del PCM. Conjunción que rápidamente se iría mermando como resultado tanto de los conflictos y purgas internos del PCUS, como las políticas seguidas por anarquistas, trotskistas y socialdemócratas, endureciendo cada vez más su línea política como consecuencia del triunfo de la política estalinista. Estas pugnas se reproducían en el PCM, aun cuando no tenían ningún sustento, en tanto no correspondían ni a la realidad política ni al partido mismo.
Otro aspecto a tener en cuenta es la intervención de la Internacional Comunista tanto en la conformación del PCM como de organizaciones que buscaban intervenir en la vida de las organizaciones obreras al nivel latinoamericano, como ejemplo está la Internacional Sindical Roja.
Y si bien, como señalan algunos estudiosos, los países latinoamericanos no eran particularmente importantes para la estrategia política de expansión socialista de la Internacional Comunista, sí que lo era el apoyo y fomento de las iniciativas locales en tanto “replicadores ideológicos”. De aquí que durante mucho tiempo los comunistas latinoamericanos desarrollaran sus actividades políticas tanto bajo la dirección de la Internacional así como del estalinismo.
Con todos los yerros, sin atisbo alguno de pretender ignorar errores y horrores en los que incurrió la primera revolución proletaria, cometeríamos también falta al querer arrojar al niño con la bañera. Si bien en la experiencia histórica del ‘socialismo real’ no se expresaron los valores socialistas, la perspectiva del socialismo sigue abierta para las fuerzas de izquierda, para quienes siguen creyendo que la democracia, la igualdad y la justicia son valores no sólo posibles sino deseables.

Notas

1 GALLINO, Luciano, Diccionario de Sociología, Siglo XXI, México, 1995, p. 781.

2 SÁNCHEZ VÁSQUEZ, Adolfo, “Once tesis sobre socialismo y democracia”, Cuadernos Políticos, México, 1987, Nº 52, pp. 82-88. Disponible en: <https://marxismocritico.com/2016/10/31/once-tesis-sobre-socialismo-y-democracia/>.

3 NORTH, David, “Socialismo y verdad histórica”, World Socialist web site, 2015. Disponible en: <https://www.wsws.org/es/articles/2015/03/19/leip-m19.html>.

4 AAVV, Historia del Movimiento Obrero V. II, Centro Editor, Buenos Aires, 1974, p. 112.

5 Alfonso Goldschmidt socialista alemán, economista y periodista, viajó a Rusia durante los primeros años de la revolución donde fue coeditor de un periódico soviético y cofundador de una asociación de artistas para combatir el hambre en Rusia. Llegó a México en 1923 para desarrollar actividades de docencia, colaborador de El Machete órgano del Partido Comunista Mexicano. Colaborador del gobierno cardenista, ayudó a los refugiados que huían del fascismo en su entrada a México. Datos disponibles en: <https://de.wikipedia.org/wiki/Alfons_Goldschmidt>.

6 El machete, México, primera quincena agosto de 1924, p. 1.

7 TAIBO II, Paco Ignacio y VIZCAÍNO, Rogelio, Memoria Roja. Luchas sindicales de los años 20, Leega/Jucar, México, 1984, p. 32.

8 Fueron cuatro los acuerdos políticos y programáticos de la III Internacional Comunista: “la conquista del poder político, la cuestión de la democracia o la dictadura de clase, la expropiación de la burguesía, la construcción del nuevo estado proletario, la defensa de la dictadura del proletariado frente a las clases opresoras derrocadas; la vigencia de los soviets o consejos como órganos de la democracia socialista en oposición al parlamentarismo burgués y legalismo constitucionalista del reformismo socialista; la confiscación y socialización de fábricas, latifundios, bancos, comercios y servicios en oposición al gradualismo estatista de los reformistas”, en MELGAR BAO, Ricardo, La prensa militante en América Latina y la Internacional Comunista, INAH, México, 2015, p. 14.

9 DUVAL, Natalia, “El movimiento obrero en los comienzos del siglo XX”, en AAVV, Historia del Movimiento Obrero V.V., Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1974, p. 289.

10 MELGAR BAO, Ricardo, “Una política en formación: los cominternistas centroamericanos”, en CONCHEIRO, Elvira, Massimo Modonesi, Horacio Crespo (coordinadores) El comunismo: otras miradas desde América Latina, UNAM,-Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, México, 2007, p. 391.

11 MARTÍNEZ VERDUGO, Arnoldo, La historia del comunismo en México, Grijalbo, México, 1983, p. 22.

12 TAIBO II, Paco Ignacio y VIZCAÍNO, Rogelio, Memoria Roja..,. Op. Cit., pp. 10-11.

13 MARTÍNEZ VERDUGO, Arnoldo, La historia..., Op. Cit., p. 27.

14 GILL, Mario, “El impacto de la Revolución de Octubre en México” en GILL, Mario, México y la Revolución de Octubre, Ediciones de Cultura Popular, México, 1975, pp. 19-22.

15 Según Paco Ignacio Taibo II y Rogelio Vizcaíno, el contacto con la Internacional Comunista se estableció con la visita de Mijail Borodin, enviado de Lenin, quién contacto a José Allen. “El ruso durante mes y medio trabajó con los socialistas, se vinculó con Múgica y Carrillo Puerto”, aunque no sería sino hasta 1924 cuando el gobierno de Plutarco Elías Calles reconoció e inició relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. TAIBO II, Paco Ignacio y VIZCAÍNO, Rogelio, Memoria Roja.., Op. Cit., p, 14.

16MARTÍNEZ VERDUGO, Arnoldo, La historia..., Op. Cit., p. 22.
Existen otras versiones de la presencia de delegados del PCM a la reunión de la Internacional Comunista, como la de Daniela Spenser que explica que Seaman y Roy habían sido elegidos por Borodin antes de reunirse el congreso, así mismo la versión de Pablo Gonzalez Casanova que explica que se trataba del segundo congreso de la internacional socialista y no la nueva III Internacional, también explica que la fundación del Partido Comunista fue posterior al congreso y obedeció a que por un lado la Gales´s Magazine fundo el Partido Comunista de México y Roy, Allen y Seaman junto con Borodin rebautizaron el PNS como Partido Comunista Mexicano.

17 Para promover la organización del proletariado internacional la III Internacional acordó en 1921 formar la Internacional Sindical Roja (Profintern), El Soviet, 16 de diciembre de 1919, citado en MARTÍNEZ VERDUGO, Arnoldo, La historia..., Op. Cit., p. 31.

18 Mijail Borodin llegó a México de tránsito a Estados Unidos donde tenía la misión de restablecer relaciones comerciales y contactar y apoyar las tareas de los comunistas mexicanos y estadounidenses. Hay autores como Daniel Spencer, Pablo Gonzalez Casanova, Barri Carr, Paco Ignacio Taibo II, entro otros que aseguran que este personaje llegó con las intenciones de imponer la línea política de los bolcheviques rusos en sus organizaciones y buscar la participación de éstos en la III Internacional.

19 MARTÍNEZ VERDUGO, Arnoldo, La historia..., Op. Cit., p. 37.

20 DÍAZ RAMÍREZ, Manuel, “Un mexicano con Lenin”, en GILL, Mario, México y..., Op. Cit., pp. 113-115.

21 Ibídem.

22 Ídem, pp. 81- 82.

23 El Machete, México, 21-28/08/1924, p. 2.

24 ORTIZ, Rina, Alexandra Kollontai en México. Diario y otros documentos, Universidad Veracruzana, México, 2012, p. 35.

25 Ídem, p. 59.

26 Conviene tener presente que había relaciones ríspidas entre el gobierno de Plutarco Elías Calles y las compañías petroleras extranjeras, particularmente norteamericanas pero, también, una campaña de desprestigio orquestada tanto por la prensa estadounidense como por algunos sectores de la derecha mexicana.

27 ORTIZ, Rina, Alexandra Kollontai..., Op. Cit., p. 123.

28 Se reanudaron en 1942 bajo el gobierno de Manuel Ávila Camacho.

29 GILL, Mario, “Relaciones entre México y la Unión Soviética” en GILL, Mario, México y la revolución de octubre, Ediciones de Cultura Popular,México, 1975, p. 88.

30 OSORIO, Nelson (editor) Manifestos, proclamas y polémicas de la vanguardia literaria hispanoamericana, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1988, p. 158.

31 MARTÍNEZ VERDUGO, Arnoldo, La historia..., Op. Cit., p. 34.

32 TAIBO II, Paco Ignacio y VIZCAÍNO, Rogelio, Memoria Roja..., Op. Cit., pp. 83 y 89.

33 LA CROM fue fundada en 1918.

34 Ídem, p. 90.

35 Ídem, p. 91.

36 Ídem, p. 23.

37 Cabe señalar que segun Paco Ignacio Taibo II y Rogelio Vizcaino en su libro antes mecionado afirman que José Allen fue un informante de la embajada norteamericana sobre las actividades que desarrollaba el PCM. Vease: TAIBO II, Paco Ignacio y VIZCAÍNO, Rogelio, Memoria Roja..., Op. Cit., p. 17.

38 CONCHEIRO, Elvira, “Los comunistas mexicanos entre la marginalidad y la vanguardia”, en Elvira Concheiro, Massimo Modonesi, Horacio Crespo (coordinadores) El comunismo..., Op. Cit., p. 543.

39 El Machete, México, 4-11/09/1924, p. 2.

40 El Machete, México, 18-25/12/1924, p. 4.

41 Este tratado firmado entre Adolfo de la Huerta y el ICBM (Comité Internacional de Banqueros de México) representado por Thomas Lamont en 1922 fue duramente criticado por los comunistas debido a que su contenido proponía el reconocimiento de la deuda externa y los mecanismos para asegurar su pago que contravenían los intereses de los trabajadores, como la privatización de los ferrocarriles con el pago de la deuda a cuenta del gobierno y la no retroactividad del artículo 27, en particular con respecto a evitar la expropiación de las compañías petroleras.

42 El Machete, México, 13/08/1925, p. 1.

43 CONCHEIRO, Elvira, “Los comunistas mexicanos entre la marginalidad y la vanguardia” en Elvira Concheiro, Massimo Modonesi, Horacio Crespo (coordinadores) El comunismo..., Op. Cit., p. 554.

44 PENSADO LEGLISE, Patricia, Adolfo Sánchez rebolledo. Un militante socialista, Instituto Mora, México, 2014, p. 145.

45 El Machete, México, 21-28/08/1924, p. 2.

46 El Machete, México, primera quincena de mayo de 1927, p. 1.

47 María del Carmen Collado Herrera, Las derechas en el México contemporáneo, Instituto Mora, México, 2015, p. 20

48 Véase: Arnaldo Córdova, La revolución y el estado en México, Ediciones Era, México, 1989.

49 El Machete, México, 14/01/1928, p. 2.

50 CRESPO, Horacio, “El comunismo mexicano en 1929: el “Giro a la izquierda” en la crisis de la Revolución”, en Elvira Concheiro, Massimo Modonesi, Horacio Crespo (coordinadores) El comunismo..., Op. Cit., p. 570.

51 Ídem, p. 575.

52 Ídem, p. 576.

53 Ídem, p. 583.

54 Ídem, p. 584.

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Recibido: 28/02/2017.
Aceptado: 07/08/2017.
Publicado: 05/12/2017.

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